Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Novilunio por Rukkiaa

[Reviews - 225]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Actualizo temprano porque hoy me voy de concierto >///< a ver a mis queridos Backstreet boys jejeje

El torbellino E.J.

 

POV. Jacob

 

Estaba ensimismado con ese rostro. Con esos ojos verdes.

E.J. me sonrió de nuevo, mostrando sus pequeños dientes cuadrados y sus dos hoyuelos. Entonces, de forma muy deliberada, me tocó la cara.

Empecé a jadear, me aturdí e incluso me asusté por la extraña y alarmante imagen que llenaba mi mente. Lo sentía como un recuerdo muy fuerte, tanto, que me parecía estar viéndolo a través de mis ojos mientras lo observaba en mi cerebro, aunque me resultaba completamente desconocido. Miré a través de la expresión expectante de E.J., intentando comprender lo que estaba pasando, luchando con desesperación por aferrarme a mi calma.

La imagen era chocante y desconocida. Primero era la oscuridad más absoluta, y podía oír mi propia voz, con un eco extraño, como si hablase bajo el agua. Y después todo era luz, una luz brillante que me daba de lleno en los ojos. Vi a Carlisle, a Esme y a Rosalie. Poco después, todos los Cullen se movían de un lado para otro en aquella habitación, me rodeaban. Decían palabras que ni era capaz de atender, sólo buscando con la cabeza a Edward. Sólo con el pensamiento de ver a Edward. Y me di cuenta de que aquello era el nacimiento de mi hijo.

-¿Qué...ha sido...eso?-pregunté aturdido después de que la mano de E.J. cayera desde mi mejilla. Sonrió más aún, luciendo de nuevo sus hoyuelos.

-¿Qué es lo que has visto?-me preguntó Rosalie con curiosidad-¿qué es lo que te ha mostrado?

-¿Cómo?¿él ha sido el que me lo ha mostrado?-inaudito.

-Es difícil de explicar...-dijo Edward- pero parece bastante efectivo como medio de comunicación. No es humano Jacob. Tiene un don. Te ha mostrado los recuerdos que tiene de ti, tu voz mientras aún estaba dentro de mi. Quiere que sepas que ya ha hecho la conexión y sabe quién eres. Y te ha enseñado su nacimiento dado que no estabas presente.

-Pero ¿cómo hace eso?

E.J. parecía indiferente a mis ojos pasmados. Sonreía levemente y miraba a Edward.

-¿Cómo puedo escuchar yo los pensamientos de otros?¿cómo ve Alice el futuro?-Edward se encogió de hombros.

-Es un giro interesante-apreció Carlisle- como si él hiciera justo lo opuesto a lo que Edward es capaz de hacer.

Me quedé ensimismado mirando el segundo rostro más hermoso del mundo.

-Me alegro de conocerte por fin, peque...

-Leah y Seth deberían conocerle también-comentó Edward- estaban preocupados por tu estado de nervios.

Les escuchaba en el piso inferior, inquietos en el vestíbulo.

-Pues vamos a que te conozcan-dije a mi hijo y encabecé la marcha por las escaleras, seguido de Edward. En cuanto me vieron, Seth y Leah sonrieron.

-Ha ganado E.J. ¿eh Edward?-le preguntó Seth que se acercó corriendo a mi vampiro.

-Ha ganado E.J.-confirmó y chocaron los puños.

Leah fue la primera en acercarse a ver al bebé.

-Oh, Jake...-se cubrió la boca con las manos un poco emocionada y sorprendida-es precioso de verdad...pero...

-Son mis ojos-aclaró Edward antes de que Leah terminara de pronunciar la frase-ese era mi color de ojos antes de convertirme en vampiro. Parece ser que los ha sacado él-sus palabras estaban cargadas de un profundo afecto que se podía palpar en el aire.

-Vaya. Moreno de ojos verdes...-apreció Leah- no va a ser popular. Para nada-dijo irónica y rió.

-Yo también quiero verlo- Seth se asomó por encima de uno de los hombros de su hermana y la apartó un poco. E.J. centró su vista en él y supe que lo había reconocido también. Su lector de cuentos particular. Pero a pesar de que esperaba una reacción o un comentario por parte de Seth...él se quedó completamente callado. Absorto durante un rato.

Una risa entre dientes de Edward me resultó de lo más extraña.

-Seth, ¿qué te pasa?¿te has quedado tonto?-preguntó Leah dándole un par de palmadas en el antebrazo.

Eso sacó al chico de su ensimismamiento-¿eh?

-Creo que tenías razón Leah, E.J. va a ser muy popular-dijo Edward. Se acercó a Seth y le revolvió el cabello con una mano-todo está bien, Seth.

-¿De qué habláis?-pregunté sin entender nada. Seth solo parecía ruborizarse de pronto, y Edward complacido.

-Seth ha imprimado-dijo mi marido como quien diría la hora a un transeúnte.

-¿Qué?-el color de piel de Leah rebajó su intensidad un par de tonos.

-¿Cómo?¿de qui...?

Miré alrededor mientras hablaba, pero me silencié. Habíamos sólo cuatro individuos allí...y E.J.

-¿De nuestro hijo?-por alguna razón, no me sorprendí. Parecía de lo más razonable. Seth siempre había sentido un profundo cariño hacia mi, y cuando conoció a Edward, había sido igual. Era lógico que el fruto de nuestro amor se hubiera convertido en su imprimación, ¿no?

-¿Puedo cogerlo Jake?-me preguntó Seth con un brillo que me resultaba de lo más familiar en los ojos. Francamente, si alguien debía quedarse con nuestro hijo en el futuro, me encantaba Seth.

-Claro-lo pasé a sus brazos con cuidado. Él lo recogió como si fuera la más delicada de las joyas y yo me acerqué a Leah, que se había quedado sin habla. No necesitaba estar en forma de lobo para saber lo que le pasaba. Su hermano pequeño acababa de imprimar. Puse una de mis manos en su espalda y la hice salir fuera-¿estás bien, Leah?

-Sí...-dijo, pero los ojos se le llenaron de lágrimas y se cubrió la cara con las manos. La abracé-no pienses que soy mala Jake...pero...todos menos yo...

-Te comprendo Leah.

-Me alegro por mi hermano. De verdad...

-Lo sé.

-Pero sólo tiene dieciséis años y ya...

-Escucha Leah...-dije para tranquilizarla-tengo una teoría-alzó la vista hacia mi y me miró con interés, con aquellos ojos humedecidos por el llanto- lo de Seth en cierta forma tiene sentido. Es como si su afecto por mi y por Edward fuera por esto. Preparándole para esto. Quizás tú...tal vez debas esperar a que Sam y Emily tengan hijos. Quizás ese sea tu camino y por eso no puedes olvidarle.

-¿Insinúas que podría imprimar...?

-Sólo es un teoría. Pero si lo pienso, muchos de los casos están relacionados. Jared conocía a Kim de clase, ella estaba loca por él, y zas, imprimado. Yo creí que me gustaba Bella, hasta que me encontré con su...novio vampiro, y zas, imprimado. Seth ha sido mi amigo desde siempre, ahora nace mi hijo, y zas, imprimado.

-Y Sam era mi novio hasta que conoció a mi prima Emily- dijo ella. Pero su voz no era triste esta vez, sino esperanzada.

-Sólo es una teoría-repetí.

-¿Y si no es un hijo de Sam y Emily?

-Pues será el de Paul y Rachel...o el de Jared y Kim...incluso podría ser una chica, Leah. Cuando menos lo esperes aparecerá, hazme caso. Siempre ocurre, si lo buscas, no lo encuentras.

-Sino tendrás que tener más hijos Jacob- me dijo ya sonriente.

-Con uno me basta-dije recordando lo mal que lo había pasado en los comienzos.

-Es hermoso Jake, me alegro de que vaya a ser de mi familia-me abrazó de nuevo, pero esta vez era ella la que rodeaba con sus brazos mi cuerpo-y mi madre seguro que también se alegra.

Lo primero que hice al día siguiente, fue poner fin a aquella absurda enemistad con la manada de Sam. El motivo por el cual nos habíamos separado, ya no existía. La criatura, mi hijo, no era dañino para nadie, entre otras cosas porque no tenía ponzoña, y además, ahora estaba ligado al alma de Seth. La tregua volvió y más fuerte que nunca. Así que E.J. se había vuelto intocable porque Seth sentía lo que sentía por él. Días después descubrí también que tanto Sam como yo, a pesar de ser Alfas de diferentes manadas, podíamos comunicarnos mentalmente entre nosotros, pero con una especie de filtro, puesto que él solo podía escuchar lo que yo quisiera decirle y viceversa. Tal vez nuestra amistad nunca volviera a ser la de antes, pero las cosas retornaban a la calma y eso era de agradecer. Nuestra vida parecía perfecta de nuevo.

Una tarde, Leah y yo estábamos en el salón jugando a videojuegos, mientras Edward sujetaba a E.J. que miraba divertido a la pantalla, y Seth le observaba y se reía a la vez que él lo hacía. Cuando escuchamos a Carlisle bajando las escaleras con las manos llenas de cosas. Una cinta de medir, una balanza...

-¿Ya son las seis?-preguntó Edward.

Carlisle asintió-hora de medir a E.J.-lo hacía cuatro veces al día he de añadir.

-Sigue creciendo con mucha rapidez...-murmuró mi marido. Leah y yo habíamos pausado la partida y apreté la mano de Edward.

Miré a E.J. Tenía un aspecto perfecto, sanísimo. Su piel brillaba y sus mejillas estaban sonrosadas. No podía haber nada malo en una belleza tan radiante. La diferencia entre el niño que había nacido días atrás y el que sonreía en los brazos de Edward en ese momento, habría sido evidente para cualquiera, pero la que había entre el E.J. de hacía una hora y éste era más sutil. Unos ojos humanos jamás habrían sido capaces de percibirla, aunque estaba allí.

Su cuerpo era algo más largo y sólo un poco más esbelto. Ya no tenía el rostro tan redondo, se volvía más ovalado con cada minuto que pasaba. El cabello lo tenía revuelto, lo que le daba un aire desenfadado como a Edward, y era de un largo similar al suyo. Rosalie lo cogió en brazos y se dejó hacer mientras Carlisle extendía la cinta en toda su longitud y después la usaba para medir el perímetro de su cráneo.

Era consciente de que Seth tenía los brazos cruzados con gran fuerza sobre su pecho, mientras que la mano de Edward se agarraba con firmeza a la mía. E.J. había madurado de una simple célula a un bebé de tamaño normal en el curso de unas cuantas semanas. Tenía muy buen aspecto, parecía camino de convertirse en un bebé de un par de años de edad en apenas algunos días. Si seguía ese ritmo de crecimiento...Edward apretó más mi mano, lo que me indicó que sus pensamientos seguían el mismo camino que los míos.

-¿Qué vamos a hacer?-pregunté preocupado.

-No lo sé.

-Va algo más despacio-dijo Seth en tensión.

-Necesitaremos unos cuantos días más de medidas para poder establecer la pauta-dijo Carlisle- no puedo hacer ninguna promesa.

-Ayer creció cuatro centímetros, hoy menos-informó Seth.

-Por apenas una centésima de centímetro, si mis medidas son correctas-replicó Carlisle.

E.J. entonces pareció molesto. Comenzó a retorcerse y levantó la mano imperiosamente hacia Rosalie. Ella se inclinó de modo que pudiera tocarle la cara. Después de un segundo, la rubia suspiró.

-¿Qué quiere?-preguntó Seth. Pero Edward se había adelantado y ya iba a coger al niño.

-A mi.

-A Edward por supuesto-secundó Rosalie.

Sonreí ante la fijación que tenía el niño por Edward. Era de agradecer que no me molestara con lo celoso que yo era.

Todos seguimos con nuestras cosas hasta que el sonido de un motor fuera de la casa nos hizo mirarnos unos a otros. Pero yo reconocí el origen. Era el Ford de Billy y salí a recibirle a la puerta.

No venía solo, Sam y Emily le acompañaban.

-Hola Jacob- Emily me abrazó con cariño, pero solo con un brazo, porque en el otro llevaba una bandeja con sus inconfundibles magdalenas.

Estreché la mano de Sam y recibí una mirada de reproche por parte de mi padre antes de abrazarle también-hola Jake.

-Hola papá.

-He tenido que enterarme por Sue Clearwater de que ya era abuelo-me reprendió.

-Lo siento...

-Ayudadme a entrar para ver a mi nieto-le importaba un pepino lo que yo le dijera en ese momento.

-Bienvenido señor Black- Carlisle fue el primero en recibirle una vez dentro. Emily iba detrás de mi padre, alucinada con la casa.

-Gracias doctor Cullen.

-Por aquí por favor-pidió Esme que se convirtió en la anfitriona. Reconozco que temía que mi padre y E.J. se encontrasen, porque todavía era demasiado pequeño. Su pasatiempo favorito era morder a Seth, y a él no le importaba en lo más mínimo, pero a un humano corriente...no sé yo.

Supe que a Billy le daría igual que E.J. le mordiera, e incluso que le arrancara la cabeza, en el mismo instante en que lo vio por primera vez. Allí, en los brazos de Edward, con sus impresionantes ojos curiosos abiertos de par en par y aquellos hoyuelos marcados en sus mejillas por la sonrisa.

-Es...es...-no podía describirlo con palabras. Se notaba. Edward tuvo la amabilidad de pasarlo a los brazos de mi emocionado padre. No me cabía duda de que mi vampiro había advertido a E.J. que con Billy no podía jugar al mordisco.

-Es increíble- Emily también había caído prendada. Era un efecto que causaba E.J.

-No esperaba que tu me dieras a mi primer nieto, Jacob...-dijo mi padre sin dejar de mirar al niño. Dos segundos en sus brazos y ya era suyo-pero reconozco que...es maravilloso. Soy abuelo.

Y más maravilloso le pareció cuando descubrieron de lo que era capaz. Compartieron nuestra preocupación por su, en principio, irrefrenable crecimiento y se quedaron a pasar lo que quedaba de tarde con nosotros.

Había sido un buen día. E.J. se quedó dormido en los brazos de Edward y Seth hizo lo propio en el sofá. Leah en cambio, volvió a casa con Sue esa noche. Lo hacía a menudo, porque no teníamos demasiadas cosas de las que preocuparnos, la verdad.

Alice entró por la puerta entonces, antes de que el reloj diera la medianoche. Me sorprendió verla, porque últimamente andaba algo perdida. No hizo nada, no saludó siquiera, sino que anduvo hacia mi y Edward.

-Ya está lista-anunció sonriente.

-¿De verdad?-Edward le devolvió la sonrisa y le pasó a E.J. a la par que se daban algo más el uno al otro que no alcancé a ver-ven Jacob, tengo dos regalos para ti. Uno es de mi parte...-me cogió de la mano y me sacó de allí.

Llegamos al garaje. En principio no distinguí nada nuevo, salvo...salvo...salvo...una belleza automovilística. Un precioso y reluciente Aston Martin V12 Vanquish. Era de color plateado, con asientos de cuero...impresionante. Un coche de esos con los que cualquiera soñaría. A mi criterio, le daba mil vueltas incluso al Porsche amarillo que Edward le había comprado a Alice tras volver de Italia.

-¿Te has comprado un coche nuevo?-deseaba tocarlo para ver si era real, pero no quería que mis dedos dejaran marcas sobre aquella maravilla de cuatro ruedas.

Edward sonreía-escucha Jacob, quiero que tengas muy presente, que no tengo nada en contra de tu Golf, de verdad que no. Pero ahora eres mi marido, perteneces a nuestra familia y como tal, te mereces un coche como los nuestros...-me miró expectante y yo a él. ¿Qué trataba de decir?¿lo que yo creía?. Estiró una de sus manos y me tendió una llave-que lo disfrutes-dijo sin más.

Me estaba regalando...el coche de mis fantasías.

-¿Lo dices enserio?-cogí la llave temeroso de que cerrara la mano-¿tendré un Aston Martin a lo James Bond?

-Es tuyo Jacob.

Quise dar saltos como un crío o hacer algún baile ridículo, pero me contuve. Ese coche dejaba a mi Golf a la altura del betún. Me alegraba muchísimo, aquello era increíble. Aunque...me sentía el peor marido del mundo, otra vez.

-Ni lo pienses Jacob- interrumpió Edward- tu me has dado una familia, y ni todos los coches del mundo o miles de islas podrían compararse a eso.

Mi vampiro, siempre sabía lo que decir. No pude evitarlo, estábamos solos. Le rodeé con los brazos y le besé. Dejando que mi lengua saboreara aquellos labios que le pertenecían. Ya probaría el coche en otro momento. Seguramente iría a la reserva y les pondría los dientes largos a mis amigos, se morirían de envidia y se pelearían para que les dejara conducirlo. Lo más probable. Pero ahora el vehículo me importaba menos que nada. Allí, sintiendo las manos de Edward en mi nuca. Su frío aliento mezclándose con el mío...

-Jacob...hay otro regalo...-dijo interrumpiendo el beso.

-¿No puedes dármelo mañana?, se me acaba de ocurrir una idea genial para estrenar el Aston Martin...

-Seguro que es fabulosa...-rió contra mis labios-pero estoy convencido de que cambiarás de opinión en cuanto veas el otro regalo.

Bueno, no cambié de idea. Aquello lo llevaría a cabo, claro. Algún día usaría aquel coche para...ejem. Pero en aquel momento, Edward me volvía a llevar de la mano, aunque ésta vez íbamos rumbo a alguna parte que desconocía. Seguimos la senda de una vereda desde la casa de los Cullen a través del bosque hasta que, allí, acurrucada en un pequeño claro, había una casita de campo hecha de piedra gris lavanda que refulgía a la luz de las estrellas. Parecía pertenecer a aquel lugar, como si hubiera surgido de la misma roca, como si fuese una formación natural. La madreselva cubría una de las paredes, un entramado que subía hasta llegar a cubrir las gruesas tejas de madera. Había un caminito de piedras planas que resplandecían en la noche con un reflejo de color amatista. Conducían a la pintoresca puerta de madera en forma de arco.

Edward puso otra llave frente a mi rostro.

-¿Qué te parece?, éste regalo es de parte de todos.

-¿Perdona?-aquella casa...¿era nuestra?

-Esme pensó que nos gustaría tener un lugar para nosotros solos durante un tiempo, pero no quería que nos fuéramos demasiado lejos. Le encanta renovar cosas. Este sitio tan pequeño llevaba casi un siglo cayéndose a pedazos.

-¿Fue idea de Esme?

-La han arreglado entre ella y Alice sobretodo. Si no te gusta pueden arreglarla de otra manera diferente. Emmett quería que le añadieran unos cientos de metros, con un segundo piso, columnas, una torre...pero Esme pensó que la casa te gustaría más si mantenía el aspecto de estar en plena armonía con la naturaleza. Si se equivoca, podemos ponernos manos a la obra de nuevo, no creo que nos llevara mucho...

-¿Me están regalando esta casa?¿y creen que voy a criticarla?...como se nota que no han estado en mi casa de la reserva. Es perfecta, simplemente porque es para vivir contigo-dije.

-No es una casa, es una...cabaña.

-Lo que sea. Es impresionante. La cabaña, el coche...no tengo palabras.

-La idea es que tengamos un poco de tiempo para nosotros...-dijo Edward- con lo que pasó en la isla Esme...de un tiempo a esta parte, no hemos estado...a solas.

Eso fue todo lo que hizo falta para que desapareciera la casa. Podríamos haber estado en cualquier otro lugar, No veía ya ni los árboles ni las piedras ni las estrellas. Sólo a Edward.

-Déjame que te enseñe lo que han hecho-me dijo mi vampiro tirando de mi mano.

La corriente eléctrica que recorría mi cuerpo cada vez que me tocaba, seguía allí. Siempre. Como si tuviera la sangre llena de adrenalina. Con un gesto de invitación, tendió la mano hacia el picaporte para que yo hiciera los honores de entrar el primero. Metí la llave en la cerradura y le di la vuelta.

La puerta chirrió de forma casi inaudible y di un paso para adentrarme en un pequeño salón de piedra. Parecía sacado de uno de los cuentos que Seth contaba a E.J. El suelo era un desigual edredón de suaves piedras planas. Las paredes eran de cálida madera en algunos lugares y un mosaico de piedras en otros. La chimenea, colocada en una esquina en forma de colmena, mostraba los rescoldos de un llameante fuego lento. Lo que se quemaba era madera de deriva, y por eso las llamas se veían azules y verdes, debido a la sal. Estaba amueblado de forma ecléctica, con piezas que no conjuntaban entre sí, pero sin perder por ello la armonía. Una silla tenía un aspecto vagamente medieval, la baja otomana contigua a la chimenea era de estilo contemporáneo, y la estantería llena de libros situada junto a la ventana más lejana me recordaba a las películas. De algún modo, cada pieza encajaba con las otras como si fuera un gran puzzle tridimensional. Había unas cuantas pinturas en las paredes que reconocí como algunas de la casa grande. Eran valiosos originales, sin duda, pero también parecían pertenecer a ese lugar, como todo lo demás.

-Tenemos suerte de que Esme pensara en añadir algunas habitaciones de más. Nadie había planeado que apareciera E.J. cuando nos prometimos-apuntó Edward.

Andamos a través de un estrecho pasillo de piedra con pequeños arcos en el techo, como si estuviéramos en nuestro propio castillo en miniatura.

-Es la habitación de E.J.-comentó, señalándome con un asentimiento un cuarto con el suelo de madera clara, una cuna de hierro forjado, y muñecos de peluche de muchos tamaños por todas partes-supongo que esa otra habitación será para Seth...-la puerta que señaló esta vez estaba cerrada y continuamos-aquí está nuestro dormitorio. Esme intentó trasladar algo de su isla hasta aquí, supuso que nos traería buenos recuerdos.

La cama era grande y el edredón blanco, cambiando la ubicación, tardé segundos en descubrir que se trataba de la que me había comprado Esme tiempo atrás. No sabía cuando la había traído hasta aquí, puesto que la noche anterior yo había dormido en ella. El luminoso suelo de madera armonizaba con el de la otra habitación, y comprendí que imitaba con notable precisión el color de una playa virgen. Las paredes eran del blanco casi azulado de un día brillante y soleado y la pared trasera tenía grandes puertas de cristal que se abrían a un pequeño y recóndito jardín. Había un pequeño estanque redondo, tan liso como un espejo, rodeado de piedras relucientes y rosas que escalaban las paredes. Un diminuto océano en calma sólo para nosotros.

Edward entonces sonrió-el armario está detrás de esas puertas dobles. Te lo aviso...es más grande que esta habitación. Alice te ha construido tu propia tienda de ropa. Nunca volverás a andar escaso de pantalones-dijo divertido.

Yo ni siquiera eché una ojeada a las puertas. En esos momentos no había nada en el mundo más que él, con su mano sujetando la mía, con sus labios apenas a centímetros de los míos.

-Le vamos a decir a Alice que salí disparado a ver el armario-dije. Mi mano libre se alzó hasta enredar mis dedos dentro de su pelo y acerqué mi rostro al suyo. Captó enseguida mis intenciones y tiró de mi nuca hasta fundirnos en un beso fiero. Escuché un bajo gemido que brotó de su garganta. Ese sonido lanzó una corriente eléctrica a través de mi cuerpo hasta ponerme casi frenético, como si no pudiera acercarme a él lo suficiente ni lo bastante rápido.

Escuché cómo se desgarraba la tela bajo nuestras manos. Ambos a tientas, allí, de pie a pocos pasos de la cama y sin dejar de besarnos ni un instante. Las palmas de sus pálidas manos acariciaron los músculos de mis brazos y acabaron en mi espalda.

El aire era diferente. Se respiraba de un modo distinto. Nuestros instintos estaban en calma. Estábamos excitados y, por una vez, cuerdos y bajo control.

Edward se tumbó boca arriba sobre la cama y extendió los brazos hacia mi. No rechacé la invitación y me tendí sobre él. Me abrazó por el torso mientras yo volvía a besarle desesperado, saboreando su puro y vívido olor con la lengua. Recordaba la isla Esme y todos y cada uno de los detalles de la luna de miel. Allí había empezado todo. Allí nos habíamos descubierto el uno al otro. Habíamos aprendido juntos. Y aquí era como empezar de nuevo. Una nueva vida. Una vida real en la que todo había cambiado. Nuestra casa...nuestro hijo.

Todo era dulzura y sosiego en aquel dormitorio. Nada se rompió. Edward ni siquiera sacó los colmillos. Solo eran dos personas amándose. Haciendo el amor.

El sol me dio de lleno en el rostro obligándome a abrir los ojos, pero no me importó, porque era un maravilloso despertar cuando me di cuenta de dónde reposaba mi cabeza.

Sobre Edward.

Uno de mis brazos rodeaba su cintura y mi cabeza estaba sobre su pecho desnudo. Aferrado a el.

-Buenas tardes...-me dijo sin dejar de sonreír. Yo le devolví la sonrisa.

-¿Tardes?

-Te quedaste dormido hace un rato, ya es por la tarde. De hecho...pronto anochecerá.

-¿De verdad?-me sorprendió, pero no me separé de su cuerpo. Su esbelta e impecable figura brillaba cual cascada de diamantes gracias a la luz que incidía por los cristales. Era algo que dejaba sin aliento.

-Deberíamos ir a ver a E.J., ha pasado todo el día con los demás. Seguramente se pregunte dónde estamos.

No tardamos mucho en vestirnos para marchar a la casa grande. Edward no había mentido, el armario que había hecho Alice...era más grande que nuestro dormitorio. Más bien, habría que decir que era más grande que toda la cabaña entera.

E.J. estaba sentado en el suelo con Rosalie y Emmett cuidando de el, jugando con una pila de cacharros de plata estropeados. Tenía una cuchara doblada en la mano derecha. Tan pronto como vio a Edward a través del cristal, soltó el cubierto con un golpe que dejó marcado el suelo de madera y señaló imperiosamente en su dirección. Su público se echó a reír. Alice, Jasper, Esme y Carlisle estaban sentados en el sofá, observándolo como si fuera la más apasionante de las películas.

Edward cruzó la puerta con rapidez, cubriendo el espacio de un salto y alzándolo del suelo en un solo segundo. Se sonrieron el uno al otro.

Había cambiado, pero no mucho. Era un poco más alto, y sus proporciones se iban transformando de las propias de un bebé a las de un niño.

-Os íbamos a llamar-dijo Rosalie- ha estado preguntando por ti-se refería a Edward, claro- aunque ''exigiendo'' sería una descripción más acertada. Esme ha sacrificado su segundo mejor servicio de plata para mantener a este pequeño monstruo entretenido-a pesar de lo que había dicho, sonrió a E.J. con un afecto tan lleno de deleite que la crítica quedó sin sentido-no queríamos...molestaros.

Pude sentir las carcajadas silenciosas de Emmett a mis espaldas, pero las ignoré y me acerqué a mi hijo. El niño me sonrió alegre. Y entonces miré a Esme- gracias por la casa. De verdad, es perfecta.

Emmett se puso a reír de nuevo, pero esta vez no fue en silencio-ah, pero ¿aún continúa en pie?. Habría jurado que, a estas alturas, la habríais reducido a escombros.

Edward se molestó en responderle, pero yo besé uno de los sonrosados mofletes de mi hijo y dejé que me tocara la cara con una de sus manitas.

Me mostró todo lo que había hecho ese día, minuto por minuto. Me enseñó como los gorriones se le habían acercado a saltitos mientras Seth lo tenía en brazos, los dos muy quietos al lado de uno de los grandes abetos. Los pájaros jamás se hubieran acercado a Rosalie. También vi la pringosa y rarísima cosa blanca, la fórmula láctea para bebés que Carlisle le había dado, pero que no le gustaba. Además me contó cosas del día anterior. Edward le había cantado una canción en voz baja, tan bonita, que E.J. me la reprodujo dos veces.

Tras un rato, sus recuerdos empezaron a volverse borrosos en los bordes y se descentraron antes de terminarse. Sus párpados temblaron y se cerraron. Bostezó, con sus rosados labios gordezuelos formando una perfecta "o" y los ojos se le cerraron de forma definitiva. Se le cayó la mano de mi mejilla mientras se reacomodaba para dormir en los brazos de Edward. Por curiosidad, levanté de nuevo su manita con cuidado y la apoyé contra mi piel. Al principio nada, pero luego, después de unos cuantos minutos, aparecieron unos colores fluctuantes, como un puñado de mariposas que fuera volando entre sus pensamientos.

Hipnotizado, continué observando sus sueños, que no tenían sentido alguno. Sólo colores, formas y rostros. Me agradó ver lo a menudo que aparecía mi rostro, poco menos que el de Edward en sus pensamientos inconscientes. Estaba a la par con Seth. Y nos seguía de cerca Rosalie. Sería capaz de estar observando a E.J. dormir toda la vida.

El paso del tiempo nos trajo más sorpresas inesperadas. Quil y Embry se unieron a mi manada, aunque Leah continuaba siendo mi segunda al mando. Descubrimos que Bella se había marchado a Alaska, a la universidad, para poner tanta tierra de por medio como le fuera posible. Yo, encantado, por supuesto. Y por medio de Seth también fuimos conscientes de que su madre, Sue, mantenía una relación de algo más que amistad con Charlie Swan.

En cuanto a E.J., continuó creciendo. Pronunció su primera palabra. Fue ''papi'', que debería haberme hecho feliz todo el día, salvo porque cuando la decía era cuando estaba Edward presente. A mi me tocó esperar un par de días más, y se refirió a mi como ''papá''. Su primera frase completa, fue: ¿dónde está el abuelito, papi?. Se refería a Billy que le visitaba cada vez que podía. La enunció con una clara voz de tenor y al parecer, previamente se lo había preguntado a Rosalie usando su método de comunicación habitual, pero como ésta no le contestó, se lo preguntó a Edward. Algo parecido ocurrió cuando caminó por primera vez, poco más de tres semanas después. Se había quedado mirando a Alice durante un buen rato, observándola con interés mientras su tía arreglaba ramos de flores en los jarrones dispersos por la habitación, bailoteando de un lado para otro con los brazos llenos de flores. El niño se puso en pie, sin tambalearse lo más mínimo, y cruzó la habitación con la misma gracia. Seth había estallado en aplausos, porque ésa era claramente la reacción deseada por E.J.

Se me hacía raro ver la imprimación desde esa perspectiva, como con Quil. La imprimación en un niño era compleja. La manera en la que Seth estaba vinculado a mi hijo convertía sus propias reacciones en algo secundario. Su primer acto reflejo era siempre darle al pequeño cualquier cosa que necesitara por muy poco razonable que fuese, pero en sus ojos estaba el mismo pánico que en los nuestros. E.J. seguía creciendo, día tras día.

Edward y Carlisle pasaban horas investigando para buscar respuestas. Con el fin de saber qué era lo que podíamos esperar. Pero la unión entre un vampiro y un licántropo era tan exclusiva de nosotros dos, que no encontraban nada ni siquiera remotamente parecido.

Todos los días, Alice y Rosalie comenzaban el día con un desfile de modas. E.J. nunca se ponía lo mismo dos veces, en parte porque las ropas rápidamente se le quedaban pequeñas y en parte porque Alice y Rosalie querían crear un álbum de fotos que diera la impresión de reflejar una infancia de varios años en vez de semanas. Para ello, tomaban miles de fotografías, documentando cada fase de su crecimiento acelerado.

A los tres meses, E.J. mostraba el aspecto de un niño grande de un año o de uno pequeño de dos. Para ser exactos, no tenía las formas propias de un niño de esa edad, pues era más esbelto y más gracioso y guardaba unas proporciones más equilibradas, como las de un adulto. Su cabello negro azabache lo llevaba en punta, como el mío, de eso se encargaba Alice. Y era capaz de hablar con una entonación y una gramática impecables, aunque de vez en cuando, prefería mostrarle a la gente lo que quería mediante su don. No sólo andaba, sino que también bailaba y corría, incluso sabía leer. Edward tenía que proporcionarle material nuevo cada dos por tres porque a E.J. no le gustaba repetir las historias antes de irse a dormir, salvo los cuentos que Seth le contaba a su manera. Según Carlisle, el crecimiento de su cuerpo iba disminuyendo de forma paulatina, aunque su mente continuaba su prodigioso salto hacia adelante. Sería un adulto en menos de cuatro años, y un anciano a los quince. Sólo quince años de vida.

Pero él estaba tan sano, vital, brillante, deslumbrante y feliz. Su evidente bienestar hacía más fácil para nosotros ser felices a su lado, viviendo el momento, y dejar los problemas del porvenir para el día de mañana. Edward tenía planeado viajar a Brasil. Los ticunas tenían leyendas sobre niños como E.J., semimortales. Aunque todo se fue al traste con lo que pasó poco tiempo después.

Seth, Rosalie, E.J. y yo, habíamos salido juntos de caza. La dieta de sangre animal no era la favorita del niño, porque prefería la comida humana, pero de vez en cuando notaba esa sed tan propia de los vampiros y no le quedaba alternativa. Seth no le dejaba solo, sobretodo, porque lo había convertido en una competición entre ellos dos y eso hacía que Eddy, como Seth lo llamaba cariñosamente, estuviera más dispuesto a esta sesión de caza que a ninguna otra cosa. E.J. tenía muy claro el asunto de que cazar humanos no era bueno y tenía una naturaleza competitiva, que hacía que el reto de vencer a Seth le creara expectación.

-¿Piensas volver a estudiar?-me preguntó Rosalie mientras observábamos a E.J. correteando delante de nosotros en el gran claro, buscando un olor que le gustara, al tiempo que Seth en su forma de lobo deambulaba a su alrededor.

-Estoy de año sabático-de eso hacía ya bastante reconozco- retornaré a los estudios cuando las cosas vayan más despacio...con Ed. No tengo la cabeza para otras cosas. Además no soy un alumno corriente. Estoy casado y soy padre...me parece que esa época ya pasó.

-Pero tu hijo pronto te superará en inteligencia-dijo divertida.

-Estaré muy orgulloso de él.

E.J. estaba observando cómo los copos de nieve revoloteaban por encima de su cabeza. Se derretían antes de que llegaran a la hierba que amarilleaba el enorme prado con forma de cabeza de flecha donde nos encontrábamos. Su cabello resplandecía aunque el sol estaba bien oculto detrás de las nubes. Se agazapó durante un instante y luego saltó a unos cinco metros de altura por el aire delante de nosotros. Sus manitas atraparon un copo y se dejó caer con ligereza sobre los pies. Se volvió hacia nosotros con su sorprendente sonrisa, algo a lo que era imposible acostumbrarse, y abrió la palma de la mano para mostrarnos la estrella de hielo de ocho puntas perfectamente formada que había cogido antes de que se derritiera.

-Qué bonita-dije.

Seth se le acercó y él rozó el copo de nieve contra su hocico. Divertido al ver lo poco que tardó en desaparecer con el calor corporal del lobo. Se movían de un modo absolutamente sincronizado. Le tocó la gran nariz oscura, poniendo una adorable mala cara. Estaba claro que le decía algo privado.

Entonces escuchamos el sonido de un pequeño rebaño de alces alejándose en el bosque. E.J. salió disparado entre los árboles y Seth le siguió al segundo.

Le sonreí a las hojas que habían dejado flotando detrás de ellos. Rosalie también reía a mi lado. Me quité la camiseta y la doblé con cuidado. Les estábamos dando ventaja, y sería sencillo seguirles la pista, además a Ed seguro que le encantaría sorprenderme con el tamaño de su presa.

El estrecho prado estaba muy tranquilo, y desocupado. Los copos revoloteaban y se disolvían para desaparecer antes de caerme encima. Alice había visto que no llegaría una verdadera nevada hasta dentro de bastantes semanas. Ahora que Edward y yo teníamos nuestra propia casa, le era más fácil tener visiones. Por lo general, mi marido siempre venía con el niño a las expediciones de caza, pero estaba con Carlisle, planeando el viaje a Río.

De forma rutinaria, recorrí con los ojos la ladera de la montaña en busca de presas o peligros. Fue un impulso automático. O quizás había una razón para mi escaneo, algo imperceptible que disparó mis sentidos agudos como cuchillas antes de que yo fuera siquiera consciente de ello. Cuando mis ojos recorrieron el borde de un acantilado distante, que alzaba su contorno azul grisáceo contra el verde casi negro del bosque, un fulgor plateado, ¿o tal vez dorado?, atrapó mi atención. Mi mirada se concentró en el color que no debía estar allí, tan lejano en la bruma. Me quedé observándolo. Ella me devolvió la mirada y no albergué duda de que se trataba de una vampira. Tenía el pelo de color rubio muy claro, casi plateado. Ése había sido el resplandor que había captado mi atención, ya que le caía recto, como cortado con una regla, hasta la altura de la barbilla, partido en dos lados iguales por una raya en medio. Me contemplaba con un odio infinito, pero era una extraña para mi.

Aunque sus ojos dorados la delataron.

Irina.

Supe entonces el por qué de su rabia.

-Rosalie...-susurré, pero escuchamos en ese instante el grito de victoria de E.J. en el bosque y enseguida el aullido de Seth, haciéndole eco. Irina contorsionó la cara de modo reflexivo ante el sonido. Su mirada se deslizó hacia la derecha, y supe lo que estaba viendo. Un enorme licántropo de color arena. ¿Cuánto tiempo llevaba observándonos?. Su rostro se contrajo en un espasmo de dolor. De forma instintiva, abrí las manos frente a mí en un gesto de disculpa. Quería acabar con el rencor de una vez por todas, porque aquella vampira y su familia eran amigos de Carlisle. Se lo debía a él. Pero mientras me daba la espalda, curvó el labio hacia arriba sobre los dientes, abrió las mandíbulas y aulló.

Cuando el tenue sonido me llegó, ella ya se había vuelto definitivamente y había desaparecido en el bosque.

-¡Mierda!-gruñí.

Salí despedido hacia el bosque detrás de E.J. y Seth, preocupado por no tenerles a la vista. No sabía en qué dirección había partido Irina, o lo furiosa que estaba en esos momentos. Ni necesité entrar en fase porque, por fortuna, estaban bastante cerca.

-El mío es más grande-insistía Ed cuando me precipité entre los espesos arbustos hasta el pequeño claro donde estaban. Las orejas de Seth se aplastaron hacia atrás cuando reconoció mi expresión; se inclinó hacia delante, mostrando los dientes con el hocico ensangrentado después de la caza. Sus ojos rastrearon el bosque y pude escuchar el rugido que comenzaba a formarse en su garganta. El niño se puso tan en alerta como Seth. Abandonando el ciervo muerto a sus pies, saltó a mis brazos que le esperaban y apretó sus manos curiosas contra mis mejillas.

-Es una reacción exagerada-les aseguré con rapidez-todo va bien, o eso creo. Tranquilos.

Rosalie no tardó en llegar a nosotros-¿qué pasa?

No le respondí, saqué el móvil y toqué el botón de marcación rápida. Edward contestó al primer timbrazo. Seth y mi hijo escucharon con atención, al igual que Rosalie mientras informaba a mi marido.

-Ven, trae a Carlisle- comenté a Edward- he visto a Irina y ella me ha visto a mi. Creo que iba a la casa, pero me ha visto y a percibido a Seth, se ha enfurecido y ha huido, creo. No ha aparecido por aquí, bueno, no todavía, pero parecía bastante enfadada o sea que quizás se presente en cualquier momento. Y si no es así, Carlisle y tú debéis salir tras ella y hablarle.

-Estaremos ahí en medio minuto-me aseguró Edward y escuché el roce del viento que generó su carrera.

Cuando Edward apareció con Carlisle, no venían solos. Mi manada al completo había acudido. Seth les había puesto sobre aviso al detectar el mínimo peligro sobre E.J.

-Estaba allí, en lo alto de aquel acantilado-dije señalándoles el punto exacto. Si Irina estaba huyendo gozaba ya de una buena ventaja; ¿pararía ella para escuchar a Carlisle?. Su expresión me hacía pensar que no-quizás deberíais haberles dicho a Emmett y Jasper que vinieran también con vosotros. Parecía...realmente enfadada.

-Está sufriendo. Yo iré detrás de ella-dijo Carlisle y se marchó.

E.J. estiró los brazos y acabó en los de Edward.

Seth, empujó mi espalda con la nariz. Quería llevar a E.J. de vuelta a la seguridad de la casa, sólo por si acaso. Estuvimos de acuerdo con él y nos apresuramos hacia allá.

Carlisle no tuvo suerte. No encontró a Irina y no había ninguna pista suya en kilómetros a la redonda. Todo había sido mi culpa. Ella había venido para hacer las paces con los Cullen y mi presencia le había provocado esa reacción. No había mucho que se pudiera hacer. Carlisle llamó a Tanya con aquellas noticias tan decepcionantes, pero ni ella ni Kate la habían visto desde nuestra boda. Se quedaron consternadas de que su hermana hubiera estado tan cerca y no hubiera vuelto a su casa.

Alice pudo captar algunos atisbos del inmediato futuro de Irina, aunque nada demasiado concreto. No iba a regresar a Denali, y eso era todo lo que la vampira morena podía decir. La imagen se mostraba nebulosa. Casi todo cuanto había podido entrever era que Irina estaba visiblemente alterada y que vagaba con una expresión devastada en el rostro por tierras salvajes barridas por la nieve. Sin tomar ninguna decisión definida sobre qué hacer más allá de este vagabundeo entristecido sin dirección precisa.

Los días pasaron y aunque por supuesto no olvidé nada, Irina y su dolor se trasladaron al fondo de mi mente. Había cosas más importantes que pensar en esos momentos. Partiríamos a Sudamérica en pocos días.

 

POV. Edward

 

Ya habíamos repasado cientos de veces hasta el menor de los detalles. Comenzaríamos con los ticunas, rastreando sus leyendas hasta donde pudiéramos llegar, lo más cerca posible de sus fuentes. Seth vendría con nosotros, no quería quedarse atrás, y sabía que E.J. necesitaría de su presencia en tan largo viaje. Jacob era nuestra baza para que los ticunas nos contaran sus historias, que obviamente, no nos relatarían a los vampiros. Carlisle tenía algunos viejos amigos en el Amazonas; si éramos capaces de encontrarlos, podrían tener también información para nosotros. O al menos alguna sugerencia sobre dónde ir para buscar respuestas. Por mi E.J. iría hasta el fin del mundo sin dudarlo.

Miré a mi hijo. Estaba acurrucado en el sofá, con la respiración más lenta debido al sueño profundo y la mano debajo de un mullido cojín. Por lo general, Jacob y yo lo llevábamos a la cabaña para acostarle, pero esa noche, iba a quedarme con Carlisle ultimando detalles, por lo que me quedé con la familia, mientras Jacob había ido a hablar con Sam para ponerle al tanto de nuestra ausencia.

Emmett y Jasper se mostraban emocionados con la perspectiva de explorar nuevas posibilidades de caza. El Amazonas ofrecía un cambio respecto a nuestras presas habituales. Jaguares y panteras, por ejemplo. Emmett tenía el capricho de luchar contra una anaconda. Esme y Rosalie estaban planeando qué meterían en las maletas.

Alice se movió a nuestro alrededor, arreglando de modo innecesario aquel espacio inmaculado, enderezando las guirnaldas colgadas por Esme a la perfección. Estaba recolocando los jarrones en el centro exacto del aparador justo en ese momento. Escaneaba el futuro sin cesar intentando ver entre los puntos ciegos que E.J. provocaba en sus visiones. Elevó un jarrón de cristal que estaba lleno de rosas blancas y rojas y se volvió hacia la cocina.

Me quedé mirando de nuevo a E.J. y sólo dejé de hacerlo cuando escuché el estrépito que hizo el jarrón cuando cayó y se destrozó sobre el suelo de mármol de la cocina. Todos nos quedamos inmóviles con los ojos fijos en la espalda de Alice.

Cuando se giró hacia nosotros, sus ojos estaban en parte aquí y en parte perdidos en el futuro, dilatados, fijos, llenando de tal modo su rostro delgado que parecía que se le iban a salir. Mi reacción inmediata fue ir junto a E.J. Lo cogí y lo acuné sobre mi pecho, pero el niño no pareció percatarse del cambio de superficie.

-¿Qué?-rugió Jasper, saltando a su lado y sacudiéndola con fuerza por los hombros. Yo me quedé sumido en el terror, la desesperación y la agonía-¿qué es Alice?

-Vienen a por nosotros-dijimos mi hermana y yo al mismo tiempo-y acuden todos.

Mi mente se llenó de las imágenes de todos ellos. Aro, Cayo, Marco, Jane, Alec...Sabíamos lo que significaba que vinieran a Forks. No sólo descubrirían la existencia de mi hijo, sino que además, se enterarían de mi matrimonio con un licántropo. Un sacrilegio. La peor de las blasfemias. Había sido un iluso. Creía que podría hacerlo todo. Me había resignado a que iba a ir al infierno de todos modos y había dejado de ser bueno. De hacer lo correcto. Lo que se suponía que debía hacer por norma. Hice lo que quise, pero Jacob...E.J...ellos eran mi vida ahora, y estaba amenazada. Estreché el abrazo sobre mi pequeño ángel ajeno a todo.

-¿Por qué?¿cómo?-se preguntaba Alice.

-¿Cuándo?-quise saber yo, pero me salió un hilo de voz que no esperaba.

Los ojos de Alice no pestañearon, fue como si un velo los hubiera cubierto, quedaron completamente inexpresivos.

-No tardarán mucho-sus palabras aparecían al mismo tiempo que yo las percibía en su mente, con el mismo pánico-hay nieve en el bosque y en la ciudad. En poco más de un mes.

-¿Por qué?-preguntó Carlisle.

-Ha de haber una razón...-secundó Esme.

-Vienen todos-repitió Alice- todos los miembros de su guardia, incluso sus esposas.

-Ellas nunca abandonan la torre-contradijo Jasper- jamás, ni siquiera durante los años de la rebelión del sur. Ni cuando los vampiros rumanos intentaron derrocarlos. Ni cuando fueron a cazar a los niños inmortales. Jamás.

-Pues ahora sí vienen-dije yo.

-Pero, ¿por qué?-volvió a decir Carlisle- ¡no hemos hecho nada!, y si lo hemos hecho, ¿qué puede ser que justifique todo eso?

-Somos tantos...-respondí desanimado-que querrán asegurarse de que...-no pude terminar.

Una parte de mi sabía la respuesta. La sabía y no la sabía. E.J., él era la razón. De algún modo había sabido desde el principio que vendrían a por él. Mi subconsciente me lo había advertido antes incluso de que sintiera sus primeras pataditas dentro de mi. Como si de alguna manera hubiera sabido desde siempre que los Vulturis tenían que venir a llevarse mi felicidad.

-Ve hacia atrás, Alice- suplicó Jasper- busca lo que ha ocasionado esto, busca.

-Ha venido de la nada, Jazz. No les estaba buscando a ellos, ni siquiera a nosotros, sólo rastreaba a Irina. Ella no estaba donde yo esperaba que estuviera-su voz se desvaneció con los ojos perdidos de nuevo. Se quedó mirando a la nada durante un rato largo. Yo contuve el aliento-ella decidió dirigirse a ellos. Irina acudió a los Vulturis. Y entonces ellos resolvieron...Es como si la hubiesen estado esperando. Como si ya hubieran tomado la decisión, y sólo aguardaran por ella...

-¿Podemos detenerla?-preguntó Jasper.

-No hay forma. Ya casi ha llegado.

-¿Qué está haciendo?-cuestionó Carlisle. Pero yo dejé de prestar atención.

Recordé lo que vi en la mente de Jacob. A Irina en el acantilado, observando. Había visto a Rosalie, a mi marido, a Seth en su forma de lobo...pero también había visto a un niño de belleza exquisita, saltando en medio de los copos de nieve, un niño manifiestamente más que humano...Recordé lo que había pasado con la madre de Tanya. Lo puristas que eran con las leyes. Jasper lo había dicho segundos antes. Niños inmortales. Eso es lo que Irina había supuesto, seguro. No había estado cerca para oír el latido del corazón de mi hijo, ni sentir el calor que irradiaba su cuerpo. Por todo lo que ella sabía, sus mejillas sonrosadas podrían haber sido un mero truco por nuestra parte. Los Cullen, aliados de los hombres lobo. Esta sería su vendetta por Laurent, no me cabía duda de que por eso recurría a ellos.

Sentía el cálido aliento de mi hijo sobre el pecho y de haber podido llorar lo habría hecho-pensad en lo que Jacob nos contó que pasó esa tarde...¿qué le parecería E.J. a alguien que hubiera perdido a su madre debido a los niños inmortales?

Todos se quedaron en silencio cuando lo comprendieron.

-Un niño inmortal-susurró Carlisle espantado.

-Pero está equivocada...-algo me obligó a pronunciar aquellas palabras en alto, como si su peso hiciera que los Vulturis cambiaran de idea- E.J. no es como los otros niños. El crecimiento de ellos se había detenido, pero él es justo lo contrario. Ellos estaban fuera de control, pero él jamás ha hecho daño a nadie Carlisle. E.J. es capaz de controlarse. No habría razón...-me silencié cuando me di cuenta- Aro verá la prueba de Irina en sus pensamientos....Ellos vendrán a destruir, no a razonar. No esperarán a que se lo demostremos. No hay nada que podamos hacer.

Me escocían los ojos. Me había preocupado tanto por la velocidad de crecimiento de mi hijo...de que no fuera a vivir lo suficiente, mientras que yo había vivido demasiado. Y ahora esto.

-Lucharemos-dijo Emmett con su característica calma.

-No podemos ganar-gruñó Jasper.

-Bueno, tampoco podemos huir. No con Demetri alrededor-a Emmett le disgustaba más la idea de escapar que la de enfrentarse al rastreador de los Vulturis- y no sé por qué no podemos ganar. Hay unas cuantas opciones a considerar. No vamos a luchar solos-me miró y me hizo ver la realidad. Pero esa realidad era espeluznante. Jacob y su manada. Seth lucharía hasta la muerte por E.J., y eso era lo que me preocupaba. La muerte. No iba a llevarlos a ella.

-No, Emmett- dije serio.

-¿Crees que Jacob no protegerá a su hijo?¿o que Sam pasará por alto una invasión como esta?, por no mencionar que, gracias a Irina, Aro sabe también ahora lo de nuestra alianza con los lobos y hasta que te casaste con uno de ellos. Pero pensaba más bien en otros amigos.

-Otros amigos a los que no tenemos por qué sentenciar a muerte-dijo Carlisle.

-Vale, pues dejémosles a ellos que decidan. No digo que tengan que luchar con nosotros, si tan sólo se mantuvieran a nuestro lado, justo lo suficiente para hacer dudar a los Vulturis....Tal vez bastara con que fuéramos capaces de obligarles a hacer un alto y escucharnos, quizá eso nos permitiera demostrar que no hay motivo alguno para combatir...

-Sí-secundó Esme- eso tiene sentido. Todo lo que necesitamos es que los Vulturis se detengan un momento, lo suficiente para escuchar.

-Lo que necesitamos es algo así como una exposición de testigos-aportó Rosalie.

-Deberíamos explicárselo de la manera correcta-murmuró Alice- demostrárselo con mucho cuidado.

Ambos miramos a E.J.

-La familia de Tanya- continuó mi hermana-el aquelarre de Siobhan y el de Amun. Algunos de los nómadas...Garrett y Mary, seguro. Quizá también Alistair.

-¿Y qué te parece Peter y Charlotte?-preguntó Jasper.

-¿Y qué me decís de las del Amazonas?-dijo Carlisle-¿Kachiri, Zafrina y Senna?

Alice se sumergió en su visión de nuevo, pero al cabo de un rato desistió-no puedo ver más.

-¿Qué ha sido eso?-pregunté alterado-¿vamos a ir a buscarlas a esa parte en la jungla?

-No puedo ver más-repitió-debemos separarnos y apresurarnos antes de que la nieve caiga al suelo. Hay que dar una vuelta por ahí, encontrar al mayor número posible de aliados y traerlos para enseñarles. Ah, pregunta a Eleazar. Aquí hay mucho más que el asunto de un niño inmortal. No puedo ver más, Jacob casi ha llegado-cogió a Jasper del brazo y salieron por la puerta trasera-¡apresuraos!¡debéis encontrarlos a todos!-aclaró antes de desaparecer.

-¿Encontrar qué?-preguntó Jacob, cerrando la puerta detrás de él-¿adónde va Alice?

Continuará...

Notas finales:

Muchas/os me lo sugerísteis, y sí. Seth imprimado de E.J. era algo que tenía claro desde el comienzo jajajaja

Me parecía muy lógico que fuera un hijo de Jacob ^^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).