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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Por fin vacaciones... ;)

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 31. Consecuencias

 

Sakuragi pasó aquella noche y parte del día siguiente tratando de no pensar en lo que había sucedido con Rukawa en los vestuarios, por la sencilla razón de que cada vez que lo hacía le entraban ganas de matarle y no quería ir a la cárcel. Pero no podía evitarlo, su mente reproducía una y otra vez las imágenes y, sobre todo, las sensaciones sin su permiso.

 

Para Sakuragi, todo lo que había pasado en las duchas tenía un único culpable, y este era el zorro. Rukawa era un pervertido que se había aprovechado de él y le había arrastrado a esa vergonzosa situación, no le cabía duda. Sin embargo, había algo que no terminaba de cuadrar en su teoría.

 

«—Me gustas.»

 

Tenía que ser una broma. ¿Cómo iba a gustarle él a Rukawa? ¡Pero si se odiaban! Sí, seguro que todo se trataba de una estúpida broma de mal gusto. De muy mal gusto.

 

Por la tarde estuvo tentado de no acudir al entrenamiento con tal de no tener que verle la cara al susodicho, pero no quiso darle al tipo la satisfacción de saber que su broma le había afectado tanto. Además, aquella tarde Ayako regresaba a los entrenamientos y debían estar todos para darle la bienvenida.

 

Sakuragi entró en el gimnasio sin mirar a nadie en particular. Efectivamente Ayako estaba allí, rodeada de todos los del equipo, con Ryota a su lado.

 

—Hola Ayako —saludó Sakuragi al acercarse. De reojo vio a Rukawa un poco más alejado del grupo—. ¿Cómo estás?

 

—Mucho mejor, gracias Sakuragi —sonrió Ayako. Lo cierto era que se la veía con mejor cara.

 

—Bien, y ahora que ya estamos todos, vamos a dejar de agobiar a Ayako y empecemos el entrenamiento —dijo Ryota a la vez que daba unas palmas—. Comenzaremos con un par de partidillos de calentamiento, tres contra tres.

 

Dicho y hecho, en un momento se formaron los equipos y el entrenamiento comenzó. Sakuragi formó equipo inicialmente con Mitsui e Ishii, que fácilmente derrotaron a Shizoaki, Kakuta y Yasuda, pero luego Ryota reorganizó los equipos y puso a Sakuragi con Shizoaki y… Rukawa.

 

Fue entonces cuando por primera vez desde que Sakuragi había entrado en el gimnasio que sus miradas se cruzaron. La de Sakuragi destilaba rencor y rabia mal contenida, la de Rukawa era tan fría como siempre.

 

El partidillo fue bien solo durante el primer minuto, durante el primer ataque del equipo contrario, formado por Ryota, Ishii y Kakuta. En cuanto Rukawa obtuvo el balón e inició el contraataque, las cosas se torcieron. Fiel a su costumbre de atacar sin apoyos (únicamente durante el partido contra Sannoh Rukawa se había dignado a mostrar su gran capacidad con los pases), Rukawa pasó de las señas de Sakuragi e intentó encestar aun con Ryota y Kakuta marcándolo a la vez. Normalmente les habría pasado, pero para sorpresa de todo el gimnasio, Ryota le arrebató el balón a los pocos segundos, pero no pudo controlarlo y la pelota salió disparada fuera de la cancha.

 

—¡Muy bien, Ryota! —animó Ayako. El aludido la miró con cara de felicidad.

 

—Estaba libre —siseó mientras Sakuragi dirigiéndose al zorro—. ¿Por qué no me has pasado el balón?

 

—No te he visto —mintió Rukawa con voz átona.

 

—Sí que me has visto —insistió en un tono peligroso—. Me has mirado.

 

—Mm... puede ser —admitió Rukawa con sorna—. La verdad es difícil no ver ese peinado hortera moviéndose con torpeza de un lado a otro.

 

—¡¿A quién llamas torpe, gilipollas?! —estalló Hanamichi agarrándole de la camiseta.

 

—A ti. ¿O ves alguno más por aquí, doa’ho?

 

—Jodido maricón... —susurró el pelirrojo.

 

Inmediatamente después de escuchar eso (por suerte fue el único que lo escuchó), Rukawa le propinó un derechazo fulminante a Sakuragi, obligándolo a soltarle de la camiseta. El pelirrojo sin embargo aguantó de pie, y sin dilación golpeó fuertemente a Rukawa en el estómago.

 

—¡Oh, no, ya empiezan! —exclamó Ayako.

 

Haruko, a su lado, se había quedado paralizada, igual que los demás miembros de Shohoku. No entendían qué estaba pasando, la pelea había empezado de repente y sin que nadie supiera por qué. Además, hacía mucho tiempo que no peleaban.

 

Rukawa respondió al golpe en su estómago con otro derechazo al ojo izquierdo de Sakuragi. Cuando Sakuragi se recuperó del golpe en el ojo, para lo cual no tardó mucho, arremetió violentamente contra Rukawa con un fuerte puñetazo en su nariz. La sangre del zorro salpicó incluso su propia camiseta.

 

Rukawa se llevó la mano izquierda a la cara, en un vano y doloroso intento de contener un poco la hemorragia. Al mismo tiempo apretó el puño derecho, preparándose para arremeter de nuevo.

 

—¡Hanamichi! ¡Rukawa! ¡Ya basta!

 

Ryota había reaccionado y, acompañado de Mitsui, el único de Shohoku aparte de él que se atrevía a enfrentarse a uno de esos dos, se acercaba con la intención de poner fin a esa pelea.

 

—Ryota, no te metas en esto —advirtió Sakuragi con la voz más dura que le habían escuchado nunca.

 

Pero el capitán no se amilanó ante las palabras de su amigo, y en cuanto Rukawa soltó el siguiente derechazo que había estado preparando y Sakuragi le correspondió con un rodillazo en el estómago, él y Mitsui echaron a correr para separarlos.

 

Ryota agarró a Rukawa de la espalda y Mitsui hizo lo mismo con Sakuragi, pero no tenían la suficiente fuerza para retenerlos, y unos segundos después los dos novatos estrella de Shohoku ya habían intercambiado un par de golpes más.

 

—¡¿Queréis venir a ayudarnos, joder?! —gritó Ryota dirigiéndose a sus jugadores.

 

Los chicos de segundo acudieron rápidamente. Shiozaki ayudó a Ryota a sujetar a Rukawa, y Yasuda y Kakuta ayudaron a Mitsui.

 

—¡¡Soltadme!! —rugió Sakuragi.

 

—¡Sakuragi, basta! —gritó Mitsui, consciente que a pesar incluso de estar sujetándole entre tres a duras penas podían contenerle.

 

Rukawa no decía nada pero también forcejeaba con todas sus fuerzas para liberarse y tenía el rostro desencajado por la furia, exactamente igual que el pelirrojo. Al fijarse, sus compañeros se dieron cuenta de que ésa no era una pelea como las de antes.

 

Esta vez querían hacerse daño de verdad.

 

—¡¿Pero qué os pasa?! —gritó Ayako, histérica, avanzando hacia ellos. Haruko seguía paralizada.

 

—¡Ayako, no te acerques! —le ordenó Ryota.

 

El número 11 del Shohoku fue el primero en liberarse. Dispuesto a seguir, se acercó de nuevo a Sakuragi, a quien Mitsui decidió soltar pues no era justo que no pudiera defenderse. El pelirrojo recibió otro puñetazo en la cara y una tremenda patada en el estómago, a lo que correspondió con un espectacular zurdazo en la mandíbula del zorro.

 

Aprovechando el momento de aturdimiento de Rukawa, Ryota y Shiozaki se le volvieron a echar encima, y lo mismo hicieron Mitsui, Kakuta y Yasuda con Sakuragi. Los chicos de primero, al ver que esos dos seguían forcejeando, se decidieron a ayudar.

 

—¡¡Basta, joder!! —gritaba Mitsui.

 

—¡¡Que me soltéis!! —repitió Sakuragi.

 

—¡¡Rukawa, estate quieto!! —exigió Ryota.

 

Pero ni caso. Ambos chicos estaban desquiciados.

 

—¡Haruko, ve a buscar al entrenador, o a algún profesor, a quien sea que nos ayude! —le pidió Ayako a su segunda asistente. Al ver que la chica no se movía gritó—. ¡¡Ahora!!

 

—V-voy... —susurró Haruko, y salió del gimnasio.

 

Mientras, Sakuragi se había soltado de Mitsui con una llave de judo de la que Aota habría estado orgulloso. Los demás que colaboraban en sujetarlo se retiraron atemorizados al ver al tirador de triples en el suelo: no querían ser los siguientes en conocer la fuerza del pelirrojo.

 

—¡Detente, Hanamichi! —ordenó Ryota, pero su amigo no obedeció.

 

Al ver a Sakuragi avanzar hacia él, Rukawa no lo dudó y haciendo acopio de todas sus fuerzas también se soltó. Durante los segundos que transcurrieron hasta que volvieron a estar frente a frente, se hizo un silencio absoluto en el gimnasio.

 

Sakuragi y Rukawa tampoco se dijeron nada. Solo se miraron con odio.

 

Hanamichi había explotado. Llevaba casi un año soportando la soberbia y la chulería de Rukawa, a sus admiradoras, sus burlas respecto a su juego, cuando él lo único que intentaba era mejorar para un día ganarle y demostrar a todos que él era superior a ese zorro apestoso. Se sentía estúpido por haber creído durante unas semanas que ese chico era una persona normal, porque no lo era. No era normal lo que había pasado en los vestuarios el día anterior. Aunque seguro que había sido otra de sus burlas.

 

Rukawa por su parte también estaba harto. Estaba harto de Sakuragi, del trato que le brindaba, harto de tener que soportar sus comentarios hirientes, harto de su actitud escandalosa e infantil, harto de todo. Y también cansado. Cansado de creer en él, de tener esperanzas, y sobre todo, cansado de amar a un completo idiota que nunca le correspondería.

 

En ese momento entraron Yohei, Takamiya, Ookusu y Noma, que se habían cruzado con Haruko y en cuanto esta les había contado lo que pasaba habían echado a correr hacia el gimnasio.

 

—¡¿Qué está pasando aquí?! —preguntó Yohei en voz alta.

 

—No lo sé, pero parece que se quieren matar... —sollozó Ayako.

 

—Yohei, no te metas —ordenó Hanamichi sin apartar la vista de Rukawa—. Y vosotros tampoco, o me las pagaréis —añadió refiriéndose al resto de su ejército.

 

Yohei, Takamiya, Ookusu y Noma se quedaron quietos. Conocían a su líder, y por su expresión y el tono de su voz era evidente que hablaba muy en serio.

 

—¿Es que tampoco vais a hacer nada? —preguntó Ayako desesperada.

 

—Así como está, ni entre los cuatro conseguiríamos detenerle —susurró Ookusu.

 

—¿Pero qué decís?

 

Yohei miró un momento a Ayako.

 

—Que Rukawa va a perder.

 

Rukawa oyó el comentario y se enfureció aún más. Apretó los puños e intentó recuperar la sangre fría. Era cierto que Sakuragi parecía más fuerte que él: tenía más resistencia física y una fuerza increíble en brazos y piernas. Si hasta entonces siempre habían empatado peleando era porque no habían luchado en serio. Y no pudo evitar recordar que el pelirrojo se había cargado a Tetsuo cuando a él ese tipo lo noqueó de un solo golpe contra el suelo.

 

Pero Sakuragi había aprendido a pelear en la calle y él en un gimnasio, boxeando con su tío Satoru. Si se calmaba y se concentraba, y peleaba como le enseñaron al principio, antes de coger malos vicios de tanto pelear también a lo bruto, seguro que conseguiría ganarle.

 

Hanamichi observó el cambio en la expresión del zorro. Estaba maquinando algo.

 

La mejor defensa es un buen ataque, pensó, y de improviso Sakuragi se abalanzó de nuevo contra su rival con la intención de golpearle en la cara.

 

Lo que pasó a continuación fue tan rápido que algunos parpadearon y se lo perdieron. Rukawa elevó los puños a la altura de su cuello y esquivó con un movimiento de cabeza el puñetazo de Sakuragi como si lo hubiera visto venir a cámara lenta, y con una celeridad impresionante, contraatacó y le golpeó con ambos puños, primero el derecho y luego el izquierdo, uno en el pómulo y otro en la boca.

 

Sakuragi, aturdido, dio un paso atrás. En el gimnasio se habían quedado boquiabiertos, era la primera vez que veían en directo como alguien esquivaba un golpe de una manera tan profesional y elegante.

 

—¿Qué ha sido eso...? —preguntó Takamiya en voz baja.

 

—Boxeo —dijo Ookusu, y todos le miraron.

 

—¿Boxeo? —repitió Noma, sorprendido como todos.

 

«¿Boxeo?», repitió Sakuragi mentalmente mientras se limpiaba la sangre de su boca con una manga y miraba a Rukawa a los ojos, quien parecía bastante satisfecho de su contraataque. Eso enfureció aún más si era posible al pelirrojo y se preparó de nuevo para atacar.

 

—Sakuragi, ya basta... —le ordenó inútilmente Ryota.

 

—Sakuragi, Rukawa, por favor... —imploraron varios de sus compañeros.

 

Era inútil. Sakuragi se abalanzó de nuevo sobre Rukawa, quien le esperaba preparado. El moreno esquivó de nuevo el puñetazo dirigido a su barbilla, pero cuando iba a contraatacar con otro derechazo, Sakuragi, colocándose un poco de lado, le inmovilizó el brazo, y cuando quiso golpearle con el izquierdo, el número 10 también lo impidió agarrándole de la muñeca.

 

—Hanamichi nunca cae dos veces en lo mismo... —musitó Yohei.

 

Rukawa, rabioso al verse inmovilizado, intentó zafarse, y casi lo había conseguido cuando Sakuragi de pronto le dio un tremendo codazo en la sien.

 

El golpe, sordo y seco, retumbó en todo el gimnasio, poniéndole los pelos de punta a unos cuantos. Rukawa se desplomó en el suelo.

 

—¡Rukawa! —exclamaron Ryota y Ayako yendo hacia él.

 

Haruko, que en ese momento entraba en el gimnasio, palideció al ver a Rukawa en el suelo y también corrió hacia el Súper Rookie.

 

Había un silencio casi absoluto. Sakuragi, de pie a un par de metros donde Ayako, Ryota y Haruko intentaban hacer volver en sí al zorro, que había quedado inconsciente tras el golpe, tampoco decía nada. Ni ganas que tenía al ver la expresión angustiada de Haruko.

 

De pronto la muchacha se giró hacia él.

 

—¡¿Pero qué te pasa, Sakuragi?! ¡¿Qué demonios os pasa a los dos?! —le gritó—. ¡¡No hay quien os entienda!!

 

A Hanamichi le extrañó tanto el que Haruko gritara de esa manera como sus palabras. Yohei también estaba sorprendido de que su novia pareciera tan enfadada, aunque la situación no era para menos.

 

—¿Has llamado a algún profesor? —le preguntó Ryota a la chica.

 

—Ahora viene el entrenador Anzai...

 

Mientras Ayako llamaba al número 11 para que despertara y le palmeaba la cara muy suavemente. Rukawa empezó a mover los párpados y unos segundos después abrió los ojos. Cuando vio que estaba en el suelo rodeado de sus compañeros, y lo peor, que Sakuragi estaba de pie mirándole, supo que había perdido.

 

Pero no estaba dispuesto a admitirlo.

 

—¿Rukawa, qué haces? —exclamó Ayako al ver que Rukawa se levantaba—. ¡Es mejor que te quedes quieto un rato, el golpe ha sido muy fuerte!

 

Kaede por supuesto no le hizo caso y un momento después el moreno ya estaba de nuevo frente a su rival, eso sí, algo tambaleante.

 

—No me puedo creer que vayan a continuar... —musitó Yasuda.

 

—No, no van a hacerlo —replicó Yohei. Yasuda le miró intrigado—. Hanamichi nunca golpearía a alguien que apenas puede tenerse de pie —explicó.

 

Sin embargo Rukawa parecía decidido a continuar la pelea, aunque Sakuragi estaba más pendiente de que el zorro no se cayera que de defenderse. Se sentía bastante culpable por el codazo, no era un golpe muy limpio, y sabía que el zorro ya no estaba en condiciones de seguir, pero si quería más guerra, la tendría.

 

Rukawa estaba ya alzando su puño cuando una voz le detuvo.

 

—BASTA YA LOS DOS.

 

Todos se giraron hacia el entrenador Anzai, quien acababa de entrar en el gimnasio. El brillo de las gafas no dejaba ver su expresión con claridad, pero parecía bastante enfadado. Más que nunca.

 

—Sakuragi, Rukawa, os quiero ver dentro de diez minutos en mi despacho —dijo secamente.

 

El entrenador se marchó por donde había venido y Rukawa y Sakuragi relajaron sus músculos. Se oyeron varios suspiros de alivio.

 

—Ya habéis oído al entrenador —dijo Ryota con un tono de voz tajante que dejaba entrever su tremendo enfado. Tardaría mucho en perdonarlos—. Id a asearos y luego a su despacho.

 

—Ryota... —empezó Sakuragi, consciente de lo furioso que estaba su amigo con ambos.

 

—Ahora —interrumpió el capitán.

 

Rukawa, tambaleante, fue el primero en marcharse a las duchas, mientras un silencio sepulcral se apoderaba del lugar. Todos se preguntaban qué había pasado entre los dos novatos para que terminaran así, pues estaba claro que no se trataba solo del pique durante el entrenamiento. Haruko era la más desconcertada, primero los pillaba abrazándose desnudos en las duchas y al día siguiente por poco se mataban a golpes...

 

xXx

 

—No soy estúpido —empezó Anzai cuando ambos chicos se hubieron sentado frente a la mesa de su despacho—. Sé que algo pasó entre vosotros antes de entrar en el equipo de baloncesto, algo que os convirtió en enemigos declarados. No quería meterme en vuestras cosas, y hasta ahora he sido muy condescendiente con vuestras peleas y vuestro casi nulo juego en equipo, pensando que algún día lo arreglaríais por vuestra cuenta. Me disteis falsas esperanzas durante un par de semanas, pero ya veo que fue una ilusión. A saber por qué nueva tontería os habréis peleado ahora.

 

Sakuragi no pudo evitar ruborizarse un poco al recordar la “tontería” por la que se habían peleado.

 

—Os creeréis muy hombres por arreglar vuestros asuntos a golpes, pero en realidad no sois más que unos críos inmaduros, que no son capaces de soportarse ni por el bien del equipo.

 

Ambos chicos bajaron la mirada, avergonzados. Nunca antes habían oído al entrenador hablar así.

 

—Y yo ya estoy harto de soportaros a vosotros. —Ambos levantaron de nuevo la vista, alarmados—. Y seguro que vuestros compañeros también. Estarían mejor sin vosotros.

 

Rukawa palideció y Sakuragi sintió que le faltaba el aire. No podía ser que le expulsaran, no ahora que había terminado la rehabilitación...

 

—P-pero viejo... —musitó el pelirrojo.

 

Al ver la cara de susto de sus pupilos, el entrenador Anzai decidió continuar.

 

—Lamentablemente no me veo con fuerzas para expulsaros —dijo tranquilizando un poco a los chicos—. Ni a ti, Rukawa, que siempre te has mostrado tan entregado en los entrenamientos y en los partidos, ni a ti, Sakuragi, que acabas de reincorporarte. Pero esto que habéis hecho merece un castigo.

 

Sakuragi y Rukawa esperaron expectantes.

 

—En primer lugar, no os quiero ver aparecer por el gimnasio en una semana. Y segundo, ya veremos si os dejo jugar los preliminares de invierno.

 

Ambos chicos bajaron de nuevo la vista. Anzai se levantó, y ellos le imitaron.

 

—Y ahora, marcharos. A no ser que tengáis algo que decir a vuestro favor.

 

Sakuragi y Rukawa negaron con la cabeza y después de inclinarse para despedirse salieron del despacho de Anzai.

 

Caminaron por el pasillo unos segundos en silencio, hasta que Rukawa se desvió para entrar en los baños. Tras un instante de duda, Sakuragi le siguió.

 

Encontró a Rukawa apoyado con ambas manos en el lavabo, fuertemente agarrado, y con los ojos cerrados. Supo que todavía estaba mareado por el codazo en la sien. Pero no era ese golpe poco limpio lo que le carcomía la conciencia.

 

—Lo siento —las palabras le brotaron sin que pudiera evitarlo.

 

Rukawa abrió los ojos y le miró a través del espejo. No dijo nada. Su rostro era otra vez frío como el hielo, pero Sakuragi ya veía a través de él y notaba que el zorro también estaba aún bastante furioso.

 

—No pretendía decir eso —continuó Sakuragi—. No sé por qué lo he dicho. Bueno, sí que lo sé. Estaba cabreado.

 

Para su sorpresa, el rostro pétreo de Rukawa se relajó un poco. Ya no lucía furioso, solo… cansado.

 

—De acuerdo —musitó. Se irguió y se dispuso a salir de los lavabos.

 

Sorprendido, Sakuragi le agarró instintivamente del brazo para impedir que se marchara.

 

—¿”De acuerdo”? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? —exclamó.

 

—¿Qué quieres que te diga? —preguntó Rukawa en voz baja, sin ganas. Su expresión había pasado de cansada a extenuada.

 

—Pues, para empezar, ¿qué coño fue lo de ayer? —Sakuragi no se entendía a sí mismo. Una parte de él no quería volver a saber del tema, hacer como que lo de las duchas nunca había pasado, pero otra parte de él quería… necesitaba explicaciones.

 

Rukawa suspiró de forma algo teatral.

 

—Se llama “paja”.

 

Sakuragi necesitó de toda, absolutamente toda su fuerza de voluntad para no estampar a Rukawa contra el espejo.

 

—Ya sé cómo se llama —siseó—. Me refiero a por qué lo hiciste.

 

Entonces, Rukawa bajó la vista.

 

—Ya sabes por qué. Te lo dije.

 

«—Me gustas.»

 

«No fue una broma —comprendió Sakuragi—. Maldita sea, no es una broma.»

 

—¿Desde… cuándo? —se oyó a sí mismo preguntar.

 

El zorro se encogió de hombros, aún sin mirarle.

 

—No sé. Desde el principio, supongo.

 

—¿Desde el principio? —La primera vez que se conocieron se molieron a golpes. No fue algo precisamente muy romántico.

 

—No quiero hablar de esto —dijo de pronto Rukawa, y se soltó del agarre de Sakuragi.

 

—No he sido yo quien ha comenzado.

 

—Bueno, pues yo lo estoy terminando.

 

De nuevo Rukawa trató de salir, pero Sakuragi de nuevo lo impidió, esta vez cerrando la puerta de golpe antes de que el zorro pudiera salir por ella, quedando a sus espaldas.

 

«Le ha crecido el pelo», pensó Sakuragi al fijar la vista en la blanca nuca de Rukawa, apenas visible entre hebras de pelo ébano.

 

—¿Qué es lo que quieres…? —preguntó Rukawa en voz tan baja que apenas le oyó.

 

«Buena pregunta. ¿Qué es lo que quiero? ¿Por qué lo retengo?» Su mano seguía plana en la madera, firme, impidiendo que Rukawa pudiera abrir la puerta, por encima de su hombre, rozándole la mejilla.

 

Sakuragi advirtió que el zorro estaba temblando.

 

«¿Por qué tiembla? No puede ser miedo, ni tampoco frío.»

 

De pronto lo supo.

 

Rukawa estaba llorando.

 

De la sorpresa bajó el brazo. Rukawa no desperdició la oportunidad, y salió escapado.

 

Sakuragi se quedó en el baño por largo rato, pensando en todo y nada a la vez.

 

Continuará…


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