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Nada es para siempre en la Tierra... sólo un poco aquí por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Buenas! He aquí con otra entrega. Como ya se han dado cuenta -sobre todo quienes también siguen mi otro fic, El Cuartel del Metal- la inspiración es muy caprichosa conmigo y llega cuando menos la espero. En fin, tal vez este capítulo les haga llorar igual o más que el anterior ¡Por favor no me maten!

 

Disclaymer: Los personajes de Junjou Romantica y la celebración de Día de Muertos no me pertenecen.

XII.-

La habitación donde reposaba el cuerpo de Takahashi Misaki se encontraba sumergida en un silencio sepulcral. Xóchitl y Nana habían salido de ahí pensando que ambos hombres tendrían mucho de qué hablar, pero ciertamente Akihiko no se atrevía a formular pregunta alguna por miedo a la respuesta, en tanto que el menor no se sentía lo suficientemente confiado como para revelarle a un desconocido las verdades que guardaba celosamente su corazoncito. El silencio era tan ensordecedor que Misaki ya no lo soportó y lo rompió.

 

–¿Quién es usted y cómo sabe mi nombre?

–Usami Akihiko –respondió el mayor– Mi nombre es Usami Akihiko y fui un amigo de tu hermano… él hablaba mucho sobre ti

–No –el menor entraba en pánico– no puede ser… no debería… ¡usted no debería saber…!

–Pero lo sé… desconozco la razón por la que huiste de aquí, pero sé que de alguna forma hiciste que todos aquí se olvidaran de ti

–Pero yo… usted… ¿Cómo?...

–Olvidaste que Takahiro tenía amigos fuera de este pueblo

 

"Las tres personas que estaban en el funeral de nii-san… ¡no! ¡No puede ser 'él'!"

 

El ojiverde estaba anonadado, pues el hombre que había visto en el funeral de su hermano era el mismo que en estos momentos le hablaba. Sintió que la culpa le apretaba la garganta como si fuese una soga, sobre todo al recordar aquellos ojos color violeta ahogados en dolor y soledad perpetua. Sin meditar mucho en sus actos, se lanzó a abrazarlo mientras gotas de mar se deslizaban por sus mejillas sucias por la tierra.

 

–¡Lo siento tanto! ¡Fui un idiota! ¡Intenté pasar por encima de una de las leyes que rigen la vida y la muerte, y lo único que logré fue quitarle a la persona que más amaba!

 

Aquella confesión no se la esperaba. A decir verdad había disimulado bastante bien sus sentimientos hacia Takahiro todos estos años, pero no se esperaba que el muchacho, a quien veía por primera vez y lamentablemente ya no existía en el Mundo de los Vivos, lo hubiera descubierto. Asimismo un sentimiento nuevo lo abrumaba de sobremanera.

 

"¿Qué es esto? Se supone que debería odiarlo… prácticamente acaba de decirme que mató a su propio hermano, demo… por alguna razón no puedo ¿Cómo se supone que debería enfrentar esto?"

 

Algo dentro de él se removió, y en lugar de reprocharle lo acunó entre sus brazos y recargó su cabeza sobre su hombro. Asimismo las pulseras de Misaki volvían a arder, pero no le importó.

 

–Lo lamento tanto, Usami-san –articuló el muchacho, separándose lentamente del mayor– Yo… yo entiendo que me odie… lo merezco –y luego dijo en un tono casi inaudible– será mi castigo y lo aceptaré

–No –musitó el escritor, mirándolo fijamente– No soy un hombre de muchas creencias, pero si algo sé es que nadie merece cargar con tanto sufrimiento incluso después de morir… ya bastante tiene uno con lo vivido

–Ese es el problema, Usami-san –musitó una tercera persona, que recién entraba.

 

Un joven de unos 25 años, alto, de tez clara, cabello gris oscuro, rasgos más o menos agraciados, ónices tan oscuros como noche, ataviado con una larga túnica negra bordada en colores vivos, que portaba varios collares de variados materiales y colores, y sobre su hombro izquierdo descansaba una iguana de gran tamaño, había escuchado parte de la conversación y ahora entraba al recinto.

 

–Como dijo Misaki-kun, intentó pasar por encima de una de las leyes que rigen la vida y la muerte: nadie, ni siquiera ella, puede quitarnos todo lo vivido. –continuó– Al borrarse de los recuerdos de todos, les arrebató parte de sus vivencias, y al alejarse del mundo impidió que su presencia dejara huella en las memorias de quienes le iban conociendo. Mi padre sabía esto, pero dejó que su compasión por este niño pudiera más que su juicio, por ello murió meses después de su visita.

–¡Sumi-san! –exclamó el ánima

–Ven –el visitante instó al alma a acercarse– Tenemos que quitarte eso.

–Pero Sumi-san… yo…

–Usami-san tiene razón… el punto de ir al inframundo después de morir es encontrar el descanso eterno, no tienes por qué sufrir más. Además, ya has jugado bastante tiempo con la Muerte y hay que poner orden.

–¿Se puede revertir todo esto? –preguntó Akihiko

–Así es… los brazaletes dejarán de herirlo y alejarlo de los demás sólo si son retirados del cuerpo. En cuanto al olvido, deshacerlo es más difícil ya que Misaki-kun fue relegado en vida y para ello el cuerpo debe estar vivo, lo cual ya no es posible a menos que…

–¿A menos que qué?

–No puedo –el ojioscuro agachó la mirada– el precio es tan alto que no me atrevo siquiera a mencionarlo.

–¡Ya abriste la boca, escúpelo de una vez! –ordenó el novelista.

–¿Está seguro de querer saberlo, Usami-san? –el ojivioleta asintió– Está bien –suspiró con pesar– Alguien deberá entregar su vida a cambio de la vida de Misaki-kun

–¿No hay otra forma? –preguntó Misaki, temeroso

–No, Misaki-kun, y deberías saberlo. Otra de las leyes de la vida y la muerte es que debes dar para recibir, y ambas cosas deben ser del mismo valor.

–¿Qué quiere decir?

–Sabes que está prohibido traer un alma del Mundo de los Muertos sin dar a cambio algo del mismo valor… y lo que puede equipararse con un alma es sólo otra alma.

–¡De ninguna manera! ¡Ya he causado bastantes molestias como para que…! –alegó el pequeño entre sollozos ahogados– ¡Además nadie querría dar su vida por la mía! ¡Todo mundo le teme a la muerte porque ama la vida!

–Ese es el problema, por eso revertir el olvido es prácticamente imposible.

–Lo haré –musitó Akihiko– Su vida a cambio de la mía

 

 

XIII.-

De nada habían servido las negativas de Misaki para hacerlo cambiar de opinión. Sumi recitaba algo incomprensible para los dos presentes, mientras hacía una limpia con varias hierbas aromáticas. Terminado esto, el alma de Misaki quedó limitada de tal forma que sólo podía moverse en un área menor a medio metro a la redonda.

 

–Adelante, Usami-san

–¿Ah?

–Pensé que ya se había dado cuenta, pero tendré que decirlo… usted es el único que puede quitarle los brazaletes a Misaki-kun

 

No fue necesario que el ojinegro dijera más para que Akihiko comprendiera los sentimientos que le surgieron desde la primera vez que lo tocó. Se acercó al cuerpo de Misaki y con delicadeza tomó una de sus pequeñas manos para sacarle el brazalete, que al instante se puso amarillo para después volver a su color original. Hizo lo mismo con los otros tres brazaletes hasta que todos estuvieron fuera. Luego el joven le indicó que colocara las alhajas en un recipiente donde había una pequeña flama. Akihiko así lo hizo, y apenas tocaron el fondo, la flama se tornó de color verde y las piezas quedaron reducidas a cenizas. Misaki notó que sus brazaletes de ánima desaparecían y que el botón de flor de cempasúchil, tanto del cuerpo como de su alma, se abría a la vida con todo su esplendor.

 

–Listo, las ataduras de Misaki-kun ya han sido rotas. De ahora en adelante quien le conozca le recordará –y luego suspiró pesadamente– Ahora viene lo más difícil…

–Antes de que hagas cualquier cosa –intervino Usami, y luego volteó a ver al ánima– quisiera saber tus motivos

–Yo… no puedo… –el flequillo le cubría la mirada

–Usami-san dará su vida a cambio de la tuya –espetó Sumi– lo menos que le debes es una explicación ¿no crees?

–Yo… está bien

 

Y así Misaki Takahashi expuso sus motivos, desde su huida hasta el día de su muerte. Akihiko no cabía de la sorpresa y en su corazón sentimientos encontrados se debatían entre sí, como odio por el tipo que acabó con la existencia de Takahiro, dolor por revivir en su mente el día de su funeral, empatía con el pequeño por todos esos años de soledad, admiración por las nobles intenciones del chico a pesar de sus actos, pero sobre todo amor por ese pequeño ente que pudo ver a través de él y se atrevió a desafiar incluso las leyes de la vida y la muerte por sus seres queridos.

 

–Si no vine antes, fue porque incluso en el Mundo de los Muertos hay reglas, y una de ellas es que un ánima no puede llegar a una casa o una ofrenda a menos que su familia le haya destinado un lugar en ella… y en el caso de las ánimas olvidadas, no podemos entrar a las casas sin ser invitados… yo… en verdad lamento hacerlo sufrir tanto, Usami-san

 

Como presagiando lo que vendría, las velas que se encontraban alrededor del cuerpo del pequeño Takahashi se apagaron, dejando la estancia a oscuras. Sin embargo eso no inmutó a Sumi, quien instó a Usami a pararse de frente al ánima, y luego de eso dibujó tres círculos con una tinta verde que brillaba en la oscuridad, uno alrededor de Misaki, otro alrededor de Akihiko, y uno más grande rodeando a los dos.

 

–No tiene que hacer esto, Usagi-san –alegó el menor, pero se sonrojó notablemente cuando notó su equivocación– ¡Perdón, Usami-san!

–Está bien para mí –le sonrió al ojiverde. Aunque la luz que ofrecían aquellos círculos era poca, pudo apreciar la expresión del chico– y sí, debo hacerlo. Ya ofrecí mi vida por la tuya y no puedo retractarme aunque quisiera

–¡¿Por qué?! –Misaki de nuevo volvía a llorar– ¡Usted tiene una vida por delante! ¡¿Por qué intercambiarla por la vida de alguien que no hizo más que causar problemas?!

–Es cierto, pero… el amor de hermano que le tuviste a Takahiro fue tan grande como para desafiar las leyes de la vida y la muerte. Eso es mil veces más valioso incluso que una vida como la mía. Por eso… vive y sé feliz

–¡No, Usagi-san! ¡No se despida! ¡Onegai!

 

Sin dar tiempo para reaccionar, Akihiko tomó posesión de los labios del menor y con ambas manos lo atrajo contra sí. Después de eso Misaki intentó resistirse, pero una calidez iba ahondando en donde en vida estuviera su corazón, una calidez tan agradable que no quería dejar de sentir. Fue entonces que guiado por sus instintos llevó sus brazos alrededor del cuello del mayor y sus finos dedos se enredaron en la cabellera platinada. El beso en sí era tierno, sin segundas intenciones, pero tan profundo que el aire les empezaba a faltar. Cuando fue necesario separarse, lo hicieron lentamente y se miraron a los ojos. No obstante, el brillo en los ojos color violeta se apagó, y éste cayó al suelo para no despertar.

 

–¡Usagi-san!

 

 

CONTINUARÁ...

 

Notas finales:

¡Lo sé! Soy una escoria por hacerle eso a Usami *corre a esconderse detrás del sofá*


Bueno, el último capítulo lo estoy terminando justo ahora, pero tal vez lo suba mañana o el domingo... chaito!.


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