Las alma mortales que pierden sus cuerpos por distintos motivos, son enviadas a la mansión del purgatorio ya que en este lugar, las almas son jugadas por sus acciones cometidas mientras estaban con vida y según sus actos son manadas al cielo junto con Ra o al infierno junto con Hades.
Después que el alma de Yugi dejara su cuerpo en la tierra, esta se fue directamente a la residencia del purgatorio. Luego de haber ingresado a este lugar, se puso en la fila de las almas a esperar su turno para ser juzgada por el encargado.
Solo faltaban dos espíritus por ser juzgados para que llegara el turno del alma del pequeño tricolor. Sin embargo cuando este llego, de la nada aparecieron dos ángeles quienes tomaron el alma de Yugi entre sus manos y se la llevaron con ellos a otro lugar.
Los dos querubines, llegaron a una habitación de paredes de mármol blanco y el suelo de cerámica de color crema. Después de haber ingresado a este sitio, soltaron el espíritu del pequeño duelista quien no entendía lo que esta sucediendo por lo que tomo valor y decidió preguntar.
- ¿Por qué me sacaron de la fila?- pregunta confundía el alma de Yugi.
- Porque nuestro señor quiere verte- Responde uno de los ángeles que es rubio y de ojos color marrón.
- ¿Quién es su señor?-cuestiona intrigado el espíritu del pequeño tricolor.
- El dios Ra – contestan ambos querubines al mismo tiempo.
- ¿En verdad él quiere verme?- interroga sorprendido el alma del pequeño duelista quien no podía creer que un dios quería verlo a él.
- Así es por lo que debes quedarte aquí hasta que un arcángel venga por ti-le dice el otro ángel que es pelirrojo y de ojos grises.
- De acuerdo
- Nosotros nos retiramos, tenemos mucho trabajo que hacer-dicen los dos querubines al unisonó.
- Entiendo y gracias por traerme hasta aquí-les menciona el espíritu de Yugi agradecido por ese par.
- Por nada
Luego que ambos seres celestiales se fueran, el alma del pequeño tricolor se sentó en el suelo a esperar a que su próximo guía que llegara a buscarlo. El arcángel no tardo mucho en llegar a la habitación donde se encontraba el espíritu del pequeño duelista, quien al ver al recién llegado, se levanto de donde estaba y comenzó a seguir a este querubín.
El alma de Yugi siguió al ser celestial por casi toda la mansión hasta que llegaron a la azotea, en donde el arcángel desapareció como por arte de magia dejando al espíritu del pequeño tricolor descorsertado hasta que de la nada apareció en frente de este, una figura varonil dorada, la cual brillaba tan intensamente como el sol.
- Te eh estado esperando pequeño- dice Ra con una pequeña sonrisa en sus labios.
- Lo sé, ¿Por qué deseaba tanto verme?- pregunta el alma de Yugi confundida.
- Porque tengo que darte una noticia- responde el dios del sol cambiando su sonrisa por un gesto más serio.
- ¿Cuál?- interroga el espíritu del pequeño duelista.
- La misión de tu vida aun no ha terminado y debes terminarla para que se te permita subir al cielo-menciona el dios egipcio seriamente y con un tono de orden.
- Entiendo, pero ¿Cómo podre hacerlo? Si ya no tengo un cuerpo físico-pregunta el alma del pequeño tricolor preocupado dado que como podría volver a la tierra sino un cuerpo humano.
- De eso no te preocupes, yo me hare cargo-le dice Ra a la vez que le guiña un ojo.
- Como usted diga- menciona el alma de Yugi a la vez que hace una reverencia.
- Ahora regresa a la entrada de la mansión pero esta vez no vayas a la puerta del centro si no ve a la derecha-ordena el dios del sol.
- De acuerdo
- Mucha suerte pequeño en tu misión
- Gracias y hasta luego
El espíritu de Yugi se va de la azotea hacia la entrada de la mansión y esta vez en vez de entrar a la puerta del pasillo de las almas, entra en una puerta sol, la cual al abrirla sale una inmensa luz blanca la cual rodea toda la habitación. Mientras tanto el dios Ra usa sus poderes para crear una copia idéntica del cuerpo de Yugi, el cual envía al antiguo Egipto y este cae encima de las arenas del desierto.
A los minutos después el alma del pequeño tricolor, es mandada a su nuevo cuerpo y esta se mete dentro de este para comenzar con su última misión de esta vida. Ahora que tanto como cuerpo y alma estaban juntos aun los ojos del pequeño duelista seguían cerrados.
No muy lejos de ahí dos soldados del castillo entrenaban hasta que uno vio a Yugi inconsciente, se acerco a él y se sorprendió al verle tan parecido al faraón por lo que pensó que quizás podría ser un familiar lejano de él. Así que decidió tomarlo en sus brazos y llevarlo al palacio real para que los sabios lo revisaran para saber si el pequeño tricolor estaba bien o no.
Lo que los soldados no sabían era que Mahad había visto todo por una ventana que daba justa vista al pasillo central del castillo. El mago de Egipto no lo pensó dos veces y le fue a informar al rey lo ocurrido dado que esos soldados debían ser castigados dado que ellos tenían prohibido traer extraños al palacio.
Así que Mahad salió de donde estaba y entro en la sala del trono en donde se encontraba Atem sentado en su silla dorada.
- ¿Qué ocurre Mahad?- pregunta el faraón confundido por la entrada tan inesperado de su amigo.
- Mi faraón, dos soldados han triado a un desconocido al castillo- responde el mago seriamente.
- ¿Por qué hicieron eso?- cuestiona Atem extrañado ante la actitud de sus hombres.
- Porque lo encontraron inconsciente en el desierto- contesta Mahad aun más serio.
- ¿Cómo es ese joven?-pregunta el faraón con curiosidad.
- Tricolor como usted, piel blanca y un poco más bajo que usted
- - piensa- “Un minuto, al único que conozco con esas características es a Yugi pero no pude ser o tal vez…”
- Mahad llévame con él –ordena Atem seriamente a la vez que se levanta del trono real.
- Como ordene alteza
Y así ambos chicos abandonan la sala del trono hacia la habitación en donde se encontraba Yugi. Al estar en frente a ella, Atem abre la puerta y…
CONTINUARA