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Cosas que pasan. por Lizali12

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Notas del capitulo:

¡Hey! he vuelto. La semana de exámenes aún no termina pero yo ya terminé el capítulo así que aquí está.

No tengo aclaraciones que hacer, así que sólo espero una ola de review's.

Marshall

Día uno. Semana dos de clases en la universidad. Hora… bueno qué importa la hora.

Todavía no siento el peso del estudio, es temprano para sentirlo. Posiblemente la próxima semana empiece a sentirlo, la primera semana fue relajada; pocas tareas, presentaciones de maestros, ninguna tarea de casa.

Tengo novio. 

Al bajar a la cocina divise a mi hermana haciendo el desayuno; hotcakes.

— Te ves fatal. ¿No has dormido bien? —. Pregunté al notar sus ojeras. Mi hermana estaba en el último año de ingeniería especializada en algo de música (digo esto porque no recuerdo en qué era su especialización). A ella siempre le gusto la música y desde pequeña empezó a usar los instrumentos; primero fue una flauta, la típicas que aprendes en la escuela, Marceline aprendió lo suficientemente bien que a los seis años ya podía interpretar a Beethoven (‘Para Eliza’) y no sentirse satisfecha porque no era difícil. Después vino el violín (oh, sí). El gran maestro Paganini mejor conocido como el violinista del diablo. Lo cierto es que a nuestra madre le molestaba escucharla tocar porque no lo hacía bien al principio y debo decir que escuchar un violín en manos inexpertas es en verdad horrendo por no decir insufrible (según mi madre, a quien le toco escuchar los inicios de mi hermana) para eso yo tenía apenas tres años por lo tanto es algo que no recuerdo. De ahí pasó a la flauta que se usa en las orquestas, luego el timbal, seguido de este, la batería, pasando por el violonchelo y el saxofón. Una vez hubo aprendido estos decidió que también quería aprender la guitarra eléctrica y la normal y obviamente el bajo.

En fin podría hablar sin parar de los instrumentos que toca mi hermana y yo no acabaría. En cambio si digo los míos… bueno he aprendido menos que mi hermana pero los suficientes como para no ser un inexperto. Debo decir que el violín fue mis inicios.

—   No logro dar con un soneto —. Fue su respuesta y prosiguió a darme una taza de café.

—   ¿Soneto? —. Repetí, ella asintió. — Creí que ya habías salido de la clase de instrumentos clásicos.

—   Lo hicimos pero ahora nosotros debemos interpretar un soneto en solo, la primera vez fue grupal.

—   Ya veo…

—   Si bueno, en fin. Me tengo que ir a seguir buscando uno que se adapte a mí.

—   Puedes interpretar ‘La campanella’ —. Dije para mí mismo pues ella ya no estaba. — Así que hoy desayuno solo.

***

Cuando terminé el desayuno subí a alistar las libretas de las respectivas materias de hoy, me enjuague la boca y me peine, nah es broma yo no peino.

Una vez estuve ‘listo’ me despedí de mi hermana y le envíe un mensaje a Gumball.

 

Gumball.

‘—Hey cielo, ya estoy yendo a por ti. ¿Estás llevando algo ajustado’

Era lo que decía el mensaje de Marshall, já. Estaba tonto si creía que usaría algo apretado, ni muerto y menos si me iba a morbosear.

Pero obviamente eso era algo que no le diría dado que ya se daría cuenta cuando yo saliera, así que decidí darle una pequeña mentira.

‘— Claro, no tardes’

Minutos después de enviar ese mensaje sonó el timbre anunciando la llegada de Marshall.

—   ¡Me voy yendo! —. Grité a mi hermana que se encontraba en la cocina, ella respondió con un ‘cuídate’ al que asentí aunque ella no pudiera verme.

Al abrir la puerta me tope con Marshall… bueno algo de él. Marshall estaba de espaldas a mí con la vista hacia el frente donde se hallaba la reja de la entrada y con los brazos en jarra, llevaba unos vaqueros algo desgastados de color negro, un suéter del mismo color amarrado a su cintura y una sport blanca más grande que su talla (lo supe porque la tira de la misma se le caía por el hombro izquierdo) debajo de esta una camisa azul rey.

—   Marshall ¿Qué ves? —. Pregunté, pues obviamente su “hacer” era algo sencillo de imaginar.

Se volteo con una sonrisa en la boca y la mantuvo a pesar de ver la ropa que llevaba puesta; un pescador de color beige con varios bolsillos que me quedaba holgado de donde se le viera y una camisa dos tallas más grande que la mía que me llegaba a media pierna, me examino de arriba hacia abajo con descaro, ensancho más su sonrisa y después se acerco hasta a mí para abrazarme, yo no supe qué hacer pues no vi venir el acto.

Esperaba que soltara comentarios sobre cómo se había perdido una buena vista y que yo era un penoso o cosas por el estilo. Pero no esto.

— Maldición, en serio creí que llevarías algo ajustado —.Susurro con su rostro entre mi cuello. Podía sentir su respiración impactarse en mi clavícula, lo cual hizo que me diera un leve escalofrío en la espalda y diera un respingo entre sus brazos— Y luego me puse a pensar que no me gustaría que los demás te estuvieran viendo demasiado porque yo no me permitiría verte dado que te enojarías y eso causaría que te sonrojaras y me vería imposibilitado de contenerme y te besaría enfrente de quien estuviéramos y eso haría que te enojaras porque sé que no te gusta las demostraciones de afecto enfrente de tantas personas  (¡!),—. Fue todo lo que dijo debido a que estaba hablando rápidamente se mordió la lengua en su palabrería, reí ante esto

 

— Eres tan torpe —. Comente entre risas.

— No ez todjeza.

— ¿Qué?—. Marshall espero unos minutos en los que se recuperara del dolor de su torpe mordida para poder hablar.

— Dije que, no es torpeza. Sólo fue un leve accidente —. Menciono con cierto grado de felicidad, como si su respuesta fuera creíble y no una razón para reír. Cosa que sí.

—  Hay que irnos o llegaremos tarde y la verdad que tarde el primer día de la segunda semana no es algo que me haga especial alegría.

Marshall jalo de mí para enfatizar lo dicho. Minutos después estábamos corriendo hacia el tranvía.

 ***

El vagón en el que habíamos subido iba hasta el tope de lleno, no había espacio para la tan aclamada burbuja personal y la verdad es que eso no me gustaba, el sólo estar así me hacía recordar cosas que preferiría no haber hecho. Marshall iba junto a mí, tenía una de sus manos puestas en mi cintura como si con eso me quisiera dar seguridad. Se lo agradecí internamente.

El tranvía se detuvo en una estación y más gente entro. Marshall y yo nos vimos arrastrados hasta la pared del vagón; yo quedé entre esta y su cuerpo, no había más gente que invadiera mi burbuja sólo Marshall, pero bueno mejor él que cualquier otro.

— Marshall estás muy pegado a mí, me aplastas —. Marshall hizo un chasquido con la boca.

— No puedo evitarlo, hay demasiadas personas —. Él intento alejarse un poco de mí pero se vio imposibilitado cuando el tranvía dio una mala vuelta y en vez de alejarse de mí terminó viéndose apretujado contra mi cuerpo. — Mierda, ¿Estás bien? —. Pregunto.

 

Su rostro estaba a centímetros del mío, y aunque a él pareciera no hacerle ningún efecto a mí por el contrario me sonrojo. Es que lo vieras como lo vieras él era enfermizamente atractivo. Y yo, me vieras como me vieras causaba ganas de maltrato. ¡Maldito complejo!

—  Umju, algo, sí.

—  Maldición, que llevan personas no animales —. Y después de eso vinieron una gran cantidad de insultos que no había escuchado en mi casa pero que Marshall soltaba como si fuera de lo más normal. — Y todavía falta para llegar a la escuela. Esto sí que es mala suerte.

En algún punto de toda la oleada de personas terminé quedando en un hueco del vagón en el que mi espalda tocaba la fría hojalatería de esa caja de sardinas en la que se encontraban varias personas-sardinas y  un cuerpo tibio y agradable que tenía una musculatura agradable. Y entre esa fría pared de hojalata y ese agradable tibio cuerpo estaba yo.

El tranvía dio otra vuelta mal lograda y de nuevo me vi aplastado. Marshall se disculpo. Después para evitar que eso volviera a pasar quedé entre cada uno de sus brazos para que cuando el viera que me iba a apretar pudiera ejercer presión en ellos y evitar presionarse contra mí.

— Vas a llegar con las marcas de mi ropa en tu cara —. Menciono Marshall después de posar un brazo a cada lado de mí.

— Umju

— ¿Estás bien? No me digas que te lastime, a ver. Déjame verte bien—. Pidió Marshall, yo tenía la mirada en el suelo y cada que él me hablaba yo le contestaba con monosílabos porque sinceramente me daba pena mirarle a los ojos.

Lo sé, suena tonto y más después de las cosas que pasaron ayer y antier, pero es justo por eso que me da pena verle. Mientras me besa o me toca no nos vemos, al menos no hasta que él me toma del rostro y hace que le vea y sólo hasta que él hace eso soy consciente de lo que hago y con quién lo hago. Pero ahora estando así como estamos, tan cerca pero sin hacer nada que me distraiga, me mantiene completamente consciente de su presencia y la pena puede conmigo.

— N-no es nada. Estoy bien.

— Si estás bien entonces mírame. Es de mala educación no mirar a las personas cuando te hablan.

— Te estoy escuchando y te estoy contestando.

—   Pero no me estás mirando.

—   ¿No me digas que estás consiente de mí ahora? —. Marshall quien se había mantenido a una distancia lo más prudente que se podía de mí para darme mi espacio en ese tumulto de personas, ahora estaba susurrando en mi oído con toda intención y cierta malicia. Y claro, yo siendo yo tuve que asentir afirmativamente. Escuche una risita mal disimulada en mi oído por parte de él. Y justo cuando me iba a quejar, sus manos se alejaron de donde estaban para posarse en mis caderas.

 

Marshall

—   ¿Qu-qué haces? —. Pregunto Gumball con cierto titubeo, titubeo que a mí me motivaba a molestarlo.

—   Acostumbrándote a mí. La verdad debo decir que me encanta la cara que pones cuando, ay espera no intentes taparme la boca. Oh, estás sonrojado qué lindo, tranquilo nadie podrá escuchar lo que te quiero decir. No ve me veas así si no quieres terminar entre la pared de hojalata y mi boca —. Gumball frunció el ceño antes de mostrarme su lengua y cruzarse de brazos en un claro signo de enfurruñamiento.

—   Eres un tonto —. Fue lo que dijo aún con el ceño fruncido.

Estábamos a una estación de llegar a la universidad y debo decir que en  todo el recorrido que habíamos hecho desde la estación de nuestras casas hasta la que estaba cerca de la universidad no había lamentado para nada los apretujones que le fui dando a Gumball en el lapso del camino, lo cierto es que hasta los disfrute.

—   También me gustas.

—   Y-yo no. Yo no dije eso —. Susurro, estábamos tan apretados que podía sentir su vergüenza, Gumball jugueteaba con los bordes de su enoooooooorme camisa mientras evitaba verme por todos los medios posibles.

La verdad es que al verlo en la mañana con esas ropas sentí decepción, al principio. Me esperaba ciertamente algo que denotara más su cuerpo que lo delineara más, algo que sólo las ropas ajustadas podían hacer. ¡Pero! Luego de pensarlo me dije a mí mismo que estaba bien, es decir si alguien más lo fuera a ver como yo lo veía me daría envidia, envidia porque Gumball de seguro me reñiría por verle morbosamente y después me darían celos, celos porque yo no podía verle morbosamente enfrente de los demás… así que verle con esa ropa tan grande que no delineaba absolutamente nada y por el contrario lo hacía ver pequeño concluí que los que llevaba puesto no estaba tan mal y yo podría vivir con eso.

—   Oh, Gumball. Provocas cosas en mí que no deberías de provocar.

—   ¿Cosas? Además de tu acoso desmedido y el morboseo intenso que me dedicas

—   Sep, provocas que te quiera molestar.

—   Por favor no lo hagas.

—   No lo haré, al menos no ahora. Ahora quiero hacer otras cosas.

Reforcé el agarre que tenía en sus caderas y pegué mi rostro en la hendidura de su cuello, él se tenso por un momento pero luego disminuyo la tención y me tomo de los pliegues del pantalón. Estaba siendo participativo.

—   Maldición, un poco más —. Dije cerca de su oído. Él pregunto a qué me refería y yo le conteste ‘túnel’.

No hizo falta que le explicara. En el momento en el que pronuncie eso el tranvía se volvió oscuro como señal de que estábamos pasando por el túnel de la ciudad como anuncio que pronto llegaríamos a la estación cercana a la escuela.

—   Oh, a esto te referías con túnel —. Menciono Gumball, creo que era más para sí mismo porque lo había dicho bajito, pero con lo cercano que lo tenía la verdad era imposible no escucharle.

—   No hables —.

Gumball

No sé porqué no lo vi venir, es decir Marshall la pasaba atracándome cada que podía después del día que le dijera que aceptaba ser su novio.

Apenas entramos al túnel sólo intercambiamos unas breves palabras. Después de eso pude sentir algo tibio y suave contra mis labios.

Marshall estaba dándome un ligero beso, yo afiancé mi agarre en el pliegue de sus pantalones y luego el apenas contacto que habíamos tenido fue elevándose poco a poco hasta que prácticamente Marshall tenía su lengua enredada con la mía.

Creo que ya me lo he dicho varias veces desde que esto empezó. Yo no sé besar, con mi primera novia no hacíamos esto de comernos la boca, teníamos una relación basada en la comunicación y a ninguno le molestaba así que el contacto físico pues en realidad no lo teníamos.

Pero con Marshall… con él esto del contacto físico parecía no terminar. Tenía una marca desvaneciéndose en mi cuello y una mordida en mi clavícula además de diferentes puntos por mi pecho y caderas (todo esto lo había hecho el día en el que fue a visitarme y terminamos en la cama haciendo cosas…)  ¡Y él no tenía nada mío aún!

Marshall chupo mi lengua con lentitud, disfrutando de lo que hacía, daba leves giros para poder encajar mejor conmigo, para poder llegar más profundo, sentía su lengua tocándome el paladar y rozar mis mejillas. Hubo un momento en el que ese pequeño musculo que me daba placar al momento de besarnos toco debajo de mi lengua e hizo que se escuchara un sonido hueco. Yo  flaqueé ante esto, las piernas me temblaron y casi caigo.

—   Hmm, veo que alguien disfruta de lo que hago —. Fue su comentario al salvarme de caer. Había cruzado sus brazos por debajo de los míos y me tenía pegado hacia él.

—   Cá-cállate —. Fue mi inteligente comentario, nótese el sarcasmo.

—   Lo que digas cariño —. Mordió mi labio después de decir eso. No lo hizo fuerte pero si con saña.

Marshall

Baje del tranvía fácilmente, a Gumball por el contrario lo engulleron las personas. Tuve que volver por él y tomarle de la mano.

Así que el resultado fue; bajamos ambos tomados de las manos él por necesidad y yo por buena persona. Necesidad de ayuda, y mi bondad.

***

Cuando llegamos al instituto hice una revisión de Gumball; cabello desordenado (se podía arreglar), mejillas rojas (un poco de tiempo y se calmaría), labios rojos… maldición (¡Atrás deseos impuros!), marca de beso, mordida… (¡Mierda, un hematoma!).

—   Gumball  hay que cubrir la mordida que tienes

—   ¿Gracias a quién?—. Me recrimino.

—   Perdón…

Gumball cubrió su cuello alzándose un poco más la camisa. El mordisco estaba hasta la clavícula así que se encubrió fácilmente por lo del chupete… bueno no se veía tanto así que no me preocuparía por eso, debía dejar a un lado la manía de hacer eso a este paso terminaría siendo un mural de marcas hechas por mí.

—   No me enoja, sólo debes dejar de hacerlas en lugares visibles

—   ¿Ah? ¿A qué te refieres?

—   Bueno, es que… pareciste triste cuando te recriminé. Y-yo creo que fue mi imaginación. Lo siento si no es así. Vamos ahora al salón el primero es el profesor Simón.

—   Entonces… ¿Puedo seguir marcándote?

—   … —.

Gumball no hablo hasta que hubimos llegado al salón, él había tirado de mí hasta este y yo me había limitado a dejarme llevar.

—   Sólo no me marques seguido —. Fue lo que dijo antes de que entráramos al salón. Tenía los labios fruncidos en un puchero, la mirada perdida en cualquier cosa menos yo y un ligero rubor. Yo me limite a asentir.

—   De acuerdo, nada visible

 

Notas finales:

Ya saben, quejas, sugerencias, tomatazos. Insultos no, porque me bajan la moral.


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