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Cosas que pasan. por Lizali12

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Notas del capitulo:

Lo prometido es deuda, aquí está el capítulo. Es casi igual de largo que el anterior :v

Me inspire en los dos ._. ojalá fuera así para con la tarea :'v

Marshall.

Hay muchas cosas que todavía no comprendo; como la inmortalidad, la pobreza y la desigualdad. Pero no me meteré en problemas de casuística y moral.

Mi principal duda yace entre mis brazos.

Después de salir de la escuela Gumball y yo corrimos hasta mi casa, necesitábamos hablar y resolver dudas, lamentablemente para él, en mi casa no había nadie; mi hermana  de seguro salió a despejar la mente debido a los problemas causados por la sonata, así que al entrar en mi cuarto pareció cohibirse un poco.

—   Bien, pregunta tú. — Me instó cuando él se hubo sentado en mi cama. Qué bueno que hoy en la mañana me había dado a la tarea de limpiar mi cuarto antes de ir a la escuela -hecho por el cual llegué tarde a buscarle- luego alzaría un altar a Júpiter o Krishna por tan semejante suerte. — Aclarare tus dudas y luego tú las mías.

 

—   Suena tentador, pero tengo una mejor idea.

Gumball me dio una mirada suspicaz, como dudando de que fuera cierto, pero después, dada la forma en la que se acomodo en la cama, intuí que lo dejo pasar, dándome así, el beneficio de la duda.

—   Habla entonces.

 

—   Hagamos un juego.

 

—   ¿Un juego? -preguntó- no creo que un juego sea la solución a nuestros problemas.

 

—   Este sí. Debido a la peculiaridad que conlleva.

 

—   Habla pues, que me intrigas más.

 

—   Es un juego típico entre los Lealtad. Una manera de conocernos mejor. — Gumball pasó a auto acorralarse en la esquina de la cama cuando vio que yo me sentaba en esta. — Nos haremos una pregunta por turno, tú la contestarás luego yo te haré una pregunta y me la contestarás. No pueden hacerse dos preguntas en el mismo turno y tampoco se puede preguntar cuando se esté dando la respuesta a una pregunta, es sencillo. ¿Entiendes?

 

—   Algo así, comienza tú para que me haga una idea.

 

—   De acuerdo.

Me hice hacía atrás para poder acomodarme mejor en la cama, de haber sabido que algún día tendría a dos personas tan… larguiruchas… como Gumball y como yo definitivamente habría pedido una cama grande y no una unitaria. Cando sentí mi espalda dar con la pared me detuve y me puse a pensar cómo preguntar aquello sin sonar como una persona celosa.

Luego de pensármelo un rato y darme cuenta de que lo preguntara como lo preguntara no cambiaría el hecho de que SÍ estaba celoso, decidí formar la pregunta como viniera.

—   El que te trajo hoy al salón… ¿De dónde lo conoces? Parecía estar interesado en ti.

Gumball alzó la mirada de sus manos que yacían en los bordes de su camiseta y me vio, las cejas alzadas ante la sorpresa de la pregunta.

—   Gio y yo no tenemos nada si eso te preocupa -así que Gio,eh-. Lo conocí hoy mismo. Después de corre-huir de ti me vi en un ala desconocida, él me encontró y me hizo plática. Cuando vio que no podía volver a mi salón me ofreció su ayuda, ayuda que negué al principio pero como me vi imposibilitado en la tarea de volver terminé aceptando. Eso es todo.

Di una risita ante la corrección de sus palabras, ‘huyó de mí’. Es un poco triste y duele, pero a fin de cuentas es cierto.

Posiblemente si él hubiera sido el besado yo habría armado un show, él por el contrario corrió.Gumball era así, no armaría un escándalo por algo que se pudiera solucionar hablando pacíficamente, como lo estábamos haciendo ahora.

—   ¿Entonces no hay nada?

 

—   Es mi turno de preguntar, dijiste que no se puede preguntar cuando se está dando una respuesta. Tramposo.

 

—   Jajajaja, lo siento. De acuerdo vas tú. Aunque me imagino qué vas a preguntar.

 

—   No, no lo creo.

 

—   De acuerdo, has la pregunta.

 

—   ¿Tienes comida? Es que tengo hambre. No he comido.

 

—   ¿Qué…? ¿Y por…? Ah, ya. Perdón. Sí, si hay comida. Gumball, tú sí que eres un caso. Venga vamos a buscar algo para que comas.

 

***

Nada, eso es lo que pasaba. No había nada de comer. Mi hermana no había cocinado y yo no sabía qué hacer. Había ingredientes para cocinar, sí. ¿Pero qué cocinar?

Frente a todo problema Gumball tuvo una solución, hizo sopa.

Tardamos una hora en cocinarla, era sopa de champiñones y por todos los dioses, estaba rica.

—   Así que cuando me dijiste que sabías cocinar no mentías. Maldición Gumball, esto está riquísimo. Mejor que la que hace mi hermana.

 

—   No tenía porqué mentir, y gracias. Sé que cocino rico.

 

—   Modesto aparte

Hablamos de banalidades mientras comíamos la sopa, resultó que Gumball se la terminó él solo y yo me quedé muy por detrás con tan solo dos platos servidos. Quien viera a Gumball no creería que sea capaz de terminarse una olla él solo.

—   Eres un glotón. — Dije entre risas mientras subíamos de nuevo las escaleras. Gumball iba adelante mío riéndose de mis quejas.

 

—   No es mi culpa que comas lento.

 

 

—   Debiste dejarme aunque sea un poco ¡Limpiaste la olla!

 

—   Te dije que tenía hambre. Quien avisa no es traidor.

 

—   Jamás me dijiste que comieras mucho. En la escuela no comes así.

 

—   Uno debe cuidar sus modales frente a las personas. Tienden a hablar de más siempre.

 

—   ¿Siempre comes de esa forma?

 

—   Sí, no debe sorprenderte. Mi hermana solía comer más que yo, a veces aún lo hace.

 

—   Vaya, no lo aparenta.

 

—   Jejeje lo sé…

 

—   Hey. — Hablé cuando estuvimos enfrente de la puerta de mi cuarto. Gumball se volteo antes de abrirla.

 

Flame suele decirme que uno sabe cuándo será besado, sus novias tienden a no hacer nada cuando ven que él las va a besar. La verdad  no lo creía. No hasta este momento.

Apoye mis dos brazos en la puerta. Uno a cada lado de Gumball, él por el contrario se hizo hacia atrás hasta que su espalda tocó la puerta, poso la mirada en el suelo de madera de mi casa, yo me recliné lo suficiente hasta que estuve a centímetros de su rostro, estaba sonrojado, sus manos jugaban con el pliego de su camiseta. Tan lindo.

Gumball alzó la vista de donde la tenía, iba a decir algo pero no pudo.

Sus labios son suaves, quizá los más suaves que he sentido en mucho tiempo. Puede que los únicos. Su boca me agrada, hace mucho besar y meter la lengua en una cavidad me daba igual y tendía a evitarlo no me agradaba en lo más mínimo hacerlo. Pero él… él es diferente, me da un placer culposo el besarle como lo hago y palpar su cuerpo como lo hago, quizá porque él todavía no ha sido manchado por la podredumbre que tenían con quienes anteriormente estuve .Gumball da un gemido que se ve ahogado entre nuestras bocas y yo no puedo contenerme más.

Metí mi mano debajo de su short y palpé su cintura y le di un ligero apretón, Gumball, como gato asustadizo,  en respuesta dio un respingo y rodeó mi cuello. Me aproveche de eso para pasar mis manos detrás de su cabeza y hacer el bes- remolino de lenguas más profundo. Podía sentir la saliva resbalándosenos de las comisuras de los labios y a Gumball temblar en lo que podría ser el inicio de una erección. No importaba de quién.

Más, quiero más.

Puse mi rodillas en la entrepierna de Gumball y le obligue a separarlas, después de eso le deje apoyarse en esta para mantenerse erguido mientras yo besaba sin rodeo alguno su cuello y lamía por donde pasaba. Él decidió apegarme más hacia sí mismo y meter su mano entre mi ropa, posando su mano -tímidamente- en mi pecho y acariciando donde podía.

 

Más, más. Necesito más. Esto no es suficiente.

—   No, marcas no. No quiero. — Las palabras le salían en susurros bajos, pareciera que rogara porque hiciera lo contrario a lo que pedía.

 

—   No lo pidas de esa forma, no te prometo nada si me lo pides así —Mi voz sonó ahogada a mis propios oídos.

 

Gumball se mordió el labio inferior en un intento de acallar el jadeo que a final de cuentas le salió. No me podía importar menos, si él jadeaba o chillaba me parecía tentador, así que el que lo hiciera me encantaba en gran manera. Rogaba porque salieran más

 

—   ¡Vaya, vaya! Mira lo que me encuentro una vez vuelvo a casa. Mi hermanito fajando enfrente de la puerta de su cuarto. Por lo menos debieron entrar ¿Sabes?

Jamás he insultado a mi hermana, nunca ha habido razones y el hacerlo tampoco me agrada. Pero ahora sí que las hay, la ha jodido; Puta Marceline.

—   Marceline hay algo llamado “momento” y en el “momento” la gente suele no interrumpir. — Me apoyé en la puerta con mis antebrazos y oculte el rostro de Gumball a la vista de mi hermana. No quería que lo viera, era un deseo de posesividad estúpido el que tenía en ese momento.

Mi hermana me ignoró campalmente y dirigió su atención hacia Gumball, quien se encontraba oculto entre mis brazos y completamente rojo de la vergüenza -pensé- en ese momento, él pegó su rostro a mi cuello al notar la mirada de mi hermana y sus manos descendieron hasta los botones de mi camiseta vaquera. Marceline volvió a posar sus grisáceos ojos en mí.

—   No es mi culpa encontrarles en pleno acto enfrente de la puerta. Si vas a hacer este tipo de cosas mejor hazlas dentro de tu habitación, no en el pasillo donde todos podrían pillarte.

 

—   Pudiste azotar la puerta principalanunciando que llegabas. — Le recriminé, pero dado el encogimiento de hombros que hizo fue obvio que no le importaba lo que le dijera.

 

—   Lo hice, pero por la forma en la que los pillé dudo mucho que me hubieran escuchado. — Marceline uso el retintín que tanto odio en ella para hablar. Mala señal. — Entonces… ¿Iban a tener sexo ahora mismo? Si es de esa forma lamento mucho el bajarles la calentura, pero por el contrario les enseñará en dónde deben hacer esas cosas.

 

Dicho eso mi hermana prosiguió su camino tarareando una canción y dando brinquitos de felicidad por haberme jodido el momento.

—   No íbamos a tener sexo, Marce. — Mi hermana volteo a verme justo cuando giraba la perilla de su puerta.

 

—   No, no lo tendrán. Ya no. —Los labios se le curvearon en una sonrisa ladina llena de malicia antes de entrar a su cuarto. Quien no conociera a mi hermana que metiera las manos al fuego por ella.

 

—   Venga Gumball, entremos a mi cuarto. — Gumball tembló cuando escucho eso, yo di un resoplido de cansancio. — No Gumball, no tendremos sexo si eso es lo que te preocupa. No lo íbamos a tener ni aunque mi hermana no hubiera interrumpido nuestro magreo enfrente de  mi puerta.

 

—   Perdón…

 

—   ¿Por qué? ¿Por pensar que iba a abusar de ti? Descuida, admito que a la vista no parezco persona decente y que suelo ser malinterpretado.

 

—   No es- yo no- es decir-

 

—   No estás terminando ninguna frase -le interrumpí- pero sé qué quieres decirme. Está bien, no te estoy regañando o culpando. Estoy diciendo que a veces está bien ser desconfiado.

 

Ambos pasamos a mi cuarto volviendo a retomar los lugares que teníamos antes de bajar a comer. Gumball se mostraba vacilante, tembloroso e inseguro. Abrí la boca para hablar, pero él me interrumpió.

Jamás espere que eso saliera de su boca, él dijo:

—   ¿No quieres tener sexo conmigo porque soy hombre, o porque soy muy chico?

Me ericé al oír esa pregunta. La calentura que había tenido hacia nada se fue, dando paso a lo que bien podría ser perplejidad y sorpresa. O la combinación de ambas

—   ¿Qué? No, espera. Creo que no escuche bien, es decir tú no-

 

—   Escuchaste bien.

 

—   No, no contestaré eso. No es tu turno de preguntar.

 

—   Lo es, sí. Antes preguntaste si siempre comía de esa forma, yo te contesté que sí. Así que es mi turno de preguntar.

 

—   ¿Si siempre…? Ah, ya… no estábamos jugando en ese momento.

 

—   Nunca dejamos de jugar, sólo sucedió que te dije que tenía hambre. No pausamos el juego. Por eso evite hacerte preguntas hasta ahora.

 

—   Aah… — Paseé mis manos por mis enmarañados cabellos buscando las palabras adecuadas para contestar su pregunta. Gumball esperó expectante la respuesta. — Escucha, si tuviera que contestarte sinceramente diría que porque eres muy chico. No quiero imponer mis sentimientos en ti así como tampoco quiero que te veas cargando con un momento… pesado. No quiero arrebatarte lo que bien podría ser el quiebre de tu niñez. Tampoco me gustaría lastimarte, como ya sabes jamás he tenido sexo con un hombre y si te llegara a lastimar no podría cargar con la culpa. No importa que seas hombre, me gusta el hecho de que lo seas, pero eres aún muy joven.

 

Gumball frunció los labios y el entrecejo. Parecía cabreado con la respuesta.

—   No soy un niño.

 

—   A mis ojos sí.

 

—   Pero a los de las demás personas no.

 

—   No me importan las demás personas, los ojos que importan aquí son los míos. — Pude ver cómo abrió la boca para reprocharme pero la volvió a cerrar. Finalmente dijo:

 

—   Eres un idiota.

 

—   No eres la primera persona que me lo dice. Pero idiota o no, es mi turno de preguntar. — Gumball volvió a decirme idiota pero lo ignoré. — ¿Eres virgen?

 

Su sonrojo me dio la respuesta. Aún así espere que él me contestara, iba a tartamudear. Lo presentía.

—   E-eso no- esa pregunta no- tú… sí…

 

—   No te escucho, lo has dicho muy bajito.

Gumball inflo las mejillas y se cruzo de brazos.

—   No contestaré.

 

—   Entonces no preguntarás otra vez.

 

Gumball

 

—   Sí, lo soy. — Contesté a regañadientes. No estaba contento, él me había escuchado la primera vez. — Ahora es mi turno

 

—   Sí, lo es.

Mi pregunta conllevaba otras más que iban en fila y necesitaban ser preguntadas al mismo tiempo porque sólo así me sentiría feliz. Pero el juego me obligaba a hacer una por turno.

Y una por turno no me satisfacía.

—   ¿Qué esperas para preguntar? — Cuestionó Marshall ante mi vacilación.

—   Es que… yo…

Marshall me examinó, supongo yo (quiero creer) que no me vi tan lamentable a sus ojos porque después de examinarme dio un respiro profundo en el que sus hombros subieron con el aire que entraba a sus pulmones y descendieron cuando lo expulsó.

—   Por cómo me miras intuyo que no es sólo una pregunta la que quieres hacer, también que es de las que te exaltaran.

 

—   Intuyes bien.

 

—   De acuerdo, hazlas. — Marshall me dedicó una sonrisa de derrota, la cual le devolví con alegría y gratitud.

 

—   Esa chica… la que te besó hoy ¿Qué es o fue de ti? ¿Hay más como ella? ¿Deberé preocuparme cuando vuelva a pasar? No quiero sonar como un niño, no lo soy y tampoco quiero que me veas como uno pero tampoco quiero estar con alguien que no será completamente mío. No quiero que estés conmigo sin estarlo. Me gustas Marshall, en serio lo haces, pero no estoy dispuesto a ser juguete de nadie. Es solamente que… ¿Podremos tener una relación en la que yo no tenga que preocuparme por infidelidad?

Marshall sonreía cuando yo terminé de hablar, lo cual me enojo porque ahí estaba yo, exponiendo mis dudas y mis miedos y él no hacía más que reír.

—   ¡Eres un idiota! — Me levanté del rincón en el que estaba y justo cuando iba a bajar de la cama Marshall me tomó de la cintura y me jaló. Forcejeé pero no logre liberarme lo que ocasiono que yo terminara sobre él en un abstracto y muy raro enredo de extremidades. — ¡Idiota, suéltame! ¡Me quiero ir!

 

—   Eres tan mono a veces. Por no decir la mayor parte del tiempo. — Me susurro al oído. Sentí un cosquilleo recorrer mi cuerpo y mis mejillas calentarse. Era algo que parecía sólo suceder con Marshall.

 

Quizá porque el muy pillo no sabía lo que era la vergüenza y siempre decía lo que pensaba.

 

—   No me tomes el pelo.

 

—   No lo hago.

 

—   Entonces ¿Por qué reías?

 

—   Bueno, me alegran tus celos ¿Qué más puedo decir?

 

—   No estoy celoso.

 

—   No, claro que no. Por cierto eso es sarcasmo.

 

—   Tú grandísimo tonto suéltame… ¡Ah, espera! ¡¿D-d-d-d-d-dónde estás metiendo mano?!

 

—   Lily es una amiga de mi hermana -comenzó a hablar ignorando mis quejas- la conocí cuando yo iba en preparatoria, digamos que me conoció en mis peores momentos. Algún día de contaré mis grandiosas hazañas, por el momento te diré que no, no hay más como Lily porque para empezar ella es… ah… ¿Cómo decirlo?... bueno lo que viste no es algo que haga con más personas. Ella empezó esto de robarme ya sabes qué. —Decidió decir una vez vio mi cara de hastió. — Jamás le he dicho nada porque para empezar jamás sé cuando me va a atacar y cuando lo hace suele irse rápidamente y porque cuando ella empezó con este jueguito yo no había tenido pareja hasta ahora.... Tampoco tuve nada con ella  porque bueno, yo no quise. Jamás la he visto de otra forma que no sea de amistad. ¿Si hay más como ella? La verdad es que sí… muchas, sí. Pero a ellas a diferencia de Lily las puedo terminar simplemente dejando de ir a verlas o dejando de hablarles. También diciéndoles que me conseguí un lindo noviecito que es celoso-

 

—   ¡No estoy celoso! Estoy… aquejado por los… ah… problemas…

 

—   Ajá, y yo no he mentido una vez en mi vida.

 

—   No estoy celoso. — Marshall mordió mi tabique cuando notó mi enfurruñamiento, yo me queje, él rió.

 

—   No he terminado de hablar, cielo. — Todavía siento un calorcillo en la boca del estómago cuando el usa calificativos cariñosos para conmigo. Me siento feliz, sí. Pero también siento vergüenza. Yo aún no puedo decirle palabras afectivas.

 

—   Perdón… continúa.

 

—   A Lily no le puedo decir nada hasta que la vuelva a ver y eso tengo que hacerlo yendo a su salón. Cosa que haré mañana y tú tendrás qué venir conmigo. No me protestes. Veamos qué más… ah, sí. —Dijo con una tranquilidad que en ese momento no sabía de dónde le salía porque mientras yo era todo nervios e inseguridad él era todo tranquilidad. — No debes preocuparte cuando vuelva a pasar, trataré de terminar todas mis relaciones sucias con aquellos con quienes las tuve si eso te hace sentir feliz por lo tanto no debes preocuparte por alguna infidelidad de mi parte. Soy serio con respecto a la relación que tenemos.

¿Si eso me hacía feliz? ¡Claro que sí! Era como quitarme un gran peso de encima. No son celos, o al menos no quiero que sean celos porque si lo son quiere decir que empiezo a sentir algo por él y no quiero sentir algo por Marshall cuando él podría no sentir nada por mí.

No quiero hundirme en un vórtice de sentimientos que podrían ser destruidos fácilmente por sus manos.

—   Gracias. — Dije, audible, sonoro. Pero sólo para él. Quería que supiera que estaba depositando más confianza de la que con anterioridad hubiera depositado en manos de alguien que no fuera de mi familia. Marshall en respuesta acaricio mi nariz con la suya y me susurro un “No tienes que agradecer nada”. — Es tu turno.

 

—   Linda. ¿Por qué terminaste con ella? — Ahí está, directo y sin vergüenza.

 

—   No la terminé yo, en realidad fue ella quien me terminó.

 

—   ¿Por qué? Es decir, si yo hubiera sido ella dudo mucho haberte terminado. Debo decir que, desde mi muy parcial persona, tienes un atractivo peculiar, eres sincero, educado, no eres grosero, eres inteligente y tranquilo. Así que ¿por qué? No creo que sea porque te hayas venido a vivir aquí; hay relaciones que funcionan de lejos y tú bien podrías haber ido a verla cuando tuvieras vacaciones.

 

—   Porque yo… pues yo… ya sabes…

 

—   No, no lo sé. Por eso te pregunto.

 

—   Yo no… yo no soy una persona muy cariñosa ¿De acuerdo? No sabía cuándo ella quería estar conmigo. La vez que tuvimos una pelea fue precisamente por eso porque ella se sentía triste y “necesitaba un novio, no un hombre que sólo aconsejara” para eso podía ir con una amiga. Dar afecto no se me da bien, decir palabras cariñosas me da pena; soltar un “Te amo” sin sentirlo me pesa. Pero al parecer eso era lo que ella quería oír. Y yo no podía dárselo.

 

—   Esa hija de-

 

—   Tranquilo -le interrumpí- está bien, no la culpo. Además creo que también estaba el hecho de que le dijeran lesbiana cuando íbamos por la calle tomados de la manos, la gente veía en mí a una mujer no a un hombre. — Empecé a reír ante el recuerdo del antes y el ahora. Marshall se me quedo viendo y  yo procedí a hablar entre risas. — Es graciosos porque antes estaba un una relación lésbica porque parezco mujer y mi pareja era mujer. Ahora que estoy en una relación homosexual es una heterosexual a la vista porque tú eres el único de los dos que se ve como hombre. Lo cual hace de mí… lo cual hace de mí la… mujer…

 

Y ahora quién reía era Marshall ante mi cara de completa perplejidad. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?

—   Jajajajaja te acabas de dar cuenta ¿No? — Y después de esas palabras vino toda una ola de carcajadas, Marshall rió libremente a mi costa mientras yo trataba de salir del shock en el que había entrado.

—   Eso… eso quiere decir que si llegamos a tener sexo ¿Yo seré el pasivo?...

Y Marshall dejó de reír para pasar a revolverse su negra cabellera y luego rascarse la cabeza. Ofuscado por el asunto.

—   ¿Otra vez con eso? Dime, ¿Acaso quieres tener sexo conmigo?

¿Si quería? No lo sé, ciertamente Marshall hirió mi orgullo al decirme que no tendría relaciones sexuales conmigo porque era un ‘niño’ para él, y dolió porque mi orgullo era algo muy importante para mí. Pero si el hecho de que no quisiera tenerlas conmigo significaba que era porque no le atraía mi cuerpo o que en todo caso le repugnaba el hecho de tener un novio ‘afeminado’  me hacía sentir triste.

Pero por la personalidad de Marshall sabía que él no era de esos que anduvieran con alguien sin sentir atracción alguna hacia la persona. Un ejemplo era Lily, Marshall mismo había dicho que no quiso nada nunca con ella por el hecho de que sólo la veía como una amiga. Por lo tanto, algo veía en mí que le hizo querer salir conmigo.

—   Yo, eh. Bueno. No sé.

 

—   Entonces dejemos de hablar de eso. Me cuesta contenerme

¿Contenerse?

—   Sí, oye Marshall.

 

—   ¿Sí?

 

—   Desde que empezamos esta plática he notado algo.

 

—   Hmm. ¿El qué? —Su rostro estaba en la hendidura de mi cuello lo cual me causo cosquillas ante su aliento.

 

—   Que tus manos se la han pasado en mi trasero y tú no pareces querer quitarlas.

 

—   Pfff, perdón –menciono en una ahogada risa- creí que ya te habías olvidado de mis manos.

 

—   Es algo difícil de hacer cuando te la has pasado moviéndolas sobre mis glúteos.

 

—   Se sienten bien, son suaves.

 

—   No lo hagas, yo no ando por ahí manoseándote.

 

—   Porque no quieres.

 

—   Porque no… espera. ¿Qué?

 

—   Dije que: no me manoseas porque no quieres, yo no me quejaría si lo hicieras.

 

—   No te manosearía…

 

—   Pero yo sí, así que el que tu no lo hagas no impide que yo sí. Además, eres muy penoso como para hacerlo.

 

—   Yo no soy penoso.

 

Marshall se incorporo en la cama, flexionó sus brazos y posó su peso en ellos, yo quede  sobre él, con mis manos sobre su pecho. Su mirada estaba fija en mí.

Una sonrisita maliciosa se formo en sus labios. Sabía de sobra que esas risitas no presagiaban nada bueno.

—   Entonces tócame.

Y no, no era nada bueno.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Ay no se, me pensaré lo que resta del día si hago manoseo o no uwu.


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