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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

 


Este capitulo va dedicado especialmente a Lejh =) Feliz cumpleaños atrasado!!! 

Capítulo 15

 

 

Amor y deseo son dos cosas diferentes:

No todo lo que se ama se desea,

Ni todo lo que se desea se ama.

 

 

Tezuka miró por breves minutos la lluvia que caía de nuevo en el exterior desde la ventana de la cocina de su casa. El estridente ruido del agua evaporándose en la tetera lo hizo voltear la vista hacia ésta y pagar el gas. Vació el hirviente líquido en un gran tazón con la intensión de preparar un té para el castaño que ahora se encontraba en su casa. Salió con el tazón en su mano rumbo al living y encendió la chimenea, esperando a que su invitado bajara.

Tezuka se encontraba agachado frente a la chimenea cuando lo sintió llegar, tuvo que levantar la mirada para verlo de pie junto a él observándolo con una expresión inocente en esos profundos ojos cobalto. Traía puesto un pantalón de buzo gris que le quedaba irremediablemente largo, una camiseta blanca y un chaleco beige que tuvo que arremangarlo. Su lacio cabello estaba húmedo y su rostro se veía muy pálido, y por lo erizada que se veía su piel, se notaba que sentía frío. Tezuka se puso de pie con movimientos pausados y le acercó el tazón de té.

—Toma… te ayudará a recuperar el calor corporal.

—Gracias —la voz y la mirada de Fuji estaban apagadas.

El castaño tomó asiento en el sillón más cercano a la chimenea y sosteniendo el tazón entre sus manos, para darse algo de calor, comenzó a beber pausado el líquido que le entibio el cuerpo, sin despegar los ojos de las llamas que empezaban a juguetear con colores amarillentos y anaranjados. Tezuka no lo interrumpió, lo miraba paciente de pie frente a la chimenea, tratando de imaginar lo que le habría pasado al castaño para estar en semejante estado de nervios.

Hace poco más de media hora atrás se le había lanzado a los brazos en medio de la calle, y aunque él se encontraba en ese lugar con un motivo muy importante y específico, no pudo simplemente hacer la vista gorda e ignorar la aflicción de Fuji, después de todo él era su amigo y lo último que quería en el mundo era verlo sufrir. Estaba plenamente consciente de la molestia que había generado en Atobe ese encuentro, pero primero debía aclarar las cosas con Fuji.

—¿Estás mejor? —le preguntó con voz suave.

—Sí… gracias, Mitsu —el castaño se giró para verlo y habló con una sonrisa triste en los labios.

—¿Qué fue lo que te ocurrió, Suke? —Esta vez preguntó con voz segura— ¿Por qué estabas así de afectado?

—Shiraishi y yo terminamos —admitió con tristeza volviendo la vista al suelo.

Tezuka desvió la mirada. Para ser sinceros tenía miedo de preguntar el motivo de esa ruptura, o más bien, tenía miedo de preguntar y descubrir que el responsable era él, justamente ahora que él mismo se había aclarado con respeto a sus sentimientos. Ahora que sabía que era a Keigo a quien amaba… Aunque no pudo evitar dudar por instantes.

Fuji ahora estaba solo. El muchacho que siempre había amado y admirado en secreto, a quien por fin le había expresado sus sentimientos y ahora era consciente de que existía una gran probabilidad de ser correspondido, había terminado con su novio y estaba solo. Ya nada se interponía en su camino. Podía amarlo libremente.

Pero por otra parte estaba Keigo. El otro muchacho por quien todo este tiempo había negado lo que sentía, tratando de convencerse a sí mismo que sólo estaba a su lado para no estar solo, tratando de decirse a sí mismo que lo sentía por él era sólo amistad… y que ahora había aceptado, o más bien descubierto, que amaba con sinceridad. Era a ese joven al que se había entregado en cuerpo y alma, aquel joven que se transformó en el verdugo de su inocencia y en su cómplice eterno. Pero él no quería verlo.

¿Qué hacer? ¿Qué era lo que realmente sentía? Fuji estaba ahí, al alcance de su mano, mientras que Keigo le era inalcanzable.

Fuji puso el tazón vacío en el suelo y se puso de pie, ubicándose frente a Tezuka

—Aunque estoy triste por el modo en que se dio ese rompimiento, me he dado cuenta que mis sentimientos por ti nunca han cambiado… Yo te sigo amando como el primer día.

Tezuka tragó seco, abrumado con la sinceridad de esas palabras, sin saber qué decir.

El castaño más bajo lo miró con gesto decidido y sin un ápice de duda comenzó a cerrar la distancia entre ambos, tomando el rostro del más alto entre sus manos y poniéndose de puntillas para alcanzar sus labios, buscando sellar esta confesión con un beso. Sin embargo Tezuka, zafándose del agarre del castaño, se movió algo incómodo, buscando la distancia apropiada entre sus cuerpos.

—Anoche me negaste este beso excusándote en que estaba borracho y no sabía lo que hacía, pero como puedes ver, lo recuerdo todo perfectamente —Fuji se veía desconcertado—. ¿Ahora cuál es tu excusa para este rechazo?

—Fuji… —Tezuka negó con la cabeza.

El muchacho de ojos cobalto sin embargo, no se dio por vencido con esta negativa e insistió, arremetiendo decididamente contra la boca de su capitán, robándole un casto beso.

Tezuka se sorprendió primero por la reacción tan arrebatada del menor, pero no pudo alejarlo de inmediato, aun cuando dirigió sus manos a las caderas del castaño con la intención inicial de apartarlo. Sentirlo así, pegado a él, besándolo, le pareció… extraño.

Podía sentir la fragilidad de Fuji, como si de una flor se tratara y le pareció tan distinto a la seguridad de Keigo, Fuji era totalmente diferente a su ególatra favorito. En el beso de Fuji no se podía sentir la posesividad y urgencia que caracterizaba al peliplateado, le faltaba la intensidad de sus besos, porque si había algo que caracterizaba al joven heredero era que él entregaba el alma en cada beso. Ahora que besaba a Fuji sentía que faltaban las estrellas de colores, las sensaciones a flor de piel, extrañaba aquella sonrisa arrogante que se alzaba triunfal cada vez que le robaba un beso. Junto a Fuji no sentía que podía alcanzar el cielo.

Cerrando el agarre de sus manos, alejó con suavidad el cuerpo del menor, fijando en su rostro una clara expresión de desilusión que hizo a Fuji retroceder. No alcanzó a decir nada, pues su Smartphone comenzó a sonar con insistencia.

Se sintió salvado por la campana y apartándose con la excusa perfecta, se dirigió a la cocina, donde había dejado el celular rato atrás. Entró justo cuando el tono de llamada cesó, dando paso al sonido del timbre de la casa, giró la cabeza hacia la entrada, pero antes de ir a abrir tomó el celular y revisó la llamada, era de Taki.

Arrugó el ceño al ver ese nombre en la pantalla y al oír voces en la entrada, se dirigió ahí… donde pudo ver cómo Fuji le abría la puerta al mejor amigo de su exnovio.

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —Taki preguntó con el ceño fruncido al ver el rostro del castaño. Ciertamente la última persona que se esperaba encontrar en ese lugar era él.  

—No… ¿Qué estás haciendo tú aquí? —Fuji preguntó afilando la mirada y obstaculizando la entrada.

Frente a esta actitud del castaño, Taki sólo se cruzó de brazos y lo miró con expresión de fastidio en el rostro; no podía dar crédito a lo que veía. Había inventado la excusa perfecta en el colegio y pudo salir durante el almuerzo y fue a casa de Tezuka con la única intensión de ver a Keigo… o más bien con la esperanza de ver por fin a Keigo y Tezuka juntos otra vez. Pero en lugar de eso se encontraba justamente con el tensai de Seigaku impidiéndole a entrada.

Tezuka salió del estado de estupor en que se había sumergido al ver ahí a Taki y se dirigió a la entrada.

—Taki —susurró abriendo ligeramente los ojos.

—Tú realmente logras superarte a ti mismo, ¿verdad? —Taki le devolvió la mirada, pero con molestia; habló con voz fuerte y clara—. Vine hasta acá con la intensión de encontrarme a ti y a Keigo juntos, pero en lugar de eso…

—¡No, espera! déjame explicarte —Tezuka se apresuró a hablar, impaciente.

—¿Explicar qué? —La molestia de Taki era más que evidente—. Siempre parece haber una excusa en tus labios, ¿verdad?

—Oye, ¿No te parece que tú no eres nadie para estar montando esta escenita de celos? —Fuji comentó sarcásticamente.

—¡Tú cállate! —Taki gritó hostilmente a Fuji sin siquiera verlo a la cara ¡Así de indigno lo consideraba!—. Tensai de cuarta…

Ahora las cosas se habían salido completamente de control. Tezuka tuvo que interponerse entre los dos castaños, que por poco se pelean ahí mismo.

—¡No entiendo qué está haciendo este aquí! —Fuji comentó despectivamente.

-—¡Fuji, basta! —Tezuka habló molesto mientras sostenía a Taki de la cintura para evitar que se lance sobre el tensai de su equipo.

—¡Suéltame! Eres un hipócrita —Taki forcejeó hasta liberarse del agarre de Tezuka—. ¿Cómo puedes estar aquí con él después de haber pasado la noche con Kei?

—¿Qué? —la mirada de Fuji se descolocó al oír sus palabras.

—Ah… ¿No lo sabías? —Taki preguntó con una voz de fingida inocencia—. Y no sólo eso esta misma mañana me dijo que iría a buscarlo al edificio de la Compañía Atobe —ahora se giró sobre sus talones para encarar al chico de anteojos— ¡Pero qué gran mentiroso eres, Tezuka Kunimitsu!

—¡Ya basta! Yo no te mentí. De hecho, vengo de allá.

—¡Y esperas que te crea eso! —Taki lo miró con gesto altanero.

—Habla con tu amiguito si no me crees —Tezuka se veía algo triste mientras hablaba, como si estuviera herido—. Y pregúntale lo que me dijo.

—Sea como sea, no me parece correcto que estés aquí con él —Taki pareció serenarse ante esta confesión y analizó la situación en silencio. Ahora estaba más calmado—. Hace dudar de la claridad de tus sentimientos, más aún si consideramos tus antecedentes.

Taki lo miró de arriba abajo y junto con una mirada despectiva lanzada a Fuji, se dio la vuelta dispuesto a marcharse en su Camero convertible de un llamativo color rojo.

—¡Taki espera! —Tezuka corrió tras él, adentrándose en la lluvia que caía con fuerza. Éste se limitó a mirarlo con expresión cansada—. Aunque parezca extraño… creo que últimamente nos hemos hecho muy cercanos y no quiero que esta repentina amistad se pierda por malos entendidos.

Taki alzó una ceja, intrigado ante tanta expresividad, inusual en el muchacho de pie frente a él.

—Mis sentimientos están muy claros, así que no te preocupes —Tezuka continuó, se veía decidido—. Por eso mismo ahora tengo que hablar con Fuji, para aclarar todo con él.

—Ok —Taki habló calmado.

Ambos muchachos asintieron con la mirada y Taki se volvió a encaminar hacia su auto, pero esta vez iba más tranquilo. Cuando estuvo adentro, arrancó pisando el acelerador hasta el fondo, pero tocó la bocina a modo de despedida cuando pasó frente a Tezuka. Éste suspiró aliviado y volvió a su casa.

Fuji lo esperaba de pie frente a la chimenea, su ceño estaba arrugado en una expresión de dolor y enojo

—¿Y bien? ¿Qué fue toda esa escenita? —Preguntó sin poder ocultar su enojo—. Hasta parece que él ahora es tu nuevo novio.

Tezuka suspiró cansado y miró a Fuji de reojo.

—¿Estas celoso de Taki?

—¿Es verdad lo que dijo? —Fuji evadió la mirada del mayor—. ¿Pasaste la noche con Atobe?

—Sí, es verdad.

—¿Ustedes…? —Fuji no pudo terminar la pregunta, pero Tezuka entendió perfectamente lo que quería decir.

—Anoche hicimos el amor, por primera vez… y no me arrepiento —aunque le dolió en el alma esta confidencia, pues sabía el dolor que le causaría al castaño, prefirió ser sincero.

Fuji no pudo responder, el nudo de angustia que se formó en su garganta le impedía hasta respirar.

—Ahora entiendo muchas cosas, Fuji. Hace tiempo alguien me dijo que no debía confundir amor con obsesión y ahora lo entiendo. Todo este tiempo estuve tan obsesionado pensando que eras tú a quien amaba, que no pude darme cuenta de mis propios sentimientos hasta que fue demasiado tarde… Lo siento, pero yo amo a Keigo.

—¿Y yo qué? —Preguntó bajito con la mirada nublada por las lágrimas—. ¿No sientes nada por mí?

—Creo que tú y yo sufrimos la misma dolencia: Estuvimos demasiado tiempo cegados, viviendo del pasado y de las suposiciones, sin comprender ni aceptar lo que nos pasaba en el presente… Tal vez no te has dado cuenta aun, pero es evidente tu amor por Shiraishi.

—¡Perfecto! Pretendes aliviar tu culpa convenciéndome de qué en realidad amo a Shiraishi, ¿verdad? —La sonrisa irónica en el rostro de Fuji expresó a la perfección sus sentimientos—. Así todos terminamos felices comiendo perdices.

—No es eso Fuji. Te lo digo porque lo he visto. He visto la genuina y hermosa sonrisa que le entregas sólo a él, por el sólo hecho de que te hace realmente feliz. He visto la dulzura en tu mirada al verlo, sólo por estar feliz de estar a su lado… Yo nunca podré hacerte así de feliz —la voz de Tezuka se oía triste—. Aunque lo intentara con todas mis fuerzas.

—Estás mintiendo —las lágrimas de Fuji caían libres por su rostro y negó con la cabeza, tratando de negar la verdad.

—Si estoy mintiendo ¿Por qué estás tan triste ahora sabiendo que ya no estás con él? —Fuji no le contestó, se limitó a llevarse ambas manos a la boca y abrir los ojos con impresión—. ¡Abre los ojos Fuji! No dejes que te pase lo que me pasó a mí.

Fuji se dejó caer al suelo llorando abiertamente, liberando el dolor que sentía su corazón. Por fin había comprendido la situación: Este era el adiós, el adiós definitivo que él y Tezuka debían darse para poder continuar con su vida, para poder seguir adelante.

Tezuka se arrodilló a su lado y lo abrazó con ternura, una ternura que era un gesto más bien de hermanos que de amantes.

—Tú y yo siempre seremos los mejores amigos —le susurró al oído mientras acariciaba su espalda, a lo que el castaño asintió con la cabeza.

 

*          *          *

 

Entró a la amplia recepción con paso firme y la frente en alto. Su cabello se movía acompasadamente, al ritmo de su caminar seguro, sus ojos refulgían con intensidad y en su perfecto rostro no se reflejaba emoción alguna. No podía evitarlo, él era así… digno y orgulloso, un verdadero rey de hielo.

Aunque sentía las dudas y la ira invadir su mente y su corazón, nada de esto se expresaba en su expresión. Con actitud arrogante se encaminó directo a la puerta del despacho de su padre, ignorando olímpicamente a la alta y rubia secretaria.

—Joven Keigo, por favor permítame anunciar su llegada —la joven mujer trató de cerrarle el paso e impedir su irrupción al despacho de su padre, pero Keigo estaba decidido y nada le impediría entrar.

Como si estuviera abriendo la puerta de su habitación, con una confianza y desfachatez sin igual, se adentró en el espacioso y refinado lugar, frente a la mirada impasible de su padre.

El hombre estaba sentado detrás de un amplio y sofisticado escritorio holandés de fina caoba y dejó de escribir una vez se abrió la puerta. Keigo se adentró sin decir una palabra, sin siquiera reparar en la extravagancia de aquella habitación. La oficina personal de Akihiro Atobe era el lugar más conservador y sofisticado del edificio: estaba decorada según el clásico y royal estilo Regencia, que podía verse en el exquisito mobiliario, las pinturas y estatuas que adornaban el lugar. El lugar adecuado para la clase de persona que él creía ser.

Keigo sin embargo, ignoró todo lo demás y se limitó a permanecer de pie en medio de la oficina, mirando desafiantemente a su padre.

—Atobe sama, los siento —la secretaria se disculpó visiblemente preocupada—, no pude impedir que entrara.

—Descuide, señorita Smith —el hombre volvió su vista a los papeles que revisaba minutos atrás—. Puede retirarse.

—Sí, señor —la mujer cerró con delicadeza la puerta tras de sí—. Permiso.

—Supongo que me vienes a explicar por qué huiste de la mansión —aunque le hablaba a Keigo, no lo miró en ningún momento—, ¿o lo que quieres es saber si ya hablé con tu madre?

—Te equivocas —Keigo se acercó hasta su padre y se dejó caer en uno de los sillones tapizados en cuero, haciendo un silencio dramático.

Cuando quiso hablar de nuevo, ninguna palabra salió de su boca. Literalmente quedó mudo de la impresión y de súbito se preguntó ¿Por qué rayos estaba haciendo eso? ¿Qué le importaba a él lo que sucediera con el maldito de Tezuka?

Esa mañana, luego de salir prácticamente huyendo de la casa del castaño, había regresado a la mansión con la única intensión de ducharse y cambiarse de ropa, sólo para volver a salir rumbo a la oficina de su padre. Esa mañana estaba decido ¡Lo iba a encarar! Lo mínimo que se merecía era una buena explicación luego del vil engaño al que lo sometió. Le hizo prometer que nunca más se acercaría a Tezuka, que se alejaría de él para siempre y que iba a cumplir con todas las exigencias que su status requiere, pero sólo lo hizo a cambio de garantizar el bienestar de Tezuka y su familia. Recién anoche se había enterado que esto nunca había sido así.

Él estaba seguro que su padre estaba detrás del extraño despido del padre de Tezuka y que además era el responsable de su imposibilidad para encontrar trabajo nuevamente. Su padre le había mentido en su cara todo este tiempo sin siquiera arrugarse y ahora tendría que medir las consecuencias de sus actos.

Pero ahora que se encontraba frente a su padre... Las palabras no salieron de su boca.

No era porque se sintiera particularmente intimidado, sino más bien que el reclamo que pensaba hacerle había perdido todo sentido ¿Por qué tenía que seguir preocupándose por Tezuka? ¿Por qué aun lo amaba? Después de contemplar la patética escenita de la mañana, sólo debería sentir odio o rencor por el muchacho. Es más ¡Se merecía todo lo que le estaba pasando… por cabrón! Y que más le importaba a él si el padre de Tezuka estaba desempleado, ese no era su problema ¡Que llamara a Fuji Syusuke para que lo ayudara! Ya que ahora volvía a estar de lo más cercano con el castaño. 

Keigo arrugó el ceño evidentemente molesto con todos estos pensamientos y por segundos olvidó dónde se encontraba y por qué estaba ahí.

Un silencio sepulcral invadió el despacho. Akihiro Atobe levantó la vista hacia su heredero y habló intrigado viendo la expresión contradictoria en el rostro de su hijo.

—¿Y bien?

Fue la dura e impersonal voz de su padre la que le recordó el motivo de su visita.

—¡Me mentiste! —habló indignado.

—¡Pero que agallas tienes! —su padre se puso de pie en un arrebato de ira, dejando caer el lápiz que sostenía en su mano, con brusquedad— Primero desobedeces mis órdenes, luego te escapas de casa y pasas la noche quién sabe dónde ¡Y aun así tienes el descaro de venir a reclamar!

—Me mentiste todo este tiempo —Keigo hizo oídos sordos de las palabras de su padre y continuó con su arremetida—, me usaste y me manipulaste.

—¿De qué estás hablando?

—Me prometiste que dejarías a Kunimitsu y su familia en paz y lo primero que hiciste fue mover tus influencias para hacer que despidan a su padre.

—Ese muchachito me estaba desafiando, necesitaba una lección. Igual que tú.

—¿Ni siquiera vas a intentar negarlo o justificarte? —lo sorprendente de la actitud de Keigo, era que aún se sorprendía con su padre.

—Sabes muy bien que ese no es mi estilo —se volvió a sentar en el sillón con elegancia y volvió a revisar los papeles, dando por terminada esa conversación—. Vuelve a la mansión ahora mismo y no vuelvas a desobedecerme.

Keigo se sentía completamente indignado, por fin había comprendido que con su padre la lógica no le servía de nada. Era imposible pretender entablar una conversación madura o racional con él. Su padre era un controlador y obsesivo, dispuesto a gobernar a su voluntad toda la vida de su hijo.

Suspiró resignado y se puso de pie. Salió del despacho sin despedirse y sin oír una despedida por parte del padre. Bajó por el elevador con un nudo en la garganta, sintiendo las lágrimas atoradas en las comisuras de sus ojos. Keigo ya había probado el dolor del desamor, pero ahora conocía una nueva faceta de éste: el desamor filial. Tristemente se dio cuenta que él nunca había sido amado por su padre, que éste sólo lo veía como un objeto. Un objeto que sólo le servía para mantener la única cosa que le importaba en la vida: el poder.  

Cerró los ojos y dejó caer dos delgadas lágrimas que de inmediato de secó con la manga de su abrigo beige. Ahora del rey de hielo no quedaba nada.

Manejó lentamente de vuelta a su casa. Se sentía perdido, a la deriva, no sabía qué sería de su vida ahora. No tenía idea de qué le deparaba el futuro ni cómo enfrentarlo.

Cuando llegó por fin a la mansión, se sorprendió al ver varios automóviles estacionados fuera y lo más extraño aun, los sirvientes sacaban varias maletas y las iban subiendo una a una dentro de la limusina blanca de su madre. Arrugó el ceño visiblemente y un terror súbito lo invadió. ¿Qué significaba eso?

Dejó escapar un jadeo involuntario y la angustia presionó su pecho. Sabía que no tenía que desobedecer a su padre ¡Y aun así lo había hecho! ¿Por qué tenía que ser tan rebelde y orgulloso? Con toda seguridad, su padre en su afán de darle una lección, había decidido separarlo de su madre, enviarla lejos para quitarle el único apoyo que le quedaba.

Con la adrenalina invadiendo sus venas producto de la desesperación, Keigo entró corriendo a la mansión, buscando desesperadamente a su madre.

—Neko-chan ¿Qué significa esto? ¿Qué está pasando?

Alice se encontraba sentada en uno de los elegantes salones de la mansión, uno dispuesto exclusivamente para recibir visitas, y como era de esperarse, ella no estaba sola. La acompañaban Michael y un total de cinco serios hombres de traje. No era la primera vez que Keigo los veía, eran abogados.

—Keigo, por fin llegas —su madre se pudo de pie para recibirlo.

—¿Qué significa esto, Neko-chan? —volvió a preguntar impaciente.

—Amor… te dije que lo solucionaría todo, que sólo debías confiar en mi —la sonrisa en el rostro de Alice era amplia, una que él nunca antes había visto—. Hoy mismo nos vamos de aquí… Me divorciaré.

 

Notas finales:

 

¿Qué les pareció? Taki sigue siendo un amor y Alice por fin se puso los pantalones ¿Qué pasará ahora?

Las espero en los comentarios. Besos!!!


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