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2999 DC por Cucuxumusu

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El moreno de ojos dorados se recostó aun más en el sofá apretando los cabellos verdes de su mascota entre sus manos. El chico jadeó contra su endurecida entrepierna intentando seguirle el ritmo que le marcaba veloz con sus caderas.

—Si no vas a esforzarte déjalo— ordenó enfadado con el menor. El peli verde simplemente alzó la vista y se le quedó mirando con aquella mirada gatuna surcada por la desesperación y con su respiración alterada.

Con aun más ganas el peli verde engulló su erecto miembro succionando todo lo que daban de si sus pulmones mientras su lengua le recorría ávidamente dentro de la boca. Las manos del  joven acariciaban sus fuertes piernas y sus testículos intentando darle aún más placer con cada movimiento, con cada más mínimo gesto que describía, intentando complacerle como el mayor quería y satisfacer sus imposibles demandas.

El moreno solo le miraba aburrido tomando despreciativamente otro de los papeles que tenía que firmar ese día. Estaban en su luminoso y brillante despacho de uno de los muchos edificios que el gobierno central tenía en aquella ciudad. Él, como Shichibukai, se encargaba de intentar mantener el orden en aquella parte de la ciudad, cosa que últimamente se estaba complicando bastante.

Sintió los dientes del peli verde rozar su miembro delicadamente mientras seguía lamiéndole incansable arrodillado entre sus piernas, con un ansia y unas ganas que no eran propias de nadie normal, sino de alguien que estaba ansioso por aquel trato degradante.

— ¿Qué te he dicho de los dientes?— cuestionó el de ojos dorados estampando su sello en el papel con furia.

—Mmng— fue la única respuesta del peli verde que siguió lamiéndole con glotonería, casi ahogándose con aquel estúpido juego.

Mihawk se le quedó mirando frunciendo el ceño.

— ¿Qué tipo de respuesta es esa?—siseó.

Y tirándole del pelo le hizo levantar la cabeza y dejar el trabajo que tenía entre dientes. Podía sentir al menor temblar débilmente bajo su profunda e intensa mirada, le notaba respirando con dificultad y estaba claramente excitado a juzgar por lo que intuía en sus apretados pantalones. Y todo a pesar de ser tratado peor que una puta.

—Lo siento señor— murmuró entonces el chico bajando la vista con un cierto rastro de súplica en su mirada. Con aquella voz grave pero suplicante que solo le había escuchado utilizar con él.

Aquello solo cabreó más al moreno que empujándole le lanzó lejos de su cuerpo.

—Déjalo, no sirves para nada—murmuró subiéndose la cremallera del pantalón, ocultando la aun prominente erección y volviendo a centrarse en los papeles del escritorio como si nada.

Odiaba al chico. Había sido el último regalo que ella le había hecho antes de dejar este mundo. Después de años agonía en el hospital y de noches interminables sin dormir preocupándose y sufriendo por ella, lo único que le había dejado para recordarla había sido a un MMG junto con una simple nota de despedida: “Se feliz”.

Tan absurdo. Aquello no tenía sentido.

No quería ser feliz. No quería al chico idiota, la quería a ella, volver a abrazarla, besarla y dormirse a su lado después de haberse tirado toda la noche entre charlas y planes de futuro. Quería que todo volviese a la normalidad, a los años felices en los que habían estado juntos y no conocían la existencia de aquella enfermedad que la estaba lentamente quitando la vida.

Aquel chico siempre le recordaba a su querida esposa. Su mera presencia era una tortura para él, porque le recordaba que ella ya no estaba, que le había dejado hacia años y que ahora solo tenía a aquel ser de ojos extraños como sustitución. Y era una sustitución tan mediocre y triste. Pero no podía simplemente deshacerse de él y sumergirse en su dolor y soledad por el resto de la vida, porque había sido lo único que le había dejado, lo que había querido que él tuviese. El único recuerdo.

El chico en el suelo le se levantó con una mirada dolida sin decir nada. Tenía un curioso pelo verde del que solo un MMG podía hacer presencia y unos ojos rasgados de gato junto con sus colmillos y las peludas orejas que le daban un aspecto peligroso y alerta.

 Su cuerpo estaba totalmente musculado de las horas que se tiraba en el gimnasio intentando estúpidamente ponerse a su nivel e igualarle en las peleas. Era uno de los mejores soldados que había conocido, sabia artes marciales a niveles de poder considerarse un arma letal, era inteligente, atento y aprendía deprisa.

Pero jamás le reconocería. Todavía le reprochaba demasiadas cosas. El chico se había metido desde el primer momento en su vida con una admiración y respeto hacia su persona preocupante, sin tener ninguna consideración por su reciente perdida, solo reclamando su atención y aprecio como si desde el principio fuese algo que le perteneciese.

Un portazo le sacó de sus ensoñaciones mientras un conocido abrigo de plumas rosas hacia su entrada en la habitación. Quiso rajarse las venas.

Lo que faltaba.

—Fufufu ¿torturando a tu mascota Mihawk?—pregunto el otro shichibukai de sonrisa macabra y mirada oculta tras las extravagantes gafas.

— ¿No tienes a nadie más a quien molestar Doflamingo?—le respondió en el mismo tono. Luego volviéndose hacia el peli verde hizo un gesto con la mano— tu, fuera—

Zoro salió impasible de la habitación sin que su cara revelase la más mínima emoción, sin quejarse ni decir nada, totalmente acostumbrado a ser tratado peor que la basura. Mihawk sabía que esperaría fuera hasta que él saliese y que luego le seguiría como un perro faldero durante el resto del día.

—Que malo eres con Zoro-chan, si yo tuviese una mascota así no le dejaría salir de mi cama durante varias semanas fufufufu— comentó el rubio sentándose encima de la mesa de su escritorio y mirándole divertido a través de sus oscuras gafas. E interrumpiendo de paso su trabajo para que le prestase atención solo a él

Mihawk le fulminó ligeramente con la mirada ante el comentario. Zoro era suyo y no se lo iba a dejar a nadie. Aunque le odiase y detestase su presencia, no iba a dárselo ni a su padre. Ella se lo había regalado como última voluntad y ahora le pertenecía. Con todas sus consecuencias.

—Tú ya tienes una mascota ¿recuerdas?—comentó repentinamente enfadado el moreno intentando desviar el tema de aquel peligroso punto.

El rubio amplio su sonrisa al instante en una mueca macabra que le puso los pelos de punta, era la típica que el rubio ponía cuando planeaba algo horrible. Pobre infeliz. Había visto a la mascota del rubio un par de veces y realmente le había preocupado un poco la delgadez y mirada dura que mostraba. Pero tampoco podía hacer nada.

—Fufufu, tienes razón, yo ya tengo una— su tono de voz confirmo sus suposiciones: El rubio tramaba algo.  Pero él no quería preguntar, no quería acabar más traumatizado de lo que ya estaba por su culpa.

—Bueno ¿Qué quieres?—cuestionó ignorándole y queriendo acabar con aquella visita al instante.

El rubio bufo molesto al ver que no le seguía el juego ni la interesante charla sobre mascotas. Pero tampoco se había esperado nada diferente, Mihawk era siempre demasiado seco para su gusto. Asique a continuación le tendió al moreno un pequeño dispositivo que este no tardo en conectar a su mesa electrónica. La mesa mostro al instante sobre su cristalina superficie una serie de archivos que ambos conocían muy bien.

—Al parecer a habido una altercado entre el territorio de tu departamento y el mío—explicó el rubio aburrido. Aquello había pasado mil veces y seguiría pasando—te han asignado el caso a ti—

— ¿Otra pelea?—pregunto extrañado el moreno ojeando por encima los archivos.

—Sí, la cuarta en lo que llevamos de semana, parece que alguien se está emocionando demasiado— comentó el rubio con el interés totalmente perdido en aquello, levantándose de la mesa y acercándose a la ventana mientras jugaba con algo entre los dedos.

— ¿Ha sido uno de los siete reyes?—preguntó Mihawk extrañado. Aquello explicaría muchas cosas, por ejemplo los cadáveres descuartizados y machacados de las fotos o las marcas del suelo, además si realmente habían sido ellos se agilizaría bastante la investigación.

Doflamingo se volvió a mirarle desde la ventana y le sonrió arrogantemente aun jugando con lo que fuese que tenia entre dedos, parecía un collar de perro desde esa distancia.

De nuevo decidió no preguntar.

—Ese es tu trabajo averiguarlo— murmuró misteriosamente.

Mihawk frunció el ceño molesto. El rubio tenía la capacidad de sacarle de quicio rápidamente pese a su inmensa paciencia. Pero gracias a dios se conocían desde hacía mucho y sabiendo como echarle de allí le ignoró e intentó calmar sus instintos asesinos. Devolvió entonces su vista al informe ante sus ojos, tenía pinta de haber sido un rey...o al menos alguien que le imitaba, comenzó a divagar al instante perdiéndose en enrevesadas teorías. Desgraciadamente el rubio no le iba a dejar en paz tan fácilmente. Nunca lo hacía, pero era mejor hacerle hablar que dejarle sumirse en un incómodo silencio.

—También tenemos una reunión esta tarde—murmuró suavemente aun observando la brillante ciudad a sus pies a través del cristal. El intenso cielo azul se reflejaba en los cristales de los edificios y parecían flotar en un mar de esponjosas nubes a sus pies. —Os voy a presentar al nuevo miembro del grupo—añadió.

Aquello alarmó al moreno.

—¿Qué? ¿Cómo que nos vas a presentar?—siseó Mihawk, nunca se presentaban, solamente llegaban allí y punto. Que el rubio lo fuese a hacer solo podía significar una cosa.

Cosa que se confirmó cuando el rubio se volvió a girar con aquella sonrisa macabra en la cara. Por supuesto que sabía lo que aquello significaba y por supuesto que llevaba demasiado tiempo planeándolo, se lo tenía que haber olido, aquello inclinara la balanza de poder a su favor.

Hijo de puta.

—Sí, yo mismo le elegí, es alguien que sé que dará la talla en el puesto—comentó el rubio todo sonrisas.

“Y que te apoyara, y votara lo mismo que tu cuando llegue el momento” pensó el moreno ahora con la cólera en sus venas. Por eso odiaba la política. Y odiaba aun más a aquel hombre, porque sabía que solo había ido allí para decírselo a la cara, para decirle alegremente que ahora era él el que mandaba en las reuniones y tomas de decisiones y que estaba jodido. Para regodearse en su pequeña victoria.

Mihawk no dijo absolutamente nada ante aquello. Solo se dedicó a fulminarle con la mirada mientras apretaba las manos en puños hasta hacerse daño.

—Bueno Mihawk-chan, me voy a hacer cosas productivas—soltó el otro comenzando a dirigirse a la puerta dando ya por concluida la conversación—te veo esta tarde…y no maltrates mucho a Zoro-chan—comentó con la burla en su voz

 Mihawk se quedó mirando la puerta cuando el rubio la cerró  tras salir. Había algo que no le estaba gustando en toda aquella visita, su instinto le decía que pasaba algo grave bajo todo aquel juego político y de influencias, con el caso de los reyes y los distritos convenientemente juntos. Algo que se le estaba escapando de las manos. Pero con la furia en sus venas no le dio mucha importancia y lo achaco todo a los instintos asesinos que le recorrían.

Sus ojos se posaron el pelo verde de que se veía a través el cristal de la puerta sin darse cuenta y que quedo oculto cuando la mano de cierto rubio le acaricio la cabeza.

Dio un fuerte golpe en la mesa.

………………..

En otra parte de la cuidad un rubio se dirigía a casa de un pelirrojo al que conocía desde hacía unos pocos meses y con el que solo había intercambiado dos palabras en toda su vida. No eran íntimos, ni siquiera amigos pero era una persona que cuando te llamaba no podías simplemente ignorar. Sobre todo porque si Kidd tenía un problema también podían tenerlos ellos y por lo tanto necesitaban mantener una mínima comunicación y apoyo para sobrevivir. Era uno de las putadas de ser rey, aunque odiases al resto tenias que cooperar para mantener protegido el territorio.

Se inclinó hacia atrás en la pequeña tabla aerodeslizante que montaba haciendo que esta girase en un curva perfecta y entrasen en otra humeante calle. Las manos que aferraban su cintura se apretaron ligeramente y una suave tos se oyó a su espalda. Gruño cabreado. Si tenía que responder a la petición de Kidd respondería, pero eso no evitaría que se cabrease con el pelirrojo. Sobre todo por hacerle sacar a Ace con aquella mierda de tiempo cuando podían haberse quedado felizmente en su apartamento follando.

—¿Estás bien Ace?—preguntó con un tono de voz que solo usaba para el moreno. El tranquilo y cariñoso que demostraba una ligera preocupación.

—Sí, no pasa nada, solamente acelera— respondió el otro alegremente.

Marco lo hizo al instante haciendo que la oscura ciudad pasase a su lado como un borrón de manchas mojadas. Ace era demasiado amable, Marco sabia que debía de estarlo pasando mal, después de todo tenía un olfato demasiado desarrollado como MMG y la lluvia acida que les caía encima no ayudaba en lo más mínimo. Las tormentosas nubes habían aparecido como siempre por sorpresa con aquel extraño brillo gris y al instante siguiente las calles humeaban y soltaban aquel horrible olor a oxido y putrefacción.

Marco se ajustó aun más la capucha de su ropa térmica y resistente a aquel liquido corrosivo y se posicionó firme en la tabla mientras Ace hundía la cara entre sus omoplatos intentando huir del pestilente olor.

Definitivamente iba a matar a Kidd. Lenta y dolorosamente.

Y como si su mente predijese el futuro los edificios apretados y amontonados en los que vivía el susodicho pelirrojo aparecieron frente ellos.

Marco giró la tabla y dobló las rodillas en un frenado rápido. La tabla se inclinó peligrosamente en el aire dejándoles en posición horizontal amenazando con dejarles caer, antes de volver a una posición normal y detenerse suavemente. Rápidamente se bajaron del aparato, doblaron la tabla, la guardaron y corrieron a refugiarse al porche enfrente de la puerta del adolescente malhumorado.

Ace temblaba mientras se quitaba la capucha y volvía a taparse al instante la nariz con las manos. Marco le observó hipnotizado durante un instantes. Estaba ligeramente adorable así: con las orejas peludas que sobresalían de su cabeza hacia atrás como si estuviese asustado, con los ojos cerrados fuertemente presa de la incomodad de aquello y temblando como un niño de dos años frente a una tormenta de truenos.

Sin pensárselo dos veces le agarró del brazo y tiró de él hasta tenerle cómodamente protegido entre sus brazos. Ace le miró sorprendido cuando retiró las manos de su nariz y se inclinó para besarle.

Al instante tuvo a Ace respondiéndole contento, abriendo su boca contra la suya y dándole paso como siempre hacía. Le quería tanto, adoraba como se sentían sus bocas la una contra la otra, el calor de su cuerpo, la suavidad de su piel. Le hacía querer mandar a Kidd a la mierda y volver a su pequeño apartamento para hacerle el amor al moreno como se debía.

Apretó al menor contra su cuerpo y se inclinó aun más sobre él ansioso por profundizar el contacto, pero un apretón en su brazo por parte de Ace, le instó a detenerse. Cuando se separaron observo que el pecoso había recuperado su estado habitual, con las orejas alzadas en su cabeza y la sonrisa en sus labios. Totalmente feliz tras la muestra de afecto. Marco le abrazó fuertemente contra su pecho intentando que el menor no viese el sonrojo que había aparecido en su cara.

Dios era tan adorable.

—Marco deberíamos entrar— le recordó el menor totalmente ajeno a lo que pasaba por su cabeza.

—Mmm si claro— y soltando a Ace  e intentando recuperar su compostura Marco llamó a la puerta.

Esperaron.

—¿Qué crees que habrá pasado?—pregunto entonces serio Ace. Sabía que aquello tenía que ser importante, normalmente un rey no llamaba a otro por que quisiese tomar pastas y té y charlar como dos viejos amigos.

Aunque siempre había excepciones, recordó el moreno pensando en cierto caníbal tocapelotas. Tenía que hablar con Luffy seriamente sobre aquello, pensó con un aura depresiva rodeándole repentinamente.

—No lo sé— respondió el rubio entonces sonriéndole divertido y acariciándole suavemente la cabeza.

Ace le devolvió la sonrisa y fue entonces cuando se escucharon una serie de golpes desde el interior entre maldiciones y gruñidos. Finalmente la puerta se deslizó con un desagradable chirrido dejando al descubierto al dueño de la casa.

Los dos invitados parpadearon intentando darle una lógica a lo que estaban viendo.

Kidd estaba peor que mal. Su cara demostraba un cabreo descomunal y unas ojeras kilométricas. Su pálida piel estaba marcada por golpes de pelea penosamente curados y una serie de arañazos y mordiscos que perecían aun más recientes y dolorosos. Tenía el pelo revuelto y la camisa rasgada penosamente con más rastros de arañazos dejando ver su impresionante musculatura por debajo. Estaba empapado en sangre reseca y alguna que otra herida parecía haberse abierto dándole el aspecto del psicópata empapado en sangre de las películas de terror que aterrorizaban a Ace.

La pareja estudio al chico de no más de vientres años en silencio sin saber que decir o hacer. El pelirrojo también les miró en silencio, fulminándoles con la mirada y retándoles a que dijesen algo sobre su destartalado aspecto.

Al final Marco no se pudo contener y tuvo que hacer la broma.

—¿Qué? ¿Problemas con tu nueva novia?—se burló—¿Al gatito le gusta sacar las uñas?—

Y la cara que puso Kidd no se le olvidaría en la vida.

 

Notas finales:

Buenas de nuevo, bueno se que no ha salido mucho Law ni Kidd y que todabia no sabeis mucho de que va la historia pero darles tiempo aun queda gente por salir y cosas que pasar.

Ademas ha salido Doffy y las otras dos parejas, y he hablado de la organizacion Shichibukai y la politica del mundo asique vamos bien.

Una cosa, lo del aerodeslizador imaginaroslo como el tipico SkateBoard pero más grande y que en ver de ir a ruedas flote en el aire.

En fin gracias por leer y por todo wapos nus vemooos

 


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