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Valiente. por Maira

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Entre conversaciones pausadas, se alejaron más de lo que hubieran esperado. Cuándo Ryoga se percató de la densa oscuridad que les rodeaba se sorprendió bastante. Allí sólo había roca. Cualquier tipo de edificio, incluso el pequeño hogar de Ryuu, había sido dejado atrás. Seguramente se encontrarían en una zona cercana al lugar en dónde Hiro solía llevar a cabo sus entrenamientos. Le entregó la antorcha a Atsushi en el momento en que éste se la pidió y con una disimulada curiosidad, observó la manera en la que insertaba el extremo en una profunda hendidura natural que encontró entre dos pesadas piedras. La antorcha se ladeó y allí se quedó en una posición inclinada. El viento soplaba fuerte en aquellos lares, por lo que la elección de un lugar al resguardo en unas pequeñas elevaciones fue algo inteligente.

─Muy bien, ve a sentarte allí ─le ordenó a la vez que señalaba una gran roca que apenas el fuego iluminaba─. Si no está oscuro, no la podrás ver a la perfección. Además es un lugar alto.

─De acuerdo ─accedió de buena gana. Con entusiasmo se encaramó hacia lo alto y una vez allí, se sentó con las piernas flexionadas. Atsushi estuvo en lo cierto, desde allí el cielo se podía contemplar a la perfección; incluso sintió vértigo al mirar hacia arriba, sobre su cabeza, las estrellas parecían venírsele encima. Sintió las mejillas calientes cuando el mayor se sentó a su lado.

─Allí ─le señaló un punto en el cielo─. Aquellas estrellas al ser unidas, conforman la Osa Mayor. En la cola se encuentra la Estrella Polar. ¿La ves? Es la última. Te la señalaré para que la encuentres.

─A-Ah… ya veo ─comentó mientras sentía que su cuerpo se colocaba tenso debido a la proximidad del hombre. Intentó concentrarse en divisar la estrella que Atsushi le señalaba hasta que al fin la encontró─. La veo. ¡Allí está! Pero… ¿No se supone que debe ser la más brillante?

─No, de hecho no brilla tanto. Para encontrarla, sólo tienes que contar cuatro veces la distancia que separa las estrellas frontales. Aquellas dos de allí, ¿Las ves? La Estrella Polar será tu Norte.

─Sí.

─Las cuentas de acuerdo a la distancia que tú veas, nunca ni más ni menos, puesto que el cielo no se ve igual en todos lados ─dichas sus palabras, le enseñó cómo hacerlo.

─Ya veo… sí, allí está. La puedo ver, es asombroso ─respondió con entusiasmo antes de imitar al mayor. Había sido una tarea sencilla después de todo, solamente restaba ponerla en práctica todos los días.

─Luego, allí puedes ver El diamante ─giró su cuerpo y señaló sobre su hombro un grupo de estrellas ─. Te indica el Sur. Tienes que prolongar cuatro veces y media su largo, el punto imaginario en el extremo será tu guía hacia el Sur ─trazó las líneas necesarias en el aire.

─Mhh… ─el menor repitió la acción y luego asintió─. ¿Y si necesito dirigirme hacia el Este o el Oeste?

─Ruega porque esa noche la luna te favorezca ─soltó una ligera carcajada─. Cuándo se encuentra en creciente, siempre las puntas te señalarán el Este. En cambio cuándo se encuentra en menguante, hacia el Oeste. También se aplica a las mitades de la Luna.

─¿Y si la Luna está redonda o ausente? ─preguntó con curiosidad, tal vez a una distancia demasiado corta de su rostro.

─En caso de ser llena o nueva… tendrás que esperar al siguiente día. El Sol siempre sale por el Este y se oculta por el Oeste, es mejor guiarse por las sombras ─se encogió de hombros.

─U-Uh… eso es un problema ─murmuró mientras se llevaba un par de dedos al mentón, sumamente pensativo. Se removió un poco y su hombro golpeó suavemente el de Atsushi─. Sabes mucho acerca de este tipo de cosas ─esperó por una respuesta que nunca llegó. Volvió a removerse incómodo, tal vez había dicho algo malo y el mayor estuviera enfadado. Recogió las piernas mucho más, hasta que las rodillas casi le rozaron el pecho y se las rodeó con los brazos. Al dirigirle una mirada de reojo, entre la escasa luz divisó su pensativa expresión. Atsushi era un hombre endemoniadamente guapo, desde las raíces del cabello a la punta de los pies. Su perfil era exquisito, sintió unas incontenibles ganas de besarle los labios, se mordió el inferior para causarse dolor y evitar hacer algo estúpido; pero cuando quiso pensar en lo que estaba ocurriendo, ya era demasiado tarde. Sus labios se posaron contra una de las comisuras del mayor─. Lo siento ─se disculpó enseguida ante la reacción del pelinegro que apartó el rostro.

─Ryoga, estoy muy viejo para ti ─respondió luego de soltar un suspiro─. Podrías ser mi nieto.

─Eso no tiene importancia ─dijo muy bajito y comenzó a colocarse de pie─. Yo… lamento haberlo hecho, no tenía que suceder… aunque… es verdad que me gustas…ugh…no, no me arrepiento de nada ─dichas sus palabras, se lanzó sobre Atsushi al que tomó con firmeza por los hombros ─. Te quiero aunque estés viejito, Atsushi.

El mayor soltó una carcajada imposible de contener, Ryoga había resultado ser muy cómico a la hora de declararse. A pesar de que lo sospechaba, le sorprendió que reaccionara de aquella manera al momento de ser rechazado. El muchacho era demasiado joven, demasiado inexperto, demasiado blando; sin embargo sus pensamientos tomaron otra dirección al sentir su cuerpo de adolescente contra el propio, los labios contra su garganta ─Detente, muchacho ─dijo en un intento de rescatar lo poco de decencia que quedaba en su persona.

─No quiero ─murmuró de nueva cuenta─. Hasta que no me digas que me vas a permitir besarte, no te voy a soltar ─poco a poco se removió y se acomodó mejor encima de su cuerpo, hasta que sus piernas se ubicaron una a cada lado del cuerpo de Atsushi─. ¿No te gusta? ¿No sientes mi cuerpo, Atsushi? Aún no he estado con nadie, no tienes que temer… no estoy sucio ni tengo nada malo.

─Eso no es el problema, mocoso ─respondió y suspiró de nuevo. Con discreción, una de las manos había ido a parar a la estrecha cintura contraria. Si hubiera tenido que ponerle un nombre a esa situación, el de ‘tortura’ hubiera sido el correcto.

─Por favor ─se removió una vez más, le echó los brazos al cuello con mucha precaución. De repente el calor se le subió al rostro, al remover sus caderas algo había rozado de manera muy evidente contra su entrepierna; aunque también podría haberse tratado del puñal que llevaba al cinturón. Acercó sus labios de nueva cuenta, los unió a los contrarios. El mayor dejó de resistirse y ante su sorpresa, comenzó a besarlo.
Entre los brazos de Atsushi sentía que iba a derretirse. Le correspondió con torpeza, su cuerpo comenzó a sudar, pronto un ligero temblor se apoderó de sus manos. Le acarició los cabellos oscuros en los que unas hebras color plata comenzaban a manifestarse producto de la edad, la respiración del mayor era pesada, cada vez lo estrechaba más contra su cuerpo. Soltó un dulce gemido, ya no podía más. Poco a poco Atsushi se recostó sobre la roca, él le posó las manos sobre el pecho, volvió a gemir en el preciso instante en que el mayor le apretó los glúteos con fuerza. Pero en el mismísimo momento en que se disponía a removerle las prendas tal cual Jui le había explicado en una ocasión, el viento trajo consigo el sonido de la batalla que en la muralla se llevaba a cabo─. ¿Qué es eso? Está sucediendo algo malo, hay que ir a ayudar. Tengo un mal presentimiento, Atsushi. Rápido… ¡Rápido!

─Rayos… ─el mayor chasqueó la lengua. Agradeció que Ryoga instantáneamente se apartara y mientras él mismo se incorporaba, observó al menor saltar desde la roca para correr en busca de la antorcha. Estaba en problemas en más de un aspecto, excepto que quizá más tarde sólo se arrepintiera de un par de sus hechos.

Kazuki se encontraba en la habitación junto a Kei y Manabu. Al enterarse de lo sucedido en la muralla, Zin lo había enviado a cuidar de sus hermanos. La puerta estaba cerrada por dentro con dos vueltas de llave. Su pequeño hermano de crianza se mantenía sentado en el borde de la cama, de vez en cuando removía el paño húmedo de la frente de Manabu y lo remojaba, lo refrescaba con un par de suaves sacudidas y se lo volvía a colocar. Kazuki permanecía recostado de lado, con un codo sobre el colchón y la cabeza sobre la palma de la mano, no le quitaba los ojos de encima al paciente.

─Ryuu me advirtió que algo iba a sucederle ─comentó en voz baja─, es decir, me dijo que cuidara de Manabu. Tal vez cuando lo supo ya lo habían herido. A pesar de todo, he estado viniendo todos los días a verle… aunque yo no pueda hacer nada por él.

─No te preocupes, Kazu ─se apresuró a decir el menor─. Siempre me traes las cosas que necesito para Manabu, por lo tanto, de esa manera lo ayudas. Además a partir de ahora…

─¿Mh? ─se volvió hacia él.

─Lograrlo depende exclusivamente de Manabu ─prosiguió─. Podemos cuidar de él pero su cuerpo es el que tiene que recomponerse por sí mismo. Nosotros simplemente estamos ayudando.

─Sí, tienes razón ─dejó escapar un suspiro. Al volver sus ojos nuevamente hacia el herido, lo miró con tristeza.

─Oye, Kazu.

─Dime ─respondió de nuevo viéndolo.

─¿Te gusta Manabu? ─preguntó en un tono muy curioso, pero luego parpadeó y alzó su mano a modo de negativa─. No está despierto, no te escuchará.

─Mhh… bueno, me gusta un poco ─admitió con un asentimiento de cabeza─. Aunque no creo que a Manabu le alegre saberlo. Tú lo conoces, es un poco reacio respecto a esos temas…

─A mí me gusta Mao ─soltó una pequeña risa, enrojeció hasta las orejas y terminó por cubrirse el rostro.

─¿El que trabaja en la cocina? ─dejó escapar una exclamación cuando Kei asintió─. Bueno, no se llevan tanta edad. Aunque aún eres un poco pequeño para esas cosas, Kei.

─¡No soy tan pequeño! ─protestó luego de descubrirse el rostro.

─Baja la voz, tonto. Así vas a despertar a Manabu ─volvió a reír con los ojos llenos de lágrimas, no quería soltar la carcajada o Manabu de veras iba a despertar. Su rostro se colocó rojo, caliente y el estómago le dolió.

─Deja eso ya. Te apuesto lo que quieras a que tendré novio mucho antes que tú ─volvió a protestar y terminó por salpicarle con un poco del agua al volver a remojar el paño.

─Por supuesto, Kei. Lo que digas ─medio se mofó de él. Si su hermano supiera ciertas cosas… no, no debía hablarle acerca de eso ya que aún era muy pequeño. Guardó silencio unos instantes mientras miraba el perfil de Manabu recortado contra la tenue luz de las velas. Más tarde cambió el tema de conversación a uno más normal, uno que el menor pudiera seguir a la perfección.

 

─¡No te he mudado de puesto para que hicieras algo así! ¡¿Crees que es bonito?! ¡¿Eh?! ─le gritaba al menor que se apretujaba cada vez más contra el muro de piedras, como si el mismo en algún momento fuera a ceder y se lo tragara.

─Lo siento, en verdad… lo… lo siento ─no dejaba de repetir casi en un susurro, pues Anzi no dejaba de gritarle. Quiso cubrirse los oídos, cerrar los ojos fuertemente y esperar a que todo terminara, pero si lo hubiera hecho, el mayor le habría asestado un golpe. No le temía a Anzi, pero sí lo respetaba muchísimo.

─¡Eso es mentira! ¡No te arrepientes de nada! ¡Debería colocarte a trabajar bajo tierra para que no perjudiques a nadie, estúpido mocoso sanguinario!

─¡Anzi! ¿Qué le estás haciendo a Otogi? ─repentinamente la voz de Zin les alcanzó. Además de estar furioso debido a lo que había sucedido un tiempo atrás, ahora se le sumaba el hecho de que humillara al muchacho en público de esa manera─. Ven aquí, Otogi. Nos vamos. No le hagas caso.

─¡El mocoso no se va hasta que no termine de decirle todo lo que debo! ─ya que nadie parecía escucharle, chasqueó la lengua, soltó un gruñido y trotó tras el rubio─. ¡Zin! ¿Me escuchaste?

─Quédate a quemar los cadáveres antes de que comiencen a apestar ─le espetó el más bajo sin detener el paso. Colocó una mano sobre la espalda de Otogi una vez el muchacho llegó hasta su lado y le dio un pequeño empujón para que se apresurara─. No nos sigas. Vete a hacer lo que te he ordenado.

─No me voy a quedar de brazos cruzados luego de haber visto lo que ha hecho. Por más que fuera un enemigo, el chico era…

─¡No me importa! ─gritó, se detuvo y volteó para enfrentar a Anzi ─No me importa lo que haya hecho. Simplemente no puedes llegar y gritarle así. Todos estaban mirando. ¿Acaso no puedes pensar en cómo se siente Otogi? ─luego miró por sobre el hombro al menor─. Ve al despacho, pequeño.

─¿Acaso crees que el tema se solucionará con un par de tazas de té y una charla? Estás muy equivocado, Zin ─con nerviosismo, se pasó el dorso de su mano por los labios─. Se tiene que ir, es peligroso… ¡Ven aquí! No hemos finalizado la conversación.

─No tengo tiempo para tus estupideces, Anzi ─respondió e hizo un gesto despectivo con su mano. Avanzó a paso rápido, bastante enfadado pero también triste. Era demasiado, solamente quería dormir y encontrarle una solución a todo al siguiente día, cuando su mente se encontrara mucho más despejada. Atravesó las puertas del castillo, recorrió los pasillos alfombrados. De manera terca, Anzi lo siguió casi al punto de pisarle los talones; pero no se dio por aludido de aquello hasta que comenzó a subir las escaleras, llegó hasta el despacho totalmente agotado, Otogi lo esperaba sentado a la silla frente al escritorio de madera.

─¿Podríamos tomar una decisión decente? ─preguntó el castaño al cabo de unos pocos instantes de silencio. Miro a Zin quién en ese momento apoyaba los codos en la superficie pulida del mueble.

─No ─respondió secamente ─. Primero necesito que Otogi me diga lo que pasó en realidad.

─Ah, yo… ─el menor hizo una pausa al repentinamente quedarse sin aire─. No me pidas que te lo explique porque no lo sé.

─Yo sí sé lo que pasó ─acotó el castaño─. Le clavó las piernas al suelo a un soldado ─poco a poco, rodeó el escritorio y posó ambas manos sobre la superficie de manera que su cuerpo se inclinara un poco hacia abajo─, le fracturó un brazo o ambos, se los inutilizó; sin embargo con eso no estuvo conforme, pues lo torturó, le arrancó el cuero cabelludo, lamió la sangre. Sería un integrante perfecto del ejército del monstruo Miwa.

─¡Basta! ─gritó el pelinegro. Al instante se cubrió los oídos─. Yo no quería hacerlo. Yo no… era yo ─con la respiración muy agitada, se balanceó suavemente hacia adelante y hacia atrás repetidas veces.

─Lo estás perturbando, Anzi ─murmuró el más bajo muy preocupado por el estado de Otogi─. Ah… ¿Qué voy a hacer contigo, pequeño?

─Deberíamos enviarlo lejos, exiliarlo. Se tiene que ir para siempre.

─¡No me echen! ─respondió sumamente desesperado, se colocó de pie con intenciones de dirigirse hacia el regazo de Zin.

─Nadie te va a echar, Otogi. Cálmate ─en medio de un suspiro se masajeó las sienes─. Intenta descansar por el momento, ve a tu habitación. Iré a verte más tarde, ¿Sí?

─No quiero que me echen ─repitió con desconfianza. Sólo después de una negativa por parte de Zin fue que se retiró, al cerrar la puerta lo hizo muy despacio.

─Zin… ─intentó iniciar un discurso, sin embargo el menor le interrumpió de manera seca.

─Ya sé que se descontrola y hace cosas malas, no tienes que recordármelo ─se restregó los ojos que le escocían─; sin embargo no puedes echarlo, no soportaría la tristeza y terminaría por hacer alguna estupidez, volvería o aún peor, intentaría vengarse de ti. No lo hagas enfadar, Anzi.

─¿Le temes?

─No le temo a él. Me da miedo que la frágil estabilidad que hemos logrado obtener, repentinamente se rompa. Ya no quiero más conflictos. Manabu está muy herido, Otogi no está bien, tú… ─volvió a suspirar, guardó silencio.

─Estás mezclando los asuntos ─ante su observación el rubio le clavó la mirada.

─¿Y qué? Otogi no es el único que hace las cosas mal en el castillo. No es como si hubiera sido el primero en clavarle las piernas al suelo a un hombre y torturarlo, por ejemplo ─se mordió la lengua para ya no decir una sola palabra de más. Pronto sintió demasiado cerca el rostro del castaño, inclusive su respiración chocó contra su piel─. Voy a golpearte si intentas algo.

─¿Y si te obligo? No podrías hacer nada al respecto si te tomara ─soltó una risa divertida.

─Ah, entonces tú también estás pensando en violarme ─acotó sumamente molesto y le dio un empujón─. Felicidades, cada día te pareces más al general Miwa. Ahora solamente te sobra una pierna ─a lo siguiente no lo vio venir. Anzi lo jaló por las ropas y lo arrojó sobre la alfombra. Al instante, muy asustado al notar que iba en serio, le asestó un puñetazo en la mandíbula, pero con todo el mayor no se detuvo─. ¡No, Anzi! ¿Acaso enloqueciste? ¡Además estás sucio! ¡Tus ropas tienen sangre seca! ─pataleó al momento en que el otro se ubicó entre sus piernas y logró asestarle un nuevo puñetazo.

─La ropa es lo de menos, enano ─murmuró con la mandíbula medio dormida debido a los golpes. Le tomó con firmeza las caderas, lo posicionó a su gusto ya que el pequeño cuerpo de Zin era sumamente liviano. Por último se acercó a su cuello. Al succionar le dejó una marca de propiedad tan grande que creyó que no se le esfumaría en días enteros, era una aureola rojiza que pronto se colocó de un exquisito color morado.

─No me hagas daño… ─su voz tembló sin que pudiera evitarlo. Repentinamente los recuerdos de diez años atrás volvieron e hizo todos los esfuerzos posibles por no soltarse a llorar. Su cuerpo se estremeció. Sin permitir que el mayor volviera a acercarse, lo empujó por el pecho con las claras intenciones de apartarlo. Quizá Anzi ya hubiera olvidado la cantidad de heridas, moretones, rasguños que en su piel se mostraban en aquellas épocas pasadas cuando en la taberna se conocieron; no obstante él no lo olvidaba, a diario veía en el espejo las cicatrices que el general le había dejado. Cerró sus ojos, apretó fuerte los párpados al sentir la hombría del castaño bastante rígida contra su vientre.  

─¿Cuándo he intentado hacerte daño? ─le preguntó a cambio con una voz muy tranquila─. Ni siquiera he respondido a los golpes que me diste. Yo no soy un monstruo ─muy despacio le acarició la mejilla, luego pasó dos dedos por la marca que le había hecho en el cuello─. Sé que me he portado mal, que no tendría que haberme acostado con nadie. Pero… soy un hombre, a veces me dan muchas ganas cuando te veo. Y a ti te da miedo, no quieres que vuelvan a herirte o humillarte.

─No comprendes la manera en la que me siento porque no es algo que te haya sucedido ─miró hacia un lado─. No tienes idea de lo que es ser débil, estar solo y para colmo ser sometido en contra de tu voluntad por alguien que decide tener poder sobre ti. Nunca va a sucederte ─para su sorpresa, el mayor lo estrechó entre sus brazos.

─No soy un monstruo, Zin. Él es un hombre diferente ─le habló muy suave, justo al oído. En determinado momento sintió como el cuerpo del menor se estremecía pero no pudo interpretar con claridad ese hecho así que lo dejó correr─. No te haré daño, lo prometo.

─No puedo hacerlo contigo ni con nadie ─intentó incorporarse pero el mayor no se lo permitió, entonces le colocó las manos en los hombros. Era verdad que la ropa estaba sucia de sangre seca, sintió la textura áspera y dura de las aureolas en la tela, el aroma que despedía la camisa sin embargo no era demasiado fuerte. La erección del castaño dentro de sus pantalones continuaba presente pero decidió ignorarla, aunque empujara de vez en cuando contra su vientre. Pronto sintió una serie de pequeños besos contra su oído que le obligaron a entrecerrar los ojos, una de las manos de Anzi se posó sobre la parte posterior de su cabeza, sintió los gruesos dedos enredarse en sus cabellos rubios. Al caer de nuevo en la realidad volvió a negarse, pero el mayor hizo oídos sordos y le succionó el lóbulo de la oreja. Él no pudo hacer más que soltar un suave gemido; pues a pesar de estar enfadado, asustado, de sentirse estúpido e impotente, se trataba de Anzi. Más tarde sintió las manos volverle a tomar por los costados, las mismas recorrieron hasta la altura de las caderas y allí se quedaron. Cuándo buscó sus labios, accedió un poco nervioso a comenzar un beso.

─Tranquilo ─le susurró─, recuerda que no voy a hacerte nada malo ─poco a poco, coló las manos por debajo de su ropa. De repente pensó en que debía hacerlo rápido, sin muchos preámbulos ya que el menor podría arrepentirse, así que le alzó las prendas superiores hasta lograr quitárselas por el cuello. Ante la tenue luz de las velas, las viejas cicatrices que de antaño unas vendas blancas habían cubierto, aparecieron. Las besó y lamió una por una mientras el pequeño cuerpo debajo suyo se estremecía. Más tarde llevó sus manos por las cortas piernas hasta que sus dedos se toparon con las botas a las que removió sin muchas dificultades.

─Creo que no estoy seguro de querer que sea en la alfombra… se va a ensuciar… ─ante una repentina risa por parte del mayor, se vio obligado a guardar silencio. Tuvo un pequeño acceso de miedo al momento en que Anzi le tomó por detrás de las rodillas y jaló para atraer su cuerpo nuevamente en la posición originaria. Sintió el miembro ajeno aún más duro que antes, la inseguridad le atacó, pero el castaño no le permitió pensar demasiado. Le robó un gemido tras otro al atacarle con su lengua o succionarle sobre aquellos pequeños botones en su pecho que jamás creyó que fueran útiles. Tan distraído se encontraba sumido en el placer que cuándo cayó en la cuenta de que ya no tenía pantalones, era demasiado tarde. Algo invadió su interior y le hizo soltar un grito de dolor, se sacudió desesperado pero el mayor no le permitió moverse mucho más─. ¡Ah, no! ¡Es muy grande! ¡Me duele! ─se quejó, incluso pataleó de nueva cuenta por si acaso encontraba la oportunidad de asestarle un golpe con su pie.

─Solamente son mis dedos ─se echó a reír─. Llorón.

─Eres un… ─iba a protestar pero sus palabras quedaron en el aire. Un dolor aún más fuerte le hizo callar, se aferró con fuerza a los brazos ajenos y sin poder evitarlo finalmente se quejó con el hilo de voz que le quedaba. El castaño se había portado muy mal, más tarde le haría pagar por todo.

─Ahora sí puedes quejarte ─dejó escapar una nueva risa─. ¿Es muy grande, eh? ¿Te duele?

─¡Silencio! ─el intento de golpearle quedó sólo en eso, pues al ver sus intenciones, el castaño empujó con sus caderas y su cuerpo se crispó de dolor. Pasó poco tiempo hasta que lograra acostumbrarse al ritmo impuesto o bien que el dolor se mezclara con el placer ante las atenciones en su miembro, sus tetillas, su cuello, los lóbulos de sus orejas. Las manos de Anzi resultaron expertas, su manera de suspirar exquisita y las palabras dulces a su oído le hicieron sentir que se derretía. Terminó por pensar en que estaba bien si era con él. Tal cual había prometido, el mayor no lo había golpeado, mordido ni arañado. Sólo sintió un placer imposible de describir, a pesar de lo avergonzado que se sintió todo el tiempo. Se sobresaltó al de repente sentir la cálida semilla dentro de su cuerpo, le despejó el rostro al castaño quién lo observó con una mirada salvaje, hambrienta de él; se dejó besar otra vez, una de las manos de Anzi bajó y comenzó a masturbarlo con firmeza. Fue inútil pedirle que quitara ‘eso’ de adentro, al contrario mantuvo presionadas sus caderas sin ceder. Sintió una humedad extraña, incómoda e incluso un poco pegajosa. Hasta que por fin satisfecho con el punto máximo de placer al que le hizo llegar, se apartó, se tumbó de espaldas sobre la alfombra y se cubrió los ojos con el antebrazo.

─… ¿Ésto quiere decir que me has perdonado?

─No lo sé ─respondió luego de suspirar─, lo pensaré muy bien y en la mañana te daré una respuesta. Mientras tanto… me vestiré e iré… iremos… a dormir ─ignoró la estúpida sonrisa que pronto se dibujó en los labios del castaño. Bastante dolorido entonces se dedicó a incorporarse lentamente en busca de sus ropas desperdigadas por la alfombra, luego le acomodó los pantalones al descarado que ni siquiera se había movido de su lugar. Juntos se dirigieron a la habitación casi de puntillas, pues el tiempo había pasado volando y ya era bastante tarde. El mayor echó dos vueltas de llave con las claras intenciones de que nadie les molestara hasta la siguiente mañana.

Notas finales:

Buenas eue hoy sí vengo lista para comentar las notas y publicar, urrr. 

Aclararé que el tema de las conseltaciones, el 'diamante' que menciona Atsushi es en realidad La cruz del Sur, pero no le puse ese nombre porque no me quería meter en un tema de simbolismos y etc debido a que las cruces en mi fic... pues... el contexto... uhm, eso uwu xD 

¿Les gustó el capi? Espero que sí ouo~

Hago un llamado a la solidaridad(? para que alguien me pase un link de descarga de los cómic de The walking dead completitos D: en lo posible con buena calidad de scans. Se agradecería mucho ya que quiero comenzar a leerlo pero es bien caro, no tengo dinero para eso uwu~ lamentablemente. Ojalá tuviera todo el dinero para comprar lo que quisiera, pero bueno eue esas cosas no le pasan a uno que es bien pobre. 

Yo me despido aquí u3u/ nos estamos leyendo. 

Besines a todos uwu~


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