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Apariencias por Bithae

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Notas del capitulo:

¡Hola! Actualizo hoy porque me dije a mí misma que lo haría si llegaba a los 10 reviews, y como eso pasó, aquí está el primer capítulo.

¡A leer!

—¡No entiendo tu comportamiento!

Ni lo entenderás.

KiBum miró a su madre mientras se quitaba la corbata. ¿Qué hacía su madre despierta de todas formas? Eran las tres de la mañana y él acababa de llegar a su casa. Se había pasado un par de horas lamentándose como un imbécil, llorando y dándose golpes en el pecho antes de que decidiera que había tenido suficiente y debía afrontar lo que había causado su mala decisión.

No iba a negar que aún le dolía que el amor de su vida se fuera a casar. Dios, porque de verdad dolía; pero él era fuerte y buscaría la manera de sobreponerse.

—Mamá, por favor —murmuró, sentándose en la cama y apoyando la cabeza entre las manos—. No estoy para dar explicaciones, ¿podemos hablar de esto mañana?

—¡No!

—Mamá —alzó la cabeza y la observó cruzarse de brazos. Esa era su típica actitud de estoy-esperando. Joder, su madre no se iría hasta conseguir una explicación. Resignado, suspiró—. No me lo esperaba, ¿de acuerdo? —Eso era verdad. —Me sentí traicionado. Minseok hyung es —el amor de mi vida —mi mejor amigo y no pude creer que no lo mencionara antes, ¿entiendes? Sobre todo cuando comprendí que tú lo sabías, mi papá lo sabía. Todos lo sabían menos yo.

Ella lo miró entrecerrando los ojos.

—Eso es infantil, KiBum —bufó, haciendo un gesto indiferente con la mano—. Debiste de haber controlado ese feo temperamento tuyo en vez de salir así cuando se anunció el compromiso. ¿Sabes lo vergonzoso que fue para tu padre y para mí? ¡Nos dejaste en mal con los Choi! —suspiró exageradamente y se agarró el puente de la nariz con una mano—. Para tu información, Minho se enteró al mismo tiempo que tú y fue lo bastante inteligente como para felicitar a su hermano. No salió corriendo como niñito de diez años —explicó—. Así que mañana vas y te disculpas con todos ellos, ¿me escuchaste? Y por favor, da una excusa más convincente.

KiBum se dejó caer sobre el colchón mientras ella daba media vuelta y salía de su cuarto. ¿Disculparse? Eso sería algo imposible de hacer. Sobre todo porque ya no se sentía capaz de ver a Minseok a la cara sin soltarse a llorar. Dios, podría jurar que, en un momento de locura provocada por el dolor, le rogaría que no se casara, que le diera una oportunidad. Y no gracias, él no iba a quedar más en ridículo.

Soltando un quejido, se levantó y se desvistió. Estaba a punto de entrar al baño cuando su celular sonó. ¿Quién carajos podría ser a esta hora? Acaso… El pensamiento de que fuera Minseok causó que le dieran escalofríos por todo el cuerpo y llenó sus ojos de lágrimas.

Mierda.

Levantó el aparato de la mesita de noche y miró la pantalla.

No era Minseok.

—Taemin —contestó—, ¿qué demonios haces llamándome a esta hora?

—Hyung —la vocecita precavida de Taemin le hizo rodar los ojos. ¿Por qué había contestado de todas formas?—, ¿Estás bien?

—¿Ah? —Preguntó, confundido. —¿A qué viene eso tan de repen…?

—Lo sé —lo interrumpió—, se acerca de Minseok-ssi, lo acabo de ver en internet.

Silencio. Silencio por largo rato hasta que no pudo más. Pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas y lo hicieron sollozar. Se tapó la boca con una mano y cerró los ojos con fuerza. En este mismo momento se arrepentía de haberle contado a Taemin sobre Minseok, pero a la vez se alegraba de tener a alguien con quien poder desahogarse.

—Realmente —murmuró—, necesito un abrazo, Taemin.

—Ah, hyung —el pequeño suspiró—. ¿Quieres que vaya a tu casa? Sabes que no hay problema, puedo pasar la noche contigo.

Se escuchó el sonido de sábanas y después, una voz suave y pesarosa murmuró:

—Me temo que sí habrá problema, bebé. Recuerda que eres mío.

La piel se le puso de gallina y se le fue momentáneamente la tristeza al recordar la relación que Taemin sostenía con ese pervertido novio que tenía. Joder, sólo de pensar en lo que hacían por las noches causaba que le diera dolor de cabeza.

—¡Cállate! —Masculló Taemin, después se escuchó un golpe. —Aleja tus manos de mi culo, Jonghyun, acuéstate otra vez.

KiBum tosió.

—Mmm no es necesario que vengas, Taemin. ¿Hablamos después, sí? Ahora mismo no me siento bien.

—Pero…

Colgó, sonriendo con pesar. ¿Cómo pudo haber pensando que podría descargar sus penas con él por teléfono? Era evidente que no podría mientras estuviera Jonghyun presente. Demonios, pero en el fondo se alegraba, al menos uno de los dos era feliz, ¿no?

Tras dejar el teléfono sobre el colchón, se encerró en el baño y tomó una ducha. Estuvo adentro durante media hora, salió y se recostó, tapándose hasta la barbilla. Durante veinte minutos miró el techo, realmente sin pensar en nada. Su mente estaba demasiada ocupada poniéndole la cara de Minseok sonriéndole una y otra vez. Torturándolo.

Se durmió pensando cuánto tiempo iba a necesitar para poder olvidarlo.

 

Sólo había dormido unas pocas horas, cuando su madre lo despertó.

—Levántate, KiBum, tu padre quiere verte.

KiBum se sentó y abrió los ojos. Carajo, sentía que tenía arena dentro de ellos y estaba seguro que estarían hinchados. Horribles.

—¡Mamá! —Protestó cuando ésta abrió las cortinas, dejando entrar la luz del día. Cegándolo.

—Apresúrate —dijo ella antes de salir de su habitación. Importándole muy poco sus protestas.

Negando con la cabeza, se puso de pie frente al espejo y de verdad odió su reflejo.

El chico que estaba ante él, tenía ojeras e hinchazón debajo de sus afilados ojos; su cabello estaba enmarañado, como si alguien le hubiera pegado un tremendo revolcón durante la noche; sus labios estaban resecos y ni qué decir del resto de su cuerpo. En fin, se veía terrible, demacrado, asqueroso.

Se vistió tratando de mantener los parpados abiertos, no estaba para pláticas sobre lo que había pasado anoche, pero su padre era su padre, y le gustara o no, tenía que obedecer. El problema era que no sabía si lograría soportarlo.

Salió de su habitación y caminó al estudio. Tocó y esperó.

—Adelante.

—¿Me llamaste, papá? — Preguntó una vez entró, pero no se quedó quieto. Caminó alrededor, mirando las estanterías llenas de libros, rogando por dentro parecer el chico seguro de sí mismo y sin ningún problema del corazón.

Su padre se aclaró la garganta y dejó el periódico a un lado de su escritorio. Se quitó las gafas y lo miró. Serio, los brazos apoyados en la mesa.

—Sabes que estuviste mal anoche.

—Sí.

—Irás a la casa de los Choi… —¿qué tienen de malo las llamadas telefónicas? —a felicitar a Minseok.

No.

—Sí.

—Le llevarás un regalo, así que ve a comprarlo. Y por el amor de Dios, no te tardes.

Apretando las manos en puños, KiBum giró para enfrentar a su padre.

—¿Tengo que ir hoy? —Recibió un ceño fruncido como respuesta. Suspiró. —Bien, iré. ¿Puedo retirarme?

Tras mirarlo por un momento, su padre finalmente asintió y él no perdió tiempo, salió como alma que lleva el diablo de ahí. Mierda, estaba demasiado seguro que su viejo se imaginaba cosas, tal vez la mayoría acertadas, sobre él.

 

Cinco horas más tarde, no estaba en casa de los Choi. Se había quedado en la barra de un bar, tomando tragos de su Tom Collins[1]. Había entrado con la excusa de necesitar un poco de alcohol para tomar valor e ir a ver Minseok, pero ahora estaba más que un poco mareado, veía doble y el piso se movía.

Joder.

—¿Te invito un trago? —Se sobresaltó al escuchar la profunda voz junto a su oído. ¿Qué demonios?

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste, maldito acosador? —Sonrió, palmeando la mejilla de Minho.

—¿Acosador? —Bufó el alto, alejando el rostro de su mano. —Lamento desilusionarte, gato, pero este es mi bar favorito, y por supuesto, el de mi hermano también.

Claro que lo sabía, pero estaba tratando duramente de olvidarlo. ¿Cuán bajo había caído para llegar a esto? Persiguiendo recuerdos, visitando lugares que Minseok frecuentaba.

Suspirando, agarró su vaso y tomó un trago.

—¿Qué vas a hacer ahora, Minho? —Masculló, sentía la lengua pesada, le costaba pronunciar las palabras y estaba seguro que tenía aliento a alcohólico. Hizo una mueca, arrugando la nariz. Miró a Minho. —Ya no vas a poder molestarme con tu hermano.

Minho sonrió, pero la alegría no le llegó a los ojos. Era raro, si no estuviera ebrio, KiBum podría jurar que el tarado alien estaba triste.

—Bueno —dijo, sentándose a su lado—, tendré que superarlo y encontrar otra manera. Eres mi pasatiempo favorito. No te voy a dejar tan fácil.

En otras circunstancias, KiBum se habría reído y después enojado con él. Cada vez que Choi Minho le decía ese tipo de cosas, él reaccionaba dándole un golpe. Pero no esta vez. Esta vez de verdad necesitaba escuchar algo agradable, aún si era de una de las personas que menos le caían bien.

—¿Sabes? —Susurró, apoyando la mejilla en la barra y abrazándose a sí mismo. —A veces me pregunto por qué razón no me gustaste tú —rió—, pero luego te veo y sé porqué.

En vez de contestarle, Minho llamó al barman y pidió un whisky escocés. KiBum aprovechó ese momento para observarlo, y tenía que aceptar que el alto había cambiado para bien. Antes, era un chico larguirucho y sin chiste. Sus ojos, de por sí grandes, en esa época parecían abarcar la mitad de su pequeño rostro. Sus orejas eran de un tamaño considerable y no sobresalían como las de Minseok.

Era un alien.

Se río por ese pensamiento y alzó la cabeza sin dejar de verlo, volviendo a su escrutinio. Ahora aquel cuerpo feo y ligero, se había convertido en uno fuerte, musculoso y deseable. Sus ojos ya no parecían tan grandes y tenía unas cejas hermosamente pobladas. Su nariz era bonita de perfil, aunque no tanto de frente. Tenía una mandíbula fuerte y, conservando su rareza, en su cuello sobresalía su manzana de Adán y una extra más abajo.

Wow, de pronto Minho parecía un ser extraordinario y él tenía que estar perdiendo la razón para pensar eso. Mierda, tal vez debería de dejar de tomar. Sacudió la cabeza y picó el brazo de su acompañante con un dedo, llamando su atención.

—¿Qué? —Dijo Minho frunciendo el ceño y, automáticamente, KiBum lo imitó.

—¿Qué? —Contestó, divertido, ganándose una mirada en blanco. Oh, por Dios, eso lo sorprendió.— ¿Acabas de rodar los ojos? ¿Tú, el hombre hielo Choi Minho?

—Estás ebrio —Minho tomó un trago de su whisky. —La verdad es que me sorprende que puedas ser más estúpido de lo normal.

—¡Yah! —le pegó en el hombro, molesto. —Pues tú eres estúpido sin tener que abrir la boca.

— Sí, claro.

—¡No me des el avión!

—No lo hago —sonrió, alzando una ceja—. De todas formas, ¿por qué estás aquí?

KiBum apretó los dientes y terminó su Tom Collins de un trago. De pronto la rabia aplastó su tristeza, estaba enojado con la vida.

—¡Estoy aquí por culpa del lame culos de tu hermano! —Gritó, haciendo que varias personas voltearan a verlo. —¿Qué? —bramó, taladrándolos con la mirada. Muchos voltearon la cabeza a otro lado, pero los demás fruncieron los labios con desaprobación.

Já, como si le importara una mierda.

—Ya veo —rió Minho—,  pero no te pregunté eso. Quiero saber por qué, no por quién.

—Vete a la mierda. Me confundes, no quiero pensar, ¿de acuerdo? Era esto, o ir a tu casa y ver a Minseok para disculparme.

Por el rabillo del ojo, KiBum vio al alto fruncir el ceño.

—¿A disculparte?

—Ajá. Por salir así de su fiesta de compromiso —bufó y abofeteó la madera del bar frente a él. —¿Por qué debería de disculparme de todas formas? Minseok, tú y todos se pueden ir a la mierda. No me voy a disculpar cuando el que terminó con el corazón roto fui yo.

Minho soltó una carcajada, dejándolo estupefacto. ¿Cuándo había sido la última vez que había escuchado una verdadera risa de él? Pff, seguramente nunca, ya que se la pasaba junto a Minseok todo el tiempo y rara vez veía a Minho.

—Esto es tan divertido. Me quedaré y veré que pasa. Creo que será muy interesante.

¿Se estaba divirtiendo con su dolor? ¿Quién rayos se creía que era? Le apuntó con un dedo y se inclinó.

—Te lo he dicho…

Pero no terminó de decir nada y pegó un chillido cuando se tambaleó en el banco alto. Por acto reflejo, agarró el brazo de Minho y se estabilizó. El corazón le palpitaba fuertemente al igual que la cabeza. Su estómago se revolvió cuando vio que el piso no se quedaba quieto.

—Mierda —susurró—, creo que voy a vomitar.

Minho soltó una maldición y lo agarró del pelo, alejándolo de él. KiBum se quejó, pero antes de que pudiera protestar de verdad, un pequeño recipiente fue puesto frente a él. No esperó. Se inclinó y vomitó.

Dios, ¿tan ebrio estaba? Casi pudo jurar que Minho le estaba acariciando el cabello en el lugar donde lo había jalado; pero eso era tan posible como que nevara en verano.  Cuando terminó, alejó el cuenco y reclinó la frente en la barra con los ojos llorosos. Qué vergüenza.

—Qué lástima —suspiró Minho—, veo que es hora de irnos.

KiBum alzó la mano, mostrándole el dedo medio. Minho río mientras deslizaba dinero sobre la barra.

—No quiero ir a mi casa —murmuró—. Así que déjame.

—Eso no va a suceder, gato.

—Cállate, alien, deja de llamarme así.

—¡GATO!

—¡Pedazo de mierda!

—¡GATO!

Justo cuando iba a contestar, fue alzado del banco y echado al hombro del alto como si se tratara de un saco de patatas. Pero qué…

—Minho, ¿qué estás haciendo? ¡Bájame! ¡OYE!

Pataleó, pero a cambio recibió una fuerte palmada en el culo. ¡Qué carajos!

—¡Minho, maldito hijo de puta!

—¡Cállate, maldita sea! Te estoy haciendo un favor, ¿de acuerdo? No te llevaré a tu casa, si no a la mía.

Al oír esto, el corazón se le detuvo. ¿A su casa? ¿Acaso había perdido la razón? Estaba en este bar porque no quería ver a Minseok, ¿pero Minho estaba planeando llevarlo a su casa?

—No, no, no, no —balbuceó, intentando fuertemente respirar—. No puedo ir a tu casa… Yo… Minseok. No.

Los brazos de Minho le apretaron con fuerza las piernas, pero la mano que le había dado una palmada permanecía en su trasero.

—Dije a mi casa, no a la de mi hermano —gruñó—. Si te fijaras más en lo que pasa alrededor de mi hermano y no tanto en él, sabrías que vivo solo desde hace dos años.

¿En serio? Al instante se relajó y dejó que lo llevara. Ya no le quedaban fuerzas para discutir, sentía que sus emociones eran un relajo. Quería llorar, quería reír, quería gritar, quería desaparecer de la faz de la tierra.

—¿Por qué nací? —Se preguntó en voz alta.

Minho soltó un bramido de risa.

—Porque tus papás decidieron una noche juntar sus ombligos y…

—Cállate, maldito asqueroso —lo reprendió devolviéndole el golpe en el culo, pero en el fondo se rió.

Cerró los ojos, estaba tan cansado que, antes de que pudiera pensar en otra cosa, se quedó dormido.

 

Su almohada se sentía extraña y su cama absurdamente cómoda. Estaba tan calientita que no quería abrir los ojos, pero tenía cosas que hacer, ¿no? Creía haber oído a su padre decirle que tenía que arreglar un asunto, pero no recordaba qué era.

Arrugó la frente. ¿Por qué no lo recordaba? Olfateó el aire y se rascó la nariz. ¿Por qué su cuarto olía así? Él no usaba ese perfume.

Se estremeció y se dio la vuelta, moviendo el brazo para poder agarrar su almohada…

¿En dónde estab…?

Tocó algo duro, pero a la vez suave. Piel. Abrió los ojos de golpe y se encontró de frente con Minho, quien tenía cara de haber despertado recién.

¡OHMIDIOSPEROQUÉCARAJOSPASÓANOCHE!

—¿Qué…? —Se sentó, con la intención de salir de la cama, pero se detuvo. Alzó la sábana que lo cubría y se horrorizó al descubrir que estaba completa y absolutamente desnudo.

¡Desnudo!

—Oh, mierda —farfulló.

Ahora sí estaba metido en un buen lío.



[1] El Tom Collins es un cóctel y una variación del Gin Sour. Se prepara con los siguientes ingredientes: ginebra, zumo de limón, almíbar o azúcar, agua carbonatada (Soda) y cubitos de hielo.


Notas finales:

No se emocionen, no voy a actualizar TAN, TAN seguido, si no, se me van a acabar los capítulos que tengo y me van a tener que esperar más tiempo ;A;

Espero les haya gustado esta cosa rara. 

Las quiero, gracias por darme amor en sus reviews :D


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