Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love Hurts por Nayen Lemunantu

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 


Capítulo 8


 


 


Quien dice: todo pasa por algo,


Es porque no pasó lo que quería que pasara.


 


 


Esa mañana comenzaba como todas la demás en Hyotei Gakuen. Un enorme desfile de automóviles avanzando lentamente, deteniéndose unos segundos para permitir la bajada de los estudiantes frente a la enorme entrada del establecimiento.


Excepto, por Atobe Keigo.


La diferencia que existía entre él y el resto de sus compañeros era evidente, pero muchos lograban pasar por alto las inconcordancias y ver entre los mismos las semejanzas que los unían. Sin embargo, de vez en cuando, los pequeños detalles hacían la diferencia, encargándose de demarcar el abismo que separaba al único heredero del Director del Banco Nacional, del resto de los mortales.


Si algo era usual en Atobe, es que siempre llamaba la atención. No era de extrañar ver miradas de admiración, deseo, envidia e ilusión rodeándole mientras caminaba por los pasillos de la escuela. Pero el día de hoy, prácticamente todo el mundo pareció detenerse a su llegada. Los alumnos que caminaban apresurados frenaban su paso para mirarlo; las jovencitas que murmuraban constantemente, enmudecían al verlo pasar e incluso, sus propios amigos no pudieron acercársele. Pues ese día, Atobe había entrado al colegio acompañado de dos hombre altos vestidos de riguroso negro, que lo seguían a donde quiera que fuera e impedían que tuviera contacto con quien sea que se le intentara acercar.


—Qué está pasando aquí? —Yuushi preguntó impresionado al ver la escena—. ¿Qué significa esto?


—No estoy seguro, pero no podemos acercarnos a él —Taki respondió sin quitar la vista de Keigo.


—¿Qué? Esto es ridículo —Yuushi hizo ademán de querer acercarse a él, pero fue detenido por Taki, quien lo tomó del brazo.


—Es inútil, yo ya lo intenté —Taki lo miró con ojos preocupados—. Es mejor no insistir, podríamos causarle algún problema.


—Pero… —Yuushi trató de protestar, pero finalmente suspiró resignado y volvió a mirar a Keigo con angustia en los ojos.  


Éste se dirigió directamente a su salón de clases y pareció indiferente a todas la curiosas miradas sobre su persona, incluso parecía ignorar la presencia de los dos hombres a su espalda. Una vez llegados a la puerta del salón y frente a la atónita mirada del profesor de filosofía ahí presente, ambos hombres intentaron ingresar al salón de clases, con el claro objetivo de no perder de vista al heredero de la familia Atobe. Sin embargo, fueron detenidos.


—Un momento —el profesor se recuperó del asombro y reaccionó frente a la situación—. ¿Qué creen que están haciendo?


—Estamos haciendo nuestro trabajo —la escueta respuesta salió de la boca del hombre más bajo, quien no se molestó en dirigirle la mirada al profesor.


—Señores, esto es un salón de clases y no voy a permitir su presencia aquí —el profesor se oía y veía decidido—. Les tengo que pedir que se retiren, por favor.


Keigo por su parte, se había detenido, como si esperara la autorización del profesor para poder continuar junto a sus dos custodios y frente a la negativa de éste, los hombres no supieron cómo reaccionar. Se miraron entre sí un tanto desconcertados, gesto que fue interpretado por el profesor como una victoria y les cerró la puerta en la cara. Luego de eso, ambos guardaespaldas regresaron al automóvil y decidieron hacer guardia desde fuera del recinto educacional, esperando la salida del joven heredero. Después de todo, ¿qué le podría pasar dentro de la escuela?


—Gracias.


—Descuida —el profesor le sonrió sutilmente y luego se dirigió a los demás alumnos—. Muy bien, vamos a comenzar con la clase.


Bajo las instrucciones del profesor, todos se ubicaron en sus lugares, tratando de concentrarse en la clase lo más pronto posible, aunque luego del espectáculo matutino fue sumamente difícil. La puerta del salón de clases se abrió varias veces más para dejar entrar a los últimos rezagados y luego de varios minutos, el día escolar comenzó por fin.


Cuando por fin llegó la hora del primer receso matutino, Keigo citó a todos sus titulares a una reunión extraordinaria en los vestidores del Club de Tenis a la hora de almuerzo.


Una vez ahí, habló mirándolos a los ojos uno por uno.


—En primer lugar, quiero decirles que me responsabilizo completamente por la derrota sufrida en el encuentro del sábado pasado y que siento mucho no haber estado ahí para guiarlos —los titulares se encontraban sentados alrededor de una gran mesa ovalada dispuesta para este tipo de reuniones, Keigo se sentaba a la cabeza y aunque habló en tono bajo y calmado, el respetuoso silencio que reinaba en el lugar hizo que su voz fuera oída claramente por todos—. En cuanto a la espantosa escena matutina… Sólo puedo decir que últimamente he tenido ciertos problemas familiares que se reflejan en esto. Además tengo prohibidas las salidas y las visitas —mientras hablaba una sonrisa triste se dibujó en su rostro.


—¿Qué estás diciendo? —la pregunta de Taki reflejó la incredulidad de todos los presentes en la sala, que se limitaban a mirar a Keigo con ojos sorprendidos y la boca ligeramente abierta.


—Es algo así como un castigo… Esperemos que sea momentáneo.


—¡Dios! —Taki se veía horrorizado—. ¿Es por Tezuka?


—Esa es una buena pregunta —Shishido habló brusco, pero con preocupación sincera—. ¿Qué pasó en el partido del sábado? ¿Qué ha pasado entre ustedes?


—Es verdad, la semana pasada eran la pareja perfecta y el sábado lo único que querías era destrozarlo —las gesticulaciones de Gakuto al hablar, le dieron mayor dramatismo aun a la escena—. ¡Y luego desapareces del partido! No entiendo nada.


Frente a estos comentarios, Keigo guardó silencio por unos segundos y su mirada pareció perderse, no estaba seguro de responder. Yuushi por su parte, desvió la mirada con molestia, imposibilitado de ocultar el desagrado que le producía la sola mención del nombre del capitán de Seigaku.


—Tezuka y yo terminamos —Keigo respondió escueto—. Mi padre se enteró que yo salía con él y a eso se debe el castigo.


—¿Pero qué clase de padre tienes tú? —Gakuto miraba con expresión compasiva a su capitán— ¡Esto es inhumano!  


—No es necesario que se preocupen más —la voz de Keigo se oía calmada—. Todo está bajo control.


De hecho, toda la mañana Keigo se había visto extremadamente calmado con toda la situación. O era alguien de sangre muy fría o sabía fingir muy bien. Sin embargo, su aparente calma no sirvió para tranquilizar a todo el mundo. Taki lo continuaba mirando con preocupación, tal vez debido a que él era el más cercano a Keigo y su familia, por lo tanto conocía muy bien a Akihiro-san como para darse cuenta que su mejor amigo no tenía todo bajo control como aseguraba. 


—Muy bien, las clases van a comenzar ¡Todos a sus salones! —Keigo miró directamente a Yuushi—. Excepto tú.


Los demás titulares se pararon de sus asientos y le lanzaron miradas y sonrisas cómplices al tensai; todo el mundo sabía del interés del peliazul por su capitán. Éste sin embargo, mostró su mejor póker face y permaneció inalterable.


—Buena suerte —Gakuto le susurró al oído mientras posaba una mano en su hombro al pasar junto a él—. ¡Esta es tu oportunidad!


Cuando por fin todos salieron de la sala de reuniones del camarín, Yuushi miró a Keigo, quien seguía en la misma posición, mirándolo directamente a la cara con una expresión indescifrable en su rostro perfecto.  


—¿Qué es lo que quieres? —Yuushi preguntó con calma, dominando demasiado bien la ansiedad que sentía.


El joven de cabello platinado se dirigió hacia su mochila y la abrió, extrayendo de ella un objeto rectangular envuelto en un fino papel de regalo azul coronado con una cinta blanca y se lo extendió al más alto, quien no salía del asombro.


—Toma —Keigo evitó mirarlo a los ojos cuando le entregó el paquete.


—¿Qué es esto? —su tono de voz no sonó con el impersonal timbre de costumbre, sino que reflejó la intriga que sentía. Tomó el objeto en sus delgadas y bronceadas manos y lo giró varias veces tratando de adivinar su contenido e incluso lo sacudió ¡Después de lo ocurrido ayer en su casa, no le sorprendería que se tratara de una bomba!


—Es un regalo —Keigo respondió con fastidio.


—¿Qué? —Yuushi dudó por unos segundos de lo que estaba pasando, miró al peliplateado con extrañeza—. Keigo, ¿te sientes bien?


—Es… es una forma de agradecimiento… por lo que hiciste por mí. Por todo lo que has hecho por mí… últimamente.


—No era necesario un regalo —extrañamente, Yuushi pareció cohibirse de pronto—. Sabes que lo hice con gusto.


—¡No te emociones! No es nada del otro mundo, sólo una de esas ridículas novelas de romances baratos que tanto te gustan leer.


Yuushi sonrió de lado, nunca se había imaginado que Atobe se tomara el tiempo de memorizar las cosas que le gustaba hacer. ¿Acaso eso significaba que pensaba en él? Abrió la fina envoltura con cuidado, dejando ver la portada de un libro en edición de lujo.


—¿Fifty Shadows of Grey? —preguntó incrédulo.


—¡Qué! ¿No te gusta? ¿Ya lo leíste? —Keigo pareció algo desesperado al hablar.


—No…


—Pedí una recomendación al encargado de la tienda, me dijo que ese era el libro más vendido de la temporada.


—¡Aha! —Yuushi miraba a su capitán con evidente incredulidad—. Y… ¿tú sabes de qué trata este libro?


—Claro que no —Keigo pareció indignarse con la pregunta—. ¿Me ves acaso leyendo esa clase de basura?


—Por supuesto.


—Bueno… como sea —Keigo volvió a su actitud indiferente y fijó su mirada en la ventana que daba a los jardines—. Sólo era un gesto de agradecimiento.


—Keigo, de verdad que muchas veces me pregunto si realmente haces todo esto a propósito —Yuushi lo miró intensamente—… para provocarme.


—¿De qué estás hablando? —Keigo preguntó descolocado y se sintió incómodo con la mirada del peliazul.


—¿Qué tal si leemos el libro juntos? —Propuso luego de reír divertido con la cara de terror de su capitán—. Estoy seguro que lo vas a encontrar muy interesante —su tono de voz era grave y sensual.


—¡Ni lo sueñes! —la voz de Keigo volvió a ser autoritaria—. Ahora déjate de estupideces y vete a clases.


—Claro, bouchou.


Yuushi se veía realmente feliz, cosa muy extraña en él, se puso de pie y caminó hacia la puerta con el libro bajo el brazo, pero la voz del peliplateado lo detuvo antes de llegar a la salida.


—Yuushi, una cosa más —el aludido se giró sobre sus talones y miró con evidente curiosidad a su capitán, que se había puesto de pie y ahora se le acercaba con paso vacilante mientras se miraba las manos, en un gesto que evidenciaba las dudas que sentía. —. Esto también significa que no nos podremos volver a ver y lo de ayer jamás puede volver a repetirse.


—¿Qué? —Yuushi tragó seco y endureció su expresión por unos segundos.


—Como dije, mi padre me ha prohibido todo contacto con el mundo exterior y… no quisiera que él te hiciera algo por mi causa… ¡A ninguno de ustedes! —se apresuró a decir la última frase.


Yuushi sonrió al oír la explicación. La verdad es que eso no era un rechazo, ni una negación, era simplemente una excusa que se debía a situaciones externas a los sentimientos del peliplateado, que eran lo único que a él le importaba.


—Eso sólo lo hace más interesante —mientras hablaba, Yuushi se le acercó peligrosamente—. Ahora sí que eres la princesa encerrada en la torre esperando a que un caballero de brillante armadura te libere.


—¡No seas ridículo! —Keigo retrocedió varios pasos para crear distancia—. Yo estoy hablando muy en serio. No sé lo que mi padre pueda llegar a hacer.


—Yo no le tengo miedo ni a tu padre, ni a nadie —Yuushi lo sujetó suavemente del brazo para evitar así que el peliplateado creara más distancia entre ambos y lo miró directo a los ojos, mientras hablaba con seguridad, en un comentario que logró sacarle la primera sonrisa en todo el día al joven platinado.


—Gracias… realmente significa mucho para mí.


El peliazul terminó de acortar la distancia entre ellos y buscó, al igual que el día anterior, la boca del peliplateado, depositando un suave beso en ella, sólo un sutil toque entre sus labios, pero esto bastó para erizarle la piel a ambos. Yuushi intentó profundizar el beso, otorgándole intensidad a los movimientos de su boca, pero fue frenado por su capitán, quien selló el beso poniendo su mano en la ansiosa boca del chico más alto.


—¡Ey! Sólo… sólo dame algo de tiempo, ¿sí? —Keigo tenía los ojos cerrados y su voz era una súplica.


—Tiempo para qué —susurró con los dedos del otro muchacho aún sobre su boca.


—Para aclararme… para aclarar lo que siento.


Yuushi exhaló un fuerte suspiro y se apegó completamente al cuerpo del muchacho más bajo, hundiendo su nariz en los plateados cabellos e inhalando a la vez el suave perfume que emanaba del cuerpo de Keigo. Éste no hizo ademan de querer separarse del cuerpo de su compañero.


—Está bien —susurró con la cara escondida entre las plateadas hebras—. Pero quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea.


—Lo sé.


 


*          *          *


 


Fuji caminaba lentamente por los pasillos de su escuela, iba con las manos ocultas en los bolsillos de su abrigo y no prestaba atención a lo que ocurría a su alrededor. Llegó frente a su salón de clases y como aún quedaba tiempo para el inicio, se apoyó en la pared del pasillo y se dejó caer suavemente al suelo, cruzando las piernas al sentarse. Suspiró sonoro e inclinó la cabeza hacia delante, haciendo que el lacio cabello castaño le cubriera parte de la cara.


Se sentía atormentado. Invadido de recuerdos y sueños, viejos y nuevos sentimientos se mezclaban en su corazón, haciéndole perder la acostumbrada calma a su vida. Él siempre había tenido la claridad y lógica suficiente como para tomar las decisiones correctas en los momentos adecuados, pero ahora, francamente se sentía perdido.


Aunque había conseguido encontrar la paz y el amor junto a Shiraishi; una inesperada pasión que llegó a su vida para cambiarla totalmente en un segundo, desde el fin de semana pasado no había podido dejar de pensar en Kunimitsu. ¿Qué le estaba pasando? Esa era historia pasada y debía permanecer ahí, en el pasado, pero su corazón se empecinaba en recordársela una y otra vez.


Aun no podía quitarse las imágenes del último sueño que había tenido con él de la cabeza. Había sido tan vívido, tan real, lo había sentido en cuerpo y alma por un segundo, para desaparecer en el próximo ¡Justo como en la realidad! No podía dejar de pensar en el beso que se quedó en la punta de sus labios sin ser dado jamás.


—¡Buenos días, Fujiko-chan! —La voz de Kikumaru lo sobresaltó por un instante, éste se sentó a su lado en el pasillo y lo obligó a dejar sus pensamientos, para fijarse en él.


—Buenos días, Eiji —Fuji ahora mostró su sonrisa habitual—. ¿Cómo amaneciste?


—No tan bien, me deprimen los días nublados —los vivaces ojos de Kikumaru hoy se veía algo apagados.


—No te culpo.


—Pero dime —de la nada, Kikumaru recuperó toda su vitalidad—, ¿qué fue lo que pasó en el partido del sábado?


—¿De qué estás hablando? —Fuji desvió la mirada, tratando de zafarse de la mirada curiosa de su amigo.


—¡Vamos! —Kikumaru no dejaba de mirarlo fijo— Tú no pierdes un partido así como así.


—Sólo estaba desconcentrado, eso es todo.


—Sí, eso era obvio, la pregunta es por qué.


Fuji suspiró con pesadez y lo soltó de pronto, sin previo aviso y sin ser consciente de sus palabras; necesitaba desesperadamente desahogarse con alguien.


—Tezuka me contó que él y Atobe habían terminado…. Y luego casi nos besamos.


—¡¿Qué?! —Kikumaru gritó en medio del pasillo, haciendo que los demás alumnos se dieran vuelta a verlos, mientras Fuji le ponía una de sus manos en la boca para acallarlo. Una vez que se recuperó de la impresión, volvió a preguntar sin dejar de mirarlo con incredulidad, con los ojos azules muy abiertos—. Dijiste casi, ¿qué pasó?, ¿por qué no se besaron? y ¿por qué Tezuka y Atobe terminaron? No entiendo nada —las preguntas salían desesperadamente de su boca.


—Estábamos a punto de besarnos cuando llegó Atobe… y todo quedó en nada… —un dejo de tristeza se oía en la voz de Fuji.


—¿Qué le pasa a ese tipo? ¿No se le ocurrió un mejor momento para aparecer? —el pelirrojo hablaba indignado—. ¿Y qué hizo Tezuka?


—Pareció estar más interesado en él que en mí… pero yo aún no he podido dejar de pensar en lo sucedido ¡No sé qué hacer!


—Pero —Kikumaru ahora había recuperado la calma y parecía analizar la situación—… ¿Qué dijo Tezuka? ¿Por qué él y el del lunar terminaron?


—Dijo que era porque me amaba a mí —Fuji respondió ensimismado.


—¡Lo sabía! Te lo dije —Kikumaru estaba convencido de sus palabras—, siempre lo supe, lo lleva escrito en la cara.


—Pero él nunca me dijo nada antes y francamente —Fuji hizo una pausa, llevó la cabeza hacia atrás y miró al techo—, a mí siempre me pareció que yo le era indiferente.  


—¡Claro que no! Él te ama a ti y tú lo amas a él —las palabras de Kikumaru se oían muy convincentes—, no veo cual es el problema.


—¡Pues yo veo muchos! Yo nunca dije que lo amaba, ni que creyera que sus palabras fueran ciertas —Fuji alzó la voz al hablar—. Además, qué pasa con Shiraishi y con el del lunar… Yo no creo que Tezuka no sienta nada por él como me aseguró.


—Y entonces, ¿qué vas a hacer?


—No lo sé… estoy tan confundido.


—Fuji… —Kikumaru puso su mano en uno de los hombros del castaño y lo acarició suavemente, reconfortándolo.


—Él siempre fue tan indiferente conmigo que nunca me atreví a confesarle mis sentimientos… por temor a perder su amistad —Fuji hablaba bajito, con melancolía en la voz, pero cambió a un tono mucho más intenso y agregó— ¡Y luego apareció ese estúpido niñito rico y arrogante! No sé cómo, pero consiguió su corazón… ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por quétenía que fijarse en él y no en mí?... Y ahora, que todo parecía estar bien, que por fin he encontrado a alguien que me ama sinceramente, de pronto llega diciendo que me ama, que siempre me ha amado ¡No lo entiendo, no sé qué hacer!


—Yo creo que debes intentarlo con Tezuka, sino, nunca conseguirás estar en paz. Su amor será un fantasma que te perseguirá siempre, constantemente pensando “Cómo habría sido mi vida con él” “y si hubiera hecho esto o aquello” etc... Sólo intentándolo lo sabrás.


—¿Y qué hago con Shiraishi? Genio… —Fuji le respondió sarcástico.


—¡Mala suerte! —Las palabras de Kikumaru se oyeron frías y extrañas en su boca—. A veces debes anteponer tú felicidad a la de los demás.


—No. No puedo hacerle algo así ¡Yo lo amo! —Fuji parecía querer auto-convencerse de sus palabras.


—Eso no significa que no ames a Tezuka.


Fuji suspiró casado y cerró los ojos por breves instantes, tratando de calmar la tormenta que sentía en su corazón, cuando de pronto escuchó la voz de Tezuka, haciendo que automáticamente su ritmo cardiaco se eleve a las nubes. Abrió los ojos de golpe y miró hacia la izquierda, donde lo vio conversando muy serio con Oishi; se veía preocupado, e incluso angustiado.


Kikumaru también se percató de su presencia e intempestivamente se puso de pie y con un fuerte jalón, obligó a Fuji a hacerlo también, para luego arrastrarlo hasta el lugar en donde conversaban su capitán y vice-capitán.


El forcejeo entre ambos jóvenes hizo que Fuji perdiera el equilibrio, cayendo directamente sobre Tezuka. O más bien, Kikumaru lo empujó con sutileza sobre el chico de anteojos, haciendo que todo pareciera una casualidad.


Tezuka reaccionó con un rápido movimiento reflejo, sosteniendo con fuerza el cuerpo del castaño, evitando así que éste cayera directo al suelo. Una sonrisa sutil se formó en sus labios al sentir la cercanía del tensai y todo rastro de aflicción se borró de su rostro en un segundo.


—¿Estás bien? —preguntó con su típica voz grave.


—Sí, lo siento. Mi amigo aquí presente sufre de un exceso de energía —Fuji le dirigió una mirada sádica a su mejor amigo.


—Sí, lo sé —Tezuka habló con una sonrisa.


—Mitsu, ¿te sientes bien? Has sonreído dos veces en menos de un minuto —Kikumaru se veía realmente sorprendido—… esto es muy raro.


—¡Eiji! —Oishi trató de reprender a su pareja por el inapropiado comentario.


Tezuka rodó los ojos, en un gesto lleno de fastidio, lo cual hizo aún más evidente el expresivo estado anímico en que se encontraba.


—Oye, ¿estás bien? —Fuji lo miraba con preocupación—. Te veías afligido.


—No es nada… pero agradezco tu preocupación —Tezuka respondió con voz muy suave.


—Tú sabes que puedes contar conmigo para lo que sea ¡Para eso están los amigos!


Tezuka no respondió, se limitó a adornar su fino rostro con una sonrisa triste en los labios, evidenciando la melancolía que le produjo escuchar de boca de Fuji la palabra amigos. Pero esa era la irremediable verdad, ellos eran amigos y sólo eso.


—¿Me acompañas a mi salón? —Kikumaru, captando que el momento era el adecuado para hacer que la proximidad entre los dos castaños creciera, tomó por el brazo a Oishi— Tengo algo que mostrarte.


Aunque de chico de ojos verdes, no se dio cuenta inmediatamente de la indirecta, Kikumaru lo tiró por el brazo, y al igual que hizo antes con su mejor amigo, lo arrastró por todo el pasillo rumbo a su salón, dejando así solos a los Ases de su equipo.


Fuji se sintió incómodo de pronto con la proximidad del chico de anteojos y con la evidente actitud de su amigo. Evitó hacer contacto visual con Tezuka y se acomodó los cabellos detrás de la oreja izquierda, incómodo con el silencio que se formó entre ambos. Tezuka parecía dudar, pero finalmente habló.


—¿Podemos ir a la azotea? Hay algo que quiero decirte.


—No creo que sea buena idea —Fuji desvió la mirada hacia la ventana.


—¿Por qué me preguntas de pronto entonces si tengo algún problema si después no me quieres escuchar? —Tezuka preguntó molesto.


—Lo siento, tal vez no debí haberte preguntado, fue la fuerza de la costumbre —mintió, tratando de negar que realmente se sentía preocupado por el muchacho más alto.


—Fuji, yo te amo —Fuji ahora lo miró directamente a los ojos marrones; se veían igual de severos que siempre, mostrando así que hablaba muy en serio. Tezuka no estaba jugando—. Aunque no puedo decir que sólo te amo a ti —aunque su voz era seria, había un toque de tristeza en ella—. Yo creí que así era, pero ahora me doy cuenta que no es así… sin quererlo me enamoré de Keigo.


—¿Por qué me dices todo esto?


—He pensado mucho en esto desde la última vez que hablamos —las palabras de Tezuka eran medidas, controladas. Fuji por su parte, volvió a desviar la mirada y no respondió—. Sé que es demasiado pedirte que me esperes hasta que me aclare, pero quiero saber qué es lo que tú sientes —Tezuka no dejó de mirarlo ni un solo instante.


—Yo amo a Shiraishi —Fuji respondió con seguridad—, ya te lo dije.


—Eso no significa que no me ames a mí también —Tezuka se acercó al castaño y lo miró directamente a los ojos, con intensidad—. Si no me amas… quiero que me lo digas mirándome a la cara.


Fuji abrió la boca, dispuesto a defender su relación con Shiraishi, pero ninguna palabra salió de ella, enmudeciendo de pronto.


La campana del colegio sonó, anunciando el inicio de las clases. Los alumnos atrasados corrían por los pasillos tratando de llegar a tiempo a sus salones, mientras los más adelantados, ya tomaban asiendo y abrían sus cuadernos. Sólo dos alumnos permanecían de pie en el pasillo, estáticos, detenidos en el tiempo.


—Con ese silencio me basta.

Notas finales:

Gracias por leer =)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).