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Una y otra vez por azumicard

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— ¡Cállate!- grita enojado.


— ¿No quiere escuchar el resto de la historia?, se pone más interesante - desvía la mirada para atender su móvil y murmura - Eso fue rápido detective... Ya que su relación terminó, no hay nada ni nadie que se interponga entre él y…-.


— ¡Nuestra relación no termino! Sherlock me ama y yo a él -grita- no quiero escuchar más mentiras de ti. Ahora lárgate de mi casa-.


— Negándose a una verdad incondicional. ¿A qué le tienes miedo? -antes de retirarse agrega unas palabras más - Es inútil seguir enviando mensajes a Sherlock porque no va a responder, desista de una vez por todas. Toda la atención ésta dirigida hacia mi persona, él responde cada uno de los mensajes al instante - muestra su móvil - Y aceptó ir a cenar conmigo cuando regrese a Londres-.


— ¡Jamás sucederá! él nunca te amará, solo tomó interés en ti porque eres diferente. Te utilizó para protegerme, fuiste nada más una pieza en su juego -sonríe- nuestro amor es inquebrantable, Sherlock me ama tanto que me... estuvimos a punto de formar una familia...-baja la cabeza y cierra el puño-aun puedo recuperarlo-.


—Te refieres a tus hijos, que usted mismo ocasiono su inminente muerte debido a su estúpido descuido. Fue una presa demasiado fácil, solo buscó su desgracia y destruyó la supuesta familia que iban a tener. Si tratas de describir la Felicidad, es algo intangible que resbala a través de las grietas de tus dedos. No puede hacer nada, para cambiar el pasado. Es la razón por la cual, el detective ha decidido voltear la página. Él y yo compartimos algo que usted doctor Watson, nunca tendrá - lanza una mirada triunfante - Momento de retirarme, tengo otros asuntos por atender-.


— Tú... ¡maldita mujerzuela!-se acerca y la detiene de la muñeca- Sherlock jamás me sería infiel. ¡Eres una mentirosa!-la increpa.


— Si no quiere aceptar la realidad, es problema suyo; solo digo la verdad. Tan ciego puede ser o acaso el amor ha nublado por completo su racionamiento –clava la mirada en su presa - Cree que después de tus constantes rechazos, el detective ha continuado pensando en usted, pues se equivoca, ha continuado su vida. Después de todo se aburrió de su querido doctor Watson


— ¡No es así!-presiona su muñeca- Él sigue enamorado de mí como el primer día que nos conocimos. Siempre estaremos juntos…-.


— Hermosas palabras para una persona tan ingenua. Lo conozco mejor que usted

 

La conversación comenzaba a subir de tono al transcurso del tiempo. La provocación de Irene Alder, terminó con una bofetada propiciada por John que no soportó escuchar más las venenosas palabras. El poco respeto que albergaba John hacia esa persona desapareció debido a los constantes ataques y premisas fundamentadas, al punto de transformar la mentira en verdad. En medio del caos, llega Sarah y los encuentra discutiendo cerca de la entrada. Los ojos de Irene se encontraron con los de ella y también con los de John. Los tres permanecieron inmóviles un momento, el aire era muy tenso, casi irrespirable. Para no protagonizar otro espectáculo, John se alejó de la mujer por precaución y fue al encuentro de Sarah. Sin embargo volvió atacar Irene - Con que ella es tu nueva novia, eso fue rápido - cuestiona al verlos juntos y no duda en sonreír a modo de burla. Si hubiera sido varón Irene de seguro él terminaba moliendo a golpes ese rostro que despreciaba con todo su ser. Solo tuvo que gritar y finalmente empujarla para deshacerse de ella. La sonrisa de triunfo no se borró del rostro de la Mujer, al contrario irradiaba satisfacción absoluta. Abordó un lujoso automóvil negro.

Muy alterado terminó John debido al reciente altercado, tuvo que intervenir Sharah para calmarlo, era notoria su ira, nunca antes lo había visto de ese modo. Parecía otra persona, pero cuando se trataba de Sherlock, él ponía las manos sobre el fuego; su lealtad era única. Sentía celos porque él nunca mostró tanto interés con ella, eran una típica pareja, sin un vínculo tan sólido como la de ellos. John, entrecerró los ojos, respiró hondo tres veces y así por fin se relajó. Notó que el ritmo de su corazón era más lento y que sus músculos ya no estaban tensos. Fue directamente a sentarse al sillón del detective, no iba permitir que otra persona ocupara ese lugar predilecto. A Sarah le costó reconocer a Irene Alder, cuando lo hizo le contó que Sherlock regresó a la residencia de la familia Holmes, en compañía de Irene Alder. Durante los últimos días que estuvo, siempre estaban juntos en todo momento, parecían una pareja. En dos ocasiones la vio ingresar a la habitación del detective durante la noche.


— Con razón ella dijo que fue amante de Sherlock – aprieta las manos -...estaban juntos cuando creí como un idiota su coma... -.


— Sé que amas demasiado a Sherlock, sin embargo no puedes soportar una situación que solo te está causando sufrimiento. Desde el día que vine a cuidarte, lo único que has hecho es desvivir por él día tras día, olvidándote de ti mismo. La repentina desaparición de Sherlock y la llegada de ella, son claras señales para considerar terminar su relación. Si aún conserva sentimientos por ti, hubiera contestado cada uno de tus mensajes o al menos uno. Solo ha estado ignorándote-.


— Él debe estar ocupado... hay una explicación coherente para su actitud; lo sé


— No trates de justificarlo, será un buen romance, pero te ha dejado tan deshecho.


— El único y el último, Sherlock es mi amor –lleva una mano hacia su rostro - Me pregunto si puedo volver a empezar. Quiero que vuelva a verme y sentirme. No quiero que me abandone, porque ya no volveré a huir. Porque ya no se repetirá lo mismo


— Será imposible hacerte cambiar de opinión, seguirás esperando su regreso... – de repente, John se levanta del sillón y toma del perchero su chaqueta - ¿a dónde iras?


— No puedo permanecer aquí sin hacer nada, necesito hallar la manera de contactarme con Sherlock. A veces cometemos errores, terribles errores, los cuales pueden ser enmendados en el tiempo indicado y las palabras correctas. Quizás sea tarde, aun así quiero intentarlo, agotar la última posibilidad –aprieta sus manos haciendo puño- cada persona tiene su punto débil, y yo fui el de Sherlock; soy el responsable del lamentable desenlace. Incité a que volviera a recaer en su adicción que tenía controlado, sin contar que lo aleje de mi lado…Discutimos por trivialidades y fuimos necios


— Entonces ¿por dónde empezarás?


— Solo existe una persona que conoce todo, absolutamente todo – termina de colocarse la chaqueta y se retira.

 

 


Mientras bajaba por las escaleras visualizó las interminables salidas que realizaban por aquella puerta enumerada con el 221B, rumbo a una nueva aventura. Recordó la ocasión, en la cual Sherlock realizó la siguiente pregunta: los escalones del 221B de Baker Street. ¿Cuántos había? Él admitió que desconocía el número exacto de escalones, a pesar de los cientos de veces que había caminado por ellos. Fue materia de enseñanza para explicar a John la diferencia entre ver y observar. Era evidente que el detective sabía la respuesta a la interrogante que no tuvo respuesta. Otra vez comprobó las asombrosas habilidades del detective, nunca dejaba de sorprenderlo; estando a su lado tenía la garantía de que su vida gozaría de días entretenidos y lleno de adrenalina. Permaneció parado a medio camino, sus pies parecían no responder, obligó a su mente retomar el control de su cuerpo y así los escasos recuerdos desaparecieron. Sus labios dibujaron una sonrisa de soledad, la ausencia de Sherlock estaba afectando enormemente, nunca imaginó depender de una persona al extremo de necesitar su presencia para continuar viviendo. Sonaba un tanto absurdo, pero esa era su realidad, una que estaba transformando en un cuento de horror por voluntad propia.


Salió decidido a encontrar respuestas a las tantas interrogantes, abrió la puerta y caminó en busca de un taxi que lo transportaría al club Diógenes. Si en un principio Mycroft negó conocer el paradero de su hermano, mensaje que fue transmitido a través de Athena, su agenda sobrecargada imposibilitó concretar una reunión con él. Ahora tenía toda la certeza que Sherlock fue enviado a alguna misión secreta por encargo de Mycroft; sacó conclusiones a raíz de la inesperada visita de Irene Alder. Sus venenosas palabras tenía un propósito, sembrar duda en John y también mostrarle indicios de los posibles paraderos del detective. La visita no oficial fue anticipada por Mycroft, quien aguardaba su llegada.


— Puedo ver esa mirada en tus ojos, esa que me dispara cada vez que involucra a Sherlock. Es como en los viejos tiempos, la misma mirada que tenías en nuestro primer encuentro, no tenías miedo a nada ni a nadie; la valentía de un soldado – habla Mycroft mientras camina para tomar asiento - Tú lealtad es inquebrantable, quizás hoy más que nunca


— He venido a que me digas el paradero de Sherlock, no voy a tragarme el cuento que desconoces su ubicación. Tú más que nadie sabes dónde está


— Por supuesto que sé, mi otro trabajo es cuidar de él. Así que olvídate de él, su relación llegó a un punto de quiebre donde lo único que han hecho es herirse el uno al otro. Sherlock se ha dejado llevar por sus emociones y perdió el juicio. Como podrás analizar la situación, es inadecuado proporcionarte información de él, nada cambiaría, al contrario, fomentarías un punto de crisis más grave


— Imposible… – niega con la cabeza- no empieces a dar vuelta a las cosas como si fuera mi culpa. Tú sabes bien que Sherlock me necesita


— No lo suficiente para que regreses a su vida. Es prematuro restablecer el vínculo que los mantenía unidos. Cada camino que has tomado, te ha llevado a otra decepción, porque insistir en algo que nunca podrá existir; simplemente olvídalo.


— Que estupidez estás diciendo, como puedes pedirme semejante ridiculez


— Obstinado hasta la médula. Quieres continuar esperando la llamada que nunca llegará, revisando constantemente el buzón de entrada, aguardando como un perro fiel la llegada de su amo, el cual está muy lejos, demasiado lejos - sonríe - El dolor cambia a la gente y a pesar de todo, Sherlock sigue siendo un ser humano. Por el bien de él y el tuyo, no insistas y regresa a establecer tu vida


— Esa decisión es mía


— Quisiera continuar conversando, pero asuntos más importantes requieren mi presencia - vuelve a ponerse de pie y camina hacia la salida- eres más listo que cualquier persona común, sabrás elegir una sabía opción.

 

 

Era consciente que obtener la información no sería sencillo, tomaría tiempo y esfuerzo. Y el principal obstáculo era Mycroft, después de su conversación dejó muy en claro que no permitiría cualquier tipo de contacto con su hermano; sus esperanzas fueron destruidas. Parado en medio del silencio, canalizó su frustración golpeando la superficie del escritorio que tenía frente suyo, apoyó ambas manos e inclinó la cabeza. Maldecía al detective y a él mismo por ser tan estúpido por pensar que lograría alguna pista. Al final de todo, Mycroft tenía razón, no quería admitirlo, pero era una verdad innegable. El único egoísta era John, por desear tener de vuelta a Sherlock a su lado, sin importarle el daño ocasionado, solo quería volver a verlo y retomar la vida que tenían antes de los trágicos hechos. Por esas noches de placer y esas noches solitarias, debía encontrar el modo de cambiar la situación.


En algún lugar de Francia se encontraba Sherlock recostado en un amplio sillón parecido al suyo. La mano derecha sostenía un pequeño embase que inclinó en un ángulo 60° y tomó una jeringa hipodérmica, de un pulcro estuche fino. Insertó con sus dedos largos, blancos y nerviosos la delicada aguja, y se remangó la manga izquierda de la camisa púrpura. Por un instante, sus hermosos ojos se posaron dudosos en el antebrazo y en la muñeca, cubiertos ambos de varias marcas de los innumerables pinchazos. Por último, hizo penetrar en la piel la punta afilada, presionó hacia abajo el delicado émbolo y se dejó caer hacia atrás. Exhaló un profundo suspiro de satisfacción, mientras se hundía en el sillón. Bajo los efectos de la sustancia le pareció escuchó el sonido de su celular, al percatarse el nombre del remitente, dibujo una sonrisa de despreocupación.


— Vaya manera de contestar, con una voz agitada. Pre ahórrame el tiempo ¿qué ha sido hoy: cocaína o morfina? - preguntó Mycroft


— Cocaína, una solución al siete por ciento. ¿Preocupado?


— En efecto, no puedo permitir que regreses a tus andadas, conserva un poco de decencia ya que has adquirido cierta fama. Quizás tu mente se estimule y se excite, pero sus efectos son pasajeros. Estás tomando como excusa ésta anticuada práctica para adormecer tu dolor. Además te encuentras en medio de un caso importante, en un país ajeno, muestra profesionalismo, querido hermano.


— Mi mente se subleva ante el estancamiento. Necesito aclarar y estimular de la forma trascendental, que los efectos secundarios me resultan pasajes


— Pero has descuidado la investigación, en el tiempo que llevas ahí, tus avances son nulos en comparación a otros casos que te he asignado en el pasado. Quizás el problema se llama, John Watson - del otro lado solo hubo silencio- No, Sherlock, tu amado doctor Watson no ha preguntado por ti, continua viviendo en Baker Street, si eso querías saber


— Te equivocas, no iba preguntar nada respecto a él. Me sorprende que tocaras el tema en discusión, el cual consideras delicado y poco saludable para mí.


— Es satisfactorio saber que has renunciado a la idea de estar pendiente de cada uno de los movimientos de John. No hay nada de que preocuparse, es el fin de una época


— Al contrario, quiero verlo como el comienzo de un nuevo capitulo


— Donde no tendrás el papel protagónico… Te lo advertí, no te involucres. El amor es un estado emotivo y todo lo emocional resulta opuesto al razonar frío y sereno, que yo coloco por encima de todas las cosas. Perder el juicio, Sherlock


— Sigo siendo el mismo, conservo todas mis habilidades


— Oh, si claro, como tú digas hermanito


— ¡Mycroft!


— Enserio, te creo, verdad. Tus avances son la prueba irrefutable


— Solo he tenido un par de días malos… -es interrumpido a media frase


— Acaso estoy escuchando excusas – habla en tono sarcástico – no te rebajes a llegar al nivel de un fracasado o formar parte de gente común; eso sería un hecho catastrófico que me partiría el corazón


— ¿Pero qué demonios te sucede?


— Espero que el caso no te consuma del todo, aún eres de utilidad y no abuses de los narcóticos que solo son estimulantes artificiales. Disfruta sin involucrarte –corta la llamada.


— Maldito Mycroft, dejando la conversación a medias – aparta el celular de su vista- sé exactamente lo que intentas hacer… - sonrió para sí y se frotó las manos largas

 

 

Los efectos estaban disipándose, durante el proceso permaneció callado y con la mirada perdida, sin punto de atención. Sherlock juntó las puntas de ambas manos, apoyó los codos en los brazos del sillón, como si iba iniciar una conversación, en ausencia del receptor. Visualizó la imagen de John parado, con los brazos cruzados, mostrando su desaprobación con el ceño fruncido y el típico gesto que realizaba con la nariz. Sherlock encontraba adorable el rostro enojado de John, sentía la necesidad de molestarlo y así elevar el nivel de furia que terminaba con el regaño del otro o en peleas. Le fascinaba observar las reacciones de su amante, eran peculiares. El grato momento de paz fue destruido con el sonido de un gemido resonando en la habitación, efectivamente Irene Alder envió un mensaje y varias fotografías donde los protagonistas eran Sarah y John, el escenario eran varios puntos de la ciudad. A pesar de la distancia él todavía se preocupaba por su amante, de una manera singular; utilizando a Irene como una especie de espía

 


Era evidente que las imágenes perturbadoras causaron un terrible efecto en Sherlock. Había algo siniestro en sus ojos, una expresión cargada de emociones confusas hasta para el mismo. Se puso de pie, de inmediato caminó de un lado a otro como si se tratara de un animal salvaje en cautiverio. El siguiente movimiento fue arreglar la manga de la camisa, cogió su gabardina guardada en el respaldar del sillón, por último su bufanda azul y guantes. Salió a caminar por las calles heladas de Paris durante la noche; despejar la mente debía hacer.


Cerca del exuberante puente Alejandro III, Sherlock se quedó fumando una cajetilla de cigarros que previamente había comprado en una tienda aledaña. Uno a uno los cigarros terminaban en los labios del detective, disfrutaba al máximo cada inhalación y exhalación del exquisito humo proveniente de su boca. Era un placer que pocas veces podía satisfacer debido al estilo de vida. La imagen que proyectaba era sumamente sensual, también el modo de pararse y coger el cigarro robaba la mirada de cualquier transeúnte de la zona. Su última exhalación lo realizó con la cabeza hacia atrás, deseaba que el efecto sea eterno y así dejar de pensar en John. Nombre que al pronunciar adormecían sus sentidos, inquebrantable la lógica y los latidos de su corazón se aceleraba. Después de todo, Mycroft decía la verdad; perdió el juicio por John. Cometió el terrible error de enamorarse, lo peor es que dejó que sus emociones tomen control de él. Estaba otorgando demasiados privilegios a una sola persona, era inaceptable que la situación se escape de sus manos. Así que aisló toda la información referente a las personas de Londres y despejó el camino para enfocarse en el verdadero problema. Tenía que demostrar a su hermano que se equivocaba.

 


El panorama en Londres era el mismo, John estaba cautivo en las paredes del piso que compartía con Sherlock. Cada rincón del piso le recordaba a él, a sus experimentos, sus sesiones de meditación, los cambios inesperados de ánimo a consecuencia del aburrimiento, sus inoportunas practicas de violín durante la madrugada, en ocasiones pretende escuchar. Todo el lugar lleva el nombre de Sherlock Holmes, aún la pared conserva los documentos del último caso que estuvo investigando, no tenía el valor de deshacerse de las cosas de él. Sacó de la chimenea una botella semi llena de licor que escondió cuando celebraron la noticia de la llegada de los bebés. Se sirvió un vaso y fue a sentarse en su respectivo sillón, al poco rato regresó Sarah.


— Como te fue hoy en el trabajo - preguntó Jhon


— Bien... Podría saber que estamos festejando


— Nada, absolutamente nada. Solo me apeteció beber, es una bella noche-coge el vaso y da un pequeño sorbo, mientras Sarah coloca una mano en su hombro - Enserio, estoy bien...


— Sigues pensando en Sherlock, eres tan evidente. Desde ayer estás con esa actitud decaía, sin ánimos para nada. Es como si hubieras perdido el rumbo de tu vida y la razón por el cual vivir. Su único mérito es lograr conducirte a un estado deprimente, del cual te rehúsas salir. Eres prisionero por decisión propia - se sienta en el otro sillón - Sería conveniente que regreses a trabajar en la clínica, tu puesto sigue vacante relativamente porque el actual doctor del área es un completo desastre, ni que decir con el trató hacia los pacientes.


— En mi estado actual, es imposible. No sería profesional atender a las personas, cuando carezco de los principios básicos, estaría atentando contra sus vidas. Ahora mismo soy incapaz de realizar cualquier actividad médica


— Será por un periodo, ya lo verás. El tiempo va a curar esas heridas - se acerca para brindarle un caluroso abrazo- dos pueden jugar el mismo juego


— ¿Qué?


— Voy a acompañarte en tu dolor, beberé contigo ya que he tenido un día demasiado complicado. Mi turno fue el más estresante y necesito relajarme - de las bolsas de compras saca una botella de vino


— Tenías todo planeado mucho antes


— Claro, mi intención era tomar vino durante la cena, sin embargo tú te adelantaste con una bebida diferente, arruinaste mi plan - ríe al ver la expresión confusa de John- el factor de las variantes no altera el producto, dejaremos para después el vino. Como antesala a nuestra noche, podemos terminar de beber el licor que tienes ahí, continuar con la cena y finalmente beber las dos botellas de vinos. ¿Qué te parece mi propuesta?


— Bien...

 


Sarah se encargó de acomodar las compras en el refrigerador mientras John cortaba los vegetales para la cena y por estar distraído logró un corte en uno de sus dedos. Entre cerró los ojos debido al dolor, dejó caer el cuchillo, el ruido alertó a Sarah, quién se percató del incidente. La herida era superficial, aún así ella fue de inmediato por el botiquín para suturar y colocarle una bandita. John, fue desterrado de la cocina, fue a parar a la sala de estar, sentado pretendía leer el periódico. Sus ojos estaban fijos en las letras, pero su mente divagaba, así permaneció todo el tiempo que duró la preparación de la comida. Luego de media hora, estaban disfrutando de una deliciosa cena casera, acompañada de una buena copa de vino.


Trasladan la conversación de la cocina hacia la sala de estar, donde sentados continúan bebiendo la segunda botella de vino. De alguna manera, John ahogaba sus penas, olvidaba las palabras hirientes de Irene y borra de su memoria por unos minutos la existencia del detective. De copa en poca el vino estaba haciendo efecto en ambos, sin darse cuenta Sarah estaba sentada sobre los muslos de Jhon. Reían juntos de las anécdotas graciosas que sucedieron durante la resolución de varios caos y la falta de sentido común de Sherlock.


— Tanta fue la ambición de Sherlock por comprobar su teoría que su experimento casi termina por matarnos. Mi entrenamiento militar nos salvó en aquella ocasión, fui el único en soportar los efectos de esa sustancia alucinógena, llamada... - realiza una pausa prolongada - ¿de qué estamos hablando?


— No me preguntes, no tengo idea -ríe a más no poder


— Sherlock, es un pagano de sí mismo. Tiene con qué, lo admito: es endemoniadamente hermoso, parece un dios griego y sus ojos es el resultado de una combinación de colores, al verlos quedarás hipnotizado. Su mirada es fría y penetrante; vislumbra un brillo malicioso que encuentro atractivo.


— Pero utiliza su atractivo físico para conveniencia propia


— Es un aficionado del crimen - lleva la cabeza hacia atrás y cierra los ojos


— Tú también tienes un atractivo difícil de ignorar, quizás seas más interesante que el propio Sherlock Holmes- habla mientras acaricia la mejilla de John


— Él es excepcional y yo solo soy... - cuando abre los ojos, queda perplejo al ver el rostro de Sarah tan cerca. El silencio contribuyó que la atracción creada entre ellos se concretara a través de un beso.


— John... - entrecierra los ojos y va acercando sus labios lentamente, pero John le tomó del brazo diciendo:


— Disculpa, voy al baño- destruye la atmósfera, la poca lucidez que poseía le advirtió la acción que iba a cometer.

 

 

Confusa Sarah, solo atinó a sonreír luego de oír la extraña respuesta. Ambos se pusieron de pie y John fue al baño, estando ahí se mojó el rostro, necesitaba enfriar su cabeza. Regresó varios minutos más tarde, caminaba con algo de dificultad, pero llegó al sofá a continuar bebiendo lo poco que quedaba de vino. El licor hizo efecto en los dos, inesperadamente terminaron durmiendo juntos en la habitación de Sherlock. Estaban recostados uno al lado del otro, por su parte John se removía en la cama totalmente ebrio. Sintió un cálido cuerpo cerca de él, inconscientemente abrazó con fuerza sin abrir los ojos y después buscó los labios para besar desenfrenadamente.

 


A la mañana siguiente Sarah fue la primera en despertar, sentía una sensación agradable en los labios que dibujó una sonrisa. Volteo al costado y encontró a John durmiendo tranquilamente a su lado. No comprendía como terminaron juntos en la cama, sus recuerdos eran confusos y vagos, el dolor de cabeza dificultaba recordar algo. Cogió la camisa de John y se la colocó, semi vestida fue a preparar el desayuno, mientras el otro continuaba durmiendo tranquilo, murmurando el nombre de Sherlock entre sueños.

 

La mente analítica del detective una vez calmada era una fuerza poderosa, bloqueó esas emociones que solo le trajo dificultades a su trabajo. Al cabo de unos días tenía el caso resuelto, el antiguo detective consultor estaba de vuelta, sus habilidades dejaron deslumbrado a su cliente y por supuesto Mycroft era el más contento. Era evidente que regresaría una vez concluido su trabajo, pero prefirió quedarse un tiempo indefinido mientras decidía que hace cuando vuelva a Londres. Estuvo encerrado en su habitación durante el día, reanudó esas sesiones de envenenamiento con tabaco que John, tanto había criticado frecuente y justamente. Un minuto más tarde, volvía a estar en las calles de Paris, bajo luna llena y el cielo cubierto de estrellas. Sherlock caminaba tan tranquilo como siempre. Sacó un cigarro del bolsillo de su abrigo y lo colocó en su boca, una dama francesa le ofreció fuego. Agradeció a la mujer mediante una sonrisa cautivadora y un gracias en francés.

 


Tenía el rostro pálido y sobrio. Al disiparse el torbellino de humo se podía visualizar la frente arrugada y la mirada vacía y perdida. Mantenía un paso firme mientras recorría el puente que cruza el río Sena. Por fin, volvió a la vida su rostro cuando recibió un nuevo mensaje de Irene Alder. Su razonamiento se negaba lo que sus ojos miraban a través de la pantalla del celular, simplemente no podía encontrar una explicación lógica. Su amado John estaba en una situación comprometedora; las cosas que creyó simplemente no tienen sentido. Lleno de ira y decepción llamó a Mycroft para que realice los preparativos de su regreso.


En Baker Street la escena de la noche anterior parece haberse olvidado, ninguno de los dijo nada al respecto, al menos eso parecía. Por la noche estuvieron cenando, disfrutando de nuevo de un buen vino francés.


— Creo que está haciéndose una costumbre beber vino -ríe


— Según veo-sonríe un poco mareado y sonrojado por el vino-la cena esta deliciosa, eres una excelente cocinera en comparación a mí


— No seas modesto John, tienes otras habilidades que yo carezco


— Siempre carecemos de algo... - el silencio se apodera del ambiente - sabes Sarah... he pensado en tus palabras. Terminare esta relación tormentosa que solo me hace daño. Dejare a Sherlock libre con esa mujerzuela. Estuvieron predestinados a terminar juntos - arrastra las palabras- me importa lo que haga, ya no tenemos nada aquí. Todo se acabó-sonríe con la copa en mano- Así que brindemos por mi libertad.


— Es la mejor opción para ti


— Si, es lo mejor...-se levanta- sabes que -enciende la vieja radio de Sherlock- ¡Bailemos!-la toma de la mano y empiezan a bailar al compás de la melodía. Sarah volvía a revivir esos momentos maravillosos cuando eran pareja. Concluye la pieza y suena una melodía lenta, ella recuesta su cabeza en el hombro de John - No recuerdo porque rompimos, seguro que tuvo la culpa Sherlock, siempre metiéndose en mis relaciones... -habla perdió en la música-sabes yo te amaba...-habla semi dormido- Aun te amo... te amo demasiado -la abrasa fuerte.

 

 

Un taxi se detiene en Baker Street, Sherlock desciende con un aspecto mejor de cuando se fue de Londres. Abre la puerta, al ingresar escucha música proveniente del segundo piso, intrigado sube las escaleras sin hacer ruido, en el último peldaño escucha una voz femenina decir: "Yo también te amo John". Se apresuró entrar y quedó petrificado con los ojos abiertos de par en par al observar la escena más perturbadora; Sarah y John estaban compartiendo un beso íntimo. Se tambaleó horrorizado cuando sus ojos vieron como John besaba con pasión a la dama. Retrocedió unos pasos y salió lo antes posible de ahí, tan apresurado que tropezó.


— nmm Sherlock... - cae sobre ella dormido


— Eres un mentiroso... - murmuró con los ojos a punto de llorar

 

 

 

El silencio que siguió fue abrumador, Sarah apoyó su frente sobre el pecho de él y silenciosamente habló sobre sus sentimientos ocultos. Ayudó a John recostarse en el sofá, con una manta cubre el cuerpo del doctor. Se queda sentada frente suyo alrededor de media hora mientras el efecto del licor desaparece parcialmente. Se despide acariciando el rostro de John, coge su abrigo y se retira. A varios kilómetros de distancia una habitación oscura se convirtió en una excelente guarida para Sherlock. Mantuvo un perfil bajo, sumergido en sus pensamientos y recobró esa mirada vacía. Inesperadamente las luces se prenden y dejan ver al detective sentado al fondo del lugar.


— No esperaba verte tan pronto, mi querido detective -se acerca Irene - A juzgar por tu expresión, ya comprobaste que John estuvo de novio con Sarah durante tu ausencia -se arrodilla ante él y coge su mano - Somos iguales. Tu y yo cometimos el mismo error, enamorarnos. Eso nos hizo estúpidos. Olvídate del doctor Watson, como él se olvidó de ti- se acerca y posa sus labios en los del detective.

Notas finales:

Aprovecho la oportunidad para agradecer a todas las personas que continuan siguiendo este fic y también aquellas que se toman el tiempo de dejar un review. Todos sus comentarios son bien recibidos 


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