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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

 

 

Capítulo 16

 

 

La vida siempre te ofrece otra oportunidad:

Se llama hoy.

 

 

Lo que siguió a esas palabras dichas por su madre no lo recuerda con exactitud. Comenzó a sentir que la cabeza le daba vueltas y sólo podía oír un molesto zumbido en sus oídos. La realidad parecía perder sustancia y no tenía claridad de dónde estaba ni qué estaba haciendo.

Había entrado en un estado de shock.

Permaneció ahí de pie viendo cómo esos hombros empaquetados en sus oscuros trajes, terminaban de hablar con su madre y cerraban el trato estrechándose las manos. Vio cómo los sirvientes terminaban de sacar sus posesiones más valiosas y preciadas y las iban guardando dentro de la limusina de su madre. Vio cómo ésta lo tomaba de la mano con delicadeza y lo conducía fuera de la mansión, para subirse ambos dentro de la limusina.

Ésta arrancó y con lentitud recorrió una última vez esa larga alameda de robles ahora deshojados. Alice fue la única que miró atrás, contemplando con ojos nostálgicos aquella casa que había sido su hogar durante dieciséis años, aquel lugar donde un día infantilmente soñó con tener una familia feliz.

Keigo sin embargo, no miró atrás, de hecho no miraba a ningún lugar, pues su mirada se encontraba perdida. Permaneció en silencio durante todo el trayecto. Realmente no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo ¿Acaso eso era real? Sostuvo la delgada mano de su madre con fuerza. Primero para convencerse que ella estaba junto a él y quitarse por fin el miedo que aún lo invadía al pensar que lo alejarían de ella. Y segundo, para constatar que realmente eso estaba pasando.

Aunque no quería hacerse ilusiones, no pudo evitarlo. Sintió como si una pequeña chispa de dicha comenzara a crecer en lo hondo de su pecho y luego se esparcía por todo su cuerpo… La adrenalina volvía a invadirlo. Pero esta vez el motivo de su excitación era muy diferente. Por fin podía decir que tenía aunque sea una leve esperanza de que su vida cambiaria, que él sería el real protagonista de ella, que podría cumplir todas la metas que se propusiera y todos los sueños que quisiera. Ahora tenía la esperanza de ser libre.

Sin embargo, Keigo no era ningún ingenuo. Tenía muy claro que esto significaba que una guerra se desataría. Una guerra tan grande y poderosa que podía derribar como si nada todo su mundo de pequeñas esperanzas, que eran tan frágiles como un castillo de naipes. Suspiró con pesadez viendo cómo la realidad se le venía encima otra vez. Pero ahora sabía que no estaba solo. Su madre estaba con él, esa madre que había dado un gran paso el día de hoy y lo único que debía hacer era apoyarla.

Tras un recorrido de casi una hora, por fin llegaron a su destino, el barrio Meguro. Se detuvieron en un imponente edificio junto al río y una hermosa avenida de cerezos ubicado en la zona residencial de Kakinokizaka, el barrio más exclusivo de Tokio. Se encaminaron hasta el último piso, donde se encontraba uno de los más lujosos pent-house de toda la ciudad. El lugar incluso contaba hasta con un jardín propio.

Keigo ya había vuelto a la realidad y cuando entró a la casa, vio cómo tan sólo 2 sirvientas junto a Michael se encargaban de desempacar y de hacer habitable aquel lugar. Todo ahí era tan distinto a la mansión Atobe. Por unos segundos, sintió la alegría de encontrarse en ese lugar y sonrió maravillado al darse cuenta que incluso en su vida, era posible un cambio.

El pent-house no era el barroco sobrecargado que caracterizaba a la mansión Atobe. Era un lugar sobrio y elegante, con paredes de fina madera, suelos de blanco mármol, ebanistería clásica y elegante con tapizados de cuero y detalles de bronce, adornado por grandes cuadros coloridos y posmodernos que le daban el toque de color al lugar. Junto a los grandes ventanales que daban hacia el jardín en altura, se ubicaba un espectacular piano de cola blanco. Todo se veía increíblemente armónico y equilibrado, el balance justo entre lo tradicional y lo transgresor.

Keigo comenzó a recorrer el lugar con mirada curiosa, inspeccionándolo, descubriéndolo. Sintiendo cómo, con cada paso que daba, su curiosidad crecía y hasta se podía decir que se veía entusiasmado. Las emociones habían vuelto a él y veía con esperanza hacia un nuevo futuro.

Cuando entró a lo que sería su cuarto, le sorprendió que la mayoría de sus cosas ya estaban ahí, lo que lo hizo sentir extrañamente en casa. ¿Acaso este sería el hogar que nunca tuvo? ¿Acaso este lugar se transformaría ahora en su hogar?

—Joven amo —la voz de Michael a sus espaldas lo hizo sobresaltarse, girando para ver al hombre a la cara, que le entregaba un pequeño sobre blanco.

—¿Qué es esto?

—Lo encontramos en su cama mientras empacábamos, joven amo. Creí que querría tenerla aquí.

Keigo tomó el sobre blanco y con manos temblorosas lo abrió para descubrir la arrugada fotografía de él y Tezuka besándose, que aun guardaba bajo la almohada. Desvió la mirada unos segundos, para luego agradecerle a su mayordomo antes que éste se fuera. Se dejó caer en la cama con pesadez y volvió a sacar la fotografía. Acarició con suavidad la figura de Tezuka mientras una amarga sonrisa se formó en su rostro. Ese día había sido tan intenso, tantas emociones inundaban su cuerpo que ya no daba más.

Recordó nuevamente y con dolor la escena de esta mañana. Él estaba ahí, de pie frente a su amado, pronto a decirle que por él estaba dispuesto a tirar su orgullo de lado para volver a estar juntos por el simple hecho de que lo amaba más que a sí mismo. Pero justo en ese momento, como si de una advertencia del destino se tratara, fueron interrumpidos por aquel joven que era el mayor obstáculo que había en su relación. Dejó caer con rabia la fotografía al piso, recordando nuevamente cómo Fuji Syusuke se abrazaba al pecho de su Kunimitsu.

Se paró ofuscado y comenzó a dar vueltas por toda la habitación, mientras maldecía mentalmente. ¿Cómo se atrevía ese malnacido a hacerle eso de nuevo? Justo después de todo lo que había pasado entre ellos anoche, Tezuka fue capaz de irse otra vez junto al tensai de su equipo.

—Maldito ¡Te odio! —gritó lanzando cojines a piso.

Cuando su pataleta terminó y volvió a fijar los ojos en aquella fotografía tirada en el piso ahora, súbitamente pensó en su madre. En su ingenua madre que no tenía ni la menor idea de sus preferencias sentimentales, aquella a la que le había mentido en la cara sin arrugarse siquiera; aquella a la que había traicionado, sólo por el temor que le producía contarle la verdad.

El momento había llegado, ya no podía ocultárselo más, debía hablar con ella y contarle toda la verdad. Reuniendo todo el valor que pudo, Keigo suspiró hondo y se pasó la mano por el cabello. Tratando de parecer valiente, abrió la puerta de su habitación y salió en su búsqueda.

La encontró en medio del living, dando órdenes a diestra y siniestra. Absurdamente entusiasmada con la decoración del lugar.

Keigo giró los ojos, incrédulo frente a aquella escena. Decoración… ¡Qué ridiculez! ¿Cómo podía estar pensando en la decoración en un momento como ese? Realmente su madre debía haber depositada toda su confianza en aquellos abogados, para haber perdido completamente la noción de sus prioridades y permanecer preocupada por cosas tan banales, cuando él presentía como una gran tormenta se acercaba a sus vidas.

—Neko-chan —Keigo se le acercó por detrás y la tomó del hombro—, necesito hablar contigo.

Ella se giró para verlo curiosa y le dijo con voz tierna –

—Claro amor, lo que tú quieras —ella se giró para verlo y le habló con voz tierna—. Vamos a tu cuarto.

Una vez dentro, Keigo comenzó a pasearse nervioso de lado a lado. No podía evitarlo, las palabras se habían atorado de nuevo en su garganta y no querían salir. Suspiraba hondo una y otra vez sin dejar de caminar intranquilo. Su mirada se había apagado y su ceño estaba fruncido en un gesto casi de dolor e incluso se mordía de vez en cuando las uñas. Se sentía más nervioso que nunca y no lo podía ocultar.

Alice, viendo el alterado estado en que se encontraba su hijo, se dirigió hacia él y tomándolo de las manos, lo sentó en la cama. Con ojos apacibles, los que le entregaron a Keigo la tranquilidad que necesitaba, le preguntó:

—¿Qué es lo que ocurre, amor? Dime, puedes confiar en mí.

—Neko-chan, hay algo que debo decirte —Keigo suspiró hondo y decidió soltarlo sin más rodeos—. Un secreto que guardo y que nunca te lo había dicho, pero creo ya no puedo ocultarlo más, necesitas saberlo, necesitas saber la verdad... Espero que no me odies por esto —mientras hablaba, sus ojos eran inundados por lágrimas—. Yo soy homosexual.

Un silencio que pareció eterno, invadió la habitación. Keigo buscó los ojos de su madre para tratar de interpretar la reacción que ésta había tenido frente a su declaración y vio cómo ella lo miraba con el mismo amor que lo había hecho siempre.

Alice tomó el rostro de su hijo entre sus mano y le dio un tierno beso en la frente y abrazándolo por los hombros le susurró al oído con voz suave.

—No te preocupes mi vida, yo ya lo sabía.

—¿Lo sabías? —Keigo se despegó del abrazo y miró extrañado a su madre—. ¿Pero cómo?

—Una madre siempre sabe todo lo que haya que saber sobre un hijo —Alice volvió a besarlo en la frente—. No te preocupes amor, ahora todo estará bien. A mí no me importan las preferencias que tengas. Yo lo único que quiero es que seas feliz junto a la persona que tú decidas amar.

Keigo le sonrió a su madre, sintiendo que por fin se encontraba en paz. Al fin se había quitado el mayor peso que cargaba en sus espaldas y se había desahogado. Él era una persona que se caracterizaba por ser franco, por poner la verdad ante todo y se enorgullecía de eso, por lo que haberle mentido a su madre, era una carga tan insoportable y pesada que le impedía vivir en paz.

Con la nueva sensación de alivio recorriendo su cuerpo, se recostó sobre su nueva cama y cerrando los ojos, dejó que su mente se perdiera lentamente en el sueño.

 

*          *          *

 

Este había sido un día agotador, incluso para él: Taki Haginosuke.

Él estaba acostumbrado al ajetreo diario, después de todo, su vida era prácticamente hacer del mágico solucionador de problemas de su mejor amigo. Así era él: el perfecto organizador de las más espectaculares fiestas dentro del círculo de jóvenes más exclusivo de Tokio; un chico realmente dramático que parecía disfrutar de vivir en angustia constante por culpa de sus amigos; alguien que siempre tenía un oído dispuesto a escuchar cualquier problema y el consejero perfecto, pues a pesar de su juventud, gozaba de una envidiable madurez.

Sin embargo, ahora sentía que las cosas se habían complicado al mil por ciento, y todo, gracias a su mejor amigo. Keigo le acababa de enviar un mensaje de texto, que con breves y escuetas palabras, habían hecho temblar la poca sanidad mental que le quedaba al castaño.

Necesito que hablemos. Esta es mi nueva dirección.

¿Nueva dirección? ¿Qué significaba eso? ¿Qué estaba pasando? Miles de preguntas y dudas invadieron su mente. Y el castaño no pudo hacer otra cosa más que recoger su chaqueta, sus llaves y salir como alma que lleva el diablo en busca de su mejor amigo. La dirección era muy cerca de su casa y conocía perfectamente el edificio donde se encontraba Atobe. Lo que no sabía era por qué rayos él se encontraba ahí.

Un pequeño dolor de cabeza había comenzado a instalarse en sus sienes y a cada minuto que pasaba se empeoraba más. Este día ya había sido demasiado largo y no quería tener que descubrir más malas sorpresas.

Para empezar, esta mañana los guardianes de Keigo habían llegado al colegio a armar un escándalo de proporciones. Todos los amigos cercanos del joven heredero se vieron de pronto dentro de una sala siendo interrogados por estos sujetos. Pero la irritante situación no terminó ahí, cuando él trató de comunicarse con su mejor amigo, no encontró señal alguna de éste. Al parecer estaba desaparecido y una angustia horrible invadió su cuerpo.

Cuando por fin sus neuronas hicieron conexión y decidió llamar a Tezuka, se enteró de todo lo que había pasado y una nueva emoción lo invadió. No sabía si era alegría o qué, pero el descubrir que su mejor amigo había pasado la noche con Tezuka, le provocó una extraña calidez en el pecho, era felicidad. Felicidad que se derrumbó al escuchar de la boca del capitán de Seigaku, que Keigo no estaba con él y lo más probable era que se había ido a enfrentar a su padre. Nunca supo lo que pasó porque Keigo tenía el teléfono desconectado y por más que lo intentó, no pudo comunicarse con él. Pero cuando fue a buscarlo a casa de Tezuka, se encontró con que el muy desgraciado estaba junto al idiota de Fuji Syusuke ¡Ahí sintió que todo terminaba de explotar!

Por si fuera poco, luego de esa perturbadora escena tuvo que regresar al colegio y ayudar a solventar la ausencia del capitán dentro del club de tenis, el que era un verdadero desastre sin Keigo. Y ahora, cuando por fin creía que había llegado a su casa para poder descansar, el mensaje de Keigo volvía a ponerle el alma en un hilo.

Llegó por fin al imponente edificio y estacionando con suavidad, suspiró con resignación para tratar de calmarse a sí mismo y bajó con paso seguro del auto.

—Tranquilízate, todo está bien… tranquilízate, todo está bien… —todo el camino que hizo en el elevador, iba repitiéndose a sí mismo en voz baja.

Al llegar a la puerta de entrada del pent-house, ésta le fue abierta por Michael, lo cual extraño más aun a Taki. Era como si la mansión Atobe se hubiera trasladado entera a este lugar. ¿Qué era lo que estaba pasando ahí? ¿Qué era lo que estaba pasando con su amigo?

—Taki ¡Por fin llegas!

Keigo se le acercó de improviso y él tuvo que voltearse para verlo. Debía reconocer que a pesar de todas sus reservas, su amigo se veía bien, de hecho se veía más que bien, se veía feliz. Una sensación de alivio recorrió su cuerpo al verlo y no pudo evitar correr hacia él y abrazarlo con fuerza. Keigo se separó con una gran sonrisa de él y tomándolo de la mano, lo llevó a un cuarto que después de estar dentro y de inspeccionar con la vista, entendió que era la habitación del peliplateado.

—¿Qué es esto? —preguntó desconcertado—. ¿Qué significa esto?

Keigo se sentó en la cama, en posición de flor de loto y con una mirada entre alegre y traviesa, le confesó a su amigo.

—Mis padres se están divorciando. Yo me vine a vivir con madre acá.

La cara de impresión en el rostro de Taki no tenía precio. Sus ojos no podían estar más abiertos al igual que su boca ¡Hasta creyó que se le había desencajado la mandíbula! No podía creer lo que le había dicho Keigo. Alice Atobe, la mujer más sumisa y controlada que había conocido, alguien que había dejado toda su vida en manos del dictatorial marido que tenía, había decidido tomar las riendas de su vida y separarse de aquel hombre, llevándose consigo a su hijo.

Taki se acomodó de rodillas en cama, para quedar de frente al peliplateado y juntos comenzaron a reír emocionados. Se abrazaron felices debido a las nuevas esperanzas que se vislumbraban en el futuro de Keigo. Se sentía tan feliz por su amigo, por fin parecía que todas las cosas estaban volviendo a su orden y que ahora todo saldría bien.

—¡Felicitaciones, Kei! —le susurró al oído— Por fin todo saldrá bien, ya lo verás.

—Eso espero —fue la escueta y reservada respuesta del peliplateado.

Conversaron un rato más ahí, sentados sobre la cama. Se contaron todo lo que había pasado últimamente, lo que estaba pasando ahora y lo que se veía venir. Keigo estaba convencido, muy racionalmente, de que esto no sería fácil. Sería una batalla larga y dura que tendrían que lidiar, pero estaba convencido de que juntos, él y su madre podrían salir victoriosos. Él apoyaría a su madre en todo lo que estuviera a su alcance, así como ahora ella lo estaba haciendo con él.

Tras un breve minuto de silencio, Taki decidió romperlo para hacer la pregunta que había estado atorada en su garganta desde que vio a Keigo.

—¿Y cómo estuvo tú noche? —le pregunto con fingida inocencia.

—Normal —Keigo desvió la mirada, evasivo—. ¿Por qué?

—¡Normal! —Exclamó con impresión— Bueno… yo sé que él es un tipo demasiado normal, pero me esperaba algo mejor, considerando lo que pasó anoche… No sé ¡Fantástico! ¡Bueno!... ¿pero normal?

—¿Lo que pasó anoche? —Keigo trató de descartarse fingiendo desconocimiento— ¿De qué estás hablando Taki?

—¿Estás muy adolorido? —Preguntó entre risas—. Al menos veo que puedes caminar con normalidad.

—¡No tengo idea de qué estás hablando!

—¡Vamos, Kei! Yo sé muy bien que anoche estuviste con Tezuka —Taki miró divertido la cara de horror que puso su amigo y continuó con el interrogatorio—. ¿Y bien? ¿Cómo estuvo? ¿Qué se siente haber perdido la inocencia?

—¿Qu… Qué… Có… Cómo lo sabes? —Keigo se puso de pie horrorizado abriendo los ojos con impresión— ¿Es que acaso llevo escrito en la frente “me desvirginaron”?

Taki rio abiertamente con el comentario de Keigo y cuando por fin pudo parar de reírse de él en su cara, le dijo.

—¡No seas tonto! Estuve hablando con Tezuka y él me dijo que habían pasado la noche juntos.

—¿Qué tú qué? —Keigo se puso las manos en las caderas y preguntó alzando una ceja— ¿Y desde cuándo tú conversas con Tezuka?

—Es una buena pregunta. No sé, pero desde hace tiempo que conversamos bastante seguido —Taki pareció pensarlo detenidamente, pero de súbito, cambio de expresión a una picaresca—. ¿Y bien? ¿Por fin se van a arreglar las cosas entre ustedes?

—Claro que no, eso no ha cambiado nada —Keigo se cruzó de brazos y endureció la mirada—. Fue sólo un arrebato producto del licor que bebí anoche.

—¡Keigo, deja de mentirte a ti mismo! Eso es tan triste… es más, es patético.

—¡Taki!

—¡Oye escúchame! Él te ama y tú lo amas —Taki lo veía como lo más natural del mundo y parecía no comprender las reservas de Keigo—. Y ahora que tu padre no estará para interferir, ¿por qué no pueden simplemente amarse?

—No es tan fácil. Además justo hoy en la mañana se fue de nuevo con el idiota de Fuji Syusuke —la molesta voz de Keigo resonó en el cuarto y podía percibirse en ella, el tinte de los celos. 

—Sí, lo sé —Taki habló con desprecio, desviando la mirada—. Estuve en su casa e imagínate la cara que puse al encontrarme con el tensai ese.

—¿Qué? ¿Estuviste en la casa de Tezuka?

—Sí, lo fui a ver porque creía que te iba a encontrar a ti ahí. Pero bueno… luego hablamos y él me aclaró la situación y creo que fue lo correcto —Taki habló con una madurez sorprendente—. Él y Fuji tenían una conversación pendiente. Tenían que darse el adiós definitivo.

Keigo no respondió nada y desvió la mirada.

—Kei, él te ama. Te ama sinceramente —miró con ojos traviesos y curiosos a su amigo—. Y está tratando de solucionar todas las cosas para que puedan estar juntos por fin.

Keigo continuaba en silencio y nunca pudo responder, pues ambos jóvenes fueron interrumpidos por unos suaves golpes sobre la puerta. Al dar su consentimiento, Michael entró a la habitación y habló con la misma voz grave y seria de siempre.

—Joven amo. El pedido que nos acaba de hacer, está confirmado. El señor Tezuka Kuniharu ha sido reintegrado a sus labores en una nueva empresa, alejada de la influencia de su padre. No hay nada más de lo que tenga que preocuparse.

—Gracias, Michael —la mirada de Keigo se suavizó y pareció haberse aliviado—, puedes retirarte.

El hombre hizo una reverencia y volvió a cerrar la puerta frente a la mirada incrédula de Taki.

—¿Qué significa esto?

—Mi padre despidió a Tezuka Kuniharu y movió todos sus contactos para evitarle encontrar trabajo. Debido a que todo esto es mi culpa, lo mínimo que podía hacer era intentar remediarlo, ¿no?

Taki sonrió de nuevo al ver a su amigo.

—Keigo ¿Te puedo dar un consejo? —El castaño hizo una pausa dramática—. No renuncies a algo que no puedes dejar de pesar ni un solo día.

 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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