Comencé a balbucear, después de un largo rato en que mi mente quedó en blanco. Violeta todavía no soltaba mis manos cuando lo dije que lo iba a pensar. Me despedí de ella rápidamente porque vi a una persona saliendo del gimnasio y recordé la escena que recién había sucedido.
Fui a encontrarme con Emma, quien estaba un poco preocupada por mí. Le expliqué que me había asustado sin razón y que todo estaba bien. Entonces la feria comenzó a desarmarse y los profesores a llevar a las alumnas a sus clases. Y yo aún no sabía qué hacer. En ningún momento pensé en unirme al club de vóleibol, me sentía un poco mal por lo que le había dicho a Violeta. Por suerte tenía tiempo hasta el viernes para decidir en qué club iba a entrar.
Esperé a Emma fuera de la escuela cuando las clases terminaron para irnos juntas. Entonces la vi de nuevo. La chica con el cabello rojo traía puesto el uniforme para gimnasia y llevaba un gran bolso en su mano. Se dirigía hacia el gimnasio cuando un grupo de chicas la detuvieron, ella les sonrió de una forma un poco fría. En eso llegó Emma.
- ¿Quién es ella? -, pregunté sin quitar los ojos de su rostro.
- Elizabeth Knightley, la capitana del equipo de baloncesto
- Es muy popular
Emma se rió.
- Es hermosa, de descendencia europea y además es la estrella del equipo. Hasta tiene un club de fans
- Impresionante…
La chica se giró y nuestros ojos se cruzaron. Luego de unos segundos de incomodidad bajé la mirada, diciéndole a Emma que nos fuéramos a casa. Esa mirada fría me había inquietado en serio. Fue como si me hubiera traspasado una ola helada. Me dejó una sensación de melancolía que duró todo el trayecto a mi hogar.
Llegó el día de la elección de clubes, y yo no sabía qué hacer. Durante todo el día me topé con Violeta, quién sutilmente me recordaba lo que le había dicho. Además, pude notar algunas cosas en ella en las que no había pensado antes. Era unos diez centímetros más alta que yo, tenía el cabello muy corto y desarreglado y al parecer vivía con una sonrisa pegada al rostro. Era una chica realmente entusiasta. A Elizabeth no la vi hasta la tarde, cuando sus fans le taparon el paso al gimnasio. “Así que de Europa…”, pensaba mientras mis pies se dirigían por el pasillo hacia la lista de clubes que estaba pegada en la pared. La leí cuidadosamente. Muchas chicas ya tenían un club, por no decir todas. Pero aunque lo pensara no lograba decidirme. Miré a ambos lados del pasillo. No había nadie cerca. Tomé el lápiz y cerré los ojos, apuntando la lista de arriba hacia abajo y viceversa. Si no podía decidirlo por mí misma, iba a dejarlo a la suerte, como todo lo que hacía. Sentí una mano guiar la mía. Pensé que estaba soñando, pero abrí los ojos para comprobarlo justo cuando el lápiz se detuvo. Miré el club.
- Vóleibol… -, leí.
Luego vi hacia mi lado y estaba Violeta, sujetando mi mano. Al verme me sonrió y después corrió lejos. Me quedé mirando cómo se alejaba unos momentos. Cuando salí del desconcierto volví a la lista. Tomé aire y puse mi nombre bajo el del club de vóleibol. Era la primera inscrita, y seguramente la última. Dejé el lápiz, pensando en qué clase de cosas me traería esa decisión. En ese momento no tenía idea de qué era lo que pasaría, de verdad no tenía idea.
El lunes siguiente fue la primera reunión del club. Algo me decía que no debía entrar a esa pequeña sala destinada al club de vóleibol. Parecía un armario para guardar escobas por fuera. Toqué la puerta, muy nerviosa. Una voz me hizo pasar. Entonces vi una pequeña mesa y unas cuantas sillas alrededor. No había una sola ventana, la luz provenía de una lámpara en el techo que casi rozaba las cabezas de las tres chicas que estaban ahí.
- Oh, eres la novata. ¿Rocío…? -, dijo una de ellas, quien tenía el cabello negro teñido con mechones verdes.
- Rocío Medina, u-un gusto conocerlas…
La muchacha que estaba sentada con la cabeza metida dentro de una revista se rió, pero no dijo nada. Me molesté un poco, preguntándome qué era lo chistoso. La de los mechones verdes me sonrió y prosiguió con la presentación.
- La chica con la revista es Ana, quien está aquí conmigo es Isabel y yo soy Kimberly, pero puedes decirme Kim como las demás
Isabel me saludó tímidamente con una mano. Usaba gafas y tenía el cabello en una trenza. No parecía el tipo de chica que juega algún deporte. Pensé que podría ser la secretaria del club, pues tenía delante un cuaderno con un calendario encima y un bolígrafo.
- Mucho gusto, a mí pueden decirme Ross -, dije sentándome. Ya me sentía con más confianza.
Ana se rió de nuevo, sin despegar la vista del texto que leía. Volví a sentir un poco de molestia. Creo que puse una cara extraña porque Kim me preguntó si me pasaba algo malo. Luego me dijo que estaban esperando que llegara la capitana y otro miembro más para empezar la reunión.
- Vamos a planear las actividades del año -, añadió.
- Genial…
La chica se volvió a reír.
- ¡¿De qué te estás riendo?! -, dije sin poder aguantar más.
- De nada que te incumba, niña… Deja de interrumpir mi lectura
- ¡Pero te ríes cada vez que yo hablo!
- Y eso qué
- ¡¿Por qué?!
Ana bajó la revista y me miró con sus ojos asesinos. Parecía una niña pequeña. Era rubia y muy tierna a simple vista. Pero esa mirada aterradora hizo que me callara por el resto del rato que se demoró Violeta en llegar. La chica entró abriendo la puerta de golpe. Salté del asiento, dándome cuenta de que las demás parecían acostumbradas a eso. Violeta venía sonriente cargando una caja de cartón. Otra chica la seguía. Era casi de mi tamaño y tenía el cabello café hasta los hombros. Me miró y me saludó mientras la capitana dejaba la caja encima de la mesa.
- Hola, novata. Me llamo Clara y soy la vice presidenta del club. Ah, y soy la novia de la capitana…
“¿Qué tipo de presentación es esa?...”, me dije. Kim comenzó a reírse a carcajadas. Clara la miró cruzando los brazos.
- ¿Qué? ¿Celosa? -, dijo.
- Ese cargo ni si quiera existe aquí… Y no creo que Violeta aceptara tener una novia así en su vida
- ¡Capitana para ti, Kimberly!
Clara parecía que echaba humo por las orejas. Mientras tanto, Violeta se veía como si no tuviera idea de nada. Estaba abriendo la caja muy emocionada.
- ¡Por fin! -, dijo la capitana levantando los brazos.
Todas le prestamos atención, hasta Ana dejó la revista a un lado. Luego, cuando estábamos sentadas alrededor de la mesita, Violeta comenzó a hablar. Yo estaba un poco distraída porque Clara, que estaba a mi derecha, no dejaba que lanzarle miradas de odio a Kim.
- Antes de comenzar a planear las actividades del club, me gustaría dar un aviso. ¡Los uniformes nuevos han llegado!
La chica mostró el contenido de la caja. El uniforme era una camiseta verde oscuro con los números y los bordes en rojo, y los pantalones cortos tenían una línea roja por los lados. Eran los colores de la escuela. Por un segundo pensé cómo se vería Elizabeth con ese uniforme. Violeta me sacó de mis pensamientos cuando siguió hablando, sosteniendo una de las camisetas en el aire.
- Este será nuestro año… Lo presiento. Si nos esforzamos lo suficiente ganaremos el gimnasio, lo sé. Tenemos nuevos uniformes, una nueva integrante… Sí, ¡este es nuestro año!
Kim estiró su brazo por encima de la mesa, poniendo su mano al medio. Miró a todas con decisión y luego las demás hicimos lo mismo que ella.
- Capitana, cuente con nosotras
El rostro de Violeta se iluminó. Levantamos los brazos con un grito de victoria. Sentí mi corazón acelerarse. La atmósfera que había en ese lugar era agradable, cálida. No me arrepentía ni un poco de haber entrado a ese club.