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Valiente. por Maira

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La nave se mecía violentamente sobre el turbulento oleaje. Habían transcurrido unos cuántos días en medio de la tormenta en alta mar la cual parecía no tener fin. Ante las sacudidas, el poderoso viento y la lluvia, varios hombres habían sido arrojados por la borda accidentalmente, siendo sus cuerpos destrozados ante el impacto con las naves vecinas, la propia o simplemente abandonados a su suerte, congelándose. Algunos no tenían la fortuna de su lado y en vez de morir en el impacto, sus flotantes cuerpos terminaban siendo devorados por las curiosas criaturas que habitaban las aguas las cuales entre sus fauces los atrapaban así sumergiéndose para siempre en las oscuras profundidades que conformaba el vasto fondo.

Zin se encontraba sentado al borde de la cama cuándo el general ingresó con bastante presura. Como primera acción comprobó que las amarras que sujetaban firmemente la improvisada cuna del pequeño aún se mantuvieran anudadas correctamente a una pesada argolla metálica utilizada originariamente para amarrar en caso de ser necesario, a los mastines que antiguamente se solían utilizar para rastrear en campo abierto. Una vez satisfecho con el nudo, se volvió hacia el par que los observaba como en busca de una explicación.

-Anzi- le llamó despacio a la vez que se acercaba. En su bolsillo rebuscaba por la llave para remover los grilletes –mis oficiales de cubierta desaparecieron en algún momento en medio de la tormenta, los tres. Voy a necesitar de tu ayuda para dirigir a estos simios. ¿Me harías el favor?- le explicó apresuradamente mientras le liberaba –corremos el riesgo de hundirnos si no hacen las cosas bien. De veras te necesito. Tengo que colocarme exclusivamente al timón para salir de ésta.

-¿Tan mal están las cosas?- preguntó el castaño observándole. En cuánto sus muñecas fueron liberadas se las sobó para que la sangre circulara mejor. Tantos días en la misma posición habían entorpecido sus brazos. 

-Estamos a punto de llegar. De alguna manera el viento nos ha favorecido. Quizá en un día o día y medio podamos avistar tierra firme. Pero tenemos que sobrevivir a la tormenta. Uno de los barcos que nos escoltaba se hundió, no lo logró- al levantarse, se apartó con una mano el cabello que goteaba despejándose la frente. Mientras guardaba la llave en su lugar, se volvió hacia el mapa más grande extendido sobre el escritorio, apartando de un golpe todo lo que cubría la zona que necesitaban avistar –según mis cálculos, aquí estamos- señaló una locación en el mapa –¿Lo ves? Además, el cielo se nota mucho más claro adelante. Haz lo que creas conveniente. Es decir, no es necesario que te dé instrucciones. Tú sólo sabes cómo hacerlo… yo dirijo la nave, tú te encargas de lo demás.

-De acuerdo- murmuró el castaño, asintiendo una sola vez con su cabeza. Poco a poco sus brazos comenzaban a adquirir una mayor movilidad, la que precisamente necesitaba para salir a cubierta.

-Si Anzi te ayuda… entonces no nos entregarás- interrumpió repentinamente Zin.

-Es una emergencia, Zin. Podríamos morir todos- protestó Anzi –no hay tiempo para eso.

-Exijo que Yasu retire la idea de entregarnos si le ayudas, Anzi. Sino no hay trato y te quedas…

-Negociaremos luego- respondió el general, comenzando a llevarse al castaño a empujones de allí para evitar que continuara perdiendo el tiempo con el rubio –lo prometo. Mientras tanto cuida del enano- cerrando la puerta tras de sí, dejó por completo solo al más bajo quién suspiró un tanto frustrado.

En cubierta el panorama era peor de lo que Anzi hubiera esperado. Mientras Yasu le colocaba a los hombros su húmeda capa de Capitán General, se quedó atónito ante la manera en la que el mar sacudía semejantes armatostes como lo eran las naves acompañantes. Era una tormenta poderosa, demasiado peligrosa para navegar. Pero se trataba de la vida de todos, especialmente de la de Zin y la propia. Daría lo mejor de sí.

Luego de propinarle unas palmadas en el hombro al castaño, el general se dirigió sin más preámbulos hacia el timón de rueda múltiple del cual se encargaban torpemente un par de hombres. La lluvia le azotaba el rostro impidiéndole ver con claridad, asió las pulidas asas mientras les daba indicaciones de girar ligeramente a babor o estribor para intentar estabilizar la dirección y así no colapsar contra las demás naves.
Mantenía todas sus esperanzas depositadas en atravesar la tormenta. Había demasiadas cosas que aún debía y quería hacer, para eso precisaba de sobrevivir al momento. Aquella siempre era su motivación en misiones tan duras que le llevaban a colocar su vida en peligro. Había sobrevivido a incontables batallas, guerras, tormentas en medio de la mar tal cual aquella. Nada iba a detener la corriente que componía su vida. Así lo había jurado al justo momento de haber renacido en aquella cama del hospital militar cuándo tenía unos escasos quince años.

Un suceso lo arrancó de sus pensamientos como las sacudidas del barco a su tripulación. Repentinamente a través de la superficie del agua una gran criatura marina se irguió. Sus ojos se entornaron al calcular que la situación del navío justo frente a ellos no tenía un buen futuro. En su mente, rezó por que nadie más cayera. Una punzada de pánico le atravesó el pecho cuándo la gran bestia desplegó una curiosa membrana localizada en su cuello, abriendo unas fauces tremendamente dentadas. Los ojos color ámbar propio de los animales pertenecientes a ese clima.  
Ya tenían suficiente con dos mil hombres menos. Pronto el sonido de los cañones retumbó y se entremezcló con el de los truenos al momento justo en el que la gran bestia se abalanzaba contra el mástil principal. Tres balas, cuatro, cinco. Bastaron demasiadas municiones para devolver el gigante al agua con éxito. Y estúpidamente, se lamentó por la cantidad de armamento desperdiciado. ¿Por qué los animales aparecían tan agresivos? Era verdad que caer en aquellas aguas incluso sin tormenta abarcaba un amplio abanico de peligros. Pero por alguna razón sus pensamientos hilaron otros más complejos llegando a la conclusión de aquellos piratas que había avistado hacía unos cuántos días atrás tenían algo que ver con el asunto. Nunca había visto a un coloso del mar erguirse con intenciones tan claras de atacar un barco, ni siquiera en la época de celo. Algo sumamente extraño estaba ocurriendo en esas aguas.

Por su parte el castaño se aseguraba de que varios hombres mantuvieran amarradas correctamente las velas. Si accidentalmente llegaran a desplegarse producto del fuerte viento que soplaba, sabía que estaban perdidos. Pues podrían ser impulsados tan rápidamente contra alguno de los navíos alrededor que ni siquiera tendrían tiempo a reaccionar. No quería pensar en esa idea. Así que alentaba a los hombres a mantener fijas las gruesas amarras.
A la vez ordenaba a unos cuántos que se deshicieran de todo el peso extra de la nave. Todo lo que no sirviera y pesara, tenía que ser arrojado al agua. No tenían de otra alternativa al notar la manera en la que peligrosamente el navío amenazaba con volcar. Al asomarse, el nivel del agua le había sorprendido hasta rozar los bordes del nerviosismo, por lo que rápidamente había llegado a esa conclusión.

Vociferaba órdenes en medio de señas con sus brazos. Al llevar encima de los hombros la capa del general, todos habían comprendido que debían obedecerle sin rechistar. Además la situación lo ameritaba. Anzi intentaba infundirles valor para que no perdieran fuerzas, también ayudando a jalar las cuerdas cuándo una sacudida enviaba lejos a algunos de los soldados.
Al cabo de unos largos momentos volvió a asomarse para corroborar el nivel del agua. El barco comenzaba a reflotar con éxito. Seguramente no habría averías que pudieran hundirles, cosa que los beneficiaba. A una distancia prudente, en el navío del centro de la formación las cosas seguían su curso casi de la misma manera.

Más adelante la tormenta aparentaba calmarse tal cual había dicho Yasu. De vez en cuando un rayo extendía su mortal brazo perforando en el agua a veces cerca, a veces lejos de ellos. Aquel era otro factor de riesgo y por inercia, comprobó no llevar nada metálico encima. Afortunadamente hasta el momento había olvidado por completo sus sables los cuales seguramente se habían deslizado hacia algún lugar del despacho del general a cargo.
Una nueva sacudida por parte del navío casi lo arrojó por la borda. Tuvo que tomarse de una de las amarras que permanecían fijas a los mástiles. Sabía que si se soltaba sería su fin. Sus piernas fueron sacudidas en el aire mientras que un punzante dolor hacía presa de su brazo resentido. Al poco tiempo logró pisar firmemente la resbaladiza superficie de la borda. Pudo estabilizarse alzando su cabeza justo a tiempo para que sus ojos se toparan con quizá, uno de los horrores más escalofriantes que hubiera presenciado en su vida.

Frente a ellos se extendía un amplio remolino. La corriente comenzaba a arrastrarles sin remedio poco a poco hacia el centro. El navío que los escoltaba al frente gradualmente se disponía a ser tragado y con la velocidad de un rayo, un largo tentáculo dentado se alzó antes de envolverlo por completo, destrozándolo en dos perfectas mitades. Anzi sintió cómo las fuerzas le abandonaban. Una nueva sacudida del navío lo lanzó contra la cubierta por la que rodó hasta quedar tendido sobre ella. La lluvia le azotó el rostro, le adhirió los cabellos a la frente pero su cabeza volaba por otros confines mucho más oscuros: allí había una mítica bestia del mar devorando un navío cómo quién se lleva a los labios un pedazo de pan o una copa vino. Simple, sencillo, sin problemas. Ellos eran los siguientes de la lista.

Se mantuvo en el suelo, siendo arrastrado de aquí hacia allí durante un tiempo que no supo definir. Siendo esquivado por los hombres que iban y venían sumamente ocupados en sus tareas. Hasta que por fin reaccionando ante la situación, se colocó de pie para dirigirse rápidamente hasta el timón, junto a Yasunori. 

-¡Tenemos que salir de la corriente, Yasu! ¡También nos tragará si no hacemos nada!- ayudó al general a girar la rueda tomando las asas libres, otros dos hombres se unieron intentando estabilizar la nave que crujía tal cual se estuviera lamentando.

-Tsk. ¡Ya sé que tenemos que alejarnos de la corriente pero pareciera imposible! ¡El maldito es muy fuerte y el agua gira cada vez más rápido! ¡Vayan a las calderas!- ordenó a dos de los hombres -¡Que coloquen todo el carbón que puedan! ¡Alivianen más la nave! ¡Preparen los cañones!

-Lo he visto tragarse un navío entero. Lo ha partido cómo si fuera mantequilla, Yasu. Somos los próximos si no salimos de ésta maldita corriente.

-Saldremos de ésta. Te lo puedo jurar por mi vida- iba a continuar hablando pero sus palabras fueron interrumpidas. Repentinamente enmudeció y el castaño pudo notar la manera en la que su rostro se transfiguraba. Anzi no pudo más que llevar sus ojos hacia el punto en el que el contrario mantenía sus ojos fijos, logrando divisar el preciso instante en el que el navío de uno de los generales, específicamente el de Tatsurou el cuál había estado navegando a su lado, comenzaba a ser tragado por el remolino de agua.

-¡Espera, Yasu! ¡¿Qué estás haciendo?!- le gritó al hombre quién soltó la rueda del timón y se lanzó a la carrera hasta tomarse de una de las amarras, manteniéndose de pie sobre la borda a la vez que contemplaba el suceso. Él mismo tuvo que hacer esfuerzos inhumanos para compensar la diferencia de fuerzas, girando a babor hasta el máximo punto. Ya no le importaba lo que Yasu le pudiera reprochar, tenían que salir de allí inmediatamente. Aquella alarma se había disparado en su mente al momento de ver cómo un general no había podido hacer nada en absoluto una vez dentro del espiral y no iba a permitir que el mismo destino los aplastara.

-¡Maldita bestia!- gritó con toda la potencia de sus pulmones, poco le importaba el hecho de que nadie pudiera escucharle. Allí iba el navío de uno de sus mejores amigos, vertiginosamente hacia el oscuro centro dónde una gran boca dentada los esperaba. Un enorme tentáculo lleno de filosas espinas o dientes, no lo supo con certeza, se alzó hasta lo alto del cielo. Y de un fuerte golpe tal cuál de un látigo se tratara partió el navío en dos, cuyos restos desaparecieron en la negrura de aquellas fauces -¡Hijo de perra!- volvió a vociferar en cuánto aquel tentáculo se estiró hacia el último navío escolta que quedaba al frente. Las lágrimas casi le habían cegado los ojos y se entremezclaban con las persistentes gotas de lluvia. Rápidamente buscó el navío de Atsushi quién había logrado sortear con éxito la corriente.
Los cañones… sí, Anzi le gritaba algo acerca de los cañones. ¡Tenían que utilizar los cañones!

Saltó desde la borda hacia la cubierta, corriendo a las escaleras que conducían a los niveles inferiores de la nave. Afortunadamente los soldados habían logrado cumplir sus órdenes y los cañones estaban preparados para disparar. Si la maldita bestia intentaba acercar uno de sus sucios tentáculos mientras avanzaban contra la corriente, lo destrozarían. Allí debajo a pesar del frío de la tormenta, el calor era insoportable. Seguramente las calderas estuvieran en su máximo funcionamiento tal cual lo había pedido. 

Se asomó a uno de los visillos para continuar al pendiente de la situación. Si no se equivocaba, había pasado ya demasiado tiempo como para que la bestia no se percatara de su presencia. Había que esperar, estar atento. Él mismo colocó una bala en el cañón a su lado reemplazando la que había caído al mar ante una nueva sacudida.
Y cómo lo había previsto, el largo tentáculo del coloso se alzó justo frente a ellos. Los gritos de pánico provenientes de la cubierta casi le ensordecieron, pero tenían que esperar al momento justo. Dio la orden de que se prepararan para disparar, que encendieran las mechas.
Así mientras con el correr de los segundos sus nervios se crispaban cada vez más, el tentáculo se curvaba ya en posición de alcanzarles y Anzi posicionaba el navío de manera que los impactos le alcanzaran, finalmente profirió la señal.

Las balas de cañón alcanzaron en varios puntos la gruesa y dura carne del animal. El tentáculo dentado se balanceó de un lado hacia otro como un péndulo, amenazando con caer inerte en todo su peso a la vez que un sonido ensordecedor les traspasaba de oído a oído. Era un rugido bestial tan insoportable que el general estuvo a punto de perder la conciencia.

Sin embargo, aparentemente la herida que le habían generado debilitó el poderoso remolino. De repente se vieron impulsados hacia adelante, al mar revuelto por la tormenta de manera tan violenta que toda la unidad incluido él mismo se vieron azotados contra una de las paredes de cálida madera.

Lo habían logrado. Habían escapado con éxito. Ahora sólo restaba navegar a través de la tormenta que a cada momento se amansaba más. Llegarían a destino con pocos hombres, no tal cuál cómo habían planeado. Y soltó una repentina carcajada mientras se colocaba de pie, ayudando a los demás a también hacerlo. En cuánto volvieran, el general Miwa iba a destrozarle el rostro al enterarse de que había perdido a la mitad de su parte del ejército por culpa de un maldito camarón. Ya podía imaginárselo insultándole, colocándose furioso como un toro.

Subió las escalinatas que conducían a cubierta nuevamente, tenía que buscar a Anzi. Lo encontró al timón y enseguida le palmeó la empapada espalda. Habían hecho un trabajo en equipo impecable. Sabía muy bien que podía depositar su confianza en un hombre como él, pues a pesar del tiempo transcurrido lo conocía demasiado. En su fuero interno volvió a lamentarse del hecho de que Anzi no se hubiera convertido en un Capitán General, pues era excelente en todo lo que hacía. Pocos hombres existían en el mundo con un talento como el suyo.
Permitió que el castaño descansara un poco al tomar él mismo el mando del timón. Riendo cuándo se desplomó de rodillas totalmente rendido. Más tarde le prepararía una infusión revitalizadora, también para él, se habían expuesto mucho a la tormenta.

-Si te apetece ir a ver cómo se encuentra Zin, puedes hacerlo. ¿Tu brazo está bien? ¿Tus heridas?- inquirió con curiosidad. Imprimiendo un poco de esfuerzo en medio de una orden a los demás hombres, estabilizó la dirección. Ahora la lluvia se había convertido en una fina capa de humedad que todo lo rociaba.

-Estoy bien. Sólo necesito descansar un poco- respondió aún agitado por todo el movimiento –ya voy.

-Ah… demonios- dijo totalmente frustrado, más para sí mismo que para el castaño –la bestia se tragó a Tatsurou. Habrá problemas para elegir a un nuevo general… ¿Sabes? Hay muchas personas capacitadas para serlo. Van a sacarse los ojos entre ellos por el puesto. Y yo ni siquiera tengo un maldito cuerpo al qué llorarle… - hizo una pausa a la vez que contaba los navíos restantes –Además, ¿De dónde demonios salió aquella cosa? Nunca había sucedido algo como esto.

-No lo sé. Hay leyendas. Tú sabes… de monstruos del mar y esas cosas. Pero nunca hubiera esperado toparme con uno en mi vida- tras una ligera pausa, volvió a dirigirse a él – ¿Vas a colocarme los grilletes otra vez?

-No lo sé, Anzi. No lo creo- suspiró como queriendo evitar el tema –por el momento sólo quiero llegar a tierra firme sano y salvo. Espero que los piratas estén lejos, no quiero toparme con ningún barco. No cuándo estamos a un día o menos de llegar.

Reflexionó bien sobre las palabras, el tono de voz utilizado por su de antaño amigo. Sabía muy bien que a pesar de la deuda que ahora pesaba sobre sus hombros, éste a fin de cuentas iba a buscar hacer lo correcto. Y él por su parte ya no quería pelear con él. Llegó a la conclusión de que quizá Yasunori fuera uno de los más decentes hombres en su puesto. Así que decidió por dejar el denso tema a tratar mucho más adelante. No quería matar a ese hombre, no quería morir a causa de él. Encontró que se encontraba tan confundido como el general.
Con intenciones de despejar su mente se decidió por ir aunque un poco mareado en busca de Zin y el mocoso de Miwa al que había olvidado por completo. 

Notas finales:

Buenas ouo/ ! 

Aquí vengo con nuevo capi uwu como dije~ aunque quería subirlo anoche.

Pero la anciana Maira se durmió temprano.

Espero que les haya gustado este capi ouo lo consulté con alguien que me dijo que era como Piratas del Caribe y yo me quedé como WTF xD

-ya va a poner al Anzi de sucio con rastas- (???) -ok no-

Les voy a dejar una referencia ouo que es bien bonita por cierto, como todo lo que tiene que ver con la navegación. Es el timón múltiple o de tres ruedas:

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/c/c9/Barre_a_roue_du_Samiento.jpg 

Solía usarse en barcos antiguos, ahora ya no se usa. Sino se que usa un coso largo de metal uwu a modo de timón. O sea timón sin rueda. 

Por otro lado... ¿Se enteraron? El pv nuevo de Kamijo apesta ouo xD 

http://www.youtube.com/watch?v=Aii0595JD6E

Para mí el día anterior alguien le rompió el culo y por eso no pudo caminar en todo el pv (?)

:v 

Además de que el próximo pv va a ser en el mismo lugar, con la misma banda, con el mismo vestuario la banda y solamente le cambia a él la ropa. Ni de posición se mueve (? -siente que le caerá tormenta de arena Kamijolieber- 

Les voy a dejar mi blog ouo hoy voy a estar subiendo otra entrada~

http://gradosdesombra.blogspot.com.ar/

 

Y bueno pues uwu eso. Los quiero, gracias por leer ouo el próximo capi estará seguro el Domingo porque los Sábados no salgo entonces mientras como idioteces cómo vendrían a ser las papas fritas, me pongo a escribir tranqui y me pierdo en el tiempo uwu 

Muchas gracias por todo ouo/ byes. 


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