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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Desde el cambio del servidor que ya no recibo los avisos en el mail... alguien sabe cómo arreglarlo?

Thanx por los reviews!

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 7. La declaración

 

Habían pasado ya un par de días desde que Sakuragi le anunciara a Yohei que había decidido declararse a Haruko. El moreno empezaba a pensar que su amigo había desistido, pero nada más lejos. La noche anterior Hanamichi le había llamado por teléfono para anunciarle que ese sería el gran día, y que por favor no se lo contara a nadie más.

 

Yohei levantó la mirada del suelo del gimnasio para clavarla en Haruko. La segunda asistente estaba junto a Ayako, anotando el número de puntos, faltas y rebotes de los jugadores, mientras que la asistente principal arbitraba el partido de práctica que se estaba jugando en ese momento. Sus cortos cabellos castaños estaban recogidos en una coleta baja, de la que escapaban varios mechones que le caían sobre la cara. Estaban a varios metros de distancia, y sin embargo podía distinguir perfectamente el color azul de sus ojos.

 

Si Hanamichi no la hubiera conocido antes...

 

Suspiró. Había quedado con él en que después del entrenamiento le pediría a Haruko que le acompañara hasta un parque cercano al instituto, donde él estaría esperando, o le tendrían que esperar a él en caso de que la sesión de rehabilitación se alargara. ¿Sería capaz de hacerlo, cuando en realidad él mismo también quería declararse a esa chica...?

 

Estaba muy confundido. Por un lado deseaba con todas sus fuerzas que Haruko rechazara a Hanamichi, pero porque solo lo considerase su amigo y no por Rukawa. Y por el otro no quería ver sufrir al pelirrojo, estaba seguro de que ese rechazo lo destrozaría, y más en estos momentos en que lo estaba pasando tan mal por culpa de la lesión.

 

Sin embargo, ¿de que le serviría a él ese rechazo? Hanamichi era su mejor amigo, se conocían desde la guardería. Aunque Haruko le correspondiera a él y no al pelirrojo, él nunca se atrevería a salir con ella si eso significaba el fin de su amistad. Hanamichi le importaba demasiado.

 

Pero... ¿más que Haruko?

 

Mientras Yohei meditaba sobre su dilema, en la cancha el partido estaba por terminar, y con él el entrenamiento de esa tarde.

 

—¡Vamos, vamos! ¡Defensa! —gritaba Ryota para alentar a los de su equipo. Iban dos puntos por delante y solo quedaba medio minuto de juego. Pero el balón lo tenía el otro equipo, en el que estaban Mitsui y Rukawa.

 

Mitsui botaba el balón con aparente tranquilidad, pero estaba muy marcado. Buscó a su alrededor algún compañero desmarcado y solo vio a Rukawa, pues Sasauka no podía con él. Hizo el amago de pasársela pero en lugar de eso se libró de Kuwata y penetró en el área. Cuando todos pensaban que encestaría con un tiro en bandeja o incluso con un mate, tal y como había estado practicando, le lanzó el balón a Rukawa, quien seguía en la línea de tres tiros. Este no se lo pensó, lanzó y metió el triple.

 

—¡¡Sí!! —exclamaron los de su equipo.

 

—¡Buen tiro, Rukawa! —gritó Ayako.

 

—¡Mierda! —bufó Ryota. No solo habían perdido el partido sino que encima ‘su’ chica alababa el lanzamiento del rival.

 

—Lo siento, capitán... —murmuró Sasauka acercándose a él—. No he podido evitar que tirara...

 

—No pasa nada... —le tranquilizó. En voz mucho más alta añadió—. ¡Se acabó la práctica por hoy! ¡Todos a las duchas!

 

Todos los jugadores suspiraron de agotamiento y con paso lento se encaminaron a los vestuarios. Mitsui se colocó junto a Rukawa, quien ya se estaba quitando el ceñido soporte del brazo.

 

—Ha sido una buena jugada. Y un buen tiro —admitió.

 

—Mm... —gruñó Rukawa por toda respuesta. Pero viniendo de él, eso equivalía a un ‘gracias’.

 

—Pero por supuesto mis triples son mejores —dijo con soberbia—. No te pienses que porque el entrenador Anzai te haya ordenado practicarlos me vas a superar...

 

Tras esa pequeña ‘charla’ Rukawa entró en los vestuarios seguido de su senpai. Yohei se acercó a Haruko y Ayako, las únicas que quedaban en la cancha, quienes estaban comentando las palabras que habían cruzado los dos jugadores.

 

—Parece que Mitsui y Rukawa últimamente se llevan bastante bien —dijo Haruko.

 

—Si tú lo dices... —murmuró Ayako, no muy convencida. Nunca había visto a Rukawa llevarse bien con nadie y no creía que Mitsui fuera la excepción.

 

—Hola chicas —saludó Yohei, colocándose a su lado.

 

—Hola Mito —saludó Ayako—. ¿Qué tal? ¿No te animas?

 

—¿Eh? ¿Animarme a qué?

 

—A apuntarte al equipo.

 

—¿Yooo? —se sorprendió el moreno.

 

—¿Por qué no? Haruko me contó que te pilló una vez practicando solo en el gimnasio.

 

Haruko y Yohei se ruborizaron un poco; Haruko porque se sentía una bocazas, y Yohei porque recordó que aquel día que la chica le pilló en el gimnasio solo se estaba imaginando como sería ser la estrella del equipo de baloncesto y así conseguir su atención en lugar de Rukawa.

 

—Lo mío no es el deporte... —se excusó Yohei.

 

—¿Ah no? Pues las artes marciales son un deporte y eso sí que se te da bien... —rió Ayako—. ¿Por qué no te apuntas al club de judo?

 

—¿Con el loco de Aota? No gracias.

 

Ambas chicas rieron. Yohei pensó que ya era hora de cambiar de tema. Miró a Haruko e intentó proponerle la cita sin sonrojarse.

 

«No le estás pidiendo una cita, la cita la va a tener con Hanamichi», se dijo mentalmente.

 

—Esto... Haruko... ¿Qué vas a hacer ahora?

 

—¿Ahora? Pues... cambiarme e ir a casa, supongo. ¿Por qué?

 

—Pues... si no te importa, me gustaría que me acompañaras a un sitio...

 

Para su sorpresa, Haruko aceptó en seguida, sin ni siquiera preguntarle el lugar. Se marchó al vestuario de las chicas, seguida de Ayako, y Yohei se quedó solo en la cancha preguntándose una vez más si sería capaz de hacer lo que Hanamichi le había pedido y soportar que esa tarde se formara una pareja.

 

xXx

 

El timbre sonó que aún estaba en la ducha, de manera que tuvo que salir de ella chorreando y con una toalla cubriéndole apenas sus partes íntimas. Normalmente no abriría la puerta de esa guisa, pero estaba casi convencido de que sería Kaede.

 

«Aunque creo que es muy temprano...», pensó Satoru al recordar que su sobrino estaría aún saliendo del entrenamiento. Y en efecto, no era Kaede, sino Kojiro, quien esperaba tras la puerta.

 

—¿Koji? —No supo si alegrarse de su visita o temerse lo peor.

 

—¿Siempre recibes así vestido a las visitas?

 

Satoru torció el gesto. Piensa mal y acertarás...

 

—¿Qué quieres?

 

—¿Me vas a dejar pasar, al menos? ¿O es que tienes compañía?

 

Satoru suspiró y se apartó de la puerta.

 

—No, estoy solo. Pasa, pero porque me estoy congelando...

 

Kojiro entró en el apartamento de su hermano pequeño y echó un vistazo con un gesto de desagrado. Paredes pintadas de violeta, llenas de cuadros pintados por ‘vagabundos’, sofás de color verde, moqueta azul... definitivamente su hermano tenía un gusto horrible para la decoración. Satoru ignoró ese gesto y le invitó a sentarse, pero el hombre no quiso.

 

—No, gracias. Solo he venido a pedirte una cosa —dijo con la voz muy áspera.

 

—Tú dirás, hermanito.

 

—Aléjate de Kaede.

 

Los ojos marrones de Satoru se abrieron de par en par.

 

—¿Cómo...? —Quizás no había oído bien.

 

—Que te alejes de Kaede —repitió Kojiro.

 

—¿Por qué...?

 

—Eres una mala influencia para él.

 

—¿Qué? —Satoru estaba indignado—. ¿Pero por qué dices eso?

 

—Eres inmaduro, malhablado, infantil y no te importa nada. Ni siquiera tienes trabajo. Vienes cuando te da la gana contando maravillas de otros lugares, como si despreciaras Japón. Y me pregunto de donde sacas el dinero para esos viajes...

 

—¡¿Pero de qué coño hablas?! —No solía perder del todo los estribos cuando su hermano se metía con él, pero esta vez se estaba pasando—.  ¿Y tú qué sabes si trabajo o no?

 

—Me da igual. Aléjate de Kaede y punto.

 

—¡No tienes derecho a pedirme que me aleje de él! ¡¡Es mi sobrino!!

 

—No, no lo es.

 

Satoru se quedó helado. Era la primera vez que escuchaba a Kojiro negar los lazos de sangre de Kaede. Se alegró de que el muchacho no estuviera allí para oírlo.

 

—¡Pues como si lo fuera! —replicó furioso—. Mira hermanito... será mejor que te vayas o no respondo.

 

—Me voy, pero porque ya no tengo nada más que hacer aquí. Recuerda: no te acerques a mi hijo.

 

—Eso díselo a él, que es quien viene a verme cada día —siseó—. ¿Es que en casa no le dais de cenar?

 

Doa’ho...

 

—¿Estás celoso, verdad?

 

Al oír esa pregunta retórica Kojiro, que ya estaba caminando hacia la puerta, se detuvo en seco y se giró de nuevo.

 

—¿Cómo dices? —preguntó alzando una ceja.

 

—Has venido aquí a decirme esa sarta de chorradas porque lo que pasa realmente es que estás celoso porque tu hijo mayor tiene más confianza conmigo que contigo.

 

—No digas tonterías —siseó entre dientes—. Yo soy su padre.

 

—No, no lo eres.

 

Kojiro bufó. Unos segundos después el sonido de un portazo retumbaba en toda la vivienda. Pero no había sido Kojiro al cerrar la puerta de la calle, sino Satoru al cerrar la del baño.

 

Diez minutos después el sonido de un teléfono móvil empezó a escucharse. Satoru salió del baño ya vestido, con signos claros de enojo todavía en su rostro, y lo cogió.

 

—¿Moshi moshi? Habla Satoru.

 

—#¿Que cojones es eso de ‘Moshi, moshi’? ¡Satoru, a mi me hablas en cristiano, tío! ¿Dónde estás?#

 

—Te dije que volvía a Japón dos semanas...

 

—#¿En Japón? ¿Qué coño haces en Japón? ¡Tienes que volver inmediatamente!#

 

—¿Por qué? ¿Ha pasado algo?

 

—#¿Que si ha pasado algo? ¡Lo hemos encontrado!#

 

—¿Lo habéis encontrado? ¿En serio...?

 

—#¡Qué sí tío! Así que ya estás viniendo para acá cagando leches...#

 

—¡Está bien, está bien! Hoy mismo cogeré un avión...

 

—#Más te vale... Avísame cuando llegues y pasaré a recogerte.#

 

—Ok, ok... adiós.

 

—#Adiós.#

 

Satoru colgó el teléfono y se quedó mirándolo un momento. A Kaede no le haría mucha gracia que se marchara tan pronto...

 

xXx

 

Caminaban en silencio, uno al lado del otro, en dirección al parque de árboles de sakura que había a dos manzanas del instituto. Ninguno de los dos lo sabía, pero ambos estaban igual de nerviosos.

 

Haruko, al darse cuenta de que se dirigían al parque, se puso más nerviosa aún. Solo se le ocurría una cosa que Yohei quisiera decirle en un lugar así...

 

Sintió mariposas en el estómago. Desde antes del campeonato nacional que había empezado a sentir algo muy especial por Yohei, tanto que incluso su obsesión con Rukawa se había transformado en simple admiración, al darse cuenta que era imposible estar enamorada de alguien que ni siquiera le dirigía la palabra. Pero con Yohei era diferente, a él sí lo conocía, y cada día que pasaba ansiaba conocerlo más. Y parecía que Yohei, por la manera que tenía de mirarla, sentía lo mismo...

 

Pero en los nacionales, cuando creyó por un instante que Sakuragi se le estaba declarando, se dio cuenta de los sentimientos reales del pelirrojo. Sus amigas se lo confirmaron y ella también lo hizo tras visitarle. Y maldijo el haberle escrito frases en sus cartas como ‘Te estaré esperando’ —que volviera al equipo, seguro que su amigo las malinterpretaba. Fue entonces que supo que su relación con Yohei tenía un serio impedimento: su amistad con Sakuragi.

 

Pero quizás Yohei ya había hablado con Sakuragi y tenía luz verde para declararse...

 

—Ya hemos llegado... —musitó Yohei sacándola de sus pensamientos.

 

—Ah... —Haruko no pudo evitar pensar que aquel parque sería más adecuado para declaraciones en primavera, cuando los cerezos florecieran—. Bueno.... ¿para que querías que viniera? ¿Querías decirme algo, Yohei?

 

«Que te quiero», pensó Yohei, pero no podía decirlo en voz alta. Miró a su alrededor buscando a Hanamichi, y lo vio junto a la fuente. Él no parecía haberles visto a ellos.

 

En ese momento lo decidió: Sakuragi era la persona más importante para él. De momento, más que Haruko. Aunque su corazón no parecía estar muy de acuerdo con esa elección.

 

—En realidad, es otra persona quien quiere hablar contigo...

 

—¿Uh?

 

Señaló con la cabeza a Sakuragi, quien casi al mismo tiempo también se dio cuenta de su presencia y empezó a caminar hacia ellos. Haruko al verle se temió lo peor.

 

—Bueno, yo me voy... —murmuró Yohei, visiblemente abatido—. Suerte...

 

Y antes de que Sakuragi llegara a ellos, se alejó del lugar. El pelirrojo se extrañó un poco al ver partir a su amigo con tanta prisa, pero estaba demasiado nervioso como para preocuparse de ello.

 

En realidad Hanamichi no había estado tan nervioso en su vida. Y eso que ya había hecho esto antes, concretamente cincuenta veces, pero esta era diferente. Haruko era diferente. Haruko era la única chica que no le había temido nada más conocerle. Haruko le había enseñado a amar el baloncesto. Haruko tenía que ser su chica.

 

—Sa-Sakuragi... —Pero Haruko estaba deshecha al comprender que no era Yohei quien iba a declararse en ese parque...

 

—Hola Haruko...

 

—Hola... ¿Que-qué haces aquí, Sakuragi? ¿No tienes sesión?

 

—Hoy solo tenía una hora... —Hanamichi cogió aire, estaba decidido y no quería retrasar más el momento—. Así que he aprovechado para pedirle a Yohei que te trajera aquí tras el entrenamiento porque tengo algo muy importante que decirte... —soltó de tirón.

 

—Ah... —La chica no sabía donde meterse. Esta vez no podría esquivar el tema.

 

—Haruko... —empezó el pelirrojo con el corazón en un puño—. N-nos conocemos desde hace ya bastantes meses... Y en este tiempo te has convertido en alguien muy importante para mí... Lo sabes, ¿verdad?

 

—Claro que sí... y tú también eres muy importante para mí, Sakuragi...

 

—Lo sé... Pero lo que quiero decir... es que...

 

Hanamichi cogió aire de nuevo. Estaba temblando como un flan. De pronto se alzó un poco de viento, y Haruko, que iba en camiseta manga corta, se encogió un poco por el frío.

 

—Ha-haruko, tú... eres la chica más especial que he conocido nunca. Tú... tú me gustas, Haruko...

 

Ya está, ya lo había dicho. Ahora a esperar la respuesta, y por la cara de Haruko nada sorprendida, supo que esta estaba al caer.

 

—Lo siento, Sakuragi...

 

En ese momento fue como si de repente un sudor frío le cubriera todo el cuerpo. Tres palabras. Tres palabras habían bastado para que todas sus ilusiones y esperanzas se fueran al traste.

 

—Lo siento —se apresuró a repetir la muchacha al ver la cara de su amigo.

 

—¿Por qué? —fue lo único que Hanamichi alcanzó a decir.

 

—¿Por qué...? —repitió confundida. ¿Acaso quería que le explicara que no sentía nada más por él que no fuera amistad? ¿Que si en algún momento le había parecido lo contrario se había confundido? No le parecía conveniente.

 

—¿Por qué no te gusto? —preguntó el pelirrojo, desesperado—. Sabes que ya no me peleo, que no soy un macarra ni un pandillero. No solo me apunté al club de baloncesto por ti sino que también me he convertido en un gran jugador. —Por primera vez Sakuragi dijo eso porque lo sabía y no para vanagloriarse—. Soy un buen chico, Haruko. ¿O es que no te lo parezco?

 

—Claro que sí, Sakuragi... Eres una gran persona...

 

—¿Entonces...?

 

—Es que yo...

 

—¿...?

 

—A mí... a mí me gusta otro chico, Sakuragi...

 

No hizo falta que Haruko dijera nada más. Sakuragi sacó su propia y comprensible conclusión.

 

—¿Rukawa, no? —dijo entre dientes, mientras la ira hacía aparición en su interior.

 

Al escuchar ese nombre, Haruko no supo que hacer. Sacarle de su error podría ser peor...

 

—¡¿Pero qué coño le ves a ese imbécil?! —explotó el muchacho, desesperado—. ¡Él ni siquiera te mira!

 

—Y-ya lo sé...

 

—Mejor dicho, ¡¡ni siquiera sabe que existes!! —gritó.

 

Haruko nunca había visto a Sakuragi tan enfadado.

 

—¡¿Y sabes por qué?! ¡¡Porque Rukawa es maricón!!

 

Haruko le miró con la boca abierta.

 

—¿Cómo...?

 

—¡¡Pues sí!! ¡A tu querido Rukawa, el chico más popular del instituto, por el que suspiráis todas, le van los tíos! ¡Pierde aceite por todas partes! ¡Todos los del equipo lo sabemos! —Sakuragi ya no sabía lo que decía—. ¡Pero vosotras sois tan pavas que no os habéis dado ni cuenta!

 

Sakuragi calló al comprender que no tenía sentido seguir gritándole a Haruko de esa forma. La muchacha estaba sorprendida por la noticia pero nada más, y él se sintió de pronto muy, muy estúpido. ¿Qué esperaba, que con solo decirle que su amor platónico era gay, la chica se lanzaría en sus brazos? Bajó la cabeza, sintiéndose lo peor del mundo, y sin decir nada más, ni siquiera un ‘adiós’, empezó a caminar para alejarse de allí.

 

—¡Sakuragi! —le llamó Haruko, pero el pelirrojo hizo caso omiso.

 

xXx

 

Nada más llegar frente a la puerta del apartamento de su tío y encontrarla entreabierta, Rukawa supo que algo no andaba bien del todo.

 

—¿Se puede? —preguntó asomándose.

 

Al no obtener respuesta entró del todo. Lo que vio no le gustó nada: dos maletas a medio hacer encima del sofá.

 

—Ah, eres tú... hola Kaede —dijo Satoru saliendo del dormitorio.

 

—¿Qué es esto? —preguntó Rukawa señalando las maletas.

 

—Me voy.

 

—¿Cómo que te vas...? —repitió sorprendido.

 

—Esta noche me vuelvo a Los Ángeles.

 

—Pero... tú dijiste que te quedarías dos semanas... y solo han pasado cinco días...

 

—Lo sé... pero tengo que irme.

 

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

 

—Asuntos de trabajo...

 

—Ya... —La expresión de Rukawa cambió y se volvió tan fría como la que mostraba en el instituto—. A ‘buscar tesoros’, ¿no? —preguntó irónico.

 

—...

 

—Muy bien. Pues ya nos veremos.

 

—Kaede, espera... —Pero el muchacho ya estaba bajando las escaleras.

 

Si Rukawa hubiera sabido lo que se le venía encima, le habría insistido más a su tío para que se quedara.

 

Continuará...


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