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AL FINAL DE LA NOCHE por Amaya Kurau

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CAPÍTULO XXVIII

Deuda

 

Se encontraba parado en lo alto de la torre principal de la academia. Su porte por demás elegante destacaba aun en medio de la oscuridad.

La suave brisa veraniega agitaba su gabardina y algunos mechones de su largo cabello negro; y en sus ojos se reflejaba cierto aire de  melancolía.

Aunque desde esa altura podían verse, de frente y a lo lejos la ciudad con sus ríos de luces doradas; y a su izquierda el bosque y el gran lago; su atención no estaba puesta en ninguno de esos lugares. Su vista se encontraba perdida en la lejanía; donde podía ver el cielo iluminarse por la luz de continuos relámpagos y escuchar el suave retumbar del cielo gracias a su fina audición.

-   Una noche demasiado lúgubre -. Dijo en un suave susurro.

Levantó entonces ligeramente el rostro hacia el cielo; cerró los ojos y aspiró. El aire tenía un sutil aroma a lluvia. El mismo aroma que tenía el viento el último día que supo de ella, incluso la noche misma se parecía.

Ella había elegido una noche así. Ella que siempre lo fue todo para él, fue su comienzo. Ella fue quien lo rescató. Por ella continuó viviendo. Sin embargo era cierto lo que dijo a Zero; ella también fue egoísta, lo había salvado y luego simplemente lo abandonó.

En toda su larga existencia había olvidado sucesos y personas; pero a ella la recordaba como la primera vez que la conoció; y ni un día en todo ese largo tiempo había podido olvidarla. Si era sincero, una maldición demasiado grande.

Suspiró pesadamente, su expresión se tornó triste y su mirada reflejó dolor. Cerró entonces lentamente los ojos y su mente lo trasportó a aquel pasado que parecía pertenecer a un sueño muy lejano; y que ahora era tan vívido como lo eran también los sentimientos.

 

Caminando lenta y dificultosamente por aquella calle empedrada;  veía como sus pequeños pies descalzos y llenos de barro, que se lastimaban con las rocas mientras andaba, sanaban al instante.  A sus fosas nasales llegaba el aroma mezcla a madera y cuerpos calcinados, pero también sutilmente llegaba el aroma a sangre. Sin embargo no le atraía ya en absoluto.  

Cansado atravesó aquel pórtico. Su casa también ardía, y frente a la puerta principal yacía inerte el cuerpo de un hombre que traía una espada consigo y un puñal clavado en la espalda.

Se lo quedó mirando por unos segundos como si no lo reconociera; entonces giró el rostro hacia el gran roble del fondo del jardín. Ahí, sentada en el piso con la espalda recargada en el tronco; se encontraba una mujer de pelo negro y hermosas facciones, gravemente herida. Su vestido  se encontraba totalmente manchado de sangre.

-   ¡Madre! -. Dijo reaccionado por primera vez y corrió hacia ella.  – Madre, ¿me escuchas?

La mujer levantó el rostro y abrió los ojos lentamente. Un hilo de sangre se deslizaba por la comisura de sus labios y sus ojos verdes se veían apagados.

-  Liam… mi pequeño. Me alegra que estés bien.

-   Madre, ¿Por qué?, ¿Por qué tuvieron que hacernos esto?

-   Tranquilo, tranquilo, no llores.

-   ¿Fue porque soy un monstruo verdad?. Por mi culpa tú y papá…

-   No… no… tú no eres un monstruo, eres un hermoso niño. Si, eres diferente al resto, pero no eres un monstruo.

-   Si lo soy…

-   No.

-   ¡Si! -. Gritó mientras cerraba con fuerza los puños y sus ojos se tornaban carmesí. - Yo… yo los hice pagar.

-   Tu… -. Por un momento ella abrió los ojos con sorpresa, luego las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y con lo que le quedaba de fuerzas lo jaló y abrazó contra su pecho. – Te amo, te amo… perdóname tu a mí, no fui lo suficientemente fuerte.

-   ¿Madre?

-   Eres mi hijo… siempre lo serás. No me odies por dejarte solo.

-   Yo también quiero irme contigo.

-   No... escúchame, tú tienes que vivir y, siempre tienes que recordar quien eres y lo que te hemos enseñado. Tú eres Liam Eyre, nuestro hijo.

Abrió los ojos horrorizado y comenzó a temblar.

-   No madre, no me dejes.

-   Liam, escúchame… tienes que irte. No puedes quedarte aquí, te buscaran. Toma el oro que tenemos resguardado y úsalo… Debes cuidarte de los extraños y… tendrás que aprender a alimentarte solo. Pero… nunca dañes de más a nadie...

-   No…nno… no quiero dejarte.

-   Lo sé, pero tienes que irte amor…. Yo quiero que vivas, te amo mucho y no quiero que te suceda nada -. Ella lo miró con ternura pero al instante comenzó a toser  una gran cantidad de sangre.

-   ¡Madre!

-   Lo siento Liam… ya no me queda tiempo… Desde que naciste… supimos que eras diferente... pero aun así tu padre y yo… te amamos mucho… No me importó que… tardaras más en crecer que los demás niños… ni que llegado su momento… necesitaras que te alimentáramos  diferente… Tu… tu eres nuestro amado hijo… por ello tu padre te protegió, y yo también... Te amo, te amo… Prométeme que harás… lo que te pido.

Las lágrimas bañaron el rostro de su madre y él sólo se abrazó a ella acurrucándose en su pecho. Cuánto tiempo transcurrió después, no lo supo en realidad; pero así llegó el día. La luz le molestaba, y cuando se incorporó para cubrirse; el cuerpo de su madre se deslizó al piso. Estaba muerta. Los humanos la habían asesinado.

...

Tal como lo prometió se marchó de ese lugar sin volver la vista atrás y el tiempo siguió su curso.

-   Señor… señor… ¿me podría dar algo de comer?

-   ¡Largo de aquí sucio mocoso! ¡¿Acaso me viste cara de beneficencia?! ¡Largo te he dicho!... ¡Maldita sea! Como pululan estas alimañas por aquí.

Dejó al hombre gordo y siguió su camino. Hacía semanas que no se alimentaba, no sólo de comida común, sino también de sangre. Pero esto último era lo que menos le apetecía, aunque la necesitara, aún podía soportar más días. Le había prometido a su madre que se portaría bien, y que viviría, pero nunca imaginó que no pudiese cumplir ambas promesas, aun así hacía todo lo posible.

-   ¡Ahí esta!

-   ¡Ven acá sanguijuela!

Se giró. Un par de niños más altos y más sucios que él estaban parados a escasos metros de distancia. Niños de la calle igual que ahora él.

El dinero de sus padres hacía mucho tiempo que se había terminado, al igual que lo había hecho recientemente el que obtuvo de la casa de aquel viejo que lo llevó con mentiras y después intentó tocarlo. Un humano despreciable como los que después no se había parado de encontrar. Un humano al que simplemente tuvo que asesinar. El primero que le produjo placer hacerlo y que lo obligó a huir a otra ciudad.

-   ¿Qué quieren?

-   Míralo como nos habla. Es un huérfano igual que nosotros y nos habla como si fuera un gran señor y nos mira igual.

-   Si, sólo porque se cree un niño bonito.

-   Ya digan que quieren o lárguense.

-   ¡¿Qué le hiciste a Louis?! ¡¿Dónde está?!. Después de que se fue contigo no regresó.

-   Y yo que sé. No soy su niñera.

Por supuesto que sabía lo que le había pasado a ese niño, como también lo que le había pasado al hijo del panadero y lo que pensaba le pasaría a la pequeña hija del gordo hostelero. Pero no iba a decírselos.

Los niños no se quedaron conformes con su respuesta y se le acercaron amenazadoramente.

Estaba cansado y hambriento, así que sin proponérselo sus ojos se volvieron carmesí y sus colmillos se extendieron. Los niños al verlo salieron corriendo gritando a voz en cuello “Monstruo”.

...

Ciudades, pueblos, aldeas remotas. El tiempo implacable continuó avanzando. La promesa hecha a sus padres era lo que lo mantenía en pie y lo obligaba a continuar; pero  a cinco años de su muerte, él aún seguía aparentando diez años humanos.

Conforme fue transcurriendo ese tiempo, la sed se había vuelto más intensa. Sin sus padres que le proveyeran de sangre, tuvo que aprender a valerse por sí mismo y conseguirla. La comida común no era ya un problema, podía pasar más tiempo sin alimentarse, pero la sed de sangre era diferente, era incontenible; y su miedo a ser descubierto y el recuerdo de su promesa, siempre le complicaban todo.

Lo peor era que no podía atacar a humanos adultos, cuando lo hizo con un anciano, éste perdió la razón y luego se volvió como él o en algo parecido; y comenzó a atacar a otros humanos. Esa fue la primera vez que supo con horror que podía convertir a otros.

Al hombre terminaron matándolo y nuevamente tuvo que huir por miedo a ser descubierto. Desde ese momento intentó con animales, pero no era suficiente; así que tuvo que comenzar a atacar a niños; los cuales estaba seguro podía terminar con sus vidas.

Sin embargo por mucho que se cuidara y que viajara de pueblo en pueblo, nadie quería ayudar a un niño huérfano, al contrario; así que al final lo habían terminado descubriendo.

Le dolía todo el cuerpo. Tenía varias heridas, algunas muy profundas; pero como no se había alimentado lo suficiente, incluso las más superficiales estaban tardando en sanar. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a llorar.

Lo habían acorralado para matarlo, pero logró escapar, ¿cómo? aún no lo entendía, pero podía escuchar el ajetreo a lo lejos; los caballos, los gritos y las armas. Esos humanos también lo habían llamado monstruo.

Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas más copiosamente e incontrolables. Tenía el rostro manchado de su propia sangre, los ojos carmesí y los colmillos extendidos. Se acurrucó más en la paja, en aquella esquina oscura.

-   Papa… mama.

Las lágrimas no paraban. Toda aquella escena le hizo rememorar al día en que sus padres murieron. Esa vez él se salió de control, incendio la aldea y asesinó a todos; pero esta vez era diferente. El miedo lo había paralizado al ver como el humano con quien se había encariñado lo traicionaba. Sólo a él le había revelado lo que era y lo había traicionado.

-   Yo… yo sólo… me defendí.

Eso le pasó por creer. Por confiar en un humano. Quizá si no hubiese estado tan débil y expuesto al pleno sol, hubiese podido acabar con todos; pero hacía mucho que no se había alimentado y ellos eran demasiados y él estaba asustado. Aún se sentía como un niño.

En ese momento el ruido de la puerta del granero abriéndose lo alertó. Asustado se encogió y se pegó más contra la pared. ¿Cómo lo habían encontrado tan rápido? Fue lo primero que le vino a la cabeza.

-   ¿Estás bien?

Levantó el rostro asustado y entonces pudo verle gracias a la luz que se filtraba por la ventana. Una mujer alta y delgada estaba parada frente a él.

-   ¡Hasta que te encontré! -. Ella hizo un sutil puchero. - Causaste un verdadero alboroto allá, ¿sabes?. Todos te están buscando. Sin que se dieran cuenta tuve que encargarme de aquellos a los que mordiste.

-   Yo… yo… lo siento -. No supo en realidad por qué se disculpaba, pero la mujer frente a él se veía demasiado imponente. Mas lagrimas se deslizaron por sus mejillas.

-   No… –. La mujer  agitó sus manos. - Tranquilo, no llores más, estoy aquí para ayudarte –.  Se retiró el manto para que pudiera verla mejor. Tenía el pelo largo y plateado, y sus ojos se veían claros también. Era muy bella y…. era como él.

-   Tú… tú eres….

-   Si -. Le sonrió. - Anda ven, tienes que sanar esas heridas. Te lastimaron mucho.

-   Yo no quería. Él… todos los humanos son despreciables.

-   No, no todos lo son.

-   ¿A ti nunca te han lastimado?

-   Si… -. Ella no dijo nada más, ni lo miró; sólo se concentró en la manga de su blusa, la cual desabotonó. - Aún eres muy joven. Tienes mucha sed ¿verdad? -. Él no respondió.- Lo sé, sé lo que se siente, pero tienes que aprender a hacerlo adecuadamente. Por ahora  bebe, anda.

Ella se hizo un corte en la muñeca. En cuanto vio la sangre, sin dudar se abalanzó y comenzó a beber. Pudo sentir como se fortalecía rápidamente, y al darse cuenta sus heridas habían sanado por completo. Asombrado la miró y ella sólo volvió a sonreír.

-   Ahora tenemos que irnos, no puedes quedarte aquí.

-   ¿A dónde?

-   Tú ven, te llevaré con otros como nosotros. ¿Tienes mucho tiempo solo verdad?... Pobrecito. Vamos.

Ella se dirigió a la salida sin volver la vista. Él por su parte no pudo hacer más que seguirla. 

Asi Libelle se convirtió en su nuevo comienzo. Ella lo salvó.

 ...

El tiempo que trascurrió después fue muy largo y aunque no deseaba nada más que nunca separarse de ella, los constantes viajes de Libelle no les permitían estar cerca.

-   Vaya que has crecido.

Tan concentrado estaba en su lectura que no la había sentido llegar.

-   ¡Libelle, has vuelto!

-    Hola Liam.

-   Es verdad, ya estoy más alto que tu -. Dijo comparando sus estaturas.

-   Hmmp… pero sólo en estatura me superas. ¿Qué tanto lees?

-   Sólo son apuntes sobre una investigación que estoy realizando…

-   Mmm… me gustaría saber más, ¿de qué trata?

Ella seguía igual de hermosa. Si bien él se había vuelto adulto, ella continuaba igual a cuando la conoció. Sin embargo ahora hacia latir su corazón y su aroma era aún más atrayente.

Poco después de llegar a esa aldea, fue que se dio realmente cuenta de lo que era. No sólo necesitaba sangre para vivir, sino que además poseía poderes sobrenaturales y fuerza; y no envejecía ni siquiera al mismo ritmo que la mayoría de los miembros del clan. Aquellos llamados sangrepura estaban por encima del resto, pero incluso entre estos mismos, los hijos de humanos eran aún más poderosos y prácticamente inmortales. Libelle lo era y él también.

Además, pudo recordar sucesos que su mente frágil había bloqueado Recordó cómo fue que asesinó a los habitantes de su pueblo natal y también comprendió que, aunque tenía la capacidad de trasformar a los humanos, allí tenía que retribuir ese acto dándoles su sangre, de lo contrario morirían o enloquecerían. Realizar esa retribución le molestaba, pero todos en la aldea lo hacían. Transformaban humanos y estos se convertían en sirvientes que alimentaban literalmente a sus amos. Con el tiempo, en el fondo encontró placer en eso. Para él los humanos no merecían más.

-   ¿Cómo te fue en tu viaje?

-   Bien, lamentablemente no encontré a más como nosotros.

-   ¿Seguirás buscando aun cuando hace mucho que varios sangrepura se han marchado para formar sus propios clanes?

-   Nunca he pretendido que se quedaran aquí. Mi meta siempre fue que todos nos conociéramos. Muchos como tú o yo creímos en su momento que éramos únicos. Saber que hay más como nosotros y que no tenemos que pasar la eternidad solos, es algo que me hace sentir que no fue en vano mi búsqueda… Aun así, quiero hacer un último viaje.

-   Entonces partirás de nuevo.

-   Si.

-   ¿Por cuánto tiempo?

-   No lo sé.

...

Las estaciones volvieron a sucederse una tras otra, y muchas cosas pasaron entretanto. Varios sangrepura comenzaron a convertir humanos a su antojo y sin necesidad. A él no le importaba, realmente no creía que eso tuviese que afectarle. Para él los humanos eran criaturas frágiles e innecesarias en un mundo que los vampiros podían dominar con facilidad.

Sin embargo, la consideración de Libelle hacia ellos era y siempre fue, algo inexplicable e incomprensible para él; y debido a ese hecho,  ella retornó y se puso al frente de un incipiente pero poderoso ejército y comenzó a pelear contra los que una vez consideró sus hermanos. Él sin estar de acuerdo, por amor la apoyó; y ese fue el comienzo de sus desgracias, ya que de aquel viaje también lo trajo a él.

-   Liam-sama, que bueno que ha vuelto, Libelle-sama ya se encuentra en la aldea.

-   ¿En verdad? –. Una amplia sonrisa se instaló en sus labios.

-   Si. Pero… no vino sola. Trajo consigo a otro como ustedes.

-   ¿Cómo nosotros?. ¿Te refieres a ella y a mí?

-   Si, su nombre es Kaname y… es un poco extraño.

-   ¿Por qué lo dices?

-   Bueno, hoy por ejemplo; de la nada se desplomó en plena calle. Además, no tiene sirvientes para alimentarse y casi no sale de la casa que ocupa. No tiene contacto más que con Libelle-sama que es la única que lo visita.

-   ¿Ah, sí?

-   Si.

-   Bueno, no me interesa un sangrepura enfermizo, voy con ella.

No prestó mayor importancia a lo que aquel joven sangrepura le decía; aun cuando una sensación desagradable lo había invadido. Espoleó a su caballo y emprendió el galope.

La encontró en el huerto de cerezos. Con mirada apacible observaba los pétalos de las flores que caían cual lluvia a su alrededor; y con las palmas de las manos extendidas aguardaba a que se posaran en ellas.

-   Has vuelto –. Le dijo ella con voz suave y sin mirarlo.

-   Sí, he reunido la información que deseabas.

-  Gracias Liam –. Ella sonrió sutilmente mientras levantaba su vista hacia lo alto del árbol. – Estos cerezos son hermosos. ¿No crees?. Me pregunto por cuánto tiempo más podré seguir viéndolos florecer.

-   Me… me han dicho que has traído a alguien nuevo.

-   Si. Hace mucho tiempo que le conozco, pero hasta ahora ha aceptado unírsenos. Se llama Kaname.

-   ¿Cómo tu ciudad natal?

-   Si.

-   Ya veo, supongo que eso quiere decir que es como nosotros, es decir; como tu y yo.

-   Mmm… creo que no hay mucha diferencia entre su edad y la mía. Yo soy sólo un poco más antigua. Pero en cuanto a poder, él es más fuerte.

-   Entonces ese rumor de que lo han visto desmayarse…

-   Hmmp, graciosamente es cierto. Pero se debe a que se niega a beber sangre.

-   ¿Qué?, ¿entonces cómo puede sobrevivir?

-   A veces bebe de animales y cuando se siente al límite toma pequeñas cantidades de humanos, pero siempre se siente demasiado culpable por ello.

-    ¿Por transformarlos?

-   No, él no los transforma. Siempre ha vivido con humanos; y hasta antes de venir conmigo fungía como médico en una pequeña aldea al norte. Los cuidaba y velaba por ellos; pero también algunas ocasiones usaba su poder para hacerlos dormir y extraía un poco de su sangre mediante métodos humanos. Pero al final se han dado cuenta de su condición y lo han echado.

-   Hmmp… Pues no es para menos. ¿A quién se le ocurre vivir entre humanos?

Ella no dijo nada, pero la sonrisa cálida en sus labios y aquella mirada que nunca había visto en ella; por alguna razón le hicieron sentir celos hacia aquel desconocido. Un desconocido que aunque deseaba no ver, terminó por hacerlo. Alto, castaño, ojos borgoña y porte regio e imponente. Nada especial desde su punto de vista. Pero al que, al instante de mirarlo a los ojos, comprendió que en algún momento había comenzado a adueñarse de ella.

... 

Como si de pronto la rueda del destino tomara un giro inesperado, su mas grande deseo se vio opacado. El inicio de su desgracia comenzó aquella tarde en que deseando verla con toda su alma, salió a buscarla.

Al llegar al linde del bosque; frente a él aparecieron los campos de trigo. A ella le gustaba ver la puesta del sol pese a que podía llegar a ser molesto. Sin embargo, no podía evitarse que ella amara la luz.

La buscó con la mirada; y entonces la vio; pero no se encontraba sola. Kaname estaba frente a ella y muy lentamente se iba acercando a su rostro, hasta que la besó y… ella lo permitió. Sin poder soportar ver esa escena, se marchó.

Horas después, sentado en el jardín miraba con tristeza los lirios blancos que crecían allí. Continuaba aguardando el retorno de ella, porque sabía que volvería. Cuando sintió que se acercaba, entró rápidamente al vestíbulo.

-   ¡Liam, had vuelto! ¿Cómo te fue?

-   Bien -. Respondió escuetamente. Ella se veía feliz.

Ahora sabía porque desde hacía tiempo ella había comenzado a guardar distancia con él. El aroma ajeno al suyo que desprendía, por muy sutil que era, sabia a la perfección a quien pertenecía. Nadie que la conociera, salvo él, podría darse cuenta de eso. Él tenía gravadas en su mente y en su alma hasta la más sutil de las características de su persona.

-   ¿Qué sucede, Liam?

-   Libelle, ¿Aún quieres continuar con esto?

-   ¿De qué hablas?

-   Sobre la guerra. Todos ellos fueron nuestros hermanos una vez. Son como nosotros. Los humanos tarde o temprano llegaran a su extinción; y nosotros somos una especie muy superior. Ellos nos temen, nos llaman monstruos, nos odian, pero al final desaparecerán. ¿Por qué asesinar a los nuestros por ellos?

-   Usar nuestro poder por el simple hecho de demostrar nuestra superioridad, jugar con las frágiles vidas humanas por simple capricho. ¿Quién nos da ese derecho?. Aunque lo parezca no somos dioses. No tenemos ningún derecho. Ellos cada día luchan, aman, sufren. Ellos pueden ver el sol cada día, pueden tener sueños y disfrutar de su corta existencia al máximo. No todos son buenos pero tampoco todos son malos. Igual que nosotros buscan un lugar y un futuro. No pienso permitir que nadie destruya eso. Y no pienso obligarte  a ti o a cualquier otro vampiro a defenderlos.

-   Yo, yo te debo mucho. Pero todos los humanos que he conocido son despreciables. No puedo sentir por ellos nada.

-   Comprendo. Supongo que eso significa que no me seguirás apoyando.

-   No, lo haré. Si tú me lo pides, haré lo que sea. Si me pides que mate a vampiros, matare vampiros. Si me pides que me ponga al frente de una de tus tropas, me podré al frente y los masacraré. Si me pides que vaya al fin del mundo, lo haré. Incluso si me pides que proteja a los humanos, lo haré. Sólo por ti, únicamente por ti. Porque tú me salvaste.

Levantó una mano. Llevaba uno de los lirios que había cortado en el jardín y se lo ofreció.  Ella lo miró con cierta tristeza y tomó la flor.

-   Liam… yo

-   No digas nada… yo necesitaba decírtelo.

-   ¿Libelle–sama? -. Fueron interrumpidos. – Libelle-sama, ya todos están reunidos y la esperan.

-   Sí, voy para allá.

Ella se marchó sin decirle nada, pero él no necesitaba que lo hiciera. Antes de seguirla se mantuvo un momento en su lugar, impasible.

-   Supongo que no tiene caso que te pregunte si lo escuchaste.

Se giró hacia a puerta. Kaname estaba ahí, en el umbral y lo miraba inexpresivamente.

-   No, no lo tiene.

Esa mirada tranquila lo exasperaba.

-   Entonces ya sabes lo que siento por ella.

-   Aun, aunque no se lo hayas dicho directamente.  Ella no te ama

-   ¿Dices que te amas a ti, entonces?

-   Si, ella me pertenece y  yo le pertenezco. Nos amamos. Así que no intentes nada. No tiene caso.

Kaname ingresó al lugar y se dirigió hacia la sala donde los demás estaban reunidos. Sin poder contenerse sus ojos brillaron carmesí. Estaba furioso.

-   Ella no se quedará contigo, no pienso permitirlo -. El castaño se detuvo pero no se volvió hacia él. - Tú no puedes hacerla feliz. Un ser que se desprecia a sí mismo y odia lo que es, no puede ser capaz de amarla como se merece.

Kaname escuchó aquello, luego sin más continuó su camino hasta desaparecer tras la puerta.

En ese momento él tenía claro que debía ofrecerle algo a Libelle que la hiciera olvidar su preocupación por los humanos y su interés por Kaname. Y eso era, la solución a la causa de toda aquella guerra. Si bien los humanos no le importaban en lo más mínimo, si lograba encontrar la cura para los  humanos transformados, ella estaría muy feliz y volvería ser con él como era antes.

...

Sin embargo, aunque quizá aquello hubiese podido ser; Libelle no odiaba ni a humanos ni a vampiros. Ella sólo quería un mundo donde ambas especies pudiesen coexistir. Pero el tiempo en ese entonces demostró no siempre estar de lado de los sangrepura, en especial de ellos. Con la cruenta guerra entre vampiros y los humanos muriendo en el transcurso; ella se veía cada día más triste. Poco a poco dejaba de ser la Libelle que él solía conocer. Se volvió más fría.

-   ¿Es verdad?  -. Dijo alzando la voz mientras detenía de golpe al caballo y se apeaba. Ella se giró hacia él. – ¿Te diriges al norte?

-   Si –. Le respondió con tranquilidad y se volvió nuevamente hacia su caballo blanco para seguir ajustando la montura.

-   ¿Por qué?, Me han dicho que Kaname está por atacar. ¿Lo hará solo?

-   Si y confió en que estará bien. Yo por ahora  tengo que viajar al norte y contener al ejército enemigo y también tengo otros asuntos que resolver allá.

-   Entonces déjame ir contigo. Allá se encuentra el mayor número de enemigos.

-   Ya habíamos acordado que te dirigirías al este a proteger la frontera y Kaname también lo sabe. Haz eso por favor. Entre más frentes tengamos cubiertos, más posibilidades tendremos de frenar su avance. Además  creí que tenías asuntos con los Hiou y por eso te habías reunido con ellos.

Abrió los ojos con sorpresa. ¿Acaso se había enterado que estaba haciendo experimentos con los humanos y  humanos transformados?

-   No son importantes ahora, por favor déjame ir contigo.

-   ¿Y tú investigación?

-   Aún no he logrado resultados precisos pero podré continuarla aunque vaya contigo.

-   No Liam, haz lo que habíamos planeado. Yo estaré bien. Si tan solo pudieras obtener resultados de esa investigación en específico, podríamos contrarrestar  el daño que han causado los sangrepura.

-   Lo haré, te prometo que lograré resultados –. Mintió.

-   Gracias –. Ella se acercó a él y acarició su rostro; luego se giró hacia su caballo; pero antes de que montara, él la detuvo sosteniendo su brazo.

-   Yo… yo te amo…

-   Liam…  -. Ella por un instante  se tensó, pero luego se volvió y lo miró con  pesar.

-   Lo sabes ¿no es así?... aunque yo nunca te lo haya dicho abiertamente, sé que lo has sabido desde hace mucho, sé que sí. Yo te amo y no deseo en mi vida nada más que el que me permitas estar a tu lado.

-   Liam, yo… lo siento… pero…

-   Comprendo –. No la dejó continuar y sonrió con cierta amargura. -  Kaname ¿no?… hmmp, lo temía, pero aun así no pienso rendirme, alguien que no puede dejar de odiarse a sí mismo por lo que es, no pude hacerte feliz. Yo quiero estar contigo toda la eternidad. Todo lo que hago es por ti, únicamente por ti,  así que no me rendiré… -. Acercó su mano a aquel rostro y le hizo una sutil caricia con la punta de sus dedos. -  Cuídate ¿quieres?… yo esperaré a que regreses… siempre… siempre lo haré…

...

Aun cuando hizo esa promesa, sus sentimientos no llegaron a ella; o quizá fue que ella en ese momento ya tenía planeado todo.

Tanto Kaname como él hacía tiempo buscaban desesperadamente la manera de detener aquella guerra. Y fue Kaname quien encontró un método antes que él. Descabellado y mortífero, pero muy acorde para alguien que odiaba a los vampiros.

Su método en cambio era diferente y aunque pudo haber concluido su investigación antes, no lo hizo y tampoco se lo dijo a ella. Deseaba verla feliz y a su lado; y habiendo hablado con Kaname y sabiendo lo que éste tenía planeado; esa oportunidad era casi palpable que calló. ¿El precio? Su deseo de verla feliz no se cumplió.

-   Liam-sama, acaba de llegar esto. Es de la base en el norte.

La sensación de vacío y temor que había estado experimentado desde hacía días se disipó. Libelle le había escrito y eso significaba que estaba bien.

Sin embargo, al ver el sello que resguardaba el mensaje, aquellas sensaciones volvieron. Era el emblema que usaba Kaname desde hacía tiempo. Una flor de lis.

Inmediatamente rompió el lacre.

-  ¿Mi señor?... ¿Qué sucede?

Se había quedado inmóvil, sólo mirando el contenido de aquel mensaje; y dejó de escuchar incluso a la lluvia que insistente golpeaba contra los cristales.

-   ¿Mi señor?

 Le volvieron a llamar; pero el dolor y la furia dentro de él se salieron de control. No quería ver a nadie. Lo que allí decía no podía ser de ningún modo cierto.

<< Ella tenía otros planes. Tomó mi lugar y lo hizo. Ahora yo llevaré a cabo sus deseos. Guiaré a la nueva gente y terminaré con esta guerra. >>

-   Largo… -. Dijo con la voz quebrada; pero a su alrededor nadie se movió. Eso lo enfureció aún más. - ¡¿No escucharon?! ¡Les he dicho que se larguen… déjenme solo!!!! -. Al instante todos abandonaron la estancia.

Volvió a leer el mensaje y su respiración se hizo dificultosa. Cerró los ojos, apretó sus puños, y entonces dejó emanar su energía. El fuego en la chimenea se apagó de golpe dejando todo a oscuras; los cristales de las ventanas estallaron y las paredes se agrietaron. El lugar comenzó a cimbrar amenazadoramente.

Más tarde, en medio de aquella lluvia torrencial cabalgaba en dirección al norte. “No puede ser cierto” era lo que se repetía una y otra vez. No dejó en ningún momento que su caballo descansara y en algún punto éste se desplomó. No le importó, a corta distancia estaba una aldea humana, enfurecido como estaba, acabo con todas esas vidas drenando de sus cuerpos hasta la última gota de sangre. Con eso su poder se incrementó de manera considerable y así, transformándose en decenas de murciélagos, hizo el resto del camino.

Kaname ya le había hablado de sus planes, le había pedido que siguiera protegiendo a Libelle. Que llegado el momento si no había otra opción para detener a los sangrepura, usaría su experimento en sí mismo para crear de esta forma un metal capaz de eliminar a los vampiros, incluso los sangrepura. ¿En qué momento ella había decidido tomar su lugar? ¿Tanto había amado a Kaname y a los humanos?

Cuando llegó a esa aldea. Desde lo alto de la colina buscó la presencia de Libelle. Ésta estaba dispersa por todos lados; pero mayormente concentrada en un punto en específico, una pequeña torre que podía ver desde esa altura.

Con el corazón desbocado se dirigió allí; pero entonces algo lo detuvo. Podía sentir una extraña fuerza que le impedía acercarse. Buscó un lugar que no lo rechazara, pero no lo encontró. Ahí estaba ella, tan cerca, pero no podía alcanzarla.

De la nada sintió la presencia de Kaname y entonces ocultó su propia aura. Kaname estaba allí, en esa aldea, cerca de ella y él no podía entrar.

Lagrimas amargas brotaron de sus ojos y se desplomó de rodillas al piso… ella se había ido, y ni siquiera podía estar cerca de lo que quedaba de ella.

Lloró por mucho y luego se marchó. Odiaba a Kaname, ni siquiera pudo protegerla. Y esos humanos habían bebido su sangre, los sabía por sus auras. Se habían vuelto fuertes y ahora poseían armas. Todo por el sacrificio de Libelle; y a nadie parecía importarle.

 

Liam abrió nuevamente los ojos. Su mirada había dejado de ser triste y ahora tenía un brillo de peligrosidad.

-   A nadie le importó… -. Le dijo en un susurro a la noche.

No, no podía perdonarlos. Ella que buscó y reunió a los primeros vampiros, ella quien más luchó por los humanos, ella que deseaba la coexistencia de ambas especies, ella que se sacrificó... desapareció de la historia. A excepción de Kaname y él, todos, vampiros y cazadores la habían olvidado; y al final terminaron sustituyendo lo que de ella quedaba con alguien más. Pero él se encargaría finalmente de hacerles pagar. A los humanos por haberla devorado y a Kaname por no haberla protegido. Ahora él sería el único que protegería a Zero; no volvería a dejarla morir estúpidamente protegiendo a los humanos y buscando una coexistencia imposible.

Mientras pensaba en ello sintió la presencia de alguien conocido. Entonces sonrió. Aun antes de que el vampiro apareciera junto a él. Él ya se había percatado que se acercaba.

-   ¿Liam-sama?

El vampiro pelirrojo apareció tras él e inmediatamente hizo una reverencia.

-   ¿Cómo fue todo Shion?

-  Todos salió como usted esperaba. En un par de semanas todo estará listo para cuando decida actuar.

-   Bien.

-   ¿Liam-sama? –. Dijo de pronto el vampiro con algo de cautela. - ¿Quiere que me deshaga de ella?

-   Hmmp… no hace falta. Está lo suficientemente alejada como para podernos escuchar. Además, si lo haces me quitarías la diversión que me provoca el que Kaname me mantenga vigilado honrándome incluso con su propia guardaespaldas. Mejor dime ¿Qué hay de esos tres?

-   Han aceptado.  Mika Pretov, Nile Abya y Alexander Arezu sólo esperan sus órdenes.

-   No esperaba menos de ti Shion… Has hecho un buen trabajo.

Fue apenas perceptible y no duro casi nada, pero con ese halago en los fríos ojos dorados del joven vampiro se instaló por un momento un sutil brillo.

-  Sin embargo he tenido tras de mi a esos dos, Souen y Akatsuki.

-   Pues es bastante bueno que seas el único noble con la capacidad de crear un familiar con las características del tuyo, nadie nota cuando cambian.

-   Todo es gracia a usted –. Liam sonrió.

-   Muy bien. Ahora necesito que hagas otra cosa.

-   Lo que usted ordene.

-   Reúne a una docena de nivel E transformados por algún otro sangrepura, no  quiero que estén relacionados de alguna manera conmigo; ni que sean de la ciudad.

En la mirada de Shion apareció por una fracción de segundo, cierto desconcierto, Liam volvió a sonreír. Más que por lo útil, si no fuera por esa personalidad del joven hace mucho se hubiese desecho de él como de todos los demás.

Aunque intentaba ocultarlo, el pelirrojo tenía una vena de rebeldía.

-   ¿Sucede algo, Shion?

-   No, nada Liam-sama.

-   Dilo. Es sólo que…

-   Me preguntaba para que los quería.

-   Hmmp, muy sencillo. Los quiero para atraer a Kiryuu Zero y que crea que soy el vampiro sangrepura con buenas intenciones que apoya su proyecto.

Shion no dijo nada, pero para el sangrepura era obvio que por dentro el joven no estaba muy contento. Eso le causó placer y se acercó más a él.

-   Mi pequeño Shion –. Para sorpresa del joven; tomó su mentón y levantó su rostro para que lo mirara a los ojos. – Me divierte mucho tu forma de ser ¿sabías? -. Acercó su rostro al de él. Casi a punto de besarlo. - Lástima que no eres como él –. Clavó una de sus uñas en uno de sus labios haciendo brotar la sangre. El vampiro no se inmutó y Liam sonrió más ampliamente; limpió con su pulgar la sangre y luego le dio la espalda. - Aun así te quedaras a mi lado.  Retírate. En cuanto los tengas avísame.

-   Si, Liam-sama –. Dicho esto, el joven vampiro con una mirada de frustración y el labio aun sangrando, desapareció.

Liam volvió a mirar al frente, hacia la oscuridad; y se llevó el pulgar a los labios, limpiando con su lengua la sangre.

El aroma a lluvia en el ambiente era más intenso. 

Aquí ella se marchó aquella vez; pero hoy que ha vuelto no la dejaré ir de nuevo; y haré que esa ciudad de cazadores y esta academia ardan hasta sus cimientos. No quedaran más que cenizas.

¿Qué te parece mi idea Libelle? ¿No es un precio justo para saldar aquella deuda?

Volvió a levantar su rostro un poco para sentir la brisa sobre él. No podía esperar a que ese aroma a noche, a lluvia, a verano; se tiñera del aroma a sangre.

Sonrió de nuevo y más al sentir esa presencia conocida que apareció a escasos metros tras él.

-   Kaname –. Dijo y se giró para encarar al castaño.

Kaname llevaba una gabardina larga y el viento mecía varios mechones de su pelo. Lo  miraba fríamente y su rostro se mostraba inexpresivo.

-   Uhmm… esa mirada realmente me asusta. ¿Qué ha sucedido?

-   Lo sabes a la perfección.

-   No… la verdad es que no sé de qué me hablas.

-   Te dije que no te atrevieras a hacerle a daño a Zero.

¿Zero?, asi que finalmente lo estas haciendo.

-   ¿Daño?, No le he hecho nada a Kiryuu-kun. ¿Qué le ha sucedido?, ¿Se encuentra bien?

-   No juegues conmigo. ¿Qué fue lo que le hiciste ayer?

-   Ya te lo dije. No le he hecho nada. Ayer sólo platicamos. ¿Qué de malo hay con eso?, tu no me prohibiste acercármele. Y hasta donde tenía entendido, a ti él no te interesaba.

Kaname frunció el ceño y una onda de energía salió disparada hacia el pelinegro, agrietando el piso y haciendo saltar el adoquín. Varios restos se roca se convirtieron en dagas afiladas y salieron disparadas contra él. Liam sonrió sutilmente y con un despliegue de su energía, las hizo polvo.

-   Mira que si estás molesto.

-   Escúchame bien Liam, porque no volveré a repetirlo. Zero es mío, me pertenece. No te atrevas a intentar nada con él.

-   ¿Tuyo? Una afirmación bastante osada de tu parte.

-   Es mío. Siempre lo ha sido y siempre lo será.  No quieras ver en él algo que no existe.

Esta vez fue Liam quien frunció el ceño.

-   ¿Tú que sabes? –. Siseó furioso y desplegó de nuevo su energía. Ésta cortó el viento con tal fuerza que una de las mejillas del castaño fue herida. Kaname no se inmutó, pero un hilo de sangre resbaló lentamente hacia su cuello.

Ambos se miraron furiosos con los ojos en carmesí. Sin embargo si lo pensaban o no, nadie hizo ningún otro movimiento, ya que habían reparado en la presencia de Zero que se encontraba cerca. Liam miró por encima de su hombro hacia la explanada.

-   Supongo que nuestra plática tendrá que esperar. Le prometí que no causaría problemas y pienso cumplirlo. Tú deberías hacer lo mismo. No creo que a Zero le guste mucho que me hayas atacado.

-   Y piensas decírselo ¿no?

-   Si esa fuese mi manera de actuar, ya le hubiese dicho quién eres en realidad y lo que has hecho. Sin embargo él no es tonto, quizá ya se haya dado cuenta. Hasta luego Kaname –. Dicho esto, desapareció.

-   Kaname-sama, ¿se encuentra bien?

-   Si –. Dijo acercándose a la orilla del techo. Desde ahí vio como en ese momento Zero ingresaba a la academia por la puerta principal.

-   Lo lamento, no pude escuchar la conversación entre Liam Eyre y su guardaespaldas.

-   No te preocupes, Seiren. Puedes retirarte.

La vampiro desapareció y él se quedó observando a Zero.  El cazador caminaba de frente al edificio donde se encontraba él. Luego, quizá detectándolo, levantó la vista. Aun a esa distancia ambos se quedaron mirando. Sin embargo algo debió pasar, pues Zero desvió el rostro y apresuró el paso hasta perderse entre los arboles de la vereda que llevaba a su residencia. Kaname simplemente suspiró y él también se marchó.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Hola de nuevo. Como lo prometí, les he dejado un nuevo capítulo (un poco raro, creo ). Por favor dusfrutenlo y nos leemos como en unas dos semanas.


También de antemano les agradezco por sus comentarios y por leer. Besos y hasta entonces.


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