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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 29. La fiesta de bienvenida

 

El sábado por la tarde, en el piso de Yohei todo eran nervios de última hora. El anfitrión había conseguido con mucho esfuerzo que sus padres se marcharan de fin de semana, y menos mal, porque de lo contrario les habría dado un patatús, sobretodo a su madre, al ver como entre Haruko y Ayako lo cambiaban todo de sitio en el salón. La mesa de comedor la colocaron en un lado, pusieron un mantel de papel y sobre él las bebidas y comida para picar. Las sillas las colocaron alrededor de la estancia, igual que los sofás, para así crear un espacio interior bastante amplio.

 

Haruko, Ayako, Yohei, Ryota, Mitsui y Miuyo estaban allí desde las seis, y a las siete en punto ya habían llegado Shiozaki, Kakuta, Yasuda, Kuwata, Sasauka e Ishi, todos muy elegantes, al menos en comparación con las ropas de deporte. Fujii llegó a las siete y cinco, Akagi y Kogure a las siete y diez, y un par de minutos después llegó Rukawa. Yohei fue quien le abrió la puerta.

 

—Hola Rukawa —saludó amablemente—. Ya pensábamos que no vendrías —bromeó.

 

—Siento el retraso —dijo secamente. Ni loco explicaría los motivos de la tardanza: que no sabía que ponerse. Al final se había decidido por un jersey rojo y unos vaqueros oscuros. O mejor dicho su madre había decidido por él en cuanto se había enterado de adónde iba, y le había insistido que ese color le alegraba la cara.

 

Pasó al interior del piso acompañado por Yohei y la primera persona que se topó fue Ayako, cosa que agradeció.

 

—¡Rukawa! —exclamó la chica visiblemente contenta—. Qué bien que has venido.

 

—Ey Rukawa —le saludaron varios compañeros que también estaban por allí.

 

Rukawa simplemente asintió para devolverles el saludo, se quitó el abrigo y preguntó donde podía dejarlo. Yohei le indicó donde estaba su habitación y Rukawa se dirigió hasta allí. Por el pasillo se cruzó con Akagi y Kogure, que también le saludaron, aunque era evidente que estaban sorprendidos de verle allí.

 

Mientras Rukawa dejaba el abrigo sobre la cama junto a los de los demás, entró Haruko en el dormitorio, algo cohibida.

 

—Hola Rukawa... —saludó tímidamente.

 

—Hola... —saludó el muchacho fríamente.

 

—Esto... Soy la encargada del regalo y sólo quería saber si... bueno, si quieres participar...

 

—Sí, ¿cuánto es? —preguntó.

 

—Sólo son 1000 yenes...

 

Kaede sacó la cartera del abrigo y le dio a la chica un billete de mil yenes. Después regresaron al salón, y como ya se había temido, el moreno se encontró que no sabía que hacer ni dónde meterse. Optó por echar un vistazo disimulado al piso de Mito; al igual que su casa, era de estilo occidental. Se quedó observando unos cuadros pintados con acuarela que le recordaban mucho a los que su tío Satoru tenía colgados en su apartamento del centro.

 

—Los pintó mi madre cuando era joven —le dijo una voz. Rukawa se giró y vio a Mito—. ¿Te gustan?

 

—Sí... —murmuró Kaede.

 

Y Yohei ya no supo qué más decirle. Aunque Hanamichi siempre había intentado poner a su ejército en contra de Rukawa, a él ese chico nunca le había caído mal, aunque sí se sentía celoso de él por Haruko. Aun así se solidarizaba con su carácter retraído, y no quería que Rukawa se sintiera desplazado en la fiesta, pero era tan difícil entablar una conversación con él...

 

—¿A qué hora llegará el torp... Sakuragi? —preguntó Rukawa de pronto.

 

—A las siete y media  —respondió Yohei—. En teoría viene para hacer un trabajo de matemáticas.

 

«Todavía falta casi un un cuarto de hora...», se desesperó Kaede.

 

En ese momento tocaron al timbre y Yohei se disculpó para acudir a abrir. Eran Takamiya, Ookusu y Noma.

 

—Llegáis tarde, como siempre —les recriminó Yohei.

 

—Pero Hanamichi seguro que también llega tarde —rió Takamiya.

 

—Mira lo que hemos traído —interrumpió Ookusu, sacando de la bolsa de plástico que portaba una botella de sake.

 

—¿Habéis traído alcohol? —exclamó Yohei—. ¿Pero cómo se os ocurre?

 

Mitsui que estaba por allí haciéndose arrumacos con Miuyo les oyó y se acercó.

 

—Pero si ha sido una gran idea —dijo el moreno, quitándole la botella a Ookusu—. Trae, que la pondré en fresco.

 

—Hisashi, no deberías beber —le regañó Miuyo, siguiéndole por el salón hasta la cocina.

 

—Y no bebo, cielo —replicó—. Con esto como mucho serviremos un par de chupitos.

 

—¿Seguro?

 

—Seguroo...

 

El timbre sonó de nuevo, esta vez el del portero automático. Yohei contestó y resultó que ya era Hanamichi, así que les llamó la atención a todos para que guardaran silencio y así el pelirrojo no sospechara nada al llegar y oír tanto ruido en el piso.

 

xXx

 

Como el ascensor estaba ocupado, Sakuragi, de naturaleza impaciente, subió a pie los tres pisos cargado con la mochila donde llevaba los libros y los cuadernos de matemáticas. No entendía por qué Yohei le había insistido tanto en que quedaran ya para realizar un trabajo que no debía entregarse hasta el final del trimestre. Aunque por otro lado, le apetecía pasar una tarde tranquila con su amigo y hablar como lo hacían antes. Reconocía que desde que se lesionó se había comportado algo extraño, siempre de mal humor y a la defensiva, cuando sus amigos lo único que querían era estar con él y apoyarle, y él se lo había pagado saliendo con Taki a sus espaldas.

 

Taki... como no le había cogido más el teléfono ni habían vuelto a coincidir en la clínica, no había vuelto a saber de él, pero no le importaba. Lo que le había hecho a Rukawa en secundaria no tenía perdón.

 

Ahora que él volvía a ser el de antes y todo parecía mejorar, lo importante era recuperar el tiempo perdido con sus amigos de verdad y enmendar los errores cometidos. Y primero era Yohei.

 

Llegó por fin al rellano del tercer piso y tocó el timbre del tercero B. Yohei tardó mucho en abrirle, pero cuando lo hizo, traía una sonrisa de oreja a oreja.

 

—Hola Hanamichi —saludó—. Pasa, por favor.

 

—Hola, Yohei... —Sakuragi entró en el recibidor y se extrañó al ver lo oscuro que estaba el piso—. ¿Por qué estás a oscuras?

 

—Se han fundido los plomos —mintió Yohei—. Pasa al salón, yo voy a buscar unas velas.

 

—Qué desastre, Yohei —dijo el pelirrojo mientras se quitaba la mochila y se dirigía al salón a tientas—. ¿Cómo vamos a ver los números a la luz de unas velas?

 

En cuanto Sakuragi estuvo en el umbral del salón, Yohei apareció tras él y colocó la mano en el interruptor de la luz.

 

—Espera, a lo mejor ya funciona... —y prendió la luz del salón.

 

—¡¡SORPRESA!! —gritaron dieciocho de las diecinueve personas que había metidas en el salón.

 

A Sakuragi se le cayó la mochila al suelo.

 

—¿Q-qué es esto...? —balbuceó mirando a los reunidos en su honor. Se sorprendió gratamente al distinguir la figura de Rukawa en un rincón.

 

—Tu fiesta de bienvenida de nuevo al equipo —dijo Haruko, adelantándose un par de pasos hacia el homenajeado—. Y este es tu regalo.

 

El pelirrojo miró de nuevo a Yohei, quien simplemente se encogió de hombros sin perder la sonrisa.

 

—¿Tú también estabas compinchado...? —le preguntó.

 

—¿A ti que te parece? —rió el más bajo— ¡Es mi casa!

 

—Ten, Sakuragi —dijo Haruko entregándole el regalo.

 

Sakuragi lo abrió como un autómata, aún impresionado por la sorpresa. Era un equipo completo de baloncesto formado por una camiseta de tirantes, unos pantalones cortos y unos calcetines.

 

—Yo... chicos... chicas... —balbuceaba Hanamichi—. G-gracias... por la fiesta... y por el regalo...

 

—¡Que se lo pruebe, que se lo pruebe, que se lo pruebe...! —empezó a gritar su ejército.

 

—Luego, luego... —dijo el pelirrojo, consciente de que los brutos de sus amigos eran capaces de pretender que se desnudara ahí mismo delante de todos.

 

—¡Ahora, ahora, ahora...! —tal y como se temía.

 

Al final tres sonoros cabezazos pusieron fin a su insistencia. Después Sakuragi se dedicó a saludar uno por uno a sus amigos, agradeciéndoles la fiesta. Cuando fue el turno de Rukawa, le dijo lo mismo que alos demás.

 

—Gracias por venir, zorro.

 

—De nada...

 

Y continuó con los demás. Rukawa pensó que para eso, habría preferido que le armara un escándalo. Al menos habría acaparado su atención durante más tiempo...

 

—¡Gracias por venir, ‘Gori’! —se oyó exclamar a Sakuragi unos segundos después.

 

—¡Que no me llames ‘Gori’! —gritó Akagi, dándole un coscorrón al pelirrojo y provocando muchas risas en los presentes.

 

—Ay ‘gori’, tú siempre tan cariñoso... —Sakuragi pasó al siguiente invitado sobándose la cabeza—. Muchas gracias por venir, esto... ¿Matsui?

 

—Soy Fujii... —murmuró la chica de pronto muy sonrojada.

 

Por supuesto Sakuragi no se dio cuenta de su sonrojo y pasó como si nada al siguiente invitado, pero Rukawa sí lo vio perfectamente.

 

Sólo le faltaba eso... que las chicas empezaran a hacer demasiado caso a su pelirrojo...

 

xXx

 

La fiesta era un éxito. Sakuragi parecía más feliz que nunca, yendo de un lado para otro con una sonrisa fosilizada de oreja a oreja, haciendo bromas con sus compañeros y amigos.

 

Rukawa se alegraba desde lo más profundo de su ser de ver así al pelirrojo. Sin embargo él no se encontraba tan a gusto; durante un rato había conversado sobre varios equipos de la NBA con Mitsui, contemplando de vez en cuando con envidia la mano que mantenía entrelazada con la de su novia, pero desde hacía varios minutos que la parejita se había marchado a hacer manitas dejándole nuevamente solo.

 

Agobiado y sin saber que hacer, decidió salir un rato al balcón, cerrando la puerta acristalada tras él.

 

El aire frío de la noche le hizo sentir mejor. Apoyó ambos codos en la barandilla metálica del balcón y miró hacia abajo. Sólo estaban en un tercero, pero parecía que había más altura. Sin embargo eso no le afectó lo más mínimo, ya que no tenía nada de vértigo. Al contrario, más bien le gustaban las alturas.

 

Tras él, podía escuchar el sonido distante de la música y de las conversaciones de sus amigos.

 

«¿Mis amigos...?», pensó con amargura. La triste realidad era que no podía considerar amigo a ninguna de las personas que estaban en ese piso. Ni siquiera consideraba amigo a Sakuragi. El pelirrojo en verdad no era más que otro compañero de equipo con el que había empezado a llevarse mejor. De ahí a la verdadera amistad, a la confianza, había un largo camino que él nunca había sido capaz de recorrer.

 

—¿Otra vez solo? —preguntó una voz tras él.

 

Rukawa giró un poco la cabeza, lo suficiente para ver a Sakuragi que se colocaba junto a él en el balcón. Le había visto salir al balcón y quiso aprovechar para hablar un rato a solas con él.

 

—Brrr, que frío... —murmuró el pelirrojo, estremeciéndose.

 

—Sí, un poco... —a Rukawa le parecía patético hablar del tiempo, pero mejor eso que nada...

 

—Me ha sorprendido que estuvieras aquí —dijo Sakuragi de pronto.

 

—Si quieres me voy —dijo Rukawa, malinterpretándole.

 

—¿Qué...? ¡No! Joder, que no lo decía por eso. Es sólo que no me lo esperaba.

 

—¿Por qué no?

 

—Bueno... hasta ahora nunca habías venido a ninguna fiesta con el equipo, por ejemplo no viniste ni al cumpleaños de Mitsui, ni al del ‘Gori’, ni al de Ryota...

 

Rukawa se sonrojó levemente al sentirse descubierto, pero Sakuragi era tan inocente que ni de lejos se imaginaba porqué había decidido venir a su fiesta y no a ninguna otra.

 

Inocente, adorable, honesto, valiente, fuerte... amaba todas y cada una de sus cualidades, y le gustaría tanto enumerarlas en voz alta, convencido de que el pelirrojo, por mucho autobombo que se diera, no era consciente realmente de su propio e inigualable encanto.

 

Por no hablar de su imponente físico... Y ese rostro tan atractivo, con los rasgos tan marcados, que no le afeaban, al contrario, sino que junto a su rojo pelo le daban ese aire exótico que le había dejado prendado de él desde la primera vez que le vio...

 

Estaba tan enamorado de él...

 

¿Y si se lo confesara de una vez?

 

Ese repentino pensamiento hizo que se sonrojara un poco más.

 

—Rukawa, ¿daijobu da? —preguntó Sakuragi acercando un poco más sus rostros—. Estás muy rojo...

 

—Sí, estoy bien —murmuró Kaede.

 

Sin embargo Sakuragi no le creyó, y sin previo aviso, levantó una mano y la depositó en su frente para comprobar que no fuera fiebre. No parecía tener, pero el rostro del zorro había adquirido de pronto un tono granate.

 

—Oye, ¿qué te pasa? —preguntó Hanamichi empezando a preocuparse de verdad.

 

Rukawa respiró hondo. Ese contacto le había desbocado el corazón y necesitaba calmarse para tomar una decisión.

 

Declararse o no declararse, he ahí la cuestión.

 

—¿Rukawa? — insitió el pelirrojo.

 

—Sakuragi —Rukawa se decidió de pronto y respiró hondo por segunda vez—. Quiero contarte algo...

 

xXx

 

Mientras tanto, en el interior del piso, Ryota había decidido que ya era hora de arreglar las cosas con su querida Ayako y la estaba buscando, pero no la encontraba.

 

—Haruko, ¿sabes dónde se ha metido Ayako? —le preguntó a la segunda asistente, quien estaba conversando con Yohei, Fujii y la gundam.

 

—Ha ido al baño —respondió la muchacha—. Pero ya hace bastante rato...

 

Ryota no necesitó saber más. Dio media vuelta y se encaminó rápidamente al aseo, pero como este estaba vacío, se dirigió al baño principal de la vivienda, que estaba cerrado con pestillo. Tocó un par de veces pero no hubo respuesta.

 

—¿Ayako? —la llamó varias veces en voz alta—. ¿Ayako, estás ahí?

 

Ayako no respondía y Ryota estaba cada vez más histérico, e hizo lo primero que se le ocurrió: tirar la puerta debajo de un empujón. Al segundo empujón la puerta se abrió y Ryota pudo entrar en el baño.

 

Lo que vio le congeló el corazón unas milésimas de segundo: Ayako, su adorada Ayako, la chica de sus sueños, estaba tendida en mitad del baño, desmayada, y con la cara más blanca que el papel.

 

—¡Joder, Ayako! — exclamó el chico del pendiente antes de arrodillarse a su lado.

 

La levantó un poco entre sus brazos y empezó a palmearle la cara muy suavemente al mismo tiempo que la llamaba sin cesar. Afortunadamente menos de medio minuto después la chica de rizos abrió los ojos.

 

—Ryota... —susurró aún medio desvanecida—. ¿Qué ha pasado...?

 

—Que ha pasado, que ha pasado... —Ryota estaba casi más enfadado que preocupado—. Lo que tenía que pasar, que te has desmayado...

 

—¿Desmayado..? —repitió como si no se lo creyera.

 

—Sí, desmayado, Ayako, y no sé de que te sorprendes... Esto se veía venir... A ver, ¿cuánto hace que no comes tres veces al día, eh? ¿O que comes un plato decente? ¿Cuánto hace que sigues tu estúpida dieta de no comer?

 

Ayako no respondió, sólo desvió la mirada avergonzada. Los ojso se le empezaron a humedecer.

 

—Me he obsesionado un poco, verdad... —murmuró sin fuerzas.

 

—¿Un poco...? —repitió irónicamente Ryota. Al ver que la muchacha empezaba a temblar, suavizó el tono de su voz—. Ayako, perdóname...

 

—¿Por qué...? —sollozó ella.

 

—Porque tú siempre has sido la chica más fuerte que conozco, la que siempre está ayudando a los demás animándoles, gritándoles que no se rindan... La que siempre está dispuesta a hacer lo que sea por quien sea... Y cuando has sido tú la que ha necesitado ayuda, yo no he sido capaz de corresponderte...

 

Ayako no dijo nada, simplemente cerró los ojos y se recostó en el pecho de Ryota, sintiéndose embriagada por la sensación de paz y seguridad que este le ofrecía.

 

—Lo siento, Ayako, de verdad... —continuó Ryota con la voz rota, abrazándola más fuerte—. Perdona también que te dijera aquella estupidez el otro día... Por favor, pero si tú sabes que para mí eres la chica más hermosa del país... que digo del país, del mundo entero... Eres simplemente preciosa... Y alegre, y divertida, y lista... Eres la mejor en todo... Y yo... yo te quiero... Ayako...

 

Sabía que no era el momento de declararse por segunda vez pero las palabras habían salido de su boca sin pensar, directamente desde su corazón. Esperó el más que probable segundo rechazo de Ayako, pero en lugar de eso, la muchacha se agarró con una mano de su camisa, temblando cada vez más.

 

—Ryota, me encuentro mal... —susurró antes de desmayarse de nuevo.

 

El capitán del Shohoku reaccionó.

 

—¡YOHEI! —gritó, para que se le oyera por encima de la música.

 

Al momento no sólo Yohei, sino también Haruko y Noma se asomaban por el baño.

 

—¿Qué ha pasado? —preguntó Yohei, obviando la puerta rota.

 

—La he encontrado desmayada, la he despertado pero ahora mismo se acaba de desmayar otra vez —explicó Ryota intentando controlar sus nervios—. Por favor llamad a un taxi, nos vamos al hospital...

 

—Ahora mismo —exclamó Haruko desapareciendo por el pasillo.

 

Noma y Yohei se arrodillaron junto a ellos. Ayako, inconsciente, había dejado de temblar, pero ahora el que lo hacía era Ryota, con la vista fija en su amada. Yohei le colocó una mano en el hombro en un vano intento de tranquilizarle.

 

xXx

 

—Eh? ¿Contarme el qué?

 

Kaede respiró hondo por enésima vez. Que fácil había sido decirle que tenía algo que contarle, y que difícil era ahora contarle lo que le tenía que contar. ¿Cómo empezar? ¿Por el principio? ¿Por el final? ¿Qué decirle? ¿’Me gustas’, ‘te quiero’, ‘te amo’, o ‘estoy enamorado de ti’?

 

Y a él que siempre le había sido tan difícil expresarse...

 

Hanamichi por su parte no sabía que pensar. No tenía ni idea de que quería contarle Rukawa que parecía tan importante. En realidad sólo se le ocurría una cosa: que se marchaba a Estados Unidos. Y sintió un peso en el corazón al pensarlo, exactamente el mismo que sintió la primera vez que se enteró de las intenciones del zorro de dejar el país.

 

—Rukawa, ¿qué pasa? —insistió con voz más suave.

 

—Verás, yo... —empezó el moreno.

 

—¡Hanamichi, Rukawa!

 

Ambos aludidos se giraron hacia la voz. Yohei había salido al balcón con un teléfono móvil en la mano, y parecía muy alterado.

 

—¿Qué sucede, Yohei? —preguntó Hanamichi.

 

—Ayako está inconsciente en el baño. Hemos llamado a una ambulancia.

 

—¡¿Qué?! —exclamó el pelirrojo.

 

Yohei entró de nuevo en el piso seguido por Sakuragi. Rukawa se quedó mirando la puerta acristalada un segundo, recomponiéndose, para después también entrar para ayudar en lo que pudiera.

 

Al demonio con su declaración, ahora lo más importante era Ayako.

 

Continuará...


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