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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 35. Dos contra dos

 

 

Cuando Sakuragi llegó al instituto a la mañana siguiente, los primeros en ir a darle la bienvenida fueron Noma, Ooukusu y Takamiya. Pero antes de que ninguno pudiera decir nada… Sakuragi les saludó con un cabezazo a cada uno.

 

—¡Maldita sea! ¡¿A qué ha venido eso, Hanamichi?! —exclamó Ooukusu, mientras él, Noma y Takamiya seguían en el suelo del pasillo, adoloridos.

 

—Eso ha venido a que no habéis cumplido con la promesa que hicimos hace tres años —dijo el pelirrojo.

 

—¿Eh? ¿Qué promesa? —preguntó Takamiya.

 

Sakuragi resistió la tentación de darle otro cabezazo. ¿Cómo podía haber olvidado algo así?

 

—Prometimos que, en el caso de que dos de nosotros discutieran, los demás no tomaríamos partido por ninguno.

 

Los tres chicos, ya de pie, se quedaron en silencio un segundo. Noma fue el primero en hablar.

 

—Eso es cierto, Hanamichi, pero lo que ha hecho Yohei es muy grave…

 

—¡Exacto! —señaló Takamiya—. ¡Yohei te ha pellizcado la uva! ¡Te ha rayado el cuaderno! ¡Te ha…!

 

Ahora sí, Sakuragi le dio otro cabezazo para que se callara.

 

—Tío, ¿de dónde sacas esas expresiones…? —preguntó Ookusu a su amigo con una gota en la cabeza. Pero este estaba k.o. en el suelo y no pudo responder.

 

—Oíd, tíos. —Sakuragi puso los brazos en jarras—. Haya hecho lo que haya hecho Yohei, esto es entre él y yo. No es cosa vuestra juzgarle ni mucho menos castigarle.

 

Noma iba a replicar algo, pero miró detrás de Sakuragi y se calló. El pelirrojo se dio la vuelta. Yohei venía por el pasillo, con la cabeza gacha, por lo que aún no les había visto. Cuando llegó a la altura de la puerta del aula y levantó la mirada, vio al grupito y se detuvo.

 

Nadie dijo nada. Yohei solo miraba a Sakuragi, quien le devolvió la mirada fijamente pero sin dejar entrever ninguna expresión en su rostro. Aun así, Yohei aún recordaba perfectamente las duras palabras de su ex amigo —«No vuelvas a hablarme en tu puta vida. Tú ya no existes para mí»—, por lo que bajó la mirada e hizo el amago de entrar en el aula.

 

Hanamichi le detuvo con voz alta y clara:

 

—Yohei, espera.

 

Visiblemente sorprendido, Yohei se detuvo y volvió a mirar a Sakuragi, quien le indicó con un gesto que se acercara. Mito obedeció, pero tenía el signo de ‘alerta’ pintado en la cara. Quizás pensaba que el pelirrojo había cambiado de idea sobre lo de zurrarle.

 

—Tengo que hablar contigo —dijo Hanamichi—. ¿Vamos a la azotea? —Las clases estaban a punto de empezar, pero Sakuragi sabía que a Yohei no le importaría.

 

—…claro.

 

El pelirrojo dio la vuelta y pasó entre Noma, Takamiya y Ookusu para dirigirse a las escaleras, seguido de cerca por Yohei.

 

Una vez en la azotea, Sakuragi se apoyó de cara a la barandilla, y observó a los últimos alumnos rezagados corriendo para llegar a tiempo antes de que sonara el timbre. El cielo estaba muy nublado. Un tenso Yohei se colocó a una distancia prudencial, expectante.

 

Pasaron unos minutos así. El timbre sonó, pero ninguno se movió. Finalmente Sakuragi decidió que ya era suficiente tortura y comenzó a hablar.

 

—He oído que has cortado con Haruko.

 

—Era lo mínimo que podía hacer —murmuró Yohei.

 

—Aún así, no estuvo bien lo que hiciste. Salir con Haruko a mis espaldas… no estuvo bien. Jamás me habría esperado algo así de ti.

 

Las manos de Yohei se apretaron contra la barandilla hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

 

—…lo sé.

 

—¿Por qué lo hiciste entonces?

 

—Creí que… te desenamorarías de ella y para entonces no te importaría. —Yohei meneó la cabeza—. Ahora me doy cuenta de lo estúpido que suena.

 

—Bastante estúpido, sí —asintió Hanamichi—. Aunque me hubiera desenamorado de ella, no me habría hecho ninguna gracia descubrir que ya te habías adelantado por tu cuenta.

 

—Tienes toda la razón, Hanamichi. Lo siento…

 

Sakuragi ignoró momentáneamente la disculpa. Había más cosas que quería saber.

 

—Para empezar, ¿por qué no me contaste que también te gustaba Haruko?

 

—Es que… al principio… como pensé que igualmente no tenía oportunidad, no valía la pena arriesgarme a que te molestaras.

 

—¿Y luego?

 

Yohei se encogió pesadamente de hombros.

 

—No lo sé. Pensé que ya era tarde… o yo que sé. No quería perderos a ninguno de los dos, y la cagué.

 

Sakuragi suspiró. No estaba totalmente satisfecho con las explicaciones de Yohei, pero su amigo estaba claramente arrepentido, y él no quería seguir siendo —como bien le había señalado Haruko— un rencoroso.

 

—Bueno, pues… no vuelvas a hacerlo, ¿ok? —Sakuragi se dio la vuelta pasando a apoyarse de espaldas en la barandilla—. Olvida lo que te dije anteayer. No vuelvas a ocultarme algo así, y en paz.

 

Yohei abrió mucho los ojos.

 

—¿Me estás perdonando?

 

—Tsk… ¿por qué te sorprendes tanto? —preguntó Sakuragi, irritado. ¿De verdad se veía una persona tan rencorosa a ojos de los demás?—. Ya te has disculpado, ¿no? Además, en diez años de amistad es la primera vez que la cagas tanto, creo que por una vez puedo pasártela.

 

El moreno sonrió, aliviado.

 

—Gracias, Hanamichi…

 

—Y… puedes seguir saliendo con Haruko.

 

La sonrisa de Yohei se desvaneció. De nuevo estaba sorprendido.

 

—¿En serio?

 

—En serio.

 

Sakuragi se incorporó y dio un par de pasos hacia él.

 

—Deberíamos volver a clase. Solo han pasado un par de minutos, quizás el profesor Fujimaki nos deje entrar.

 

—Podemos intentarlo…

 

Sin embargo, el profesor Fujimaki consideró que los tres minutos de retraso eran ya motivo de sanción y les castigó a esperar de pie en el pasillo hasta la siguiente clase.

 

—Tsk… Seguro que si hubiéramos sido dos chicas guapas en lugar de dos ‘macarrillas’, como seguro que nos llama, nos habría dejado entrar —dijo Sakuragi.

 

—Seguro que sí —murmuró Yohei, distraído.

 

—¿En qué piensas?

 

—¿Eh? En nada. —Yohei se ruborizó casi imperceptiblemente.

 

—Si es en Haruko, puedes decirlo —suspiró el pelirrojo—. Voy a tener que hacerme a la idea de que estais juntos tarde o temprano.

 

—No sé si será necesario… —musitó Yohei—. Cuando corté con ella, no acabamos como amigos precisamente. No creo que quiera volver.

 

Sakuragi suspiró de nuevo, mirando hacia el techo. Por un lado, estaba contento por haber hecho las paces con Yohei, pero por el otro aún seguía enfadado con él. Y realmente no le apetecía hablar de Haruko, pero continuó haciendo el esfuerzo.

 

—No lo sabrás hasta que no se lo pidas.

 

Fue el turno de Yohei de suspirar.

 

—Cierto…

 

xXx

 

Aquella tarde, Akira Sendoh decidió saltarse el entrenamiento con su equipo, pero esta vez no para irse a pescar como había hecho en verano, sino para hacer una visita al instituto Shohoku. Quería comprobar por él mismo lo que les había contado a todos Hikoichi la tarde anterior. El mánager había reaparecido a última hora de la tarde en el gimnasio de Ryonan, tras lo que él mismo había llamado “un excelente trabajo de campo”, para contarles “la gran exclusiva” de que Sakuragi y Rukawa del Shohoku estaban realizando un entrenamiento especial.

 

A Sendoh le traía sin cuidado qué tipo de entrenamiento pudieran realizar aquellos dos. No pensaba dejarse ganar por ninguno. Lo que le preocupaba era el presentimiento de que no había tal entrenamiento especial. Al fin y al cabo, lo único que había podido confirmar Hikoichi era que Sakuragi y Rukawa no estaban presentes en el gimnasio, y eso podía deberse a multitud de motivos. Y Sendoh quería saber cuál era el verdadero.

 

Pero no llegó a Shohoku. A medio camino pasó por la misma cancha con la que había jugado varias veces con Rukawa, y al oír el sonido de un balón estuvo seguro de que el número 11 del Shohoku estaba allí. Grande fue su sorpresa al asomarse y ver, no a Rukawa, sino a Sakuragi, entrenando con ahínco.

 

El pelirrojo estaba en ese momento entrenando bandejas una tras otra. A pesar del frío que hacía, tenía la camiseta blanca empapada de sudor.

 

Una falsa bandeja se transformó finalmente en un poderoso mate. Sendoh entró en la pista y dio dos palmadas a modo de breve aplauso.

 

Sakuragi se giró hacia él inmediatamente.

 

—Buen mate —alabó Sendoh—. Pero no entiendo qué tiene de especial este entrenamiento tuyo tan solitario.

 

—¿Eh?

 

El gesto desconcertado de Sakuragi fue suficiente prueba para Sendoh de que no había tal entrenamiento especial. Sakuragi al parecer ni siquiera estaba enterado de la cohartada que le habían dado los de su equipo.

 

—Nada, déjalo —sonrió el capitán del Ryonan.

 

—¿Qué haces aquí, Sendoh? —fue el saludo del pelirrojo.

 

—Pues precisamente iba de camino a Shohoku para veros a ti y a Rukawa.

 

Sakuragi recogió el balón del suelo.

 

—Pues no ibas a encontrarnos allí a ninguno.

 

—¿Y eso?

 

—El zorro y yo nos dimos de ostias en el gimnasio y el viejo Anzai nos ha vetado la entrada durante una semana —explicó el pelirrojo sin pelos en la lengua. Desde luego que era un tipo sincero, no como sus compañeros del Shohoku.

 

—Oh. —Sendoh era más que conocedor de la difícil relación entre los dos jugadores del Shohoku, pero después de los acontecimientos del Carpe Diem había creído que esta había mejorado un poco, aunque al parecer no era el caso—. ¿Y por qué os disteis de ostias, si se puede saber?

 

Para su sorpresa, Sakuragi, siempre tan directo, en esta ocasión solo se encogió de hombros y soltó una evasiva.

 

—Cosas nuestras.

 

El pelirrojo se giró a canasta y lanzó un tiro en salto. Pero usó demasiada fuerza y el balón rebotó en el tablero. Sendoh lo recogió.

 

—Bueno, ya que estoy aquí… ¿te apetece un uno contra uno?

 

Sakuragi sonrió de una manera que Sendoh hacía demasiado tiempo que no veía.

 

—Ya era hora de que me lo pidieras, puercoespín.

 

xXx

 

Al mismo tiempo que Sakuragi y Sendoh empezaban su uno contra uno, Rukawa llegaba al gimnasio Midorikawa para encontrarse con Mayden y empezar el adiestramiento de Tensai. El cielo estaba tan nublado y oscurecido que Rukawa empezó a temer que debería haber traído un paraguas. Mayden llegó cinco minutos después, vestido con unos vaqueros desteñidos, un jersey y un plumas, y un tarro de mini galletas para perro.

 

—¿Para qué es eso? —preguntó Rukawa tras el saludo de rigor, señalando el tarro.

 

Mayden se le quedó mirando con gesto divertido.

 

—Realmente no tienes ni idea de cómo adiestrar a un perro, ¿eh? —Antes de que Rukawa pudiera protestar, añadió—: Esto es un… estimulante. O quizás también podríamos llamarle un soborno. Bien, ¿dónde vamos?

 

Por un momento Kaede pensó en que deberían ir a su casa, al jardín, pero su madre estaba allí y al muchacho no le gustaban mucho las presentaciones.

 

—Hay un parque pequeño cerca de aquí —recordó.

 

—Vamos.

 

Una vez en el parque, que estaba casi desierto por el frío, se establecieron en una zona de césped apartada. Mayden le indicó a Rukawa que soltara a Tensai de la correa.

 

—¿Seguro?

 

—No te preocupes, no se irá a ningún lado.

 

Efectivamente, una vez libre Tensai se limitó a dar unos cuantos saltitos a su alrededor, pero no se alejó de ellos. Ese tarro de galletas que Mayden ya había abierto era demasiado tentador.

 

—Bien, vamos a empezar por las órdenes más sencillas. Por ejemplo, siéntate. Observa cómo se hace, porque el sistema sirve para la mayoría de órdenes.

 

Mayden se colocó de rodillas frente a Tensai con una galleta en la mano.

 

—Siéntate —le dijo al can en voz alta y clara, a la vez que señalaba el suelo con el dedo índice.

 

Evidentemente, el cachorro no hizo caso; su atención estaba puesta casi al cien por cien en la galleta, y aún no sabía lo que significaba la orden.

 

—Siéntate —repitió Mayden, y esta vez empujó el trasero del perro para que se sentara. Tensai no ofreció resistencia, y Mayden le dio una galleta.

 

Tensai se levantó, y Mayden volvió a repetir la misma operación un par de veces. A la quinta vez que le dijo siéntate, Tensai ya se sentó sin que Mayden tuviera que empujarle el trasero.

 

—Genial —exclamó Rukawa en voz baja, admirado.

 

En esta ocasión, además de con la galleta, Mayden premió al cachorro con un buen par de caricias.

 

—Muy bien, Tensai —le dijo. Luego se giró hacia Rukawa con una sonrisa satisfecha—. ¿Qué te parece?

 

—Parece… fácil.

 

—Eso es porque es un labrador. Además, no todas las órdenes son tan fáciles. Pero iremos poco a poco. Ahora te toca a ti.

 

Rukawa cogió una galleta e imitó paso por paso lo que había hecho Mayden. Y consiguió a la primera que tensai se sentara, aunque volvió a levantarse enseguida.

 

Ese fue el siguiente paso: conseguir que Tensai se quedara sentado hasta que se le ordenara levantarse. Para ello, Mayden le mantuvo sujeto el lomo varios minutos hasta que le soltó al mismo tiempo que decía “levanta”. Tensai se levantó y Mayden le dio una galleta. Tras varios intentos más, ya no era necesario mantenerle sujeto el lomo.

 

Con la orden “túmbate” fue más de lo mismo. Rukawa empezó a vislumbrar de qué iba la cosa. Quiso iniciar él solo el enseñamiento de una orden nueva, pero Mayden dijo que tres órdenes para el primer día ya eran suficientes.

 

—Si te parece, vamos a pasar al tema del paseo. Solo un rato, a ver cómo lo hace, y después lo dejamos por hoy.

 

Durante el paseo, Tensai hizo con Mayden exactamente lo mismo que hacía con Rukawa: tensar la correa al máximo para intentar ir a su propio ritmo, hasta que se cansó. Rukawa preguntó si ese era el método, y Mayden dijo que no, pero que el cachorro ya estaba desconcentrado para intentarlo con otra técnica, que sería mejor dejarlo para otro día.

 

—Podemos quedar mañana, si quieres —tanteó Mayden.

 

—De acuerdo —dijo simplemente Kaede.

 

Al pasar cerca de la cancha de baloncesto callejera en la que solía entrenar, Rukawa instintivamente dirigió su atención hacia el lugar. Se oían voces y botes detrás de los setos. Podría ser cualquiera, y Rukawa no tenía intención de pararse a cotillear, pero Mayden sí lo hizo. Se paró en un hueco entre los setos tras la verja, y Rukawa se paró a su lado.

 

El primero al que vio fue a Sakuragi. Estaba con otro chico, moreno, y por un momento pensó que quizás se trataba de Yohei Mito. Esa mañana les había visto almorzar juntos (con el resto de su gundam), por lo que suponía que habían hecho las paces. Pero no, no se trataba de Mito. El que estaba jugando con Sakuragi era el mismísimo Sendoh.

 

Al ver jugar a Sakuragi y a Sendoh juntos, Rukawa no pudo evitar sentirse un poco traicionado. Creía que él era el único de Shohoku con el que Sendoh se molestaba en jugar uno contra unos, pero era evidente que no era así.

 

De repente, Rukawa se arrepintió mucho de estar ahí con Mayden perdiendo el tiempo adiestrando a un perro. Debería estar entrenando, aunque no fuera con el equipo, como Sakuragi. ¿Qué mundo al revés era este, en el que él holgazaneaba, y Sakuragi se entrenaba sin descanso?

 

A su lado, Mayden notó su descontento.

 

—¿Les conoces? —preguntó.

 

—Sí…

 

Mayden le miraba expectante, por lo que Rukawa carraspeó y dio una explicación menos monosilábica.

 

—El que lleva el pelo teñido de rojo va a mi instituto. Somos compañeros de equipo. El otro va al Ryonan, y también juega a básquet.

 

Un tapón espectacular de Sendoh hizo que el balón fuera lanzado muy cerca de donde estaban Rukawa y Mayden. Sakuragi y Sendoh no tardaron en darse cuenta de su presencia, sorprendidos.

 

Sendoh, siempre tan amable, fue el primero en acercarse a saludar.

 

—¡Ey, Rukawa! ¿Qué tal?

 

Rukawa se limitó a saludar con un breve gesto.

 

Sendoh miró hacia Mayden. Conociendo a Rukawa, optó por presentarse él mismo.

 

—Hola, soy Sendoh.

 

—Hola, yo soy Mayden. Encantado.

 

—Igualmente. —Sendoh se agachó a la altura de Tensai—. ¿Y esta preciosidad?

 

—Es mi perro —dijo Rukawa.

 

—Es un labrador, ¿verdad? ¿Cómo se llama?

 

Rukawa le echó una rápida y disimulada mirada a Sakuragi, quien seguía apartado unos metros.

 

—Tensai —respondió Rukawa, incómodo.

 

—¿Tensai? —Sendoh alzó la mirada hacia Rukawa, cuyo rostro se había convertido en piedra, y luego se giró hacia Sakuragi con una ceja levantada. A esas alturas media población estudiantil de Kanagawa sabía del autoapodo del pelirrojo, y le parecía demasiada casualidad.

 

En un momento de lucidez, Sakuragi se dio cuenta de que si no daban una explicación, aquello podía malinterpretarse.

 

—Yo se lo regalé por su cumpleaños —reveló tranquilamente—. De ahí el nombre.

 

—Oh. —Sendoh estaba igualmente sorprendido de que Sakuragi le hubiera regalado algo a Rukawa por su cumpleaños, pero no dijo más al respecto. Se incorporó y se dirigió de nuevo hacia el moreno—: ¿Habeis venido a jugar?

 

—No. Estamos adiestrando a Tensai. Bueno, Mayden me está enseñando cómo hacerlo.

 

—¿Ah, sí? ¿Eres adiestrador? —se interesó Sendoh.

 

—No oficialmente, pero en mi familia siempre hemos tenido muchos perros y aprendí de mi abuelo y de mi padre cómo tratarlos —explicó Mayden.

 

—¿Y qué hacíais ahora?

 

—Ahora solo le estábamos paseando. Pero ya está algo cansado, deberíamos parar un rato.

 

En ese momento Sendoh sonrió de una manera que no le gustó un pelo a Rukawa.

 

—Entonces, ¿por qué no le dejais descansar aquí y mientras echais un partido con nosotros?

 

Rukawa ya se temía algo así. Y por mucho que le gustara jugar contra Sendoh —y sobre todo ganarle, a poder ser—, la presencia de Sakuragi, quien lucía el más sorprendido por la propuesta de Sendoh, aún le incomodaba. Además, estaba Mayden, a quien no quería involucrar…

 

—Me parece genial —dijo Mayden, dejando estupefacto a Rukawa.

 

—Estupendo —sonrió Sendoh—. ¿Tú juegas a baloncesto?

 

—Jugaba —declaró el chico rubio.

 

—Ah, ¿sí? —exclamó Rukawa.

 

—Sí. En el instituto, como vosotros. Lo dejé al entrar en la universidad.

 

—¿Qué edad tienes? —preguntó Sendoh.

 

—Veinte.

 

Rukawa se dio cuenta de que Sendoh había averiguado más de Mayden en medio minuto que él en toda la tarde.

 

En ese momento Sakuragi se acercó por fin al grupito.

 

—Oye Sendoh, ¿qué puñetas haces? Creía que íbamos a jugar tú y yo.

 

—Podemos jugar tú y yo siempre que quieras —sonrió el puercoespín—. Pero vamos a aprovechar ahora que estamos los cuatro para hacer un dos contra dos, ¿te parece?

 

Sakuragi miró ceñudo al desconocido. Mayden no se amilanó y le saludó cortésmente.

 

—Hola. Yo soy Mayden.

 

—¿Mayden? ¿Qué clase de nombre es ese? —preguntó el pelirrojo sin cortarse.

 

—Bueno, en realidad me llamo Mizutei. Pero me encanta Iron Maiden, y un día un amigo mío decidió que le gustaba más llamarme Mayden, y pronto todos mis amigos le imitaron —explicó con una sonrisa—. De eso hace ya como… seis años.

 

—Yo me sé de uno al que también le gusta poner apodos —se burló Sendoh mirando de reojo a Sakuragi—. Entonces, ¿jugamos?

 

Mayden miró a Rukawa, quien simplemente se encogió de hombros, dando así su aprobación. Lo cierto era que tenía curiosidad por ver jugar a Mayden al baloncesto.

 

—Ataré a Tensai a la verja.

 

Mientras Mayden hacía lo dicho, Rukawa dejó su abrigo en el suelo y siguió a Sendoh y a Sakuragi hasta el centro de la cancha.

 

—¿Cómo hacemos los equipos? —preguntó Sendoh.

 

Ni Rukawa ni Sakuragi respondieron. Los dos estaban tensos, lo que no le pasó desapercibido al de Ryonan.

 

—A ver, como vosotros jugáis en el mismo equipo, para variar jugareis enfrentados —dijo Sendoh, haciendo como que no se daba cuenta—. Podemos jugar Sakuragi y yo contra los recién llegados.

 

—¿Entonces yo voy con Rukawa? —preguntó Mayden, ya a su lado—. Perfecto.

 

—¿Quereis calentar primero?

 

—No hace falta, llevamos caminando un buen rato. Verdad, ¿Rukawa?

 

Rukawa asintió. Sendoh le pasó el balón a él.

 

—Sacad vosotros.

 

—¿A cuánto vamos? —preguntó Rukawa, ya en modo competición.

 

—A veintiuno. Hay que ganar por una diferencia de dos canastas.

 

—Bien.

 

Sendoh miró a Sakuragi y señaló a Mayden.

 

—Sakuragi, tú cubre a Mayden.

 

—¡¿Por qué he de cubrir yo al jubilado?!

 

Sendoh y Rukawa miraron a Sakuragi con sendas gotas de sudor en sus cabezas.

 

—¿Jubilado? —se extrañó Mayden con un signo de interrogación sobre la cabeza, aunque no parecía ofendido.

 

—Lo dicho, a Sakuragi también le gusta poner motes… —rió Sendoh—. No te lo tomes a mal. —Sendoh se dirigió de nuevo al pelirrojo—: Sakuragi, tú no podrás detener a Rukawa —Sendoh sabía que Sakuragi no se tomaba nada bien esos comentarios por lo que rápidamente añadió—: porque has pasado mucho tiempo sin jugar. Deja que me encargue yo.

 

—Grrrr… sabía que esto iba a pasar —se quejó Hanamichi, pero acudió junto a Mayden para marcarlo.

 

Rukawa empezó a botar el balón junto a la línea de triples. Sendoh se posicionó frente a él.

 

—Tú ya estás curado de la fisura, ¿cierto?

 

—Sí.

 

—Entonces tengamos un buen partido —sentenció Sendoh, también ya en modo competición.

 

Sakuragi miró a los dos con envidia. Era consciente de que Sendoh solo había usado su lesión como excusa para contentarle, que en realidad los tres sabían que él no era capaz aún ni de lejos de ganar a Rukawa en un uno contra uno. Ni a Sendoh. Pero algún día lo lograría. Era un genio, después de todo.

 

De pronto Rukawa hizo un cambio de ritmo e intentó pasar a Sendoh por la derecha. No lo logró. Intentó lo mismo por la izquierda pero el resultado fue el mismo. Rukawa no tardó en darse cuenta de que Sendoh estaba en plena forma. Tras intentar sin éxito un par de fintas más, Mayden apareció de pronto a su lado. Rukawa no dudó en pasarle el balón.

 

Mayden estaba desmarcado y tampoco dudó en iniciar un tiro en salto.

 

—¡Sakuragi! —exclamó Sendoh.

 

Sakuragi ni se había dado cuenta de que Mayden se había desmarcado de él. Pero el pelirrojo era muy rápido, y en una milésima de segundo ya estaba saltando frente a Mayden, dispuesto a bloquearle el tiro a ese jubilado.

 

Aunque solo fuera por un par de centímetros, Mayden era el más bajo del grupo, por lo que Sakuragi estaba convencido de que podía taponarle sin problemas. Sin embargo, a medida que el pelirrojo saltaba hacia arriba, se dio cuenta de que la pelota y la mano de Mayden que la sostenía estaban cada vez más lejos… pero en horizontal.

 

—¡¿Qué demonios?! —oyó gritar a Sendoh.

 

Mayden estaba prácticamente tumbado horizontalmente en el aire cuando por fin soltó el balón. Sakuragi aterrizó con los dos pies en la cancha y se giró rápidamente para ver la trayectoria del balón. Este dio primero en el tablero, luego en el aro, rodó sobre él un par de vueltas… y finalmente cayó fuera.

 

—Lástima… —dijo Mayden, que había aterrizado de culo en el suelo.

 

Sakuragi miró al rubio, y luego a los otros dos jugadores en la cancha. Para su consuelo, Sendoh y Rukawa lucían tan atónitos como él.

 

—¿Qué clase de fade away ha sido ese? —inquirió finalmente Sendoh.

 

Sakuragi ya llevaba el suficiente tiempo metido en el baloncesto como para saber que un fade away era un tiro en suspensión que se realizaba echando el cuerpo hacia atrás para evitar un bloqueo. Pero Mayden parecía haber decidido realizarlo después de haber saltado. Y no solo eso, sino que había conseguido echarse tan atrás que había tirado colocándose casi paralelo al suelo.

 

Mayden se encogió de hombros ante la pregunta de Sendoh.

 

—Solo intentaba evitar el bloqueo —sonrió.

 

Sakuragi tuvo la sensación de que se estaba burlando de ellos.

 

Sendoh recogió el balón y se lo pasó a Sakuragi.

 

—Bueno, nos toca —dijo simplemente, aunque él también parecía tener la mosca detrás de la oreja.

 

Sakuragi recogió el balón cerca de la línea de tiros libres.

 

—Antes de atacar tienes que botar el balón fuera de la línea de tres —le recordó Sendoh.

 

—¡Ya lo sé! —dijo el pelirrojo, aunque en realidad no estaba familiarizado del todo con las reglas que se usaban en los partidillos pachangueros a media cancha.

 

Apenas hubo botado el balón fuera de la línea de triples, Sakuragi se encontró de nuevo cara a cara con Mayden.

 

«No sé qué ha sido lo de antes —pensó el pelirrojo—, pero este tío no va a poder pararme».

 

Estaba muy lejos de la canasta, pero Sakuragi se dio cuenta de que el tipo que tenía enfrente no tenía ni idea de si sabía lanzar de tan lejos o no. Por eso no se lo pensó más y saltó como si fuera a lanzar un triple.

 

Hop.

 

Mayden se lo tragó y saltó casi al mismo tiempo.

 

—¡No! —oyó exclamar en voz baja a Rukawa. Por algo él era el único de la cancha que sabía a ciencia cierta que el pelirrojo aún no sabía lanzar triples.

 

Inmediatamente Sakuragi se agachó otra vez con el balón en las manos. Era la finta que le había enseñado Ryota. Aprovechó que Mayden estaba aún en el aire y le pasó por un lado.

 

Al llegar a la línea de tiros libres sí se decidió a lanzar. Pero ahora a quien tenía enfrente era a Rukawa. El zorro saltó frente a él, pero Sakuragi supo que ya no iba a alcanzarle. Lanzó el balón y encestó.

 

—¡Buena! —Sendoh le dio una palmadita en la espalda.

 

—Por supuesto, soy un genio —sonrió Sakuragi.

 

Rukawa recogió el balón y se lo pasó a Mayden, quien aún estaba junto a la línea de triples. Sakuragi se colocó frente a él.

 

—Esa finta no ha estado mal —reconoció el rubio.

 

Sakuragi le ignoró. Pero al mirarle a los ojos tuvo un mal presentimiento.

 

Y de pronto, ya no había nadie frente a él.

 

—¡¿Qué?!

 

Sakuragi se dio la vuelta lo más rápido que pudo, pero esta vez Mayden ya estaba prácticamente bajo la canasta. Vio a Sendoh hacer un amago de ir a por él, pero Rukawa lo impidió con una pantalla. Mayden anotó con un sencillo tiro en bandeja.

 

—Maldita sea… —gruñó Sakuragi. Si bien esta vez el tiro utilizado había sido un tiro vulgar, la manera en que lo había pasado… Ese jubilado era muy rápido.

 

Sendoh empezó a botar el balón, pero en un despiste impropio de él, Rukawa le arrebató el balón.

 

—¿Qué haces, puercoespín? —le reclamó Hanamichi—. ¡Presta atención!

 

Hanamichi se abalanzó sobre Rukawa, pero este le esquivó fácilmente. Intentó lanzar a canasta, pero Sendoh había regresado rápidamente y saltó para hacerle un bloqueo. Rukawa vio a Mayden completamente desmarcado y le pasó el balón.

 

Pero, increíblemente, para cuando el balón llegó a las manos de Mayden, ahí estaba ya Sakuragi para marcarle.

 

«¿Cómo puede ser tan rápido?», se desesperó Rukawa, aunque a esas alturas aquello ya no le sorprendía.

 

La rápida reacción de Sakuragi consiguió evitar que Mayden tirara inmediatamente a canasta. El chico rubio botó el balón un par de veces en el sitio, pareció sopesar sus posibilidades, y de repente inició una rápida penetración. Sakuragi le siguió y saltó al mismo tiempo que él. Sendoh, que estaba allí al lado, saltó también al bloqueo.

 

Mayden se dispuso a lanzar igualmente.

 

—¡No lo fuerces! —exclamó Rukawa, desconcertado.

 

Entonces pasó algo que dejó estupefactos a los tres jugadores de bachillerato. Mayden pasó de largo en el aire tanto a Sakuragi como a Sendoh, pasó de largo incluso la canasta, y lanzó cuando ya estaba por detrás del tablero. Sakuragi, Sendoh y Rukawa vieron pasmados cómo la pelota se alzaba hacia el cielo, pasaba por encima del borde del tablero de detrás adelante, y entraba limpiamente por la red, mientras mayden aterrizaba limpiamente en el suelo.

 

«No es posible», fue lo único que atinó a pensar Rukawa. Miró a Sendoh y a Sakuragi, y comprobó que estaban tan atónitos como él. Ni siquiera el escandaloso pelirrojo era capaz de decir nada.

 

En la cancha solo se oían los ladridos de Tensai, olvidado junto a la verja.

 

—¿Cómo te llamas? —preguntó de repente Sendoh, rompiendo el silencio.

 

—¿Eh? —Mayden se giró hacia él con expresión tranquila, como si lo que acababa de hacer fuera algo normal y no una jugada digna de la NBA—. Ya te lo he dicho. Mayden Mizutei.

 

—Tu nombre real —insistió Sendoh.

 

—Mamoru. Mamoru Mizutei.

 

—Lo sabía —murmuró el de Ryonan—. Eres tú.

 

—¿Le conoces? —preguntó Sakuragi, recuperado ya de la impresión.

 

—Claro que sí. Bueno, nunca le conocí personalmente, por eso no le había reconocido. Pero al ver esa jugada me he dado cuenta de que es él.

 

—¿Y quién cojones es él? —preguntó Sakuragi en voz baja, no porque no quisiera que Mayden le oyera, sino para controlar mejor su rabia.

 

—Jugaba en el Kainan —dijo Sendoh, dejando boquiabiertos a Sakuragi y a Rukawa—. Era el capitán.

 

Continuará…


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