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Claroscuro por mei yuuki

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         Se retiró de su departamento, bajo la tibiesa y el candor propios de un mediodía despejado como aquel. Se le antojó que tanta claridad podría ser un buen augurio, y que quizás en verdad sí era el momento más adecuado para empezar de nuevo en algún otro sitio que no le despertara ni buenos ni malos recuerdos con cada vano detalle que asaltara a su vista. Éste transitorio optimismo casi podía confundirse con un pretexto, aún sin realmente serlo. O no del todo al menos, no como los que sí lo eran y los cuales  había estado ultilizando últimamente para mantener su mente ocupada y lejos de posibles dudas o rumores de amenazantes remordimientos.


Aún así, sintió cierto deje de deja vú al irse; aderezado con una deslavada molestia que retumbó en su pecho durante un buen rato mientras iba en taxi rumbo a la estación.


Deseaba sí, interiormente, haber dejado algún que otro recuerdo agradable tras su paso. Ese era su único consuelo y compensación.


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La inquietud en forma de presentimiento que no le había abandonado en ningún instante desde que dejó a Tsunemori hace tres días, inmediatamente después de que el ardid de ésta quedó expuesto, terminó cobrando sentido y relevancia cuando finalmente dio con la dirección del desaparecido Makishima. La razón: éste ya no estaba allí. Había llegado demasiado tarde. Una pena. No tardó en enterarse de que él apenas se había ido de viaje hace poco más de medio hora, y que no tenía fecha de regreso conocida.


Masculló una maldición. Otra vez el destino volvía a interferir con su suerte y a reírse en su cara de su desgracia. Aunque no creía realmente en algo tan ambiguo como una fuerza invisible que gobierna sobre las vidas de todos y cada uno de los seres sobre ésta tierra, pero dejando esto aparte, hacia alguien o algo  debía dirigir su frustración en lugar de dejarse cegar por ella y hundirse en un mar insondable de autorecriminaciones. Necesitaba de un escape momentáneo.


Al final había tenido que recurrir a conocidos y amistades en común para conseguir averiguar en dónde vivía -o vivió-, y llegar hasta dicho apartamento. Y ahora, cuando creyó que finalmente podría encarrilar las cosas con él y reparar los propios y mutuos desaciertos, venía y se encontraba con éste nuevo infortunio. Sin duda representaba  el peor escenario, uno que ni tiempo tuvo suficiente para plantearse, y que le restaba casi cualquier alternativa que hubiese contemplado previamente.


Haber pretendido que podría reconstruir su relación con Akane, con toda seguridad debía de constituir uno de los más grandes errores de su vida entera, eso unido al hecho de que dicha equivocación le quitó una cantidad de tiempo muchísimo mayor de la que disponía y de la que habría deseado. No obstante, el que Shougo tomara tan drástica decisión de marcharse, no sólo de su vida como hizo antes, sino que ahora también de la ciudad, no se le hacía nada justo. Y menos iba a aceptarlo sin rechistar.


Le extrañaba que eligera escapar así. Siendo como éste siempre fué, temerario y desinhibido, tanto que no le causó mayor revuelo involucrarse con él en primer lugar, a pesar de ser hombre y de ser el ex de la persona con quien vivía en su momento. Lo esperable sería que hubiese bastado nada más que con la nota de rompimiento que le dejó aquella última vez y no habría sido necesario llegar a el extremo de dejar todo atrás por la vacía y llana razón de querer finalizar su desliz sin nombre ni compromiso. Algo que desde el comienzo se dio por sentado que no tendría un significado trascendental para ninguno, y sin cabida para excepciones.


Pero he aquí, una vez más visulizaba aquel error en toda su real magnitud. Esa regla tácita y trivial que coexistía con ése concepto de relación libre era imposible que fuese a prohibirles sentir algo más allá de sus límites si las condiciones para ello se daban y no había ningún otro impedimento de por medio aparte de los preexistentes. Y así ocurrió. Sin especial predisposición hacia ello o intención. Al menos de su parte...


Claro. ¡Eso era!, La respuesta era tan evidente que mirarla y reconocerla resultó más difícil y problemático de lo que debió ser. Incluso Tsunemori se lo dijo. Las palabras podrían ser diferentes pero no alteraban el trasfondo. Makishima seguramente estaba convencido de que de cruzar la línea que el mismo dispuso, sería rechazado debido a ello, y por ende prefirió callar y desaparecer del mapa antes que exponerse a sufrir una decepción dolorosa. Con ésto como conclusión, se explicaba su actuar tan radical y lo taciturno que recordaba haberle visto la última vez.


-Si elegiste no decir nada, entonces tendrás que escuchar. No te dejaré huir. -Dijo para sí con renovados ánimos rebeldes antes de salir a toda prisa del edificio.


Sus planes no habían cambiado. No se resignaría a ésta pérdida, así cómo tampoco a ése indigno final que no incluía tenerlo a él nuevamente. Eso era un hecho. Sólo le restaba hacérselo saber.


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El ramalazo de viento frío levantado por el tren anterior al que esperaba pasó a través de su estática silueta en el andén, removiendo y meciendo sus cabellos plateados descuidadamente. No se inmutó. En algún momento su percepción se volvió monocromática y nada en el aburrido entorno podía resaltar lo suficiente cómo para conseguir llamar su atención desvencijada. Era un extraño aletargamiento, únicamente de consciencia. Cómo si su espíritu hubiese despegado de su cuerpo por tiempo indefinido. Así fué durante esos minutos de espera en la plataforma; en dónde los sonidos y sensaciones fluctuantes a su alrededor no le tocaban, simplemente le atravesaban como harían con un ente fantasmal. El dorado de sus ojos lucía apagado y más oscuro que de costumbre mientras contemplaba hacia el vacío infinito.


¿El mundo se había sumido en las sombras o era solamente él quien lo había hecho?, A saber. Quizás fueran ambos desde el principio en una condena silenciosa e invisible.


Sus pensamientos divagaban libres; con temporal libertad concedida. Se sentía aparte, por lo que cavilar respecto a sus decisiones no le suponía ya un verdadero riesgo. Lo veía desde el exterior. Le era más ajeno que propio y por consiguiente, no le podría afectar. Luego sería rápido y fácil de olvidar.


Pero mientras tanto pensaba e incluso se cuestionaba si sería  aquel el camino correcto o no, y en caso de que efectivamente lo fuera, ¿Entonces por qué le era también el más difícil y duro de sobrellevar?, ¿No acaso eso precisamente lo convertía en el equivocado, y que más tarde, cuando ya estuviera lejos podría llegar a lamentarse de haber tomado?, Aunque tal vez esta impresión sólo se debiera a su intrínseca incapacidad para rendirse. Ese lado suyo que resentía y se oponía a la decisión de alejarse que tanto empeño y aflicción le significó tomar.


Pero eso importancia tenía muy poca. Ya todo estaba hecho y no existía ninguna posible vuelta atrás. Y de ahora en adelante sólo continuaría como hasta ahora, ignorando esas egoístas añoranzas insurgentes hasta que murieran por completo. Ésa era su nueva premisa, adquirida recientemente. Ignorar fría e implacablemente hasta que dejasen de existir, llamése dudas o sentimientos.


Tan inmerso llegó a estar en éstas ideas y conflictos, que no pudo darse cuenta de cuando fué que alguien se plantó a su lado, hasta que finalmente dicho sujeto le detuvo tomándole del antebrazo, impidiendole así el abordar llegado el momento. Se volteó en búsqueda de una explicación y entonces le oyó decir:


-Espera, ¿Adónde crees tú que vas?, Me parece que tenemos mucho de que hablar.


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No recibió respuesta alguna en primera instancia. El albino enfocó sus orbes en los otros con lentitud abismal. Su faz en blanco no tardó en reflejar confusión y asombro. Sintió que se petrificada hasta convertirse en piedra. El suelo hizo eco bajo sus pies, como la réplica atenuada de un terremoto fortísimo y devastador.


Nunca imaginó que él fuera a aparecerse por allí. Nunca creyó que tuviese intención alguna de querer verlo otra vez. El desconcierto fué absoluto. Casi olvidó como hablar, y que decir de su voz; que por más que intentaba sacarla, ésta parecía haberse extinguido permanentemente de su apretada y seca garganta.


Sin embargo la inicial impresión no duró demasiado. No fué más de unos segundos, contrario a lo que se pudiese pensar, y tras los cuales se recompuso enseguida. Recuperó el aplomo perdido y su mundo se estabilizó de nuevo, y con ello su semblante volvió a su anterior estado de inescrutable. Entrecerró los ojos y se zafó de él con brusquedad.


-¿Hablar? -Soltó una risita.- No me imagino de que podría tener que hablar contigo, ni que puedes estar haciendo aquí hoy. -Se dio media vuelta haciendo ademán de subir al vagón. -Ahora, si me disculpas, es tiempo de que me vaya. Adiós.


-Ésta es la segunda vez que me dices adiós. -Tomó su hombro y le obligó a voltearse. -¿No crees que tantas despedidas deberían ir acompañadas por lo menos por una explicación?


-No, no lo creo. Puedo ir adónde quiera, y no le debo explicaciones a nadie por que lo que haga o deje de hacer. Y mucho menos a ti. -Espetó escondiendo su incomodidad latente. -Esto no tiene nada que ver contigo. -Explicó.


-Pues yo creo que sí tiene todo que ver conmigo. -Replicó mirándole directamente, por más que el oji ámbar intentaba rehuir su mirada intensa, y comenzaba a sentirse acorralado. -Estás escapando de nuevo, escapándote de mi. Del mismo modo en que lo hiciste cuando te fuiste dejándome esa nota como único aviso de que todo se terminaba.


-¿Y no fué mejor así? -Contraatacó con el asomo de una sonrisa cínica. -Reconócelo, Kougami. Tú y yo sólo perdíamos el tiempo. No éramos ni jamás fuimos nada. No negaré que estuvo bien mientras duró, pero eso no quita que fuera descabellado y estúpido.


-Creo recordar que fuiste tú quien una vez dijo que algo catalogado como una estupidez podría no serlo eventualmente. Creo que eso se aplica en éste caso a la perfección.


-No. Para toda norma existe una excepción. Y ésta es ésa excepción. -Miró hacia el frente, lejos de él. Si no se subía ahora, pronto sería entonces ya demasiado tarde para hacerlo. Las puertas se cerrarían en un dos por tres y no le quedaría más remedio que quedarse allí, con el sangrante corazón a la mitad y teniendo que continuar con aquella discusión carente de cualquier sentido con Shinya, el motivo de sus imperecederos dolores. -Entiéndelo rápido y déjame en paz. Deja en el pasado lo que corresponde al pasado y olvida que alguna vez nos conocimos. Sólo sigue con tu vida, que yo planeo hacer lo mismo.


El azabache no contestó nada inmediatamente, sino que prefirió guardar silencio, mientras lo veía dudar con aire de molestia e intranquilidad entre subirse o no aquel tren. Era crucial que consiguiera inclinar la balanza en su favor, cosa imposible a no ser que eligese sus siguientes palabras con sumo cuidado y honestidad.


Supo que hacía lo correcto al ir tras él en cuánto vislumbró su figura de sílfide en la plataforma, destacando etéreo entre la multitud difusa. Casi podría interpretarse aquello cómo una señal divina o algo del mismo rubro. No podía consentir que todo acabase allí por nada más que un puñado de malentendidos sin aclarar. No quería eso y juraría que él tampoco lo deseaba en realidad. O en caso contrario, su indecisión a la hora de abordar sería nula.


No lo vería partir de nuevo, no. Esta vez estaba en sus manos la única oportunidad de impedirlo. Solamente necesitaba cruzar la línea. Romper la barrera que ambos construyeron en aras de su egoísmo y su seguridad personal, y la cual les trajo consigo incalculables consecuencias y sinsabores.


-No te vayas. -Pidió finalmente. -No hay necesidad de ello. O me obligarás a seguirte, porque te aseguró que lo haré de ser necesario. Digas lo que digas.


Se giró hacia él, mirándolo con mala cara y con una pregunta clara; ¿Por qué insistía tanto en no dejarle ir?, ¿Con qué fín?, Si inclusive ya había vuelto con Akane -eso creía a pies juntillas luego de verlos aquel día en la calle-,  y eso era equivalente a decir que él ya no le interesaba, ¿No?. A sus ojos éste hecho-certeza estaba más claro que el agua y era imposible de pasar por alto. Representaba su sentencia inapelable.


-Eso es ridículo. Si lo hicieras, tendrías problemas con Akane. Ella se enfadaría contigo. -Reprimió un suspiro. -Por casualidad supe que estás con ella de nuevo. Bien por ti. Tienes mi bendición. -Dijo con burla.


-Te equivocas. -Señaló de inmediato. -Bueno, es verdad que fué así por un tiempo, pero eso ya se terminó. Y es definitivo. Firmé el divorcio hace un par de días.


-... Ya veo. -Está bien, eso fué sumamente inesperado. En circunstancias y tiempos diferentes, probablemente le habría alegrado de sobremanera, pero ahora no consiguió más que dibujar en su rostro una insignificante sonrisa melancólica. -Así que a final de cuentas si lo hiciste. -Aún así, aquello no era suficiente. Debía proteger su orgullo, y éste le no le permitiría nunca convertirse en el premio de consolación de nadie. No aceptaría sobras tampoco. -Pero eso da igual. No significa nada y no esperes que esté contigo sólo porque tu matrimonio con ella fracasó de nuevo.


Mientras decía esto, el tren cerró sus puertas y partió, dejándole abajo. Bufó irritado y le miró frunciendo el ceño. Era su culpa, ¿Qué rayos haría ahora?, A futuro, no tenía ni la menor de las ideas; pero por lo pronto le reclamaría hasta hartarse y le exigiría el reembolso total del monto del boleto que perdió por su culpa. Pero antes de que pudiese empezar su extensa diatriba contra él, Shinya soltó algo que le impidió dejar caer cualquier insulto o similar.


-No quiero estar contigo porque me haya separado de ella, sino que me separé de ella debido a ti. Porque, aparte de que me mintió, Tsunemori ya no es a quien amo.


Sacudió la cabeza. Su piel se erizó y se alejó del borde del andén. Ya no sabía que pensar ni que sentir, no, peor que eso; le asustaba hacerlo. Le transmitía un espantoso sentimiento de vulnerabilidad e inseguridad que le era totalmente desconocido hasta ese instante incierto.


No lo creería, incluso aunque se lo dijese directamente y sin la existencia de eufemismos de por medio que pudiesen interferir o prestarse para malinterpretaciones. Si lo hacía, eso solamente empeoraría lo que viniese después, con el fín de aquella delusion pintada en el aire con irreales tonos falsos. Y su instinto le hacía saber que el sufrimiento por causa de un amor no correspondido no se compararía al de la desilusión de perder a uno que sí se alcanzó a materializar. Por eso prefería no esperar ni desear nada que luego se le pudiese arrebatar tan fácilmente.


Kougami lo siguió, sin importarle las miradas curiosas que recaían sobre los dos.


Finalmente se detuvo y se dio la vuelta. Entonces le dijo la verdad que despreciaba más que cualquier otra cosa en el mundo, pero que reconocía y aceptaba como algo inexorable:


-Mírame. -Se señaló a sí mismo. -Estás viendo al tipo que destruyó tu vida al meterse con Tsunemori. Lo normal sería que me odiaras y te alegraras de que me largue en lugar de estar aquí reteniendome. Sería más fácil también. -Finalizó en un susurro apagado.


-No me interesa lo que hipotéticamente pudiese tener sentido, ni tampoco lo que la mayoría tomaría como normal o aceptable. -Se aproximó al albino, que había inconscientemente había bajado ahora la vista. Y reafirmando lo recién dicho, lo abrazó, diluyendo de paso las autoflagelantes e intrigantes conjeturas que enturbiaban los pensamientos de éste. -Nada de eso tiene importancia para mí.


-Pero debería tenerla... -Murmuró desapasionado. Tanto la monocromía como la insensibilidad se disiparon velozmente de su consciencia. No podía luchar por soltarse, nunca tendría fuerzas para ello, y en cualquier caso, hacerlo sería imperdonable. Un acto reprochable peor que una blasfemia.


-Tal vez, pero de ser así, no te habría conocido tanto como llegué a hacer.


Shougo río ahogadamente, apoyando la cabeza sobre su hombro. Se relajó un poco. Se permitió hacerlo.


-Si, pero habría sido mejor que no lo hubieses hecho. -Su entusiasmo volvió a decaer. -Porque aunque ahora enpezaramos de nuevo, hay ciertas cosas que ya están rotas y no se pueden restaurar. O que sencillamente siempre faltaron.


-No estés tan seguro. -Respondió sonriendo. -Dame un ejemplo y te lo demostraré.


Suspiró y cerró los ojos. Quién lo diría, esta vez a él le tocaba portar la voz del buen juicio y de la razón.


-La confianza, Kougami. Piénsalo un poco y respondeme sin tapujos, ¿Realmente podrías llegar a confiar en mí a pesar de todo?


Lo sopesó un poco. Antes, hubiera pensado muy similar a él respecto a éso, y ni siquiera se habría planteado la posibilidad de lo contrario. En ningún caso se hubiese arriesgado a confiar en él y a tomarse aquel idilio con seriedad. Sin embargo, su opinión y concepción acerca de todo esto había cambiado muchísimo más de lo que podría haber previsto en ésos tiempos no tan lejanos.


Tuvo la oportunidad de ocupar las dos caras de la moneda en diferentes ocasiones; ser traicionado a ser partícipe de otra traición, de víctima a victimario. De un momento al siguiente el mundo entero y la realidad que a cada uno le atañe podía cambiar, y dependiendo de las circunstancias y las infinitas posibilidades podían llegar a estar en uno u otro lado de la balanza en determinados lapsos de tiempo. Nada es invariable o perpetuo por propios méritos.


Cómo a ellos mismos les pasó.


No tenía nada que perdonarle al albino entre sus brazos, ni creía que fuera imposible que lo suyo pudiese resultar cómo algo serio y concreto. Así como tampoco la idea de la confianza entre ambos se le hacía algo imperativamente inalcanzable.


-Podría ser más fácil confiar en alguien en quien no tienes puesta ninguna expectativa que en vez de en  alguien por quien pondrías las manos al fuego. Porque desde luego, en caso de equivocarte, la decepción te sorprendería y quizá hasta te afectaría menos. -Dijo reflexionando en voz alta.


Ésta respuesta provocó un repentino estallido de risa en el oji ámbar. Se echó hacia atrás, luchando por contenerse.


-Esa ha de ser la antítesis de lo que comúnmente se acepta cómo lealtad o confianza. -Añadió cuando estuvo más calmado. -Te has vuelto loco. Algo sostenido sobre eso jamás podría funcionar ni a mediano ni a largo plazo.


-Puedes decir lo que quieras, pero elijo creer en ésa antítesis en lugar de simplemente renunciar a ti. Y no creo que huir como tu pretendías hacer fuera mucho mejor que esto, además de que buscarte fué para mí muy problemático. -Objetó enarcando una ceja.


-Tenía mis motivos para hacerlo... -Masculló arrugando la frente.


-¿"Tenia"?, ¿Eso quiere decir que éstos motivos que mencionas ya han desaparecido? -Sonrío confiado. Atrapó su cintura y lo acercó hacia sí de cuenta nueva, olvidando el que estuvieran bajo el escrutinio de un lugar público como aquel. Posó su mano sobre su sedosa mejilla de tes de luna. La expresión enfurruñada de éste cedió y sus labios rosáceos se curvaron hacia arriba en pos de una suave y dulce sonrisa.


-¿Qué puedo decir?, Por esta vez me has convencido. No. Excepcionalmente, me he dejado convencer por ti. -Estiró los brazos y rodeó su cuello, cómo antes siempre solía hacer. Lentamente cerró sus ojos y acercó sus labios a los ajenos. -No dejes que me arrepienta de ésta decisión. Por favor no lo permitas.


-Descuida. Me aseguraré de que eso no ocurra. -Aseveró.


-Eso espero. -Era así de todo corazón.


Y se besaron, cómo símbolo de su irrevocable rendición.Y con ello, el nuevo pacto quedó sellado.


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No mucho rato después de esa reconciliación, llegaron al departamento del moreno en convenio mudo de aplazar para más tarde cualquier asunto pendiente que les quedase por discutir o por aclarar debidamente. Ya todo estaba resuelto y ubicado en su sitio correspondiente, y por lo mismo, ningún pequeño detalle insignificante podía ser considerado cómo urgente y que no pudiese esperar unas cuántas horas más hasta el término de la segunda parte de ese reencuentro, que por ahora tan sólo comenzaba.


Y aunque ya nunca volvería a existir un límite de tiempo cómo ineludible y estorboso impedimento, aún así éste se les hacía poco. Una percepción infundada en parte por la antigua costumbre y por el mutuo apremio que les aquejaba.


De manera en que ya habían empezado una acalora sesión de besos mucho antes de pasar por la puerta de la recámara en dónde la cama les esperaba con frescas y silenciosas sábanas. Kougami despojó al albino de la delgada camisa que vestía, todavía de pie en medio del cuarto. Los rayos de cálida luz solar se cernían sobre ambos a través de la ventana abierta, acariciándoles con divina sutileza. Se dio el lujo de morder y succionar cuánto se le vino en gana de aquella dulce y nívea piel, con expresa y decidida intención de dejar en ella distintivas marcas de aquel acto apasionado. Ahora estaba permitido hacerlo, sin riesgo de con ello evidenciar ninguna fechoría cometida en contra de alguien ausente.


-¡Mnn! -Oía campanadas de júbilo en su nublada cabeza. El corazón parecía querer escamotearse de su pecho de tanto frenético martilleo que le daba de pura excitación y dicha. Sus dedos se crisparon en torno a la piel de suave color canela cuando fué empotrado contra el colchón y las manos ajenas se inmiscuyeron entre sus piernas prontamente descubiertas.


Pero que gran idiota había sido, por tan poco casi pierde tanto. De veras que el sentido común está indudablemente sobrevalorado en ciertos casos cómo éste que les convocaba. Sino fuese porque el pelinegro llegó a tiempo para evitar que se subiese a ese tren, estaba positivamente seguro de que ahora mismo estaría sólo y ahogándose en un vaso de agua de ilusorio desamor pero real depresión, en vez de estar siendo tan deliciosamente follado por el hombre al que amaba.


-¡Ahhh! Y-Ya es s-suficiente... -Exclamó con afectada voz. No creía necesitar de tanta preparación para la eventual penetración, y sus ansias hacían mella en su cordura. Aunque de hecho, no dejaba de ser increíblemente placentero el sentir cómo sus dedos se abrían paso en su interior mientras a la vez era masturbado con endemoniada maestría. Era una tortura sofocante que estaba más que gustoso de recibir, pero de continuar esto por más tiempo, terminaría corriéndose antes de tenerle dentro como deseaba.


Shinya se detuvo antes de pudiese venirse, y le besó. Los labios entreabiertos de encendido color rojo concupiscente apretaron los suyos con dulzura y necesidad. Ardieron amorosamente contra los propios. Los mordisqueó suavemente y luego los repasó con su lengua caliente. Separó más sus piernas con las propias y se precipitó a entrar en aquel lugar cálido y protegido.


Exhaló el aire abruptamente, deshaciendo un suspiro de placer y de dolor. Sus músculos se contrajeron producto de la irrupción del azabache en sus entrañas. Pero aún con eso, mejor no podía sentirse ni estar. Cada segundo le valía y le sabía a gloria. Hundiendo su rostro en el hueco del cuello de Shinya, mordió éste mismo intentando reunir las fuerzas para pedir más en lugar de gemir incoherencias. Más no fué necesario, dado que su contraparte no se tomó más tiempo antes de empujar su pelvis contra sus caderas.


-¡Ahh! ¡Si! Mmm... -Ronroneó gutural. Buscaron nuevamente besarse. La saliva de propiedad ahora compartida parecía hervir contra llamas invisibles. Enroscó ambas piernas en sus caderas, intensificando su unión y el roce íntimo. Mientras, el sudor se convertía en sus segundas pieles y adhería a sus frentes agunos de sus cabellos de marfil y ébano respectivamente.


La espalda del albino se elevó y serpenteó cuando Kougami bajó su mano por su enajenado pecho, apretando y retorciendo a consciencia uno de sus pezones erectos. Su boca se ocupó del otro sin descuidar las precisas y rítmicas arremetidas en la cavidad anal. Pronto  continuó su trayecto en descenso, atrapando su pene al final de éste. El cuerpo del albino vibró en consecuencia, reberberando contra el del moreno. Sonrió complacido y cubrió con su otra mano la del oji ámbar que se aferraba con desmesura a la sábana húmeda. Lentamente, se relajó bajo la suya.


Sus sensuales gemidos se entremezclaron en frenesí cuando finalmente los dos sucumbieron ante un clímax sobrecogedor. Posteriormente se besaron repetidas veces más, apagando los rescoldos llameantes de aquella hoguera, y absobiendo el sentir del éxtasis del contrario a través del exhaustivo roce entre sus voraces lenguas.


Más pronto que tarde, la nebulosa del cansancio se aposentó entre ambos, no dejándoles de más alternativa que someterse a su mandato y dormir. Íntimamente abrazados debajo de las telas y la luz diurna.


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-Entonces, supuestamente durante los meses en que estuve contigo, sin que Akane lo supiese, ¿también me veía con otra persona más? -Dijo sopesando los hechos. -En otras palabras, según lo que ella te hizo creer, poco menos que a mí me faltaban horas del día para tener amantes. -Añadió acusador. -Y tú lógicamente, ni siquiera dudaste de la veracidad de sus palabras.


-Está bien, si, lo creí. En parte. -Confirmó de mala gana tras un corto intervalo de mutismo. -Pero siempre tuve mis dudas al respecto.


-Bueno, en realidad no te culpo. -Cerró los ojos y suspiró cerca de su pecho. -Siendo todo como era, eso parecía probable. Ahí se nota el problema de la falta de confianza.


-No sigas con eso, ya acordamos en que eso puede remediarse. El resto sólo es...


-Pasado. El resto no es más que pasado. -Terminó la frase por él. Se incorporó y se sentó a su lado. -Para mí lo es, pero no estaba seguro de que fuese igual para ti. No, estaba convencido de que no sería así, por eso me fui. Creí que alejarme sería lo mejor.


-Ya ves que no era así. -Dijo Kougami mirándole de soslayo. Se estiró y se incorporó también. -Jamás te reclamé por nada, ni tampoco pretendía hacerlo.


-Lo sé, pero así cómo tu dudaste, yo también lo hice. -Replicó con un ligero atisbo de sonrisa. Apoyó el mentón sobre una de sus rodillas. Su mirada ambarina se extravió en el espacio tras la ventana dónde el día perecía entre colores incandescentes. -No lo pude evitar. Aunque ahora veo claramente que no debí marcharme. Me equivoqué.


-Eso es algo bueno. -Comentó con una media sonrisa. -Además de que escucharte admitir que erraste es algo nuevo que nunca creí poder presenciar.


Makishima le miró entrecerrando los ojos ante su tono mordaz. Se giró por completo y se sentó sobre sus piernas desnudas. Se inclinó hacia adelante y sus ojos intercambiaron un destello casi imperceptible. Sus labios semi abiertos adoptaron una sonrisa similar a la suya.


-Si lo quisiera, podría podría sorprenderte más, pero ya que te conformas con tan poco de mí y me tienes en tan baja estima, no lo creo necesario. -Dijo lánguidamente, deslizando su dedo índice por la piel morena, desde su cuello hasta sus definidos pectorales.


-No recuerdo haber dicho nada de eso. -Agarró su fina muñeca pálida, deteniendo el avance de su mano. Cedió el agarre y sus dedos se entrelazaron lentamente. -Has de suponer, de que si efectivamente fuera así, entonces no te habría buscado por todas partes cómo un desquiciado en cuanto supe la verdad. Si lo hice fué porque quiero todo de tí. -Afirmó imprimiendo un beso en su clavícula derecha entre palabra y palabra. -Así que, adelante. Prueba a ver si es que puedes sorprenderme.


Dejó escapar el aliento apenas contenido en un pesado suspiro. Juntó la frente con la suya y cerró los ojos.


-Ya que insistes... -Se echó hacia atrás un poco antes de abrazarse a él y musitar cerca de su oído. -La verdad es, que sólo tengo una cosa que decir en éste momento. Y tal vez te decepcione.


En respuesta, Shinya ciñó sus brazos en torno a su cintura.


Se mordió el labio inferior y dejó caer sus párpados nuevamente. Ahí se desprendía completamente de sus aprenciones. Por fín. El silencio ya no sería más su confidente eterno.


-Te amo... -Susurró bajito, surcando el frágil silencio antes vacío.

Notas finales:

Hola :3

Bueno y este es el final, si tal vez encuentran que me quedo un poquito cursi, lo siento u.u, no lo pude evitar, ya que en este fic mantuve a raya el azucar, me dieron ganas de poner un poco al final y ya ven XD

Gracias a todas por leer!! y tambien por sus comentarios, me hacen muy feliz.

y ya estoy trabajando en otros fics de psycho-pass asi ke pronto tendran noticias mias en esta chibi-categoria^^

bye!!


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