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El último partido por Yais

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Capítulo 2: Estrés

 

 

 

Draco llegó hasta la sala común dando traspiés. Eran las 2 de la tarde y se había pasado toda la mañana dando vueltas en el campo, enfadado consigo mismo y con todo aquel que le hablara. Logró dar la contraseña después de unos cuantos estornudos y de pronto se encontró envuelto en el clima hogareño de su casa.

 

Se tiró en el sillón más cercano y aunque dejó a su cansado cuerpo reposar, su mente aún gruñía por el enfado. Justo cuando estaba preparado para la victoria, el partido fue aplazado. Todo el tiempo que pasó estudiado la probable velocidad y dirección del viento de ese día sirvió para nada. Sentía que la cabeza le iba a estallar.

 

 

 

Despertó a la mañana siguiente como la sensación de que el piso se movía. Tenía una horrible sensación amarga en la garganta y el aire estaba impregnado con un olor entre medicina y antiséptico revuelto. Abrió los ojos y al ver que el blanco inundaba las paredes se supo en la enfermería, aunque no identificó el porqué.

 

 

 

— Por fin despiertas — exclamó la voz de Pansy a un lado de donde se encontraba.

 

— Pansy.

 

— Esa misma. Te dije que tenías que comer — le regañó usando un tono condescendiente.

 

— ¿Qué hago aquí?

 

— Te encontré ayer en la sala, estabas, no sé, así como durmiendo y no quise despertarte, todos dijeron que te pasaste toda la mañana gruñendo y era mejor no molestarte. Pero cuando se hizo noche probé moverte un poco y me di cuenta de que tenías fiebre. La señora Ponfreey dice que tanto estrés es muy malo para alguien tan joven — mientras hablaba hacía movimientos con sus manos.

 

En vez de contestar, dándose por enterado de su situación, intentó incorporarse.

 

—No hagas eso, debes descansar.

 

—No me digas qué hacer— exclamó con ese típico tono de arrastrar las palabras.

 

Pansy se ofendió y bufó indignada — sólo me preocupo por ti.

 

—Estoy bien— contestó cortante, deteniendo sus impulsos por levantarse, pero evitando mirarla.

 

Ella arrugó el ceño y luego se giró — me voy, mocoso mimado. Ya necesitarás de mí y te arrepentirás de haberme hablado así.

 

— No creo necesitarte — murmuró de manera muy audible justo antes de que ella azotara la puerta, logrando que la enfermera lo mirara con ojos asesinos. “Mimado”, ¡se había atrevido a llamarlo así!

 

Lo aceptaba. Le gustaba que lo mimasen, y más que por amabilidad había dejado a Pansy tomarse atribuciones porque tener a una bruja encargándose de sus necesidades le hacía la vida más fácil. Pero estaban por llegar al punto de quiebre y si no paraba ella podría matarlo mientras dormía.

 

 

 

Estrés. Hizo una mueca. No podía creer que un juego lo hubiese hecho caer en una cama de la enfermería. Tal vez era el último partido de sus años en Hogwarts y sabía que debía ganarlo a toda costa, porque en él se jugaba su orgullo, pero no era para tanto.

 

¡Que va!, claro que lo era.

 

La copa. Su casa. Demostrarles a todos, a Gryffindor, que eran los mejores. Todo era muy importante. ¿Cómo iba a mirar hacia atrás?, ¿qué iba a recordar?... ¡Todas las veces que Potter lo humilló al ganarle la Snitch! Se negaba.

 

 

 

— Eso que hiciste no fue cortés — dijo con burla una voz proveniente de la cama a su lado.

 

— Y eso a ti que te impor...— cortó su frase cuando al girarse se encontró con los ojos verdes de Potter, el Gryffindor estaba sentado en la cama a su lado izquierdo —y tú ¿qué haces aquí?

 

— No lo sé “me encanta este lugar”.

 

Draco resopló ligeramente. Había olvidado la razón por la cual el partido había sido aplazado, el ataque a Potter. Si el cuatro ojos Gryffindor no estaba en disposición de jugar no habría partido. Claro, era imposible sustituirlo. Nadie permitiría que el héroe, oh grandísimo Harry Potter, se perdiera aquel evento.

 

— Ya, dime ¿tienes una enfermedad terminal?— preguntó fingiendo  esperanza.

 

Potter omitió su último comentario dedicándose a mirarlo con ojos cargados de reproche —tú sabes mejor que nadie por qué estoy aquí.

 

— No, no lo sé. ¿Por qué tendría que saberlo?

 

— No te hagas el tonto Malfoy sabes a qué me refiero.

 

— Tengo muchísimas habilidades Potty, ninguna es la adivinación. Pero como eres elemental, lo repetiré por milésima vez, YO no te ataqué. No lo necesito.

 

— Claro Slytherin y por supuesto tú “menos” necesitas hacer trampa para ganar — el Gryffindor soltó el comentario con ironía.

 

Draco arrugó las sabanas entre sus dedos y tronó los dientes al apretar fuerte las quijadas. Cuando les avisaron que no sustituirían a Potter, sino que aplazarían el partido hasta que él se recuperara, la indirecta fue clara. Creían que Slytherin pretendía hacer trampa y no iban a dejarlos.

 

— Si yo te hubiese atacado no estarías aquí.

 

— ¿Cómo? — Potter formó un gesto retador mezclado con un brillo que jamás antes le había visto en los ojos.

 

— Si yo te hubiese atacado — repitió con voz lenta — no estarías aquí.

 

— Entonces ¿dónde? — al hacer le  pregunta el Gryffindor dejó que las sabanas lo descubrieran al estirar su columna tanto como podía, se movió como si se estuviese preparando para saltarle encima. Al igual que un gatito haría con su presa.

 

Draco no tuvo idea de porqué imaginó aquello y arrugó el entrecejo al darse cuenta de que tuvo la intención de echarse para atrás. No le tenía miedo a Potter.

 

— Bajo tierra.

 

El Gryffindor lo miró fijamente, procesando la amenaza de muerte y luego le sonrió de lado. — Claro, ni siquiera tuviste el valor de atacarme en persona, ya te imagino… si un partido de quidditch te trae a la enfermería.

 

— Cállate — hizo un ligero berrinche. Sabía que su imagen de Slytherin se iría por el caño cuando todos se enteraran por qué estaba en cama. Se reirían a sus espaldas — si no me crees capaz de hacerlo deja de culparme. Te crees tan bueno que piensas que sólo yo tengo problemas contigo, gran San-Potter héroe de los sangre sucia, pero no es verdad. Deberías agradecerme que te diga tus verdades.

 

— Sí pues ¡gracias Malfoy!, siempre quise que un imbécil descargara sus frustraciones insultándome — Draco iba a contestar la provocación pero su interlocutor continuó — Tiemblo de emoción cada vez que escucho tu fastidiosa voz y paso las noches en vela imaginando qué tienes planeado para la mañana siguiente. Me quitas el sueño.

 

Después de escuchar aquello Draco olvidó cualquier insulto coherente. Potter se había escuchado tan apasionado al hablar que por un instante le creyó. — Que asco, creo que voy a vomitar.

 

— Eres un pendejo Malfoy — Potter se sonrojó ligeramente y se volteó para no tener que seguir hablando con él. Tarde se dio cuenta de lo que dijo.

 

Por un momento Draco pensó que tenía una mina de oro, pues se le ocurrían miles de bromas, pero sólo sonaron bien en su mente unos instantes. En realidad, burlarse de Potter porque dijo que le quitaba el sueño no era tan atractivo, de hecho le daba escalofríos. Así que decidió imitarlo y botarse de lleno en la cama.

 

 

 

_______________

 

 

 

Harry intentó parecer relajado, cubierto por las sábanas como si durmiera, pero estaba todo menos eso. El corazón le palpitaba con rapidez y sus mejillas estaban calientes de tan rojas que las tenía. No podía creer que le hubiese confesado a Malfoy que pasaba las noches en vela pensando en él.

 

Lo peor de todo es que lo que pretendió fuera un insulto en realidad era la más triste de sus realidades y que el Slytherin, componiendo la mejor cara de estupefacción que le hubiese visto, le dijo que le daba ganas de vomitar. Merlín. Quería morir. No esperaba una reacción positiva pero “¡asco!”, la palabra le había calado hondo.

 

 

 

El día anterior, todos en la mesa de Gryffindor estaban confiados. Mentirían si dijeran que no sentían inquietos, pero era el nerviosismo normal. Sabían que la copa ya era suya. Tenían a los mejores elementos y una porra muy animada formada por los alumnos de grados inferiores, encabezados por Colin.

 

—Vamos Harry tranquilo, no veo de qué te preocupas. La victoria la tenemos asegurada — todas las frases de Ron tenían el mismo tono y significado los últimos días. Ganarían aquel partido sin problemas. Incluso él lo sabía, pero eso no evitaba que tuviese una molesta sensación en el pecho.

 

Harry justificaba su interés por la mesa de verde y plateado diciendo que tanta calma entre sus integrantes sólo podía anunciar problemas. Le juraba a todos que algo se traían entre manos, pero en realidad lo único que quería era mirar a Draco Malfoy sin ser interrogado.

 

Había notado que conforme pasaban los días el rubio se veía más cansado y que sus episodios de histeria eran más recurrentes. Ahora la única víctima de sus berrinches era Pansy Parkinson pues Crabbe y Goyle le tenían tanto pavor que dejaron de seguirlo a principios de esa semana.

 

Malfoy era muy expresivo cuando lo deseaba y aunque todas sus muecas eran groseras o burlonas, él, de tanto observarlo, había aprendido a apreciarlas y encontrar cierta belleza en ellas. Así que cuando lo vio salir del gran comedor a zancadas a sus ojos fue como un modelo de pasarela.

 

Sabía que no era bueno, lo peor que le podía haber ocurrido, pero le gustaba Malfoy. No tenía idea en qué momento o por qué, simplemente un día se descubrió mirándolo y lo supo. No tenía sentido negarlo y como tampoco tenía aspiraciones, decidió que no era tan importante. ¿Le gustaba?, sí, ¿haría algo al respecto?, claro que no.

 

Por ahora y por lo que le restaba de ese curso se limitaría a mirar sus arranques, devolverle los insultos y derrotarlo en quiddich. El poco tiempo que le quedara hasta que ya no pudiera volver a verlo. Suspiró. Salvo Malfoy, el resto de su vida le parecía aburrida.

 

Con Voldemort muerto lo único interesante en su vida (y no se quejaba) era la temporada de quiddich, pero después de ese día ni eso tendría. Una vez que derrotaran a Slyterin todo terminaría. La diversión, la presión y su excusa para someter a Malfoy a vigilancia constante.

 

Él ya había terminado su desayuno, así que tuvo la intención de ir tras el Slytherin pero se contuvo. Debía detenerse porque se estaba haciendo daño. Así que optó por subir a la torre más alta del castillo y en cuanto llegó admiró el paisaje.

 

Había ido al lado opuesto para no ver el campo de quiddich, pero no pudo evitar preguntarse si Malfoy estaría ahí. Cuando se escapaba de la compañía de sus amigos iba a observar al rubio dar vueltas en el campo, no importaba el clima o la hora, siempre estaba ahí entrenando y él observando.

 

De pronto el sonido de una capa ondeando al aire y unos pasos cautelosos lo hicieron girarse. — ¿Ron?, ¿Hermione?, ¿son ustedes?— preguntó, pero como no obtuvo respuesta, tomó su varita.

 

Estaba seguro de haber escuchado pasos detrás de él pero fue por su costado derecho el lugar de donde vino el ataque. Un destello plateado parecido al patronus lo envolvió y cayó al piso sin poder hacer nada. Lo único que identificó de su atacante fue un aroma dulzón, gardenias, y los colores verde y plateado de Slytherin.

 

 

 

Cuando despertó y le explicaron que debía estar en cama mínimo un mes se desilusionó. Su ánimo mejoró un poco cuando le avisaron que aplazarían el partido hasta que se recuperara y se extasió cuando dejaron a Malfoy en la cama a un lado suyo. Se hubiera parado y dado de saltos sino hubiese imaginado que si lo hacía la enfermera lo daría de alta.

 

 

Notas finales:

Gracias por la agradable acogida que me han dado. Tenía mucho que no escribía sobre Harry Potter, ni mi pareja favorita del fandom.

Aprecio sus reviews, me hicieron muy feliz. Gemma, Perfectgirl, Mixhii y Otaku Anónimo1209, muchisimas gracias por el apoyo.

Un beso y abrazo.

Yais.


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