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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Los confictos internos, las confusiones y las inseguridades siguen, pero poco a poco, nuestros protagonistas se estan dando cuenta de lo que realmente siente su corazón. ¿Se atreverán a aceptarlo?

 

Capítulo 11

 

 

Las personas son como la luna:

Siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie.

 

 

Los días transcurrieron lentamente, las lluvias de enero fueron cesando, dando paso a los días de fría e indiferente nieve de febrero. La grisácea ciudad que se movía con ritmo vertiginoso sin parar por nada, comenzó a aletargarse en la ilusoria paz que daba el blanquecino paisaje.

Pureza…

Eso es lo que representa la nieve. Pero pureza era lo que él menos sentía al verla.

Al igual que los imperceptibles, pero reales movimientos que llevan a la tierra a girar sobre su eje, pasando de la noche al día. En el corazón de Fuji Syusuke se había vivido la misma transición, pasando de la oscuridad a la luz… ¿o era al revés?

Entró al camarín del club soplándose las entumecidas manos, intentando en vano darles calor con su apenas tibia respiración. El primer sonido que llegó a sus oídos fue el agua al caer en las regaderas. Miró extrañado, arrugando el entrecejo. Creía que a esa hora ya no había nadie en los vestidores. Quedarse dando consejos a los novatos le había tomado más tiempo del que tenía planeado, por eso cuando llegó al camarín, pensó que podría ir a la ducha y cambiarse en paz, sin tener que forzar una sonrisa ni una cara agradable a nadie.

Aparentemente, se equivocó.

No obstante, sin prestarle mayor atención a la persona que se duchaba dentro, se desvistió como todos los días y con una toalla a la cintura, se dirigió hacia las duchas.

La estructura de las duchas del camarín de Seigaku consistía en un largo pasillo con numerosas regaderas, separadas por una gruesa mampara de cerámica blanca con pequeños y antiguos azulejos por decoración. La mampara sin embargo, sólo tenía 1,5 metros de altura, por lo que usualmente se podía ver sin problemas a la persona que se duchaba al lado. Fuji, acostumbrado con esta rutina, no le tomó mayor importancia al hecho y caminó directo hacia las regaderas.

El calor del agua inundaba de vapor el lugar y cuando el castaño llegó a la puerta, pudo ver entre vaporosas imágenes, la silueta de su capitán bajo la ducha.

Tenía los ojos cerrados y la cabeza levemente inclinada hacia atrás, dejando que el cristalino líquido resbale por su cuello y el resto de su cuerpo, su cabello mojado, le despejaba completamente la cara, resaltando las finas y elegantes facciones de su rostro. No se había dado cuentan de la presencia de Fuji y se pasó ambas manos por el cabello, llevándolo completamente hacia atrás, abriendo ligeramente la boca y dejando que un cansado suspiro saliera de ella. 

Bajó la cabeza abriendo los ojos, haciendo que el agua de la ducha revolviera su cabello y ladeó el cuello ligeramente para reparar de casualidad en la estática figura de Fuji en la entrada. Se volvió a pasar la mano por la frente para despejar su mirada del cabello que le caía encima y miró con ojos sorprendidos al castaño. Estaba extrañado, por lo general, no quedaba nadie en el club cuando él iba a ducharse. Quedarse haciendo el papeleo diario después de cada práctica y las reuniones con Ryusaki-sensei hacían que, cuando él llegaba al camarín, todos sus compañeros se habían marchado ya.

Fuji reaccionó nervioso al ver la mirada de Tezuka y se dirigió a la ducha más lejana que encontró. Su mano aun temblaba cuando abrió la perilla del agua y aunque él era considerado un tensai, dudó por unos segundos del título, ya que hasta le costó regular bien el agua. Su cerebro parecía haberse desconectado.

Ambos jóvenes se terminaron de duchar con rapidez, visiblemente incómodos con la situación. Después de la charla en las afueras del restaurant de Kawamura, ninguno de los dos había vuelto a mencionar el tema y ambos tomaban el resguardo necesario para permanecer lo más alejados posible ¡Hasta parecía que se evitaban! Y si bien Fuji, había dejado en claro siempre que él no correspondía los sentimientos del muchacho de anteojos, ahora la indiferencia de éste volvía a dañarle el corazón. Aún no estaba listo para admitirlo a viva voz, pero nunca había dejado de amarlo.

El primero en salir de la ducha fue Tezuka. Se secó con la blanca toalla la cara, el pecho y los brazos, para luego colgársela a las caderas y salir inmutable de las duchas. Ni siquiera desvió la mirada un centímetro al pasar junto al tensai y con actitud indiferente se alejó. Fuji, luego de unos minutos, salió también.

Al entrar a los vestidores, se encontró con la visión de la espalda de Tezuka, la tenue luz que entraba por la ventana al camarín en penumbras, jugaba con las sombras en la espalda del capitán de Seigaku, marcando músculos que él ni siquiera sabía que existían. A pesar de tener una complexión física mucho más fornida que la suya, Tezuka seguía siendo delgado y su alargado torso se acinturaba, dándole la impresión de delicadeza y esbeltez a su cuerpo.

Se puso la camisa, ocultando así la gloriosa visión de su espalda desnuda y con movimientos mecánicos, se abotonó la camisa y se afirmó los pantalones con el cinturón. Se giró para sentarse y ponerse los zapatos, y fue recién ahí que reparó otra vez en la estática figura del castaño.

—Fuji, ¿estás bien? —preguntó con cierta preocupación en la voz.

—Yo estoy bien, ¿y tú? —el castaño trató de desviar el tema mientras se vestía rápido, tratando de no mirar de nuevo al muchacho de anteojos. Sin embargo, al reparar en el silencio de éste, le dirigió una mirada fugaz y volvió a repetir la pregunta, esta vez con sinceridad—. Te ves preocupado, ¿estás bien?

—Problemas familiares —ahora el estático era Tezuka.

—¿Ocurrió algo?

—Mi papá fue despedido hace más de tres semanas… Aun no encuentra trabajo —Tezuka había terminado de amarrarse los zapatos, pero no se había levantado aun.

—Eso es extraño —Fuji se había terminado de vestir y le hablaba a Tezuka de pie frente a él—. Tu papá tiene un excelente curriculum, eso no debería estar pasando ¡Ni siquiera estamos en crisis económica!

—Hn… —Tezuka parecía ensimismado.

—Pero… ¿Por qué lo despidieron? —Fuji trataba de entender la situación, pero le era imposible.

—No le dieron ninguna explicación.

—¿Qué? —Fuji se veía cada vez más sorprendido—. Eso es más extraño aún.

—Hn…

—Tezuka, tal vez no sirva de mucho, pero… cuenta conmigo para lo que sea —el castaño trató de esbozar una sonrisa.

—Gracias —las palabras de Fuji lo habían hecho despertar y se puso de pie para sacar sus cosas del casillero, dispuesto a marcharse.  

Al abrir con fuerza el casillero, una leve corriente de aire se formó, haciendo que varios papeles sueltos salieran de éste y se esparcieran por el aire. El más pequeño de estos, debido a su liviandad, comenzó a volar en zigzag y cayó justo a los pies del tensai.

Éste se agachó para recogerlo y entregárselo a su capitán. No tenía intención de leer las cosas privadas de Tezuka, pero… instintivamente sus ojos cobalto se posaron en la cuidada letra manuscrita.

Atención: Se necesita urgente un donante de besos RH positivo. Para una personita que se está muriendo de amor. ¿Me quieres salvar la vida?

La nota no tenía remitente, pero él sabía perfectamente de quien era. Pestañeó varias veces, incrédulo, para finalmente extender el brazo con dificultad hacia Tezuka y con mano temblorosa le entregó la nota. Éste no se había dado cuenta de qué se trataba, sólo hasta que la tuvo en sus manos y la leyó, recordó que tiempo atrás se había encontrado con la nota del peliplateado en su casillero. Aun hoy se preguntaba cómo se las había arreglado para dejarla ahí.

Sonrió tiernamente con la nota entre sus manos, pero al recordar que no estaba solo en el camarín, su expresión facial cambió rápido a una neutral. Terminó de guardar sus cosas apresurado en el casillero, se puso el abrigo y guardó la nota en el bolsillo interior de éste.

—¿Quieres que nos vayamos juntos? —Tezuka preguntó en el tono más objetivo que pudo.

—Creo… creo que lo mejor… es que nos vayamos separados.

Tezuka se acomodó los lentes y miró con el ceño levemente fruncido a Fuji y con un poco de reticencia, tomó sus cosas y abandonó el camarín, dejando sólo al castaño que permanecía casi tan estoico cómo él, con una fuerte expresión decidida en el rostro. Sin embargo, al momento en que se cerró la puerta del camarín, su segura expresión se desmoronó por completo.

Fuji se encontraba consternado.

Se dejó caer sobre las bancas mientras sus ojos eran inundados por lágrimas ¡Ya no aguantaba más! Agachó la cabeza y el lacio cabello se le fue al rostro, cerró los ojos con fuerza y gruesas lágrimas bajaron por sus mejillas, las que quedaron ocultas por el castaño cabello. Hace tanto tiempo que no lloraba por Tezuka, que ahora que lo hacía otra vez, le pareció que la intensidad del dolor que sentía en su corazón era insoportable. Se abrazó a sí mismo con ambas manos y sollozó con fuerza, imposibilitado de contener por más tiempo su dolor.

Él siempre se había preguntado cómo era que Atobe se había ganado el corazón del chico de anteojos. Ahora lo sabía. El peliplateado había trabajado a diario para conseguir su amor, había estado siempre atento a él, le había demostrado sin ningún pudor lo que sentía y la creatividad de sus sentimientos parecía no tener límites. Él en cambio, todo este tiempo había sido un cobarde incapaz de confesarle sus verdaderos sentimientos al hombre que amaba. Incluso ahora que sabía que era correspondido, aun no podía aceptar que lo amaba. 

 

*          *          *

 

Todo el tiempo que había permanecido en su casa y prisión, había recibido la visita de Yuushi. Éste no se había apartado de él ni un solo instante y había sido el apoyo que lo sostuvo en sus oscuros y fríos días de cautiverio.

Primero lo visitaba a él, pero luego de que su padre se enterara de las visitas del peliazul y las prohibiera. El hábil tensai había aparecido en la mansión junto a su madre, con la intensión de visitar de Alice Atobe ¡No tenía el título de tensai por nada!

Si Keigo de casualidad también estaba presente durante esas visitas, era sólo una feliz coincidencia. No se podía negar que el chico se estaba esforzando al máximo por conseguir el amor de su capitán y cada día que pasaba, se sentía más cerca de lograrlo. Cada día llevaba consigo un ramo de flores diferente que era entregado a la madame de la casa, pero que ambos jóvenes sabían quién era el real destinatario.

Yuushi se sentía en medio de una de las novelas de época que leía. Donde el pretendiente sólo puede visitar a la doncella bajo el atento ojo de los padres. Todas las tardes era la misma rutina, visitar junto a su madre la mansión y compartir cómplices miradas, fugaces toques, insinuantes roces y sutiles sonrisas con Keigo. Para su suerte, su madre había decidido compadecerse de él y había aceptado ayudarlo, pero no estaba seguro de cuánto tiempo más podría sostenerse esta situación.

Esa tarde, como todas las anteriores, Oshitari Meiza llegó junto a su único hijo varón a la mansión, y fueron llevados de inmediato a uno de los amplios salones, donde Alice ya los esperaba para tomar el té juntos, de acuerdo a la rutina que se había creado a partir de este juego de los jóvenes.    

—Amor, no es necesario que se queden aquí escuchando nuestras aburridas pláticas de madre —Alice le habló a su hijo viendo la tediosa cara de ambos jóvenes—. ¿Por qué tú y Yuu no van a ver una película?

—¡Tú mandas, Neko-chan! —Keigo se puso de pie de un salto y tomando del brazo a Yuushi, se lo llevó de ahí.

Para ventura o desventura del peliazul, Keigo siempre trataba de obedecer a su madre y justo como ella ordenó, el anfitrión de la casa lo guio hasta un salón de tamaño pequeño, comparado con el resto de salones de la casa, donde lo único que resaltaba era el gran plasma en la pared de enfrente. 

—¿Qué te gustaría ver? —el peliplateado habló mientras miraba concentrado la variada lista de películas que tenía.

—Elige tú —habló relajado y se sentó en el sillón frente al plasma.

—¿En serio crees que me puedes engañar con esa falsa caballerosidad? —Keigo lo miró con arrogancia, alzando una ceja.  

—Esa, es una más de las increíbles cosas que puedo hacer por ti —Yuushi lo miró con intensidad a los ojos.

Keigo no fue capaz de sostenerle la mirada y se volvió a concentrar en la búsqueda. Finalmente se decidió por Regreso a Could Mountain, pues era una de las pocas películas de su lista que no había visto aun. El contraste entre ambos muchachos era enorme: Keigo miraba concentrado la pantalla, mientras Yuushi miraba concentrado al platinado.

—¿Cuál fue tu parte favorita? —cuando terminaron de ver la película, Keigo preguntó.

—La parte en que tu cabeza se recostó en mi hombro.

Keigo no encontró las palabras para hablar en ese momento, o más bien se sintió atrapado bajo la profunda y penetrante mirada azul del más alto.

No lo quería admitir, pero sentía que a cada segundo que pasaba, su vida se estaba saliendo de su control. Él no quería dañar a nadie, no quería dar falsas ilusiones a nadie, no quería romper ningún corazón, pues sabía muy bien el dolor que se sentía. Pero no estaba seguro de qué hacer para evitarlo.

Había tomado un camino de donde no había escapatoria. Ya no había marcha atrás.

Todos los días, los usuales visitantes acostumbraban marcharse hasta bien entrada la noche, cosa que no parecía incomodar a nadie en esa casa, ya que gracias a estas visitas, las tres semanas que habían pasado, parecían inundar de una ilusoria paz la mansión Atobe.

Keigo cada día parecía ir recuperándose un poco más. Su sonrisa volvía a ser radiante, había recuperado la vitalidad que lo caracterizaba y el melancólico muchacho que sufría por un amor no correspondido, parecía haberse esfumado por completo. La impresión que mostraba era de completa jovialidad… hasta que mirabas sus ojos. La calidez de su sonrisa no parecía extenderse ahí y sus grisáceos orbes llenos de vida tiempo atrás, ahora se veían fríos e inexpresivos.

Dicen que los ojos son los espejos del alma y en su caso no se equivocaban. De todo su rostro, sus ojos eran los únicos que no podían ocultar la pena que seguía sintiendo por dentro. Su fuerte voluntad y orgullo, habían logrado hacer parecer que estaba completamente curado de su mal de amor, pero eso no era más que una máscara que dejaba ver al mundo, no era lo que realmente sentía.

Por más que lo había intentado, su mente seguía pensando en él con el más mínimo detalle, su corazón seguía acelerándose si de casualidad oía su nombre, la arrugada fotografía del último beso que se habían dado aún permanecía bajo su almohada, las noches aún se le hacían interminables, aún le costaba conciliar el sueño y cuando lo por fin lo conseguía, era sólo para ver la silueta del castaño que le había robado el corazón.

A pesar de toda la voluntad que había puesto en ello, aún seguía enamorado de Tezuka Kunimitsu. Para el resto del mundo podía fingir sin complicaciones, pero a su corazón no podía engañarlo, él era el único dueño absoluto de sus sueños y pesadillas.

Sin embargo, y aunque le pesara, su decisión estaba tomada, él y Tezuka se habían dado el adiós definitivo. Aunque le costara, tenía que aprender a vivir sin él… El problema era que no estaba seguro si a eso se le podía llamar vida.

 

Notas finales:

¿Qué les pareció la escena de la ducha? Yo me diverti mucho haciendola ¡Estupido y sensual Tezuka! a estas alturas no se si lo amo o lo odio. 

Gracias por leer y beshos a tod@s mis lector@s 


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