Su joven amo ya se había acostado, le había preparado leche caliente para dormir, debido a que había sido un día ajetreado y su pequeño necesitaba descansar , la noche anterior habían tenido un pequeño percance con ese maldito de Undertaker, pero gracias a sus artes demoniacas su joven amo no recordaría nada, ya que le había borrado de la mente los sucesos ocurridos, no quería que en la pequeña cabeza del conde empezaran a aflorar ciertos pensamientos hacía Undertaker y tampoco quería que este recordara lo agitado que se había encontrado al ver al enterrador encima de él.
Durante todo el día el pobre Sebastian había estado pensando cómo podía desahogarse de esas sensaciones que le recorrían el cuerpo, quería deshacerse de ellas pero sabía que sólo era una solución provisional, que él quería que Ciel le correspondiera a nivel físico y emocional y el sólo había ideado una manera para poder tenerlo a nivel físico…con la leche caliente que le había llevado.
Antes de subirle a su querido amo la bebida, había preparado una especie de pócima que haría que el joven durmiera una noche entera profundamente, sin posibilidad de que se despertara, así el podría usar su joven cuerpo para que esas malditas sensaciones desaparecieran por un tiempo, aunque sabía que volverían y con más ansía.
-Señor, le traje está deliciosa leche para que pueda descansar ya que mañana volverá a ser un día muy ocupado dijo Sebastian mientras le acercaba la taza con el contenido “mágico” a Ciel.
Ciel le miró desde la cama, el menor se encontraba sentado y con su camisón blanco puesto, el cual no dejaba mucho a la imaginación y volvía loco a Sebastian.
-Gracias Sebastian, hoy estas siendo muy considerado.
-No es nada señor, es que hoy le he visto especialmente cansado.
-Sí, la verdad es que ayer no dormí muy bien y cuando me desperté tenía la cabeza un tanto espesa dijo el joven Ciel, después de decir esto se bebió el contenido de la taza.
Los efectos que había descrito el menor habían sido provocados por el proceso de borrar la memoria que había aplicado sobre él ayer pensó Sebastian.
-Bueno, esperemos que hoy descanse como es debido, me retiro, por favor si necesita algo, llámeme.
-Está bien Sebastian, puedes marcharte.
-Buenas noches amo.
Sebastian recogió la taza y se dirigió a la puerta, cerrándola tras de él, miró el reloj que siempre llevaba. Perfecto, se la ha tomado, en tres minutos estará listo susurró Sebastian para sí mismo, se dirigió a la cocina a dejar la taza con una gran sonrisa en su rostro.
Una vez en la cocina se dispuso a limpiar la taza ya que todavía quedaba tiempo antes de que la sustancia mezclada con leche hiciera efecto en el menor. Con su rapidez habitual acabó y aún le sobraban dos minutos, se encontraba impaciente, no paraba de dar vueltas alrededor de la habitación y así trascurrieron dos largos minutos. En cuanto fue la hora Sebastian fue rápidamente a la habitación del menor, por no decir corriendo, estaba ansioso, por si acaso pego la oreja a la puerta de la habitación de Ciel, en caso de que la pócima hubiera fallado ¡Pero qué tonterías estaba pensando, esa pócima jamás fallaba! Las ganas de poseer a Ciel le estaban haciendo pensar cosas estúpidas.
Sebastian abrió la puerta y se encontró a su joven amo dormido, con una respiración tranquila y relajada, todo estaba en orden, poco a poco se fue acercando, apenas podía contener la emoción.
-Qué estorbo murmuró Sebastian, las sábanas le molestaban ya que tapaban el hermoso cuerpo de su joven amo, así que las apartó y estas dejaron a la vista su joven cuerpo.
Ahora las manos de Sebastian se dirigieron al camisón de Ciel, el cual fue desabrochando los botones hasta que Ciel quedó sin nada.
Sebastian tenía ante sí el cuerpo desnudo de su amo, sintió como algo dentro de él se despertaba, miró hacia abajo…necesitaba urgentemente desahogarse, así que se fue desnudando lentamente dejando su erección a la vista y se recostó al lado de Ciel, ahora ambos estaban en la cama.
-Ahh suspiro Sebastian, mi pequeño niño, vas a acabar conmigo, no ves como me pones…bueno supongo que no ya que estas dormido, tras decir esto el mayordomo le retiró un mechón de pelo que le caía por el rostro, le agarró la barbilla y le besó suavemente en los labios, todo su cuerpo se estremeció, por fin rozaba esos labios…
Sebastian acarició el rostro del menor, y sus caricias fueron descendiendo, primero el cuello, luego el pecho del joven, donde estuvo jugando con sus pequeños pezones, incluso llevó su boca a uno de ellos para lamerlo mientras su mano seguía descendiendo, hasta llegar a donde siempre había querido llegar.
Sus manos rozaron el miembro del joven, suavemente y delicadamente, aquel mayordomo estaba viviendo un sueño. Sabía que Ciel no era consciente de lo que estaba ocurriendo y le daba pena ya que se estaba perdiendo toda la diversión aunque Sebastian dudaba de si eso para él sería una diversión. El pelinegro paró por un momento para observar de nuevo la figura de Ciel, era innegable, era perfecto.
Sebastian cogió la mano de Ciel, la cual reposaba en la cama y la atrajo hacía su miembro, entonces empezó el movimiento, aunque no fuera Ciel que lo hiciera de verdad, se sentía como en el paraíso, por fin empezaba a liberar tensión, Sebastian cerró los ojos, su respiración empezó a ir un poco más rápido de lo normal, estaba disfrutando como nunca, sentir la mano de Ciel en su miembro era uno de sus deseos el cual estaba siendo cumplido, el ritmo aumentaba y las sensaciones también, el mayordomo paró para recuperarse un poco.
Estaba tan caliente que no quería jugar más, quería llegar al final, quería sentirse dentro de Ciel…