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Una y otra vez por azumicard

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Notas del capitulo:

Tal como prometí, incluí en la historia a la persona del primer review del capítulo anterior. En este caso es Megumi n.n
El extra de la boda se va a dividir en dos partes. Aquí la primera parte.

Había pasado una semana desde aquella mágica pedida de mano  por parte de  Sherlock Holmes a su eterno amante, el doctor John Watson.  La noticia del compromiso permaneció en el anonimato, hasta el momento indicado, sin embargo, la presencia del anillo cobró gran importancia protagónico. Todas las miradas recaían en el dedo anular de John, preguntar la razón era innecesario; por fin el detective sin corazón se atrevió comprometerse. Al principio, había sido difícil poder preguntar a Sherlock sobre la fecha de la boda, respondía a sus preguntas impertinentes con respuestas sarcásticas. Era suficiente soportar visitas indeseadas en el departamento con el fin de mirar a los gemelos, ahora tenía que lidiar con un bombardeo de preguntas. Mycroft no fue ajeno a tal acontecimiento, aprovechó cada oportunidad para molestar a su hermano, le fascinaba irritarlo con alguno de sus comentarios. También indirectamente le presionaba para que decidiera la fecha de la boda o sino él se adelantaría en casarse. Como era de esperar no perdería contra Mycroft, así que ese mismo día decidió: el día, mes, hora, lugar; sin tomar la opinión de John. 

 

Al cabo de dos días, durante la cena Sherlock le informa a su amante  que había elegido la fecha y lugar donde sería su tan ansiada boda.  La mente de John se puso en blanco, no podía asimilar lo que le dijo, en realidad se rehusaba a hacerlo.  Encaró a Sherock al punto de perder la compostura. Fiel a su estilo el detective cubrió los labios de John con un beso, obligando a sus reclamos regresar a su garganta  y sacó un suave suspiro ante la sensación cálida. Al final, John aceptó los términos de su prometido. Durante una tarde, Sherlock estaba ocupado en un  experimento a escondidas porque John  prohibió cualquiera acción que irrumpa la tranquilidad del lugar, en especial en la siesta de los gemelos. A media tarde su casera subió para llevar el té de la tarde; una tradición en el departamento 221B. 

— Pronto llegará el gran día - Mrs. Hudson comenta con una sonrisa en los labios.


— ¿Qué gran día?


— La boda, ¡Tu boda Sherlock!

— Dos personas que ya viven juntas están a punto de ir a firmar un acuerdo, celebrar una fiesta, tomar unas vacaciones y luego seguir viviendo. No es para tanto.

— Cambia a la gente el matrimonio.

— uhm... - piensa un poco - absolutamente no, es la misma rutina que cuando estas conviviendo. Solo es un contrato en una hoja de papel, no más.

— El matrimonio te cambia como persona, de forma que no te imaginas.

— Como una inyección letal - responde con sarcasmo.

—  Eres áspero en asuntos del corazón. Te recuerdo, fuiste tú quien propuso matrimonio a John, al menos muestra un poco de interés.  Otra vez dejaste toda la responsabilidad al pobre de John

—  No suele haber galletas que acompañen el té.

— Se terminaron esta mañana.

— Podría comprarlas en la tienda de la esquina  o en otro lugar

 

 

Las indirectas terminaron por sacar a la señora Hudson del piso. Sherlock tuvo al fin la tarde libre para la realización de uno de sus experimentos; una manera  de no aburrirse.  Poco menos de media hora, dejó limpio la cocina, sin ninguna evidencia que lo delatara. Cinto minutos antes de la llegada de su amante, él estaba leyendo el periódico. Se abre la puerta y aparece John, en su mano derecha  sostenía un pastel de chocolate que había comprado en una pastelería cercana, y en su mano izquierda una bolsa plástica  que contenía la leche para los gemelos, entre otros alimentos.  Sherlock fue a su encuentro,  ayudó a guardar los productos en sus respectivas ubicaciones.  Al menos eso aprendió porque pedirle realizar las compras, era un caso perdido. Por la noche disfrutaron de una cena improvisada,  ambos experimentaron cocinar juntos, el resultado: algo que parecía comestible.  La apariencia era de menos, pero por precaución solo tomaron té, acompañado de un trozo de pastel de chocolate.  Aunque Sherlock prefería no comer nada, lo hizo a pedido de John.

 

—  Así… parecemos una pareja de recién casados, ¿no crees?

 

La respuesta al comentario no fui de inmediato porque el detective tenía la certeza de que había escuchado mal. Su mente divagaba en otros asuntos, pero un escaso y significativo porcentaje de su concentración le pertenecía a John por definición. Sherlock arrugó el ceño, levantó la vista hacia el frente para responder.

 

—  ¿Eh? ¿Dijiste algo?

— Dije que esto me recuerda a la vida de recién casados. Yo soy la mamá y tú eres el papá  - comentó  teniendo una sonrisa en el rostro  que derramaba dulzura. El detective estuvo a punto de contestar con un argumento propios de él, en vez de eso, frunció aún más el ceño.
 

—  Deja de decir esas cosas tan extrañas.

— Te has sonrojado.

— ¡No es cierto!

 

 

La percepción del tiempo era diferente, tanto como a John y Sherlock. Uno de ellos tenía la leve sospecha que las horas avanzabas a pasos agigantados, mientras el otro sentía que estaba  atrapado en una realidad alterna donde los minutos se transformaban en horas y las horas en días.  Había tantas cosas pendientes, referente a la boda, para el par de detectives este asunto era un mundo desconocido. Gracias a la ayuda de la señora Hudson estaban organizando cada detalle minuciosamente; la perfección tenía que resaltar en un acontecimiento tan importante.  En una noche de aquellas, John encuentra a Sherlock tirado sobre el sofá con las palmas de las manos juntas entre si y apoyada sobre su montón. Unas palabras de bienvenida le aseguró a John que su compañero no se encontraba en su palacio mental. Fue a sentarse a su respectivo asiento, sacó a la luz un tema crucial que tenían que discutir.

 

— La gran pregunta es,  el padrino -  John mira fijamente a Sherlock.

— ¿Padrino?

 — Si, ¿qué opinas?

— Billy  Kincaid - abre los ojos-

— Disculpa.

— Billy Kindkei, el asesino de de Camben. Si que era un gran padrino. Grandes donativos benéficos, siempre anónimos. Consiguió e evitó el cierre de tres hospitales   y dirigió los orfanatos más seguros del norte de Inglaterra. De vez en cuando estrangulada, pero si comparamos las vidas salvadas con los estrangulamientos... - es interrumpido por John.

— Para nuestra boda - mira perspicaz a Sherlock- necesitamos un padrino.

— Bien.

— Que no sea un estrangulador - frunce el ceño -  Bien Sherlock... es el día más grande e importante de mi vida.

— Bueno... -resta importancia.

— ¡Que sí! Te parece Molly Hooper.

— Mi eterna enamorada.
 

— Mala idea - piensa  antes de sugerir otro nombre - ¿y Mycroft?

— Definitivamente es un NO - estira la mano hacia John, cuando coge la mano del detective, este lo jala para que quede encima de él - Estas helado John - lo abraza.

 

 

Aprovechan al máximo ese tiempo a solas para las caricias  y por supuesto compartir un beso ligeramente apasionado. A medida que sus labios se movían, el beso iba tomando intensidad.  Dejaron  expuestos sus  emociones y deseos carnales, sin medir las consecuencias. Sherlock aprisiona el cuerpo de John, empuja su cabeza para besarlo desde un ángulo diferente al de antes, arremetió salvajemente en la boca del otro.  Los ojos que miraban a John claramente lo deseaban.  El sólo sentirse atrapado en su apasionada mirada puso su cuerpo en llamas. Su íntimo encuentro es interrumpido por la presencia del inspector Lestrade. Ya que la puerta estuvo abierta, entró como siempre lo hacía y encontró a la pareja de amantes disfrutando su momento. Avergonzado  desvía la mirada, tose un par de veces a modo que perciban su presencia.

 

—  ¡Lestrade! – corta el beso y de inmediato se levanta para recibirlo.

—  Lamento ser importuno, debí tocar la puerta.

—  En efecto – responde Sherlock-  y bien… traes el informe del doble asesinato – el inspector se acerca para entregarle la carpeta con los documentos respectivos.

—   ¡¿Un caso?! … un maldito caso…-John coge la carpeta y lo tira furioso contra el suelo – ¡¿un caso es más importante que nuestra boda?! 

—  Pues… soloestoy asesorando al inútil de Lestrade porque después de cinco días investigando no encuentran ningun indicio - rodea sus brazos alrededor de la cintura de John por detrás - Sabes que tú eres mi única prioridad-.

 

 

Dejó a solas a ambos varones para que conversen  del crimen. Se mantuvo ocupado con los gemelos que despertaron antes de tiempo, los alimento  y después volvieron a dormir; rutina de unos bebés recién nacidos.  A Sherlock le bastó menos de una hora para resolver el caso, fue uno de esos casos que la pista estaba escondida  en los detalles imperceptibles.  John sirvió té para Sherlock y café al inspector. Los tres quedaron sumergidos  en una conversación sin  tener un tema en particular. De pronto John dejó salir aquella pregunta que estaba meditando durante los últimos cuarenta minutos.

 

—  Lestrade… ¿quieres ser el padrino de nuestra boda?

 

La repregunta trajo consigo un silencio, quedaron sin reacción los dos. Luego de diez segundos, el detective dirige su mirada hacia John, mientras Lestrade aún tenía una expresión de asombro y confusión. Pidió que repitiera la pregunta porque su mente no proceso la información.   

—Acepta de una vez, antes que cambie de parecer - dijo Sherlock.

— Es… es increíble que me concedan tal privilegio. Tengo una gran responsabilidad con ustedes – ríe para relajarse-   Acepto con gusto ser padrino de su boda.

 

 

A estas alturas de la situación, solo faltaba  decidir la madrina. Había varias opciones  del cual escoger, sin embargo tenía que ser la persona indicada que podría asumir ese puesto. De tanto  pensar, al fin John se decidió por aquella mujer que estuvo a su lado en los momentos más difíciles de su vida. Fue el apoyo incondicional en ausencia de Sherlock. Efectivamente, pidió a Sarah ser la madrina durante una visita inesperada a la clínica donde trabaja.  Al igual que Lestrade, ella también quedó impactada por la pregunta.  No contestó, sonreía a más no poder y ambos reían sin un motivo en común.  Teniendo un si como respuesta, John agradeció con un tierno abrazo y un beso en la mejilla.  Salió del edificio contento, pero la gran pregunta era: ¿cómo informarle a Sherlock de tal decisión?. Era innegable que él tenía cierto recelo contra ella por los acontecimientos del pasado.  Sin embargo, encontró la forma para convencerlo; tácticas del doctor Watson.

 

 

La  ayuda de Sarah era fundamental en la organización de la boda; la opinión de una dama es la mejor referencia.  Se convirtió en su mano derecha  en los últimos dos meses, porque pedir ayuda al detective iba a ser una pérdida de tiempo. Ella en ningún momento tuvo el privilegio de ver a los gemelos, Sherlock utilizaba cualquier excusa absurda para que Sarah no diera un paso más del límite trazado.  La reunión entre Sherlock, Sarah y John era inevitable, si o si tenían que estar juntos para discutir  temas referente a la boda. 

—Servilletas - cisne u opera de cisne - pregunta  Sherlock a los asistentes, saca los modelos debajo de la mesa.


— ¿Dónde aprendiste eso? - Sarah cuestiona.

— En el campo de la investigación criminal requiere habilidades...

— Mentiroso - la señora Hudson participó en la conversación- lo aprendió en youtube.  La semana pasada lo encontré practicando, es muy orgulloso para aceptar algo tan trivial.

— Usted no debería estar preparando té en este momento.  Por si no se ha dado cuenta, tenemos visita - responde algo incómodo Sherlock.

— No soy  tu sirvienta.

—  Basta Sherlock - intervino John - no abuses de las atenciones de la señora Hudson. Ten un poco de consideración.

— La ópera será - decide Sarah.


 

En un momento determinado Sherlock y Sarah se quedan  solos  en medio de una atmósfera hostil poco respirable. Están sentados al extremo de cada lado del sofá.  Como si fuera un delincuente de alto peligrosidad, el detective observaba atentamente cada movimiento. La mente analítica  de Sherlock empezó a trabajar y optó por dirigirle la palabra.  Al principio fue una conversación entre dos personas adultas que con el  paso del tiempo se transformó en un interrogatorio para Sarah.

 

— Con eso no puedes dar por hecho que sigo enamorada de John.

 

— Le ofreciste tu hombro para llorar durante nuestra pequeña pelea que tuvimos. Te aprovechaste de las circunstancias, al punto de casi acostarte con él. Aunque tengo ciertas dudas respecto a ese episodio.  Siempre le envías mensajes, preguntando como está o invitándole a cenar.  A eso, tengo que agregar, en estos últimos días has estado incitando a que volviera a trabajar en la misma clínica.  Algo que decir en tu defensa - no encuentra respuesta – siempre estoy pendiente de ti, por si aún conservas esperanzas.

— Sigues siendo el mismo… eres un maldito psicópata.

— Sociopata bien integrado - sonríe ampliamente.

 

 

 A medida que pasaba los días, ambos rivales dejaron atrás sus diferencias. Cooperaron entre si, ya que tenían el mismo objeto; organizar una ceremonia perfecta y digna. El cambio inesperado, sorprendió no solo a John, sino a todos que conocían la rivalidad entre Sherlock y Sarah.  De la noche a la mañana parecían los mejores amigos del mundo,  una idea ilógica y  casi aterradora. Ella pasaba gran parte de la tarde en Baker Street, planificando las actividades por realizar. Entre los dos realizaron una agenda de tareas, así ningún detalle se escaparía. Pero durante esas reuniones, el detective continuaba aplicando la regla: “prohibido tener algún contacto con los gemelos”. Sarah restó importancia a la actitud absurda de Sherlock, era consciente que los bebés tenían un padre bastante celoso y posesivo.  Por el momento la única labor de John  era encargarse del cuidado de los bebés, en ocasiones pedían su opinión si la situación requería la aceptación de él.  Así llegó el día para organizar las mesas, por supuesto mediante confirmación de su asistencia. Ya que la reunión sería íntima, los invitados eran un grupo selecto conformado por amistades y familiares.

 

—   Definidamente irán cerca de los baños – comenta Sarah después de escuchar las palabras de Sherlock – Bien… quién es el siguiente-.

— Comandante James Sholton. ¿Quién es?

— El superior de John.  Hace tiempo que no lo ve, pero mantienen contacto.

— Si son  tan buenos amigos porqué apenas habla de él.

— Siempre lo hace,  me parece raro que no toca ese tema contigo. En el tiempo que salía con John, casi en todas las citas mencionaba a su superior. Contaba historias interesantes sobre su vivencia en la milicia. 

— No me digas.

— Porque mentiría, Eres tú quien se casará con John  - siembra la duda – John  dice que es el hombre asocial que ha conocido.

— ¿Asocial? Con razón, debió seguirle como un perro faldero.

— ¡Ohh! Sherlock, ni tú ni yo fuimos los primeros.

— No sonrisas como si quisieras ser sarcástica.

 

 

El tiempo había estado con sol radiante y cielos límpidos sin una nube a la vista desde la mañana. Era un día particularmente favorable, a pesar de ser invierno. Durante una breve visita a Scotland Yard, Sherlock  quedó  atrapado en medio de una lluvia torrencial; fue inesperado. No fue motivo para detenerlo o buscar refugio, continuo caminando como si nada ocurriera. Un automóvil de color negro se  estacionó  cerca de él,  de ahí descendió Athena, quién invitó al detective a subir. Por órdenes de Mycroft fueron a su residencia, la joven condujo al invitado al lobby del lugar, unos minutos después apareció el mayor de los hermanos Holmes.

 

— Fue curioso que eligieras a Greg como padrino de tu boda. Pero, lo que llama mi atención es el hecho que no fui invitado, querido hermano.


— Es simple mycroft, será una ceremonia íntima y tú sobras.

— Egoísta como siempre - responde mientras le ofrece un cigarro light - Deberías ofrecer más atención a John  que a su madrina de bodas. Has estado entretenido con esa mujer, tanto que tu adorado amante está visitando a sus ex novias a tus espaldas - enfatiza la última parte.

— Pierdes tu tiempo tratando de sembrar dudas en mí, conozco todos sus movimientos. Mi red de vagabundo me proporciona información.

— Olvide a tus lambiscones-se sienta-  No tenía intención de ir al casamiento como lo llamas poéticamente. Aunque no me invites iré a arruinar el día más feliz de tu vida-se burla.

— No eres ninguna amenaza. De todas formas, mami estará ahí para controlar tus rabietas - amenaza - si te comportas como es debido tendrás una porción de torta. ¿Cómo va tu dieta?-.

— ¡Deja de compararme con un niño!-se levanta y golpea la mesa-  Al menos puedo comer a Greg de distintas formas posibles, sin ningún llanto que nos interrumpa. En cambio tú Sherlock, tienes que acomodarte a los horarios de tus hijos. Puedo deducir que no has dormido en días, esas ojeras están empezando a cobrar notoriedad.

— Grave error... las ojeras no es debido a los gemelos sino toda la culpa recae en John. En estos últimos días ha estado más activo de lo acostumbrado. Trata de apaciguar su ansiedad acumulada - guarda el cigarro en el bolsillo y se dispone a retirarse.

— Te veo en tu boda, querido hermano - comenta Mycroft al ver la invitación encima del escritorio.

— Siempre debe haber un espectro en el banquete.

 

 

Camina hacia la puerta principal, con cada paso que daba, algunas palabras de su hermano regresaban a su mente para sembraron dudas en Sherlock. Era cierto que  John  salía por las noches sin alguna razón específica o ponía como pretexto  las compras al supermercado. Las piezas estaban encajando  mediante el análisis de los recientes acontecimientos.  O solo estaba cayendo en uno de los tantos experimentos, con la finalidad de molestarlo. A la salida Athena esperaba al detective, el chofer se acercó a Sherlock para escoltarlo con un paraguas hasta la entrada del automóvil. La llovizna no cesó, solo disminuyó la intensidad. Condujo al detective a su nuevo destino; Baker Street 221B.  Al final del recorrido, Athena se anticipó felicitarlo por la futura boda, recibe como respuesta un gracias y una sonrisa forzada. Baja  lo antes posible, tenía un asunto urgente por atender.  Al subir al segundo piso, lo primero en buscar fue a John  que leía el periódico a media tarde, acompañado de una exquisita taza de café. El aroma era intenso que literalmente daño el  olfato del detective, aun así arrebató de las manos ese delicioso café; lo necesitaba más que su amante.  Se aferró  del cuerpo de John  porque buscaba desesperadamente ese calor humano.

 

— También hoy fuiste  de encubierto para investigar que pastelería es el indicado para elabora la torta de bodas – lo comprobó al besarlo -  odio las cosas dulces… -se aleja de él, porque era muy empalagoso oler esa esencia dulce en la prenda de John.

— Es una difícil elección. Los detalles hacen la diferencia… - es interrumpido.

— La elección del pastel, para ser exacto he probado 10 trozos de pastel distintivos y todos sabían iguales. Me gusta la decoración de color azul...

—  Amarillo – corrige John.

— No queda nada más por decidir, ni siquiera entiendo las decisiones que hemos tomado. Finjo opiniones y es agotador.

— A veces pienso si fue buena idea dejar que te encargues de la organización. Tu falta de consideración hace que dude de tus capacidades. Por suerte  tenemos el apoyo  incondicional de Sarah; sin su ayuda estaríamos a la deriva.

 

 

El llanto inconfundible de sus hijos, llevó a ambos padres aproximarse a su habitación para atender sus demandas. John  se encargó de Graham; era el que requería toda la atención, su llanto era más intenso en comparación a su hermanito que  lloró poco. Al ver el rostro de su padre Sherlock, estiró sus bracitos  y le sonrió. El detective lo cargó con sumo cuidado, aún tenía temor por cargar a un ser tan frágil y  vulnerable. Apoyó el cuerpo del bebé en su dorso, con la mirada hacia atrás. Uno mano ofrecía estabilidad y la otra fue a parar sobre la  cabecita de Ian. Retoman su conversación mientras tranquilizan a los bebés que después se mantienen callados y miran atentamente todo a su alrededor. Buscó el momento adecuado para sacar el tema del comandante James Sholton, las dudas de Sherlock no fueron disipadas, al contrario, la respuesta de John  sembró más dudas. El semblante del ex militar  rebosaba de felicidad al hablar de su superior. El respeto y admiración que tenía John, fue interpretado erróneamente por Sherlock; dedujo que había sentimientos ocultos. Una inofensiva pregunta terminó por desatar una discusión absurda, donde la manzana de la discordia fue el  superior de John.

 

— No Sherlock... no voy a ser parte de tu juego - responde furioso, sin levantar la voz - tu interrogatorio ha terminado. Por el amor de Dios, compórtate.

 

— Evades mis preguntas porque tienes miedo a que descubra la verdad detrás de tus palabras. Palabras que están plagadas de dudas.

 

— ¡Basta!, esto es demasiado... estas cruzando la línea de mi paciencia. Te has equivocado al deducirme.

 

— Claro que no - alza la voz.

 

— ¡Que sí! 

 

 

Al final John  terminó envuelto en esa ridícula pelea, su intento por evitarlo fracasó; ambos son unos obstinados. Parecía que la persona que levantara más la voz, era el poseedor de la razón o sería el ganador. El ambiente tenso fue percibido de inmediato por los gemelos, ocasionó que rompieran en llanto al sentirse perturbados por los gritos. Fue el final de la discusión, los dos padres se encargaron del verdadero problema; apaciguar el llanto de sus hijos. La falta de experiencia de Sherlock en el campo paternal, fue su talón de Aquiles, no sabía cómo tranquilizar a Ian que no dejaba de llorar a pesar de los fallidos intentos de sus padres. No le quedó más opción que buscar ayuda en John, pero recibe una mirada fría.

— Acaso no tienes corazón, al escuchar y ver llorar al inocente de Ian - recurre al sentimentalismo-  Tú conoces más a tus hijos, deberías ocuparte de ellos.

— ¡¿Mis hijos?!-le mira furioso- Yo solo no los hice. Tienes responsabilidad en esto.

— Pero tú eres su madre, posees ese instinto maternal

— ¡Cállate!... cállate antes que pierda la paciencia.

Realiza la acostumbrada labor de padre, a través de tiernas palabras logra que los gemelos se duerman tranquilos. John   no era un excelente cantante por eso nunca se atrevió arrullarlos cantando, sino con tiernas palabras llena de amor. Espero hasta que sus preciosos gemelos durmieran profundo antes de salir de la habitación.  Todo el procedimiento fue observado atentamente por Sherlock, comprobó la teoría: una madre estable una relación única con sus hijos. La expresión de felicidad en el rostro de John  se borró cuando devolvió la mirada hacia el detective. Sus ojos proyectaban resentimiento, a juzgar por su actitud la tonta pelea marcaba el  fin de un día casi perfecto.

 

Alrededor de las 18:10 de la tarde la señora Hudson sube al segundo piso con té y unas galletas recién horneadas. El ambiente hostil se podía percibir desde la puerta de entrada. Sherlock y John  estaban sentados, uno alejado del otro. El tiempo que los conocía, le sirvió para deducir que algo no iba bien entre ellos. Pidió una explicación, sin embargo nunca llegó, el silencio volvió apoderarse del lugar. Un segundo intento fue favorable porque John  se animó hablar con la dama.

 

—  Debo advertirle señora Hudson que soy inocente de cualquier cargo que John  me imponga. Le sorprenderá, pero no hice absolutamente nada  - interrumpe la conversación, Sherlock.

— ¡Eres un grandísimo idiota! y un maldito egoísta-se saca el anillo y lo tira al suelo.

 

 

Por cosas del destino el anillo rodó directamente a los pies del detective. Baja la mirada al sentir el objetivo chocar contra su calzado, mantiene sus ojos fijos en el objeto. Hace caso omiso a la reprimenda de su casera. Estaba envuelto en un mar de confusión, no sabía cómo tomar la actitud reciente de su amado doctor Watson. De pronto se levanta, asustando a su casera. Le pide de favor cuidar a los gemelos mientras esté fuera. John  caminaba enojado y con lágrimas en sus mejillas.  Maldecía a Sherlock por su estúpida respuesta. Tan apresurado salió que olvido su abrigo.

 

 

Al otro lado de la ciudad John camina sin rumbo alguno por las calles casi desérticas. Sus pies inconscientemente lo llevan al parque donde solían frecuentar en algunas de sus salidas nocturnas antes que John  quede embarazado. Permanece parado largo tiempo como si estuviera recordando viejos momentos o simplemente estaba sumergidos en sus pensamientos. El sonido de su móvil lo devuelve a la realidad, lee el mensaje de texto y vuelve a caminar. A pesar que el invierno terminaría pronto la intensidad del frio era el mismo o quizás precisamente esa noche hacía un terrible frío.  Por aquella razón decide comprar una taza de café en el establecimiento de Starbucks  y continuó su camino sin rumbo que lo llevó compartir asiento con una joven en un centro comercial.

—¿Usted también espera a alguien? – preguntó la joven, algo tímida – llevó casi media hora, creo que voy a necesitar uno de eso –señalo el envase.

Logró robarle una sonrisa  a John.

—En realidad no espero a nadie…  solo estoy de paso.

— Ya veo.  ¿Le gustaría ser mi compañía mientras espero?

— Por supuesto, tengo todo el tiempo del mundo.

—  Déjeme presentarme, soy Megumi

 

— Mucho gusto, Soy John Watson –estiró la mano para saludarla.

— ¡Ah!– exclamó-  Usted es la persona del blog –quedó sin palabras al descubrir que tenía frente suyo al bloggers que tanto admiraba. Estaba en un estado de shock, simplemente no podía creer.

—“Vaya, una admiradora  a pesar que he descuidado mi blog en estos últimos meses a consecuencia de los infinitos sucesos” –pensó John - ¿Te encuentras bien, Megumi? –se acercó a ella preocupado, la miró al rostro en busca de respuesta.  Adoptó la postura de Sherlock cuando deducía.

— Disculpa, me tomó por sorpresa conocerlo de una manera tan casual; fue todo muy rápido. Nunca imaginé que tendría el honor de conocer al famoso John Watson. No puedo salir de mi asombro. Agradezco al destino que este aquí– todo en ella reflejaba una extrema felicidad que llamó la atención de John.

— He recibido distintas formas de expresar su admiración, pero tú eres la primera persona  que fue original – le dedicó una sonrisa tierna, causando que Megumi se sonroje y cubra  su rostro con las manos; desvió la mirada.

 

 

La conversación sufrió una inevitable  pause debido al ataque de nervios de la joven. Por su parte, John bebía el reconfortante café mientras le hacía compañía en medio del silencio propiciado por ambos. Respiró profundo tres veces, alcanzando la estabilidad necesaria para hablarle sin sonrojarse; el resultado fue favorable. Como todo un caballero, John fue a comprar café a Megumi, ya que vio que frotaba sus manos inconscientemente; típica señal de frio.

— Gracias… - recibe el vaso de café- Estoy abusando de su confianza, disculpe las molestias ocasionadas.

 — No tienes que agradecer nada. Recuerda, soy tu acompañante hasta que tú así lo deseas – las palabras enternecieron a la joven, en vez de ocultarse como antes, atinó a sonreír -  ¿A quién llevas esperando tanto tiempo?

— Es un secreto. Pero si puede decirle, que no me importaría permanecer horas y horas aguardando su llegada.  Solo con el fin de disfrutar  su compañía,  así sea por unos instantes. La espera  vale la pena.

—  Comprendo… -deja escapar un suspiro.

—  Usted no debería  estar  aquí ¿cierto? –preguntó  viendo directamente a los ojos – He notado que no ha dejado de ver hacia la calle, como si estuviera buscando a alguien  entre la multitud.

— Tienes razón en parte, pero… - fue interrumpido.

— No se preocupe por mí – le muestra la pantalla de su celular – Estaré bien, nuestro compromiso queda anulado. Puede ir al encuentro de esa persona.

 

 

Con un beso en la mejilla John se despidió de Megumi y salió del centro comercial a toda prisa. Prefirió caminar en vez de tomar un taxi. En otro punto de la ciudad Sherlock  también caminaba, al tiempo que manipulaba su celular.  Cinco cuadras abajo, quedó oculto en las sombras de un callejón, en medio de la luz tenue sacó un cigarro y empezó a fumar. Durante la espera un total de tres cigarros terminaron en su boca, luego al  tacho de basura. El sonido de unas pisadas conocidas le advirtió que su objetivo se aproximaba.  Aprovechó la oscuridad como una ventaja, sigilosamente salió de su escondite y tomó a John del brazo.

— Si continuas caminado descuidadamente vas a terminar enfermo - se saca su bufanda para colocarlo alrededor del cuello de John  - Estas helado.

— Déjame en paz -le empuja molesto- ¿te importa, en serio? Estoy seguro que solo lo haces por que la señora Hudson te ordenó venir por mí. O acaso el increíble detective siente culpabilidad.

— Por supuesto que me importas John  y mucho. Fue el culpable de nuestra pelea, así que te pido perdón - coloca sus manos en el bolsillo-  Creí predecir sus movimientos, pero terminaste tomando otro camino, uno que nunca recorres Me tomó un tiempo encontrar tu ubicación. Sabes escabullirte muy bien, no eres el torpe John  que conoció hace años atrás. Solo mirabas lo obvio y no observabas las cosas que realmente importaban-.

— He aprendido del mejor. Eres un excelente modelo a seguir -  ambos ríen a raíz del comentario -  Dejé que la presión me gane, tengo en parte culpa - estira la mano - lo trajiste ¿verdad?

— Si lo quieres devuelta,  tendrás que hacer méritos.

 

 


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