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Novilunio por Rukkiaa

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La familia Cullen tiene el placer...

 

POV. Jacob

 

Volver a estar recuperado fue un martirio. Sam me hizo patrullar dos días enteros con sus respectivas noches y Edward se mantenía a distancia para no distraerme. Una bobada en mi opinión, porque actualmente no había ningún peligro en ciernes. Pero mantenía el contacto con mi imprimación gracias a un teléfono de última generación que me había comprado el propio Edward. Seguía mimándome aún sin estar enfermo y eso me hacía sentir especial.

Cuando al fin estuve libre, fui a casa de los Cullen. Si tenía que dormir, lo haría en el dormitorio de mi Edward.

Pero cuando llegué, fue Esme la que me recibió.

-Bienvenido, Jacob- esa mujer era de lo más amable y sonreía siempre que me veía.

-Hola Esme- la abracé en cuanto crucé por la puerta-¿y Edward?

-Él, Carlisle, Emmett y Jasper se han ido de caza-dijo Alice que venía del salón.

-¿Y cuándo vuelven?

-Mañana-puse cara de disgusto ante el comentario y Alice no lo pasó por alto-ven Jacob. Tengo algo para ti en la habitación de Edward. Te animará.

La seguí al piso de arriba hasta que llegamos a la habitación.

-Me sorprende que Edward siempre cierre la puerta...¿no se fía de vosotros?-pregunté. Por lo general, las demás habitaciones si permanecían abiertas de par en par.

-Lo hace por ti. Así se queda concentrado su olor. Sabe que te gusta.

Sonreí como un tonto. Seguro.

Lo que Alice quería enseñarme era otro montón de ropa extremadamente cara que estaba doblada o en bolsas sobre la cama. Todas para mi.

-Alice...no deberías comprarme estas cosas...sabes que se me pueden romper-era lo más probable de hecho.

-¿Y?

-Debería considerarse un delito.

-Pues deja estas ropas aquí, para cuando te quedes a dormir-apreció ella.

-Quedarme...-suspiré-estoy loco por hacerlo, pero no creo que a Edward le agrade demasiado.

-¿Por?-ella contemplaba las prendas como si las acabase de comprar o las viera por primera vez. Las volvía a doblar perfectamente y las dejaba tal y como estaban.

-Me parece que aún se siente incómodo cuando yo...-¿cómo se lo explicaba a su hermana?-verás...yo...deseo a Edward...de un modo...que empieza a alcanzar lo extremo.

Rió divertida-¿te refieres a sexo Jacob?¿quieres acostarte con él?

-Si, eso-¿por qué me andaba con rodeos?, se trataba de Alice...

Entonces dejó de adecentar la ropa y se volvió hacia mi-¿es que acaso no te lo ha dicho?-preguntó curiosa.

-¿Decirme qué?

-Edward es virgen-dijo sin vacilar, pero me era difícil de creer.

-Anda ya...-me reí esperando que ella lo hiciera, pero no pasó-¿enserio?

-Me sorprende que no te lo haya contado...-se planteó ella misma en voz alta.

-¿Pero cómo es posible que sea virgen?, si tiene mogollón de años, ¿la gente está ciega?, o sea...es Edward. La perfección hecha persona.

-Jacob, Edward...como la mayoría de nosotros, se educó en otra época. Cuando era humano las ideas imperantes en el mundo eran diferentes a las actuales, al menos, para una parte de la sociedad. Además, él tiene esa teoría de que los vampiros no tienen alma, y no quiere condenar la tuya.

-¿Acostarse conmigo es condenar mi alma?

-Así sin más...sí-dijo ella. Su mirada me indicó que había un mensaje oculto bajo aquellas líneas.

-Así sin más...-repetí y me senté en la cama, procurando no desordenar las prendas. ¿Qué podía hacer yo?¿qué tenía que ver el practicar sexo con el alma?¿no sería una excusa para apagar mis, en exceso, alteradas hormonas?

-Jacob...si tú fueras alguien con sólidos ideales. Creyeras en Dios, en el cielo y en el infierno. ¿Cuándo tendrías relaciones?

La miré asimilando las palabras unos instantes. Aquello había sido un cable por su parte, estaba claro. Y entonces caí-no quiere condenar mi alma...¡matrimonio!-incluso me levanté. Ella solo asintió complacida de que por fin lo hubiera captado-tendría relaciones una vez casado.

-Correcto.

-Eso es absurdo...-Alice me observó con atención-no lo del matrimonio...sino lo de condenar mi alma. Ya está condenada. Soy un monstruo. Además, codicié el novio de una amiga. ¿Eso no es un mandamiento o algo así?

-Algo así-se carcajeó-eres tremendo Jacob.

-Soy la monda.

-Ya decía yo que algo apestaba- Rosalie apareció por la puerta- Alice, ¿por qué malgastas tu tiempo y dinero con el chucho?

-Me gusta malcriar a Jacob- reconoció la vampira morena.

-Hola Rosalie- me alegraba de verla y todo.

-Cuidado con lo que haces perro, o tendré que darte en el hocico con un periódico.

-Más quisieras-dije entre risas.

-Tú haz lo que no debes y verás-hizo ademán de marcharse, pero no la dejé.

-Eh, Rosalie, ¿sabes por qué la rubia trepó por la pared de cristal?

-Pues claro-dijo ella.

-¿Te lo sabes?

-Si-dijo alejándose.

-¿Por qué la trepó?-me pinchó Alice para que aún así lo dijera.

-Para ver qué había al otro lado-respondí y ella sonrió. Rosalie soltó un resoplido en la distancia-esto no te lo sabes Rosalie- me acerqué al umbral de la puerta. Ella estaba en su dormitorio.

-Lo dudo. Pero vuelve a intentarlo si quieres-apremió.

-¿Quién va a pedirle matrimonio a Edward?

Alice soltó la camisa que tenía entre las manos y dio un grito que juraría que me dejó sordo unos instantes.

-¿Lo dices enserio?, oh, Jacob- me abrazó con ímpetu-si, si, hazlo Jacob. Además sé que me quieres ¿a qué si?

¿A qué venía aquello?-...¿si?-dije con miedo.

-¿Hasta qué punto me quieres Jacob?-me miraba con ojos suplicantes.

-¿Por qué me preguntas eso Alice?

-Por favor, por favor, por favor, por favor, Jacob, si me quieres déjame organizar la boda.

-Pero si ni se lo he pedido a Edward todavía.

-¡Dirá que si!¿por qué sino no veo su futuro por más lejos que intente mirar?, apuesto a que estaréis siempre juntos. Por favor Jacob- levantó las cejas como un payaso triste y le temblaban las comisuras de los labios. Aquello podía partirle el corazón a cualquiera.

-Si Edward acepta...será toda tuya. Te regalo mi boda Alice.

-¡Jacob!-se me colgó del cuello.

-No puedo creer que vayas a hacerlo- Rosalie había vuelto, pero no se acercaba demasiado, no sea que Alice la atrapase en el campo gravitatorio de su júbilo.

-Si ella no me mata antes-comenté por la vampira que no me soltaba.

-Me encanta la idea de que vayas a formar parte de la familia oficialmente, Jacob- dijo Esme detrás de Rosalie.

-¿Jacob Cullen?-Alice me miró con un brillo especial en aquellos ojos dorados.

-Me parece que quedaría mejor Edward Black- aprecié-puesto que sería mío...mi marido. Vale, suena genial. Tengo que pedírselo.

-Edward Cullen de Black- secundó Alice dando saltitos y palmadas.

Pasé la noche en aquella casa, aunque no pude dormir demasiado. Alice no dejaba de hacer planes, y no podía irse a su habitación a darle vueltas al asunto, no, tenía que ponerse a ello en el dormitorio de Edward. Caminando de acá para allá y enumerando montones de...hasta perdí el hilo.

Por la mañana, Esme me preparó el desayuno en la cocina y me lo comí en su agradable compañía.

-¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer para pillar a Edward por sorpresa?-me preguntó Esme.

-Ahm...-me sentí estúpido. En cuanto Edward entrase por la puerta, sabría lo que yo pretendía gracias a su don-maldita sea...¿cómo lo evito?¿tendré que decírselo nada más llegar?

-Tranquilo. Canta. Tararea. Piensa en...la tabla de multiplicar por ejemplo. Alice suele traducir al árabe el himno de batalla de la República.

-No sé árabe...-me llevé las manos a la cabeza-lo va a descubrir...

La mano de Esme se apoyó tranquilizadora en mi hombro-no te preocupes Jacob. Saldrá bien.

Hasta el mediodía, los Cullen que faltaban no volvieron a la casa y para entonces, yo volvía a estar en el dormitorio de Edward escuchando uno de sus CDs tumbado en el sofá de cuero. Mi vampiro cruzó la puerta con una amplia sonrisa en el rostro.

-Jacob...-le notaba muy alegre y sus ojos resaltaban en un claro color topacio.

-Edward...-me levanté lo más rápido que pude y me acerqué a el, abrazándole por la cintura-te he echado de menos...-musité antes de besarle. Me encantaba hacerlo, sobretodo ahora que él me correspondía al cien por cien.

-¿Te encuentras bien?-me preguntó cuando nos separamos por unos segundos.

-Si, ¿por qué?-¿sería porque estaba tarareando una estúpida canción de un anuncio de la televisión en mi cabeza?

-Escucha a qué velocidad te late el corazón. Parece un colibrí batiendo las alas.

-Estoy perfectamente...-mentí. La verdad es que el corazón me latía desbocado y podía sentirlo hasta en mis oídos.

-Está bien-pareció conforme y acercó de nuevos sus labios a los míos. Apenas los hubo rozado, se lo solté.

-Cásate conmigo Edward...-¿para qué esperar más?, sería absurdo y tarde o temprano lo acabaría descubriendo.

-Jacob, ¿qué...?

-Vale, antes de que digas nada...sé que no tengo un anillo, ni una gran casa que ofrecerte para estar juntos...tampoco tengo un empleo para mantenernos...lo sé, pero puedo prometerte mi amor eterno e incondicional y...mi protección, mi fidelidad y mi...alma. Lo demás...si me das tiempo a tu lado...podré proporcionártelo.

Edward sonrió más si cabe-no necesito nada de esas cosas, Jacob. Me basta con tener tu amor.

-Sabes que es tuyo. Yo soy tuyo.

Me besó aún con la sonrisa marcada en el rostro. Sentí sus labios tiernos contra los míos. Me perdía de mi mismo siempre que me besaba. No era capaz de comprender por qué eso seguía sucediendo con tal intensidad. Mi pasión por Edward era igual o mayor que el primer día en que lo vi con mis nuevos ojos.

-No me has contestado todavía-pregunté nervioso. Era la primera vez que yo detenía un beso.

-No creí necesario hacerlo.

-Yo lo necesito...-susurré-necesito escucharlo de tu boca...con tu voz.

Se acercó a mi rostro a una velocidad menor a la que me habría gustado. El corazón se me saldría del pecho. A pocos centímetros de mi oído, me habló-sí, me casaré contigo Jacob Black.

Ambos estábamos ansiosos con el acontecimiento, así que no le dimos demasiado tiempo de espera. Tres semanas, y nos casaríamos. Alice no tendría problema alguno con organizar algo de gran magnitud con una fecha tan limitada.

Y cuando llegó la noche previa al enlace, tuvimos que separarnos.

Estábamos en el límite entre su territorio y la reserva.

-Ya te echo de menos...-musité mientras hundía mi rostro en el espacio que había entre su hombro y su cuello.

-No tengo por qué irme. Puedo quedarme...

-No, no. Es tu despedida de soltero...debes ir-dije, pero los dedos de mi mano derecha se trabaron en su cabello broncíneo, mientras presionaba la izquierda con fuerza contra la parte más estrecha de su espalda.

-Y tú a la tuya

-Las despedidas de soltero están diseñadas para quienes se entristecen por el fin de sus días de libertad. Y yo no podría desear más el dejarlos a mi espalda. Así que realmente no tiene mucho sentido-aclaré.

-Tus amigos quieren estar contigo, Jacob, velo de ese modo. Y mi despedida...será solo un buen banquete para no agobiarme mañana con tantos invitados humanos-rió, con una risa fresca y agradable. Musical a mis tímpanos.

-Piensa en mi-acoté. Emmett y Jasper ya estaban a su espalda. Emmett sonreía, y mantenía las manos en los bolsillos de su pantalón, en actitud despreocupada.

-Siempre-dijo él. Me dio un rápido beso en los labios y se acercó a sus hermanos.

-Te lo devolveremos con tiempo suficiente Jake- me informó Emmett mientras le pasaba el brazo por encima de los hombros.

-Más os vale-advertí-sino, os perseguiré hasta los confines de la tierra.

A la mañana siguiente, los párpados se me abrieron solos de sopetón. Me costó darme cuenta de que estaba en mi habitación, con los pies colgando un poco por fuera de la cama. Mi despedida de soltero había tenido lugar en La Push, con todos mis camaradas. Habíamos comido hasta hartarnos, hablado hasta la saciedad, e incluso nos habíamos peleado entre nosotros para ver cuan en forma estábamos.

Me senté en la cama y eché un vistazo a mi alrededor.

Pronto dejaría aquello. Me iría de casa de Billy y sólo cruzaría su puerta como una visita más. Sentí algo de melancolía. Las paredes de mi habitación estaban llenas de marcas por los pósters que tantas veces las adornaron. Algunas prendas de ropa que no pensaba llevarme estaban tiradas por el suelo y de la puerta del armario, en una percha, inmaculado, colgaba mi traje negro. Iba a ponerme pajarita y chaleco incluidos. Jamás lo imaginé. Me pondría los pantalones y la camisa para terminar de arreglarme en la casa de los Cullen.

Aquello era un gran paso para ambos clanes. Marcaba el inicio de un importante cambio y Edward y yo éramos los pioneros. Se palpaba en el ambiente.

Cuando dejé mi Golf en el garaje, el Jeep de Emmett aún no estaba allí.

-Jacob...-Alice me estaba esperando y me arrastró hasta el piso de arriba. Pero no al dormitorio de Edward, sino al gigantesco cuarto de baño.

Mientras ella me colocaba el chaleco, que era algo incómodo para respirar debo añadir, me miré en el espejo-¿realmente hace falta todo esto?, en cualquier caso voy a parecer insignificante a su lado. No importa lo que lleve.

-Nadie osará considerarte insignificante cuando haya acabado contigo-dijo Alice segura-salvo...probablemente algunos de nuestros invitados te miren mal-se corrigió.

-No lo dudaba.

-Quiero decir...hay un clan de vampiros, como nosotros, vegetarianos. Viven en Denali. Tanya y los demás son muy amables y no creo que te den problemas, pero Irina...sentía bastante afecto por Laurent, el vampiro que vosotros matasteis en nuestra ausencia-le recordaba sin problemas. Habíamos salvado a Bella de el-y os aborrece desde entonces, aunque quizás ni venga.

-Bueno...mientras no interrumpa la ceremonia, creo que podré con ello.

-Y Tanya a lo mejor...puede que te lance alguna mirada...cómo decirlo...puede que te mire con algo de celos-comentó mientras me colocaba la pajarita de color blanco. A juego con el chaleco y la camisa.

-¿Celos?

-Si...-titubeó un poco-ella llegó a tener cierto interés en Edward hace un tiempo. Aunque él la rechazó cortésmente.

-Pues que se aguante-agregué. Alice sonrió a mi comentario.

Rosalie apareció por la puerta, justo cuando Alice había terminado de acicalarme.

-Ya han regresado-informó. Y como un niño pequeño que hubiera visto los regalos bajo el árbol de navidad antes de que se despertaran sus padres, me puse nervioso. Edward estaba en casa.

-¿Está...?

-Ha ido a vestirse-me interrumpió Rosalie y me miró de arriba abajo-vaya con la mascota...te sienta bien el frac.

-¿Me has...me has hecho un cumplido?

-Solo por hoy, no te emociones.

Alice ahora se centraba en mi cabello. Dándole los últimos retoques para que todos y cada uno de los pelos quedase en punta. Yo contemplé a Rosalie por el espejo.

-Rosalie...¿por qué las rubias sonríen cuando cae un rayo?-hizo un gesto de exasperación-porque quieren salir guapas en la foto.

Ella sonrió falsamente-ya lo conocía.

-Maldita sea...

-Otra vez será.

-Verás como lo consigo.

-Ya estás Jacob- anunció Alice. Impresionante, parecía otra persona y...realmente me sentaba genial-enseguida vengo, ahora me toca a mi-dijo y desapareció para volver pocos minutos después. Llevando un vestido plateado que parecía flotar alrededor de su cuerpo.

-¡Guau Alice!

-Nada de nada. Este día es vuestro. Y ahora dime, ¿estás bajo control o llamo a Jasper?

-¿Ya ha llegado mi padre?¿mis hermanas?¿mis amigos?

-Todos están abajo- Alice estaba de lo más calmada. Lo tenía todo planeado al milímetro.

-Pues quiero casarme de una vez-dije. Estaba ansioso por convertir a Edward en mi marido.

Alice bajó las escaleras delante de mi. Parecía danzar de forma lenta, con una gracia muy suya. La casa estaba llena de flores blancas que colgaban en guirnaldas por doquier.

No sé por qué me sorprendió que él ya estuviera allí. Presidiendo todas aquellas sillas abarrotadas. Debajo de un arco rebosante de más flores.

Apenas fui consciente entonces de que Carlisle estuviera a su lado. No veía a Billy donde debía de estar sentado, en la fila delantera, ni a mi nueva familia ni a ninguno de los invitados. Todos ellos tendrían que esperar.

Ahora sólo podía distinguir el rostro de Edward, que llenó mi visión e inundó mi mente. Sus ojos brillaban como la mantequilla fundida, en todo su esplendor dorado, y su rostro perfecto parecía casi severo con la profundidad de la emoción. Y entonces, cuando su mirada se encontró con la mía, rompió en una sonrisa de júbilo que quitaba el aliento. Ambos vestíamos igual, pero la rosa de su ojal era blanca y la mía roja.

Apresuré mis pasos y me coloqué a su lado. Y como no podía ser menos, le di la mano.

Hicimos los votos sencillos con las palabras tradicionales que se habían dicho millones de veces, aunque jamás por una pareja como nosotros. La parte del 'si, quiero' fue la que puso el mundo en su sitio. Las cosas se colocaban en la posición correcta y todo cobró un nuevo sentido. Miré a los ojos brillantes, triunfantes de Edward y supe lo mucho que yo había ganado. Le retendría de forma permanente e inquebrantable. Sin duda alguna. Desde ese mismo instante, él estaba tan irremediablemente atado como yo, y si yo le iba a pertenecer siempre, eso significaba que él siempre iba a ser mío. Ante ese pensamiento, me pareció que el hueco en mi pecho disminuía un poco su tamaño, pero solo un poco.

-Sí, quiero-dije yo cuando fue mi turno.

Y entonces, cuando todo terminó, las manos de Edward se alzaron para acunar mi rostro cuidadosamente. Yo tracé con mi cuerpo el poco espacio que nos separaba y uní nuestros labios. Era emocionante comprender, que esa persona tan asombrosa era mía. Que esos labios eran míos. Que ese aliento y esa piel me pertenecían. Le sujeté de la cintura y le besé con ternura, con adoración y olvidé a la gente, el lugar, el momento y la razón...recordando sólo que él me amaba, que me quería y que ya nunca debía mirar atrás. Todo era futuro con Edward. Nuestro futuro.

Él mismo tuvo que terminar el beso, porque yo me había pegado a él, ignorando las risitas disimuladas de mis amigos y los suyos, y las gargantas que se aclaraban ruidosamente entre la audiencia. En la superficie su fugaz sonrisa parecía divertida, casi una sonrisita de suficiencia, pero debajo de su momentánea diversión por mi exhibición pública de afecto había una profunda alegría que era un eco de la mía.

El gentío estalló en un aplauso y él movió nuestros cuerpos para ponernos de cara a nuestros amigos y familiares, porque yo seguía en el limbo más absoluto sin dejar de mirarle.

Los brazos de mis hermanas fueron los primeros que me encontraron. Pude ver que ambas tenían las caras bañadas en lágrimas, cuando al fin retiré con desgana los ojos de Edward. Y entonces me pasaron de mano en mano por toda la multitud. De abrazo en abrazo, y apenas fui consciente de a quién pertenecían los brazos de cada uno de ellos, con la atención puesta en la mano de Edward que aferraba firmemente la mía.

La ceremonia desembocó suavemente en la fiesta de recepción, correspondiendo con el plan intachable trazado por Alice. En esos momentos se ponía el sol sobre el río: la boda había durado exactamente el tiempo necesario para permitir que el sol se desvaneciera entre los árboles. Las luces del jardín relumbraban mientras conducía a Edward hacia las cristaleras traseras. Allí habían unas diez mil flores más que ejercían la función de carpa perfumada y aireada sobre la plataforma de baile, alzada sobre la hierba.

Las cosas se detuvieron, relajadas como la apacible tarde de agosto que nos rodeaba. El pequeño grupo de personas se extendió bajo la suave iluminación que ofrecían las luces titilantes y los amigos que acabábamos de abrazar nos saludaron de nuevo. Ahora era tiempo de hablar, de reír, aunque mi mente solo viajaba sobre Edward y en las ganas que tenía de hacerle mío completamente ahora que podría. Qué le voy a hacer...le deseo más allá de lo racional.

-Felicidades, chicos-nos dijo Seth, inclinando la cabeza bajo el borde de una guirnalda de flores para acercarse a nosotros. Chocó un puño con Edward antes de darle un afectuoso abrazo. Desde lo de la montaña, se habían convertido en grandes amigos.

Observé a Sue, algo más lejos, tensa y sin perder ojo de los invitados vampíricos. Mi padre, en cambio, parecía estar pasándoselo bomba. Sonreía constantemente y habría puesto la mano en el fuego, porque jamás le había visto así.

-Me alegro de verte Seth- dijo Edward revolviéndole el cabello con una mano y haciéndole sonrojar.

-Y yo...-dijo él y me miró-me alegro mucho por ti Jake, al fin lo conseguiste-me dio un fuerte abrazo que yo devolví. Era consciente del profundo cariño que me tenía y yo a el. Era como un hermano pequeño para mi, desde siempre.

-Gracias a vosotros también por compartir este día con nosotros-dijo Edward a Sue y a mi padre, ahora su suegro-estáis en vuestra casa.

-Ni lo menciones Edward. Mi gratitud para contigo es infinita-dijo Billy acercándose hasta el borde de la plataforma.

Se empezó a formar entonces en torno a nosotros, algo parecido a una fila. Conocí a una chica llamada Angela y a su novio Ben, antiguos compañeros en el instituto de Edward. Se les veía notoriamente asombrados de que mi vampiro se hubiera casado conmigo y no con Bella, pero fueron muy simpáticos. Y los siguientes en reclamar nuestra atención fueron Mike Newton con la chica con quien le había visto en la fiesta de graduación, al parecer, su nombre era Jessica. Me sorprendió, porque ambos iban cogidos de la mano. Después de ellos, conocí al clan de Denali. Contuve la respiración cuando Edward abrazó a una exuberante vampira de rizos rubios, la tal Tanya. A su lado, habían otros tres vampiros de ojos dorados que me miraban con curiosidad. Una de las mujeres tenía el pelo largo, de un rubio muy pálido, liso como la seda, llamada Kate. La otra mujer y su acompañante tenían el cabello negro, y se trataba de Carmen y Eleazar.

Tanya seguía reteniendo a Edward- ah, Edward, te he echado de menos.

Él se echó a reír entre dientes y maniobró para deshacerse del abrazo, colocando con ligereza la mano en su hombro y dando un paso hacia atrás, como si quisiera verla mejor. Era claramente consciente de que mi actitud pronto pasaría a ser territorial si ella seguía tomándose tantas confianzas con el.

-Cuánto tiempo ha pasado Tanya. Tienes un aspecto magnífico-alabó él.

-Tú también.

-Déjame que te presente a mi marido-era la primera vez que uno de nosotros pronunciaba esa palabra desde que se había convertido en una realidad oficial y parecía que iba a explotar de satisfacción al decirla. Lo mismo que yo al escucharla. Todos los de Denali se echaron a reír suavemente en respuesta- Tanya, éste es mi Jacob- había dicho mi Jacob...como lo hacía yo en mi mente desde que imprimé y eso me hizo sonreír ampliamente. Los vampiros que tenía delante pensaron erróneamente que era la felicidad que me embargaba por conocerles.

Tanya me echó una mirada más especulativa que resignada y después alzó una mano para tomar la mía.

-Bienvenido a la familia, Jacob- sonrió, algo compungida-nos consideramos también parte de la familia de Carlisle. Siento mucho el...,ejem, reciente incidente, cuando no nos comportamos como tales-se refería a lo de no habernos ayudado con los neófitos por culpa de su hermana Irina- deberíamos habernos conocido antes, ¿podrás perdonarnos?

-Claro que sí- aquello ya no tenía importancia para mi. Lo único que recordaba de la experiencia en la montaña, era el alucinante beso que Edward y yo habíamos compartido-es estupendo conoceros.

-Los Cullen ya están igualados en número. Quizá sea hora de nuestro turno, ¿eh, Kate?-comentó dirigiéndose a su hermana de cabello liso.

-No dejes de soñar-dijo ella y me cogió la mano apretándola cariñosamente-bienvenido, Jacob.

La mujer de cabello oscuro puso su mano sobre la de Kate.

-Estamos encantados de verdad de haberte conocido por fin-dijo Carmen y Eleazar asintió.

-Yo también.

-Tendremos la oportunidad de conocernos mejor más adelante-añadió Tanya- dispondremos de millones de años para ello.

Se mantuvieron todas las tradiciones al uso en aquella boda. Edward y yo nos vimos acribillados por el flash de muchas cámaras fotográficas mientras sosteníamos en alto el cuchillo sobre un pastel de tamaño espectacular. Alice había pensado en la manada sin duda. Nos turnamos para darnos el pastel el uno al otro. Edward se tragó valientemente su trozo mientras yo lo miraba con incredulidad. Y cuando comenzó la música, Edward y yo fuimos al centro de la pista para el acostumbrado primer baile.

-¿Está usted disfrutando de la fiesta señor Cullen?-me preguntó Edward divertido mientras dábamos vueltas.

-Más que usted señor Black- respondí sonriendo también.

-Edward Black...-musitó-me gusta.

-A mi también.

-Aunque tendré que acostumbrarme.

-Tendremos tiempo suficiente-comenté y me incliné para besarle sin dejar de bailar. Las cámaras disparaban fotos de un modo casi febril.

La música cambió entonces y sentí unos golpecitos en mi hombro. Al girarme descubrí a Alice.

-¿Bailas conmigo Jacob?-no podía hacerle el feo aunque deseara seguir bailando con Edward. Él hizo lo propio con Esme y yo intenté bailar con Alice. Cosa que me hacía quedar como un payaso, porque ella era infinitamente mejor en cuestión de danza.

-Gracias por esto Alice. La fiesta es una pasada-dije.

-De nada hermanito-apreció ella-¿nervioso por la luna de miel?, te he preparado la maleta. Jasper la puso en el coche.

-Habéis perdido el tiempo. Pienso estar todo el rato en pelotas-se me había escapado y lo había pronunciado en voz alta, pero ella se rió a carcajadas.

-¿Enserio?, pero si no sabes a dónde vais.

-Da igual el lugar, pero sí sé lo que haré-le guiñé el ojo e hice que diera una vuelta sobre si misma cogiéndola de la mano.

Creo que ya había bailado con casi todas las mujeres de aquella fiesta o eso me parecía. Esme, Carmen, Leah e incluso Rosalie. Pero todo sirvió para volver a tener entre mis brazos a Edward.

-¡Ya es la hora!-nos gritó Alice nada más habernos juntado mi marido y yo. La ignoré completamente y besé a Edward. Él me devolvió el beso sin dudar, hasta que su hermana nos interrumpió-¿es que queréis perder el avión?, estoy segura de que vais a pasar una luna de miel estupenda acampados en el aeropuerto, esperando el vuelo siguiente.

Edward giró el rostro lo suficiente para murmurar-lárgate, Alice.

-¿Queréis embarcar vestidos así?

-No pasa nada Alice- dije-ambos estamos muy bien con esta ropa...siendo nuestra luna de miel, la gente lo comprenderá-en realidad no quería que Edward se cambiase. Aquellas prendas debía arrancárselas yo.

Pero como todo lo que empieza, la fiesta llegó a su final. Y la gente se aglomeró en la entrada para vernos marchar, haciendo un pasillo.

Todo el mundo aplaudió cuando nos besamos en las escaleras de la entrada. Luego corrimos hasta el coche mientras comenzaba la tormenta de arroz. La mayoría no nos alcanzó, pero alguien, probablemente Emmett o Paul, nos arrojó los granos con una precisión asombrosa contra nuestra espalda.

Nos alejamos a toda velocidad despidiéndonos por la ventanilla y haciendo el inevitable ruido por las tradicionales latas que pendían del parachoques trasero.

Edward me dejó conducir en deferencia a que yo no sabía el lugar de la luna de miel. Pero sería capaz de llegar hasta el aeropuerto sin problemas. Y sin quitar el ojo de la carretera, cogí su mano y la estreché con fuerza.

-Te quiero-dije.

-Ése es el motivo por el que estamos aquí-comentó él y me besó la mano con la que lo sujetaba.

Cuando nos volvimos hacia la oscura autopista, escuché un sonido sobre el ronroneo del motor, procedente del bosque que quedaba a nuestras espaldas. Los aullidos de mi manada eran traídos hasta nosotros por el viento.

-Nos despiden con sus mejores deseos-tradujo Edward.

Continuará...

Notas finales:

Vale...sé que tod@s queríais lemon...pero ya sabemos que después de una boda...llega la luna de miel XDDDDD

Hasta el miércoles


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