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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

 

 

Capítulo 13

 

 

Te pasas toda la vida buscando la felicidad,

Cuando ella no se ha movido de tu lado.

 

 

Keigo conducía a alta velocidad, pisando el acelerador hasta el fondo. El escaso vaso de whisky que había bebido le bastaba para nublar sus sentidos y hacerle perder peligrosamente la cordura. Si no fuera porque a esas horas de la madrugada, muy pocos autos circulaban por las calles de Tokio, lo más probable es que ya habría matado a alguien o lo que es peor… a él mismo.

El Maybach Exelero negro se movía a más de 200 km/h maniobrando vertiginosamente por el suelo resbaladizo producto de la densa llovizna que caía.

Aún con la vista y la razón nubladas por el alcohol y la frustración, Keigo alcanzó a ver con el rabillo del ojo una silueta conocida ubicada en dirección contraria, de pie bajo la lluvia, esperando ridículamente en la esquina a que el semáforo le permitiera avanzar, aunque no había tránsito a esa hora y pudiera cruzar perfectamente sin ningún tipo de riesgo ¡Eso era tan típico de él!

Frenó abrupto, haciendo que un estruendoso ruido saliera de las llantas del vehículo y giró el manubrio haciendo que el auto virara en U en medio de una importante avenida. Cuando el auto se detuvo por inercia, bajó sin molestarse en cerrar la puerta del conductor y con paso seguro se acercó al muchacho ubicado en la esquina.

—Tú… maldito… ¡Te odio! —Keigo gritaba, evidentemente alterado—. No tienes idea de cuánto te detesto.

La lluvia era fina, pero caía copiosamente y empapó su cuerpo en solo un instante. Keigo sin embargo no reparó en ella, parecía imperturbable y cuando estuvo de pie frente al muchacho de anteojos, continuó.

—Me cagaste la vida… ¡Te odio!

Levantó la mano cerrando el puño y trató de golpear con ella a Tezuka, pero los rápidos reflejos de éste y el nulo grado alcohólico en su cuerpo, hicieron que detener la arremetida del peliplateado fuera un juego de niños. Lo sostuvo por la muñeca con firmeza y se limitó a mirarlo con una expresión triste en sus ojos marrones.

—¡Suéltame! —exigió el heredero forcejeando inútilmente para zafarse—. Desearía no haberte conocido jamás.

—Créeme que yo deseo lo mismo —Tezuka habló enfadado—. Mi vida sería mucho más fácil si nunca te hubieras aparecido en ella.

—¡Desgraciado! —Keigo trató de golpearlo con su mano libre, pero ésta también fue atrapada con fuerza por el castaño.

La lluvia continuó cayendo implacable sobre la ciudad. Un hilo de agua bajaba por el rostro excesivamente pálido de Tezuka y resbalaba por su nariz, cayendo en gruesas gotas sobre el rostro empapado del peliplateado que lo miraba desde abajo.

Ambos muchachos permanecían mirándose a los ojos con intensidad, el espacio entre sus cuerpos era prácticamente nulo. Tezuka aún sostenía a Keigo por las muñecas y sus ojos estaban fijos en los labios ligeramente abiertos de éste. Como si estuviera siendo atraído por una fuerza magnética, Keigo se acercó peligrosamente al muchacho más alto, haciendo que sus frentes chocaran y el vapor que salía de sus bocas se mezclara en el frío aire nocturno mientras respiraban agitados.

Tezuka, fue soltando de a poco el agarre que mantenía en Keigo y sus manos se movieron desde las muñecas hasta los bíceps, cerrando los ojos en el momento que rozaba con su boca, la boca ajena, en un sutil intento de beso que nunca llegó, pues el estridente ruido de una bocina los sacó del trance en que se encontraban, regresándolos de golpe a la realidad.

Keigo se separó abruptamente y se llevó ambas manos a la cabeza, sosteniéndose las sienes, una terrible jaqueca había comenzado a afectarlo desde que salió de la casa de Yuushi y se hacía cada vez peor. Tezuka fue consciente que se encontraban bajo la lluvia y que el auto de Keigo estaba atravesado en la mitad de la avenida, impidiendo el paso a los demás vehículos.

La bocina se escuchó otra vez, impaciente por continuar su camino.

Tezuka tomó a Keigo de la mano y éste se dejó llevar, parecía encontrarse algo aturdido, seguramente debido al alcohol. Se subieron ambos al vehículo y Tezuka se encargó de manejarlo, enderezándolo con lentitud para dejar el paso abierto a los conductores de los demás vehículos, los que no se fueron sin antes gritarles un par de cosas.

—¿Quién te dio la licencia idiota?

—¡Qué les pasa a los chicos de hoy en día!

—¡Váyanse a casa con sus mamitas, escolares idiotas!

Tezuka no les prestó mayor atención y una vez que se hubo puesto el cinturón de seguridad, comenzó a manejar con precaución por las resbalosas calles, cuidando de no superar el máximo de velocidad permitido dentro del límite urbano y respetando todas las señales del tránsito que encontró a su paso. Luego de varios minutos, bajó del vehículo para abrir la reja y volvió a subir a éste, aparcando con suavidad en el estacionamiento de la casa.

Keigo, había permanecido en silencio y con los ojos cerrados durante todo el trayecto, dormitando. Se bajó del vehículo aturdido aún y miró desorientado en todas direcciones.

—¿Qué es esto? ¿A dónde me trajiste? —Cuando por fin reconoció el lugar, añadió con voz indignada—. ¡¿Me trajiste a tu casa?!

—¿Qué esperabas, que te vaya a dejar a la tuya? En primer lugar, yo no puedo acercarme a ese lugar, y en segundo, no creo que sea bueno que tus padres te vean así —Tezuka tenía una mirada reprochadora—… estás borracho.

—¡Tengo que irme a mi casa, idiota! Me escapé —Keigo hizo ademán de querer subirse al auto nuevamente, pero su brazo fue sostenido por Tezuka.

—Debes dormir algo primero. No puedo dejar que te vayas así, aún estás ebrio.

—¡Arg! Ya cállate —Keigo se soltó del agarre con un movimiento brusco—. ¡Estoy harto de ti!

—¿Cómo te atreviste a manejar en ese estado? Te pudiste matar —Tezuka gritaba realmente enojado—. ¡Fue una inconsciencia de tu parte!

—Baja la voz —Keigo habló más calmado, siendo súbitamente consciente de la escenita que estaban montando—. ¿Qué quieres, despertar a toda tu familia?  

—Mis padres no están, estoy solo en casa —la voz de Tezuka había recuperado su habitual calma—… No te preocupes.

—¿Cómo que no están? Es mitad de semana, no pueden viajar. ¿Y el trabajo de tu padre?

—Mi padre ya no está trabajando —Tezuka le respondió pacientemente—, así que aprovecharon para irse unos días a la cabaña en las montañas.

—¡¿Qué?! ¿Cómo que no está trabajando? —Keigo preguntó con una mezcla de intriga y preocupación en la voz—. ¿Por qué?

—Fue despedido —Tezuka respondió algo malhumorado; no entendía por qué estaba respondiendo todas esas preguntas—. ¿Por qué tanta pregunta?

—No puede ser… él me lo prometió —Keigo ahora hablaba indignado, pero no se dirigía a Tezuka, sino que hablaba para sí mismo—. ¡Teníamos un trato!

—¿De qué estás hablando?

—Me estuvo engañando todo este tiempo —Keigo lo ignoró por completo y continuó hablando para sí—. ¡Maldición!

—Keigo… ¿De qué estás hablando? —ahora Tezuka se veía preocupado—. ¿Qué es lo que ocurre?

—¡Maldita sea!

Keigo pateó con fuerza la rueda del vehículo y se apoyó con ambas manos en el capó, dejando que su cuerpo se inclinara levemente hacia adelante. Su cabeza estaba gacha y plateadas hebras de cabello se pegaban a sus sienes producto de la humedad, el demás cabello caía sobre su rostro, haciendo que sus ojos se ocultaran de la vista del muchacho de anteojos.

—Ya no puedo más… estoy cansado… Quiero luchar, pero no sé cómo —Keigo susurró derrotado—. Ya no me quedan fuerzas.

Tezuka no entendía bien qué era lo que estaba pasando. Desde el día del despido de su padre, había tenido sus sospechas, pero no quería darles crédito ¡No podía creer que Akihiro-san tuviera esos alcances! Todo parecía indicar ahora, que el responsable del despido y de la actual cesantía de su padre, era él.

Se acercó lentamente al muchacho de cabellera plateada y lo abrazó por detrás, enderezándole el cuerpo y haciendo que apoyara la espalda sobre su pecho. Keigo se giró y se abrazó a su cintura, escondiendo el rostro en su cuello. Él aún lo abrazaba, acariciando suavemente su espalda y depositando delicados besos en las sienes del heredero.

Keigo se dejaba llevar. No podía negarse… No quería negarse.

¡Lo amaba! Lo amaba a morir, sin importar razones. El amor no tiene lógica y a pesar de su corta edad, lo sabía.

Lentamente se separó y alzó la cabeza para mirarlo a los ojos, Tezuka lo miraba con ojos enternecidos, pero duditativos a la vez, alzó un poco los talones para quedar a su altura y cerrando los ojos, lo besó.

El beso fue completamente correspondido, Tezuka abrió la boca para dejarlo entrar a la vez que con sus manos, sostenía la cabeza del muchacho más bajo. Keigo se aferró al cuello del castaño, apegando sus cuerpos y Tezuka lo abrazó por la cintura, comenzando a guiarlo hasta la casa.

Ambos cuerpos temblaban ligeramente producto del frío o de la intensidad de las sensaciones, sus ropas estaban empapadas y se pegaban a sus cuerpos. En medio de la oscuridad y sin dejar de besarse, entraron a la casa. Keigo se quitó la mojada chaqueta de cuero y la dejó caer al piso, Tezuka lo imitó y luego levantó al peliplateado del suelo, haciendo que éste se envolviera con las piernas a su cintura y con los brazos a su cuello. Subieron así la escalera, rumbo a la habitación del castaño.

Una vez dentro, Keigo se bajó, rompiendo el beso por un instante, mirando con ojos indescifrables a Tezuka, éste se le acercó decidido y lo besó otra vez, con insistencia y pasión. Mientras se movían hacia la cama se iba quitando el chaleco azul oscuro que llevaba puesto, pero sus manos quedaron atrapadas en las mangas y al chocar contra la cama, cayó con todo su peso sobre el joven platinado.

Ambos rompieron a reír divertidos y en un rápido movimiento, Keigo lo giró, sentándose sobre él y ayudándolo a quitarse el sweater y la camiseta. Tezuka quedó apoyado sobre sus codos, con el muchacho platinado sentado sobre su pelvis. Su torso era blanco y se encontraba húmedo producto de la lluvia. Keigo lo miró detenidamente: una delgada cadena de plata que él le había regalado colgaba de su cuello, comenzó a acariciarlo con suavidad, recorriendo con su mano extendida los pectorales y los abdominales marcados en la suave piel, completamente erizada ahora.

Tezuka se incorporó de súbito y con movimientos pausados, comenzó a deshacer cada uno de los botones de la camisa de seda gris del muchacho sentado sobre él. Cuando los hubo desabotonado todos, quitó la prenda húmeda, dejando a la vista un espectáculo similar. El cuerpo níveo bien trabajado demarcaba cada músculo del torso, pero a diferencia suya, un camino de vellos que nacía bajo el ombligo, indicaba sensualmente la dirección del placer.

—Te amo —Tezuka se abrazó al pecho del peliplateado y le susurró, rozándole la piel con los labios.

—No digas nada…

Keigo tomó entre sus manos la cabeza del castaño y lo volvió a besar. Tezuka por su parte, lo sostuvo por la cintura con firmeza, sosteniendo todo el peso del cuerpo del peliplateado en sus brazos al depositarlo sobre la cama, ubicándose él encima.

Comenzó acariciando suavemente el torso desnudo y con una de sus piernas, ubicada entre las piernas del otro joven, lo rozaba de manera sutil.

—…Hmm… —el joven bajo él gimió de placer.

Con suavidad, desabrochó la hebilla del cinturón y luego desabotonó el pantalón, usando tan solo su mano izquierda y la introdujo dentro del pantalón de Keigo, acariciando con movimientos lentos pero fuertes, el miembro de éste por encima de la tela negra del bóxer.

—…ahh… mmm… ahh… —el platinado volvió a gemir sensualmente.

Keigo se sentía a mil por hora. La incomodidad que había sentido horas antes en la casa de Yuushi, había desaparecido completamente en los brazos de Kunimitsu. Sentía frío en su cuerpo debido a la lluvia que los había mojado, pero por dentro se sentía arder, mostrando con el contraste de su piel la vorágine de sensaciones que le producía el castaño ¡Ese hombre era su perdición!

El castaño se separó de la boca del peliplateado para comenzar a besar su cuello y bajar lentamente lamiendo y besando su torso. Keigo se aferró con ambas manos a los cabellos castaños, enredando sus finos dedos en las suaves hebras y cerró los ojos con fuerza, mientras dejaba que suaves suspiros salieran libres de su boca.

—…ha… ahh…

Tezuka tomó firmemente a Keigo por las caderas y hundiendo su rostro en el cierre abierto de su pantalón, aspiró el masculino olor que despedía el peliplateado. Este acto produjo que su propio miembro endureciera sobremanera, incomodándole dentro del pantalón.

Se separó unos segundos para terminar de desvestir al muchacho platinado, una vez que lo tuvo completamente desnudo, se dirigió otra vez hacia su boca y lo besó con lentitud, tomándose el tiempo de saborear cada beso, sintiendo un tenue gusto a licor mezclado con la dulzura propia de los labios de Keigo.

Su mano izquierda bajó rozando con las uñas la delicada piel del vientre, rumbo al palpitante miembro erecto del muchacho ubicado bajo él. Comenzó a masturbarlo con movimientos rápidos mientras su cuerpo realizaba sensuales movimientos pélvicos de manera instintiva, haciendo gemir a Keigo y a él mismo.

—…Hmm… —el gemido fue simultáneo y ahogado respectivamente por la boca contraria.

A Keigo le costaba respirar. Los demandantes besos del castaño extraían todo el aire de sus pulmones, dejándolo sin aliento. Se separó y ladeó la cabeza en busca de aire a la vez que dejaba a merced de la implacable boca del otro joven, su níveo cuello. Ahora que los labios de Kunimitsu no lo callaban, sus gemidos fueron más sonoros e incrementaron en volumen, mientras el castaño subía el ritmo del movimiento de su mano.

—…ahh… ¡Dios! No pares… ahh…

Al oír los sensuales gemidos, Tezuka creyó perder la cordura. Se sentía abrumado. Si pensara lógicamente, se habría dado cuenta que las cosas se habían salido de control, el acelerado ritmo de los acontecimientos amenazaba con transformarse en una montaña rusa emocional. Pero ahora, sólo podía pesar en una cosa, quería estar junto a Keigo, quería fundirse con él en una sola persona, quería que Keigo y él fueran uno. Tal escenario lo estaba llevando a la desesperación y a la locura.

Súbitamente dejó de masturbarlo y se puso de pie para quitarse con movimientos torpes y precipitados los pantalones y el bóxer. Aun se encontraba de pie frente a la cama, cuando Keigo se incorporó y comenzó a besarle el abdomen ansioso, bajando con lentitud hasta su palpitante miembro.

Sentado sobre la cama y mirando a los ojos al chico que tenía de pie frente a él, Keigo introdujo sólo la punta del pene dentro de su boca, lamiendo el glande y rozándolo suavemente con sus dientes, arrancándole un sonoro jadeo al castaño. Sonrió para sus adentros al darse cuenta que había logrado su cometido y succionó ahora todo el miembro, cerrando firmemente la boca sobre éste y realizando movimientos en un ritmo rápido, mientras con su mano derecha, le acariciaba con suavidad los testículos. El castaño llevó sus manos a la plateada cabeza y la aferró con fuerza. Sus caderas comenzaron a moverse de forma involuntaria, embistiendo primero con lentitud y acelerando el ritmo gradualmente después.

—…hmm… ha… ha… ha… —los gemidos de Tezuka se hicieron cada vez más fuertes, hasta transformarse en roncos quejidos.

Temiendo perder la cordura por completo, Tezuka se separó de improviso, agachándose para buscar la boca del peliplateado y besarlo con pasión, sintiendo en la boca de éste, el sabor de su propio cuerpo. Volvió a recostarlo sobre la cama y se dedicó a acariciar la pierna izquierda de Keigo que previamente levantó a la altura de su cadera, realizaba suaves embestidas que hacían que sus miembros se rozaran, provocando que una corriente eléctrica recorriera su piel, erizándola aún más, mientras Keigo acariciaba su espalda, rozándolo lenta y sensualmente con las yemas de los dedos.

Se separó con la intención de llenar de aire sus pulmones y levantó la cabeza para mirar el rostro ajeno. Keigo se veía turbado, sus ojos estaban más grises de lo común, nublados por el deseo y un insinuante sonrojo se había instalado en sus mejillas, su cabello aún estaba mojado y caía desordenadamente sobre la almohada. En ese momento Tezuka entendió que nunca había visto algo tan sublime antes, y enternecido, le acarició la suave mejilla.

Keigo, jalando la cadena que colgaba del cuello del castaño, acercó de nueva cuenta sus labios la boca contraria, que sonriente correspondió al beso.

—…Mitsu… quiero sentirte dentro mío… —susurró entre beso y beso.

La angustia y el temor detuvieron de súbito los movimientos de Tezuka; la inexperiencia que tenía le impedía tener claridad sobre sus actos. Hasta el momento había actuado por puro instinto, pero no quería correr el riesgo de dañar al peliplateado sólo por no saber qué hacer. Tragó seco y miró con preocupación al otro muchacho.

—Está bien… yo tampoco sé lo que hay que hacer… —Keigo le sonrió con ternura mientras levantaba la cabeza para dar suaves piquitos a su boca.

Keigo le tomó la mano izquierda e introduciéndola a su boca, se encargó de mojar los dedos del castaño con su propia saliva. Un jadeo involuntario escapó de la boca de Tezuka al contemplar la sensualidad de aquella escena y un poco más relajado, decidió continuar escuchando las órdenes intuitivas de su cuerpo y darle rienda suelta a las sensaciones que comenzaban a invadirlo.

Dirigió su dedo medio a la entrada del muchacho platinado y lentamente lo introdujo en ella, sacándole varios gemidos al dueño de ésta. Sentía que su pene palpitaba con más fuerza cada vez, impaciente por entrar en la estrecha cavidad y se apresuró a introducir un dedo más, activando la dilatación del platinado. Cuando sintió, a través de los sensuales movimientos de las caderas de éste, que estaba listo, se incorporó de rodillas en la cama y llevándose la mano a la boca, extrajo un poco de saliva que usó para lubricar su propio pene. Se ubicó en la entrada del platinado y con una fuerte embestida, lo penetró por completo.

—…aaah… —Tezuka gimió sonoro, cerrando los ojos con fuerza y necesitó de varios segundos para poder recuperarse del impacto que produjo en su cuerpo, estar dentro del peliplateado.

Keigo se aferró con una mano a la nuca del castaño, enterrando sus dedos en el cabello de éste, mientras con la otra se sostenía con fuerza de su bíceps izquierdo y respiraba agitado en su oído, con los ojos cerrados. El dolor había sido espantoso, pero comenzaba a habituarse a la intromisión y sentía cómo su propio pene palpitaba entre ambos vientres.

Tezuka, comenzó a moverse lento, extasiado con la estrechez y calidez del joven platinado, disfrutando de cada roce de sus cuerpos y de las electrizantes sensaciones que esto le producía. Quiso memorizar cada momento, cada sensación, cada suspiro ¡Estaba perdiendo la cordura! Keigo gemía suave en su oído y a medida que él fue acelerando el ritmo de las embestidas, sus gemidos fueron subiendo de volumen, transformándose en, literal, música para sus oídos.

—…hmm… ahh… hmm… —Keigo besaba entre gemidos el lóbulo de la oreja de Tezuka.

Su mano izquierda bajó hasta el desatendido pene del peliplateado y comenzó a masturbarlo al mismo ritmo de las embestidas, que habían acelerado hasta convertirse en fuertes estocadas. Sentía los huesos de su pelvis chocar contra los glúteos ajenos y en cada movimientos había una secreta intención de llegar cada vez más profundo. Sin prestar atención a lo físicamente imposible que era esto.

Keigo se sentía desfallecer, en medio de espasmódicos movimientos, se corrió en la mano del castaño a la vez que buscaba sellar con un ansioso beso aquel momento. Luego de sentir el interior del peliplateado contraerse aún más producto del orgasmo, Tezuka acabó dentro de él, liberando un grave gemido de placer.

—…ahh…

Sin salir aún del interior del joven platinado, dejó que todo el peso de su cuerpo le cayera encima y mientras trataba de reponer los acelerados ritmos de su corazón respirando agitado, lo besó con delicadeza en el hombro izquierdo con los ojos cerrados. Keigo, por su parte, se aferraba con ambos brazos a los hombros del castaño, sin dar señas de querer soltarlo, escuchando como ambos corazones latían enérgicamente.

Cuando hubo recuperado el aliento, Tezuka salió delicadamente del cuerpo de Keigo, repartiendo sutiles besos en su boca.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado.

—Nunca me había sentido así de bien —una expresión de relajo total se reflejaba en el rostro níveo de Keigo.

Tezuka le sonrió en respuesta y con delicadeza lo movió sobre la cama, para taparlos a ambos con las cobijas. Se apegó al cuerpo del peliplateado, abrazándolo con uno de sus brazos por la cintura y sin dejar de repartirle suaves besos en el lóbulo, el cuello, la mandíbula y la boca, lentamente fue sucumbiendo ante el cansancio y se durmió.

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? Yo amé escribir este cap. fue épico!!! es que me encantan juntos

Espero que me comenten!!! Besos =)


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