Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love Hurts por Nayen Lemunantu

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Les cuento que la escena entre Tezuka y Fuji, está inspirada en la preciosa canción de Bruno Mars “when I was your man”. Escúchenla mientras leen esa parte, de seguro que hará su efecto. 

Capítulo 10

 

 

Cada quien es feliz,

Con la mentira que más le gusta.

 

 

—Date prisa, Eiji —Fuji caminaba apresurado mientras miraba el cielo cargado de oscuras nubes grises—, quiero comprar antes que llueva.

—No entiendo por qué tengo que acompañarte —el pelirrojo hablaba con evidente aburrimiento—. Los demás ya deben estar en el restaurant de Taka-san ¡Seguro Momo y el O-chibi ya se comieron todo!

—Necesito que me ayudes a elegir un regalo, de alguna forma debo disculparme con Shiraishi.

—Sí, pero… ¿Un artículo de tenis no será un regalo demasiado impersonal viniendo de su novio? —Kikumaru seguía a su amigo caminando perezosamente, varios pasos más atrás—. Además, con comprarle un regalo no vas a dejar de estar enamorado de Tezuka y no de él.

Fuji dejó de caminar y se dio la vuelta para ver indignado al pelirrojo, éste lo imitó y lo miró con ojos curiosos, mientras el castaño permanecía con una expresión triste y desilusionada en el rostro, para finalmente susurrar muy despacio.

—No sé qué hacer… no sé qué hacer con mi vida.

Kikumaru cambió de expresión de súbito, comprendiendo el dolor que sentía su mejor amigo. Se acercó a él y lo acarició con ternura en la cabeza, iba a hablar, tratando de entregarle algún consuelo al castaño con sus palabras, cuando una conocida voz lo hizo fijar su atención a lo que sucedía a espaldas de Fuji.

Se trataba de Atobe Keigo.

—¡Esto es ridículo! —el peliplateado se veía realmente disgustado y encaraba con las manos cruzadas sobre el pecho a dos hombres altos vestidos de traje negro, los que parecían salidos directamente de una película de mafiosos.  

Una risa ahogada salió de la boca del pelirrojo al ver esta escena, lo que hizo que Fuji se volteara a ver lo que captaba la atención de su amigo.

—Sólo voy a comprar algunos implementos de tenis que necesito —Keigo volvió a hablar con evidente molestia—. No es como si pudiera escaparme o algo así.

—Lo siento, joven amo, pero nosotros sólo seguimos las órdenes de su padre.

—¿Y no tienen criterio propio para poder diferenciar las situaciones? —Keigo alzó levemente la voz, disgustado—. ¡No corro ningún peligro dentro de una tienda deportiva!

—Déjalo hacer lo que quiera —uno de los hombres le habló al otro, suspirando realmente cansado de tener que lidiar con la personalidad de Keigo. Éste no esperó más aviso y antes que el otro hombre pudiera reaccionar, dio media vuelta y entró en la tienda—. Voy a pedir un aumento de sueldo ¡Nadie me dijo cómo sería tener que soportar a este niñito rico!

Kikumaru ahora no pudo evitar reír abiertamente al oír el comentario de aquel hombre, mientras se preguntaba mentalmente cómo era que Tezuka, con la escasa paciencia que tenía, había podido soportar a Keigo por cuatro meses de noviazgo. Fuji, sin embargo, no tenía tiempo que perder y sin prestarle mayor atención a la escena, se dirigió hacia la misma tienda.

La sonaja metálica colgada en la puerta de la tienda sonó acompasada cuanto él entró seguido de cerca por el pelirrojo. Fuji buscó de inmediato al peliplateado con la mirada, quien se encontraba escogiendo un nuevo grip para su raqueta. Lo miró de reojo mientras se dirigía a la sección de souvenir con la intención de escoger un par de llaveros iguales para él y su pareja. Kikumaru en cambio, lo miraba de frente en una actitud nada sutil.

Finalmente, y como era de esperarse luego de una actitud tan indiscreta como la de Kikumaru, Keigo levantó la cabeza de su compra y dirigió su penetrante mirada gris directo hacia ellos. Su frente se arrugó unos segundos evidenciando su disgusto, pero el gesto desapareció enseguida tras la típica actitud indiferente.

—¿Ahora vas por la vida con guardaespaldas, Atobe? —Kikumaru no encontró nada más divertido que acercarse al joven heredero, hablándole con voz sarcástica y expresión divertida en el rostro— No sabía que eras tan importante. ¿Tú vida está en peligro?

Keigo ignoró por completo la pregunta del pelirrojo y sin dirigirle una mirada siquiera, se movió con paso desganado hacia la caja, con la intención de pagar y salir de inmediato de ese lugar. Lamentablemente, a esa hora había una gran cola de gente esperando a ser atendida y al peliplateado no le quedó otra más que esperar como todos los demás. Suspiró cansado y se cruzó de brazos, depositando todo el peso de su cuerpo en su pierna derecha, mientras le dirigía una mirada de completo fastidio al cajero, que no mostraba señal alguna de querer apurarse.

—Oye en serio, si estás en peligro podemos ayudarte —Kikumaru lo siguió hasta la fila y continuó ironizando—. ¿O es sólo que quieres llamar la atención?

—¡Piérdete! —Keigo articuló molesto mientras miraba al pelirrojo con ojos desafiantes.

—Eiji, basta —Fuji decidió intervenir y se acercó a su amigo, el que parecía haberse intimidado de pronto y luego se dirigió a Keigo— Disculpa, no era nuestra intención molestarte.

El peliplateado sin embargo, volvió fijar su atención en el cajero, ignorando por completo la presencia del castaño ahí presente.

La puerta volvió a sonar, dejando pasar esta vez a los dos hombres vestidos de negro. Se encontraban inquietos por la demora del joven heredero y habían decidido entrar a ver qué sucedía. Al darse cuenta que su resguardado se encontraba atorado en una fila que parecía no avanzar, el hombre más bajo, que era quien tomaba las decisiones, tomó el grip de la mano de Keigo y se acercó a la caja.

—Oye, ¿te das cuenta que has tenido todo este tiempo esperando a un miembro de la familia Atobe? —la voz del hombre sonó autoritaria.

—Mil disculpas, señor —el cajero habló nervioso y tomó con manos temblorosas el grip e hizo el ingreso de la compra, dejando de lado las compras anteriores—. Lo atenderé ahora mismo.

Todos los clientes reunidos ahí se dieron la vuelta para ver al joven peliplateado que esperaba al final de la fila, que ahora se veía evidentemente apenado con la situación y miraba con incredulidad al hombre de traje negro que pagaba por él en la caja.

—Gracias por su compra y por favor vuelva pronto —el cajero seguía hablando nervioso.

—¿Ya podemos irnos a casa, joven amo? —el hombre preguntó a la vez que le entregaba la bolsa con la compra a Keigo.

Éste se limitó a recibir la bolsa y salir del local sin mirar a nadie y con gesto de completo hastío subir a la limusina, que arrancó velozmente rumbo a la mansión. Kikumaru suspiró aliviado al ver que el peliplateado se marchaba y se dio la vuelta sorprendido al escuchar los numerosos comentarios a su alrededor.

—Estos ricos, creen que pueden hacer lo que quieren sólo porque tienen dinero de sobra —un hombre murmuraba malhumorado.

—¡Nunca había visto a un miembro de la familia Atobe antes! —una adolescente le hablaba entusiasmada a su grupo de amigas— ¡Dios, es tan guapo!

—No me había dado cuenta que Atobe Keigo estaba aquí en la tienda —dos jóvenes tenistas murmuraban bajo.

Kikumaru se volteó a ver a su amigo con cara de inocente, mientras éste le lanzaba una mirada reprochadora y se dirigía otra vez a la sección de souvenir. Luego de varios minutos, ambos chicos salieron en silencio de la tienda y con paso rápido se encaminaron al cercano restaurant de su amigo, donde los esperaba el resto del equipo.

Se iban a reunir ahí a petición del vice-capitán, pero nadie estaba seguro del motivo de esta reunión. Por lo general, Seigaku visitaba el restaurant de Kawamura por razones muy específicas, llámese alguna celebración, la necesidad de apoyar a alguien del grupo, algún cumpleaños, etc. Pero ésta vez, Oishi no había mencionado el motivo de la reunión. Eiji sin embargo, sospechaba que se trataba de Tezuka. Seguramente el vice-capitán quería animar a su amigo, debido a que sabía del término de la relación de éste con el capitán de Hyotei. Él en cambio, asistiría a la reunión con la intención de celebrar el rompimiento más que lamentarlo, ya que para él, el verdadero amor de su capitán era su mejor amigo, no el engreído millonario. 

—¡Tienes que quitárselo a ese arrogante! —el pelirrojo habló de pronto, sacando a Fuji de sus pensamientos— ¿Viste cómo me miró? Parecía que quisiera matarme.

—No puedo decir que no te lo merecieras —Fuji respondió con seriedad.

—¡Oye! Tú de quién eres amigo, ¿de él o mío? —Eiji estaba indignado—. Además, yo lo hice por ti.

—¿Por mí? Muchas gracias —Fuji respondió con ironía.

—Claro que sí, para que le quede claro al del lunar que no le tienes miedo —el pelirrojo habló alegre y seguro—. Y que Tezuka es y siempre ha sido tuyo.

—Oye basta, yo amo a Shiraishi.

—Fujiko… eso no te lo crees ni tú mismo —Eiji le respondió riéndose de él en su cara.

Frente a la mirada atónita del castaño, Kikumaru simplemente se dio la vuelta y entró al restaurant, sabiendo que no acababa de decir más que lo obvio y no se daba cuenta cómo su mejor amigo aún no podía aceptarlo.

Una vez dentro, se acercó de inmediato a la mesa que compartían todos los miembros de su equipo y le dirigió una mirada iracunda a sus kohai cuando constató, justo como esperaba, que a esas horas ya se habían comido todo el sushi. Fuji entró luego y se sentó junto a Taka-san con la mirada levemente perdida, sin prestarle mayor atención a la comida. El joven aprendiz de chef de sushi, se puso de pie y fue por más, para tranquilizar así la furia del pelirrojo.

—Se tardaron mucho, ¿ocurrió algo? —Oishi preguntó preocupado mientras no dejaba de saltar la mirada de un taciturno Fuji a un alegre pelirrojo.

—Sí, nos encontramos con Atobe —Kikumaru habló con comida en la boca y sus palabras no se oyeron con claridad.

—¿Qué? —mientras preguntaba, Oishi le lanzó una mirada más preocupada de lo común a Tezuka, quien hasta el momento no había prestado nada de atención a la plática de su equipo, pero que ahora miraba con una ceja alzada y evidente interés al pelirrojo.

—¡Sí! Iba con guardaespaldas —Eiji hablaba divertido y reía.

—¿No creen que eso es una exageración?... incluso para él —Momo habló con las cejas levantadas en un gesto de incredulidad.

—¡Claro que sí! —Eiji le respondió con la misma incredulidad—. No creo que esté en un peligro tan grave como para necesitar guardaespaldas.

—¿Y qué más se esperaban de él? —Echizen habló marcando de obviedad sus palabras.

—¡Claro! —Eiji declaró volviendo a llevarse una pieza de sushi a la boca—. Todos sabemos que le encanta llamar la atención.

—¿Y tú qué sabes? —Tezuka habló más serio de lo habitual, evidentemente molesto—. Esos guardias no son para protegerlo… más bien son para controlarlo.

Su tono de voz provocó el silencio absoluto dentro de la mesa y de pronto, el ambiente se puso tenso. Eiji carraspeó dándose de cuenta demasiado tarde de su indiscreción mientras todas las miradas se dirigían a Tezuka.

—No deberías hablar así de algo que no tienes idea —Tezuka encaró ahora abiertamente al pelirrojo que lo miraba extrañado y se dirigió luego al resto del equipo—. Ninguno de ustedes sabe los problemas que él tiene. ¿Cómo pueden llegar y juzgar a alguien sin siquiera conocerlo?

—Lo siento… —Eiji susurró bajando levemente la mirada.

Tezuka, sin embargo, se puso de pie y recogiendo sus cosas, salió del local sin despedirse siquiera, evidentemente molesto, frente a la mirada atónita del resto de su equipo.

Caminó con rapidez, mientras se ponía el abrigo negro que sólo había alcanzado a tomar con una mano cuando salía apresurado del restaurant. Cuando terminó de abotonarse el abrigo y paró de caminar por causa del semáforo, exhaló un fuerte suspiro, intentando en vano de disipar el arrebato de cólera que sentía correr por sus venas en esos momentos.

—¿No crees que te excediste un poco?

Esa voz lo descolocó unos segundos y se dio la vuelta de inmediato para verlo a los ojos, asombrado. Al parecer Fuji había decidido salir corriendo tras él, tal como estaba, no llevaba el abrigo ni la chaqueta del uniforme y la delgada camisa blanca dejaba entrar el frío ambiental a su cuerpo, el que temblaba ligeramente.

—¿Qué haces aquí? Te vas a congelar —su voz se oía preocupada y rápidamente abrió su bolso y extrajo su chaqueta del uniforme del club y se la extendió al castaño.  

—Gracias —éste la recibió y se la puso de inmediato—. Pero… sigo pensando que tu actitud fue desmedida.

—Pues yo no lo creo —Tezuka desvió a mirada, estaba molesto.

—¿Merece la pena defenderlo a capa y espada, corriendo el riesgo de molestarte con todo tu equipo? —como Tezuka no respondió nada, Fuji continuó—. Además… ¿Qué problemas puede tener un millonario hijito de papi como él?

—¡Basta, Fuji! Al igual que Kikumaru, tú no sabes nada para venir a hablar de esa manera —Tezuka, que se había mostrado imparcial hasta el momento, volvió a molestarse.

—¿Y qué es lo que tendría que saber? —Fuji preguntó al borde del enojo.

—¿En serio crees que sólo por tener dinero, él no debería tener ningún problema? —Tezuka lo miraba desilusionado— Pues te equivocas… Si quieres saberlo, esos hombres no eran guardaespaldas, más bien son guardianes. Su padre se enteró que él es homosexual y resolvió el asunto declarándolo prisionero, para evitar así que vuelva a ver a alguien ¡Ni siquiera sus amigos lo pueden visitar ahora! —pareció descargar de pronto un sinnúmero de palabras y sentimientos en una sola frase.

—¡Vaya!… No lo sabía…

—Obviamente, no —Tezuka aun sonaba molesto y volvió a desviar la mirada.

—Por lo que veo, él te importa más de lo que quieres reconocer —la voz de Fuji se oía melancólica.

—¡Ah, Suke! —Tezuka cerró los ojos con fuerza y luego lo miró con expresión cansada.

—¿Qué es lo que realmente sientes, Mitsu? —le preguntó mirándolo con ojos tristes.

—…Arrepentimiento —Tezuka habló en un susurro, mirando directamente aquellos ojos cobalto que lo aprisionaban—… No sabes cómo me gustaría haberte dicho lo que siento antes… antes que todo se complicara tanto, cuando sólo existíamos tú y yo —Tezuka ahora comenzó a sonreír, sintiéndose extrañamente feliz por cosas que nunca vivió y dijo mirándolo con ojos llenos de ilusión—. Te habría regalado millones de flores. Te habría arropado cada vez que tuvieras frío. Nunca habría soltado tu mano en la calle. Te habría dedicado todo mi tiempo. Cada esfuerzo que hubiera hecho, habría sido para hacerte feliz. Todas mis fuerzas habrían sido para ti. Te habría escrito mil poemas. Nadie te habría amado como yo… —paulatinamente, su expresión cambió para dar paso a un rostro lleno de tristeza y melancolía.

—Pues qué lástima que nunca lo hiciste… ahora es muy tarde —Fuji nunca supo cómo habían salido las palabras de su boca, pues un nudo se cerraba en su garganta.

—Espero que aquel a quien has escogido, haga todo eso y más por ti…

 

*          *          *

 

Keigo llegó a la mansión y como todos los días, subió directo a su habitación. Hoy su padre tampoco se encontraba en casa, lo que significaba que realmente podría disfrutar de la cena junto a su madre. Se estaba comenzando a acostumbrar a esta agradable situación. Cuando estaba con ella, podía fingir que realmente eran una familia y que en el mundo no existía nadie más que sólo los dos.

Se metió al baño como siempre, dispuesto a dejar que el tibio líquido de la bañera repusiera su cuerpo cansado del ajetreo y el estrés diario. Pero el día de hoy, necesitó de varios minutos más de relajo para poder recuperarse del agrio momento vivido en la tienda de tenis.

No estaba preparado para ver parado de pie frente a él a su némesis. Aún no lo entendía: ¿Qué tenía de especial el castaño para haberle quitado el amor de Tezuka? Sí, era lindo, muy lindo, era un amigo fiel y leal, había compartido junto al chico de lentes un sinnúmero de importantes momentos desde hace tres años, pero… acaso él mismo no le había entregado el corazón también. ¿Por qué había preferido al castaño? ¿Cómo logró arrebatarle al capitán de Seigaku?

Cerró los ojos con fuerza y se sumergió dentro de la bañera, dejando que el agua lo cubriera por completo, recordando que la verdad era que Tezuka nunca había sido suyo… Todo había sido una ilusión. Una mentira.

Y por si fuera poco, no podía dar crédito aún que él había sido víctima de la ironía de ese ridículo pelirrojo. ¡Quién rayos se creía para haberle hablado así! Ahora entendía por qué Gakuto no lo soportaba.

Venía saliendo del baño, sólo con una toalla cruzada a la cintura y el cabello húmedo aún, cuando su Smartphone comenzó a sonar insistentemente dentro de su bolso. Tuvo que rebuscar dentro de éste, hasta encontrarlo y responder apresurado, sin fijarse en el número.

—Aló, ¿quién habla?

—Sanada… ¿Por qué no me habías dicho que cambiaste de número? —el moreno hablaba algo molesto—. Tuve que pedirle a Marui que se lo consiga con Jirou.

—¡Hola Sanada! —Keigo respondió con voz entusiasmada—. Lo siento, creo que olvidé llamarte, he tenido la cabeza muy ocupada últimamente.

—¿Está todo bien? —el tono de voz de Sanada cambió a uno más neutral.

—Sí, he tenido problemas familiares, pero nada que no haya ocurrido antes —mintió.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿verdad?

—Lo sé y… gracias —respondió sonriendo—. Pero me imagino que no me habrás llamado para eso.

Se oyó un suspiro al otro lado de la línea y luego de unos segundos de silencio, Sanada respondió.

—Como imagino que sabrás, mi cumpleaños se acerca y bueno… sé que tu agenda es muy apretada, así que decidí avisarte con tiempo.

—Ahí estaré, no te preocupes —Keigo se paseaba por la habitación con el celular en la mano—. No me lo perdería por nada del mundo y ya te tengo el regalo perfecto ¡Te va a encantar!

—¡Genial! Va a ser un placer tenerte a ti y Tezuka juntos en mi casa —Sanada habló alegre.

—Creo que es buen momento para que sepas que… él y yo terminamos —toda la alegría que tenía, desapareció de la voz de Keigo de pronto.  

—¡¿Qué?! ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué pasó? —Keigo nunca había escuchado a Sanada hablar tan expresivo.

—No estábamos hechos para estar juntos, eso es todo —admitió con voz baja.

—¡Por favor! Ustedes son el uno para el otro —Sanada habló como si estuviera diciendo lo más obvio en el mundo.

—Oye Sanada, no quiero hablar de eso ahora… la verdad es que la herida es aún reciente.

—Claro… disculpa —Sanada habló con una sutileza imposible de esperar en él.

—Está bien, nos vemos en tu cumpleaños entonces —Keigo habló algo más animado.

—¡Claro! Nos vemos —respondió con las mismas energías que el peliplateado.

Keigo colgó la llamada con una extraña melancolía que lo invadía. Él y Sanada eran amigos bastante cercanos y sabía que él también era muy amigo de Tezuka, por lo que era más que seguro que se tendrían que ver las caras nuevamente el día del cumpleaños del moreno.

Sacudió la cabeza tratando de encontrar los ánimos perdidos de súbito y se dirigió a su gran armario. Escogió un atuendo simple: unos jeans azules desteñidos y un sweater azul marino sobre una camiseta de algodón blanca de cuello redondo, un atuendo sencillo que resaltaba toda su belleza natural. Bajó rápido, casi brincando, por las escaleras rumbo al amplio comedor donde sabía que lo esperaba su madre, ubicada a la derecha de la amplia mesa que contaba con más de quince asientos por lado ¡Una mesa ridículamente grande si consideraba que usualmente sólo comían allí tres personas!

Sin embargo, al entrar al comedor, se sorprendió de encontrar a una persona conocida sentada de espaldas a él.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó horrorizado.

—¡Keigo! Qué mal educación es esa —Alice lo reprendió realmente sorprendida de la actitud de su hijo—. No puedes hablarle así a un invitado.

—No se preocupe, Alice, estoy acostumbrado —Yuushi habló sonriente mirando a la mujer e ignorando la actitud de su capitán que lo seguía mirando impresionado.

—Pero creí que mis visitas estaban prohibidas —Keigo se dirigió a su madre mientras tomaba asiento junto al peliazul.

—Amor, obviamente eso no cuenta a Yuu —la mujer hablaba completamente convencida de sus palabras—. Él es un joven muy respetable y estoy segura que tu padre no tendrá inconvenientes con su visita.

—Realmente lo dudo —Keigo miraba con incredulidad a su madre.

—¿Qué tanto dudas, amor?

—La parte del joven respetable —respondió autosuficiente, sonriendo de lado.

—¡Keigo! —Alice lo miró ligeramente enfadada, mientras Yuushi reía divertido— ¿Cómo puedes decir algo así? Yuu hasta se tomó la molestia de traerme flores —señaló un precioso ramo que combinada a la perfección anaranjados tulipanes, blancos lirios de agua, pequeñas margaritas y rosadas camelias.

—En realidad eran para ti —Yuushi le susurró al peliplateado sin que Alice se diera cuenta.

Keigo lo miró sorprendido y ambos jóvenes se echaron a reír con fuerza, mientras se miraban realmente divertidos. Alice al ver la escena no pudo sentirse más que feliz, pues hace mucho tiempo que no veía reír así a su hijo.

—Me alegra mucho que hayas decidido visitarnos Yuu, tu amistad es muy importante para mi hijo, realmente lo haces feliz.

Yuushi se sorprendió con el cometario y miró a un avergonzado Keigo que se tapaba la cara con la servilleta de tela en un gesto muy casual y confidencial, dándole la entrada a un mundo que Keigo se había encargado de dejar aparte para todo el resto del mundo. Él sólo pudo sonreír tiernamente al verlo así, mientras esperaba que Alice no notara el brillo en sus ojos al mirar con intenciones no amistosas a su hijo.

—Bueno, ¿vamos a cenar o no? —Keigo se recompuso del bochorno y habló fingiendo un disgusto—. Tengo hambre.

La cena transcurrió demasiado rápido, no se dio cuenta cuándo, pero ya era hora de que el peliazul se marchara. Como bien dicta la teoría de la relatividad, los buenos momentos pasan terriblemente rápido. Ambos jóvenes se pusieron de pie y Keigo decidió acompañar al peliazul a la salida.

—Gracias por venir, fue muy lindo de tu parte —cuando llegaron a la gran e imponente puerta de salida, Keigo se despidió del tensai. Su voz era realmente suave.

—Supuse que debías estar fastidiado con tu par de nuevos amigos —ironizó sonriendo—. Y sólo quería recordarte que el único que puede fastidiarte soy yo.

—¡Pues gracias! —Keigo lo miró con cara de odio fingido.

—Siento que tu madre se haya quedado con las flores, pero realmente no tuve el valor de romperle el corazón y decirle que no eran para ella —Yuushi continuaba hablando irónico.

—¡Idiota!

Yuushi le sonrió de vuelta y mirando hacia todas direcciones, tomó súbitamente a Keigo por la cintura y lo acercó a su cuerpo, buscando besarlo. El peliplateado sin embargo, se alejó de su boca, arqueando a espalda mientras preguntaba con ojos sorprendidos.

—¿Qué haces? Alguien nos puede ver

—No hay nadie ¡Vamos! Me merezco este premio, ¿o no?

Keigo sonrió abiertamente y de improviso se acercó a los labios del más alto, dándole un fugaz beso, para separarse velozmente y susurrarle

—Adiós.

—Adiós —Yuushi le respondió mientras retrocedía hacia la salida mirándolo a los ojos.

Bajó corriendo la escalinata y cuando llegó a su auto, se dio la vuelta para mirar hacia la mansión con ojos ilusionados y una sonrisa imborrable en el rostro, añorante de la compañía del joven platinado.

Yuushi no se había dado cuenta aún, pero había comenzado a jugar con fuego… e irremediablemente corría el riesgo de salir quemado.

Notas finales:

Gracias por leer =)

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).