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Somos Fuertes por Javmay

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Notas del capitulo:

Y el final ha llegado!!!... De verdad lo siento por la demora, pero me estanqué en un punto... perdón, nuevamente.

Advertencias: Lemon... malas palabras... y cursileria... mucha, mucha, cursileria...


Nos leemos abajo! Ojala lo disfruten! :D

  1. IX.    El Zorro y el Mono

 

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Jav

 

El claro y retumbante sonido swoosh que hizo el balón al pasar por las redes de la canasta, lograron fácilmente acelerar pero también, ligeramente, sosegar las vibraciones y nervios a flor de piel en su cuerpo. Su corazón latía y latía y latía a causa de la emoción. Su respiración estaba descontrolada por el ejercicio. Su pálida piel brillaba por la luminosidad de los altos focos y por el esfuerzo.

 

Pero no se rendiría ahora…

 

Él y su equipo estaban determinados y enfocados en ganar; en hacer lo que mejor que hacían: demostrar su valía, sus talentos y habilidades; estaban dispuestos a expulsar técnicas humanamente imposibles y lógicamente incoherente con tal de, finalmente, coronarse como los mejores de la conferencia; como el mejor equipo universitario del país.

 

Lo sentía en sus músculos, lo veía en los rostros de sus compañeros (tanto en la duela como en la banca), todos estaban agotados y en el límite de sus fuerzas físicas y mentales, pero no se rendirían, no cuando habían llegado tan lejos. No cuando en cada anterior partido lucharon a muerte; con sangre, con sudor y con dolor. Habían sacrificado, entrenado, luchado, entrenado más, luchado más fuerte para estar aquí el día de hoy.

 

Ganar este partido les llevaría a estar sólo a un paso para disputar el tan deseado y anhelado final del campeonato universitario. No podían perder ahora. No. De ninguna manera. Todos los chicos dentro en la duela se miraron y asintieron decididos, con ganas, con poder de vencedores. Aunque murieran esta noche luego de esta sangrienta batalla, dejarían sus almas en la cancha, y por ello, sus últimos momentos serían de orgullo y satisfacción.

 

Kevin, con su gran altura y ahora más largo cabello crespo, corrió hacía el tablero contrario con toda la potencia de sus largas y potentes piernas boteando al mismo tiempo el balón con su mano derecha; sus compañeros se posicionaron y esperaron, bloqueando a los otros jóvenes para que no interfirieran en la jugada, pues sabían lo que la joven estrella pretendía, y así, con sólo un salto y alza de sus brazos, crespo anotó tres puntos que les dejaba con una mínima ventaja.

 

Los gritos de euforia, desesperación y nervios rompían el ambiente del inmenso gimnasio que les albergaba como visita, pero lo fanáticos que habían viajado para apoyarlos se hacían sentir con sus exclamaciones y gritos de aliento. El entrenador Williams les indicaba y señalaba con las manos que siguieran, que presionaran hasta romper.

 

Y eso hicieron…

 

Cuando al fin el silbato marcó el término del partido, todos los chicos, tanto de uno como otro equipo se acercaron y felicitaron por el buen trabajo (a pesar de las riñas y faltas que se estaban cometiendo hace solo unos minutos). Los Tar Heels de North Carolina, casi campeones, chocaron sus manos y gritaron en victoria por toda la cancha. Muchas personas del público rompieron en llanto y gritos frenéticos. Prensa local y nacional se acercaron para hablar con las estrellas del equipo (crespo, el enano y Rukawa) les felicitaron y pidieron breves comentarios por el recién partido, haciendo las respectivas preguntas sobre lo qué esperaban para la inminente final.  Luego de ello se dedicaron por largos minutos a fotografiarse con fanáticos y firmar poleras o cuadernos.

 

Varias momentos después es que los agotados jugadores pudieron encaminarse felices, pero extenuados hacia los camarines dejando un estadio con la gente del equipo local sumidos en la tristeza y la decepción de perder tan cerca de la final. En los Tars, sin embargo, muchos de los chicos cantaban alta y desafinadamente mientras se duchaban, otros reían a viva voz mientras se cambiaban de ropa. El ambiente del lugar era de dicha. De victoria. De alegría. El entrenador y los asistentes, más equipo médico, entraron para saludarlos y felicitar por su buen trabajo.

 

Hubo lágrimas y palabras de orgullo, pero todos sabían (muy bien) que esto aun no acababa…

 

La mayoría de los jóvenes propuso y accedieron a ir a celebrar ahora, otros (Kaede, incluido) declinaron la oferta por otros compromisos; no obstante, dejaron pendiente una fiesta en la que todos pudieran asistir.

 

El compromiso inalterable que había mencionado el japonés, era juntarse con sus padres a la salida del estacionamiento (lo cual era ya una tradición), para después ir a cenar a un elegante restaurante, donde mamá Rukawa  hablaría de todas y cada una de las maravillosas jugadas que hizo su hijo durante el mismo maravilloso partido. Kaede, por supuesto, se mantenía al margen de ello durante la velada; agradecido, claro, de su madre y de su incondicional apoyo, pero deseando por dentro estar en otro lugar, más específicamente en casa, en su escritorio, frente a su laptop… hablando con Sakuragi.

 

Ya habían pasado 2 meses desde la última vez que había visto en vivo al escandaloso pelirrojo, pero cada día se sentía como un año, y cada charla por video, como de cinco minutos. Nunca en su joven vida creyó que era posible extrañar tanto a una persona; desearla, añorarla y anhelarla como él hacia con el mono. Cada vez que veía su rostro en el notebook, le entraban las estúpidas, ridículas y patéticas ganas de besar la pantalla, de meter la mano en ella y alcanzar lo que pudiese de esa perfecta imagen que proyectaba.

 

¿Qué si estaba obsesionado? Emm… quizás un poco. Pero él nunca había previsto que en estas semanas de ausencia los sentimientos que albergaba pudiesen aumentar de esta manera.

 

Parecía, tan idiota como sonora, que antes las cosas que simplemente toleraba del tarado, ahora eran las más tiernas y graciosas de su vida; aquellas que odiaba, se habían hecho soportables; y todas las cosas,  partes, gestos, tics, respuestas, colores, olores y aspectos de su personalidad que antes le gustaban, ahora creía que… las adoraba.

 

Nadie más que él estaba asustado y aterrado de todo ello, pero también estaba emocionado y fascinado, pues nunca imaginó que una persona como él pudiese sentir con aquella intensidad.

 

Intensidad que ahora le tenía moviendo con impaciencia la pierna y los dedos. Miró de soslayo el reloj deportivo de su muñeca y gruñó internamente. El torpe debe estar trotando a estos momentos… con esas malditas casi 14 horas que les distanciaban, no era muy fácil contactarse (pero hacían lo que podían)

 

Estas últimas semanas, a pesar de lo anterior, Rukawa había sentido un cambio en su ex compañero de equipo; leve, pero aun así palpable para alguien que le conociese bien (de lo que ahora él podía jactarse ligeramente). Sabía que el pelirrojo estaría nervioso por su inminente y cuasi permanente venida a Norteamérica en unas pocas semanas, pero no creía que fuese del todo por eso.

 

Hablando de lo ello, algo que verdaderamente le molestaba al denominado zorro, es que Sakuragi no había dicho nada del tema después de comentarle con aparente despreocupación que “no pensaba ir a Kentucky”; mas eso había sido todo lo que había dicho sobre su viaje y planes de futuro, dejándole a él casi en el filo de la desesperación y curiosidad. Muchas veces tuvo que morderse la lengua para no preguntar con impaciencia o clara molestia, puesto que no quería crear una atmosfera incómoda con su reciente amigo; ya suficiente era que ambos se encontrasen en distintos niveles emocionales (uno ofreciendo amistad, y el otro anhelando, no-tan-secretamente, más)

 

“Cariño, te vez cansado; no tienes que acompañarnos a tu padre y a mi toda la noche ¿Por qué no vas a casa?” Le preguntó su mamá con la cara arrugada de preocupación.

 

Kaede, que no quería ofenderla, pero también (verdaderamente) quería irse, le miró a los ojos fijamente; en los azules tan parecidos a los suyos de su progenitora, había un extraño brillo, un mensaje que no era capaz de descifrar. Y eso también le había estado molestando últimamente. Su madre parecía más alegre y entusiasta de lo normal estas últimas semanas. Está bien, no es que le molestara per ser que su mamá estuviese feliz, pero encontraba raro que eso hubiese pasado de un día para el otro. Si sus padres no fuesen tan mayores, Rukawa hasta pensaría que es porque se viene un hermanito o hermanita próximamente; mas, sabiendo mejor, descartó la idea.

 

Pero la pregunta persistía, ¿Qué le ocurre? La única pista eran las extrañas llamadas que la mujer había hecho y recibido estos días previos. Rukawa, a quien ya se le venían las vacaciones, llegó a pensar que su madre estaba organizando un súper e increíble viaje familiar.

 

Quizás a dónde nos lleve esta vez, se dijo casi con miedo mientras recordaba la última salida que realizaron los tres hace ya un año, la cual, por supuesto, había organizado su mamá con inusitado entusiasmo; específicamente… a Disney World.

 

Rukawa juró borrar algún día las fotos de él (¡a sus putos 18 años!) con unas gigantes orejas de ratón.

 

“Está bien” Respondió lentamente intentando notar alguna señal de disgusto o rechazo en los ojos de su progenitora, mas ésta pareció más que feliz y satisfecha con su respuesta. Su padre, que también pareció contento con su contestación, le dio dinero para el taxi. Gracias a cualquier divinidad del cielo, el equipo con el disputaron la semifinal estaba cerca de casa, por lo que no le tomaría horas y horas llegar a su hogar.

 

El viaje a su residencia, por tanto, se le hizo rápido y sin problemas, lo que le agradó pues de otra manera se hubiese quedado dormido.

 

Al entrar por la puerta principal, no se preocupó de cerrar cortinas, encender luces o abrir ventanas para ventilar; su único objetivo y camino era su habitación, su cuarto y su notebook. Tirando el bolso a una esquina de la habitación, el pelinegro encendió el aparato, aprovechando su carga para cambiarse de ropa y limpiarse un poco. Cuando abrió su chat y cuenta de Skype, no obstante, salía que GenioSaku2.0 no estaba conectado.

 

El zorro frunció el ceño antes mandarle un: “Metete, estúpido” por el chat del mismo programa.

 

Mientras esperaba al tarado pelirrojo, bajó a hacer lo que debió haber hecho desde el comienzo (cerrar cortinas, abrir ventanas, encender algunas luces), y fue al baño para lavarse los dientes y mojarse de la cara. Hecho ello, caminó con tranquilidad hacia su escritorio y miró su cuenta nuevamente.

 

GenioSaku2.0 (no conectado)

 

Rezaba en la maldita pantalla. Kaede gruñó al tiempo que tiraba el peso de su cuerpo en su silla. ¿Dónde está ese idiota…? Le dije que me metería como a esta hora… ¡Sh! Tarado…

 

Estuvo ahí sin hacer nada alrededor de 30 minutos antes de cerrar con furia la pantalla de su laptop para después inmediatamente bajar al salón para ver algo de televisión. Se conocía lo suficiente como para saber que si se quedaba en su cuarto, sería capaz de estar horas frente a su notebook esperando alguna respuesta.

 

Tirado sin decoro en el sillón familiar, es que miraba un repetido partido de baloncesto que ya había comentado con Sakuragi hace unos días atrás.

 

Sakuragi… pensó… ¿Acaso dije algo… hice algo la última vez que hablamos? Se preguntó frunciendo el ceño y fijando la vista distraídamente en el televisor, recordando en detalle la última vez que hablaron (hace sólo dos noches atrás)

 

Kaede, no obstante, se recordó y dijo que si uno de los dos había estado actuando fuera de lo normal últimamente, era justamente el pelirrojo, que hace como dos semanas parecía alterarse con más facilidad, o cambiar de humor de un segundo a otro. Además de lo anterior, ahora parecía mirarle fijamente con más frecuencia, lo que ponía un poco nervioso al zorro, la verdad, muy poco acostumbrado a los serios e intensos ojos marrones del mono sobre él; sobre su rostro, su cuello, sus hombros de esa manera tan…tan algo...

 

El más alto parecía que le estuviese midiendo o memorizando. Absorbiéndole. Comiéndole… Lo que, si bien no era desagradable, tampoco era bueno para su salud mental, pues le daba esperanzas y aumentaba sus fantasías (…sexuales).  

 

Incluso, ya fantasioso era permitirse pensar que no importa donde viniese Sakuragi, ya sea a Duke o North Carolina, le permitiría a él estar ahí durante todo su trayecto y crecimiento a su lado. Algunas veces le gustaba pensar que tenía una oportunidad, y otras más se permitía concluir que, la reacción esperable de alguien como Sakuragi ante la confesión de un chico, sería un golpe; mas Hanamichi, al contrario, no reaccionó negativamente ante ello, ni le contestó con burla o agresividad.

 

Se había quedado callado, y hablando incluso de permitirle seguir con la amistad.

 

Aquello debía significar algo…

 

 …¿Verdad?  

 

Quizás podría empezar con algo físico. El mono, después de todo, era un adolescente, un hombre, y eso se traduce fácilmente en que se calienta con todo lo que se mueve. Pues bien, él se movía, y podía hacerlo mejor si sabía que con eso podría llamar la atención del mono pelirrojo. Gracias a los variados videos que había visto estos últimos días por internet, podía decir (no sin cierto orgullo) que había aprendido bastante sobre sexo, sobre técnicas de seducción, sobre cómo excitar fácil y rápidamente a un hombre; y por lo tanto, más factible a un muchachito de diecinueve años.

 

Bufó antes de negar con la cabeza para continuar viendo el juego que se transmitía en televisión.

 

Esto era lo malo de pasar laaaargas horas de la noche solo: que su mente se desviaba y divagaba por pasajes tan  ridículos e imposibles.

 

Con los ojos un poco cerrados, subió la mirada para ver la hora. 22:52 rezaba el reloj digital sobre la mesa de centro. Su ceño inmediatamente se frunció con interrogación. ¿Por qué papás no han llegado a un…? Kaede debía admitir que él no era exactamente el hijo perfecto ni prodigio que todo padre desearía tener, pero si quería y se preocupaba por ellos, por lo cual le extrañó que fuese tan tarde y aun no llegasen, si ni siquiera cuando ambos adultos salían para su aniversario tardaban tanto.

 

Rukawa, que pensó ya en irse a dormir hasta la nueva era de hielo, primero se dirigió al teléfono para marcar a sus padres.

 

El pitido agudo sonó varias veces, preocupando a un más al pelinegro. Su madre nunca tardaba tanto en contestar. Lo intentó nuevamente.

 

“¿Kaede, hijo?” Habló la voz campante y ligera de su mamá. El pelinegro arrugó los labios al comprobar que se había estado preocupando en vano, pareciendo ahora un niño pequeño que no podía estar sin sus padres ni una hora.

 

“Sólo llamaba para saber cuándo llegan” Respondió con indiferencia y cansancio. Su madre rió al otro lado antes de contestar.

 

“¡Hay~, Kaede! No te preocupes por nosotros. Tú sólo disfruta… ¡Buenos noches!” Dijo bien fuerte antes de colgar. Rukawa le frunció el ceño al aparato antes de devolverlo a su lugar. Ahora sí que está extraña… o tomada… se dijo avanzando para apagar el televisor.

 

Cuando se disponía a subir por las escaleras, no obstante, le extrañó escuchar unos firmes, pero suaves golpes llamando desde la puerta principal. El pelinegro ladeó el rostro en interrogación. ¿Quién puede ser tan tarde…? Se preguntó avanzando con decisión y preparado ante cualquier embate del o de la extraña al otro lado de la puerta. Al abrirla despacio, sin embargo, un empujón fuerte de ella le hizo retroceder alcanzando sólo a vislumbrar lo que parecía una luz azul, negra y roja pasar por el rabillo de su ojo.

 

Recuperando rápidamente el equilibrio, lo primero que hizo fue voltear hacia el o los intrusos con la más fiera mirada asesina, preparado a pelear hasta la muerte para defender el honor de su casa. Pero ahí, parado a la mitad del salón, con un rostro cansado pero sonriente, una maleta pequeña negra yaciendo junto a su pierna y un gigante bolso azul descansando en su hombro, se encontraba Sakuragi Hanamichi, el autoproclamado genio y talentoso jugador de Shohoku y de Japón.

 

“S-Sakuragi…” Murmuró con verdadera asombro, cruda sorpresa, confusión, un poco de irritación  y seria fascinación. Todo revuelto.  Su estómago cayó a sus pies y su cerebro se derritió.

 

No es posible…

 

No---Lo más probable es que ahora mismo me quedé dormido en el sillón… y esto es sólo un sueño…

 

…Es sólo un sueño… Este idiota no puede estar verdaderamente acá… Se supone que tiene que llegar como en tres semanas más, como mínimo; ni tarado se vendría antes desaprovechando la oportunidad de estar con su familia y amigos…

 

Él no está aquí…

 

Es un sueño, Kaede… una alucinación…

 

Se repetía una y otra vez sintiendo como su corazón comenzaba a martillar dolorosamente dentro de sus costillas. Su estómago era un desagradable revoltijo, y su garganta se sentía como si hubiese comido un interminable buffet.

 

“¡Sh! ¡¿Así es como recibes a las visitas, zorro maleducado?! ¡Aun no me puedo creer que seas pariente de mamá Rukawa! Nyahaahhaha, ¡son tan distintos!...” Gritó y rió con su característica voz el seguro sueño que estaba teniendo… Pero... es tan real…. Se dijo bebiendo de la perfecta imagen plantada frente a él, con unos oscuros vaqueros entallando perfectamente sus tonificadas piernas y una polera manga larga blanca que se veía bajo un delgada chaqueta roja.“… ¡Oye, bastardo! ¿Me vas ayudar o no?” Vociferó nuevamente el pelirrojo apuntando a su gran bolso azul.

 

El pelinegro pestañeó y avanzó por inercia a recibir el pesadísimo bolso.

 

Ambos, cada uno en su propio mundo, subieron las escaleras hasta la segunda planta guiados por el mono quien caminó con soltura y confianza hacia la habitación de invitados. Rukawa frunció profundamente el ceño, pensando enseguida que probablemente el cuarto estaba lleno de porquerías y chucherías que sus padres guardaban cuando no sabían donde más ponerlas, sin embargo, cuando el chico más alto abrió la blanca puerta, el zorro se topó con la imagen de una habitación limpia, ordenada y con la cama lista para usar…

 

¿Mamá…?

 

¿Ella… ella sabía…?

 

“Tu… ¿Por qué estás aquí?...” Preguntó, cayendo tontamente recién en cuenta que verdaderamente Sakuragi se encontraba frente a él, dejando las maletas guardadas dentro del closet, y sacándose tranquilamente la chaqueta que le abrigaba de este viento de otoño. El pelirrojo volteó a verle con una sonrisa antes de apuntar hacia la puerta.

 

“Mejor bajemos” Le dijo con un raro gesto de seriedad y calma el mono pelirrojo. Hanamichi, con ambas manos metidas en sus bolsillos, no tardó en guiar el camino, en el cual Kaede no pudo evitar bajar y mantener la mirada en la parte trasera del otro joven durante todo el trayecto hasta el sillón familiar, en el que ambos se instalaron en cada extremo con cautela y cuidado.

 

El silencio era tenso y expectante, pues ambos tenían tanto que decir, pero no sabían cómo mierda empezar o expresarse.

 

Sakuragi, que estaba agotado por el vuelo, colapsando al fin por estas dos últimas estresantes semanas, y nervioso por estar al fin cerca del zorro, se movía inquieto en el sofá sin saber dónde o cómo poner sus manos. Kaede, mientras tanto, le miraba con los labios ligeramente abiertos, sin todavía creerse que todo esto era verdad. Y que el mono, el chico con el que venía soñando y fantaseando unos tres meses, estaba frente suyo restregándose las manos con nerviosismo.

 

Debería ser yo el que estuviese así, pensó distraídamente.

 

“…Decidí unirme a los Tar Heels…” Rompió el silencio Sakuragi al tiempo que alzaba la mirada para toparse directamente con los asombrados ojos azules del zorro, quien si siquiera pudo abrir la boca antes de que el otro chico siguiese hablando: “¡Después de todo, necesitan urgentemente un ala-pívot tan talentoso como este genio! Nyahahahahha” Bromeó echando la cabeza hacia atrás en un gesto claramente forzado.

 

El aire estaba colmado de tensión y nervios. 

 

“Tarado” Se mofó el pelinegro con una pequeña sonrisa.

 

Sakuragi se quedará… vendrá a North Carolina…está aquí…

 

Era estúpido, tonto y patético, pero Rukawa aun no podía procesar todo con racionabilidad y coherencia; todo estaba pasando demasiado rápido, demasiado veloz. Aun no era capaz de procesar todo esto. Pues hace sólo minutos, pequeños, cortos, muy cortos, estaba en este mismo sillón cayendo dormido mientras veía un repetido partido de baloncesto y ahora… Ahora Hanamichi estaba aquí, mirándole con vergüenza y nervios.

 

Además, podían culparlo por querer leer demasiado en las acciones de su ahora compañero de equipo.  

 

¿Qué significaba el que hubiese venido a North Carolina? ¿Era sólo por el equipo? ¿Era porque quería que fuesen amigos? ¿Por qué estaba aquí con tanta anticipación?...  Tantas preguntas… y tan pocas respuestas…

 

¿Qué importa, Kaede…? Está aquí… se dijo finalmente con reproche y confusión, sin poder aguantar una pequeña risa nerviosa.

 

“¡El tarado serás tu cuando te opaque con mis talentosas habilidades, bastardo! ¡Nadie podrá contra este genio! Nyahahhaah” Replicó sin calor o enojo el pelirrojo, que a pesar de sentir como sus músculos exigían descanso, mentalmente se sentía tan relajado y calmado; por fin en paz. No mentiría diciendo que una punzada dolorosa no le había quedado al despedirse de su madre y amigos hace ya horas allá de vuelta en el aeropuerto de Japón, pero podría hacer una excepción hoy, sólo por hoy, e ignorarla, todo por el bien de mirar a ese maldito de Rukawa, ese que le atormentó tanto, tanto, durante la última semana.

 

Hanamichi debía admitir que sin el beso a Haruko o la larga y tendida conversación que había tenido con su buen amigo Yohei hace ya semanas atrás, lo más probable es que aun se encontraría en negación, o en un estado de absoluto terror y bochorno; pero ya no más.

 

Estaba asustado, sí; nervioso, también. Ansioso, por supuesto. Pero feliz y expectante por saber la respuesta del otro chico.

 

“Aun estamos empatados, tonto, el último partido no cuenta” Le recordó Kaede sacándole de sus pensamientos. El chico más pálido, bajando un poco la guardia, se permitió relajarse contra los blandos cojines del diván. Al parecer nada cambiaría entre ellos, concluyó no sin cierta cuota de satisfacción y dolor mezclados. Seguirían las rencillas, los motes, los insultos, las competencias, más también las risas. El zorro podría bien desear algo más, pero quizás aun no era tiempo.

 

Y quizás nunca lo sea…

 

“¡¿Cómo que no cuenta?! ¡Este talentoso deportista barrió el piso contigo, perdedor!” Acusó con su poderoso dedo apuntando al pálido muchacho, que se limitó a levantarle la ceja.  

 

“¿Ya firmaste tu ingreso y todo?” Preguntó segundos después con verdadera curiosidad, puesto que la desaliñada y agotada imagen del pelirrojo hablaba de que recién venía del aeropuerto, y no exactamente de firmar documentos y dar largas charlas.

 

“No, aun no…. El viejo Dan me acompañará mañana” Contestó mirándole con una pequeña mueca. Rukawa le devolvió la vista, pero también se permitió bajar los ojos a los rellenos y deliciosos labios entreabiertos del otro. “Tu… ¡No creas que este talentoso está aprovechándose o algo así, maldito! Porque… hablé con mamá y papá Rukawa, y ellos me dijeron que podía quedarme todo lo que necesitara...Pero aun así buscaré un departamento o algo así… no quiero… aprovecharme-”

 

“No tienes que hacerlo” Le interrumpió casi con demasiada prisa, pero manteniendo su grave voz desganada. “A mis papás les encantará tenerte aquí…” Le dijo para luego voltear hacía el apagado televisor. “… y a mí también”    

 

Ambos chicos tragaron ruidosamente. Ambos maldiciéndose por decir y no decir lo que tenían pensado.

 

Kaede quería golpearse la frente en el piso por lo idiota que estaba siendo. Vaya manera de ahuyentarlo… Bravo, Kaede… lo más probable es que mañana ya esté fuera de la casa… se decía aguantando un gruñido por su comentario desubicado. Sakuragi, por otro lado, estaba molesto e irritado consigo mismo. ¡¿Cómo es que el rey de hielo es capaz de decir mejor las cosas que yo?! ¡Agh! ¡Maldito Rukawa!... ¡Pero no le ganará a este genio! ¡No en esto!

 

“Ya te lo dije una vez, torpe” Intentó aclarar el pelinegro, sin mirar aun a su compañero. “El que yo… sienta algo… no quiere decir que no podamos ser… amigos” La última palabra dejó un sabor agridulce y pesado en su lengua, porque a pesar de que le reconfortaba… también le lastimaba pensar que nunca pasaría de eso… pero todo sea para por lo menos tenerlo en su vida.

 

“Ja---…” Rió sarcástica y quedamente el mono, provocando un profundo ceño fruncido del ojiazul. ¿Y ahora que le pasa a este idiota…? “…Es que tu no sólo eres un zorro apestoso, maldito ¡Si no también estúpido” Le gritó viéndole de frente. Rukawa abrió los labios en asombro. No esto de nuevo; se dijo recordando la última gran pelea que habían tenido, esa vez que Hanamichi malinterpretó su beso. Quizás qué porquería ahora estaba contaminando los pensamientos del bobo de Sakuragi. Rukawa se levantó de su lugar para imponer su altura, causando que el otro también quisiese ponerse de frente, cara a cara. Ambos se miraban fieramente. “Se supone que eres inteligente…” Continuó con un tono de voz más bajo, pero igual de firme.

 

“¿De qué demonios estás hablando, mono tonto? ¿Qué estupidez se te metió ahora en la cabeza?” El pelinegro intentó mantener la calma y paciencia; si explotaba sólo resultaría en una batalla de sangre. Y de seguro mamá me matará si rompemos unos muebles. Por ello, lo mejor era estar tranquilo y averiguar que mierda tenía ese idiota en la cabeza ahora.

 

“¡¿Por qué crees que me vine casi un mes antes, bastardo?!... Si, estaba emocionado con ver al equipo… ¡Pero tengo una madre, amigos y una vida allá en Japón, estúpido! ¡¿De verdad crees que soy tan egoísta e insensible para llegar e irme?!... ¡Me pregunté una y otra vez si estaba haciendo lo correcto! ¡Pero Yohei y los chicos me dijeron que estaba bien, que no importaba!... ¡Asique… me vine!... ¡Un mes antes! ¡Dejé a mi mamá un mes antes, zorro!” El rostro normalmente bronceado del pelirrojo, ahora estaba colorado y un poco sudoroso, pero no podía evitarlo. Estaba molesto, iracundo, frustrado, y agotado… tan, tan cansado, especialmente por el maldito y testarudo ese que no entendía la cosas.

 

“¡Sh! ¿Acaso crees que leo la mente, tarado? Tendrás tus razones-” Interrumpió el pelinegro ya fastidiado con el discursito sentimental y sin sentido del más alto.

 

“¡Sí!... ¡Tu, maldito egoísta, holgazán, engreído, malcriado, presumido, perezoso, frío, orgulloso, indiferente!... ¡Por ti me vine antes!”

 

El silencio cayó sobre ellos tan rápido y fuerte como el balón atravesando la red luego de un glorioso y poderoso slam dunk. Ninguno de los dos se atrevió a hacer contacto visual, o dar un paso atrás, o siquiera moverse de su sitio.

 

Estaban estáticos en sus lugares luchando con sus internas y propias batallas.

 

Kaede estaba demasiado asombrado como para reaccionar apropiadamente. Sabía lo que había escuchado, y quizás el significado de ello. Hanamichi… ¿vino por mí?... Eso sólo podía significar una cosa, pues podían ser muy buenos amigos, podían ser los mejores rivales en la duela, pero nadie abandona (justamente con apuntó el mono) a su familia y otros amigos, por un simple… amigo…

 

¿Qué quería decir todo esto? ¿Qué el mono pelirrojo sentía lo mismo? ¿Qué le correspondía? ¿Pero como…? Y por qué no me dijo nada antes… Sin embargo en esos momentos recordó el bizarro comportamiento que, justamente, el chico más alto había estado demostrando últimamente: las constantes y penetrantes miradas, los inesperados sonrojos, los comentarios sin sentido, las preguntas íntimas, las sonrisas casi tiernas.

 

Quizás… quizás ahí él ya sabía… ¿Y por eso estaba hoy aquí? ¿Para decírselo a la cara?

 

Bueno, pues… Mensaje recibido… pensó ahora dejando que todo entrase a su sistema y se procesara a una velocidad vertiginosa. Si el pelirrojo sentía lo mismo, ¿Quería decir que podía acercarse? ¿Qué podía entrar en su zona personal ahora? ¿Abrazarle? ¿Besarle y apretarse contra él?

 

¿Llevarlo a su cuarto…?

 

Al tiempo que el zorro se revolvía en sus fantasías (…pervertidas), Hanamichi permanecía estático de la  vergüenza. No era, por supuesto, la primera vez que se confesaba a alguien (Era la 52 para ser exacto), pero sí era la primera vez que le decía alguien algo como esto sabiendo (más o menos) cuál sería la respuesta de la otra parte. Y ello le ponía más nervioso aun, pues, qué se supone que pasaría después de ello. ¿Tenían que salir a citas? ¿Serían automáticamente novios? ¿Alguno tenía que pedírselo al otro? Y lo peor, es que ambos eran hombres, y no sólo eso, sino que el receptor de sus sentimientos, era el maldito de Rukawa (¡de todo el resto del maldito planeta!), es decir, cómo sería estar en una relación con esa dormilón y egoísta zorro. ¿Acaso… tenían que tomarse de las manos? ¿Ir al cine?.... ¿Comprarse cosas?...

 

Sakuragi, en una muuuyy bochornosa e irrepetible conversación con sus amigos del ejército, había medianamente compartido lo que le sucedía con el alero de los Tar Heels: claro, saltándole los detalles más vergonzosos y crudos, pero en términos generales, admitiendo que quizás él y el zorro no eran sólo buenos amigos. Yohei, que había tenido tiempo extra para procesar y digerir todo, se había comportada de la manera más abierta; comunicándose y expresando abiertamente su opinión, apoyando inmediatamente a su incondicional amigo; los otros chicos, aunque más silenciosos y cautelosos, también se habían mostrado (asombrados) 100% receptivos con las noticias, e incluso habían bromeado de un inminente rechazo.

 

Hanamichi les había dejado fuera de la noche con un contundente cabezazo mortal.

 

Pero ahora que estaba aquí, que ya había pasado y experimentado las terribles y más traumáticas semanas de su vida, sentía que debía explicarse; que esto no sólo se trataba de decir: si, tú también me gustas, amigo. Principalmente porque sólo habían pasado como dos meses desde ese beso en el aeropuerto, y muchas cosas habían  salido a luz desde ese tiempo para el pobre pelirrojo, que ahora se enderezó y miró de frente al chico. Rukawa parecía inquieto y listo para moverse, pero el mono estaba preparado para por fin hablar.

 

“Yo--- eehe…no estaba… seguro de lo que sentía…por ti” Empezó con un tono firme, pero suave, titubeante, pero también decidido; Kaede simplemente le miraba. “… hasta que besé a Haruko”

 

….

 

¿Qué…?

 

Por una parte, Sakuragi no estaba seguro si estaba bien en mencionar aquello de esa manera tan despreocupada, pues si bien fue algo crucial para adivinar cuáles eran sus verdaderos sentimientos por el pelinegro, también sabía (lamentablemente de primera mano) lo cruel y doloroso que era escuchar de la boca de tu persona especial lo mucho que quieres, deseas o socializas con otra persona. La otra parte del pelirrojo, sin embargo, quería ver y percibir la reacción del otro chico; quería evidenciar molestia y celos; quería que al otro se irritara por lo que había hecho. Honestamente, no estaba seguro de si era porque era la primera vez que le gustaba a alguien (que él supiera, al menos); si le causaba cierta satisfacción hacer sufrir al pelinegro, o si simplemente se trataba de que le gustaba ser celado.

 

Lo único que tuvo claro, eso sí, es que le calentó la piel y estómago ver un brillo peligroso y oscuro en los azules ojos del otro chico.

 

Kaede, no obstante, no estaba taaan caliente que digamos, (no en el buen sentido, por lo menos)

 

¿Qué puta y enferma broma es esta?, gruñía su mente mientras observaba al mono. Ahí estaba él, soñando y fantaseando con placenteros y vibrantes fines de semana en la cama, el gimnasio, en la ducha, en la cocina (donde sea, en realidad) y ese maldito estúpido tenía que venir y tirarle un balde de hielo para congelar cualquier idea pervertida.

 

¿Que se besó con esa chica?  ¡Que besó a esa…! ¿Y que fue lo de antes? ¿Una broma?...

 

“Me importa bien poco que te-” Había comenzado dura y fríamente el cara de zorro.

 

“¡Pero no sentí nada!” Le interrumpió notando que el otro chico había malentendido sus palabras. “Cuando la besé, no pasó nada… en mi, digo… No como… no como cuando tu me b-besaste…” Confesó con las mejillas rojas y el corazón a mil; sin embargo se negó a bajar la mirada. No era el momento para empezar a ser tímido. Las anteriores palabras, dichas con tanta vergüenza y nervios, pero al mismo tiempo con firmeza y decisión, lograron apagar al instante cualquier instinto asesino del alero, que ahora escuchaba atento las respiraciones profundas del más alto. “Tu… tu también me gustas… Kaede

 

Si fuera posible escuchar la explosión de millones de estrellas y planetas desde miles y miles de kilómetros, Rukawa creyó tener la habilidad, porque juró haber oído el fuerte y poderoso crujido en su cerebro cuando oyó las palabras que salieron de los rellenos labios con los que había estado soñando tantas mañanas y noches en sus momentos solitarios (y no tan solos, la verdad).

 

Kaede… dijo Kaede…

 

Dijo que le gustas, idiota…

 

Pero no podía reaccionar.

 

No podía si quiera moverse.

 

Parecía que sus pies estaban estancados en el piso alfombrado. Sus labios estaban abiertos y resecos. Sus manos estaban estáticas a sus costados sudando frío. Sus azules ojos no sabían a dónde enfocar. Por solo un segundo se atrevió a alzar la mirada hacia el otro ocupante del cuarto y no le hizo nada de bien ver la sincera expresión en ese bronceado rostro y la honestidad en esos marrones ojos.  

 

Hanamichi…

 

Electricidad aguda pasó por su piel y músculos. Kaede lo sintió. Jura que sintió a su corazón traspasar sus huesos y carne. ¿Podía su pecho abrirse? ¿Y su garganta apretarse de esa manera tan incómoda? ¿Podía su rostro sentirse como si una llama viva pretendiera incendiarla?

 

“¡¿Y te vas a quedar ahí, zorro?! ¡Este genio no tiene toda la noche!” Gritó Sakuragi cuando sintió como su cuerpo perdía mucha de la tensión que había cargado los últimos días.

 

Por fin estaba en paz, en tranquilidad mental y física. Ya no había dudas, ni cuestionamientos. Sólo este momento. Este perfecto momento en que Kaede respiró profundamente y sonrió con esa mueca tan adorable y sincera, esa que sólo dedicaba a personas especiales, esa que venía reservando y guardando para el mono desubicado y ruidoso y vanidoso y… tan perfecto… Kaede le miró con los ojos brillantes, con hoyuelos en las mejillas y pequeñas arrugas a los costados de sus párpados, para luego acercarse lentamente hasta el relajado chico pelirrojo.

 

No es que Sakuragi no sintiera bochorno o nervios abrumadores en estos momentos, pero esta era una respuesta, pues la pregunta ya había sido hecha hace ya tiempo. Ahora era el turno de Rukawa de dar el siguiente paso, y Sakuragi sabía, por fin, cual sería el término de esto.

 

Sólo unos centímetros se interponían entre sus cuerpos, ansiosos por pegarse al contrario. Hanamichi, que nunca había tenido la oportunidad de estar en una relación o momento amoroso, se armó de valor para bajar y eliminar la distancia que separaban ambas caras.

 

Y fue gloria~...

 

Sus bocas se movieron ansiosas y desesperadas, inexpertas y primerizas, buscando más contacto, más fricción. Algunos creerían que sólo dulzura y ternura les empaparía esta primera vez, pero ambos ya habían esperado demasiado. Y la verdad, es que no sabían como bajar la velocidad y demostrar dulzura a través del toque tan deseado de carne y calor. Kaede subió una mano hasta uno de los hombros del mono para agarrar la polera fuertemente entre sus dedos, mientras que su otra palma la acomodó al costado del pelirrojo para apretarlo contra él y mantenerlo ahí, para siempre...

 

Sakuragi, que no sabía muy bien qué hacer con sus manos y, la verdad, el resto de sus extremidades, se limitó a poner uno de sus pulgares  bajo la quijada del zorro para levantar su rostro y apretujarlo más contra su ansiosa boca; la otra, decidió eventualmente situarla en la cadera del muchacho, que soltó un sonidito ante la acción estrujando aun más la camisa y el costado y espalda del mono rojo.

 

Cuando se separaron en busca de aire, ninguno de los dos fue capaz de dar dos caladas antes de volver a unir los labios con igual urgencia, pero ésta vez con menos presión para permitir más movimiento.

 

Movieron sus cabezas con poca sincronización durante algunos asfixiantes minutos, hasta que, por fin, parando antes para otra calada de aire, lograron la posición casi perfecta, que permitió a Kaede abrir un poco su boca dando paso a su ávida lengua. Lamió con su húmedo y caliente músculo el labio superior del mono, quien en respuesta también abrió la boca un poco siguiendo sus instintos, pues aun no estaba seguro de qué hacer.

 

Sus corazones latían a mil. Sus rostros estaban calientes y sonrojados, llenos de vergüenza. Pero eso no les detendría.

 

Rukawa, por supuesto no desaprovechó la oportunidad, y le metió con cierta brusquedad la lengua entre sus mojados labios, tentando y jugando con la contraria que no tardó en agarrar el ritmo con cierto titubeo al comienzo.

 

Hanamichi gruñó de placer entre el agitado beso, emocionado, sorprendido y deleitado con ese nuevo fuego invadiendo a su piel y resto de sus extremidades. Era la primera vez que experimentaba este deseo tan intenso. Esa necesidad tan ardiente. Se sentía en la playa, en un día caluroso, pero sin el bochorno incómodo, y el dolor del sol quemando su piel, sino la frescura del mar golpeando calmadamente sus pies; se sentía como si la brisa marina acariciara sus cabellos y rostro. Se sentía como si la arena de diamantes le arropara. Como si el sol calentara su piel tan exquisitamente, tan suave pero firmemente, como si fuera a hacer combustión en cualquier momento.

 

El único sonido que se oía en el salón, era el húmedo y brusco intercambio que ambos jóvenes tenían al lado del sillón, junto con los continuos gemidos, gruñidos y quejas que salían de uno o del otro.

 

Cuando se separaron esta vez, un delgado hilillo de saliva siguió el rastro de sus bocas, pero a ellos poco les importó, no cuando sus labios estaban ya tan rojos, mojados e hinchados.

 

Kaede, suspirando sobre la boca contraria, se acercó aun más al otro cuerpo para apoyar su frente sobre la de Hanamichi. Se quedaron por unos momentos ahí, disfrutando el calor del otro cuerpo y pensando tontamente en lo que acababa de pasar. Compartieron el vapor de sus bocas, y los roces de sus sensibles labios. Hanamichi estaba increíblemente colorado por la vergüenza y la incomodidad, pero todo ello se veía aplastado con las exquisitas sensaciones que parecían fundirle las neuronas.

 

Kaede le miraba casi con fascinación y adoración.

 

El pelinegro aun no podía del todo creer que esto era real. Que Sakuragi había llegado esta noche, que haya dicho que decidió venirse a North Carolina, que le correspondía sus sentimientos, y ¡además! Que se haya dejado besar de esa forma tan… apasionada.

 

Si estoy durmiendo…

 

….entonces no quiero nunca despertar…

 

“Oye, zorro” Le interrumpió la voz del pelirrojo, que si bien no era fuerte, tampoco se podía considerar como un susurro. “¿Por qué no vamos a tu cuarto?” Rukawa, separándose inmediatamente del mono, le miró por unos instantes ponderando sus intenciones, no obstante de inmediato suspiró internamente; el pelirrojo era demasiado inocentón para querer pasar a segunda base así, tan de repente.

 

Le asintió con desgana y partieron a la segundo planta a cada uno a su ritmo.

 

Tirados sin cuidado en el blando colchón uno al lado del otro, se quedaron viendo el blanco techo por unos momentos, hasta que voltearon para mirarse a los ojos casi con miedo. Los marrones parecían chocolate derretido en ese perfecto rostro; tanto que el ojiazul no se coartó al momento de acercarse a Sakuragi para volver a besarlo.

 

Esta vez la unión (quizás por la posición de lado, quizás por los ánimos) fue más dócil y delicado; tentativo e interrogante. Disfrutaron del calorcito de sus labios hinchados unidos. Se deleitaron con esa cercanía más intima que la física. Casi se derritieron con el calor que desprendía el otro cuerpo. Kaede, inconscientemente, se movió más cerca de su---… algo…

 

Con ese pequeño e inocente movimiento, los dos hombres, que recién venían descubriendo la maravilla de saberse correspondidos y desear con todas sus fuerzas, ardorosa y apasionadamente, dejaran la ternura rápidamente de lado. Lo más sorprendente, cabe agregar, es que  Hanamichi fue quien impulsó su cuerpo para quedar sobre el asombrado (y muy contento) pelinegro, que le recibió abriendo las piernas y colocando un brazo en la parte de atrás del cuello del mono para acercarlo nuevamente a su desesperada boca.

 

Estuvieron pegados por largo rato, con las dos manos de Sakuragi apoyadas firmemente en el colchón a ambos lados de la cabeza de Kaede, mientras que éste se limitaba a tirar más el cuerpo del mono sobre el suyo para refregarse contra el calor y fuerza del otro joven.

 

Los besos ahora eran poco sincronizados, compartiendo más lengua y saliva que labios. Muchas veces incluso terminaron chocando los dientes por la rapidez con la que se movían, lo que, en vez de frustrarlos o enojarles, les causó risa y aligeró el ambiente.

 

Rukawa, que hace ya varios minutos atrás había dejado el leve tirón de su entrepierna para ahora disfrutar la completa dureza de su pantalón sobada contra el tonificado muslo de Sakuragi, aprovechó el momento en el que el pelirrojo bajó a su blanco cuello, para meterle ambas manos bajo la gruesa polera blanca, logrando ¡al fin! Acariciar los duros y marcados músculos que se contrarían bajo sus ansiosas palmas y dedos. Tocó y mimó cada línea y músculo que sobresalía de la perfecta espalda y torso; deseó poder bajar y lamer los perfectos abdominales y pectorales, pero se conformó por el momento sólo manoseando.

 

Kaede gruñó fuerte cuando Hanamichi le mordió y lamió su clavícula sin mucho cuidado. Rukawa podía sentir su cuello húmedo y mojado por los besos y chupones de su pelirrojo, que si bien estaba disfrutando como nada en el mundo, también le provocaban ganas a él de probar la piel del dios griego que se apretaba contra él.

 

Cuando se disponía a reunir fuerzas para voltear al pesado mono sobre su espalda, sólo pudo fruncir el ceño cuando, de la nada, perdió el calor, el peso y los besos de Hanamichi, quien ahora le miraba sentado sobre sus caderas.

 

Kaede tuvo que pestañear antes de volver a tocar tierra.

 

“¿Qué?” Preguntó con la voz ronca y jadeante; sus manos por pura inercia se apretaron contra los costados del pelirrojo para empujarlo de vuelta sobre él para seguir con el perfecto y exquisito intercambio de… besos.

 

“C-creo que deberíamos hacer otra cosa... Tus papás y-ya van a llegar” Dijo casi sin aire el mono mientras miraba de soslayo la puerta aun abierta de la habitación. El pelinegro se volvió hacia uno de sus relojes, leyendo las 1:23 de la mañana.

 

Whoa--… sólo alcanzó a pensar. Pero aun así no quería separarse de Sakuragi, quien ya se había levantado de su cuerpo y sentado a su lado con cierta prisa e incomodidad.

 

“Dame un minuto” Replicó el alero haciendo un gesto hacia su abultada entrepierna; el mono se sonrojó totalmente mientras le asentía de manera mecánica. Al tiempo que el pelinegro esperaba el enfriamiento de sus pensamientos y eventualmente de su cuerpo, no pudo evitar molestarse al notar que sólo él estaba tan afectado con la apasionada sesión de besos.

 

¿Acaso… acaso no puedo excitarlo...? Se preguntó decepcionado y un poco preocupado al mirar los pantalones de Hanamichi, que parecían totalmente sueltos y relajados en aquella zona.

 

No obstante, de inmediato cualquier depresivo pensamiento y pregunta irritada quedó olvidada, puesto que al alzar la vista, se topó (gratamente) con el rostro colorado y sudoroso de su ahora compañero de equipo; el chico, además, respiraba y botaba profunda y pesadamente el aire que entraba por sus pulmones; y lo más evidente, es que los marrones ojos estaban pegados en el blanco y esbelto cuello del zorro.

 

Aha… Asique yo no soy el único caliente… pensó mordiéndose los labios con deseo, reprimiéndose para saltar nuevamente en ataque al otro ocupante de la habitación.

 

“¡Agh! ¡¿Cuánto más vas a tardar, bastardo?! ¡Me voy a disecar mientras te espero!” Alegó Hanamichi luego de ver como los blancos dientes del zorro se mordían suaves, pero firmes el labio inferior. Se paró con cierta violencia para acercarse a la caja de la Xbox (la pobre estaba toda empolvada) y conectarla al televisor más como un acto de distracción que como un modo de entretención. 

 

“Es tu culpa que esté tan excitado, estúpido” Acusó irritado y frustrado. ¿Qué le costaba a ese tarado pelirrojo sólo darle unos minutos más de manoseo? Si le hubiese dejado refregarse unas cuantas veces más, de seguro se hubiera corrido en sus pantalones, y ahora todo sería más claro, brillante y mejor; pero noooo, tenía que arruinar el momento y recordar que sus padres iban a llegar pronto. Mejor era tirarle un balde de agua congelada.

 

Maldito idiota, le llamó sentándose sobre las mantas, encontrándose con la asesina mirada del mono pegada en él.

 

“¡¿Cómo te atreves a echarle la culpa a este genio?! ¡Es solo tuya, por ser un pervertido!” Replicó apuntándole sin decoro con el dedo.

 

“¡Tu empezaste a besarme el cuello, tonto! Era obvio que se me iba a parar” Bufó sonriendo con ironía.

 

“¡Ya cállate, zorro apestoso! ¡No tienes control!” Sakuragi no sabía qué hacer con tanta vergüenza; él normalmente no era para nada tímido, pero tampoco era de esos que pudiesen hablar tan abiertamente de sexo y sus derivados, y por ello le incomodaba un poco que el pelinegro dijera palabras como parar en ese contexto y con tanta naturalidad.

 

“¿Yo no tengo control? Tu me tiraste tus 100 kilos encima, idiota” Algo que Kaede había disfrutado enormemente, pero eso no venía al caso.

 

“¡¿Cómo que 100 kilos, bastardo?! ¡Este talentoso deportista está completamente en forma! ¡Ni un gramo de grasa tengo en el cuerpo-”

 

“Ya lo sé” Le interrumpió Rukawa mirándole de arriba hacía bajo (lentamente) mientras apoyaba sus manos sobre la cama y tras su espalda. Sakuragi enseguida se sonrojó y se volvió para continuar con la instalación del equipo.

 

“¡Sh!...  mejor juguemos, zorro; mira que extraño patearte el trasero con Donkey Kong” Dijo antes de agarrar los dos comandos y sentarse en la cama junto al pelinegro, quien recibió con resignación el mando del juego.

 

Por lo menos puedo apretarme contra él fingiendo que tengo que conducir mejor, se dijo aguantando un suspiro.

 

Tal y como Sakuragi había predicho, los padres de Kaede entraron a casa unos pocos minutos después, encontrando a los dos chicos enfrascados en una sana y violenta carrera de Mario Kart; juego que fue detenido cuando Hanamichi vio a los adultos apoyados en la puerta.

 

Se acercó a ellos y les saludó con euforia y alegría. Si en ese momento Rukawa no hubiese tenido claro la conspiración de su madre, ahí la hubiera entendido al escuchar sobre las variadas llamadas que la mujer y el pelirrojo compartieron a través de estos últimos días.

 

Gracias mamá… pensó mirando con una sonrisa a su progenitora, quien no notó el gesto.

 

La noche se perdió luego de ello. Los padres, después de hablar y preguntar tonterías al entusiasmado mono, se despidieron hasta la próxima mañana. Ambos deportistas, a pesar de estar horriblemente cansados, decidieron compartir un juego más, que fue ganado al final por el zorro. Ahí (y el griterío de antes) demostraron que no importa los sentimientos que albergasen por el otro, siempre continuarían discutiendo y compitiendo por todo, lo cual era un alivio para ambos, pues ninguno tenía madera de romántico o tiernucho.

 

El único cambio obvio fue que, antes de acostarse para entregarse al mundo de los sueños, comenzaron una nueva, mas ésta vez corta, sesión de besos; que si bien tampoco quitó las ardientes y horribles frustraciones del pelinegro, al menos le dieron nuevo material para sus fantasías.

 

Ambos, después de ello, se durmieron con una sonrisa.

 

.

 

.

 

El día siguiente presentó un día templado y precioso para pasarlo fuera de casa; el cielo estaba pintado de un brillante celeste, el sol se encontraba oculto de vez en cuando tras unas esponjosas y blancas nubes, y el viento corría agradablemente refrescando y encantando a transeúntes. El ambiente era simplemente perfecto. Al igual que los jóvenes que se encontraban sentados en la solitaria banca de un solitario parque.

 

A lo lejos se podían escuchar los gritos y risas de niños corriendo de aquí para allá, mas el lugar que reguardaba a los japoneses, se encontraba escaso de personas.

 

“¡Agh! ¡El viejo Dan siempre hace lo mismo!” Se quejó por decima vez Hanamichi sacando su celular (el que le había regalado hace ya tiempo el pelinegro) para ver la hora. 12:39 marcaba el reloj digital, cuando el joven y el representante habían acordado juntarse a las 12 en punto en aquel lugar para partir hacia la facultad deportiva de North Carolina para afinar los últimos detalles de su traslado y matrícula.

 

Rukawa, que se había colado al viaje sólo para estar junto al mono, se limitó a levantar los hombros, pues a él en realidad no le importaba que el mayor tardara más de la cuenta, si eso les permitía estar un rato más a solas y juntos (lo cual en casa era imposible con sus padres ahí metidos todo el fin de semana).

 

El pelinegro, que estaba sentado con sus brazos cruzados y la cabeza apoyada en el respaldo de la banca, casi cayendo sobre el hombro de Hanamichi, se quedó mirando la mano del pelirrojo, que ahora mismo golpeaba impaciente su muslo. Sin pensarlo demasiado, el zorro estiró la suya y la colocó sobre la del mono, resaltando de esa manera la distinta tonalidad de sus pieles, una tan rosada y bronceada, mientras que la otra tan pálida y blanca. Era fascinante y encantador de ver.  

 

“¿Mmm? ¿Qué pasa, zorro?” Preguntó Sakuragi creyendo que el gesto fue hecho para llamar su atención, sin embargo, Kaede continuó en silencio al tiempo que tomaba la otra mano para atravesar sus dedos entre el espacio que dejaban los contrarios. Los apretó fuerte antes de alzar la vista hacia los marrones ojos. Ambos deportistas se miraron por algunos segundos, hasta que el pelirrojo se alejó de su toque para levantarse bruscamente de la banca. “¡Hey, viejo! ¡Hasta que llegas!” Le gritó el mono con la mano alzada al mayor que se acercaba riendo.

 

Rukawa le frunció profundamente el ceño a Hanamichi, antes de mirar su fría mano con irritación. Le molestó perder el cálido contacto, pero también le crispaba actuar con tan poco decoro y lógica.

 

Lamentablemente, él y Sakuragi nunca podrían compartir una relación normal; una relación de la que podrían ostentar y hablar con los medios; no en el mundo en el que estaban, al menos; no si querían seguir siendo respetados como deportistas. Rukawa se negaba a pensar que había algo malo con él o con lo que sentía por el torpe, pero debía admitir que a pesar de los progresos de la sociedad en los últimos años, en el mundo del deporte no era fácil llegar y abrirse sexualmente de esa forma. Por ello, y sólo por eso, él y Hanamichi debían ser algo discreto; algo que sólo familia y amigos cercanos supieran.

 

“Perdón, chicos. El tráfico está horrible.” Saludó el hombre al tiempo que les daba la mano a los dos jóvenes.

 

“Si, si, excusas viejos. ¿Vamos o no?” Preguntó impaciente y nervioso el pelirrojo apuntando el camino a seguir. Dan estiró la mano en señal de que liderara el camino, lo que el mono hizo con gusto caminado a la par y pegado al zorro; algo que no pasó desapercibido para el suspicaz manager.

 

Las horas siguientes se fueron en conversaciones y arreglos con la administración de la universidad y con la directiva del equipo, quienes le pidieron al joven japonés que se presentara en los entrenamientos del día lunes para las respectivas y correspondientes presentaciones. Hanamichi allí rió presumiendo con que ya conocía a todos los chicos, algunos de los, incluso eran ya sus amigos.

 

Además, si este genio, por algún milagro, necesitase ayuda, mi mejor amigo me va a ayudar ¿verdad, zorro?” Dijo Sakuragi con el tono más ligero y bromista que se le pudiese escuchar, mientras miraba fijamente al ojiazul.

 

Siempre” Respondió enseguida, devolviendo la intensidad de la mirada. Los hombres y mujeres presentes, parecieron encantados de que el nuevo integrante del equipo tuviese a un amigo que le ayudase a integrarse con mayor facilidad, mientras que al otro lado de la habitación, Dan estornudaba exageradamente para romper el sexual contacto visual entre los dos idiotas hormonales.

 

Con todo el papeleo de la transferencia y matrícula listo, el viejo representante ofreció a los chicos el almuerzo, preguntándoles dónde preferían ir. Ambos respondieron sin dudar:

 

George’s” Asique allá fueron.

 

El mayor miró con desconfianza todo el local; asientos, personal, mesas, servilletas, menú y comida.

 

“¿Están seguros de que esta comida es higiénica?” Preguntó observando escépticamente la extraña salsa que corría por todo el pan hasta el plato.

 

“¡Claro, viejo! ¡No hay mejor lugar que éste!” Contestó el pelirrojo antes de dar un inmenso y nada decente mordisco a su propia hamburguesa. Rukawa, que notó y entendió la mirada del hombre, se apiadó al responder:

 

“A mis padres también les gusta” Dijo sabiendo que Dan tomaría el testimonio de sus papás como algo de confianza, no así la palabra de un animal como Sakuragi, que quizás qué clase de basura estaba acostumbrado a ingerir con sus amigos allá en Japón.

 

Así fue como los tres compartieron la agradable tarde en el restaurante y luego caminado tranquilamente por las mediamente atestadas calles de la ciudad, hasta que el representante les dejó en la puerta de la residencia, donde sus progenitores veían una película de acción en el salón. Sakuragi, con una sonrisa se había acercado al sillón para ver el filme, pero el firme agarre del pelinegro sobre su brazo le detuvo. Cuando se volvió hacia el otro chico, éste le hizo un gesto con la cabeza hacia la segundo planta.

 

Al llegar al cuarto del zorro, éste enseguida cerró la puerta con seguro para volverse hacia el pelirrojo que le miraba con curiosidad. Sakuragi sólo tuvo tiempo para abrir la boca antes de que un desesperado Kaede se le tirara encima, botándolos a ambos sobre el blando colchón.

 

“Z-zorro…t-tus padres…” Alcanzaba a pronunciar Hanamichi cuando la otra boca le dejaba respirar.

 

“No molestarán” Se limitó a contestar Kaede antes de besar fieramente al mono bajo él.

 

 El pelinegro llevaba deseando hacer esto desde esa maldita mirada en la oficina de administración en la universidad, y el ver a Sakuragi lamerse los labios y dedos mientras almorzaban sólo había acrecentado su calentura. Gruñó de satisfacción cuando, al fin, el pelirrojo comenzó a participar, colocando una firme mano sobre sus cabellos, permitiendo que sus dedos se enredaran entre las suaves hebras negras, apretando aun más sus bocas; la otra palma comenzó a acariciar el costado y espalda del otro chico.

 

Los besos, al igual que la noche anterior, aunque quisiesen ser tranquilos y sensuales, por la inexperiencia y excitación, terminaban siendo una batalla de lenguas y dientes. Y el sonido de la humedad y los chupones simplemente les urgía más. Rukawa apoyó todo su peso sobre el tonificado y duro cuerpo de abajo, comenzando a refregar sus entrepiernas.

 

“Mmhg…” Salió de la abierta boca del pelirrojo, en la que el zorro aprovechó para meter nuevamente la lengua con hambre. Sakuragi, que no tenía ni puta idea de qué estaba haciendo, bajó ambos manos al formado y firme trasero del joven sobre él, queriendo de esa manera amplificar la tormentosa y placentera fricción de sus miembros bajo la molesta cantidad de ropa.

 

El pelinegro, con la mirada nublada y jadeando, le permitió aumentar la velocidad y fuerza del roce entre ambas partes sensibles.

 

Mientras Hanamichi apretaba y acariciaba las nalgas de su compañero, Kaede bajó su boca al cuello bronceado para, al fin, probar el sabor de su piel. Allí se permitió lamer, chupar y succionar a gusto, agradándole ver como podía dejar un rastro de saliva hasta la marcada clavícula.

 

El zorro aferró con ímpetu la fastidiosa polera del mono para de ese modo bajarla lo suficiente para que le diera espacio y vista al perfecto y musculoso pecho de su pelirrojo; músculos y líneas a las cuales se dedicó primero acariciar con su nariz, luego con labios, y finalmente con su ansiosa lengua. Hanamichi, gimiendo roncamente, tomó con agresividad un puñado del pelo negro para subir la cabeza y unir sus labios con brusquedad.

 

Continuaron besándose por varios minutos.

 

Rukawa, que sentía la dureza de ambos sobándose con cierta desesperación, se encontró con la oportunidad perfecta para poner en práctica algunos de los videos que había visto estas últimas semanas. Por ello es que se separó con cierta renuencia de los perfectos labios de su mono, quien le siguió por pura inercia el rastro. El pelinegro, sentado sobre las caderas contrarias, comenzó con lentitud a abrir el botón y cierre del pantalón de Hanamichi.

 

“¿Q-qué estás haciendo?” Siseó el pelirrojo mirando rápidamente hacia la cerrada puerta. El zorro le sonrió pícaramente antes de continuar con su tarea. Abierto completamente los pantalones, se dedicó a bajarlos no sin cierta fuerza y trabajo puesto que el mono no estaba cooperando demasiado, dejando de esa manera sólo los apretados bóxer negros sobre el bulto que ahora parecía levantarse más para llamar la atención. Kaede se mordió y lamió los labios antes de agarrar los bordes y bajar la ropa interior, sin atreverse aun a mirar los ojos marrones que de seguro estarían escandalizados (pero no menos excitados, por la obvia evidencia).

 

Cuando los bóxer llegaron a mitad de muslo, Rukawa se quedó con la boca abierta mirando el erecto miembro de Sakuragi. Sabía que en la buena cantidad de videos porno que había visto, siempre se ponían a jóvenes guapos y bien dotados; pero ellos se quedaban cortos al lado de tamaña perfección.

 

El pelinegro no pudo controlar el gemido que salió de su garganta al admirar esa venosa y dura polla. Sintió que la saliva se le acumulaba en la boca mientras bajaba para darle un pequeño beso.

 

“¡N-no! ¡Z-zorrito, no!” Jadeó y gruñó Sakuragi tomando los cabellos de Kaede para alejarlo. No es que el pelirrojo estuviese loco para no desear sentir la humedad y calor de la perfecta boca envolviendo su desesperada y obviamente dispuesto miembro; pero no lo quería ahora, con los padres Rukawa a sólo un piso de distancia. Además, aunque sonara como una chiquilla boba, aun no se sentía listo. Era muy pronto, es decir, sólo ayer en la noche había llegado y confesado sus sentimientos. Y recién y todavía estaba asimilando todo esto. Ello no quería decir que deseara menos al otro chico pero… necesitaba un poco acostumbrarse a la idea de que él, Hanamichi deseaba sexualmente a Rukawa.  

 

Kaede, por otro lado, a pesar de su alucinante estado de excitación, fue capaz de entender los reparos de su compañero, asique, tragando el nudo de su garganta, se dispuso a abrirse sus propios pantalones con cierta cautela y nervios. Él tampoco estaba muy templado que digamos, pero ya llevaba soñando con esto demasiado como para desaprovechar la oportunidad.

 

Momentos después ambos chicos, apretados contra el otro, se besaban con gula y desesperación mientras una pálida mano y otra bronceada, envolvían ambos miembros refregándolos pegados y duramente.

 

Milagrosamente estuvieron ahí por varios minutos, en los que algunas veces variaban la velocidad y fuerza de la masturbación o se intercambiaban roles: Sakuragi sólo tocando la polla del zorro, mientras que éste sólo la de su monito, o ambas manos trabajando juntas. Kaede disfrutó especialmente cuando, a parte de lo obvio, Hanamichi metía su rostro en su cuello para besárselo y lamérselo.

 

El pelirrojo se dio cuenta que tenía una obvia debilidad por el pálido y esbelto cuello: adoraba tocarlo, besarlo y morderlo; no podía esperar a ver sus marcas en él.

 

Cuando Rukawa sintió ese fuego en su estómago, esa fiebre en su cuerpo, ese inminente aviso de urgencia y euforia, gimió gravemente en la boca del pelirrojo mientras se corría. Hanamichi, viendo el delicioso rostro de Kaede y su expresión de éxtasis, no pudo aguantar más su propia explosión, que liberó con un gruñido en el cuello de su compañero.

 

Ambos se quedaron jadeando y respirando agitadamente en la misma posición, sólo que ahora Rukawa mantenía su mejilla en la mojada y arrugada polera del otro chico. Después de unos minutos sin embargo, se separaron para limpiarse. El zorro, que para sus momentos solitarios guardaba toallitas húmedas, sacó la cajita y le pasó una buena cantidad al mono para que también se limpiara. Kaede aprovechó también de cambiarse de ropa, lo que hizo antes de abrir de par en par su ventana y tirarse a la cama con somnolencia y satisfacción.

 

Sakuragi, quien se estaba abrochando los pantalones con cierta dificultad (aun estaba un poco nervioso), se acomodó luego la polera para sentarse en la orilla de la cama con su cuerpo aun rígido y tenso.

 

Estuvieron en silencio por unos minutos; cada uno metidos en sus pensamientos o recuerdos. Pero la personalidad es más fuerte que la incomodidad, dicen.

 

“¿Y ahora qué hacemos?... Aun es temprano…” Comentó Hanamichi mirando uno de los relojes, el cual marcaba las 19:07 de la tarde. Rukawa, que estaba estirado con los ojos cerrados, simplemente levantó los hombros “… ¡Sh! ¡Eres un holgazán, zorro! ¡Este talentoso deportista no se va quedar el resto del día aquí!” Le gritó moviéndole con cierta brusquedad uno de sus piernas, a lo que el zorro gruñó.

 

“Ya cállate” Por fin contestó abriendo uno de sus ojos. El pelirrojo enseguida le pulverizó con la mirada.

 

“¡Allá tu, perdedor! ¡Este genio irá a entrenar!” Dijo con el ceño fruncido mientras salía de la habitación rápidamente.

 

El pelinegro, suspirando, se levantó y siguió al pelirrojo. ¿Por qué no podemos simplemente quedarnos acostados un rato más…? Se preguntó con desgana y molestia mientras se colocaba sus Tenis, agarraba su bolso y se despedía de sus padres para luego salir junto al mono.

 

El zorro, acostado relajadamente sobre las mantas, lo único que había deseado era que el otro chico se estirara a su lado, que se apretara a su cuerpo y que pudieran quedarse así… no estaba seguro exactamente de cuánto tiempo… pero si uno largo…

 

Había querido pasar un brazo sobre el fuerte y tonificado torso de Hanamichi, o una pierna sobre las musculosas del mono; o simplemente apoyar su mejilla en el hombro contrario. Pero noooo. Ese animal de energías interminables necesitaba siempre estar haciendo algo. No es que Rukawa no quisiese jugar baloncesto, pero ello lo hacía todos los días; Sakuragi, en cambio, llevaba en EE.UU menos de dos putos días… ¿Era acaso, demasiado pedir que lo quisiera sólo para él por unos cuantos momentos?

 

“¡Esta vez te voy a destrozar, bastardo! ¡Ya verás! Este talentoso deportista barrerá el piso contigo” Presumió y vociferó Hanamichi cuando llegaron a la conocida cancha pública y dejaron sus bolsos sobre una de las viejas bancas.

 

“Soñar es gratis, tonto” Replicó indiferente Rukawa colocándose su fiel banda azul cerca de su codo.

 

“¡Te haré tragarte tus palabras, maldito!” Atacó el pelirrojo al tiempo que agarraba el balón y apuntaba al otro chico, que se volvió hacia él con una maliciosa sonrisa en su cara zorruna.

 

“Si es con tu lengua en mi boca, no tengo ningún problema” Dijo riéndose de la expresión horrorizada del más alto.

 

“¡Agh! ¡¿Qué te pasa, pervertido?! ¡Cierra la boca!…” Interrumpió de inmediato Hanamichi mirando frenéticamente hacia los lados, agradecido de que, afortunadamente, ningún menor de edad ni ser humano estaba por los alrededores. “… ¡Sh!.. Mejor empecemos…”Continuó un poco más calmado posicionándose a mitad de cancha.

 

Luego de un rápido juego de piedra, papel o tijeras, el ganador (zorro) comenzó con el uno-contra-uno.

 

Este, tal y como sus tantos otros juegos, fue fatigoso y exigente. Les obligó a ambos a dar lo mejor de ellos, especialmente ahora que tenían la confianza suficiente como para hacerse faltas de las más tontas y absurdas. No mentirían al decir que no aprovecharon cada oportunidad para tocar, disfrutar y admirar el cuerpo del otro, pero también de fascinarse con las habilidades de su compañero; rasgo que primero les atrajo mutuamente.

 

Sin el baloncesto de por medio, lo más probable es que ellos nunca se hubiesen hablado o hecho cercanos; fue el balón, la duela, el tablero, las jugadas, y en general, ese bello y perfecto deporte, el que les unió, el que les hizo ver la grandeza del otro. Porque cuando Rukawa veía a Sakuragi jugar, se sentía parte de un mundo mejor, libre y hermoso, y cuando jugaba con él, nada era más adrenalinico, ni adictivo, ni eufórico; con él, el pelinegro era feliz.

 

Y Hanamichi, él sólo conoció lo que era el arte cuando vio esa primera vez, hace ya varios años atrás, a través la rendija de la puerta, como Kaede entrenaba en solitario en el gimnasio de Shohoku; desde allí, siempre se sentía sobrecogido y abrumado por el otro chico, y ahora, ahora simplemente se ahogaba con su presencia, con su mirada, con sus labios y con su tacto. Sólo con él, el pelirrojo podía aceptarse plenamente.

 

Cuando finalizaron el partido, que fue ganado por muy poco diferencia por Rukawa, fueron a un parque que tenía un pequeño puesto de helados.

 

“Yo… yo pago” Dijo el mono sacando su billetera y entregando el dinero para los dos conos a la sonrojada chica que les atendía. El pelinegro le frunció el ceño.

 

“Yo tengo mi dinero, idiota” Le alegó cuando caminaban a una banca para comer tranquilos.

 

“¡No me digas idiota, zorro tonto! ¡Y no lo hice por eso!... Es sólo que…” Intentaba decir Hanamichi mirando el helado de frutas tropicales escurrirse por los lados, hasta sus dedos. Kaede le observaba de soslayo mientras disfrutaba de su sabor a menta. “Bueno… ¿no se supone que nosotros somos… o estamos…? ¡Tú sabes! ¿N-no se supone que tenemos que pagarnos cosas y estupideces así?” Dijo al fin, intentando probar el cono de helado que casi estaba deshaciéndose.

 

“No soy una chica, tarado” Le recordó con un bufido, pero aun así Kaede entendió lo que el mono quería decir, y ello pareció apretarle un poco el corazón en su pecho, que luego palpitó alborotado.

 

Si… si lo somos, Hanamichi…quiso decirle, pero las palabras no salían de su garganta.

 

“¡Agh! ¡De verdad que eres un bastardo! ¡Obvio que sé que no eres una chica, maldito! ¡Pero…! Yo… yo siempre me imaginé… en un futuro… o en algún momento… comprándole y pagándole cosas a mi persona especial… y b-bueno… ahora tu eres esa p-persona especial, asique… ¡Si quiero comprarte o pagarte algo, es mi problema, estúpido!” Contestó sonrojado desde el cuello hasta la raíz de sus cabellos, ignorando totalmente la mirada de su compañero.

 

Kaede Rukawa, el rey de hielo, el ex rookie, estaba con los labios medio abiertos y los ojos asombrados viendo al pelirrojo a su lado.

 

Su corazón, latiendo a mil, parecía querer romper sus costillas y traspasar cada capa de piel que le cubría, porque las poderosas y violentas palpitaciones le retumbaban hasta en sus oídos. Definitivamente sus costillas no eran lo suficientemente grandes como para albergar a su hinchado de amor corazón.

 

Sus manos, temblorosas, dejaron que un poco de helado cayera a sus impecables pantalones. Sus rodillas se sintieron extrañas, por lo que agradeció estar sentado. Y su estómago, su maldito estómago parecía un nido de serpientes y una cantidad abrumadora de bichos por el revoloteo y revoltijo que allí sentía. Esas malditas orugas que por tanto tiempo estuvieron molestando y frustrándole allí, al fin parecieron mutar y abrirse en anormales mariposas que le rozaban la piel y órganos internos.

 

Hanamichi… Hanamichi…. Hanamichi…

 

Se repetía una y otra vez en su cabeza y en su loco corazón como un rezo, una manta, un ruego. Rukawa maldijo este puto parque y a todas las malditas personas que estaban a su alrededor, pues lo único que deseaba ahora mismo, era saltar encima de su mono y devorarlo a besos.

 

Como pudo, se controló y se conformó con pegarse bien al otro cuerpo y juntar sus manos libres en su bolsillo. Las apretaron fuertemente durante todo el paseo.

 

Camino a casa más tarde, Kaede juró que esta noche, si o si, le daría una mamada a su perfecto novio.

 

.

 

.

 

Una de sus blancas manos estaba cómodamente inmersa en ese mar de cabellos rojos, que si bien no estaban tan cortos, tampoco estaban lo suficientemente largos como para tirarlos y agarrarlos (con ternura, por supuesto), pero aun así se dedicó a disfrutar de ellos al tiempo que la dura cabeza del mono estaba estirada y apoyada relajadamente en su hombro mientras se encontraban completamente estirados y acostados en su blando colchón. Sakuragi, mientras tanto, estaba viendo un tonto programa en el televisor que, de vez en cuando, le sacaba pequeñas o estruendosas risas, haciendo retumbar el cuerpo de Kaede, quien tenía la mitad de su figura bajo el contrario en la cama.

 

Durante esta mañana no habían hecho más que vegetar en su habitación, algo de lo que Rukawa estaba inmensamente agradecido, pues es lo que había estado deseando hacer desde que el pelirrojo llegó a su casa hace poco más de una semana atrás. Este día al fin lo habían logrado, puesto que la final del campeonato de baloncesto universitario era esta noche, y Hanamichi había concedido un día de pleno descanso, ya que entendía que el zorro necesitaba distraerse y no morar o estresarse por el partido de más tarde. ¿Y que mejor forma que simplemente quedarse acostados viendo televisión, o jugando videojuegos, o besándose tranquilamente en la cama?

 

No está demás agregar que también así podían aprovechar para pasar tiempo juntos; tiempo del que estuvieron un poco privados estos últimos días, por cuanto la semi y final deportiva del campeonato universitario exigía y entregaba a la comunidad de fanáticos una serie de eventos y celebraciones por las ultimas semanas en las que duraba. Por suerte la final sería disputada aquí, en North Carolina, por lo que todas las entrevistas, sesión de fotos, festivales y diversos  (y agotadores) juegos con la comunidad, se llevaron a cabo por los alrededores de Chapel Hill, Raleigh y Durham.  Hanamichi, que por papel ya era parte del equipo, pudo estar presente en todos los eventos,  pero se vio incapaz de participar en cualquiera de ellos, debiendo quedarse tras bambalinas viendo las payasadas y competencias de su zorro y el resto de sus compañeros.

 

Sakuragi rió especialmente fuerte cuando una caída de esos programas de videos graciosos casi le hizo doblarse de estómago, mas las manos de Kaede (una en el pelo y otra en el pecho del mono) le mantuvieron en su lugar.

 

“Mmh--” Llamó Rukawa a su compañero, quien suave y rápidamente alzó la vista, quedando de esa manera su cabeza bajo la barbilla del pelinegro. El alero se quedó viendo los marrones ojos del chico, la recta nariz y los besables labios, los cuales no dudó en tomar con su propia boca. Esa mano que mantenía en los rojos cabellos, le tiró la cabeza más atrás, logrando así profundizar más el ansiado beso. Sakuragi abrió los labios y lamió con suavidad el labio superior del zorro, quien se dejó hacer antes de tomar y chupar la lengua dentro de su boca. Continuaron chocando labios y dientes por varios minutos, hasta que Kaede comenzó a sentir molestias en la parte trasera de su cuello. “Date la vuelta” Le dijo sin separarse demasiado del otro chico. Hanamichi cumplió en seguida, quedando su peso y fuerza sobre el cuerpo urgido del otro basquetbolista.

 

El pelirrojo gruñó cuando el húmedo músculo del zorro hizo un delicioso movimiento en su boca, causando que un placentero tirón se esparciera desde su entrepierna. Sakuragi mordió con picardía el labio inferior del otro chico, antes de bajar con sensualidad hacia su escondite favorito: el terso y perfecto cuello del pelinegro. Kaede gimió roncamente al sentir la mojada lengua de su mono lamerle y chuparle con hambre.

 

Rukawa, sintiendo las mansas embestidas de la otra entrepierna sobre su muslo, se mordió los hinchados labios antes de bajar sus manos a los pantalones deportivos del mono. Los bajó lo suficiente para introducir una mano y comenzar a refregar con cierta fuerza el abultado y duro miembro que se sentía a través de la ropa interior. Hanamichi gruñó antes de morder con brusquedad el cuello expuesto a su merced, a lo que el zorro respondió apretando con igual violencia el grueso bulto.

 

La poderosa rodilla del pelinegro empujó con impaciencia la cadera del pelirrojo, instándole a darse vuelta. El autoproclamado genio besó un poco más al ansioso chico bajo él antes de tirarse sin delicadeza de espaldas al blando colchón.

 

Kaede, que había quedado sobre su entrepierna, se meneó un poco, disfrutando la fricción de ambas durezas antes de bajar y posicionarse sobre los muslos contrarios. Su boca salivaba mientras bajaba la ropa interior con lentitud, a lo que el pelirrojo jadeaba y agarraba con fuerza las manta entre sus dedos.  

 

Sólo una vez antes Rukawa había chupado la vida fuera del mono excitado bajo él, y aunque había sido demasiado rápido y poco experimentado, ambos lo disfrutaron como nada más en la vida; y los dos habían estado ansiosos por repetirlo; aunque el zorro debía admitir, que esperaba que ya luego Sakuragi se animara a hacérselo a él.

 

Cuando el duro e hinchado miembro golpeó el estómago del mono, Kaede no perdió tiempo admirándolo o soñando esas pervertidas fantasías porno de los videos, dedicándose enseguida a besar y lamer la pronunciada punta.

 

Sakuragi estaba ya jadeando con el rostro rojo y sudoroso. La situación era de lo más caliente y vergonzosa para él, quien a pesar de haber disfrutado de este placer antes, el miedo y, para qué mentir, el morbo de ser descubiertos por los mayores aumentaban su excitación a mil. Su piel cosquillaba y temblaba. Sus abdominales se contraían con fuerza, y la sensual corriente eléctrica casi le quemó algunas neuronas cuando el pelinegro se metió la polla de golpe a su húmeda y pequeña boca. Gimió y gruñó al sentir esa traviesa y mojada lengua bajar y subir por toda su longitud, especialmente con la fuerza que ejercían esos rellenos labios, que sin bien no llegaban hasta la base, le hacían experimentar fuego hasta la punta de sus pies, los cuales encogió con fuerza reprimida.

 

Rukawa impuso un ritmo lento y explorador, disfrutando del peso del hinchado miembro sobre su lengua, además de los jadeos casi ahogados que soltaba Hanamichi desde arriba. Kaede podía imaginarse su rostro, todo sudoroso, rojo y extasiado. Subió un poco los ojos, y casi gruñó cuando comprobó que su imagen mental era totalmente cierta. La vibración de su gruñido causó que el pelirrojo gimiera roncamente y se curvara casi violencia. Kaede le sujetó los muslos instándole a quedarse quiero. El mono obedeció.

 

Después de uno largos minutos de sonidos mojados, de succión y roncos jadeos, el pelinegro ahuecó las mejillas para chupar con más dureza y velocidad, sabiendo que su novio lo necesitaba casi con locura. Cuando su mono puso una fuerte mano sobre sus negros cabellos, el pelinegro bajó con cierta prisa una de sus manos hasta su propio miembro para comenzar a masturbarse también.

 

Aunque la primera vez que le había hecho una mamada le había molestado e incomodado la palma de Sakuragi empujándole o guiándole sobre sus oscuras hebras, ahora cayó en cuenta de que le gustaba (enormemente) que el pelirrojo le apretara más contra él, y que con la fuerza del agarre le hiciese saber cuánto le gustaba lo que le estaba haciendo.  Por ello es que comenzó a tocarse con mayor rapidez cuando Hanamichi le sujetó bien abajo hacia su desesperada y dura polla.

 

“Ahg… m-me voy…” Alcanzó a decir el mono cuando esa deliciosa puntada de sus testículos aumentó y envió una corriente ardiente hasta su miembro refugiado en la boca de su novio. Ambos estaban a punto de correrse maravillosamente cuando una voz les alertó con violencia.

 

Ciertas cosas pasaron en unos mínimos instantes:

 

Primero, mamá Rukawa les gritó desde el primer piso sobre la hora y el inminente partido. Segundo, Sakuragi se sentó como un resorte. Kaede, por consiguiente, se enderezó. Y tercero, Hanamichi pateó al otro chico fuera de la cama para levantarse con prisa y abrocharse los pantalones.

 

El pelinegro, que miraba irritado y frustrado al alborotado pelirrojo, se sobó discretamente sus violentadas nalgas para luego pararse y acomodarse también sus ropas.

 

“Tarado” Le llamó rabioso acomodándose la polera viendo como el otro se vestía con una velocidad sobrehumana. Ya era la segunda vez en sólo una semana que le dejaba a medias. ¡¿Qué le costaba esperar sólo unos segundos?! Mono egoísta… pensó mirando casi con pena su entrepierna, que apenas escuchó la voz de su progenitora, huyó en cobardía

 

(Soldado que arranca, sirve para otra guerra, dicen)

 

“¡¿Qué te pasa, zorro?! ¿Acaso no viste la hora? ¡Son las 3! Tenemos que irnos…” Gritó al tiempo que agarraba su bolso y el de Kaede, para luego abrir con cierta urgencia el seguro de la puerta y salir casi corriendo por ella. Rukawa suspiró y le siguió con menos apremio después de limpiarse (y calmarse).

 

Sus padres, que esperaban en la primera planta, no hicieron comentario alguno sobre la posible distracción que les tenía taaan ocupados, que no notaron que ya era hora de irse; tampoco hicieron mención de lo sonrojados que estaban, ni de lo nervioso que parecía Hanamichi (cuando era Kaede el que iba camino a disputar una final). Simplemente condujeron en silencio, con la cabeza del pelinegro cómodamente apoyada en el hombro del pelirrojo.

 

El autoproclamado genio, que había comenzado a ir a las prácticas y, de hecho, ser partícipe de ellas hace sólo dos días atrás, fue permitido dentro del camarín mientras los chicos llegaban y se cambiaban (esta vez jugarían de locales), donde tuvo la fortuna de escuchar el poderoso e inspirador discurso de uno de los asistentes, aquel que más tenía apego y cercanía con los muchachos; el entrenador luego se había acercado para repasar la estrategia y movimientos de juego con los titulares y suplentes. Hanamichi, aunque sabía y entendía que no podía jugar (pues no estaba inscrito en el equipo al comienzo de aquella competencia), sintió aun así decepción y desazón al ver como los chicos se colocaban sus uniformes y cumplían sus respectivas cábalas.

 

Ya me tocará a mi… ¡Este talentoso deportista les probará a todos!... Sólo tengo que ser paciente… Sólo tengo que seguir entrenando… Pero este genio brillará cuando juegue… jejee… ¡Opacaré a todos!... pensó destellando felicidad mientras ojeaba a sus, ahora, compañeros de equipo. 

 

Se detuvo, no obstante, cuando llegó a la silueta indiferente y elegante de Rukawa, quien estaba terminando de subirse el cierre de la chaqueta oficial de los Tar Heels.

 

Hanamichi, aunque ya no sentía los mortales y fogosos celos y envidia cuando veía al zorro jugar hermosamente, todavía tenía ciertos problemas al admitir abiertamente que le consideraba un jugador de lujo, uno que merecía ovación y llantos (no de él, por supuesto), pero ahora, en la comodidad y privacidad de sus pensamientos, podía sinceramente confesar que le admiraba; tanto como persona y como basquetbolista; y que ahora mismo a penas y estaba conteniendo las ganas de verle jugar en la duela; de verle correr con gracia y fuerza; de botear con maestría y de encestar con su inigualable técnica y habilidad.

 

Aunque el pelirrojo notó que Kaede estaba listo, le vio tomar asiento lenta y calmadamente en su puesto del locker para mirar los cordones de sus Tenis como lo más interesante del mundo.

 

Sakuragi, extrañado, comenzó a dar ánimos a los otros chicos, especialmente a Kevin (su amigo más cercano de todo el plantel). El chico de cabellos crespos, luego de atarse con manos temblorosas sus Tenis, le comentó en tono de aparente broma como se había prometido a sí mismo no cortarse el cabello hasta que ganaran el campeonato universitario, como una especie de desafío y aliciente para ganar y dar lo mejor de sí en cada uno de los encuentros; especialmente éste.

 

¿Qué quieres… parecerte al tío cosa?” Interrumpió cara pálida, parándose al lado de ellos y acomodándose una nueva muñequera marrón en su mano izquierda. Kevin enseguida le miró con cara de poco amigos, a lo que el otro chico le sonrió con la lengua afuera y pegándose más al cuerpo de su compañero de equipo.

 

¿Esa es nueva?” Inquirió Sakuragi viendo la muñequera, la cual no la había visto en Chris hasta este día. Le llamó la atención, puesto que, normalmente, los jugadores eran muy cuidadosos con sus costumbres y acciones los días de los partidos taaan importantes, creyentes de que tenían que hacer prácticamente todo igual para mantener la racha ganadora. Por lo que, arriesgarse a usar algo nuevo un días tan importante como este le dio curiosidad; y como Hanamichi no tiene pelos en la lengua…

 

“Ehh---…eses un regalo” Murmuró Chris con el rostro más pálido de lo normal. Kevin miró para todos lados con las manos revolviendo casi frenéticamente sus cabellos largos.

 

“Oi… ¿Por qué estás tan rojo?” Preguntó Hana a su amigo, quien le frunció el ceño.

 

“¡Yo no estoy rojo, pelirrojo! Estoy a-n-s-i-o-s-o… ¿cierto, Chris?” El joven más blanco miró al otro fijamente antes de salir casi corriendo del camarín. Sakuragi se quedó con un claro signo de interrogación cuando Kevin salió detrás del otro chico con prisas.

 

Sin entender nada, continuó dando ánimos a los otros chicos, quienes ya habían empezado a salir con pequeños saltos, moviendo las manos y dedos con nervios, o incluso algunos, aun escuchando música para (presuntamente) relajarse.

 

Sólo cuando la habitación quedó vacía, el ojiazul levantó el rostro hacia su novio.

 

“¿Qué me darás si gano?” Preguntó con el rostro impasible.

 

“¡Sh---! ¿Por qué tendría que darte algo, bastardo? ¡Simplemente gana!” Replicó enseguida al tiempo que se ubicaba junto a él y se apretaba bien contra al otro cuerpo.

 

Rukawa volteó para mirarlo de frente.

 

Algunas veces, el zorro pensaba para sí que no había ni una cosa de Sakuragi que no le gustase: adoraba sus cortos cabellos fuego, su frente, sus oscuras cejas, sus párpados, sus fieros y achocolatados ojos, sus mejillas, sus rellenos labios, su perfecta barbilla, su marcada mandíbula, y todo lo demás que venía con el paquete. Y siempre que le miraba, algo dentro de él se inflaba y le quitaba un poco el aire.

 

Sabía que ahora mismo (justo antes de una final) no era el momento de morar o intentar descifrar sus sentimientos, pero… pero Kaede pensó que había grandes posibilidades de que estuviese… enamorado.

 

“Da lo mejor, zorrito” Le interrumpió Hanamichi con una pequeña y dulce sonrisa. El pelinegro le correspondió antes de acercarse para robarle un firme, pero corto beso.

 

“Siempre” Susurró.

 

Ambos después caminaron rumbo la cancha, donde ya todo el público esperaba eufórico el comienzo del tan esperado duelo. El entrenador Williams urgió a Rukawa que apurara el paso y se deshiciera de la ropa que le cubría, para que se acercara al resto de los titulares que serían presentados desde el megaparlante.

 

Los chillidos y alaridos de apoyo y emoción estuvieron presentes desde el inicio hasta el término del encuentro. No importa si los locales hubiesen perdido gran parte del primer tiempo, los fanáticos no dejaron de animar ni un segundo. Incluso Sakuragi se paraba junto al viejo Williams para gritar y alegarle a algunos de los árbitros por alguna supuesta injusticia.

 

Tom, Kevin y Rukawa fueron las estrellas de North Carolina, y quienes lograron romper y eliminar la horrible desventaja que les aquejaba en el tablero. Sin embargo, ni aun cuando lograron una pequeña ventaja de dos puntos los jugadores de Tar Heels pudieron respirar con tranquilidad, puesto que el otro equipo también venía dispuesto a dar todo para ganar (era una final, después de todo).  Sólo uno de ellos se llevaría el trofeo a casa, y ambos esperaban ser los elegidos.

 

Prensa y comentaristas ya hablaban de éste como el partido más emocionante y duro de toda la temporada, digno de una final y  meritorio de halagos para ambos equipos.

 

El entretiempo estuvo cargado de expectación y ansiedad. Todos los chicos sudaban y respiraban con dificultad, algunos incluso estaban en aprietos para fijar la mirada o mantenerse en pie. El entrenador les gritó y alentó para lo que quedaba de juego. Les habló sobre las maniobra para hacer. Les instruyó para abandonar la defensa de acero que habían impuesta la primera mitad, para ahora concentrarse en una ataque duro y abrumante.

 

Es ahora o nunca” Les dijo con el rostro serio y decidido. Y todos lo sabían ya.

 

Era ahora… o nunca…

 

La vuelta a la duela fue dolorosa y cruel, pues no sólo los Tars habían recibido aliento y garra de su entrenador y asistentes. El otro equipo luchó como en una batalla sangrienta. Quizás no eran de cometer faltar, pero si eran de exigir lo máximo.

 

La conexión anormal de Kevin-Chris y Tom-Rukawa fue vital para ganar un poco de terreno los últimos 10 minutos. Los cuatro chicos parecían leerse la mente con cada jugada y movimiento. Y eso les permitía cierta libertad e imprevisibilidad a la hora de que sus oponentes reaccionaran.

 

Kaede, que tan sólo con dos minutos restantes para el final, se sentía al límite de sus energías y fuerzas, buscó mientras boteaba el balón, entre el público, a sus padres. Estos, en los pequeños segundos que cruzaron las miradas, le alzaron brazos y manos (su madre ya estaba llorando) en señal de victoria y apoyo. Ni un milisegundo después, miró hacia su banca por el mono pelirrojo, éste le indicaba con el brazo que siguiera corriendo y presionando.

 

Y eso hizo. Con todas sus fuerzas. Dejando su alma en la duela. Pasando bloqueos, posicionándose, y encestando para el triunfo de los Tar Heels de North Carolina.

 

El gimnasio de Chapel Hill rompió en gritos y celebración.

 

Challa comenzó a caer del techo, y la música retumbó por todo el lugar. Los chicos se acercaron para chocar manos, y estrechar al viejo y emocionado entrenador que les palmeó la espalda a todos y cada uno de ellos.

 

Prácticamente todos lloraron, y gritaron y corrieron por la cancha. El público, incluso, sin poder ser contenido por la seguridad del recinto, corrieron a la duela para abrazar a los jugadores y el resto del plantel.

 

La premiación no tardó en llevarse a cabo, colocando a mitad de la cancha los respectivos podios para los discursos y entrega de premios. Kevin (o el crespo) fue galardonado como el mejor jugador del certamen, mientras que Rukawa como uno de los mejores del equipo. Miles de fotografías y una gran copa dorada cayeron sobre los emocionados chicos, algunos de los cuales se dedicaron a bailar en la duela mientras otros daban entrevistas y otros más se refugiaron en los fanáticos.

 

Kaede, que tuvo que lidiar con su cuota obligatoria (según Dan) de entrevistas, se encaminó después al camarín para cambiarse de ropa. Los pocos chicos que estaban ahí continuaban riendo o bailando en celebración. Por supuesto que orgullo, alegría y satisfacción corrían por sus venas, pero esas no era su manera de celebrar algo.

 

Con el gran bolso cruzado por su espalda, salió del lugar esquivando de cuando en cuando a fanáticos que querían tirársele encima.

 

Cuando abrió la gran portezuela, el fresco aire de otoño le golpeó y heló el rostro y cuerpo demasiados eufóricos por la victoria recién experimentada.

 

“¡Oye, zorro!” Le gritó Hanamichi desde una esquina poco iluminada. Rukawa, entrecerrando los ojos para enfocar mejor la vista, se dirigió hacia él sin dudar en sus intenciones. Ya en el lugar, el pelirrojo inmediatamente le agarró firmemente de la mano y le guió lejos del lugar; de curiosos, de autos, de prensa y de compañeros. Le alejó del mundo; a una esquina encerrada entre un callejón donde nadie y nada pudiera estorbar. “Lo hicieron increíble… Tu, lo hiciste perfecto…” Dijo rápidamente y casi sin respirar. Antes de que Rukawa pudiese si quiera pensar en una réplica, el pelirrojo bajó la cabeza para besarle con apremio y urgencia. Kaede le recibió colocando ambas manos sobre las mejillas de su mono para apretarlo más a él.  Gimieron y jadeando buscando más contacto.

 

Así es como Rukawa Kaede celebra una victoria.

 

Sakuragi le empujó bruscamente a la pared, recibiendo ésta, en cambio, al inmenso bolso que el zorro cargaba en sus espaldas; sin esperar más, el pelirrojo se dedicó a besar y morder su parte favorita: el cuello del pelinegro. Le lamió y chupó especialmente la roja marca que le había hecho ahí hace unos días atrás, a lo que el alero gimió roncamente, apretándose en respuesta mucho más contra el duro cuerpo de su compañero.

 

Rukawa bajó sus manos hasta el firme y apretado trasero del mono, y le estrujó rudamente hacia él. Sin embargo, cuando comenzó a sentir su propia excitación viajando directa y vertiginosamente hacia su área sur, volvió a la aburrida tierra de la consciencia.

 

“Hanamichi, para…” Le llamó moviendo su cabeza para encontrar los adictivos labios de su novio. Cuando se encontraron, se besaron  lánguidamente por unos cuantos momentos más hasta que Kaede se separó no sin cierta renuencia. “…Mis padres están esperando” Le recordó intentando deshacerse de la calentura.

 

Sakuragi, aun con los ojos nublados y la respiración pesada, movió bruscamente su cabeza para despejarse, dándose incluso unos cuantos golpes contra la pared para concentrarse en el chichón de su frente, en vez de en el fuego que aun quería correr por sus venas. El zorro suspiró con resignación al ver aquella conocida y estúpida acción.

 

Algunos idiotas nunca cambian, pensó con una sonrisa.

 

“¡Bien! ¡Este genio está listo!” Vociferó el pelirrojo con un puño en alto.

 

“Después de matarte las pocas neuronas que te quedan, torpe” Se burló comenzando a caminar hacia el vehículo de sus papás.

 

“¡¿Qué?! ¡¿Cómo te atreves, bastardo?! ¡Si no mal recuerdo, tu eras el tonto que apenas y estaba pasando sus materias! ¡No como este talentoso deportista, que salió en todo con un sobresaliente! Nyahahahhahah” Rió y presumió de sus habilidades hasta llegar donde esperaban los progenitores del zorro.

 

Ambos padres, cada uno a su modo, felicitaron al adolescente. Mei se moría de ganas por abrazar y apretar a su pequeño (muchos centímetros más altos que ella) entre sus brazos, pero sabía que debía aguantarse hasta un momento privado, donde el orgulloso pelinegro no se sintiera abochornado frente a su---… (Mamá Rukawa dudó, pues aun no estaba segura de si los dos chicos eran o no algo), bueno, para simplificar, frente al chico que le gusta. 

 

Los padres Rukawa, tal y como hacían después de cada juego al cual asistían, les invitaron a cenar a un lindo y poco concurrido restaurante, donde toda la familia compartió la velada tranquilamente.

 

Al llegar a la residencia, tan cansados y somnolientos estaban todos, que sólo alcanzaron a apoyar sus cabezas en las almohadas y entregarse al mundo de los sueños. Rukawa, que se fue durante todo el viaje de auto planeando lascivos planes para él y su mono, tuvo que postergar  cualquier fantasía para cuando estuvieran despiertos y dispuestos.

 

Pero no le importó demasiado, pues sabía que él y el Sakuragi tenían todo el tiempo del mundo.

 

.

 

.

 

Doblando descuidadamente la polera deportiva, la introdujo sin demasiada delicadeza al fondo de su bolso, el cual llevaba sagradamente a cada entrenamiento; después de ella, comenzó con unos pantalones, toallas y demás objetos y ropa que podría necesitar luego de la agotadora práctica. Antes de cerrarlo, sin embargo, notó de soslayo la bolsa plástica blanca que descansaba a un lado de su velador de noche. Mirando rápidamente a sus lados para comprobar que nadie le veía, agarró con rapidez la bolsita y la metió con fuerza al fondo del bolso plomo y negro.

 

Ni loco dejo esto aquí en casa… pensó cerrando tranquilamente el cierre.

 

Los artículos que se encontraban dentro de la susodicha los había comprado en un arranque de valentía y ansiedad. Hace unos días atrás, cuando salió a comprar algunas cosas al supermercado (a pedido de su madre) mientras el mono corría sus buenos kilómetros, se había quedado parado como bobo frente a una farmacia, con la mente en blanco y los pelos de sus brazos parados. Sin siquiera razonar o medir consecuencias, entró y adquirió los dichosos artículos que ahora, cada vez que salía, se los llevaba consigo por miedo a que su madre, o el mismo pelirrojo pudiesen verlo (irónico que temiera de este último, pues con él pensaba usarlos)

 

Lo anterior porque, sin importar que ya llevasen más de un mes y medio de esta… relación… Hanamichi parecía verdaderamente creer que lo que llevaban haciendo hasta ahora era lo máximo a lo que podían aspirar.

 

Y sinceramente, Kaede ya estaba llegando a su límite.

 

Por supuesto, adoraba, amaba y disfrutaba plenamente besando ardorosamente a su mono; tocando su torso sobre la ropa, masturbarlo con su mano o con su boca. Le fascinaba y encantaba todo eso.

 

Pero…, necesitaba más.

 

Necesitaba, con desesperación y casi rayando en la locura, poder deshacerse de toda la ropa de Sakuragi, dejarlo tal y como llegó al mundo sobre su cama, o en realidad, donde sea, con tal de tenerlo desnudo. Necesitaba urgentemente que el pelirrojo le tocara de la misma manera que él lo hacia con su novio.

 

¡Mierda! La verdad… es que necesitaba follar… o ser follado… cualquiera servía…

 

Pero Sakuragi parecía indiferente a todo ello. Ajeno a su dolor y frustración. Parecía tan contento y pleno después de una simple sesión de besos, o luego de un trabajo manual o mamada, que Rukawa no sabía cómo traer el tema sobre la mesa.

 

¿Cómo puedes decirle a tu estúpido e inmaduro novio, que quieres llegar al… bueno…, final? ¿Qué estás desesperado por más? ¿Urgido y alterado por tocar y besar más piel? ¿Qué quieres ponerlo en cuatro, o arriba, o encima, o al lado tuyo y tener, por fin, el sexo más caliente en la historia del sexo gay?...

 

No…no puedes decirle a un cabezahueca y lento como él cosas así… de seguro me tapa la boca, se pone rojo y comienza a insultarme…

 

El pelinegro recordó, vagamente, que hace un tiempo atrás pensó en cómo sería el pelirrojo de novio, concluyendo e imaginando que el ala-pívot sería atosigador, dependiente y claramente acaparador.

 

Lamentaba decir, no obstante, que si uno de los dos era así, era él mismo. 

 

Era el zorro quien quería y, de hecho, estaba a cada momento con el mono. No lo dejaba solo ni a sol ni a sombra. Las únicas horas que la pasaban distanciados, era cuando el pelirrojo salía a trotar, actividad que Kaede intentó, de hecho, algunas veces, pero sólo dos, pues sus horas de sueño eran demasiado valiosas. Pero si no era por eso, entonces estaban a cada segundo juntos. Dormían juntos, con la excusa de que se quedaron hasta muy tarde jugando a la play (nadie se creía nada, pero aun así asentían), practicaban juntos todas las mañanas que no había entrenamientos; iban al gimnasio juntos, donde si el pelirrojo se iba con algunos de los chicos, ahí también estaba el zorro (quien estaba aprendiendo, de a poco a socializar), salían en las tardes juntos; y lo más seguro, es que cuando las clases comenzaran después de las vacaciones, también estuvieran en clases juntos.

 

(…Aunque estudiaban cosas distintas)

 

En estas casi siete semanas de relación, sin embargo, ninguno de los dos había demostrado explícitamente demasiadas muestras de romanticismo o empalagues. Quizás se podría denominar  como cierto sentimentalismo el que Sakuragi de vez en cuando alegaba que deberían salir más de la casa; que tenían que pasear y conocer y explorar; que eran… bueno… novios… y que las parejas se supone que hacen ese tipo de cosas. A pesar de ello, era el pelinegro quien en la sala de cine le tomaba la mano (entre los muslos, por supuesto), o vigilaba que el otro chico comiera mejor y no sólo porquerías; o que si salían, que el mono lo hiciera con la ropa adecuada, y no con algo que le enfriara o afiebrara; el que en la noche, después de besarse hasta robarse el alma, se abrazaba al otro cuerpo

 

Y lo peor de todo… es que siempre era él quien buscaba el contacto (de cualquier tipo).

 

Era enfermante, patético, ridículo e idiota… pero… no se puede reprochar a un hombre enamorado, ¿verdad?

 

“¡Oye, bastardo! ¡¿Vienes o no?!”…Si… Si se le puede reprochar algo al retrasado que está enamorado de un bruto animal como Hanamichi Sakuragi, mas sabiamente, nadie abría la boca.

 

Rukawa suspiró antes de ponerse el bolso detrás de la espalda y bajar a la entrada, donde le esperaba Sakuragi listo y moviéndose impaciente. Se despidieron de la mujer que planchaba calmadamente en una esquina y partieron caminando hacia el cercano gimnasio. (Ambos, en un mudo acuerdo se habían deshecho de la bicicleta -no literalmente – para así pasar más tiempo juntos)

 

Ya cuando llegaron a los terrenos deportivos de North Carolina, se concentraron exclusivamente en el baloncesto.

 

Sakuragi, quien ya había pasado sus variadas pruebas físicas y de integración, ahora entrenaba normal y regularmente con el resto de los miembros del equipo. A algunos chicos todavía les costaba trabajo acostumbrarse a la masa roja y bulliciosa, que nada más entrar al gimnasio hacía notar su presencia; por supuesto, había chicos que a aquello les molestaba (como en todo grupo social) pero lo ignoraban y seguían con sus vidas. Los otros jóvenes, que ya eran amigos del pelirrojo desde su visita, lo aceptaron con los brazos abiertos, especialmente Kevin (o crespo) que llegó a tomar algo así como el papel del Yohei americano.

 

Durante el transcurso y el paso del entrenamiento, no obstante, Hanamichi experimentó la extraña necesidad de observar a Rukawa.

 

Era irritante y frustrante, pero no podía despegar sus ojos de él. Algo estúpido le parecía, puesto que veía al zorro 24/7.

 

…Mas ahora era distinto.

 

No estaba viendo a su compañero de equipo de los Tar Heels. No estaba compartiendo con su compañero de casa mientras veían televisión o comían. No estaba con su amigo jugando en la Xbox. Tampoco se trataba de su rival en la duela. Y más extraño, no era su novio, con quien pasaba tardes enteras entre besos y caricias.

 

El pelinegro al que miraba con tanta avidez y necesidad ahora mismo,… era un hombre.

 

Un hombre guapo, sexy y masculino. Un deportista que, corriendo en la cancha, haciendo maniobras, pasando al resto de los chicos y encestando, movía, contraía y lucía sus marcados y tentadores músculos; su blanca y suave piel se exponía y atraía con el brillo de su sudor y arduo trabajo; en fin, llamaba… con ese perfecto cuerpo.

 

Sakuragi tuvo que golpearse la frente contra la pared (llamando la alarmada atención de algunas personas que le preguntaron si estaba bien, recibiendo un gruñido como respuesta) y tragar pesadamente el nudo de su garganta antes de volver a jugar con el resto de sus compañeros de práctica.

 

Pero la molestia continuaba ahí. Ese canto, ese sonido, ese aire y rastro continuaba aturdiéndolo. Abrumándolo. Haciéndole sentir cosas que sólo en la cama junto al pelinegro experimentaba.

 

Podrán llamarlo lento, tonto o demasiado frío, pero él no era de aquellos chicos que iban por la vida con una erección. Ni siquiera en la preparatoria cuando estaba locamente enamorado de Haruko (¡menos ahí!). Respetaba mucho a la chica (y a su hermano) como para pensar en ella de esa manera; y nunca se atrevió a hacerlo tampoco con ninguna otra, puesto que lo sentía como una traición y ofensa hacia la susodicha. Por ello, por sus inagotables energías, por el deporte que constantemente practicaba y por su hiperactiva personalidad, es que sus pasiones se mantuvieron más bien ocultas.

 

Si bien es cierto, despertó muchas mañanas con una tienda de campaña en su entrepierna, esas reacciones nunca fueron causadas por algo particular. Siempre se trató de hormonas calientes o sueños irrecordables.

 

Ahora, no obstante, que era novio de alguien, que tenía a una persona a quien querer y que le quisiera de vuelta; ahora que deseaba a alguien sin tapujos ni pudores, parecía que sus hormonas estaban provocando una revolución en su cuerpo.

 

Cada vez que el zorro si quiera le miraba, toda su piel ardía en anticipación. Era desesperante. Molesto. Desagradable. Incómodo.

 

Pero también enormemente placentero. Increíblemente fascinante. Descomunalmente delicioso. Extraordinariamente exquisito. Le encantaba sentir y experimentar ese revoltijo punzante en su entrepierna, o ese fuego abrumador en su cuerpo, o ese apretón en su pecho.

 

Cada sensación provocada por el pelinegro, era bienvenida como un halago a su juego.

 

Pero ahora… ahora que echaba un vistazo, contemplaba y admiraba el cuerpo de Kaede, ya no sólo quería sentir esas grandes y firmes manos sobre su ropa, intentando llegar a su piel; ya no quería que los labios del zorro pasasen de su cuello y directamente a su parte sensible… Ahora…

 

…Ahora él quería hacer lo mismo. 

 

Él quería atrapar al alero bajo su cuerpo. Deseaba, con ardiente desesperación, tomarlo entre sus brazos, apretarlo a la piel de su torso y piernas, y sentir cada recovo de esa perfecta figura. Quería besar sus labios, sus mejillas, su glorioso cuello. Tocar y deleitarse con sus hombros, pecho, abdominales… y con su entrepierna, y sus muslos, y sus piernas. Quería hacer lo mismo que Kaede hacía con él.

 

¿Y por qué ahora y no antes…? Se preguntó mientras robaba el balón a un compañero todavía más distraído que él.

 

Por vergüenza…le susurró y contestó una voz en su interior. Él, el mono pelirrojo, no tenía nada de experiencia; no tenía ni idea de zonas erógenas u orgasmos, o estimulaciones, ni nada de eso. Quizás sabía cosas por su investigación, pero no porque lo haya experimentado en carne propia. Y temía equivocarse. Temía hacer el ridículo. Su novio, en cambio, quien le había dicho una noche que era él era su primer todo, parecía tan seguro y confiado en todo lo que hacía. Sabía exactamente cómo tocar, qué tocar, por cuánto tiempo.

 

Y él simplemente se había dejado hacer. 

 

Mas ahora, disfrutando mientras veía una especialmente trabajosa y grandiosa jugada del zorro, Hanamichi se lamió sus resecos labios, tragó, y movió los hombros para intentar despejar esas cosquillas, ese temblor, y esa ansia que parecía consumirle.

 

Quería tocarle… Necesitaba tocarle… Tomarle entero…

 

Y lo haré…

 

¡Oye, pelirrojo! ¿Y…. vas a jugar baloncesto o qué?” Le llamó Kevin esperando un pase. “Creí que eres un… ¿cómo era…?... talentoso… ¿jugador?” Se burló con una sonrisa maliciosa. Sakuragi, que en seguida sintió la llama del reto, agradeció al crespo por la distracción, pues lo más seguro es que a más de uno se escandalizaría y horrorizaría que se le parase ahí mismo.

 

¡Talentoso y genio Sakuragi, crespo! ¡Apréndetelo desde ahora!” Respondió con una sonrisa antes de correr hacia el tablero encestando con una hermosa y perfecta canasta. Al caer, el alto chico se acercó riendo y palmeándole la espalda.

 

Me alegra que vuelvas a tierra, Romeo” Le dijo el norteamericano con un guiño cómplice. Sakuragi, que no le había dicho a nadie aquí en EE.UU sobre él y el zorro, se extrañó y confundió con la anterior acción, mas no le prestó atención y continuó con la práctica.

 

El resto del entrenamiento fue tranquilo y relajado, dando los suficientes respiros a los chicos que venían de unas semanas de descanso de cualquier actividad física.

 

Hanamichi y Kaede, junto con el resto de los miembros del equipo, a penas y la práctica se dio por finalizado, se encaminaron rumbo al camarín. Sakuragi, que aun podía sentir esa ansiedad en su estómago, decidió tomar un baño. El pelinegro le miró antes de entrar a las regaderas con una ceja levantada, más se limitó a levantar los hombros y sentarse delante de su locker para esperarlo.

 

Rukawa, mientras el resto de los muchachos se arreglaban, vestían y salían, pretendió que buscaba algo en su bolso o arreglaba sus Tenis.

 

Suspiró y se rascó en aburrimiento la nuca cuando notó la extraña y laaaaargaa ducha de su novio.

 

Entre el último grupo de jóvenes que salió, iba Kevin, quien le llamó con  un simple “¡Hey!” desde la puerta.

 

“¿Mmh?” Exclamó después de bostezar.

 

No hagan mucho desastre, ¿eh?” Le dijo sonriendo maliciosamente. El pelinegro inmediatamente le frunció el ceño, a lo que el otro simplemente rió saliendo del lugar, dejándole sólo a él y Sakuragi, quien al parecer se estaba limpiando lunar por lunar por lo que mucho que estaba tardando.

 

¿Qué quiso decir ese idiota? ¿Y porque ese tarado tarda tanto…?  Cansado y francamente aburrido, se paró y caminó hacia las regaderas.

 

Se paró, sin embargo, de camino al pensar que vería al pelirrojo desnudo y mojado… pero… ya le he visto todo lo importante…pensó retomando el paso.

 

No obstante, debió haber previsto que verlo ahí, parado, serio y recibiendo el agua de la regadera, sería algo completamente distinto.

 

Rukawa se quedó ahí, parado, estático, con los labios entreabiertos, las pupilas dilatadas y el cuerpo en llamas.

 

Sakuragi parecía perdido en sus propios pensamientos mientras mantenía los ojos fijos en los blancos azulejos. Su alta y fuerte figura sobresalía en la larga hilera de las duchas, todas cerradas excepto por la suya, que seguía corriendo y lloviendo contundentes, pero tibias gotas sobre su cabeza. El chorro de agua le escurría por entre las rojas hebras, y le caía desigualmente por la nuca, patillas y frente. Las gotas le bañaban el espectacular cuerpo devorado por el zorro, que ya podía sentir su propia excitación abultándose en sus pantalones. Se lamió los labios al tiempo que bajaba los ojos con hambre, admirando los perfectos pectorales, los marcados músculos de su ancha espalda, la estrechez de su cintura, el perfecto costado que le daba poca vista a sus excepciones abdominales, y terminando en la vista en su firme y duro trasero.

 

Rukawa gruñó por la imagen.

 

Sakuragi, que había estado perdido en la luna, se volteó rápidamente hacia el otro habitante de los camarines. Al principio, que no estaba del todo enfocado, simplemente reconoció allí al zorro, sin embargo, cuando notó la clara calentura de éste y su propio estado, se sonrojó completamente.

 

“¡H-hey! ¡Perdón! ¡Este genio al parecer está más cansado de lo que pensé…! Salgo ense-” Pero se detuvo bruscamente cuando Kaede, sin importarle la humedad del piso, entró totalmente vestido a la hilera de las duchas.

 

Hanamichi inconscientemente cerró la llave de la regadera.

 

Cuando el pelinegro se posicionó frente a él, ya no hubo dudas, ni pensamientos lógicos, ni ponderaciones o análisis, no hubo molestia, ni frustración… lo que único que existía para ellos ahora, eran los dos, juntos, solos en este cuarto. Correspondidos y…

 

muuuy calientes.

 

Ninguno de los dos puede decir quién fue el que dio el primer paso, puesto que lo importante es que finalmente sus bocas colisionaron en un apasionado y furioso beso.

 

Se apretaban y se alejaban; se restregaban los labios y luego volvían a atacar. Kaede metió con cierta desesperación la lengua en la otra boca, ansioso y hambriento por el sabor de su novio, por la calidez de esa cavidad. Hanamichi le mordió y lamió los labios con igual avidez y urgencia. Sus manos, que al comienzo nunca decidía donde colocarlas, ahora se avocaron completamente en desnudar al otro chico, que gimió con agrado cuando sintió como el pelirrojo comenzaba a bajarle con fuerza el cierre de la chaqueta.

 

Rukawa, mientras era desnudado de sus ropas superiores, y sin dejar de besar a su mono, tocó, acarició y apretó todo lo que sus manos pudiesen encontrar en esa mojada y húmeda piel. Sus largos y elegantes dedos exploraron los poderosos hombros, su marcada clavícula, sus formados bíceps, sus pectorales, donde se dedicó a apretar las sensibles tetillas, a lo que Hanamichi jadeó con sorpresa y excitación, pues no tenía ni idea que una parte tan pequeña de su cuerpo pudiese causarle tamaña corriente eléctrica hasta su entrepierna.

 

Sakuragi, ahora mucho más encendido y fogoso, le arrancó la polera por la cabeza al nublado zorro; aprovechando después de tocar todo el pálido y duro cuerpo a su antojo. Cuello, pecho, estómago, muslos. Disfrutó cada contracción de los músculos y gemido desesperado que escapó de los labios contrarios.

 

Acercaron sus bocas nuevamente, esta vez con menos fuerza, pero más sensualidad. El zorro agarró la espalda de su compañero para apretarlo a su cuerpo, mas el pelirrojo tenía otros planes. Separándose de un renuente pelinegro, que incluso gruñó al ser alejado de su novio, bajó su boca al esbelto y blanco cuello del zorro para lamerlo y chuparlo a gusto. Dejó allí varias marcas (que esperaban fuesen visibles díiiias después). Rukawa simplemente se afirmó a los hombros de su amante.

 

Cuando la saliva brillaba en la piel del pelinegro, el mono continuó con su exploración. Mientras sus firmes y grandes manos tocaban la espalda y trasero de su novio, su boca se alojó en las rosadas tetillas de su compañero. Como en realidad no sabía cómo tratarlas, puesto que era la primera vez que se encontraba así, tan cerca de ellas, pensó que probar de a poco no haría mal, asique comenzó con mimarlas con sus labios, lo cual no causó mucha reacción del chico que ahora le acariciaba con una mano sus rojos cabellos.

 

Decidido a darle infinito placer al alero, esta vez abrió la boca sobre una de ellas: la mordió y luego la chupó sin cuidado. Ahí recién escuchó y sintió la respuesta de Kaede, quien le enterró las uñas en un hombro y gimió roncamente. Hizo lo mismo una y otra vez en ambas tetillas, causando finalmente que el zorro quedara en un estado de puros jadeos y tensión. Subió sus marrones ojos y le sonrió socarronamente al otro chico.

 

“Tonto” Le dijo el zorro con poco aire. La verdad, es que estaba tan excitado, que a penas y podía pensar. Necesita ya que Sakuragi bajase y le quitase esos molestos pantalones y bóxer. Y eso justamente es lo que pretendía el pelirrojo, no sin antes pasar su lengua y sus dedos por los abdominales del zorro, quien contraía inconscientemente los músculos ante el extraño toque (casi se corrió cuando el mono el delineó los huesos de la cadera con la punta de su lengua).   

 

Ya totalmente arrodillado frente a su novio, Rukawa jadeó y respiró profundamente para intentar controlarse ante la vista.

 

Era la primera vez que el mono estaba así de cerca de su entrepierna.

 

Hanamichi, tragándose los nervios, comenzó a imitar y repetir todo lo que el pelinegro hacia con él con unas manos decididas pero aun así medio temblorosas. Le acarició y apretó primero el bulto sobre las ropas, lo que hizo que el receptor gimiera un poco agudo; el pelirrojo, si no estuviera tan preocupado porque todo saliera bien, quizás se hubiera burlado de ello, mas ahora estaba demasiado concentrado en bajar los pantalones junto con la ropa interior del otro joven.

 

(Ambos estaban demasiado urgidos como para esperar más)

 

El miembro del zorro golpeó inmediatamente su estómago al ser liberado. Estaba duro como una piedra. Levantado orgullosamente y con un poco de líquido pre seminal en la punta; Sakuragi se mordió los labios y se acercó a él.

 

Rukawa jadeaba ahora irregularmente, enterrando sus uñas y dedos en los fuertes y anchos hombros del mono. No voy a aguantar mucho, pensó mientras veía como Hanamichi abría la boca y sacaba su lengua. Ésta, casi con timidez pasó por la punta para beber lo que allí ya había. Kaede cerró los ojos con fuerza para controlarse.

 

Si seguía viendo cada acción, lo más seguro es que se correría sin siquiera sentir la otra boca.

 

El pelirrojo, que sabía exactamente como se sentía una mamada, alzó la vista hasta su compañero, para ver como éste tenía sus mejillas sonrojadas, sus dientes mordiendo su labio y sus párpados fuertemente cerrados, además de sentir como las pálidas manos se aferraban con cierto apremio a él.

 

Ello le dio más confianza y seguridad  para continuar.

 

Le gusta… al zorrito le gusta, pensó antes de sonreír y continuar con más frescura. Cerró un puño en la base de la polla para mantenerla en su lugar, acercando ahora su boca para lamer y chupar la punta.

 

“H-hanamich-i…” Gimió con cierta dificultad Rukawa, aun sin abrir los ojos. El pelirrojo, excitado por escuchar su nombre de ese modo, experimentó el tirón de su propio miembro, mas lo ignoró por ahora. Ahora todo es para Kaede. Con ese pensamiento, guió su mano libre a una de las firmes nalgas de su novio para mantenerse a él y al otro chico. El zorro de seguro disfrutó la acción, pues gimió aun más fuerte. Ya un poco desesperado e impaciente, Hanamichi comenzó a meterse más del miembro a la boca (lentamente, pues recordaba que una vez Rukawa se quejó al hacerlo muy a prisa) alternando lamidas o simplemente chuparlo.    

 

Después de unos cuantos minutos, llegó por fin al límite de su boca, que no era hasta la base de la polla, pero lo suficiente para quitar el aire al otro chico y que a él no le afectara el reflejo de vomitar. Desde ahí comenzó inmediatamente chupadas rápidas y bruscas. Se cuidó de no acercar demasiado sus dientes (pues una vez el zorro casi le mordió- lo que dolió como puta madre-), dejando que su lengua por dentro le acariciara.

 

“¡A-ah---!... ¡Ugh!…. S-si—“ Eran los únicos sonidos que salían de la hinchada boca de Kaede, quien, por fin, había abierto los ojos, manteniendo ahora su mirada fija en cómo su miembro desaparecía una y otra vez en la caliente y mojada boca de su novio.

 

Si alguien alguna vez le hubiese dicho a Hanamichi Sakuragi, que algún día estaría arrodillado frente a un chico, chupándole la polla, y disfrutándolo, de seguro ese alguien hubiera muerto por la brutal y sangrienta paliza que el pandillero le hubiese propinado. 

 

Sin embargo, aquí estaba él, el violento pelirrojo chupando con gula y desesperación a su zorro, y excitándose con la mencionada dureza en su boca y escuchando los gemidos incoherentes del pelinegro. Los sonidos de succión y los quejidos incomprensibles, fue lo único que se escuchó en los camarines por unos segundos.

 

“¡Ah—! ¡M-me voy a…! c-correr…” Exclamó sin aire mientras, efectivamente, se corría en la boca de su novio, quien ni tiempo tuvo para procesar o separarse un poco, pues los hilillos blancos de semilla le golpearon con cierta violencia la garganta, casi haciendo que se ahogara.

 

Sacándose el miembro, que ahora se deshinchaba, de su boca, se carraspeó la garganta antes de levantarse. Sin siquiera poder limpiarse los labios, Rukawa le agarró de la nuca y la mandíbula para darle un fogoso beso con lengua.

 

Hanamichi, quien no disfrutó para nada el sabor de esa cosa viscosa, se compadeció del pobre zorro, quien lo había tragado cada vez que se lo hizo a él. No obstante, se encontró decidiendo que lo haría de nuevo con gusto, si eso hacía que Kaede se comportara de esta manera, aferrándose a su espalda, hombros y rostro con desesperación y posesión.

 

“Fue increíble” Dijo el pelinegro acariciando con sus labios todo lo que pudiese encontrar cerca de su mono. Sakuragi, colorado y avergonzado, recién ahora cayó en cuenta de lo que había hecho, mas se controló y soltó una risa entrecortada que no engañaba a nadie.

 

“¡Sh! ¡O-obvio! Soy un genio, asique…” Comenzó mirando los ojos azules y brillantes del pelinegro, que ahora le sonreía. El zorro le dio un firme, pero corto beso, antes de poner su mano abierta en el pecho del pelirrojo, y comenzar a bajarla tentadoramente, acariciando sus abdominales, cadera y  terminar agarrando suavemente la dura polla de su novio, a lo que él chico jadeó de placer.

 

“Pero genio junior aun está excitado” Comentó con fingida despreocupación suspirando y lamiendo el lóbulo de la oreja derecha. Rukawa estaba eufórico, sobrexcitado y muy entusiasmado. Ni en sus más pervertidos sueños se le había ocurrido que al ala-pívot le vendría una epifanía sexual a la mitad del camarín, justo después de una práctica; no se quejaba, por supuesto que no. Lo agradecía, y mucho… Y justamente por eso, quería demostrarle al otro chico cuánto le había gustado y disfrutado lo que le había hecho (…por fin).

 

Sakuragi, mientras tanto, estaba hiperventilando e intentando controlar el terror y bochorno de su rostro y cuerpo. Aun no podía creer que él había hecho algo como anterior. ¿Pero de verdad era tan malo?... Lo único que hizo fue intentar, al menos con algo, demostrarle al pelinegro como él se sentía. Como lo deseaba desesperadamente. Como anhelaba su cuerpo de manera ardiente y punzante. Como necesitaba, casi con locura, aferrarse  a su cuerpo, y tocarle, abrazarle y besarle. O simplemente ver sus brillantes y perfectos ojos azules. Hanamichi acariciando casi reverencialmente la mejilla sonrojada de su novio, soltó una tímida sonrisa al otro japonés, antes de sentir como su propio cuerpo exigía alivio. Gruñó un poco antes de bajar la mirada a su duro amigo. 

 

“¿Me… me vas a devolver el favor?” Preguntó con impaciencia Sakuragi, quien estaba a punto de poner sus manos en las negras hebras de cabello para instarle a bajar hasta su hinchada parte sensible.

 

“Voy a hacer algo mejor” Replicó Kaede antes de sacarse por completo los pantalones y ropa interior enredados en sus tobillos, para luego agarrar la mano de su mono y arrastrarlo hasta el centro de los camarines, donde el locker del zorro estaba.

 

Hanamichi estaba un poco confundido ¿Rukawa le iba a masturbar o no? ¿Y si ese era el caso, entonces cuál era la diferencia entre hacerlo aquí, que en las duchas? Pues al contrario, si estaban en las hileras, se mantendrían ocultos de cualquier persona que ingresara de improvisto a los camarines. Sakuragi tembló de frío mientras veía como el pelinegro rebuscaba por algo en su bolso. Cuando al fin lo vio enderezarse, el chico más pálido tenía entre sus manos una bolsa de plástico blanca.

 

“Esto… lo compré hace unos días” Comenzó el zorro sacando de adentro un pequeño cilindro o tubo, que a primera vista lucía como una crema para la piel o algo así; y lo otro era una caja blanca con tiras y letras negras y rojas. Sakuragi no tenía ni idea qué era hasta que se acercó y leyó los respectivos envases: Lubricante y condones.

 

“¿P-para…ahora?” Denle un poco de crédito al pelirrojo, pues éste no era tan obtuso como muchos creían. El chico mono había hecho su respectiva investigación en torno a todo el asunto de sexo gay, mas no se había atrevido a mencionarlo, asique sabía perfectamente para qué eran ambos ítems.

 

Aunque su rostro no reflejaba más que bochorno y aprehensión, su cuerpo hablaba de otra cosa: su piel ardía en ansias, y su miembro saltó en interés.

 

“¿No quieres?” Preguntó el alero con el ceño fruncido. Miró de soslayo la anatomía de su novio, que claramente estaba abordo con la idea, sin embargo la reacción del mono no era muy alentadora. Kaede ignoró el hecho de que él, al comienzo de sus fantasías, siempre era el de arriba, el seme, mas ahora, estaba tan excitado, nublado, enamorado y emocionado, que sería capaz  hasta de ponerse en cuatro si así Sakuragi lo quisiese.

  

“¡No! Digo, ¡Sí!... S-sí, quiero… e-es sólo que…” Hanamichi sabía que ni él ni el zorro eran los típicos novios románticos y zalameros que necesitaban decirse a cada hora que se amaban o se extrañaban, o regalarse peluches y/o chocolates; no obstante… aun así dudó un poco al pensar que ésta sería su primera vez; tanto para él, como para Rukawa. Y la verdad, es que no era precisamente tierno, adorable y para nada romántico recordar que su primera vez fue en un sucio (en realidad bastante impecable, pero entienden la idea) e impersonal camarín.

 

A pesar de sus reparos, cualquier cuestionamiento comenzó a desvanecerse cuando el pelinegro se levantó con una sonrisa y se apretó contra él.

 

“Entonces no hay problema, monito

 

Una calurosa ronda de besos se dio por iniciada nuevamente, mas ésta vez estaba un poco más cargada con nerviosismo y expectación, pues, por fin, llegarían al final. El zorro lamió los labios contrarios mientras pasaba sus ávidas manos por el pecho y estómago de su amante.

 

Hanamichi no se quedó atrás con el manoseo, tocando especialmente la espalda y trasero de su compañero. Apretó y estrujó las nalgas entre sus manos, logrando que un gruñido de satisfacción escapara de los hinchados labios de su novio.

 

Mientras se besaban nuevamente, retrocedieron hasta los asientos en hilera que estaban delante de los lockers, donde se separaron para acostarse sobre la plana superficie. El delgado asiento a penas y les cubría todo el cuerpo, por lo que Rukawa, que estaba abajo del peso y calor del pelirrojo, calculó que no debería moverse mucho hacia los lados si no quería caerse de costado al frío piso.  

 

Sakuragi, que ahora besaba y lamía los marcados abdominales del zorro, permitió a sus manos vagar por los duros muslos y los testículos bajo el medio erecto miembro. Kaede gimió cuando el mono le metió la lengua en el ombligo y al mismo tiempo le apretaba la base de su polla.

 

“El lubricante…” Dijo en un suspiro el alero, a lo que el pelirrojo respondió con un asentimiento. La bolsa, que había quedado al lado del bolso del jugador, fue alcanzada por el largo brazo del mono, quien la abrió con cierta brusquedad para sacar el envase. El chico más alto se sentó sobre los muslos de su amante mientras desenvolvía el apretado plástico y abría la tapa; una vez hecho esto, la abrió y volcó un poco en la palma de su mano.

 

Sakuragi miró a su novio nervioso, a lo que el pelinegro le sonrió (aunque por dentro también estuviese muerto de miedo). Levantándole e inclinándole las piernas hacia arriba, Hanamichi se ladeó y apoyó una mano sobre uno de los muslos para señalar que se levantara un poco; Kaede cumplió enseguida con el cuerpo inevitablemente temblándole de expectación… y terror… y vergüenza…. Por un momento el pelinegro se sintió vulnerable y taaan expuesto. Deseó durante un segundo pararse y salir corriendo de allí. Mas se controló al respirar profundamente y cerrando los ojos brevemente.

 

Esto era lo que había estado deseando con todas sus fuerzas. Por fin, por fin él y Hana harían el amor. O bueno, con las prisas y calentura que llevaban encima, quizás no se le podría denominar de esa tierna y cursi manera, pero el punto permanecía. Tendrían después de mese de soñarlo, sexo…

 

La parte baja de las pálidas nalgas le quedaron a la vista a un sonrojado pelirrojo, quien aguantando un suspiro y llanto entrecortado, acercó su mano con lubricante a la parte escondida del trasero contrario. Tragó un pesado nudo mientras las abría y permitía que un solo dedo se abriera paso; con la punta de él, tanteó y acarició el anillo de músculos, lo que sacó un gruñido y gemido estrangulado del zorro, quien no sabía cómo reaccionar ante esa corriente nerviosa que se esparció por su cuerpo.

 

Un poco más animado, Sakuragi comenzó a introducir lentamente el dedo. El pelinegro abrió los labios mientras sentía su corazón bombear como en una carrera de caballos.

 

Toda su piel se sentía en llamas. Todo ardía, y temblaba, y cosquillaba y estaba nublado. Todo el cuarto pareció dar vueltas a su alrededor. El techo sobre su cabeza desapareció y una bruma se le colocó en su lugar.

 

“Aahh--…” Exclamó el pelinegro mientras fruncía el ceño. No dolía, pero era tan, tan, tan, taaaan extraño, que no sabía que más hacer. Apretó las manos a los inestables cojines y se mordió los labios con fuerza. Nunca había experimentado nada como esto. Y por supuesto, maldijo a esos malditos videos porno, que nunca le prepararon para este tipo de sensaciones. Sentir ese dedo en su interior, le daban las ganas, por una parte, de empujar a Hanamichi y echarlo de ahí; mas otra, lo único que añoraba era que moviera el maldito dedo e se lo insertara más profundo. Más adentro. Con más fuerza. Con más rapidez.

 

“N-no hagas eso” Le dijo Sakuragi cuando sintió como las paredes del ano se contraían alrededor de su dígito con un poco de brusquedad; movimiento que sin bien le envió puro fuego a su listo miembro, le recordó un artículo que había leído, el cual mencionaba que la persona de abajo debía estar relajada, sino dolería bastante la eventual penetración. Rukawa asintió al tiempo que se cubría los ojos con un antebrazo. Cuando pudo meter completamente el solitario dedo, empezó con pequeñas embestidas: lo sacaba y lo metía con calma, buscando. E intentando, por supuesto, estirar la caliente carne que le arropaba como seda ardiente el solitario dedo.

 

“Agh…” Se quejó Kaede, a lo que Sakuragi sacó por completo su dedo índice. “¿Q-qué…?” Alcanzó a articular el pelinegro, queriendo gimotear por el vacío que le dejó dentro, no obstante enseguida cualquier alegato fue acallado cuando ahora el mono le metió con igual suavidad dos dedos empapados en lubricante.  Esta vez sí le dolió un poco, lo que le hizo saber con una patada fuerte en el pecho contrario. El pelirrojo respondió dejando los dedos quietos unos segundos, para que se acostumbrase a la brusca invasión, antes de comenzar nuevamente con pequeñas embestidas en la húmeda y apretada cavidad. “¡Aah!---” Gimió agudamente cuando algo fue golpeado en su interior. Algo que le hizo desear refregarse él mismo contra los dedos. Algo que provocó que su miembro se hinchase orgulloso de nuevo.

 

Rukawa apretó los puños con fuerza casi animal. Se mordió los labios temiendo por un momento sacarse sangre. Todo ardía y ardía y ardía.

 

Pero era taaan bueno…

 

La próstata… tiene que ser su próstata, pensó Hanamichi un tanto emocionado, pues había leído que aquella glándula era una poderosa zona erógena (aaaaalgo, sabía el muchacho). Casi sonrió como niño en navidad, sabiendo que era casi una suerte divina el que le hubiese hallado esta primera vez. Con sus dos dedos se dedicó a dirigir cada pequeño embate a ese punto con un poco de cuidado al comienzo, lo que pronto convirtió al pelinegro en una gelatina de jadeos y pequeños gemidos. Pero dos no son suficientes, pensó el mono mirándose la polla. No era por presumir, ser engreído o porque la tuviera muuuy grande o algo como eso, sino porque ésta era la primera vez de ambos, y Hana, definitivamente, no quería arruinarlo lastimando a su novio por no haberse controlado lo suficiente, arriesgándose a metérselo aun estando tan apretado y poco preparado. Por ello fue que sacó los dedos y volvió al ratito con tres dedos bien lubricados.

 

A ambos chicos el sudor les corría por la sien hasta sus cuellos y pechos; ambos sentían que si no se corrían pronto, explotarían en combustión instantánea. El fuego, la necesidad, el deseo y el calor les consumía. Mas Hanamichi intentó controlarse, pues quería meter bien los tres dígitos antes de penetrarlo.

 

Rukawa, por su parte, ya no podía más. Los músculos de sus muslos estaban agotados y ardiendo por la posición, y su miembro estaba húmedo por el líquido pre seminal que le salía a causa de la calentura; hebras negras se le pegaban en la frente, mientras que respiraba con dificultad. Estaba tan excitado que ni siquiera podía pensar o hablar bien, limitándose a alzar la cabeza para observar medio nublado el perfecto rostro sonrojado de su novio.

 

“Date la vuelta” Escuchó decir al mono, mas su cuerpo parecía no responder.

 

Cuando Kaede no se movió ni una línea, Hanamichi agarró su costado y lo forzó a volverse y así quedar de estómago. Esta posición era la mejor para la primera vez, según había leído, ya que se supone que hacía la invasión un poco menos dolorosa.

 

Cuando, al fin, le metió libremente los tres dedos, probó esta vez ser un poco más rudo y rápido, siendo recompensado con gemidos y jadeos roncos de parte de su amante.

 

“Y-ya… H-Hana… ya--” Pudo articular el zorro al sentirse al borde por el refriego que tenía su miembro al moverse contra las almohadillas que estaban debajo de su cuerpo. Si Sakuragi no lo penetraba ya, se iba a correr sólo con la sensación de sus dedos y el golpe de su polla contra el cojín bajo su estremecida figura.

 

Sakuragi, demasiado excitado para responder verbalmente a la demanda, se colocó lubricante en todo su miembro antes de acercarlo al anillo de músculos, donde lo sobó un poco, sacando un agudo lloriqueo en ambos. Con una mano afirmando la cadera del zorro, y la otra la base de su miembro, el pelirrojo comenzó a introducir la punta con lentitud y extra cuidado.

 

“U-uhg…” Salió de la boca de Kaede, quien si bien no sentía el desgarrador dolor que por un momento pensó iba a experimentar, sí se sintió extraño y acalorado como en el infierno; quería que Hanamichi terminase luego de metérselo; quería volver a sentir la exquisita sensación que le hicieron experimentar sus dedos; quería que su novio golpease contra él; quería correrse fuerte; lo quería todo de nuevo.

 

Los nudillos de sus dedos estaban blancos al tiempo que apretaba las manos en las almohadillas, intentando controlar los gemidos de su garganta.

 

El pelirrojo, apretando con fuerza los dientes, continuaba penetrándolo lentamente, dándole el tiempo suficiente para que se acostumbrase al tamaño, pero no sabía por cuánto tiempo más podría controlarse. Necesitaba moverse.

 

Cuando por fin llegó al final, ambos gruñeron de satisfacción.

 

“¿T-te duele?” Alcanzó a preguntar Hanamichi con sus labios apoyados en las húmedas hebras negras.

 

“M-me gusta” Respondió. Para probarle sus palabras, contrajo los músculos de su ano, sacando enseguida un grito ronco de su novio. Hanamichi, apoyando las palmas de sus manos a los lados de la cabeza de Rukawa, empezó de apoco a moverse; primero con pequeños meneos, y ya después sacando de a poco su miembro, para luego volverlo a meter con calma. Quería controlarse, hacerlo placentero para ambos.

 

Su respiración era pesada e irregular, mientras que el pelinegro cerraba los ojos con fuerza y jadeaba.

 

La sensación de esas calientes, húmedas y estrechas paredes alrededor de su polla, le hacía ver estrellas, le daba vuelta su mundo, le provocaba una llama intensa y ardiente en la boca de su estómago y testículos; estaba desesperado, ansioso por aumentar la velocidad y la fuerza, mas intentó controlarse por ahora. Kaede, por otro lado, se quedó sin aire mientras sentía la dureza de su amante en su interior; se sentía tan inmenso dentro, tan caliente, tan extrañamente bueno que, inconscientemente, levantó su trasero para encontrarse con las lentas embestidas.   

 

Cualquier control que Sakuragi se planteó o pensó, se fue a la basura con el movimiento de su zorro, que causó que ambas bronceadas manos se fueran a las estrechas caderas de su jadeando novio, para moverlo y levantarlo a su antojo.

 

Así fue que comenzó unas poderosas y rápidas embestidas, sin sincronización ni cuidado. Sólo se lograba escuchar el sonido de los testículos contra las nalgas contrarias, de golpe de piel sudorosa contra más piel sudorosa, además de los gemidos y gruñidos de ambos amantes.

 

“Ah---… mier… Ugh….. S---” Salía de la boca de Kaede, quien sentía y veía como las almohadillas se movían bruscamente bajo su cuerpo producto a los embates del otro cuerpo contra el suyo.

 

Estaba en el paraíso

 

Nada ni nadie existía más que su perfecto novio penetrándolo desde atrás con poderosos y fuertes golpes. Por momentos sentía un sobrecogedor dolor, mas las estocadas en su punto sensible borraban cualquier rastro de malestar, para dar paso a un placer tan pecaminoso y ardiente, tan abrumador, tan intenso. Sentía como su piel se derretía, como parecía que su cabeza iba a explotar, como sus pelotas estaban listas para expulsar. Gritó roncamente cuando Sakuragi le penetró de manera violenta, causando que su propio miembro se golpease aun más contra las almohadillas.

 

“Mecorromecorromecorro” Repitió el pelirrojo antes de tensar su cuerpo y quedarse ahí, sintiendo como su miembro liberaba su semilla dentro de su zorrito. Gimió mientras meneaba sus caderas, disfrutando de la extra sensibilidad de su piel y de las repetidas y violentas contracciones de su novio, que se corrió cuando sintió la humedad en su interior.

 

(Ups… se les había olvidado el condón…)

 

Se quedaron ahí por unos minutos: jadeando profundamente, intentando bajar sus pulsaciones cardiacas, disfrutando del calor del cuerpo contrario. Hanamichi, que era bastante consciente del peso de su cuerpo, empezó lentamente a levantarse y a sacar su flácido miembro del interior de su novio, a lo que éste gruñó por la sensación.

 

Se sentía vacío y adolorido y necesitado y agotado, todo al mismo tiempo.

 

Sakuragi, notando el desastre que eran ambos, instó al zorro a levantarse para que se dirigiesen a las regaderas, donde ambos se bañaron mutuamente; el pelirrojo poniendo especial cuidado en el interior del nalgas de su novio. Ambos evitaron mirarse durante ese proceso, empapados de bochorno a pesar de la íntima actividad que habían compartido.

 

“¿Te duele?” Preguntó el pelirrojo con una mueca al otro chico, quien a penas y podía mantener los ojos abiertos por la somnolencia y el deleite que colmaban a sus músculos. Por fin se sentía satisfecho y pleno y llenado. Esa urgencia calurosa y molesta que le había estado irritando estas últimas semanas, recién ahora se había levantado y dejado libre. Por ello es que ahora, a alzar sus ojos azules y al encontrarse con los preocupados y nerviosos marrones de su mono, su corazón, que latía ahora regularmente en su pecho, lo sintió derretirse y caerse a sus pies.

 

Era ridículo y tonto, pero sólo en estos cuatro meses de sentimientos, y en este poco-más-de-un-mes de relación, se sentía tan…. tan enamorado… tan apegado al otro chico; que el simple pensamiento de separarse de su mono, le dejaba estático de dolor.  

 

Lo amo…

 

Lo amo tanto…, pensó mientras negaba suavemente con la cabeza.

 

“Un poco” Respondió, agradeciendo que la actividad recién realizada tenía a ambos sonrojados y sudorosos, por lo que cualquier rastro de vergüenza por su no-tan-nuevo-descubrimiento, quedó oculto de su despistado novio. Hanamichi le miró un poco contrariado, pues no sabía qué hacer para evitar que doliera, mas al ver como Kaede caminaba y salía tranquilamente de las duchas, suspiró con alivio y le siguió rápidamente.

 

Mientras ordenaban y recogían sus ropas, los dos jóvenes notaron e hicieron una mueca al ver la seca corrida del pelinegro en las almohadillas de los lockers, la que enseguida intentaron sacar y limpiar antes de marcharse. Gracias a eso, fue que Rukawa creyó entender las palabras que le había dicho Kevin (o el crespo) más temprano, sin embargo lo dejó pasar, pues el chico en cuestión no había comentado u observado de manera disgustada o irritada en ningún momento, asique concluyó que no sería un problema u obstáculo.

 

Además, crespo no tenía moral para hablar, la verdad. Quizás Sakuragi era demasiado obtuso o simplemente estúpido para no notarlo, pero era obvia la corriente íntima y eléctrica que corría entre Kevin y Chris. La manera en que se miraban, como se tocaban. Como entraban y salían siempre juntos del camarín. Eran tan evidentes, que a Kaede le costaba asimilar que nadie más lo había notado. O podía ser que, posiblemente él lo había concluido por estar tan alerta con su propia relación, y porque crespo pasaba demasiado tiempo con Sakuragi, y como el zorro siempre estaba mirando al pelirrojo, se daba como resultado que también mirara al tirador de tres puntos.

 

De cierta manera, le alegraba que esa pareja se haya formado. Obviamente porque le hacía feliz ver a sus amigos felices (algo que Sakuragi le había enseñado), pero también porque ello significaba tener un apoyo, un cable a tierra, un pilar en el que apoyarse. Ya no estaban solos. No tenían que temer con ser los únicos.  

 

Rukawa ahora simplemente esperaba que los dos chicos les informaran sobre su status, pues si sabían sobre él y Hana, entonces no deberían sentirse temerosos de abrirse ante ellos ¿verdad?

 

S-si viene alguien… te mato, te lo juro” Kaede y Sakuragi, caminando mano en mano por los oscuros y (supuestamente) solitarios pasillos del inmenso gimnasio, se detuvieron rígidamente en sus lugares al escuchar el susurro/gruñido/siseo proveniente de una voz masculina y de unos pasillos a la derecha más adelante.

 

Ojos marrones inocentes se toparon con ojos azules astutos.

 

¿Eran esos los que él creía que eran?

 

“¡No! Zorro, espera…” Murmuró con alarma y vergüenza el pelirrojo cuando el ojiazul le tiró de las manos hasta los gemidos y jadeos que comenzaron a retumbar por los largos pasillos.

 

Allí, apoyados y abrazados muuuuy íntimamente, se encontraban (¡justamente!) Kevin y Chris en un beso poco apto para menores de edad. Sakuragi se tropezó a causa de la sorpresa, mientras que el zorro se tragó una risotada por lo incómodo e irónico de la situación. 

 

Para sorpresa de Kaede (e internamente de Hana) era cara pálida quien tenía inmovilizado a crespo en una posición de lo más comprometedora y reveladora. El tirador de tres puntos tenía su  polera arriba y enrollada alrededor de todo su cuello, mientras que sus pantalones, estaban con el cinturón desabrochado y el cierre abierto. Las manos de Chris, para agregarle más morbo a la ya de por sí vergonzosa situación, estaban descaradamente adentro de la maldita ropa interior del otro chico sonrojado y jadeante, quienes, cabe agregar, aun no notaban la presencia de los dos japoneses.

 

“Ahem” Carraspeó el zorro, para la total mortificación de su novio, por quien lo mejor hubiese sido salir de ahí lo más discreta y silenciosamente para no perturbar el ambiente. Sin embargo, el pelinegro estaba demasiado entretenido con la escena, además de sobrexcitado por lo recién experimentado por su parte.

 

Ambos americanos, demasiado sumergidos en su pequeña burbuja de placer y pasión, no tardaron en saltar exageradamente cuando les vieron. Chris casi se cayó de trasero al brincar hacia atrás, llevándose con él los bóxer de Kevin. El crespo le gritó en alegato, para luego, con el rostro casi morado de bochorno, subirse y abrocharse los pantalones a una velocidad digna de envidia por parte de Flash.

 

E-esto... no es lo que creen” Habló roncamente el tirador de los Tars, viendo que su amigo estaba demasiado traumado para articular palabra o si quiera moverse o pestañar. Hanamichi miró al piso en vergüenza, pues aunque también le daba cierta risa la situación, la verdad es que no podía evitar sentir también empatía por lo recién vivido con su novio, pensando y preguntándose qué habría hecho él si le hubiesen sorprendido hace unos minutos con el pelinegro gimiendo y moviéndose contra él.

 

Más adelante quizás podría burlarse todo lo que quisiese de su amigo…

 

“¿En serio?” Replicó Kaede con una ceja levantada. ¡Por favor! De verdad se le ocurría salir con semejante frase cliché frente a la obvia escena. Hasta un tonto como Sakuragi había notado que se estaban besando desesperadamente, y no buscando un objeto perdido en la boca contraria.

 

“¡B-bueno! ¡¿Qué más da?!... No es como si ustedes no estuviesen haciendo lo mismo en los camarines…” Acusó ahora Chris, para sorpresa de todos los presentes, quienes nunca habían escuchado al silencioso chico levantar la voz. Kevin le miraba ahora con un brillo casi tierno en sus ojos.

 

Rukawa le frunció el ceño a cara pálida. ¿Era eso, acaso… un reto… una amenaza?

 

Cuando el pelinegro estaba a punto de replicarle ácidamente, Hanamichi le apretó la mano y le miró con esa sonrisa soleada y grandiosa. Ellos son nuestros amigos, le dijo con la mirada y con sus gestos corporales. Si… cierto…

 

Nosotros no vimos nada” Contestó en su lugar con unos ojos y postura solemne. Sakuragi asintió con él.

 

Y nosotros no sabemos quiénes fueron los últimos de salir del gimnasio…” Respondió ahora Kevin con una pequeña mueca resignada.

 

Como si en esos silenciosos y oscuros pasillos nada nunca hubiese pasado, los cuatro chicos siguieron adelante.

 

Kaede agarró nuevamente la mano de su monito y los dirigió a  casa.

 

Cuando salieron del gimnasio, no obstante, ya todo estaba oscuro y apagado, por lo que no les importó continuar con sus dedos entrelazados mientras salían y avanzaban entre las calles. Sólo cuando llegaron a unas calzadas más adelante y una serie de transeúntes les golpearon el paso, las soltaron y pegaron sus hombros en compensación.

 

Al llegar a la residencia Rukawa (sus buenos minutos después), comieron como sacos sin fondo lo que la mujer les había dejado listo en el horno, sacando después de ello diversos bocadillos de los estantes para llevar luego a la habitación de Kaede, y continuar comiendo allá arriba mientras comentaban lo que vieron en el gimnasio. Especialmente el pelirrojo alegándole al zorro lo descarado y maleducado que era por arruinar el momento ardiente de la pareja, de la cual él no tenía ni idea. Rukawa le respondió subiendo los hombros. No se disculparía. Pues la verdad es que le divirtió bastante la escena.

 

Estuvieron luego, estirados sobre el colchón y las revueltas y calientitas mantas; haciendo nada más que mirar un insulso programa en la televisión, mientras que se pegaban al cuerpo contrario.

 

Kaede, que siempre era el que se adhería al costado del mono, ahora no le importó abrazarse completamente a sus ligeras ropas, estirando un posesivo brazo sobre su torso, y pasando una pierna sobre los muslos contrarias; lo mejor de todo, es que a Hanamichi no parecía molestarle estar completamente encerrado y atrapado por el otro cuerpo, dejando que una de sus manos jugara distraídamente con los suaves cabellos negros de su novio mientras reía de vez en cuando por las tonteras que salían en la televisión.

 

Si cualquier persona de su pasado o de Shohoku les viera ahora, de seguro se ahogaría o desmayaría de la impresión, pues la calma y amor que les rodeaba, era tan palpable como los abdominales que el pelinegro ahora delineaba bajo el ligero pijama de su pelirrojo.

 

“¡Juguemos una partida de Mario Kart!” Propuso de repente el mono sin levantarse, pero alzando un poco la cabeza hacia el otro chico.

 

“Tengo sueño, tonto” Alegó el zorro aferrándose aun más al costado calientito de su novio. Tengo sueño, pensó nuevamente mientras cerraba los ojos y se acomodaba más contra el colchón y Hanamichi.

 

“¡Ah, vamos! No seas aburrido, zorro… si a penas son las once” Se quejó echándole una rápida mirada a uno de los relojes de la habitación.

 

“No”

 

“¿Qué….? ¿Acaso tienes miedo de enfrentarte a este talentoso jugador? Nyahahahhaha… está bien, entiendo tu miedo, principiante” Se burló sin calor, ante lo cual recibió la ceja levantada del alero.

 

“Juguemos” Las cosas que hago por ti, tarado…se dijo suspirando internamente. Ojala, el pelinegro esperaba, que Sakuragi nunca fuese capaz de adivinar que con sólo una sonrisa, le tenía a él entregado en bandeja de oro.

 

“¡Ja! ¡Eres tan manipulable!” Rió levantando con alegría y acercándose a las cajas de la play y la Xbox.

 

“Pero el que gana, la próxima vez va a arriba” Dijo sentándose en la cama y esperando a que el otro chico instalase el equipo.

 

“¿Arriba…? ¿Cómo que a-?… ¡Desafío aceptado, bastardo!” Gritó con el rostro sonrojado al entender a qué se refería.

 

“Tonto” Le llamó con una sonrisa.

 

“¡Ah! ¡Pero espera!... antes voy a mandarle un mensaje  de texto al crespo…” Dijo con una risa infantil y una mueca traviesa. Su novio suspiró con irritación.

 

Pero que reacción más lenta… ¿recién ahora se le ocurre molestarlo?…

 

Mientras el ojiazul se acomodada entre las frazadas y disponía el juego, escuchó como su monito alegaba que su celular ya no tenía saldo.

 

“Usa el mío…” Le dijo distraído al tiempo que organizaba la partida. No obstante, mientras elegía a Toad para él en el correspondiente juego de carreras, le vino el repentino recuerdo de su fondo de pantalla “¡Hana! ¡Espe-”

 

“¡¿Por qué tienes mi cara en tu celular, zorro pervertido?!”

 

Ups…

-

 

-

 

Fin

 

-

 

-

Notas finales:

Wow.... no puedo creer que ha terminado! T-T....

Sólo quiero AGRADECER de corazón a todas/os los que leyeron esta historia... a quienes dejaron un comentario. Esto fue hecho para ustedes! Pensando en ustedes! Y Riku, ojala te haya gustado las pequeñas escenas Chris/Kevin! n.n...

Tengo un par de proyectos más para esta perfecta pareja, asique seguiran escuchando de mi!... y lo siento, pero no tengo planes para un epilogo... no se, pero creo que es suficiente con esto... que opinan?? 

 

Eso... no se... tenía pensado decir tanta tantas cosas... pero ahora no recuedo nada XD.... Eso... Ojala que les haya gustado! Nos leemos, y recuerden! cualqueir comentario y opinión es bienvenido... intentaré responder a todos :)


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