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Valiente. por Maira

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─Más presión ─ordenó a los hombres encargados de manipular el instrumento de torturas y el casquete fue impulsado hacia abajo por medio de una lenta vuelta del tornillo. Entre los alaridos desesperados de la víctima creyó escuchar el sonido de los huesos comenzar a ceder─. Se te están agotando las oportunidades. Personalmente, te recomendaría que confesaras.

─¡No saber nada! ¡No, nada! ¡Mehklefenht! ─bramó como pudo el guerrero, intentaba hacerse entender en la lengua que pobremente dominaba.

─Presionen ─volvió a ordenar y cruzó los brazos sobre el pecho. El hombre pertenecía a una de las tantas tribus guerreras del desierto, era imposible que no supiera absolutamente nada acerca del tema. Estaba de más decir que ese día no tenía ánimos para reventarle el cráneo sin antes haber conseguido la información que precisaba, pues era el segundo día en que la naturaleza de su cuerpo femenino se ponía en manifiesto. Estaba harta, solo quería dormir. Entre los alaridos que retumbaron por las paredes del calabozo, escuchó la manera en la que la mandíbula al final cedió. Los hombres que controlaban el aparato volvieron a tomar una postura rígida, con los brazos a cada lado del cuerpo y la miraron listos para acatar una nueva orden, muy serios, completamente ajenos a la situación─. Tsk. No puedo creerlo. ¿Aún puedes articular palabra? ─se colocó en cuclillas para mirar al desgraciado que sangraba por ambas comisuras de los labios. Pasados unos instantes volvió a repetirle la pregunta pero al parecer el guerrero era incapaz de escucharle, tan sumido en aquel estado histérico al que la tortura le había llevado. El ruido le hacía daño, no dejaba de pensar en que no debería estar allí. Ella misma en un acceso de impotencia volvió a incorporarse y tomó el extremo derecho del tornillo, lo accionó con tan poca delicadeza que al cabo de cortos momentos, el estrecho espacio en dónde se encontraban quedó sumido en completo silencio. Con todo, la cabeza no dejó de dolerle.

El sonido de palmas chocarse una contra la otra reiteradas veces llegó hasta sus oídos mientras veía como la masa encefálica de la víctima se escurría hacia el suelo. Giró sobre sus botas al ya saber de quién se trataba y ordenó a los hombres que se retiraran.

─Maravilloso. Muy impresionante ─comentó de la forma más sarcástica que pudo. La verdad era que Hazuki siempre había sentido una pequeña punzada de lo que popularmente solía llamarse envidia cuando el capitán Miwa le encomendaba ese tipo de tareas a la muchacha─. ¿Y bien, Naoto? ¿Qué has conseguido averiguar? Porque supongo que no vas a defraudar al general Miwa. Nunca lo haces ─le preguntó a sabiendas de que no había información nueva al respecto, pues había presenciado la tortura durante los últimos diez minutos.

Ella decidió acercarse antes de responderle. Si existía algo peor que trabajar en un día como aquel, era el hecho de tener que soportar al mentecato de Hazuki ─Ni siquiera tú lo hubieras logrado. Creo que a fin de cuentas, el sujeto no sabía nada…  ─abandonó el calabozo y tomó el pasillo principal, Hazuki la siguió─. Nunca sabremos si es verdad lo del general desaparecido.

Todo el conflicto había comenzado hacía un par de años en el hospital del cuartel, cuando uno de los soldados pertenecientes a la unidad del general Miwa aseguró que en una de las misiones dedicadas a explorar el extenso territorio que conformaba el desierto, en medio de una emboscada que los ‘salvajes’ organizaron al descubrirles, el capitán Ryo le había cortado las piernas.
Era obvio que el hombre deliraba a causa de la fiebre; pero por la manera en la que aseguraba haberle visto, el general Amano decidió que lo mejor era entrenar un pequeño grupo de espías, capturar salvajes e interrogarlos, colocar una jugosa recompensa por la cabeza del general o dado el caso, llevarlo hasta a los cuarteles con vida para encerrarlo en los calabozos. Sugirió que sería una buena idea someterlo a un ejemplar proceso de tortura hasta la muerte o colgarlo en una plaza bajo los cargos de traidor, muy a pesar de que el objetivo de quitarlo del medio se encontrara a la vista.
A Naoto le habían asignado la tarea de interrogar. A pesar de que durante todo ese tiempo, nadie nunca hubiera confesado tener entre los suyos a un general perteneciente al ejército del rey al otro lado de las montañas. El asunto conformaba un misterio imposible de resolver, ella no le prestaba la atención necesaria.

─Eso es porque no lo haces bien. Pienso que ver sangre te afecta, a pesar de que simules lo contrario. Por eso es que finalizas rápido las torturas sin conseguir nada. Después de todo, las mujeres son así… se asustan por todo y son débiles. Deberían prohibirles que se alisten en el ejército.

─Las mujeres vemos mucha más sangre que los hombres a lo largo de nuestras vidas ─respondió ella muy naturalmente─. Y soportamos muchas más cosas que los hombres. Me gustaría saber qué harías si una mañana despertaras goteando sangre por aquel asqueroso gusano que tienes entre las piernas, que te sucediera lo mismo cada luna… podría apostar el más valioso de mis sables a que, si los hombres sangraran tanto como las mujeres y para colmo tuvieran que continuar con su rutina regular, no sobrevivirían mucho tiempo ─subió las escaleras de dos en dos escalones y atravesó la arcada de piedra que daba al piso superior─. No sé a qué tipo de mujeres te refieras pero no todas somos iguales. Es equivalente a decir que todos los hombres son iguales ─recorrió aquel trecho restante a paso muy rápido, sumida en un mutismo hermético. Una vez que llegó ante las puertas de la sala de reuniones, se detuvo─. Ya deberías pensar en elegir un candidato que te arrebate todo lo hombre que crees que eres, puesto que las mujeres te desagradan tanto. En última instancia, si te colocas tímido, siempre dispones del mango de tu sable para metértelo por el culo; puede que por esa razón oculta lo hayas mandado a hacer con esa forma. Que tengas un buen día, pelmazo ─sin más preámbulos golpeó un par de veces la pulida madera e ingresó al lugar con intenciones de mantener al tanto a los demás generales. También anunciaría que iba a ausentarse durante el resto del día.


Se hincó frente a la tumba de su hermano Tatsuya. Había pasado mucho tiempo desde el día en que había muerto al otro lado del mar. Él le llevaba flores todas las semanas, le relataba sus penas y derramaba lágrimas sobre la tierra. Lo necesitaba demasiado y lo extrañaba.
Cuando los pocos integrantes restantes de la unidad volvieron con el cuerpo atravesado a la altura del corazón, no lo podía creer. Tatsuya, su hermano mayor, caído en combate al intentar liquidar al asesino de su antiguo general.

Pudo sobrellevarlo gracias a la contención que Sono le proporcionó, era el único hombre decente que quedaba en aquellos cuarteles. El general Sakurai estaba muerto, era probable que el general Ryo también lo estuviera. Se sentía solo, sufría los maltratos por parte de todos los superiores al no poder cumplir con sus expectativas. En cuestión de semanas su rango bajó al de coronel. Pensó en huir lejos, a tierras en las que nadie le conociera; pero aquello conformaba un acto de traición, un imperdonable hecho, la destrucción definitiva del poco honor que le quedaba.

Lágrimas calientes rodaron por sus mejillas. Ya no quería llorar. Se restregó los ojos con la manga del uniforme y se colocó de pie. Luego de despedirse de su hermano, Leda se dirigió hacia el interior del edificio principal. Buscó a su querido teniente para pedirle que le asignara las tareas correspondientes pero no lo encontró por ninguna parte. ¿Acaso ya lo habían hecho desaparecer? Quiso pensar que solamente estaba ocupado en algo más, en otra de las tantas ramas del lugar.

Con miedo dirigió sus pasos hacia la sala de reuniones que los superiores solían ocupar. El capitán Amano tendría que estar allí, le consultaría directamente cuales eran las tareas asignadas para aquel día, puesto que era su nuevo general a cargo. Vaciló unos instantes como clavado en el suelo al llegar. No quería molestarle, no quería colocarle furioso. Acercó su puño con intenciones de dar el primer golpe al preciso instante en que la puerta se abrió. Naoto lo observó con cierta expresión ofuscada pero no le dijo nada, simplemente avanzó sin siquiera molestarse en esquivarle.

─¿Para qué viniste? ─le preguntó Tora una vez notó su presencia en el umbral─. Entra y cierra la puerta.

─Señor ─se dirigió a él luego del saludo militar de rigor─. No he podido encontrar a mi teniente. He venido a que me asigne las tareas diarias.

─Es un muchacho responsable ─comentó con sorna el general Miwa en cuya mano izquierda sostenía una copa dorada. Además de Amano, era el único que se encontraba en la sala.

─¿Sólo has venido por eso? ─preguntó entre incrédulo y furioso─. Estaba a punto de trazar unos mapas, no puedo distraerme con nimiedades.

─Dale las malditas instrucciones para que se vaya ─gruñó el otro antes de apurar la copa─. Podrías enviarlo a rodear el perímetro… o a pulir las botas de los soldados. No sirve para nada.

─Ve a limpiar el desastre que ha dejado Naoto en los calabozos ─le ordenó de mala gana y tomó asiento en una de las sillas. Sobre la mesa aparecían extendidos varios mapas, pergaminos, un tintero, una pluma, un grueso volumen abierto.

─Sí, señor. Enseguida, señor ─respondió con un nuevo saludo militar de rigor. Pidió permiso para retirarse y salió precipitadamente de allí, con los ojos llenos de lágrimas.

─Deberías enviarlo con los espías al desierto ─comentó Miwa una vez se encontraron solos de nuevo─. Morirá rápidamente. Podríamos reemplazarlo por alguien eficiente.

─Tal vez lo considere ─dijo a la vez que marcaba un punto en uno de los numerosos mapas─. Nunca tengo tiempo para deshacerme de él. Olvido su existencia en cuanto desaparece de mi vista.

─Nadie lo lamentará, te lo aseguro ─dio por finalizado el tema, se sirvió otra copa de vino y tomó uno de los mapas. Al instante comenzó a dictarle un par de coordenadas que Amano anotó rápidamente al margen del que utilizaba.

Hizumi se encontraba en el bosque con un pequeño grupo de soldados. Hacía poco más de una hora habían interceptado una barca mercante en la que se escondían cinco espías provenientes del sur. De acuerdo a las confesiones de uno de los hombres que no soportó que le arrancaran las uñas con un puñal, el plan era instalarse en distintas locaciones pobladas y enviar mensajeros ante cada nuevo acontecimiento del que se enteraran. Era un hecho que cada una de las islas al sur aguardaba con paciencia a que el justo momento llegara para atacar, su lealtad no estaba con el rey ni con nadie.

Mientras ordenaba que los condujeran hasta el borde de la gran fosa que de antaño el general Miwa había mandado a cavar, destinada a depositar los cadáveres y quemarlos, revisaba que su pistola de un tiro se encontrara en condiciones de ser utilizada. Una vez hecha la confesión, sin más información que extraer al respecto ya no había nada que hacer. No podía liberarlos, tenía prohibido llevar prisioneros al cuartel a menos que así fuera necesario.
Los espías permanecían de pie muy asustados, tensos, sabían lo que iba a ocurrir y aguardaban por el momento final o quizá por la oportunidad de escapar en medio de un descuido.

─Preparen las armas ─ordenó a los soldados que se ubicaron cada uno a espaldas de un cautivo. Él mismo posó el largo cañón de la pistola justo debajo de la barbilla del líder─. Apunten… ¡Fuego!

Luego del eco que provocó la huida de todas las aves de sus nidos en lo alto de los árboles, empujaron los cuerpos hacia el interior de la fosa. Algunos de ellos cayeron sobre chamuscados y frágiles cráneos que se rompieron bajo su peso, otros quedaron tendidos sobre las cenizas con los brazos o piernas en ángulos muy extraños; uno de ellos cayó de espaldas, con los ojos sin brillo entreabiertos, la mandíbula completamente desencajada debido al impacto.
Hizumi impartió la orden de que más tarde los rociaran con aceite, arrojaran un par de antorchas y finalmente volvieran al cuartel en su busca. Sacó un pañuelo blanco de su bolsillo para limpiarse la sangre que le había salpicado el rostro; ensuciarse le hacía perder la cabeza, cuando llegara al cuartel pediría que le prepararan un recipiente con agua tibia, unos paños limpios y quizá una chaqueta de repuesto. De repente también sintió la necesidad de tomarse un descanso. Además, muy a su pesar tenía que redactar un informe acerca de lo ocurrido.

Caminó hasta casi alcanzar un viejo sauce que siempre llamó su atención, pues era un árbol muy viejo, enorme. Avanzó dispuesto a tocar las ramas que se mecían suavemente con el viento hasta que sus pasos se vieron interrumpidos. Alguien lo apresó por detrás y posó el frío filo de un puñal sobre su garganta. La presión le lastimó un poco la piel al pasar saliva, el cuerpo del extraño permaneció tan cercano a su espalda que pudo sentir su calor. No tuvo idea de cuál podría ser el motivo exacto por el que hiciera eso, quizá fuera un ladrón o un maleante al estilo, salvo que en aquellos tiempos los maleantes no llevaban puesta una negra túnica que sólo dejara al descubierto sus manos, seguramente parte de su rostros o cuellos. Ante un movimiento brusco que hizo retroceder la oscura manga cuando la aferró con sus dedos, una brillante pulsera de plata que captó su atención brilló en la muñeca de su agresor y él dio un respingo al reconocerla.

─Tú… ¿Qué demonios estás…? ─pero ya no se sintió capaz de pronunciar una sola palabra más, la voz se le esfumó en medio de un latigazo de dolor que le recorrió el cuerpo. Su respiración fue ruidosa al intentar captar todo el aire posible; pero solo consiguió que la sangre se precipitara hacia sus pulmones, tampoco podía toser, las piernas cedieron y su cuerpo se desplomó sobre el duro suelo de tierra. Con todo no terminaba de comprender la situación, los pensamientos, recuerdos, deseos, se entremezclaron vertiginosamente tal cual en un torbellino. Luego de sentir un lacerante dolor en la garganta, en el pecho, en las sienes a la vez que se ahogaba, todo se volvió gradualmente oscuro. Sintió muchísimo frío y sueño, hasta que finalmente en la completa penumbra que la muerte traía consigo, emprendió el eterno viaje hacia el otro mundo.

El encapuchado esperó lo suficiente para asegurarse de que su trabajo estuviera bien hecho, luego tomó los tobillos del cadáver que aún estaba tibio y con las articulaciones relajadas, parecía un muñeco fabricado a una escala monstruosa. Lo arrastró hasta la zona de la fosa en dónde sus otros compañeros arrojaron los cadáveres de los soldados restantes pero él ubicó el cuerpo del general con la espalda contra uno de los árboles cercanos y sin poder evitarlo la cabeza cayó hacia un lado en una posición bastante extraña, desde la comisura de sus labios un espeso hilo de sangre rojo oscuro comenzó a derramarse sobre uno de los hombros. Le quitó el puñal que llevaba guardado en una funda al cinturón y lo mantuvo sujeto por la empuñadura mientras velaba porque ninguna visita inesperada se acercara.
Rociaron la fosa de forma precipitada con aceite que otros dos encapuchados cargaron en enormes cubos a la par que otro integrante del grupo se encargó de encender una antorcha a partir del choque repetido de dos filosas piedras.

El líder del grupo se aseguró de que las llamas no fueran a alcanzar el cuerpo inerte del general, esperó paciente a que las mismas se alzaran lo suficientemente altas como para lamer el suelo que pisaban. En silencio, sopesó que la profundidad de la fosa era semejante a la altura de un oso erguido sobre sus patas traseras, el fuego tardaría su buen tiempo en apagarse.

Satisfecho con la tarea, sacó de entre los pliegues interiores de la oscura tela un pergamino escrito al que dobló con cuidado y clavó al tronco con ayuda del puñal ajeno, justo por encima de la cabeza del hombre. Más tarde se lanzó a la carrera junto al resto del grupo hacia lo más profundo del bosque.

Notas finales:

Buenas, buenas, buenas ouo~

¿Cómo va? Yo tengo mucho frío e.e está por nevar de nuevo me parece -se hace un burrito de mantas- 

Espero que este capi les haya gustado u3u -la frase de siempre- 

Y pues, haré un poco de spam aquí por lo que espero que nadie me llame la atención ouoU 

Los invito al foro de rol de una amiga u3u allí tengo al Yasu de paciente mental. Pos, ya saben donde encontrarme para rolear con mi enfermito de la vida(?)

http://night-somnio.foroa.org/ 

También los voy a invitar a un grupo de Facebook de D que una de las chicas que más aporta en todo lo que tiene que ver con D, creó hace un tiempo. Son todos bienvenidos UuU

https://www.facebook.com/groups/1478992362327338/

 

Y por último les contaré que me acabo de hacer este coso uwu y que tengo que ver como se maneja pero como se lo vi a muchas personas en Facebook yo también quería tener(?

http://ask.fm/Unapatatakawaii

 

Pues, eso owo como siempre muchas gracias a los que leen, comentan, etc;

Besines u3u/  

 

Edit:

Holo uwu volví porque ya sabía yo que me había olvidado de algo. Perdón, hum. 

El aplastacabezas es el que en este capi se usa, ahí al principio uwu

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/c/c1/Aplasta.JPG

Ya uwu ahora sí, huyo a terminar mi cafecito.


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