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El príncipe de la muerte y el hielo por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de The rise of the guardians (El origen de los guardianes) pertenece rigurosamente a Dreamworks. Película basada en la serie de libros de William Joyce, 'The Guardians of Childhood' (Los Guardianes de la Infancia). Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

 

Personajes: Bunnymund, Jack Frost, Toothiana, North, Sandman.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Secuela de El origen de los guardianes: Las crónicas de la muerte

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

El príncipe de la muerte y el hielo

 

 

Capítulo 03.- Reencuentro

 

 

La partida de Eitel causó gran dolor entre los Guardianes, pero principalmente en Jack. El espíritu invernal no paraba de culparse por lo ciego que había sido. ¿Cómo es que fue tan ciego?, ¿cómo es que no se dio cuenta del sufrimiento de sus hijos?  Nicolás; celoso por las atenciones que su hermano recibía y Eitel, soportando el dolor de vivir la mayor parte del tiempo sumido entre colores vivos y calor. Frost mismo tenía dificultades para aguantar el clima en la Madriguera, era obvio que el niño la pasaba peor, dada su naturaleza.

 

Nicolás se sentía culpable. Su hermano se había ido y madre no dejaba de llorar por la partida de Eitel, igual que su padre. Aunque ninguno llegó nunca a reclamarle, él estaba consciente de su pecado.

 

—No es tu culpa compañerito —dijo Aster cuando Nicolás rompió en llanto al saber que Eitel se había marchado.

—Si lo es… —sollozó —… Eitel se fue con ese señor.

—Todo está bien —le aseguró Jack, abrazando al niño —. Todo está bien.

 

Pasó una semana desde la partida de Eitel. Jack acababa de terminar de llevar una nevada a Toronto, Canadá. En las afueras de la ciudad, fue interceptado por Antaras; el guerrero hizo una reverencia y le entregó tres cartas, una para él, otra para Nicolás y una tercera para el resto de los Guardianes.

 

La misiva dirigida a Jack, decía lo siguiente:

 

Lamento profundamente el dolor que mi partida pudo causarte; puedes estar seguro que eso jamás ha sido mi intención. Te amo mamá, eso jamás lo dudes, pero mi partida era inevitable.

Padre y tío Cosmos me han enseñado mucho y he descubierto cosas de mis poderes que jamás hubiese imaginado.

 

Con amor. Eitel.

 

Al terminar de leer, Jack tomó la carta y la estrujó contra su pecho. Lloró una vez más, aunque está vez, su pena era mucho menor.

 

La carta dirigida a Bunny y el resto de los Guardianes decía:

 

Lamento infinitamente haberme ido sin despedirme. Abuelo Norte, espero que dicha acción no me gane un lugar en la liste de niños malos

 

(Norte no pudo evitar reír (al igual que los otros), por la ocurrencia del niño).

 

Abuelita Tooth, espero que a mi regreso podamos tomar el té.

 

(El Hada de los Dientes asintió mientras se secaba las lágrimas).

 

Tío Meme; gracias por tus intentos para hacerme soñar, tal vez, la siguiente vez que nos encontremos, lograré hacerlo.

 

(Sadman asintió con la cabeza. Eitel no dormía y mucho menos soñaba desde que cumplió los cinco años).

 

Aster, a pesar de no contar con lazos sanguíneos que nos unan. Te considero un segundo padre; eres alguien magnifico que aceptó criar al hijo de otro y nunca has hecho distinción entre Nicolás y yo.

Te quiero, papá y espero no me guardes rencor por haberme ido.

 

(Conejo negó enérgicamente, ¡imposible!, jamás podría odiarlo, Eitel era tanto hijo suyo como lo era Nicolás).

 

Por su parte, el hermano de Eitel, decidió leer su carta en la privacidad de su habitación.

 

Nos veremos pronto. Te quiero.

 

Nicolás lloró luego de leer esa simple oración. La culpa nuevamente le quemaba por dentro.

 

 

 

Pasaron alrededor de cien años desde la partida de Eitel; cada semana, los Guardianes recibían tres cartas: una para Jack, otra para Nicolás y la tercera para el resto; en ocasiones, la correspondencia demoraba un par de días, cuando eso sucedía, todos obtenían una misiva personal.

Eitel solía contarles sobre su vida en el palacio de Cosmos. Los sirvientes que se desvivían por complacerle. Lo fuertes que eran “los guerreros de las constelaciones”, de cuya orden, Antares pertenecía.

 

 

El tiempo no pasó en vano. Nicolás creció hasta tomar la eterna forma de un joven de quince años. Era extraño parecer tener la misma edad de su mamá, pero siendo espíritus, no podía ser de otro modo. El joven esperaba con ansias la llegada de Anteros; el hombre no le agradaba, pero su presencia siempre significaba una carta de Eitel. Sin embargo, el caballero no apareció ese día, ni el siguiente.

 

El tercer día, los Guardianes y Nicolás comenzaban a preocuparse. ¿Y si algo le había pasado a Eitel?

 

Al medio día, un cegador se presentó en la madriguera; cargaba una gran bolsa de cuero al hombro, ahí llevaba una buena cantidad de cartas.

 

—Buen día —saludó el segador al tiempo que extraía tres sobres: uno para Jack, otro para Aster y el tercero para Nicolás. —Hasta luego —dijo y así como llegó, se fue.

 

Nicolás fue el primero en abrir la carta: una invitación.

 

“Roderich, consejero de su excelencia Muerte,

Se complace en invitarlos a la celebración

con motivo del regreso de su ilustrísima majestad;

el príncipe Eitel”.

 

¡Su hermano regresaba! Nicolás se moría de ganas de verlo, pedirle disculpas y gritarle que no quería que se fuera nunca más. Que era un tonto.

 

 

 

 

Roderich daba órdenes a diestra y siniestra; quería que todo fuese perfecto. Nada debía estar fuera de lugar.

 

—Debes relajarte un poco, señorito —dijo Gilbert abrazando al castaño por la espalda, quien le dio un manotazo para separase.

—¡Insolente! —exclamó Roderich —. Su alteza por fin ha regresado, ¿y tú quieres que trate el asunto como si no importara?

 

Gilbert suspiró, era inútil seguir intentando. Cuando algo se le metía en la cabeza a su novio, no había poder capaz de hacerle cambiar de opinión.

 

—Gilbert tiene razón, Roderich —tal vez sí existía tal poder. Frente ambos segadores, se encontraba una figura alta, oculta por una túnica negra con capucha; era más delgado que Muerte y unos centímetros más bajo. —Sólo es una pequeña fiesta, no hay necesidad de hacer algo tan… elaborado.

 

Roderich se vio indignado, pero no dijo nada, al menos no frente a su señor.

 

 

 

 

Espíritus, Guardianes y Segadores se encontraban reunidos en los grandes salones del palacio del señor del Inframundo, algo como eso no se había llevado a cabo desde el noveno cumpleaños de Eitel y Nicolás.

 

El príncipe de la muerte se hacía paso entre los espíritus que le daban la bienvenida o sus buenos deseos. Él hubiese preferido algo más… intimo, únicamente con los Guardianes, pero Roderich le había convencido de lo contrario; siendo sobrino de Cosmos e hijo de Muerte, tenía que seguir ciertos protocolos.

Se detuvo frente a la mesa de los Guardianes; el primero en reaccionar fue Jack que abrazó a su hijo, no lloró, pero a punto estuvo.

 

—Has crecido mucho —dijo North con alegría.

—A mí también me da gusto verlos —dijo Eitel quitándose la capucha. Tenía una larga alvina cabellera, amarrada en una coleta baja, los mechones negros caían a cada lado de su rostro, enmarcando su pálida tez y sus hermosos ojos: una azul y el otro violeta.

 

Hada se acercó al joven, embelesada con la blancura de sus dientes. Luego fue el turno de Meme y Bunny.

 

—¿Has logrado lo que querías? —le preguntó Aster y Eitel asintió con la cabeza.

—Lamento haber demorado más de lo necesario.

 

Nicolás se acercó a su hermano; tenía las orejas pegadas a la nuca y los ojos llorosos. Eitel no pudo evitar pensar en lo hermoso que se veía.

 

—Te fuiste —le recriminó. Eitel ladeó la cabeza, en una clara muestra de confusión.

—Dijiste que no querías ver otra vea —Nicolás frunció el ceño; tenía tantas ganas de continuar reprimiéndole, pero en su lugar, simplemente se abrazó a él.

 

Eitel era mucho más alto que Nicolás y su figura en la de su hermano.

 

 

La fiesta era increíble; música, baile, la mejor comida, pero Nicolás no prestó atención a su alrededor, lo único que existía en ese momento era Eitel y nada más.

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Bueno, la pregunta del millón: ¿Quieren incesto?


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