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De maids, butlers y los abismos entre ellos por Eruka Frog

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Notas del capitulo:

Infinitas gracias por los comentarios y a quienes pusieron en favoritos, me han hecho muy feliz OwO Este capítulo es largo y a petición de quien no sabe qué son exactamente los butler, espero que aquí se explique mejor.

Llamo rumiantes a los hombres que se pasan rumiando la miseria humana, preocupados de no caer en tal o cual abismo.

Miguel de Unamuno

 

Capítulo II

Mientras esperaba a que el pedido para la mesa dos estuviese listo, Naruto se dedicó a observar al nuevísimo empleado. Uchiha Sasuke era su nombre, y por lo que había escuchado de boca de sus compañeras, era el segundo hijo de una familia importante, además de un sujeto muy popular incluso fuera de su propio instituto. A él le parecía que era un amargado, pero como bien habían dicho las chicas, su opinión de heterosexual importaba un soberano pepino.

 

Gaara, que ese día también estaba por ahí, había manifestado que lo conocía; al parecer habían sido vecinos cuando los padres del pelirrojo aún vivían, antes de marcharse a Hokaido. El de ojos claros había vuelto hacía apenas tres años, y no había hecho ningún intento por ponerse en contacto con ninguno de sus amigos de infancia. Sin embargo, había saludado a Uchiha casi con emoción, y el otro había hecho lo mismo. Dos tipos raritos, pero al menos Gaara era amable con él. El moreno no era descortés con la clientela, pero sí era distante y hasta impaciente, pero claro, como encandilaba a las féminas, se estaba llevando unas propinas exorbitantes, y su abuela estaba encantada.

 

Naruto, que llevaba casi tres años en el negocio de los maid café, podía decir que hasta cierto punto ser un Butler era un privilegio. Las chicas que conformaban su clientela estaba acostumbradas a ver en las múltiples series anime a chicos impensablemente atractivos, y la mayoría de las veces tendían a crear su estereotipo de belleza y masculinidad a partir de ellos. Considerando que los personajes solían pasar del 1,80, mucho más allá de la media de los varones nipones, difícilmente encontraban en la vida real chicos que las complacieran. Además, aquellos que lo hacía muy probablemente salían con chicas guapísimas e igualmente inalcanzanbles. Por todo ello, los Butler eran tan solicitados. Tanto Sai como Sasuke eran muy, muy altos, con rasgos agradables y toda la seguridad que confería el sentirse adorado. Y básicamente el trabajo del Butler consistía en servir mesas, llamar a las chicas Ojô-sama y ser enteramente devoto. Nada de encajes ni voladitos.  ¿Cómo no iba a estar delirando de emoción su abuela?

 

-Es justo lo que necesitábamos. Sai es el tipo de Butler amabilísimo y principesco que todas las chicas desean que las protejan, y Sasuke es el tipo gélido y distante por el cual pueden suspirar platónicamente, ¡cada gesto de desagrado de su parte es como un incentivo para ellas! –Francamente, también suspirar por Sai era platónico. Aunque era amable con sus compañeras, jamás lo había visto intentar nada con ninguna. Sasuke menos, pero no parecía importarles.

 

No lo entendía ni le apetecía hacerlo. Le bastaba con que el sujeto ignorara totalmente su existencia. Claro, le sabía mal que tuviera instalada en la cabeza la idea de que a él le gustaba ponerse vestidos y hacer el ridículo, pero con tal de no soportar el peso de su enorme ego, podía resistirlo. Además, no todas sus compañeras estaban obsesionadas con él. Hinata, su mejor amiga y a quien su abuela había invitado a trabajar junto con su hermana Hanabi hacia dos meses, también lo conocía. Al parecer era íntimo amigo de su súper serio y estirado primo Neji, pues iban en el mismo instituto y a ella, simplemente, no le caía bien.

 

Hinata, como él, había sufrido de años de abuso por parte de sus compañeros de escuela, hasta que al fin se había decidido a tomar el toro por los cuernos. Ella, junto con Gaara, el mismo Naruto y una panda de perdedores más, conformaban un pequeño grupito de inadaptados gamberros, saltaclases y bulliciosos. Todos, desde luego, con la idea clara de que detrás de cada cara seriecita y remilgada de un estudiante modelo, se escondía no más que un cerdo sádico que disfrutaba minimizando a los no tan afortunados.

 

-Apártate –escuchó sisear a unos centímetros de su cara. Estaba tan distraído que ni siquiera había visto que Sasuke se había acercado, cosa curiosa, pues lo estaba observando detenidamente hacía nada. Obedeció sin ganas, dedicándole una mirada de desdén que el otro se tragó sin esfuerzo, y por fin tomó su pedido.

 

-¡El especial de la casa para la Ojô-sama que cumple años! –soltó alegremente al llegar a una de las mesas del centro.  Su papel era interpretar a una tontorrona alegre, torpe y absolutamente adorable, y los clientes estaban encandilados con su alter ego. A veces le gustaría que lo viesen fuera de aquel negocio, para ver su rostro al entender que aquella niñata encantadora no era más que la bonita máscara que escondía a un gigantesco fracaso como él. Aunque claro, las pocas veces que se había encontrado con alguno de sus clientes, incluso los más frecuentes, ni siquiera lo habían reconocido.

 

-¡Gracias, Naru-chan! –la chica del cumpleaños, que no estaba nada más a pesar de las dos gruesas trenzas que adornaban su cara, le dedicó una sincera sonrisa –Si tienes tiempo para quedarte…

 

Claro que tenía tiempo. Los tiempos con cualquiera de los empleados se pagaban bien, además  de que solían dejar una propina más generosa de lo normal. Se sentó en una silla que Sai amablemente le acercó, y comenzó a jugar con sus clientes, que lo seguían encantados. Después de cantar cumpleaños feliz y cortar el pastel, se retiro felicitando a la chica una vez más y asegurando que había pasado un tiempo inmensamente delicioso.

Hacia el final del día, su abuela los convocó a una junta en la cocina. Ya sabía de qué se trataba, pero ni así su abuela le permitió retirarse. La mujer disfrutaba con la imagen de cinco preciosas maid y dos guapos Butler, así como la perspectiva de la caja registradora llena hasta el tope y dos botellas de sake preparadas para celebrarlo.

 

-Como quizás ya se imaginen, esta pequeña junta no tiene más objeto que discutir el tema de la semana especial. Sasuke, tú eres nuevo, así que te lo explicaré. La semana temática, o la semana especial, ocurre una vez al mes. Se elige un tema popular para nuestra clientela y la cafetería se transforma. Si el tema es, digamos, las princesas mágicas, entonces cada maid y cada Butler representa  a algún personaje significativo del mismo mundillo, así como se eligen algunas decoraciones especiales y se crean platillos temáticos –a Sasuke le daba lo mismo, estaba claro por su cara de aburrimiento infinito, pero la mujer no se desanimó en lo más mínimo –Este mes he decidido que el  tema serán los videojuegos.

 

Las chicas chillaron emocionadas, y Sai manifestó lo acertado de la decisión. Naruto se sintió como en el infierno, porque las chicas de los videojuegos casi siempre iban sin nada, y a saber qué personaje pervertido le impondría su abuela.

 

-Muy bien, Tenten –una castaña muy guapa sonrió, el cosplay la tenía como loca y esperaba cada semana temática como quien espera el periodo después de una noche muy intensa. Tsunade-sama proveía del traje y accesorios, incluso la peluca si era necesaria, y te permitía usarlo en convenciones si querías- Chun Li –la castaña saltó emocionada, aplaudiendo hasta que Hinata le puso una mano tranquilizadora en el hombro-A Sakura le toca Yuna–la de cabello rosado miró a la mayor sorprendida, pero cuando Ino le susurró algo respecto al tamaño de sus tetas y como la vestimenta de Yuna la ayudaría a disimularlo, casi se sintió aliviada. –Ino, desde luego, no podría ser otra más que Sarah Bryant –la rubia de menor edad coincidió con ella, pues siempre había pensado que estaban clavadas. –Hinata, contigo lo pensé mucho, eres muy guapa, también muy tímida, pero definitivamente serías una perfecta Ada Wong –la muchacha se encogió de hombros, en la semana de fantasía la mujer no se había ido por las ramas y la había hecho vestirse de una muy atrevida hada. –Oh, Hanabi, a ti voy a confiarte a uno de mis personajes más queridos, Zelda. Es delicada y preciosa como tú –la hermana menor de Hinata sonrió forzadamente, a ella le daban exactamente lo mismo los videojuegos, pero por lo poco que conocía, sabía que Zelda era una sosa.

 

-Ya para esto, abuela, ya sé que me estás torturando –refunfuñó Naruto hastiado, pues la mujer se había puesto a comprobar algunas cosas en su bolso, alargando la espera.

 

-Claro, claro… es que Naruto, tú has sido el más problemático de todos –confesó dramáticamente –Realmente creí que debías interpretar a Peach, pero creo que será imposible que sirvas mesas mientras llevas un vestido con metros interminables de telas… así que al final me he decidido por Terra Branford, pero lo más probable es que también interpretes a Peach uno o dos días.

 

En realidad no estaba tan mal, ninguna de las dos estaba parcialmente desnuda, que era lo que más le preocupaba, y con suerte su abuela no lo haría usar tetas falsas. Sasuke lo observaba con intensa curiosidad, pero lo atribuyó a la curiosidad general que debería tener por el personaje que le impondrían.

 

-Sasuke, tu personaje fue sencillo, no podrías ser otro más que Noctis. Y Sai, francamente, creo que serías un asombrosamente atractivo García Hotspur. –Sasuke no tenía ni la más perdida idea de quién era Noctis, pero tras una búsqueda rápida en su móvil, se sintió medianamente satisfecho. El sujeto iba todo de negro y no tendría que usar ninguna ridícula peluca.

 

Terminada la junta, las chicas fueron a cambiarse en un diminuto cuartito cercano al baño para empleados, que hacía las veces de vestidor, mientras los chicos esperaban su turno. Siempre tardaban horas, Naruto no podía evitar pensar en lo injusto que era el hecho de que fuesen las primeras y aún así se tomaran todo el tiempo que les venía en ganas. Pero al menos, ni Sai ni Sasuke tenían los ridículos complejos que algunos de los Butler que habían trabajado ahí. Antes de Sai estaba Shiro, y él se sentía terriblemente incómodo cambiándose junto a Naruto, pues admitía que verlo vestido como chica durante varias horas al día y luego verlo desnudándose frente a él… vale, no es necesario decir cómo se sentía mirándolo, sino más bien el terrible dolor que sintió luego de confesarlo. De este modo, el no tenía que esperar a que ellos se cambiaran primero ni cambiarse apresuradamente para no demorarlos.

 

-Oh, Gaara-kun, ¿aún sigues aquí? –la pequeña estatura de su mejor amigo, sumado a su carita de ángel, lograban siempre lo imposible: el trato amable de su desvergonzada abuela. El pelirrojo, que entraba a la cocina con confianza, no se detuvo a mirar a nadie.

 

-Me voy –informó. Vivían por el mismo rumbo, así que cuando Gaara se presentaba en el café, solía esperarlo para marcharse juntos.

 

-Oh, vamos, espérame un rato y te aseguro que me cambio en dos segundos –suplicó.

-No voy a casa –decir que esa era una explicación era pedirle mucho al mundo normal, pero para Gaara era todo un esfuerzo. –Adios.

 

Y se marchó. Su amigo resultaba un dolor de cabeza para todos sus maestros, compañeros y a veces hasta para sus hermanos mayores, pero a él le parecía que todos exageraban. Ciertamente el chico se metía en más peleas de las que realmente tenía algo que ver directamente, y faltaba a más clases de las que Naruto podía arriesgarse sin temer que sus padres lo cambiaran de escuela, además que a su edad ya era un adicto consumado del tabaco, pero detrás de todo eso era un tipo estupendo. Siempre escuchaba las tonterías que tuvieran el desatino de salir por su boca, y defendía a Hinata cuando alguien se metía con ella en la escuela.  Por eso, pese a que Sai también era un tipo agradable, le resultaba irritante por no corresponder a los volubles sentimientos de su amigo.

 

Todo había empezado seis meses atrás, cuando Sai entró a trabajar. Gaara a veces iba a darle apoyo moral, pero en cuanto conoció al moreno, sus visitas se convirtieron casi en una rutina diaria. Primero, a Naruto no le pareció anormal ni nada, pese al carácter que se cargaba, el de ojos claros a veces salía con chicas, y algunas más con chicos. Nada serio, pese a lo popular que era y la devoción que despertaba en sus admiradores. Con Sai era muy diferente, Gaara le había propuesto salir y el otro lo había rechazado llanamente, alegando que no solía salir con chicos menores que él, y agregando que no le agradaba la idea de salir con alguien tan poco cordial con el mundo. Si se tratara de alguien más, seguramente Gaara lo habría mirado con desprecio y se habría rendido, fijando su interés en alguien más cooperativo, pero aquel rechazo parecía haber avivado su curiosidad por un chico que no podía ser más diferente  a él.

 

-Ya se ha marchado, Hanabi-chan –la voz de Ino lo sacó del trance en el que se había metido, y con el que probablemente estaba incomodando a Sai, pues su mirada no se había despegado de  él. La rubia y la menor entraron a la cocina por la puerta que daba al pasillo rumbo al sanitario de empleados y el vestidor,  la más joven con aspecto preocupado, e Ino más bien furiosa.

 

-¿Segura? –interrogó, mirando alrededor.

 

Naruto bufó con cansancio. Hanabi estaba enamorada hasta la médula de su amigo, pero este no manifestaba ningún aprecio hacia ella, ni siquiera reconocimiento a su existencia. Sus compañeras creían que era terriblemente cruel, por lo que no paraban de hablar mal de él frente a Sai, atizándolo en su contra. La ironía del asunto parecía pasarle desapercibido a todos, pero le daba francamente lo mismo, considerando que Gaara era lo bastante duro como para soportar toda aquella conspiración en su contra y…

 

-Si no dejas de mirarme como si tuviera dos cabezas saliéndome del cuello, te juro por tu madre que te corto la tuya –y no se refería a su cabeza, o no a la de arriba, al menos.  Sasuke lo miró con desconcierto ante su explosión de mal humor, pero le daba lo mismo lo que pensara. Llevaba un buen rato mirándolo, y vale que él también era de los que se distraía en sus pensamientos y terminaba con la mirada perdida en alguna persona, pero le parecía que su mirada no estaba perdida ni parecía distraído, estaba mirándolo fijamente, con interés y como si no hubiese nada que pudiera despegarle la vista.

 

-Mfff –ante la falta de respuestas inteligentes, se limitó a girarse.

 

Era verdad, pero no iba a reconocerlo. Estaba observando al rubio travesti desde hacía rato, y no podía despegar su oscuro mirar de él. Llevaba trabajando en el café durante escasos tres días, y no era la tortura que cabría esperar. Le disgustaba servir comida a seres muy por debajo de él, desde luego, pero la admiración es un platillo suculento, y el franco fanatismo de la clientela no estaba nada mal. Naruto, o Naru-chan, como le decían, trabajaba diligentemente, sonriéndole a los clientes y jugando con ellos alegremente cuando sus servicios eran solicitados. Era de lejos el empleado más popular, y se desenvolvía con una ligereza que parecía improbable para un varón vestido como muñeca. No podía mentir y decir que todas estas habilidades le habían provocado admiración, porque era todo lo contrario. Él, si se lo preguntaban directamente, estaba seguro de que no era homofóbico, pero no es como si uno llegue a casa luego de un largo día de escuela sólo para anunciar despreocupadamente que “hoy he discriminado y estigmatizado a fulanito”. Sabía que la discriminación y la estigmatización eran un proceso a veces miserablemente sutil, y aunque no tenía nada en contra de los travestis o la comunidad LGTB en general, no podía evitar sentir incomodidad ante las conductas poco viriles del rubio.

 

Sin embargo, al escuchar el tono quejumbroso que le había dedicado a su abuela, se le ocurrió que el rubito no se sentía tan cómodo vestido de sirvienta  como al principio había creído. Y ahora, mirándolo jalonear el lacito de su delantal con sumo fastidio, pensó que definitivamente lo había juzgado mal.

 

¿Sería muy tarde para tratarlo con algo más de justicia?

 

-¿Necesitas que te acompañe a tu estación? –preguntó intentando ser cordial.  Naruto, que estaba liberándose de la crinolina con la pericia que da la costumbre, lo miró con sorpresa.

 

-¿Por qué tú haría eso?

 

-Bueno, Gaara se ha ido y…

 

-Que me vista de chica no significa que sea una chica –aseguró furioso. Se plantó delante de él con el pecho descubierto y el vestido arrastrándole en los pies. La peluca yacia en la pequeña banquita junto a la pared, pero con todo y la evidencia, no pudo evitar sentir que estaba mirando algo prohibido. Se obligó a no desviar la mirada, y resultó que no era difícil, pues las rosadad tetillas que adornaban el pecho del rubio, parecían imanes para sus ojos. –No necesito ayuda para llegar sano y salvo a casa.

 

-Ya lo sé, intentaba hacerte un favor –rezongó. Si el rubio supiera lo imposible que resultaba que él fuese amable o intentara serlo, probablemente no se mostraría tan violento. Se sintió tratado con tan poco tacto, que sus ojos dejaron de admirar los pezones de chica del rubio y se clavaron disgustados en las gemas azules. ¿Cómo es que nunca había visto que el chico poseía el azul más parecido al cielo de todo el mundo?

 

-No necesito favores –aseguró con sorna. Sabía que estaba siendo irracional y exagerado, pero no soportaba que un maldito creído como Uchiha se creyera que podía necesitar, siquiera remotamente, su ayuda.-Ve a casita y olvida este día, como seguramente lo vienes haciendo desde que estás aquí.

 

-Tú no me conoces –aseguró molesto. La cercanía de sus cuerpos no tenía nada de íntimo, era simplemente una demostración de su propia violencia. No importabaque los labios de Naruto fuesen rosados naturalmente (¡estaba seguro de que usaría un excelente lápiz labial!) o que su pequeña naricilla provocara morderla. Entre los dos había puras ganas de pegarse, y ni siqueira entendía muy bien por qué.

 

-Te conozco –rebatió Naruto molesto –crees que no te llego ni a los talones –había tanta convicción en sus palabras, que terminó por herir su orgullo.

 

-Sí, entonces sí me conoces. Y no es que lo crea, es que definitivamente lo sé.

 

Por un momento, creyó que el rubito le pegaría, porque cerró sus manos en pequeños puñitos, pero después tragó saliva y se alejó.  Mientras lo miraba terminando de cambiarse en absoluto silencio, se dio cuenta de libraba una batalla interna. No quería dejar de observarlo. Naruto estaba muy lejos de ser la alegre Naru-chan que servía mesas con una sonrisa perpetua, con su vocesita chillona y sus extrovertidos ademanes. Ahí, en esa pequeña habitación, descubrió a un muchachito de movimientos torpes  y ademanes cansados.

 

Y él acaba de soltarle una salvajada.

 

-Tienes razón –el blondo se colocaba la mochila cuando volvió a hablar, evitaba su mirada fingiendo recorrer las tiras –no te llego ni a los talones. Sólo te lo digo para que dejes de intentar ser amable. No lo necesito.

 

Y se marchó, dejándolo con la pesada convicción de que lo había lastimado.

 

 

**

Guardaba su motocicleta en el callejón aledaño a un edificio cercano al café. No era una persona que hablara en exceso de sí misma, y prefería escuchar a los demás, por ello, lo más probable era que nadie supiera que dejaba ahí su motocicleta, o siquiera que tuviera una. De manera que si el pelirrojo estoico estaba recargado contra ella, mientras revisaba su teléfono, significaba claramente que le había seguido en algún momento.

 

-Te has tardado –dejó caer, como si hubiesen concertado previamente una cita.

 

-¿Este era el otro lugar al que ibas? –inquirió. El chico era difícil, no podía seguirle el juego y enfadarse –Ve a casa.

 

-No me apetece –y por lo que parecía, cuando algo no le apetecía, simplemente se negaba a cooperar. No iba a negar que Gaara le atrajera, pero no aceptaría en la vida que le atraía tanto que a veces ni siquiera podía dejar de mirarlo. Bastante tenía el criajo con sentirse muy por encima de la media del proletariado, para rechazar sus múltiples declaraciones de afectos con desdén y superioridad, como para que encima se creyera que podía echarse en la manga a un hombre mayor y con los pies en la Tierra.-Quiero ir a tu casa –la desvergonzada confesión hizo mella en su mente y, como negarlo, un poco en sus pantalones. ¿Cómo  podía existir un ser que con tan austeras palabras y que casi parecía padecer Asperger fuese tan condenadamente sensual (sexual, mejor dicho)?  Por sus compañeras de trabajo, sabía que el chico había embaucado a más de una y a mucho más de uno, pero sus relaciones fugaces continuaban aún cuando su inestabilidad era conocida públicamente. ¿Quién demonios se deja caer a sabiendas de lo duro que será el golpe?

 

-Vete a casa, quizás todavía encuentres a Naruto en el camino. –él no, desde luego, por eso estaba decidido a alejarse de la tentación.

 

-Ya sé lo que ellas dicen de mí –comenzó con indiferencia, casi como si estuviera haciendo tiempo.

 

-¿Qué eres misógino, soberbio, presuntuoso y egoísta?  No necesito que me lo digan, resulta más que evidente–soltó sin ser capaz de contenerse. Quizás estaba siendo grosero, pero en ese punto era eso o arrojarse encima. Sus palabras lograron que el muchacho reflejara sentimientos totalmente humanos, librándose de la fachada de fría porcelana. Sus mejillas se colorearon y sus ojos brillaron de furia.

 

-Me gustas, Sai, pero eso no hace que me conozcas, ni te da el derecho de juzgarme. No soy misógino, simplemente no me gustan las mujeres de la forma en que a Hanabi le gustaría, no entiendo por qué eso me convierte en un ser tan merecedor de tu desprecio.

 

-Te burlas de ellas. Incluso te burlas de Naruto por haber aceptado trabajar con Tsunade, te escuché llamarlo “putilla”. –no iba a ceder, por mucho que Gaara fuese una tentación, él sabía lo que le convenía. Y bien pensado, quizás era hora de que alguien le enseñara algo de humildad al chico.

 

-No me burló de él por haber aceptado este trabajo, francamente me parece exactamente igual este trabajo que cualquier otro.

En el futuro, Gaara se arrepentiría de haber enunciado esa despreocupada afirmación.

 

-¿Estás seguro? –interrogó con astucia. Sorprendido de la falta de agresión en sus palabras, el de cabello como las cerezas asintió. -¿no te parece que Naruto pierde su virilidad al trabajar vestido como chica? –no estaba seguro de cómo habían llegado a ese punto, pero  se limitó a negar con la cabeza-¿ni crees que las chicas que trabajan como maid son unas tontas que no merecen tu atención?

 

-Ni siquiera sé de dónde demonios lo has sacado –gruñó.

 

-Trabaja para Tsunade –pidió –ya que te parece que es un empleo como cualquier otro.

 

-¿De Butler? –interrogó con esperanza.

 

-Desde luego que no… la única manera en que podrías asegurarme que no eres un cerdo misógino, es tomar un empleo que requiere tantas habilidades femeninas.

 

-Yo…  -el sonido de su teléfono cortó todo intento de respuesta. El pelirrojo sacó su teléfono con furia, mirando la pantalla como si esta fuese quien el hubiese hecho una ridícula proposición también. –Deja de llamarme, ya te lo he dicho –gruñó. No obstante, no colgó al instante –no estoy con nadie, maldita sea… no, no podemos vernos. Joder, no –por fin, finalizó la llamada y le dedicó a él una mirada casi culpable.

 

-¿Otra admiradora o es Hanabi? –interrogó fingiendo interés –te aseguro que esa no es la manera en que la gente responde una llamada, por más desagradable que sea.

 

-Ni te imaginas –aseguró Gaara con una amargura que lo desconcertó. Ya se lo esperaba, después de su comportamiento grosero, pero al observar como el menor se alejaba de ahí, se sintió inmensamente compungido.

Notas finales:

¿Les ha gustado? para ser franca, yo lo siento un poquito forzado en algunos puntos, pero me siento contenta con el resultado global.

 

Si a alguna no le queda muy claro todavía que es un maid café, los invito a que visiten la siempre confiable wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Restaurante_cosplay  Un butler, como verán, es un mayordomo, y una maid es una mucama =D

 

Comenten y por piedad, sugiéranme un nombre para el maid café T-T estoy tan perdida en esta vida.


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