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Novilunio por Rukkiaa

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Jefe Jacob

 

POV. Jacob

 

Estaba sentado en las escaleras con la cabeza entre las manos esperando a que bajasen del piso superior. Carlisle había montado toda una habitación de hospital ahí arriba. Pero yo no podía, ni quería estar allí. Había pasado una semana desde nuestra marcha de la isla Esme y aquella cosa no dejaba de crecer y crecer. Y los únicos que podían sacarla del vientre de mi vampiro eran los demás miembros de su familia, pero como Edward se negaba tajantemente y contaba con el apoyo inestimable de Rosalie...no había manera de acabar con 'eso'. ¿Y qué podía hacer yo?, esperar a que se abriera paso con sus dientes y atravesara la piel de Edward para salir al mundo. Solo de pensarlo se me revolvía el estómago. ¿Y si era malvada?¿y si era una criatura sádica y violenta?

La noche que llegamos a casa...las palabras de Carlisle...no podía quitármelas de la cabeza.

-----------------------------------------Flashback-------------------------------------------

No había modo alguno de ver lo que había dentro del estómago de Edward y él no se dejaba examinar como debería. Leía las mentes de todos, claro. Salvo Esme y Rosalie, los demás queríamos darle carretera a esa cosa y él no se dejaba tocar el vientre por nadie, excepto por la rubia, que vivía aquello como si le estuviera pasando a ella misma.

Edward decidió instalarse en el salón, tomando el sofá como su fuerte. Se tumbó allí, con las manos en su barriga y susurrándole cosas entre dientes a lo que fuera aquello. Yo solo podía sentarme en el suelo a los pies de su asiento sujetándome las piernas contra el pecho y esperando lo peor. Estaba claro que no había nada que hacer. Pero lo intentaban. Carlisle lo intentó.

-Recuerda a la madre de Tanya- dijo desde el umbral, comedido.

-No tiene nada que ver, Carlisle- respondió Edward sin dudar.

-Pero no sabemos lo que es. Esto escapa de nuestro entendimiento y puede que de nuestro control.

-No insistas Carlisle- no se movió un ápice del sillón. Ni para mirarle. Rosalie, que estaba cerca, en un rincón, sí le miró con reproche.

-¿Qué es eso de la madre de Tanya?-pregunté yo, con mi acostumbrada curiosidad. Edward me miró de refilón, pero no molesto, por fortuna.

-Nunca hablan de ella si pueden evitarlo-apreció el vampiro rubio.

-Bueno...pero no están aquí-dije.

Carlisle relajó los hombros y se acercó, sentándose en la mesita de centro, frente a mi.

-La creadora de Tanya, Kate e Irina, vivió muchos años antes de que yo naciera, durante el tiempo de una plaga que cayó sobre nuestro mundo, la plaga de los niños inmortales. No logro entender ni de lejos en qué estarían pensando aquellos antiguos para convertir en vampiros a humanos que eran poco más que niños. Eran muy hermosos, tan simpáticos y encantadores que no te lo puedes ni imaginar. Bastaba su proximidad para quererlos, era algo casi automático. Pero no se les podía enseñar nada. Se quedaban paralizados en el nivel de desarrollo en el que estuvieran cuando se les mordía. Algunos eran adorables bebés de habla ceceante y llenos de hoyuelos que podían destruir un pueblo entero en el curso de una de sus rabietas. Si tenían hambre, se alimentaban y no había forma de controlarlos con ningún tipo de advertencias. Los humanos los vieron, comenzaron a circular historias, y el miedo se extendió como el fuego por la maleza seca.

Tragué saliva sonoramente. Imaginarse aquello...y pensar en la posibilidad de tenerlo tan cerca.

-La madre de Tanya creó a uno de esos niños-siguió Carlisle- y como me ocurre con los demás antiguos, no puedo tener ni una idea lejana de sus razones para hacerlo. Y por supuesto, eso implicó a los Vulturis. Ellos estudiaron a los niños inmortales, tanto en su hogar de Volterra como en todo alrededor del mundo. Cayo decidió que los más jóvenes eran incapaces de proteger nuestro secreto y que por eso debían ser destruidos-me miró-ya te dije que eran adorables, y bueno, los miembros de los aquelarres lucharon con intensidad para protegerlos, por lo que quedaron diezmados...se perdieron muchas cosas. Al final, la práctica quedó completamente eliminada. Los niños inmortales se convirtieron en algo que no se debía mencionar, un tabú. Cuando yo vivía con los Vulturis, me encontré con dos de esos niños inmortales, así que conozco de primera mano su encanto. Aro estudió a los pequeños durante muchos años después de que tuviera lugar la catástrofe que habían causado. Pero al final, la decisión fue unánime: no se debía permitir que existieran niños inmortales...en realidad no está muy claro lo que ocurrió con la madre de Tanya. Tanya, Kate e Irina vivieron completamente ajenas a todo hasta el día en que los Vulturis vinieron a buscarlas. Lo que salvó la vida de Tanya y sus hermanas fue su ignorancia. Aro las tocó y descubrió su total desconocimiento del asunto, de modo que no fueron castigadas como su madre. Ninguna de ellas había visto nunca antes al niño, o ni siquiera soñado con su existencia, hasta el día en que le vieron arder en los brazos de su madre.

Miré a Edward con el temor reflejado en el rostro-¿podría...podría ser...?

-No será como ellos, Jacob- a pesar de todo...no sabía si creerle-no ha sido mordido. Ha sido creado de una manera totalmente opuesta.

Y así, quedó zanjado el tema por el momento.

-----------------------------------------Fin del Flashback-------------------------------------------

Me abracé a mi mismo buscando un consuelo que no llegaba. Era como luchar contra un muro de grafeno. Mientras allá arriba se dedicaban a medir el crecimiento desmesurado e imparable de la desconocida criatura.

Sentí que me faltaba el aire y salí de allí. Comencé a alejarme de la casa cada vez con pasos más apresurados sin rumbo fijo. Entré en el bosque, crucé la carretera y...terminé llegando a la reserva. No había visto a Billy desde mi boda, ni a los demás. Ni siquiera sabían que yo había vuelto a Forks. Pero poco me importó. Continué caminando hasta llegar a la playa con las manos hundidas en los bolsillos. Cuando llegué, seguí el sonido de una voz conocida y no tardé en toparme con Quil. Se hallaba en el extremo sur de la medialuna de la playa. Ahí lo tenía, borbotando un torrente de advertencias a una cría de poco más de dos años.

-Fuera del agua, Claire. Vamos, no, no. Eh. Muy bonito, señorita. ¿De veras quieres oír cómo me grita Emily?. No voy a traerte a la playa nunca más si no...¿ah,sí?. No...uf. Esto te parece divertido, ¿a que sí?

Cuando llegué hasta él, Quil aferraba por el tobillo a la niña. La pequeña sostenía un cubo en una mano; tenía los pantalones hechos una sopa y una colosal mojadura en el frontal de la camiseta.

-Cinco pavos a favor de la chica-dije para llamar su atención.

-¡Jake!¡has vuelto!-cogió a la pequeña en brazos y se acercó a mi. Sonriente-me alegro de verte.

-Tito Yei- dijo la niña con su vocecita y saludándome con la mano.

-¿Cómo te lo estás pasando, Claire?-pregunté.

-Quil está mojado.

-Ya lo veo. ¿Dónde está tu mamá?

-Ido, ido.

-Te perdiste su fiesta de cumpleaños. Cumplió tres. Fue muy divertido, ¿a que si Claire?-preguntó Quil a la niña que asintió con la cabeza-fue una fiesta temática. Tocó de princesas. Me hizo llevar una corona y Emily tuvo la ocurrencia de que podían probar su nueva caja de maquillaje conmigo.

-Vaya, de veras lamento no haber estado para verlo.

-No te preocupes. Emily ha hecho fotos. De hecho, he salido de lo más favorecido.

Claire chilló sobre los hombros de Quil y señaló el suelo.

-Quiero una piedra bonita, piedra bonita, para mí, para mí.

Él la puso en el suelo y la niña comenzó a rebuscar entre la arena.

-¿Y qué tal tu luna de miel?, no te hacíamos de vuelta hasta...bueno, dentro de bastante tiempo-dijo divertido sin dejar de mirar a la pequeñaja.

-Sí, bueno...-fingí despreocupación-no podía durar eternamente.

-¿Y cómo está Edward?

-Está...está bien. ¿Y los demás?¿Embry?¿Sam?

-Genial. Aunque...-titubeó un poco. Incómodo- Paul imprimó, lo cual fue genial para su impredecible comportamiento...se ha aplacado.

-¿Enserio?, eso es estupendo. ¿De quién?¿también alguien de la familia de Emily?

-No...de la tuya.

-¿Cómo?

-De tu hermana Rachel.

-¿Qué?

-Fue después de tu boda. Se encontraron aquí en la playa...y pasó.

Y pasó. Sí, así es como ocurría. Una sola mirada bastaba para encontrar el sentido a todo tu mundo. Y pensar que si mi hermana no hubiera viajado para ser testigo de mi matrimonio, quizás jamás se hubieran encontrado. Ella estudiaba en Washington. Era una de las primeras de su clase y se había graduado antes de tiempo. No sabía si alegrarme, o molestarme, porque se trataba de Paul. Tampoco sabía si mi padre lo llevaría bien. Pero tenía otras cosas de las que preocuparme, más graves que el hecho de que Paul se convirtiera en mi cuñado en un futuro quién sabe si no muy lejano.

-Maldición, ahí está Sam- anunció Quil sacándome de mis pensamientos-voy a llevarla con Sue- cogió a la niña de nuevo en brazos y salió corriendo.

-Una reunión de bienvenida...-musité. No había tardado mucho en sentir mi presencia en la reserva, pero primero quería ver a Billy antes de reunirme con mi manada de nuevo.

No me fue difícil dar con el. Estaba fuera de la casa, sentado en la silla de ruedas, tomando el aire. Al escuchar mis pasos acercándome a él, me miró.

-Jake...-su sonrisa de oreja a oreja me demostró lo mucho que me había echado de menos. Yo también a el. Así que le abracé cuando llegué a su lado.

-Hola papá.

-¿Cuándo has llegado?

-Yo...mejor entremos-dije nervioso. ¿Qué iba a hacer?¿contarle a mi padre lo que ocurría?¿por qué había vuelto antes de la cuenta?

-Ayúdame a entrar-dijo Billy.

-¿Desde cuándo necesitas ayuda, viejales?-pregunté sacándole una carcajada.

-Tengo los brazos cansados, acabo de llegar de casa de Sue.

-Pero si es colina abajo y fijo que te has pasado tirado a la bartola todo el día-apunté, aún así, empujé su silla de ruedas al interior de la casa, hasta el cuarto de estar.

-Tengo que decirte algo-dijo Billy- es sobre Paul...

-Ya, Quil me puso al tanto-me dejé caer en el sofá. No había ni rastro de Paul ni de mi hermana allí.

-Tal vez Rachel se vaya a vivir a casa de Paul- apreció triste-es muy duro para ella estar aquí, sabes que tus hermanas eran mayores cuando murió tu madre. A Rachel le resulta mucho más difícil que a ti hacer de este sitio su casa.

-Lo sé- mi hermana Rebecca sólo había pisado Forks para mi boda después de años. Aunque su excusa era que los billetes desde Hawái valían un pastón. Apuesto a que no se perdió mi enlace porque los billetes los había pagado Alice y se había quedado sin justificación posible. Washington estaba demasiado cerca para que Rachel tuviera la misma escapatoria. Ella iba directamente a clase después del verano, no volvía a casa porque doblaba turnos en algún restaurante o café del campus. Se hubiera pirado en un pispás de no ser por Paul seguramente.

Me puse en pie de nuevo bajo la atenta mirada de mi padre.

-Me largo-apunté-volveré a visitarte pronto.

-¿Ya te vas, Jake?

-Sí, Sam ha organizado una reunión.

-Está bien, pero dime, ¿cómo va todo?-quería retenerme allí un poco más. Me rompió el corazón.

-Todo genial papá-mentí y me dirigí a la puerta. Pero por alguna razón me detuve antes de tocar el picaporte. ¿Debía decírselo a Billy?, él siempre me había apoyado en todo. Sin pedirme explicaciones. Sin dudar. Nunca se opuso a mi relación con Edward. Jamás. Pero tal vez solo le asustaría o le daría ilusiones sin sentido. Aquello era...un monstruo. Aún así...-volvimos antes de la luna de miel porque Edward está esperando algo...-salió de mis labios sin más.

-¿Esperando qué?-la silla de ruedas chirrió porque se acercó un poco a mi. Yo continuaba dándole la espalda.

-Edward cree que...un bebé.

-¿Cómo dices?¿es...es eso posible?

-No lo sé...él...es lo que él piensa. Para mí sólo es...un peligro potencial.

-¿Un peligro?¿por qué?-me giré a mirar a Billy, parecía dolido-¿llamas peligro a tu hijo?

-No es...bueno, si lo es, tengo gran parte de culpa por su creación, pero no tenemos ni idea de lo que sea realmente. Incluso Carlisle está preocupado. Edward está convencido de que es algo bueno.

-Jake...¿algo?...no lo llames así. ¿Por qué no crees a Edward?

-¡Porque esto jamás ha ocurrido antes papá!¡esto no debió pasar!, éramos felices y ahora lo que sea eso se abrirá paso por sus entrañas y quién sabe si destruirá todo lo que haya a su alrededor. Los niños de esa naturaleza...son letales. Son una amenaza.

-Tú acabas de decirlo Jake, nunca ha ocurrido antes. No sabes si será o no peligroso.

Era inútil. Suspiré-no me escuchas...has pensado en la palabra nieto y da igual lo que yo te diga, ¿verdad?, te has puesto de su parte en cuanto he pronunciado bebé.

-Jake...

-Me voy-me marché con pasos decididos. Empecé a cabrearme. Con mi padre. Con Edward. Con Rosalie, Esme y los demás Cullen que no sacaban aquel monstruo del nido en el que se había instalado. Conmigo mismo. Y con el mundo.

Salí pitando en línea recta hacia el bosque en lugar de seguir el sucio sendero cubierto de malezas. Noté los desgarrones en la piel conforme las espinas se clavaban en ella, pero los ignoré. Los rasguños se habrían curado antes de que llegara a los árboles. Derrapé para frenar en cuanto llegué al bosque cerrado, libre de carreteras y de casas, para quitarme los pantalones. Los lié con movimientos rápidos y prácticos y los até a mi tobillo con un cordel de cuero. Comencé a transformarme incluso mientras terminaba los nudos. Una oleada de fuego me recorrió la columna, provocándome espasmos en brazos y piernas. La metamorfosis sucedió en un instante. La quemazón fluyó por todo mi cuerpo y yo sentí esa llama que hacía de mí algo más. Puse más fuerza en cada una de mis pesadas patas al pisar el suelo cubierto por la tupida vegetación y enderecé el lomo todo lo posible.

Y en ese momento, fui consciente de que tenía audiencia. Ofuscado como estaba, no me había dado cuenta de lo que eso suponía. Inconsciente, pensé de mi mismo. Imbécil.

Vieron todo el horror: el vientre abultado de Edward. Mis pensamientos al respecto. Las palabras de Carlisle hablando de los niños inmortales y su amenaza. Rosalie comportándose como la más entregada de las guardaespaldas. La desesperada Alice tratando con todas sus fuerzas de averiguar algo por ínfimo que fuera. Todo. Sin excepciones. Incluso mi luna de miel...

Pero eso quedó en segundo plano en aquel momento.

Su estupor sonó en mi mente como un grito silencioso y sin palabras.

-¡¡¡¡!!!!

No tardaron mucho en correr a mi encuentro.

Cayó la noche mientras seguía corriendo y los notaba cada vez más cerca de mi. Hasta que llegamos a un claro en el bosque con árboles talados por los leñadores, a poco más de quince kilómetros de La Push. Era un lugar encajado entre las cumbres de dos montañas, lo bastante retirado como para pasar inadvertido por cualquier observador.

Los barboteos de mi mente habían degenerado en una completa algarabía, pues todos gritaban a la vez. Sam tenía erizada la pelambrera del cuello y aullaba de forma incesante mientras iba de un lado para otro del círculo que había formado la manada. Paul y Jared se movían detrás de él como sombras con las orejas pegadas a los laterales de la cabeza. Todos los lobos del círculo se habían puesto en pie, profundamente agitados, y lanzaban gruñidos por lo bajo. El blanco de su ira no estaba claro en un principio, y llegué a creer que la descargaban sobre mí. No sin razón. Estaba hecho un lío y ya nada me importaba. Podían hacerme lo que les viniera en gana. Les había ocultado aquello y eso era una traición por mi parte. Pero también acababa de traicionar a Edward. Había desvelado aquel secreto. Había expuesto aquella criatura no nata al mundo exterior.

Entonces el caótico conjunto de pensamientos empezó a tomar una dirección concreta.

-¿Cómo puede ser?¿qué significa?¿qué va a ser esa criatura?

-Nada seguro. Nada bueno. Peligrosa.

-Antinatural. Monstruoso. Una abominación.

-No podemos permitirlo.

Ahora todos los miembros de la manada, salvo yo y Seth, caminaban y pensaban de forma sincronizada. Me senté junto al menor de los Clearwater, demasiado desconcertado como para meterme en la conversación grupal.

-El tratado no recoge esto.

-Ese bicho nos pone a todos en peligro.

Intenté comprender la espiral de voces y seguir el sinuoso sendero de pensamientos para ver adónde querían ir a parar, pero no tenían el menor sentido. Ocupaban el centro de sus reflexiones unas imágenes que eran las mías, las peores de todas: la negativa de Edward a deshacerse de aquello una y otra vez, hasta la saciedad; y la charla de Carlisle sobre la madre de Tanya.

-También ellos temen al feto.

-Pero no van a hacer nada al respecto.

-Protegen y acatan las opiniones de Edward.

-Eso no puede influirnos. Hay que defender a la tribu.

-La seguridad de nuestras familias y de cuantos aquí moran es más importante que la vida de una sola criatura.

-Si no la matan ellos, tendremos que encargarnos nosotros.

Me puse en pie al escuchar aquello. Y me centré en ver quién decía qué.

-No hay tiempo que perder-empezó Jared.

-Esto va a provocar una lucha-previno Embry- y de las chungas.

-Estamos preparados-insistió Paul.

-Necesitamos contar con el factor sorpresa de nuestro lado-caviló Sam.

-Si los sorprendemos cuando estén separados aumentarán nuestras posibilidades de victoria-arguyó Jared, que empezaba a trazar una estrategia.

-¡Eh!¿qué estáis diciendo?¡no podéis atacar a mi familia!-bramé llamando la atención de todos.

-¿A qué familia te refieres, Jake?-preguntó molesto Paul con doble sentido.

-No atacaréis a Edward- gruñí enseñándole los dientes.

-Hay que deshacerse de ''eso'' Jacob- la voz potente de Sam inundó mi mente-es un peligro para la manada. Para nuestra gente.

-¡Si le hacéis daño me lo haréis a mi!

-La vida de una sola persona no es comparable-argumentó Sam entre dientes.

-¡¿Cómo?!

Los demás le miraron igual de conmocionados que yo. Pero era el Alfa, pronto estuvieron de su parte. Salvo Seth, que gruñó por lo bajo.

-Entiende Jacob, es un riesgo. No haremos daño a Edward, no es nuestra intención, pero si intenta impedirnos...

-¡Solo un vampiro puede sacarlo!¡¿no lo entendéis?!¡¿no lo habéis visto?!

-No vamos a esperar a que nazca, Jacob. ¿Nos expondrás a semejante situación?¿podrás cargar con ese peso en tu conciencia?¿y si es imparable?

-¡¿Y cómo pensáis matar a esa cosa sin acabar también con Edward?!¡lo defenderá a capa y espada!

Reinó el mutismo, pero ese silencio estaba cargado de amenazas. Proferí un aullido y les barrí uno por uno con la mirada.

-¿De verdad me haríais una cosa así?¿vosotros que tenéis vuestra imprimación...me dañaríais de ese modo?-no podía dar crédito. Seguían callados y eso me sacó de mis casillas. Me aparté de Seth con un brinco y me lancé contra Sam con las fauces abiertas.

-¡Quieto!-me ordenó con el timbre doble propio del Alfa. Las patas se me doblaron y me removí antes de detenerme. Me mantuve en pie por un acto de pura fuerza de voluntad-escúchame Jacob, estamos aquí para actuar contra todo aquello capaz de acabar con la vida humana, y cualquier excepción a ese código de conducta es de lo más desolador. Todos nosotros vamos a lamentar la acción de esta noche.

-¿Esta noche?-repitió sorprendido Seth- creo que deberíamos hablar del tema un poco más y al menos consultar con los ancianos. No puedes pretender en serio que vayamos a matar al hijo de Jacob...

-No hay hueco para tu tolerancia hacia los Cullen ahora ni tiempo para debate, Seth. Tú harás lo que se te ordene.

Seth dobló las patas traseras y agachó la cabeza bajo el peso de la orden del Alfa. Sam anduvo alrededor de nosotros dos, describiendo un círculo muy cerrado.

-Necesitamos a toda la manada para acometer esta misión, Jacob, y tú eres el guerrero más fuerte, Esta noche vas a luchar con nosotros.

-No me obligues a hacer eso Sam...no puedo ir contra Edward y lo sabes...-supliqué.

-Comprendo que esto es muy duro para ti, razón por la cual vas a centrarte en los demás. Emmett y Jasper. Tranquilo, no te vas a ver envuelto con...la otra parte. Quil y Embry lucharán a tu lado.

-Es una broma...dime que es una jodida broma-solté un quejido. Me temblaron los carpos de las patas e hice un enorme esfuerzo por mantenerme en pie mientras la voz del Alfa se imponía a mi voluntad.

-Paul, Jared y yo nos encargaremos de Edward y Rosalie. Obligaremos a Carlisle a que lo saque por las buenas. Collin, Seth y Leah, vuestras son Alice y Esme. Destruir a la criatura es nuestra prioridad. Recordadlo.

La manada gruñó su asentimiento con nerviosismo. Todos tenían erizada la pelambrera a causa de la tensión. Los pasos eran más rápidos y el sonido de las pezuñas sobre el suelo salino resultaba más agudo cada vez que lo arañaban.

Únicamente Seth y yo permanecimos inmóviles en el centro de una tormenta de dientes al descubierto y orejas gachas. Mi acompañante casi tocaba la tierra, doblegado por las órdenes de Sam. Percibí su pena ante el inminente acto de deslealtad, ya que Seth había luchado junto a mi Edward en el pasado y había llegado a convertirse en un sincero amigo suyo. Sin embargo, no albergaba intención alguna de oponerse. Iba a obedecer sin importar lo mucho que le doliera. No le quedaba otra alternativa.

¿Y cuál tenía yo?, ninguna tampoco. La manada sigue al Alfa cuando éste habla. Sam nunca había llegado tan lejos a la hora de imponer su autoridad y yo sabía cuánto aborrecía ver a Seth postrado ante él, como un esclavo a los pies de su maestro. Jamás habría forzado la situación hasta ese límite de no haber creído que se había quedado sin elección. El vínculo mental existente entre las mentes de todos nosotros le impedía mentirnos y éramos conscientes de la sinceridad de su convicción. Yo estaba de su parte, a medias. Yo quería acabar con la cosa que crecía dentro de mi marido, pero no de esa forma. No bajo la amenaza de su propia muerte y por ende, de la mía. Sam sabía el peligro que suponía Edward, con su don para leer el pensamiento. Se enfrentarían los dos. Iría a por él como un perro perseguiría incansable un hueso. Y a mi me emparejaba con Jasper, el segundo mayor riesgo a su criterio. Confiaba en que sin las visiones de Alice por nuestra presencia la volvieran una presa fácil y que el aborrecimiento por la lucha de Carlisle le hiciera acatar sus ordenes a expensas de no provocar una guerra entre clanes.

Me puse más enfermo aún que Seth cuando contemplé cómo Sam iba desgranando su plan, analizándolo desde todos los ángulos para dar a cada componente del grupo las máximas posibilidades de sobrevivir. Todo estaba del revés. Matar a Edward era como asesinarme a mí, como suicidarme. No debía permitir aquello.

-Ve con los demás, Jacob- me ordenó Sam entonces- la tribu es más importante.

Me mantuve en mi sitio-no.

Sam bufó y se acercó al paso hasta plantarse delante de mí. Me miró fijamente a los ojos mientras un sordo gruñido se le filtraba entre los dientes.

--decretó el Alfa con esa doble voz suya que abrasaba con el fuego de su autoridad-esta noche no hay escapatoria posible. Tú, Jacob, vas a ayudarnos en la lucha contra los Cullen. Tú, Quil y Embry os encargaréis de Jasper y Emmett. Estás obligado a proteger a la tribu, ésa es la razón de tu existencia, y vas a cumplir con esa obligación.

-¡No!-lo percibió de inmediato en la nota de mis pensamientos, supo de mi elección en cuanto escuchó la voz Alfa en mi mente-¡la razón de mi existencia es Edward!¡sólo Edward!¡lucharé y moriré protegiéndole, no peleando contra él!- Sam retrocedió medio paso con un aullido de sorpresa mientras yo volvía a ponerme en pie, completamente erguido.

-¿Qué has hecho, Jacob?

-No voy a seguirte en esto, Sam.

Clavó en mi los ojos, estupefacto-¿los antepondrás a nosotros?

-Sí.

-¡Debemos proteger a nuestras familias!

-Yo hago lo mismo. Lo siento Sam, entiendo tu postura, piensas en Emily y lo comprendo mejor que nadie, pero tú no decides por mí, ya no.

-No puedes dar la espalda a la tribu, Jacob.

Percibí el doble eco de la orden impartida con su voz de Alfa, pero no sentí el peso de la misma, pues ya no causaba efecto alguno en mí, Apretó la mandíbula tratando de forzarme a responder a sus palabras. Miré fijamente sus ojos coléricos.

-El hijo de Ephraim Black no ha nacido para seguir al de Levi Uley.

-Ah, entonces ¿es eso, Jacob Black?¡la manada nunca te seguirá ni aunque me venzas!

El pelo del cuello se le puso de punta al tiempo que Paul y Jared gruñían con las pelambreras erizadas.

-¿Vencerte?, pero si no voy a pelearme contigo, Sam.

-En tal caso, ¿qué te propones?. No tengo la menor intención de apartarme para que puedas proteger a tu anómala progenie a expensas de la tribu.

-No te lo voy a ordenar.

-Si les ordenas que te sigan...

-No se me ha pasado por la cabeza privar a nadie de su voluntad-añadí.

Flageló el aire con el rabo de un lado para otro y se echó hacia atrás para evaluar el buen tino de mis palabras. Entonces, se adelantó un paso y nos quedamos en un cuerpo a cuerpo. Exhibió los dientes a centímetros de los míos. Hasta ese momento no me di cuenta de que yo había crecido más que él.

-No puede haber más de un Alfa-dijo nervioso-y la manada me ha elegido a mí. ¿Vas a separarte de nosotros esta noche?¿darás la espalda a tus hermanos o vas a poner fin a esta locura y volverás a reunirte con nosotros?

Todas y cada una de las palabras venían envueltas en una nota de autoridad, pero no hizo mella alguna en mí. Fue en ese momento cuando comprendí la razón por la cual jamás había más de un macho Alfa en la manada. Todo mi ser respondía al desafío y noté cómo me embargaba el instinto de defender lo que era mío. La fibra de mi esencia lupina se aprestó a la batalla para dirimir la supremacía. Le eché los restos para controlar esa reacción. Había en mi alma algo más fuerte todavía que eso. El intenso sentimiento hacia algo que sí que me pertenecía por completo. Edward. Y mi prioridad era mantenerle a salvo. No iba a enzarzarme en una pelea con Sam, que seguía siendo mi hermano, incluso aunque le diera la espalda.

-Esta manada sólo tiene un Alfa y yo no voy a cuestionar eso. Voy a elegir mi propio camino, eso es todo.

-¿Ahora perteneces al aquelarre de los Cullen, Jacob?

-No. Pertenezco a un Cullen- él retrocedió por el peso de mi voz de Alfa, que le afectaba más que la suya a mi, ya que yo había nacido para mandar sobre él-y ten esto por seguro-advertí-voy a interponerme entre vosotros y él. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras acabáis con mi vida. La manada es mejor que eso. Guíala en la dirección correcta, Sam.

Un coro de aullidos rasgó el aire a mi alrededor cuando le di la espalda y me alejé de la algarabía que había provocado. Hundí las pezuñas en el suelo a fin de correr más, pues no disponía de mucho tiempo. Al menos, Leah era la única con posibilidades de sobrepasarme y yo ya había cobrado ventaja.

Los bramidos se fueron disipando con la distancia, pero que el alboroto siguiera rasgando el velo de la noche me consolaba. Aún no me seguían.

Debía avisar a los Cullen antes de que la manada se reuniera y me detuviera. Si el aquelarre estaba alerta, Sam tendría que pensárselo otra vez antes de que fuera demasiado tarde. Imprimí mayor velocidad a mi carrera en dirección a la casa blanca, mientras dejaba atrás mi hogar de toda la vida. Ya no era mío. Había renunciado a todo. Por proteger...mi todo.

A medio camino, escuché el sonido que tanto había esperado y temido. El suave impacto contra el suelo de unas zarpas enormes detrás de mí, en pos de mis huellas. Aumenté la fuerza de mis zancadas y me lancé como un poseso por el bosque sombrío. Me bastaba con acercarme lo suficiente para que Edward pudiera leer en mi mente la señal de alarma. Leah no iba a ser capaz de detenerme ella sola. Pero en ese momento, percibí el hilo de esos pensamientos situados detrás de mi. No había ira, sino entusiasmo. Un instinto servil y no de caza. Interrumpí la carrera y di un par de traspiés antes de volver a recuperar el equilibrio.

-Espérame, no tengo las patas tan largas como las tuyas.

-¿Seth?¿qué estás haciendo?¡vuelve a casa!

No me respondió, pero logré percibir su entusiasmo mientras seguía mis pasos sin vacilar y fui capaz de ver a través de sus ojos igual que por los míos. Para él, la escena nocturna estaba llena de esperanza y para mí era de lo más sombría. No me percaté de que había ralentizado el paso y de pronto lo tuve a un flanco, corriendo junto a mi.

-No estoy de guasa Seth- advertí-éste no es lugar para ti. Hala, date el piro.

-Te sigo a ti, Jacob- resopló-a mi modo de ver, tienes razón, y no voy a permanecer con Sam cuando...

-Maldita sea, ya lo creo que vas a correr detrás de Sam. ¡Ya puedes ir moviendo ese culo peludo tuyo hacia La Push!¡acata las órdenes de Sam!

-No.

-¡Ve, Seth!

-¿Es eso una orden, Jacob?

Su pregunta me hizo detenerme en seco. Resbalé y a fin de detenerme, hundí las uñas en el barro hasta dejar surcos en él.

-Yo no ordeno nada a nadie. Me limito a decirte lo que tú ya sabes.

Se dejó caer sobre los cuartos traseros a mi lado-yo voy a decirte lo que sé. Fíjate cuánto silencio...¿no lo has notado?

Parpadeé y moví la cola en señal de intranquilidad nada más comprender a qué se refería. El silencio no era absoluto. Lejos, en el oeste, los aullidos seguían llenando la noche.

-Y no han cambiado de fase-me recordó Seth.

Ya lo sabía. Ahora la manada iba a estar en alerta roja. Podían usar el vínculo mental para ver con claridad por todos los flancos, pero yo era incapaz de escucharles los pensamientos. Únicamente podía oír a Seth, sólo a él.

-Da la impresión de que el vínculo no existe entre dos manadas diferentes ¿no?-apreció Seth- supongo que no había razón para que lo supieran nuestros padres, pues no existía posibilidad alguna de que hubiera dos manadas separadas. Nunca había lobos suficientes para dos grupos. Vaya. Menudo silencio. Da un poco de grima, pero, por otro lado, también da buen rollo, ¿no te parece?, apuesto a que era más fácil para Ephraim, Quil y Levi, como ahora ocurre entre nosotros. No hay tanta cháchara siendo solo los dos.

-Cállate.

-Sí, señor.

-¡Para ya!, no hay dos grupos-dije-la manada va por un lado y yo por otro. Eso es todo, así que anda, tira ya para casa.

-Si no hubiera dos manadas, en tal caso, ¿por qué tú y yo nos podemos oír perfectamente y no escuchamos a los demás?. Creo que has realizado un movimiento significativo cuando te has apartado de Sam, has provocado un cambio, y creo que el hecho de seguirte ha tenido también su relevancia-se levantó y comenzó a trotar hacia el este-ahora no hay tiempo para discutir el asunto. Deberíamos movernos para anticiparnos a Sam.

Estaba en lo cierto. No teníamos tiempo para esa discusión. Eché a correr de nuevo, pero me impuse un ritmo menos duro. Seth me siguió muy de cerca en el flanco derecho, el lugar tradicional reservado al segundo de la manada. Aumentamos la velocidad a pesar de no oír sonido alguno que nos indicara una posible persecución. Ahora estaba más preocupado, las cosas iban a ser más difíciles si no podía meter la oreja en las conversaciones de la manada, pues tenía las mismas posibilidades de prever un ataque que los Cullen.

-Podemos hacer rondas-sugirió Seth.

-¿Y de qué nos sirve eso si nos desafía el grupo?¿atacarías a la camada y a tu hermana?

-Los Cullen nos ayudaran. Son tu familia. Todos podremos replegarnos. Ahora en la manada de Sam son solo ocho.

-Deja de ser tan...optimista. Me sacas de quicio.

-Vale, sin problemas. ¿Quieres que sea un cenizo y un agorero o sólo que me calle?

-Que cierres la boca.

En ese momento cruzamos el camino y el bosque situado alrededor de casa de los Cullen. Solo faltaban pocos metros.

-Quédate por aquí Seth- pedí y salí de fase. Me puse los pantalones en un santiamén.

Carlisle me abrió la puerta, como siempre, antes de que llegase siquiera a tocarla.

-Jacob...

Ni me detuve a saludarle, fui directamente al salón, donde, como esperaba, Edward estaba sentado en el sofá junto a Rosalie.

-Edward...-musité. Él me miró interrogante durante lo que me pareció demasiado tiempo-perdóname.

-¿Por?-preguntó extrañado.

-¿No...has leído mi mente?

-Ya no lo hago. No me gusta lo que hay en ella-aclaró y centró su vista en la pantalla del televisor.

-Pues deberías hacerlo esta vez, es urgente.

Ahora sí, abrió los ojos desmesuradamente y se puso en pie-¿qué has hecho Jacob?

-Lo siento Edward, no quería que se enterasen, de verdad que no...solo estaba enfadado y...

-Jacob, eso no, supuse que tarde o temprano se enterarían. ¿Has dejado la manada?

-Pues claro. Vienen a por ti.

-¿Qué?-Rosalie se escandalizó y enseguida estuvo al lado de Edward, rígida como una estatua.

-No podía ser partícipe de esa locura. No soy un kamikaze. Quieren hacerte daño Edward, y a...

-Como digas "eso", Jacob, no respondo de mi-advirtió Edward y dirigió su mirada hacia el ventanal- Seth ha ido al este, a recorrer el perímetro. ¿Va a exponerse a algún peligro?

-No lo creo. Pero quizá debería ir yo también, por si acaso.

-Gracias por la advertencia-dijo Edward con la mirada perdida en el exterior. Como si yo hubiera sido un hombre del tiempo cualquiera diciéndole que no saliera de casa sin paraguas. Eso me dolió un poco. Pero, antes de salir abatido por la puerta, sentí la mano de Edward en mi antebrazo, deteniéndome. Cuando le miré interrogante, me abrazó con fuerza, pegando su abultado vientre en el mío-ten cuidado-pronunció cerca de mi oído.

Continuará...


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