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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Por fin!!! el gran dia llego!!! la fiesta de Sanada =) 

ACLARACION: sé que Sanada está de cumpleaños el 21 mayo, pero para afectos de esta historia, hagamos como que está de cumple en febrero :P  Así tengo la excusa perfecta para juntarlos a todos con mucho alcohol alrededor.

Quinceañeros + alcohol = wild night 

Capítulo 12

 

 

Todo era mejor cuando éramos desconocidos queriéndonos conocer

 

 

—¿Crees que ambos vendrán? —mientras hablaba, Yukimura depositó el séptimo plato con variadas cosas para el picoteo sobre la mesa.

Ese día iban a celebrar el quinceavo cumpleaños del fuku-bouchou del Rikkaidai y aunque era jueves, los padres de éste habían accedido a salir ese día y dejarle la casa a entera disposición al hijo menor de la familia Sanada. Seiichi había llegado más temprano con la intención de ayudar en los preparativos previos al moreno y ahora que casi todo estaba listo, sólo faltaba la llegada de los invitados.

—¿De quién hablas? —Sanada se encontraba más preocupado de ordenar el living que de la conversación de su capitán.  

—Sabes muy bien de quién hablo —Seiichi se acercó desde atrás al moreno y se abrazó a su espalda—, y supongo que también has oído el chisme que dice que ellos terminaron… Tal vez no vengan, tal vez no quieren encontrarse otra vez.

A estas alturas, prácticamente todo el mundo relacionado al tenis escolar sabía la noticia del rompimiento entre Tezuka y Atobe. Una relación que comenzó tan súbita e inesperada que dejó impresionado a más de uno, pero que con el tiempo, demostró ser una pareja natural, casi unidos por el destino. Y ahora, a todo el mundo le costaba creer que habían terminado.

—Pues espero que puedan superar sus diferencias gracias a mí.

—Eso suena típico de Atobe —Seiichi habló sonriendo.

Sanada lo miró con actitud severa y se dejó caer en uno de los sillones. Aunque no lo admitiera, él también estaba ligeramente preocupado, ya que para él, era importante tener a dos de sus grandes amigos presentes ese día, pero por sobre todo, no quería ver mal a ninguno de los dos.

Tezuka y él eran amigos de infancia, se conocían a través de los lazos que había entre ambas familias, y si tenían cierta rivalidad, no era más que la propia de esperar en dos espíritus tan competitivos como los de ambos. Con Keigo, en cambio, la amistad era mucho más reciente, remitiéndose al pasado Torneo Amistoso con el equipo de la Costa Oeste de EE.UU. pero no por eso era menos fuerte. El haber jugado en dobles, había acercado a ambos muchachos de una manera sorprendente.

—¿Qué crees que habrá pasado entre ellos? Se veían tan bien juntos —Seiichi se sentó junto al moreno—, eran como la pareja perfecta.  

—No lo sé… la última vez que hablé con Keigo y me lo contó, no quiso entrar en detalles y yo no quise presionar para saber —Sanada hablaba con la mirada perdida—. Supongo que cuando esté listo me lo dirá.

—Esa amistad que ustedes tienen realmente me pone los pelos de punta —el de ojos añiles se veía sumamente serio.

—No te pongas celoso —Sanada ahora se giró para verlo a la cara—, tú sabes que sólo tengo ojos para ti.

—Pues Atobe Keigo es alguien capaz de poner nervioso a cualquiera… Incluso a mí.

Sanada sonrió con el comentario y tomando a Seiichi por la cintura, lo subió sobre sus piernas y lo besó apasionadamente.

El timbre sonó insistente, lo que obligó a ambos muchachos a separarse a regañadientes. Mientras Seiichi se volvía a acomodar en el sillón, Sanada se puso de pie y abrió la puerta, dejando a entrar a algunos miembros de su equipo y de Fudomine. Poco a poco y conforme avanzaba la noche, los invitados fueron llegando uno a uno, pero aún no había señal alguna de los capitanes de Hyotei o Seigaku.

Sanada frunció el ceño visiblemente irritado por los altos decibeles de la música que sonaba en su propia casa. Comenzaba a pensar que dejar a Nioh a cargo de la música no había sido tan buena idea. La cabeza comenzaba a dolerle ligeramente, así que decidió refugiarse unos segundos en la cocina. Una vez ahí, tomó un vaso de agua y una aspirina y se bebió el contenido de un solo sorbo, esperando con eso, curar sus males.

—¿Escondiéndote en tu propia casa, Sanada?

Al aludido se dio la vuelta para ver en la puerta de la cocina a un sonriente Keigo. Llevaba una chaqueta de cuero negra sobre una camisa gris, los jeans negros se encontraban metidos desordenadamente dentro de unos botines estilo militar del mismo color y un pequeño paquete envuelto en papel dorado estaba en su mano derecha.

—Comenzaba a pensar que no vendrías —Sanada le sonrió de vuelta y se acercó a él.

—No me perdería esta fiesta por nada en el mundo ¡Ya te lo dije! —luego de decir esto, le entregó el regalo y se abrazaron afectuosamente.

—Feliz cumpleaños, Sanada —susurró aun abrazándolo—. Espero que te guste el regalo, es un celular ideal para ti.

—Gracias —luego de separarse, Sanada preguntó—. Pero dime, ¿qué fue lo que te retuvo?

—A decir verdad, estoy castigado y tuve que escaparme de mi casa —Keigo levantó los hombros en gesto de inocencia.

—¿Qué?

—Sí —Keigo respondió riendo, parecía no tomarle el peso a la situación.

—No lo puedo creer.

—¡Para que veas! —Keigo aún se veía divertido y agregó—. Yuushi tuvo que ayudarme a escapar.

—Tu vida sí que es de película…

En eso, la puerta de la cocina se abrió otra vez, dejando pasar a un demasiado serio Seiichi.

—¡Aquí estabas! —Seiichi se dirigió a Sanada—. Te estaba buscando.

—Hola Yukimura —Keigo lo saludó cordialmente, aunque se daba cuenta que no era del agrado del chico de ojos añil.

—Atobe —el chico le respondió escueto y luego se dirigió a Sanada—. Deberías salir, hay alguien que te busca en la entrada.

—Bueno… yo me voy a disfrutar de la fiesta —Keigo se guardó las manos en los bolsillos delanteros del pantalón y salió de la cocina seguido por los otros dos jóvenes.  

Sanada y Seiichi se dirigieron al living, en donde se encontraba sentado Tezuka junto a otros miembros de Seigaku y de Fudomine. El muchacho castaño se veía distraído, con la mirada perdida y se sobresaltó cuando Sanada le habló.

—¡Vaya! Hasta cuando vienen separados, llegan juntos —ironizó.

—¿De qué hablas? —Tezuka lo miró extrañado.

—Nada, olvídalo.

Tezuka ignoró el comentario y se puso de pie para abrazar a su amigo

—Feliz cumpleaños —habló a la vez que le entregaba un regalo que parecía ser un libro.

—Gracias —Sanada recibió el afectuoso abrazo del castaño con una sonrisa—. Por favor, ponte cómodo y disfruta de la fiesta.

—Espero hacerlo.

Sanada no dijo nada, pero le impresionó ver la diferencia en estado anímico entre Atobe y Tezuka. Le sonrió de manera sutil y luego preguntó.

—¿Estás bien?

—He estado mejor, pero… creo que de amor nadie se muere —Tezuka le habló con voz triste; una tristeza tan grande que era imposible de ocultar por su marcada indiferencia.

—¿Por qué no tratas de arreglar las cosas con Keigo? Se veía a leguas que ustedes se querían sinceramente.

—Es… complicado.

—¿Qué fue lo que pasó entre ustedes, Tezuka?

—No quiero hablar de eso.

—Oye Tezuka, hay momentos en los que la vida separa a dos personas sólo para que entiendan lo importante que son la una para la otra.

El castaño abrió ligeramente los ojos, asombrado. No es que considerara a Sanada un completo idiota, pero de verdad no se esperaba esas palabras saliendo de la boca del moreno y no pudo dejar de pensarlas en detención. Tal vez tenía razón. Él siempre había considerado que todo en la vida pasa por algo ¿Acaso esa era la lección que le estaba intentando enseñar la vida?

—¡Oye! Ésta es tu fiesta —luego de unos segundos de silencio, Tezuka se recuperó de la impresión—. ¡Disfrútala! —le palmeó el hombro amistosamente tratando de sonar más animado.

—Claro…

Tezuka desvió la mirada algo incómodo por la penetrante observación del moreno y alcanzó a ver, por la escasa abertura de la puerta, en el salón contiguo a su exnovio… acompañado de Oshitari Yuushi.

Ambos jóvenes tenían en sus manos una copa de licor y por lo alegre de la plática y la complicidad que se percibía entre ambos, se dejaba entrever que eran bastante cercanos. Instintivamente su ceño se frunció y se cruzó de brazos con una molestia evidente. De súbito, unos celos enormes comenzaron a invadirlo al ver cómo Yuushi se acercaba a Keigo y le hablaba al oído, por si fuera poco, el peliplateado correspondió a este gesto con una enorme y coqueta sonrisa ¡Eso era más de lo que podía soportar!

Sanada, al ver el evidente enojo del castaño, se giró siguiéndole la mirada y vio la misma escena que Tezuka, entendiendo rápidamente el motivo de la cara de disgusto de su amigo.

—Discúlpame —Tezuka se excusó con él y se dirigió hacia su ex.

—¡Oye, Tezuka! ¿Qué vas a hacer?

Tezuka entró con paso decidido a la íntima sala con vista al hermoso jardín tradicional, donde a esa hora, había muy pocas personas. Su mirada estaba fija en el peliplateado que acababa de dejar su vaso vacío sobre la mesita de centro y se giró a contemplar el jardín, dándole la espalda. Yuushi se había dirigido al comedor en busca de más licor, sin percatarse de la presencia del castaño, al que francamente, poco le importaba si el peliazul se encontraba ahí o no.

Tezuka se acercó a Keigo por la espalda y tomándolo de un brazo, lo sacó hacia el jardín. Éste, sorprendido y enfurecido por el atrevimiento del castaño, se soltó del agarre y se dio la vuelta encarándolo de frente.

—¿Por qué no vas a amargarle la existencia a tu prospecto de novio? —Keigo lo miró con ojos enfurecidos—. Después de todo, ahora es él quien tiene la obligación de soportarte, no yo.

—¿Prospecto de novio? Buena definición —la voz de Tezuka se oía fría en extremo—. ¿Eso es lo que es Oshitari para ti? ¿Un prospecto de novio?

—Yo no tengo que darte ninguna explicación a ti —Keigo, evidentemente molesto con la pregunta y con la desfachatez de su ex, respondió altanero—. ¿Qué te importa ahora lo que hago con mi vida, si yo nunca te he importado?

—¡Eso no es verdad! —Tezuka repuso molesto—. Tú sí me importas… y mucho.

—¿Cómo tienes cara para decir algo así? —Keigo se cruzó de brazos y desvió la mirada, hastiado con la absurda plática—. Yo mismo te escuché decir que la única persona a la que amabas era Fuji Syusuke.

—¿Y con qué cara tú me reclamas algo? Yo no tengo nada con Fuji, puedes verlo ahí muy feliz con su noviecito —Tezuka señaló con su brazo derecho hacia la casa, donde podía verse a través de la ventana a Fuji y Shiraishi bailando muy juntos.   

Keigo al ver la escena arrugó imperceptiblemente el entrecejo y volvió a mirar a Tezuka con seriedad.

—¡Y eso qué!

—Yo no tengo nada con Fuji —volvió a decir el castaño—. En cambio tú, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que terminamos y ya me reemplazaste con este idiota? A mí me parece que aquí el único que tiene algo que reclamar soy yo.

—¡Vete al infierno! —Keigo habló con palabras filosas. Estaba indignado con el comentario, y miró a Tezuka con los ojos muy abiertos, llenos de incredulidad.

Hizo el además de retirarse del lugar, pero Tezuka lo sostuvo del brazo y lo obligó a girarse en un movimiento muy brusco que casi hace que chocaran, quedando ambos cuerpos muy cerca. Keigo se sintió intimidado, y trató de crear distancia entre ambos, ya que él sabía muy bien que estar cerca del muchacho de anteojos no le hacía bien, que al estar cerca de él no tenía las fuerzas necesarias para mantenerlo alejado.

—¿Qué haces? —Keigo preguntó enfadado. Puso una de sus manos en el pecho de Tezuka, para crear distancia entre ambos, pero el castaño lo impidió, acercándolo otra vez.

—¿Qué tienes con él? —le preguntó a sólo centímetros del rostro y sin dejar de mirarlo a los ojos.

—Tú de verdad eres increíble —una risa irónica salió de los labios del peliplateado mientras le replicaba—… Ya te lo dije ¡Eso no es asunto tuyo!

—Claro que es asunto mío.

—¿Por qué debería ser asunto tuyo? —Keigo hablaba con indiferencia—. Tú y yo no somos nada.  

—Porque yo te amo.

—Eso es una mentira —Keigo pronunció maquinalmente.

—¡No lo es! Yo te amo, así como sé que tú también me amas a mí —Tezuka hablaba con la voz ligeramente alzada y expresión seria en el rostro.

—¡Bastardo! Yo no siento nada por ti —replicó con ira—, métetelo bien en la cabeza.

—Yo sé que me amas, me lo dice el temblor de tu cuerpo, me lo dicen los fuertes latidos de tu corazón, me lo dice el brillo de tus ojos —Keigo abrió la boca varias veces, tratando de replicar su argumento, pero no supo qué responder—. Si no es verdad, quiero que lo niegues mirándome a los ojos.

Keigo, sin embargo, recuperó la compostura y levantando la cara para mirar al castaño a los ojos, respondió desafiante.

—Yo no te amo —pronunció fríamente—. Ya no más —se soltó del agarre del más alto, frente a la mirada atónita de éste y se marchó con paso seguro y autosuficiente.

No hizo nada… No dijo nada… No pudo hacer nada. Sólo se quedó viéndolo alejarse con incredulidad.

Él ya sabía que Keigo estaba muy dolido, que incluso era posible que lo odiara y que tenía todas las razones del mundo para ello ¡él ni siquiera había podido aclarar completamente sus sentimientos! Todavía le pasaban cosas con Fuji que no podía negar que existían y aun así se había atrevido a encararlo. Keigo siempre lo había hecho hacer cosas que nunca imaginó.

Pero… no sabía el dolor que le causaría su indiferencia.

Suspiró ofuscado y dio media vuelta, para caminar y sentarse en una banca de madera dispuesta a un costado del cuidado jardín. Se recostó en el espaldar, levantando su mirada al cielo, vislumbrando tenues estrellas en medio del nublado cielo nocturno y disfrutando de la quietud de ese íntimo espacio, que contrastaba con el bullicio del interior.

Fue el crujir de unos pasos sobre el césped lo que hizo fijar su vista hacia la izquierda, viendo a un sonriente Fuji en el jardín. Llevaba un vaso en la mano de algo que parecía ser vodka y el líquido llegaba a menos de la mitad. Se notaba que se encontraba bajo los efectos del alcohol: su caminar era errático y su mirada estaba desorbitada. Al parecer ese no era su primer vaso.

Tezuka, al verlo en ese estado, se preocupó y rápido se puso de pie y se le acercó, sosteniéndolo por la cintura, evitando así que el muchacho más bajo cayera al suelo. Le quitó el vaso de licor de las manos y lo depositó en el suelo, sin dejar de sostener al castaño.

—¿Cuántos de estos te has bebido ya? —preguntó seriamente.

—Varios… —Fuji rio.

—¿Estás borracho?

Ahora Fuji rio abiertamente por la preocupación y discernimiento que mostraba su capitán.

—Por qué preguntas, ¿acaso crees que he hecho mal?

—Claro que has hecho mal —la actitud de Tezuka era de reproche—. No deberías beber así. Estás muy mareado. ¿Quieres que te lleve a tu casa?

—No —Fuji habló con angustia en la voz mientras se aferraba a Tezuka, abrazándolo y apoyando su cabeza en el pecho de éste, comenzando a sollozar con suavidad. Dando una impresión de fragilidad que le partió el corazón al chico de anteojos—. Quiero estar contigo.

Tezuka no supo qué hacer ¡No podía negarle un abrazo! por lo que lo envolvió suavemente entre sus brazos, acariciando con su mano izquierda el lacio cabello castaño del más bajo. Logrando con este gesto, calmar su llanto.

Fuji al estar bajo los efectos del alcohol, dejó por fin que sus sentimientos fluyeran con libertad. Se olvidó de pensar, se olvidó de todas las recriminaciones que él mismo y su consciencia podrían hacerle después y simplemente se dejó llevar por lo que sentía, por su corazón. Se despegó lentamente del pecho de Tezuka y levantó el rostro, mostrando unos vidriosos ojos cobalto, inundados por lágrimas.

—Te vi, hace un momento, te vi con él —aunque la voz de Fuji era suave, había un toque de profunda tristeza en ella—. ¿Por qué tenías que hacerme esto ahora? ¿Por qué justo ahora? Yo te he amado desde el día en que te conocí. ¿Por qué ahora que era feliz junto a alguien más, vienes a arruinar mi vida?

Tezuka no pudo soportar la visión de Fuji en ese estado, subió sus manos al delicado rostro del tensai y con movimientos suaves y lentos le secó las lágrimas. Fuji cerró los ojos y se dejó llevar

—Lo siento —Tezuka habló en un susurro—. Siento haber sido tan débil en el pasado… y siento seguir siendo así de débil.

Fuji no aguantó más y en un movimiento rápido, se puso de puntillas y besó impulsivamente a Tezuka. Un beso que comenzó muy sutil, rozándose apenas los labios, pero que se fue intensificando, haciéndose cada vez más apasionado.

Aunque Tezuka segundos atrás sólo pensaba en Keigo, ahora se dejó llevar por ese beso. Un beso que ansió durante tanto tiempo, que ahora no tuvo la fuerza de voluntad para poder evitarlo. Sintió el sabor a alcohol en la boca de Fuji y el fresco olor de su piel, una dulce y embriagante mezcla que lo cautivó.

Nunca antes lo había besado y ahora que por fin probaba el sabor de su boca, le parecía dulce y suave… Tanto o más que la boca de Keigo.

¡Keigo!

Súbitamente, los recuerdos de otros besos comenzaron a invadir su mente. Recordó lo suave de sus labios, la ternura e intensidad de sus besos, su aterciopelada piel de su boca, la delicia de sus caricias.

—No… basta —recuperó la cordura y se despegó de Fuji—. ¡Para!

—¿Me estás rechazando? —Fuji preguntó indignado, se veía sorprendido.

—No es eso. Es que no quiero que sea de esta manera… No quiero que te arrepientas mañana, porque hoy día es el alcohol el que habla y actúa, no tú.

Fuji no supo cómo reaccionar, se llevó ambas manos a la cara y ocultó su rostro con ellas. Aun se sentía desorbitado por el efecto del alcohol. Se llevó las manos al lacio cabello, despejándose el rostro, dejando ver una triste sonrisa en su rostro y las lágrimas que volvían a inundar sus ojos.

—Déjame llevarte a tu casa —Tezuka lo tomó de la mano con suavidad—, necesitas descansar.

—¡No!

Fuji dio media vuelta y con paso errático se dirigió al interior de la casa otra vez bajo la atenta mirada de Tezuka, que decidió seguirlo para asegurarse que nada le ocurra al castaño. Fuji, una vez dentro, buscó desesperado a Shiraishi, paseando su mirada cobalto por todo el living, hasta encontrarlo junto a sus amigos en un rincón de la sala. Se dirigió hacia él bajo la mirada atónita de los demás miembros de Shitenhoji, quienes nunca habían visto al tensai de Seigaku en ese estado.

—Por favor, llévame a mi casa —la voz de Fuji era temblorosa y sus ojos cristalinos—. ¡Sácame de aquí!

Shiraishi se dio cuenta del estado etílico en que se encontraba su novio de inmediato, aunque eso no explicaba las lágrimas. Haciendo caso omiso de todo a su alrededor, lo rodeó por la cintura y lo dirigió tiernamente hacia afuera de la casa.

Tezuka, observó la escena desde lejos. De súbito una claridad mental y emocional que hasta el momento no había tenido lo invadió, como un balde de agua fría que cayó sobre su cuerpo, se dio cuenta que sólo había conseguido hacerle daño a Fuji. Lo único que estaba haciendo con sus actos, era separarlo de alguien que lo amaba sinceramente, alejándolo de Shiraishi. Y por otra parte, estaba Keigo, a quien le había hecho mayor daño aun.

A estas alturas era imposible que alguno de los dos lo perdonara, menos aún que algún día alguno volviera a mirarlo con amor. Se dio cuenta resignado que, al primero, debía dejarlo ser feliz junto a otro y que al segundo, no tenía otra alternativa más que verlo junto a quien ahora era su peor enemigo.

 

*          *          *

 

Luego de apartarse de Tezuka, Keigo buscó con la mirada a Yuushi, lo encontró junto al bar, llenando un vaso de whisky. Se le acercó por detrás y le susurró al oído, en un gesto muy confidencial, que captó la atención de todos los presentes ahí.

—Es mejor que nos vayamos.

—-¿Por qué? ¿Pasó algo? —Yuushi preguntó sorprendido.

—No, no pasa nada, es sólo que ya saludé a Sanada y… estoy algo nervioso —mintió sin mostrar el más mínimo remordimiento—. No quiero que mi padre descubra que me escapé.

Yuushi lo miró un poco intrigado, por unos segundos dudó de las palabras del joven platinado, sospechaba que había otra razón para que el joven heredero quisiera irse, además de su padre. Pero finalmente dejó la suspicacia y decidió irse con él. Depositó el vaso sobre la barra y tomando a Keigo por la cintura, salieron juntos de la casa.

El frío viento los golpeó en la cara al salir a la calle, todo indicaba que llovería pronto. Keigo se subió el cierre de la chaqueta, entumido y se subió a su auto. Yuushi tomó el asiento de copiloto a la vez que el auto arrancaba acompañado del rugido del poderoso motor, para alejarse velozmente.

—¿Quieres quedarte un rato en mi casa o prefieres irte directamente a la mansión? —una vez en el auto, Yuushi decidido a jugarse todas sus cartas con esta pregunta.

Keigo dudó por unos segundos, pero finalmente se dio cuenta que la noche aún era joven y que él mismo no quería volver a su casa, o mejor dicho, a su prisión.

Se dirigió entonces a la casa de Yuushi y una vez ahí, entraron en silencio, cuidando de no despertar a los miembros de la familia Oshitari. Se dirigieron de inmediato a la pieza del tensai y debido a la oscuridad que reinaba en el lugar, Keigo tuvo que ser guiado de la mano, para evitar así chocar con algo.

Entraron en silencio y Yuushi puso cuidado al cerrar la puerta, para hacer el menor ruido posible. Keigo se rio en silencio por lo divertida de la situación y se dio la vuelta, comenzando a mirar curioso, cada detalle dentro de la habitación del tensai. Nunca había estado ahí antes, a pesar de ser amigos no tenían la costumbre de visitarse mutuamente y las pocas veces que había visitado la residencia Oshitari, sólo había permanecido dentro del living, por lo que al verla por primera vez, se sorprendió.

La habitación del peliazul era extremadamente ordenada y no parecía haber nada fuera de lugar. Toda la habitación seguía la misma línea modernista de la decoración del resto de la casa, primaban los colores blancos en combinación con el negro, dando sobriedad y elegancia al ambiente.

Luego de inspeccionar cada detalle dentro del cuarto, Keigo se giró súbitamente, para encontrarse con la mirada curiosa del tensai sobre su persona.

—¿Qué estás haciendo? —Yuushi preguntó en tono divertido.

—Nada, sólo miraba extrañado tu habitación —mientras hablaba, Keigo pasaba sus dedos por la superficie del escritorio, donde se encontraba depositado el libro que él mismo le había regalado al peliazul—. ¿Y qué tal el libro? ¿Es interesante?

—Muy interesante —Yuushi sonrió abiertamente—, de hecho deberías leerlo tú también, así te darías cuenta de la clase de regalos que me estás haciendo.

—No lo creo. Ese tipo de libros no son para mí.

—¿Quieres que te cuente la trama? —Yuushi preguntó con voz insinuante mientras se acercaba peligrosamente—. Trata sobre un joven empresario con ciertas tendencias sexuales inusuales, que conoce de pronto a una bella e ingenua jovencita, a quien transforma en su esclava sexual.

Keigo tragó seco y se apoyó en el escritorio. Esta explicación lo tomó por sorpresa y no supo bien cómo reaccionar. No estaba seguro de si Yuushi le tomaba el pelo o si hablaba en serio. Si se trataba de la primera opción, no sería de extrañar, pues el peliazul disfrutaba de martirizarlo, pero si se trataba de la segunda opción, entonces era él mismo quien estaba provocándolo ¡Debió haber leído el resumen antes de comprar el libro!

Nervioso con la proximidad del otro muchacho, trató de alejarse, pero fue tomado sorpresivamente por la cintura y besado con intensidad. No pudo… o más bien no quiso alejarse. Correspondió el beso pasando sus brazos por el cuello del tensai.

Yuushi recorrió con sus manos la cintura del peliplateado y acarició su espalda ascendentemente, hasta llegar a la nuca, ladeándole la cabeza y profundizando el beso. Jugaba inquietamente con su lengua, recorriendo cada rincón de la boca del joven heredero, el que respondía soltando suaves suspiros.

La temperatura comenzó a subir dentro de la habitación y el peliazul hábilmente logró sacarse la chaqueta y la camisa sin romper el beso, dejando expuesto su bronceado y sensual torso desnudo. Trató de hacer lo mismo con Keigo, pero sólo logró sacarle la chaqueta, ya que éste rehuyó sutilmente de las traviesas manos del tensai.

Pero Yuushi no estaba dispuesto a darse por vencido tan fácil. Moviéndose con lentitud, logró dirigirlos a ambos hacia la cama y con movimientos suaves, depositó a Keigo sobre ella. Una vez ubicado sobre él, comenzó a recorrer su cuerpo, tocándolo con maestría mientras lo miraba a los ojos intensamente.

…ha… —Keigo soltó un jadeo al sentir la mano de Yuushi sobre su miembro.

Le tomó la mano con fuerza, quitándola con brusquedad y trató de incorporarse. Yuushi, sin embargo, se lo impidió poniendo todo el peso de su cuerpo sobre Keigo y lo besó posesivamente. Él comenzó a sentirse incómodo. Se movió debajo del cuerpo del joven bronceado con evidente molestia, arrepentido súbitamente del acelerado ritmo de las cosas. Se separó de la boca del tensai, rompiendo el beso que los unía, pero Yuushi se dedicó a besar ahora el níveo cuello. Keigo se quejó incómodo y con su mano derecha selló los labios del tensai.

—No… no… ¡Yuushi para!

—¿Qué es lo que pasa? —Yuushi se incorporó en la cama con expresión de fastidio en la cara.

—Yo —Keigo también se sentó en la cama. Su voz era seria en extremo—… no estoy seguro de esto.

—¿De qué rayos estás hablando?

—Es que esto no… esta… sería mi primera vez… y quiero que sea especial.

—Keigo, ya es especial, ¿no lo ves? —Yuushi suavizó la voz y le acarició suavemente la mejilla—. Yo te amo.

Silencio.

—Me estás tratando de decir que yo no soy nada para ti —frente al silencio del peliplateado, Yuushi comprendió rápidamente la situación—, que yo no soy nadie especial.

—No es eso, es que… quiero estar seguro de este paso ¡Y no es así como me siento ahora!  

Yuushi se puso de pie, dándole la espalda al joven platinado que permanecía en la cama aun. Se veía realmente triste e imperceptibles lágrimas inundaron sus ojos. Un nudo se formó en su garganta haciendo que su voz sonara más ronca que de costumbre.  

—Uno de estos días, Keigo, te vas a dar cuenta que nadie en este mundo te ha amado tanto como yo —sus palabras sonaron amargas.

Keigo no respondió, sólo lo miraba expectante.

—Esto es porque todavía sigues pensando en él ¿verdad? —Yuushi ahora se dio la vuelta para verlo a la cara.

Keigo desvió la mirada incómodo; había sido descubierto.

—¿Cómo puedes seguir pensando en él? ¿Por qué? ¡Ya estoy cansado! Estoy cansado de esta situación. Yo he luchado con todas mis fuerzas, te he entregado mi corazón y mi alma, pero eso no es suficiente para ti… ¿Qué más quieres de mí?

Silencio.

—…Sólo vete… —Yuushi volvió a darle la espalda.

Keigo no supo qué hacer. Lentamente, y sintiéndose como la peor basura del mundo, se puso de pie y recogió sus cosas, abandonando en silencio la casa del tensai.

 

Notas finales:

Este es un cap. intenso... muchas repercusiones vendrán despues de esto.


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