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Love Hurts por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hoy por fin se vuelven a ver las caras Tezuka y Atobe ¿qué pasará?...

 

Capítulo 3

 

 

Una mentira pone en duda todas las verdades

 

 

Lo primero fueron las sensaciones: el frío… el dolor.

Su cuerpo se sentía entumecido y sus músculos dolían. Lentamente comenzó a recuperar la consciencia y se dio cuenta que se encontraba acurrucado sobre la cama. La noche anterior se había quedado dormido sobre la cama y ahora el frío invernal le calaba los huesos, adormeciendo su cuerpo.

Nunca le había pasado algo así… Dormirse por el solo cansancio, no del cuerpo, sino del corazón. Dejando que su cuerpo simplemente se apague por el sobreesfuerzo emocional que sentía.

Abrió los ojos con pesadez y recuperó la consciencia por completo. Estiró sus músculos agarrotados por el frío y se quedó mirando concentrado el techo por varios minutos… Pensando.

Aun no podía aclarar ni sus sentimientos ni sus pensamientos. Sentía un extraño dolor en el pecho, un vacío en el corazón desde el día de la abrupta separación con el joven heredero de la familia Atobe, un sentimiento que él mismo no se podía explicar. ¿Acaso era culpa? ¿Qué significaba Atobe para él? Venía preguntándoselo desde ese día y aun no encontraba una respuesta.

El día de hoy se había agendado un encuentro de práctica con Hyotei Gakuen, por esta razón no había podido acompañar a sus padres a la cabaña en las montañas ¡Un viaje que tanto necesitaba! El partido había sido acordado por los respectivos capitanes cuando aún tenían algo en común ¡Que mala idea le parecía ahora! ¿Por qué no hizo nada por suspenderlo?

No se sentía listo para verlo otra vez. De hecho, no se habían vuelto a ver desde la tarde en que Atobe decidió terminar la relación: casi una semana atrás. Ese día no supo qué decir y hoy tampoco lo sabía. ¿Qué le diría cuando lo vea nuevamente? ¿Qué sentiría al mirarlo a los ojos otra vez?

Se dio vuelta en la cama resignado, estiró el brazo izquierdo y alcanzó su celular, marcaba las ocho cuarenta de la mañana. El encuentro estaba fijado a las diez, por lo que se levantó rápido, sobresaltado por lo tarde que era. Ahora, además de la incómoda situación con su ex, él, el capitán de Seigaku, corría el peligro de llegar tarde ¡Esto debía ser su karma!

Se dio una ducha rápida para terminar de despertar y luego bajó apresurado a la cocina, se sirvió una porción grande de frutas variadas y leche, salió coriendo a la calle sólo para constatar que ya era demasiado tarde para esperar la locomoción pública, así que se decidió por tomar un taxi.

Cuando llegó a las dependencias de Hyotei Gakuen se dirigió rápidamente a las canchas de tenis. Por fortuna, gracias a su anterior relación con Atobe, conocía bastante bien el establecimiento y no corría riesgo de perderse, cosa bastante fácil en un colegio tan grande como ese. Aunque por un momento lo deseó.

Corría apresurado sosteniendo con su mano derecha el bolso para tenis que colgaba de su hombro, sintiendo cómo el viento helado de la mañana le golpeaba la piel del rostro, ahora más blanca de lo normal debido al frío. El sendero estaba cuidadosamente enmarcado por elegantes y bien formados pinos enanos que conducían su camino hasta una explanada de un verde exuberante para la época del año, donde se ubicaban las canchas de tenis; ahí pudo divisar a algunos miembros de su equipo y a su entrenadora.

—¡Tezuka! Por fin llegas —Sumire parecía más aliviada que enfadada por el atraso de su mejor jugador.

—Lo siento, tuve un pequeño contratiempo —se disculpó haciendo una reverencia sutil.

—No te preocupes, ve a cambiarte ¡Rápido!

Se dirigió hacia los camarines que le había señalado su entrenadora. Cuando abrió la puerta, sólo pudo ver a Oishi en su interior.

 

*          *          *

 

—Y la estrategia para este partido es esa: Destrozar a Seigaku.

Los titulares de Hyotei se miraban unos a otros, incrédulos de las palabras que salían de la boca de su capitán.

¿Qué estaba pasando?

Se suponía que Atobe y Tezuka eran novios. De hecho, los pocos meses que llevaban de noviazgo habían bastado para mostrarle a los titulares de Hyotei una nueva faceta de su capitán ¡Nunca lo habían visto tan feliz! Todo indicaba que la relación iba extraordinariamente bien, prueba de ello era este encuentro amistoso, que serviría de preparación a ambas escuelas. Pero… ¡Nunca se imaginaron que Atobe presentaría una estrategia tan agresiva contra el equipo de su novio! ¿Acaso trataba de demostrar que el amor no lo había vuelto suave? O… ¿se trataba de algo más? Después de todo, los últimos días Atobe no se había visto precisamente feliz.

Sólo había un regular en todo ese camarín que podía dar esa respuesta. Esas palabras le habían hecho sentido de una manera especial. Por fin todas las cosas cobraban sentido en la mente de Yuushi. 

Cuando él se enteró que Atobe y Tezuka salían juntos, obviamente se enfadó. Pero a decir verdad, nunca le vio futuro a la relación. Primero porque lo vio como un capricho pasajero del rey de Hyotei. Segundo porque para él era más que obvio que el capitán de Seigaku tenía un marcado interés no tenístico en el tensai de su equipo. Pero principalmente porque estaba convencido que la única persona que podía amar sinceramente a Atobe y ser igualmente correspondido era él ¡Nadie en este mundo lo amaría tanto como él! Es por eso que nunca esperó que esa relación durara más que un par de meses. De acuerdo a su pensamiento, las cosas terminarían cayendo por su propio peso.

Aun así, la sola idea de constatar que ellos ya no estaban juntos lo sorprendió sobremanera. Ese rompimiento no lo había visto venir.

—Atobe bouchou ¿Puede ser más específico con la estrategia?

La pregunta de Hiyoshi hizo que Yuushi fijara su atención nuevamente en su capitán, esperando la respuesta que éste daría, tratando de sacar información a través de ella.

—No hay nada que explicar. Simplemente vamos a destrozarlos en cada uno de los partidos.

El muchacho platinado se veía decidido. Atobe de por sí era una persona muy segura de sí misma, tal vez en exceso. La expresión dura y fría en su rostro, sin embargo, era inusual en él, denotaba que esta vez el conflicto con el equipo rival era a nivel personal.

Esa respuesta le dijo una cosa a Yuushi: Atobe estaba muy molesto, tanto que quería venganza. Pero eso sólo mostraba cuán dolido estaba, sólo evidenciaba lo importante que era Tezuka para él.

—Sakaki sensei les dirá la alineación que usaremos ¡Ahora salgan a ganar!

Atobe se encontraba en el centro de la habitación, sus brazos estaban cruzados sobre su pecho en un gesto de seguridad y autosuficiencia. Sus regulares pasaron junto a él para salir y en unos segundos el amplio camarín quedó vacío. Sólo Yuushi no se movió del lugar en que se encontraba; recostado contra el frío metal de su casillero.

—Así que de eso se trataba todo: Tú y Tezuka terminaron —sentenció con voz grave.

Atobe no respondió, se dirigió a su casillero y pareció buscar algo, para posteriormente cerrarlo sin sacar nada. Se dio media vuelta y se dispuso a salir del camarín. Estaba abriendo la puerta cuando su brazo fue sostenido con fuerza y su cuerpo fue obligado a girarse.  

—¿Qué te pasa? ¡Suéltame! —Atobe se oía y veía indignado

A decir verdad, la mayoría del tiempo le exasperaba el constante acoso del tensai de Hyotei. La mayoría del tiempo… no siempre.

Pero hoy no estaba de ánimos para soportarlo, tenía otras cosas en la mente, que no eran precisamente Oshitari Yuushi. Además, ser víctima de las burlas sarcásticas de su titular justo en un momento como este, cuando tenía el corazón más destrozado que nunca, no era algo que le agradase exactamente ¡Él no era ningún masoquista!

—¿A dónde crees que vas? Estábamos conversando.

¡Eso era lo que más detestaba de Yuushi: era imposible de intimidar o controlar! Pero él, sin duda, se encargaría de ponerlo en su lugar.

—No. Tú crees que conversábamos, pero yo no tengo nada que conversar contigo —la aclaración de Atobe se oía arrogante.

—¿Cómo puedes decir eso? Después de llenarme la camisa de lágrimas y mocos anoche. Lo mínimo que merezco es una explicación después de que arruinaras mi camisa Versace favorita.

Para Yuushi era imposible dejar de ser un constante incordio para su capitán. Atobe siempre vivía en la estratosfera, en otro mundo, parecía creer que no era un ser humano como todos los demás. Yuushi amaba recordarle a cada instante lo banal que era.

—¡Cretino!

—Y bien… ¿por eso llorabas tanto? Porque el estirado de tu novio por fin te dejó por Fuji Syusuke.

Ahora debía reconocerlo: estaba molesto. El constatar lo dolido que se encontraba Atobe por el rompimiento con Tezuka no había sido nada grato. Toda la cercanía que habían tenido él y Atobe en los últimos días le parecía tan frágil ahora. Y así como él se sentía dolido, quería verle sufrir también, pero… ¿Qué era exactamente lo que sentía por Atobe? ¿Amor duro?

Sin embargo Atobe no estaba dispuesto a continuar escuchándolo.

—Púdrete en el infierno —sin más, Atobe se dio la vuelta y salió del camarín dando un portazo.

 

*          *          *

 

Sus grandes ojos verdes demostraban la preocupación que sentía.

Sus ojos siempre lo delataban, nunca había podido ocultar ninguna de sus emociones y todo el mundo podía leerlo fácilmente. Él era tan distinto del joven al que miraba ahora ponerse el polo del uniforme del equipo y con eficiencia subir el cierre de la chaqueta deportiva. Parecía no inmutarse por nada.

Dudó un segundo antes de hablarle, no entendía bien lo que pasaba o… más bien aún no podía asimilar lo que le había dicho su amigo.

¿Ellos habían terminado?

Más aun, no entendía la tranquilidad de Tezuka en un momento así.

¡Ellos habían terminado!

—Pero… ¿Por qué terminaste con él? Yo sé que venían saliendo hace poco tiempo… pero parecías más feliz cuando estabas con él —la duda que sentía se reflejaba en su voz.

—Te equivocas Oishi, yo no terminé con él —el tono de voz de Tezuka no se inmutó.

—Pero entonces… ¿Qué paso?

—Él fue quien terminó conmigo.

—¡Qué! Pero no puede ser, eso no tiene sentido ¡Él te quería!

Silencio.

—¡Tezuka!

El aludido siguió sin responder.

—¿Qué ocurre… por qué estás gritando, Oishi? —la pregunta salió de los labios de un impresionado Fuji.

Tezuka se sorprendió al constatar que Fuji también se encontraba en el camarín, no lo había visto cuando llegó y no se esperaba verlo ahí, más aún, justamente ahora ¿Qué tanto habría alcanzado a escuchar?

Fuji debía venir saliendo del baño y aunque cueste creerlo, su rostro siempre afable y sonriente ahora se veía sorprendido: escuchó a Oishi gritar el nombre de su capitán, un gesto tan poco usual en el muchacho de ojos verdes que le impactó. Más bien no alcanzaba a imaginar qué habría pasado para que Oishi le gritara a Tezuka.

Los tres jóvenes eran los últimos que quedaban dentro del camarín a esas horas, ya todos los demás habían salido a la cancha, ansiosos por dar inicio al encuentro que los enfrentaría con sus eternos rivales.

—No es nada, Fuji, no te preocupes —el tono de voz de Tezuka seguía siendo el de siempre, inalterable.

Oishi por su parte, parecía avergonzado por haberse dejado llevar por sus pasiones y recogió sus cosas del camarín con demasiada rapidez, porque sus manos se volvieron torpes. Fuji los continuó mirando extrañado, pero lentamente se dirigió a su casillero y comenzó a cambiarse.

—Bueno… creo que yo mejor me voy —Oishi se levantó, tomó sus cosas y se marchó.

Tezuka no hizo nada por detener a su compañero, gesto que le extrañó aún más a Fuji, quien imaginó que realmente se habían peleado.

—¿Qué ocurre, Tezuka? —preguntó preocupado

—Nada.

La tajante respuesta de Tezuka no le sorprendió, ya se había puesto el uniforme del equipo y ahora lo miraba fijo, ansioso por una respuesta, mientras Tezuka cerraba su casillero y le dirigía la vista por primera vez desde que había llegado.

—No me lo creo —respondió sin dejar de mirarlo.

—No es nada de importancia, ya te dije.

—¿Por qué no confías en mí, Tezuka?

—¿De qué estás hablando?

Tezuka frunció el ceño realmente extrañado, pues no alcanzaba a comprender el trasfondo de esa pregunta. Lo miró directo a los ojos cobalto que lucían intensos y lo miraban desafiantes.

—Lo sabes muy bien… tú nunca te has abierto conmigo. ¿Por qué?

—Fuji, tú siempre has sido alguien muy importante para mí y confío mucho en ti.

—No estoy hablando del tenis, Tezuka

—Tampoco yo.

—¿En qué momento nos alejamos tanto?

Fuji había dejado de mirarlo y ahora sus ojos cobalto se perdían en el vacío, mientras sus labios lanzaban una pregunta al aire que fue más para sí mismo que para su interlocutor. Tezuka no respondió, lo miraba en silencio con el ceño levemente fruncido.

—Termina de vestirte —se sentó con la intensión de esperarlo—. Debemos salir.

—Antes éramos buenos amigos y ahora, ¿qué fue lo que nos pasó?, ¿qué pasó con la confianza que había entre nosotros? —Fuji continuó con su monólogo interno—.... Tal vez nunca hubo tal… antes no eras tú el que me contaba lo que te pasaba, más bien era yo el que te sacaba casi a tirabuzón un par de palabras y trataba de adivinar el resto… Eso fue lo que cambió, yo dejé de tratar de comprenderte.

—Tal vez fue que cambiaste la atención a alguien más.

Fuji se sobresaltó con aquel comentario y no pudo evitar sentir los acelerados latidos de su corazón en el pecho. Como un recordatorio del destino o de sus sentimientos mismos. Fue consciente de súbito de la situación y se sintió atemorizado.

—Deberíamos salir, el encuentro está por comenzar.

—¡Fuji, espera!

Tezuka no pudo terminar de hablar pues el castaño salió del camarín sin darle tiempo de continuar con la conversación. Caminaba apresuradamente en dirección a las canchas, buscando con su miraba cobalto a sus compañeros de equipo. La verdad era que necesitaba la seguridad del grupo para poder refugiarse de las cosas que él mismo comenzaba a sentir de nuevo.

—Fuji… espera.

Tezuka lo sostuvo por el hombro, pero no lo obligó a girarse, tal vez por temor a perder el valor que había sentido de súbito, si veía de frente esos ojos cobalto. Fuji por su parte, no hizo ademán de querer voltearse, así que Tezuka continuó hablándole sin mirarlo a la cara

—Antes me pediste que confiara en ti. Ahora yo te pido que me escuches.

Fuji respiraba agitado y los fuertes latidos de su corazón amenazaban con salirse de su pecho, un escalofrío recorrió su espalda al tacto de la mano de su amigo que bajaba de su hombro rozando su cuerpo.

—Cuando hablaba con Oishi en el camarín, le contaba que mi relación con Atobe terminó.

Fuji se dio la vuelta súbitamente, sus ojos estaban muy abiertos y sus cejas se alzaban mirándolo con expresión interrogante.

El descubrir esa relación había sido para Fuji un golpe abrupto y difícil. Aun cuando él mismo ya se encontraba con alguien más, la relación de Tezuka y Atobe era un dolor punzante en su corazón. Constantemente se preguntaba: ¿Por qué Atobe? ¿Cómo había logrado conquistar a Tezuka? ¿Qué hizo para llegar hasta su corazón? ¿Por qué Atobe pudo lograrlo y él no?

Había necesitado de mucho esfuerzo para sanar esa herida y ahora… con esta revelación, el mismo dolor punzante se volvía a instalar en su pecho. El dolor de un gran amor que no había sido correspondido y que creía olvidado.

—Qué lástima que no haya funcionado… hacían una buena pareja —fue lo único que pudo decir.

—La razón por la cual no funcionó eres tú.

—¿Qué? —Fuji pasó de mirarlo con ojos tristes, a desconcertados.

—Siempre has sido tú, Fuji… nunca ha habido otro en mi corazón.

Fuji se limitó a guardar silencio.

De súbito, Tezuka comenzó a acortar el espacio entre ambos frente a la atónita mirada de Fuji. Alzó su mano izquierda para rozar tan sólo los finos cabellos castaños del más bajo, ante este gesto, Fuji cerró los ojos y se dejó llevar. Tezuka se acercó lentamente hacia su boca, deteniéndose sólo a centímetros de ella para aspirar el fresco aroma de la piel del castaño.

—Te amo —la proximidad de sus bocas hizo que las palabras de Tezuka fueran una caricia en los labios de Fuji, el preludio perfecto para tan ansiado beso.

—¡Qué sinceridad tan abrumadora!

Al reconocer esa voz los latidos del corazón de Tezuka se detuvieron momentáneamente, se giró sobre sus talones esperando encontrar el rostro de aquel que sabía era el dueño de esas sarcásticas palabras: Oshitari Yuushi. Sin embargo, junto a él vio a alguien más…

—Keigo… —el susurro de ese nombre salió de sus labios sin intención.

Tezuka abrió sus ojos ligeramente en señal de sorpresa, sentía que la cabeza le daba vueltas y su respiración se tornó irregular. En el instante en que vio a Atobe olvidó de súbito todo lo demás, se olvidó de Fuji y de aquel beso que se quedó en la comisura de sus labios esperando a salir, sólo podía pensar en Atobe y en lo que él estaría pensando y sintiendo ahora. Una necesidad imperiosa de hablarle surgió de pronto. 

—Creo que debemos irnos, después de todo hay un partido que jugar —Yuushi se llevó ambas manos a los bolsillos y ladeó el cuello al dirigirse a Atobe.

—¡No, espera! Déjame explicarte.

Tezuka caminó tres pasos hacia adelante, en un vano intento por acercarse a Atobe, pues en ese instante fue Yuushi quien se interpuso en su camino, impidiéndole tener contacto visual con el peliplateado e interpelándolo a la vez.

—¿Explicar qué? Creo que la situación se explica por si sola.

—No estoy hablando contigo, así que limítate a marcharte por donde viniste —la expresión en el rostro de Tezuka había cambiado súbitamente, pasando de una suplicante al hablar con Atobe, a una dura al hablar con Yuushi.

—¡Tú debes tener mucho valor para atreverte a hablarme así! —Yuushi lo miró de arriba abajo en un gesto lleno de arrogancia.

—No tengo ninguna intención de gastar mis palabras contigo, así que… ¿por qué no te pierdes de una vez?

Dicho esto, Tezuka resolvió pasarlo de largo y dirigirse hasta Atobe, no quería perder más tiempo con el tensai de Hyotei, pero no todo resultó como él esperaba. Yuushi no estaba dispuesto a dejarlo avanzar, así que con un firme movimiento lo sostuvo del brazo y lo obligó a retroceder.

—¡Ni lo sueñes! No voy a permitir que te acerques a Keigo.

Tezuka quedó impactado por aquella acción, no estaba acostumbrado a ser tratado así. Nunca antes alguien se había atrevido a enfrentarlo, ni mucho menos tocarlo, pero lo que más le molestó fue el innegable interés que mostraba el peliazul en Atobe. Frunció visiblemente en ceño y habló con la intensión de mostrarle cuál era su lugar.

—Eso no es algo que puedas decidir tú. Si es que Keigo lo desea así, quiero oírlo de su propia boca.

Atobe había presenciado la escena sin moverse siquiera, pero al oír estas palabras se acercó a Tezuka y mirándolo a los ojos pronunció con palabras filosas.

—No quiero volver a verte en lo que me resta de vida ¡Bastardo infeliz!

Las palabras sonaron extremadamente frías en los labios de Atobe, tanto que estremecieron a Tezuka. Él nunca le había hablado así antes. Se impresionó tanto que no supo qué decir, se limitó a observar cómo se alejaba con una expresión inmutable acompañado del sonriente tensai de Hyotei.

De hecho, ni él ni Fuji supieron cómo reaccionar.

Lo que segundos atrás se veía y sentía tan claro… ahora no eran más que sombras de confusión. ¿Había sido todo una ilusión?

Sólo ahí Tezuka recordó que minutos atrás estuvo a punto de besar a Fuji, se dio la vuelta para verlo, sólo para constatar que no se había movido ni un centímetro en su posición y le dirigía una mirada incrédula, pero que cambió de inmediato al verlo a la cara, al ver sus vidriosos ojos marrones que habían sido inundados por lágrimas. Con esa escena, Fuji tuvo la confirmación que necesitaba.  

—Fuji…

—No digas nada… por favor.

—Fuji, por favor ¡Déjame explicarte!

—¡Tezuka, basta! ¿Es que no te das cuenta?... Tus palabras y tus actos son cosas totalmente opuestas.

—¿Qué?

—Dices que me amas… que siempre me has amado… que nunca has amado a nadie más. Pero claramente eso no es cierto —ante la cara de desconcierto y duda de Tezuka, Fuji continuó—. Te sugiero que medites sobre tus verdaderos sentimientos.

Las últimas palabras pronunciadas por Fuji se oyeron sumamente tristes, pero a la vez estaban cargadas de seguridad. Buscó como antes refugiarse en la seguridad del grupo y se dirigió con paso firme y decidido a las canchas de tenis, donde los esperaban los demás miembros del club, mientras Tezuka permanecía de pie viéndolo alejarse, sopesando de pronto la profundidad de las palabras que acababa de oír.

 

*          *          *

 

¡Todo era mentira!

Sus pasos fueron disminuyendo en velocidad poco a poco, hasta terminar arrastrándolos por el duro cemento y finalmente dejar de caminar por completo, limitándose a permanecer de pie mirando al vacío.

¡Todo era mentira! Era un gran actor.

En realidad estaba acostumbrado. El exitismo y superfluidad del mundo que lo rodeaban así lo exigían. Desde pequeño entendió que la vida era sólo un gran teatro donde cada quien tiene un rol que representar. El suyo: líder indiscutido en cualquier aspecto, heredero de una de las familias más poderosas del país, él era la expresión misma de grandeza, éxito, superioridad y dignidad. Lo último que podía mostrar era debilidad ¡No podía flaquear!

Pero era todo una mentira… y él pensó que era un buen mentiroso. Tristemente descubrió que en la vida siempre hay alguien mejor. ¿Por qué tenía que pasar eso? ¿Cómo había podido mentirle tan descaradamente? ¡Por qué!

Él creía en Tezuka, creía en su amor, confiaba a ojos cerrados ¡Incluso había pensado en presentarlo a su padre! Habría puesto las manos al fuego por él… si hubiera hecho eso, irremediablemente se habría quemado.

¡Todo era mentira!

Al ver la escena de Tezuka y Fuji a punto de besarse lo único que quiso hacer fue llorar, pero en cambio se había mostrado frío e indiferente, ni una mueca de dolor o sufrimiento se había reflejado en su rostro. Tal vez se trataba de un mecanismo de autodefensa o tal vez era su orgullo herido, pero nunca iba a mostrarse dolido ante Tezuka ¡Antes muerto!

Sin embargo ahora que estaba solo, pudo por fin dejar caer la máscara de insensibilidad y frialdad que se había autoimpuesto.

Cerró los ojos con fuerza mientras sentía como dos pequeñas lágrimas bajaban por su rostro, llevándole un salado gusto a la boca, el que se volvió amargo al recordar con rabia e impotencia la escena que acaba de presenciar.

Nunca pensó que dolería tanto.

El día que terminó su relación con Tezuka, había tratado de ser racional, de comportarse a la altura de su posición, de ser una persona tolerante, ya que, después de todo, un gran cariño lo unía al muchacho de ojos marrones. Sin embargo, nunca se había puesto a pensar en lo doloroso que sería para él verlos juntos. Es más, oír las palabras de Tezuka, habían sido una puñalada directo al corazón.  

¡Todo era mentira!

Dijo que nunca lo había amado… ¡Dijo que nunca lo había amado! Aunque él ya lo sabía, nunca pensó que le provocaría tanto dolor oírlo de su mismísima boca.

Se limpió la cara con ambas manos, borrando cualquier indicio de aquellas solitarias lágrimas, pero aun sentía el escozor en los ojos y el nudo en la garganta. Evidencia inequívoca de un llanto contenido.

Suspiró pesadamente y se frotó los brazos con las manos, buscando con este gesto, generar un poco de calor en su cuerpo. Esfuerzo que fue inútil, pues el frío matutino se hacía sentir cada vez más, implacable.

—¿Estás bien? —Yuushi se encontraba a sus espaldas, no se había separado de él ni un solo instante.

Atobe no se había percatado de la presencia del otro, se sobresaltó de pronto al oír su voz, pero se recobró enseguida. Se giró para verlo a la cara y le respondió.

—Nunca pensé que podía doler tanto… el desamor.

—Créeme que lo sé.

No sabía por qué, ni desde cuándo, pero sentía una extraña confidencialidad con Yuushi. Se sentía libre de poder expresar lo que sentía, sin miedos ni inseguridades. Se sentía comprendido y aceptado. Tal vez como nunca antes.

—Yo creí que él estaba interesado en mí… creí que con el tiempo había conquistado su amor… creí que él me amaba tanto como yo lo amaba a él… pero me equivoqué ¡Él sabe mentir condenadamente bien!

—Keigo, no malgastes tu tiempo pensando en un tipo como ese. No lo merece.

—Cuando descubrí sus sentimientos por otro, traté de retenerlo, de hacer que lo olvidara… pero era inútil —Atobe continuó, como si no hubiera oído las palabras del otro—. Tezuka sólo salía conmigo porque Fuji había comenzado un noviazgo con Shiraishi, porque estaba molesto, porque estaba celoso, porque quería vengarse… y me usó a mí.

—Keigo…

—Finalmente le pedí que termináramos… con la vaga esperanza que me dijera que yo estaba equivocado —hizo una pausa para aclararse la garganta—. Pero él no hizo nada ¡No hizo nada!

Yuushi ya no respondía, se limitaba a mirarlo con expresión indescifrable.

—¡Ni siquiera pasó una semana desde que terminamos y ya anda con él! —la voz de Atobe era áspera, constreñida por la rabia y el dolor— ¡Lo odio! ¡Lo odio!

Al decir esto, gruesas lágrimas de impotencia bajaron por sus mejillas, pero fue contenido por dos fuertes brazos que lo envolvieron con afecto.

—No quiero que vuelvas a llorar por ese tipo otra vez —las palabras salieron firmes y seguras de la boca de Yuushi—. Prométeme que no lo harás.

Atobe no respondió, así que insistió.

—Él no te merece ¡Prométemelo!

—Lo prometo.

Notas finales:

Gracias por leer =)


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