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Novilunio por Rukkiaa

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Una visita indeseada

 

POV. Jacob

 

Emmett y Rosalie enviaron individuos sueltos, cualquiera de los amigos nómadas de Carlisle que pudieron localizar.

El primero en acudir fue Garrett, un vampiro larguirucho, de ademanes impacientes, ojos del color del rubí y una melena rubia que anudaba a la nuca con una cuerda de cuero. Rápidamente, llegué a la conclusión de que era un aventurero. Mary y Randall también vinieron y eran amigas ya, aunque no viajaban juntas. Escucharon la historia de E.J. y se quedaron para atestiguar, igual que los demás. Consideraban su actuación en el caso de que los Vulturis no se detuvieran a escuchar explicaciones. Los tres nómadas jugaban con la idea de permanecer con nosotros.

Carlisle y Esme regresaron al cabo de una semana, mientras que Emmett y Rosalie lo hicieron unos cuantos días más tarde. Todos nos sentimos mejor cuando llegaron a casa. Carlisle trajo con él un amigo más. Alistair era un vampiro inglés introvertido que contaba con Carlisle como su relación más cercana, aunque apenas podía soportar más de una visita al siglo. Alistair prefería con diferencia vagabundear a solas y Carlisle tuvo que recordarle un montón de favores que le había hecho para conseguir que viniera. Rechazaba toda compañía y quedó claro que no tenía muchos admiradores entre los aquelarres reunidos. El inquietante vampiro de pelo negro creyó en la palabra de Carlisle sobre el origen de E.J., pero rehusó, como Amun, tocar al niño. Edward nos dijo a Carlisle, Esme y a mi que Alistair tenía miedo de estar allí, pero más aún temía no conocer el resultado de este asunto. Recelaba profundamente de todo tipo de autoridad, y en especial era suspicaz respecto a los Vulturis.

Y entonces llegaron otro par de amigos inesperados. Inesperados, porque ni Carlisle ni Esme habían podido ponerse en contacto con las vampiras del Amazonas.

-Carlisle- saludó una de ellas.

Eran dos mujeres muy altas y de aspecto salvaje. Saludó la de mayor estatura de las dos. Parecía como si ambas hubieran sido estiradas, con sus piernas y brazos largos, largos dedos, largas trenzas negras y caras alargadas con narices alargadas también. No llevaban nada más que pieles de animales, túnicas amplias y pantalones ceñidos que se ataban a los lados con correas de cuero. No sólo eran sus ropas excéntricas las que les daban ese aspecto salvaje, sino todo lo que les rodeaba, desde sus incansables ojos de color escarlata a sus movimientos súbitos y apresurados. Nunca había visto unos vampiros menos civilizados.

Pero las había enviado Alice, y eso eran noticias interesantes. Alice andaba por Sudamérica pues.

-¡Zafrina, Senna!, pero ¿dónde está Kachiri?-preguntó Carlisle- nunca os había visto a las tres separadas.

-Alice nos dijo que necesitábamos separarnos-contestó Zafrina con una voz ruda y grave-es muy incómodo estar así, pero Alice nos aseguró que nos necesitabais aquí, mientras que ella necesitaba mucho a Kachiri en otro lugar. Eso fue todo lo que pudo decirnos.

Edward les trajo a E.J. para que lo conocieran, y a pesar de su fiera apariencia, escucharon con gran tranquilidad nuestra historia y después permitieron que el niño les ofreciera su prueba. Quedaron igual de encantadas con mi hijo que todos los demás vampiros, pero no pude evitar preocuparme cuando observé sus súbitos y rápidos movimientos tan cerca de él. Senna siempre estaba próxima a Zafrina, aunque nunca hablaba. Parecía como si fueran dos extremidades del mismo organismo y Zafrina representara la boca. Edward estaba emocionado de tener a las vampiras del Amazonas con nosotros, porque Zafrina poseía un talento muy desarrollado, y su don podía ser un arma ofensiva muy peligrosa. No es que Edward fuera a pedirle a Zafrina que se alineara con nosotros en la batalla, pero si los Vulturis no se detenían cuando vieran a nuestros testigos, quizá pararan por un motivo diferente.

-Es una ilusión muy impactante-me explicó Edward al notar mi curiosidad por Zafrina- puede hacer que la gente vea lo que ella quiera, y vea eso nada más. Por ejemplo, justo ahora tengo la sensación de estar en mitad de la selva- los ojos de mi vampiro se desconcentraron ligeramente y entonces yo también pude ver lo que él veía. Resultaba tan nítido, que era difícil no creérselo-impresionante.

E.J. estaba fascinado por la conversación, y tendió los brazos sin miedo a Zafrina.

-¿Puedo verlo yo también?-preguntó.

-¿Qué es lo que quieres ver?-inquirió Zafrina a su vez.

-Lo que les has enseñado a mis papás.

Zafrina asintió y vi como Seth se movía nervioso al ver como los ojos de E.J. miraban al vacío. Hasta que su asombrosa sonrisa no le iluminó el rostro, Seth no se relajó.

-Más-ordenó el niño.

Después de eso resultó difícil mantener a E.J. lejos de Zafrina y sus ''dibujitos bonitos''. Los días seguían pasando. Los vampiros y mi manada nos entrenábamos en tácticas de batalla por si acaso. Y sobre todos pendía la duda de qué pasaría. El fin se acercaba.

Una mañana, escuchamos a Carlisle en el patio delantero. Hablando sobre un barboteo de voces sorprendidas.

-¿Os ha enviado Alice?-le estaba preguntando a alguien, con la voz insegura, algo molesta.

Edward salió disparado hacia la casa y la mayoría de nosotros le imitamos. Yo le seguí con E.J. aferrado a mi espalda.

-Nadie nos ha enviado-decía una profunda voz susurrante en respuesta a la pregunta de Carlisle. Me quedé paralizado dentro de la cocina. ¿Habría que preparar a los nuevos invitados antes de que vieran a E.J.?. La puerta principal estaba atestada de gente. Todos habían ido a ver a los recién llegados.

-Entonces, ¿qué os trae por aquí?-preguntó Carlisle precavido.

-Las palabras vuelan-contestó otra voz diferente, que sonaba como un murmullo, igual que la primera-hemos oído por ahí que los Vulturis se estaban organizando para ir a por vosotros. Hay rumores también de que no estaréis solos. Como es obvio, los rumores son ciertos. Ésta es una reunión de lo más impresionante.

-No estamos desafiando a los Vulturis- repuso Carlisle tenso-ha habido algún malentendido, eso es todo. Y uno muy serio, a decir verdad, pero que confiamos en ser capaces de aclarar en su momento. Lo que estáis viendo son testigos nada más, porque sólo necesitamos que los Vulturis nos escuchen.

-No nos preocupa lo que digan que habéis hecho, y nos da igual si habéis incumplido la ley. Hemos estado esperando un milenio y medio para que alguien desafiara a esa escoria de los Vulturis- continuó el primero-si hay alguna oportunidad de que caigan, queremos estar aquí para verlo. O incluso para ayudar a derrotarlos. Creemos que tienes una posibilidad de éxito.

-Jacob, trae a E.J. por favor-pidió mi marido-quizá deberíamos poner a prueba la petición de nuestros visitantes rumanos.

Me ayudó saber que probablemente la mitad de los vampiros que había en la otra habitación saldrían en defensa de Ed si estos rumanos se sentían molestos por él. No me gustaba el sonido de sus voces o la oscura amenaza que destilaban sus palabras. Pero no era el único que los percibía así. La mayoría de los vampiros los miraban con ojos hostiles y unos cuantos cambiaron con ligereza de postura, adoptando posiciones defensivas entre los recién llegados y E.J.

Los vampiros de la puerta eran esbeltos y bajos, uno con el pelo oscuro y el otro con el pelo de un tono ceniza tan claro que casi parecía gris pálido. Su piel tenía aspecto polvoriento. Sus ojos agudos, pequeños, eran de un color borgoña oscuro. Llevaban simples ropas oscuras, que podían pasar por modernas aunque con aspecto de pasadas de moda. El de pelo oscuro sonrió cuando yo aparecí a la vista, pero no a mi. A mi hijo.

-Vaya, vaya, Carlisle, pero qué chicos más malos habéis sido ¿eh?

-Él no es lo que crees, Stefan.

-Y nos da igual de todos modos-respondió el rubio-como ya os hemos dicho antes.

Seth iba tan pegado a mi que podían haberle confundido con mi sombra.

-Entonces sois bienvenidos como observadores, Vladimir, pero nuestro plan no es para nada desafiar a los Vulturis, como también hemos dicho antes-apreció Carlisle.

-En ese caso, simplemente cruzaremos los dedos-comenzó Stefan.

-Y esperaremos tener suerte-completó Vladimir.

 

POV. Edward

 

Al final, habíamos conseguido reunir diecisiete testigos: los irlandeses, Siobhan, Liam y Maggie; los egipcios, Amun, Kebi, Benjamin y Tia; las del Amazonas, Zafrina y Senna; los rumanos, Vladimir y Stefan; y los nómadas, Peter y Charlotte, Garrett, Alistair, Mary y Randall, además de los once miembros de nuestra familia, contando como tales a Tanya, Kate, Eleazar y Carmen. Pero eran más si los juntábamos con los diez licántropos que ignorarían nuestras peticiones y se presentarían con nosotros en el lugar de la asamblea.

Era difícil, ante tal situación, no adquirir un poco de esperanza. Si tan solo los Vulturis nos concedían dos segundos...

-Billy, todavía tenemos aquí ese tipo de compañía de la que te hablé. Soy consciente de que ha pasado más de una semana desde que viste a Ed, pero no es buena idea que nos visites ahora. ¿Qué te parece si te lo llevamos?-preguntó Jacob incómodo a su padre por teléfono una lluviosa mañana, después de que éste le acribillara a llamadas día si y otro también-hoy nos va genial...te veo en un rato-colgó y me miró apenado. Lo siento, ya no podía posponerlo más.

-Me parece bien. Podemos dejar a Seth y a E.J. en casa de Billy...-quería estar a solas con Jacob y esto sería la excusa perfecta.

Jacob cogió su Aston Martin. Yo me senté en el asiento del copiloto y Seth con E.J. detrás.

-¿Qué tal lo lleváis?-pregunté en general. A Seth le miré por el espejo retrovisor.

-Drácula Uno y Drácula Dos son espeluz-taculares- dijo Seth divertido refiriéndose a los rumanos.

Sonreí-en eso estoy de acuerdo contigo.

E.J. sacudió la cabeza, pero no dijo nada, ya que a diferencia de los demás, encontraba a los rumanos extrañamente fascinantes. Hizo incluso el esfuerzo de hablarles en voz alta, ya que ellos no habían permitido que él los tocara. Les hizo una pregunta acerca de su piel, tan poco habitual. Ellos no se molestaron por su interés, sino se mostraron algo compungidos. Estuvimos sentados inmóviles durante mucho tiempo, niño. Nos sentamos en nuestros tronos y nos creímos dioses. No nos dimos cuenta durante mucho tiempo de que estábamos transformándonos, casi petrificándonos. Supongo que los Vulturis nos hicieron un favor cuando quemaron nuestros castillos. Fue la respuesta de Vladimir.

-¿Cuánto tiempo podemos pasar con Billy?-preguntó Seth.

-Pues bastante, en realidad-dije. Jacob me miró de soslayo, pero siguió conduciendo.

No hablamos mientras caminábamos a un ritmo humano a través de la lluvia que seguía cayendo. Billy nos estaba esperando y tenía la puerta abierta antes de que llamáramos.

-¡Hola chicos!-la televisión estaba encendida y se giró hacia nosotros en cuanto pusimos un pie dentro de la casa. E.J. corrió a sus brazos tras quitarle yo su chubasquero celeste-¡parece que han pasado años!¡mírate, Ed!

-Hola abuelito- dijo el niño cariñoso encaramándose sobre sus piernas y sentándose encima de sus muslos.

-Te juro que has crecido quince centímetros y pareces más delgado, Ed.

-Hola, Sue- dije. La mujer estaba cocinando. Pollo con tomate, ajo y queso. Nos hizo un ademán con la cabeza sonriente en cuanto sintió un beso en la mejilla de parte de su hijo- Billy...-miré a Jacob- ¿te importa cuidar a E.J. un rato?, Jacob y yo tenemos que hacer algunos recados.

-¿De compras navideñas?-nos guiñó un ojo-ya sabéis que os quedan pocos días.

-Si, las compras de navidad-mentí. Eso explicaba el olor a espuma de embalaje que había por toda la casa. Billy había sacado los viejos adornos navideños.

-No os preocupéis. Lo mantendré entretenido. Ed me ayudará a montar el árbol de navidad, ¿verdad?

-Sí abuelito.

Jacob no dijo nada cuando le pedí ser yo el que condujera. Ni parecía preocupado por mi actitud a pesar de que acabamos deteniéndonos en un paraje de lo más alejado a Forks. Apagué el motor y dejé las llaves puestas en el contacto.

-Quiero que me escuches, Jacob...-dije. Él se revolvió en el asiento para quedar de cara a mi.

-¿Qué pasa?

-Necesito de tu completa colaboración-sabía que no sería fácil para él, pero no me quedaba elección alguna-sé que todos tenemos una confianza renovada ahora que todos esos vampiros están en la casa, pero ambos sabemos que eso no es ninguna garantía-asintió-por eso he estado pensando en una alternativa. Un plan por si los Vulturis nos ignoran e intentan acabar con E.J.

-¿Podría salvarse?

-Si haces lo que te diga...sí.

-Te escucho.

-En el supuesto caso de que los Vulturis nos hagan caso...Aro querrá hablar conmigo el primero. Porque por medio de mi, sabrá muchas cosas incluso de los demás. Leerá en mi mente todo lo que yo haya leído de los otros. Verá los motivos que me empujaron a casarme contigo y no tendrá ninguna duda de que E.J. nació como lo hizo. Pero también vería este plan, y ahí es donde tú entras en juego. Aro no te tocará. Los Vulturis sienten una especial aversión por los licántropos.

-Haré lo que me pidas. Salvaré a nuestro hijo.

Le cogí la mano y se la apreté un poco-tendrías que marcharte de Forks. De la ciudad. Del país e incluso del continente- puso los ojos como platos y empezó a negar con la cabeza-es la única manera, Jacob.

-No puedo hacerlo.

-Dijiste que harías lo que yo te pidiera.

-Menos eso. No pondré distancia de por medio mientras a ti...-desvió la mirada y tembló ligeramente.

-Hay que salvar a nuestro hijo, Jacob. Es lo más importante.

-Sé lo que me dices, Edward, de verdad-me miró. No me di cuenta hasta ese momento lo mucho que había madurado su rostro. Parecía un adulto realmente-quiero proteger a Ed, lo deseo más que nada en el mundo, pero sabes que no puedo dejarte solo en una situación como esa.

-¡Pero hay que mantenerle con vida!¡eres mi única opción!

-¿Y qué hay de Seth?, él daría la vida por Ed también sin dudar. Hará lo que sea sin mirar atrás.

No negaba que había pensado en esa opción también. Pero ya que para mi no había salida, quería que al menos mi marido y mi hijo si la tuvieran. Aunque la determinación de Jacob era tan firme, que pronto me di por vencido.

-¿Seth lo hará?

-Fijo.

Suspiré-está bien. Pero escúchame con atención, porque a partir de ahora, el plan pasa a tus manos-asintió de nuevo, ávido de saber. Yo solté su mano y abrí la guantera-ten-él cogió lo que yo le daba y le echó un vistazo alucinado-es el pasaporte de E.J...el tuyo tendré que cambiarlo, en un par de días a más tardar-extendí un mapamundi que tenía doblado-quiero que escojas cinco lugares lo más lejos posible de aquí. Cinco, seis, veinte, los que quieras. No me los digas, intentaré leer tu mente lo menos posible Jacob. Cada lugar que elijas, lo escribes en un papel y lo metes en un sobre. En casa, en la cabaña, en un rincón del armario hay una mochila roja cargada de dinero. En billetes grandes. Hay además un número de cuenta a nombre de E.J., puede disponer de ella en cualquier momento gracias a los contactos que tiene Carlisle en el banco y una carta en la que le explico todo, para que no dude de que le queremos infinitamente-la cara de Jacob mostraba lo asombrado que estaba, pero no perdía detalle-el día de la batalla, quiero que vayas a la cabaña, cojas esa mochila, hables con Seth y le digas lo que tiene que hacer. Le des a elegir un sobre cerrado con un destino al azar y exígele que lleve a E.J. allí. Que no abra el sobre hasta que no haya llegado al aeropuerto. Y para que sea mejor aún, una vez que llegue a donde quiera que sea...que se aleje un poco más. ¿De acuerdo?. No les faltará de nada, nunca. ¿Vale?

Jacob miró el mapa, el pasaporte y a mi-¿cuánto llevas planeando esto?

-Desde que Alice tuvo la visión. Mi idea era que te fueras tú. Tú y él.

-No crees que sobreviva nadie, ¿no?

Negué con la cabeza también porque decirlo en voz alta era demasiado duro-al menos sé que yo probablemente no. Ni Carlisle.

Soltó lo que tenía entre las manos y se inclinó hacia mi. Abrazándome con fuerza.

-Una vez te dije...que lucharía por ti cada segundo de mi vida...-susurró cerca de mi oído-hasta que mi corazón dejara de latir. Y pienso cumplirlo...porque si tú...si tú dejaras de existir, Edward...ése sería mi final. No podría vivir sin lo que me hace ser quien soy. No podría continuar sin la razón por la que puedo respirar.

 

POV. Jacob

 

-Va a ser la primera navidad de Ed...y no podremos celebrarla...-dije tumbado boca arriba en la cama. En nuestro dormitorio. Habíamos estado todo el día fuera y cuando pasamos a buscar a nuestro hijo a casa de Billy, ya estaba dormido. Al llegar lo dejamos en la cama y Seth se fue a su cuarto.

-Yo tengo un regalo para él. Una fruslería sin importancia-me dijo Edward. Entró en el armario y escuché que sacaba algo de un cajón. Poco después, me pasó un objeto que estaba dentro de una bolsita de terciopelo azul-es una antigüedad.

Le di la vuelta a la bolsita y sobre la palma de mi mano cayó un reloj de bolsillo. Era plateado, reluciente, engastado en una larga cadena y con un curioso grabado en la tapa. Una B y una C entrelazadas con una caligrafía muy hermosa y delicada. En la parte trasera, había una inscripción en lo que me parecía francés. Abrí el pequeño pestillo y miré dentro. Estaba en hora y al otro lado de la tapa había una fotografía circular. De nosotros tres.

-Esta foto la sacó Esme- aprecié recordándolo en el acto. Fue a los pocos días de nacer Ed, pero aparentaba tener un mes y sonreía sentado en medio de Edward y de mi.

-Si. Sé que es un regalo algo anticuado, pero...

-Le gustará...-sentí un nudo en la garganta y cerré la tapa de nuevo-¿qué dice el grabado de detrás?

-Más que mi propia vida-respondió Edward sin mirarme.

La esperanza comenzó a ausentarse de nuestra casa conforme pasaban los días. Los vampiros estaban más silenciosos y dubitativos. Más ensimismados en sus propios pensamientos, quizás asomándose cada vez más al abismo que se acercaba. Edward tocaba el piano para distraer su mente y yo entrenaba con los que se apuntaban conmigo, porque me negaba a que ese fuera nuestro final. Me negaba a que ese fuera su final. Si yo moría y Edward vivía, me iría feliz.

Edward, Ed, Seth y yo fuimos a ver a Billy el día de navidad. Mi manada al completo estaba allí, además de Sam, Emily y Sue. Era una gran ayuda su presencia, porque la actitud de mis camaradas era de excitación y emoción por la batalla, cosa que se te contagiaba casi sin querer.

E.J. llevaba colgado del cuello el reloj que Edward le había dado al amanecer y en el bolsillo de su sudadera blanca, el reproductor de MP3 que decidimos regalarle. Una cosa diminuta capaz de albergar cinco mil canciones, con todas sus favoritas. Era difícil saber qué darle a un niño que tenía de todo y no era como los demás críos de su edad, pero acertamos, porque estaba encantado. En la muñeca tenía la versión quileute intrincadamente trenzada de un anillo de compromiso. Era una pulsera que Seth se había esmerado en hacerle. Era negra con trazos castaños, e incluso con algunas tonalidades de marrón más claras, como su pelaje de lobo. Dolía saber que pronto, muy pronto, se lo entregaríamos a Seth para que lo pusiera a salvo.

Edward nos había salvado el día encargando un regalo para mi padre también. Había aparecido con un nuevo sistema de sónar para pesca con el que Billy quedó entusiasmado y con el que aseguraba, chincharía a Charlie Swan. Comimos la deliciosa y abundante comida de Sue, reímos como jamás creí que volvería a hacerlo y cuando llegó la hora oportuna, volvimos a la casa.

No había nada inusual en el exterior de la casa de los Cullen cuando aparcamos en el prado, pero se podía escuchar alguna clase de tenue alboroto en el interior. Muchas voces murmuraban y gruñían a la vez. Sonaba con intensidad y de forma parecida a una discusión. Pude distinguir la voz de Carlisle y la de Amun con más frecuencia que las de los demás.

Edward dejó el coche enfrente de la casa en vez de dar la vuelta e ir al garaje. Intercambiamos una mirada cautelosa antes de salir del vehículo. La postura de Seth cambió. Su rostro se tornó serio y precavido y yo le imité, en pleno estado Alfa.

-Alistair se ha ido-dijo mi marido de pronto mientras se apresuraba en subir los escalones.

Me sorprendió, pero lo que pasó después lo hizo aún más. Puesto que la marcha de Alistair removió algo en los vampiros allí reunidos y decidieron que plantarían cara y lucharían contra los Vulturis antes de que los masacraran y se quedaran con aquellos cuyos dones fueran de su agrado. Y como el momento se aproximaba, decidimos quedarnos unas cuantas noches fuera, sólo por si acaso, en el gran claro, el que usaban los Cullen para jugar al béisbol y Alice había distinguido en su visión. Todos sabíamos que vendrían el día en que la nieve cubriera el suelo por primera vez. No queríamos que los Vulturis se acercaran mucho a la ciudad y el tal Demetri los llevaría con facilidad adonde nos encontrábamos. Me pregunté a quién rastrearía, y adiviné que sería a Edward.

Edward y yo no habíamos tenido una gran escena de despedida, ni habíamos planeado ninguna, ya que ponerlo en palabras habría supuesto convertirlo en algo definitivo. Así que no nos dijimos adiós en ningún momento y nos mantuvimos uno muy cerca del otro, casi tocándonos. Cualquiera que fuera el final que nos aguardaba, no nos encontraría separados. Colocamos una tienda de campaña para Ed a unos cuantos metros dentro del bosque para protegerlo, y tuvimos una sensación de déjà-vu cuando nos vimos de nuevo acampando en aquel ambiente frío con Seth.

Comenzó a nevar de nuevo la noche anterior a Nochevieja. Esta vez, los pequeños copos de nieve no se disolvieron en el suelo pedregoso del claro. Mientras Seth y E.J. dormían, la nieve creó primero una delgada película de hielo sobre la tierra y luego fue engrosándose capa tras capa. Cuando el sol se alzó, la escena de la visión de Alice se mostró por completo. Edward y yo miramos a través del relumbrante campo blanco y ninguno de los dos dijo una palabra.

A lo largo de la mañana, temprano, los demás fueron reuniéndose. Llevaban en los ojos una muestra muda de sus preparativos. Justo después de que nos reuniéramos todos, escuchamos a los lobos desplazándose por el bosque. Seth salió de la tienda, dejando a Ed dormir un poco más. Yo miré a Edward antes de marcharme con mis congéneres.

Te amo.

 

POV. Edward

 

-Te amo-respondí a la vez que Jacob se dio media vuelta y salió corriendo.

Esperé a que E.J. se despertara y cuando lo hizo, le ayudé a vestirse con las ropas que había preparado cuidadosamente dos días antes. Un jersey con capucha de color oscuro y unos pantalones resistentes, tanto como para no estropearse, incluso aunque alguien los fuera a llevar montado encima de un hombre lobo gigante.

Abrió los ojos como platos cuando leyó la agonía que mostraba mi rostro. No podía esconderla. Hoy sería el último día que quizás viera su hermosa carita. Pero él había adivinado lo suficiente para no preguntarme.

-Te quiero-le dije mientras terminaba de atarle el cordón de una de las zapatillas-más que a nada en el mundo.

-Yo también te quiero, papi- contestó él y tocó el reloj de bolsillo que volvía a tener colgado del cuello-siempre estaremos juntos.

-Sí, siempre estaremos juntos en nuestros corazones-dije con un susurro tan bajo como un suspiro-pero cuando hoy llegue el momento, tienes que dejarme.

Sus ojos se abrieron aún más y me puso la mano en la mejilla. Su silenciosa negativa fue más fuerte que si la hubiera proclamado a voces.

-¿Lo harás por mi?¿por favor?

Él apretó los dedos con más fuerza contra mi cara-¿por qué?

-Seth te lo contará a su debido tiempo. Te lo prometo, y lo entenderás todo-apartó la mano de mi cara sin dejar de mirarme-papá te dará una mochila...quiero que la lleves puesta y no la abras hasta que le diga a Seth y a ti que os vayáis. Abridla cuando estéis lejos de aquí. ¿Lo prometes?

Percibí como le temblaba ligeramente el labio inferior, pero se recompuso-lo prometo-susurró y entonces deslizó los brazos alrededor de mi cuello. Le estreché contra mi pecho y entrelazados de esta manera, le saqué de la tienda hacia el claro.

Jacob ya estaba allí de nuevo. Con sólo sus pantalones cortos y la mochila roja en la mano. Se la pusimos a E.J., que después subió a mi espalda para dejarme las manos libres y nos colocamos con los demás. Carlisle, Esme, Emmett, Rosalie, Tanya, Kate, Carmen y Eleazar formaban una línea frontal. Junto a mi estaban Benjamin y Zafrina. Los testigos se arracimaban a nuestra izquierda y derecha, unos más cerca que otros, ya que los que se habían declarado a nuestro favor tenían posiciones más próximas. Los lobos permanecían invisibles a nuestra espalda, ocultos en el bosque, pero quietos y preparados. Salvo Seth, que en su forma humana se mantenía detrás de mi, cerca de E.J. y Jacob.

Esperaba el momento en que la visión que vi en la mente de Alice se materializara delante de nuestros ojos. Escudriñaba la lejanía en busca de su llegada. Hasta que sentí la cálida mano de Jacob estrechando la mía y apretándome los dedos. Tenía la mandíbula tensa, y su mirada se perdía donde lo hacía la mía. Y noté el súbito miedo de perderle. De perderle para siempre. Pero entonces les escuché. Justo al norte del sitio en el que estábamos.

Llegaron con gran pompa y se alinearon de forma rígida y formal, producto de siglos de práctica. Unas figuras vestidas de gris se posicionaron en los flancos y los que vestían de negro, avanzaron por el centro. Progresaban con deliberada lentitud, sin prisa ni tensión o ansiedad. No demostraron asombro ni consternación ante el variopinto grupo de vampiros que los esperábamos. Eran treinta y dos efectivos en total, sin contar a las esposas que permanecían en la retaguardia.

-Se acercan los casacas rojas, se acercan los casacas rojas-musitó Garrett entre risas y se acercó un paso a Kate.

-Así que han venido...-comentó Vladimir con un hilo de voz.

-Ahí están las damas y toda la guardia-contestó Stefan- míralos, todos juntitos. Hicimos bien en no intentarlo en Volterra.

Y entonces, otro grupo inmenso comenzó a ocupar las posiciones detrás de los Vulturis. Eran cuarenta y tantos vampiros. Sus propios testigos del sacrilegio que, a su juicio, habíamos realizado los Cullen. El tema de los niños inmortales había levantado muchas ampollas por todo el globo, no cabía duda. Esa turba sería la responsable de atestiguar que se había puesto fin al crimen una vez que estuviéramos muertos y también de abogar por los cabecillas italianos que simplemente se habrían limitado a actuar con imparcialidad.

Identifiqué a Irina entre la multitud. Dudosa de si mantenerse con los Vulturis o reunirse con sus hermanas. Miraba con horror a Tanya sólo por ser capaz de permanecer en nuestro bando.

-Alistair estaba en lo cierto-dije a mi padre.

-¿Que Alistair tenía razón...?-me preguntó Tanya en voz baja.

-Cayo y Aro vienen a destruir y aniquilar-dije-han puesto en juego múltiples estrategias. Si la acusación de Irina resultara ser falsa, llegan dispuestos a encontrar otra razón por la que cobrarse venganza. Mi matrimonio, por ejemplo. Pero son de lo más optimistas ahora que han visto a E.J. a mi espalda. Todavía podríamos hacer el intento de defendernos de los cargos amañados, y ellos deberían detenerse para saber la verdad del niño. Pero no tienen intención de hacerlo.

Seth gruñó, malhumorado. Y los Vulturis detuvieron su avance de sopetón. La causa, los licántropos habían salido de las sombras y se habían unido a nosotros en formación de abanico a ambos lados de nuestra línea. Me sorprendí, porque no eran los ocho lobos que esperaba. En total contaba unos quince. La altura y el grosor de las garras hablaban bien a las claras de la juventud de los recién llegados. Eran muy, muy jóvenes. Debería de haberlo imaginado a pesar de que Jacob no me había comentado nada, puesto que probablemente pertenecían a la manada de Sam. La explosión demográfica de hombres lobo era inevitable con tanto vampiro suelto pululando por los alrededores. El no leerle la mente a mi marido con tanta frecuencia como lo hacía antes, me había proporcionado una inevitable sorpresa. Iban a morir más niños con aquella decisión y comprendí que a Sam no le había quedado otro remedio.

Peiné la línea rival con la vista. Aro y Cayo se daban la mano, evaluando la situación con las miradas clavadas en E.J. y en mi. Continué y no muy lejos de ellos, atisbé a Alec y a Jane, junto a Marco y flanqueados al otro lado por Demetri. Alec y Jane se mostraban confiados, no obstante eran los gemelos brujos, la piedra angular de la ofensiva de los Vulturis.

-¿Qué opinas, Edward?-me inquirió Carlisle.

-No están muy seguros de cómo proceder-reconocí-sopesan las opciones y eligen los objetivos clave. Eleazar, Tanya y tú, por descontado, y yo mismo. Marco está valorando la fuerza de nuestras ataduras. No puede concebir lo que hay entre Jacob y yo. Y les preocupan sobremanera los rostros que no identifican, Zafrina y Senna, sobretodo y los lobos, obviamente. Nunca antes se habían visto sobrepasados en número. Eso es lo que les detiene.

-¿Sobrepasados...?-cuchicheó Tanya incrédula.

-No cuentan con la participación de los espectadores-aclaré-son un cero a la izquierda en un combate. Están ahí porque Aro gusta de tener público.

-¿Debería hablarles?-me preguntó Carlisle.

Asentí-no vas a tener otra ocasión.

Mi padre se alejó varios pasos de nuestra línea defensiva. Extendió los brazos y puso las palmas hacia arriba, a modo de bienvenida.

-Aro, mi viejo amigo, han pasado siglos...

Aro avanzó desde el centro de la formación enemiga, con su escudo Renata, pisándole los talones. Un gruñido apagado cruzó las filas de los Vulturis. Aro alzó una mano a fin de contenerlos.

-Paz-dijo y anduvo unos pocos pasos más-hermosas palabras, Carlisle. Parecen fuera de lugar si consideramos el ejército que has reclutado para matarnos a mí y a mis allegados.

Carlisle sacudió la cabeza en negación-basta con que toques mi palma para saber que jamás fue esa mi intención-dijo extendiendo la mano en su dirección-no he cometido el crimen por el que me vas a sentenciar.

-Hazte a un lado en tal caso y déjanos castigar a los responsables-su mirada se clavó en mi-de veras Carlisle, nada me complacería más que respetar tu vida en el día de hoy.

-Nadie ha roto la ley Aro, deja que te lo explique-insistió Carlisle ofreciéndole de nuevo su mano.

-Vemos al crío, Carlisle- refunfuñó Cayo poniéndose junto a Aro- no nos tomes por idiotas.

-Él no es inmortal. Puedo demostrarlo en cuestión de segundos.

-Si él no es uno de los prohibidos...-atajó Cayo de nuevo-entonces, dime, ¿por qué has reclutado un batallón para defenderlo?

-Son testigos como los que tú has traído, Cayo- Carlisle señaló con un gesto de la cabeza a la horda de vampiros-cualquiera de esos amigos puede declarar la verdad acerca de ese niño, y también puedes verlo por ti mismo. Cayo, observa el flujo de la sangre por sus mejillas.

-¡Eso es un pretexto!-espetó Cayo-¿dónde está la denunciante?¡que se adelante!-estiró el cuello y miró a su alrededor hasta localizar a la rezagada Irina-¡tú, ven aquí!

Irina le miró con fijeza y desconcierto. Uno de los guardaespaldas se colocó junto a ella y le propinó un empujón. Ella parpadeó dos veces y luego echó a andar en dirección a Cayo. Se detuvo a unos metros de este, todavía sin apartar los ojos de sus hermanas. Cayo salvó la distancia existente y le cruzó la cara de una bofetada. El tortazo lejos de dolerle, le hizo sentir humillada.

Cayo señaló a E.J. con uno de sus dedos engarfiados. El niño seguía colgado a mi espalda, con los dedos hundidos en mi camisa.

-¿Es ése el crío que viste?-inquirió Cayo- el que era manifiestamente más que humano...

Irina miró a mi hijo, estudiándolo por primera vez desde que pisó el claro. Ladeó la cabeza con la confusión escrita en las facciones.

-No...no estoy segura-admitió ella, perpleja.

-¿Qué quieres decir con eso?-por la mente de Cayo pasó la idea de volver a abofetearla.

-No es igual, aunque creo que podría ser él, es decir, me parece que lo es, pero ha cambiado. El que vi no era tan grande como ése...

Cayo jadeó entre dientes. Aro se acercó a el y le puso una mano en el hombro-sosiégate, hermano. No hay necesidad de apresurarse. Ahora, dulzura...-miró a Irina- muéstrame qué intentas decir.

Ella le tomó la mano y pudo ver lo mismo que ella aquel desafortunado día.

-Al parecer tenemos un misterio entre manos-dijo Aro soltando la mano de la vampira y volviéndose hacia Carlisle- da la impresión de que el niño ha crecido a pesar de que el primer recuerdo de Irina correspondía indiscutiblemente al de un inmortal. ¡Qué curioso!-eso me dio ánimos. Cuando Aro sentía curiosidad, había posibilidades de supervivencia.

-Esto es justo lo que intentaba explicar-repuso Carlisle y tendió la mano una vez más.

-Preferiría la versión de algún protagonista de la historia, amigo mío-yo. Justo como lo había esperado-el mejor medio de conseguirlo, es ese prodigio de hijo tuyo- Jacob apretó con más fuerza mi mano-asumo cierta participación por su parte a juzgar por como se aferra el niño a él.

Las manos de Seth envolvieron a mi hijo separándole de mi y yo besé a Jacob en la frente antes de andar con grandes zancadas rumbo a Aro. A pesar de lo que me hubiera gustado, escuché a mi marido entrar en fase, y a los pocos segundos estuvo detrás de mi, con un constante gruñido sordo en el pecho.

Aro le miró. Impresionado de que un licántropo tuviera tal sentimiento protector hacia un vampiro.

Cuando tuve delante al cabecilla de los Vulturis, me detuve y extendí el brazo. No tardó demasiado en cogerme de la mano ignorando la queja de Jacob, que enseñaba los dientes. Podía notar la permanente atención de Jane sobre mi, a la espera de la más mínima orden en mi contra. Aro cerró los ojos y sintió la excitación al recibir tanta información de golpe. Ahora estaba al corriente de todo, sin excepciones. Tardó minutos que parecieron eternos. Cuando volvió a abrir los ojos, no los despegó de mi.

-¿Lo ves?-pregunté aparentando calma. Él estaba atónito, intentando buscarle algún sentido a la realidad que acababa de ver y seguía si soltar mi mano.

-Si, ya veo, ya-respondió, mostrando esa sonrisa suya ante los descubrimientos-dudo que nunca se hayan visto las cosas con tanta claridad entre dos dioses o dos mortales. Me has dado mucho en lo que pensar, joven amigo, no esperaba tanto-miró a Jacob- aunque confieso que es repugnante la simple idea de vuestro romance. Si pudiera dormir, tendría pesadillas durante siglos-eso era un ataque en nuestra contra. Al verlo todo en mi mente, cabía esperar algo así. Pero le interesaba otra cosa por encima de lo demás-no soy capaz de concebir una cosa como esa. Un vampiro. Un ser muerto por dentro, es fascinante que haya sido capaz de...¿puedo conocerle?-me soltó casi suplicante y miró a mi hijo, a lo lejos-en toda mi vida jamás habría imaginado la existencia de una criatura semejante. Menudo apéndice a nuestras historias...-le disgustaba la idea de que E.J. se convirtiera en licántropo, pero le fascinaba su mera presencia y sus cualidades vampíricas-¿vas a presentarme a tu hijo?

Asentí a regañadientes, porque no me quedaba alternativa. Nos jugábamos todo a una carta. Me pasó un brazo por encima del hombro, y anduvo conmigo hasta donde estaban los demás miembros de mi familia y amigos. Pero nos detuvimos a la mitad del camino. Felix, Jane, Alec y Demetri se unieron a Aro, como guardaespaldas. Un reticente Seth con mi hijo en brazos, y un sonriente Emmett, se acercaron hacia mi y Jacob.

-Oigo el latido de su extraño corazón-murmuró con emoción creciente Aro. Miraba alucinado a mi hijo, que se aferraba con fuerza al pecho de Seth- huelo su extraño efluvio.

Tuve que ser yo quien cogiera al niño y lo separase de los brazos de Seth.

-Pero si es...maravilloso...-murmuró Aro, ensimismado.

-Fascinante-escuché decir en voz baja a Alec, que recibió una mirada horrorizada de su hermana.

-Hola, Edward Jacob- continuó Aro. E.J. me miró y yo asentí.

-Hola, Aro- dijo el niño con esa voz suya tan armoniosa.

Aro abrió los ojos, sorprendido.

-¿Qué es el crío?-masculló Cayo desde su posición-es imposible que...-se enmudeció de solo pensar la posibilidad que le rondaba la cabeza.

-Mitad vampiro, mitad licántropo- anunció Aro sin apartar la mirada del niño-éste híbrido fue concebido por nuestro estimado Edward y su compañero cánido.

-Imposible-se burló Cayo a pesar de haberlo pensado segundos antes.

-¿Acaso los crees capaces de engañarme, hermano?- Aro se lo estaba pasando en grande. Nunca se había topado con nada semejante. Cayo dio un respingo-¿también es una treta el latido de su corazón?¿o el verde de sus ojos?

Cayo torció el gesto y se sintió tan mortificado como si las amables preguntas de Aro hubieran sido bofetadas.

-Obremos con calma y cuidado, hermano-le advirtió Aro todavía sonriendo a E.J.-conozco bien tu amor por la justicia, pero no es preciso aplicarla contra este pequeño por razón de su origen, y en cambio es mucho lo que queda por aprender de él. Hemos venido esperando sólo justicia y la tristeza de una amistad traicionada, y ¡mira lo que nos hemos ganado a cambio!. Un nuevo y deslumbrante conocimiento sobre nosotros mismos y nuestras posibilidades.

Aro le tendió la mano a mi hijo, pero no era lo que él deseaba. Se inclinó hacia adelante y se estiró hasta tocar el rostro del vampiro con las yemas de los dedos. La sonrisa de éste se ensanchó y suspiró de satisfacción.

-Brillante-musitó.

-Por favor-pidió E.J.

-Naturalmente que no tengo intención de herir a tus seres queridos, mi precioso Edward Jacob- respondió Aro transformando su sonrisa de excitación en una amable. Entonces miró a mi marido y barrió con la mirada a los demás licántropos, incluso a Seth. Mi hijo había implorado por la seguridad de todos y cada uno de los allí presentes.

-No nos pertenecen Aro- aclaré al leer su mente-no acatan nuestras órdenes como tú crees.

-Existe un vínculo impresionante entre tú y este...hombre lobo-dijo-es leal a ti. Me disgusta, pero a la vez...me intriga. ¿Cómo ha sido posible?

-No hay ninguna ley que me prohíba estar con Jacob- aclaré, porque ese tema se tocaría tarde o temprano.

-Nunca la creímos necesaria. Normalmente tenemos el sentido común de alejarnos de los licántropos. Pero veo que hay excepciones-se dio media vuelta-si vosotros y vuestros peludos amigos me excusáis, mis queridos Cullen, he de deliberar con mis hermanos.

Continuará...


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