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Valiente. por Maira

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─¿Ya te sientes mejor?

─Sí, un poco mejor. Así que deja de colocarte encima, Ryuu ─murmuró Manabu con la voz ronca. Su comentario hizo reír a Kei, pues pensó en que a pesar de las heridas volvía a ser el mismo de siempre.

─Te estoy imprimiendo mis buenas energías y mimándote un poco, no hay nada de malo de en eso ─medio protestó, un poco afligido por que Manabu le rechazara─. Además, no estoy tan encima.

─Me asfixio si te quedas tan cerca ─respondió muy lentamente con la intención de que comprendiera a la perfección cada sílaba─. Necesito espacio ─a la última palabra, la alargó tal cual el muchacho fuera tonto y no le entendiera. Ryuutarou se limitó a fruncir el entrecejo en un gesto rápido de desagrado, aún sin moverse de su lugar.

─Puede que le duelan las heridas ─comentó muy divertido el menor de los tres, así que a los pocos instantes el pelinegro se apartó de su lado no sin antes pronunciar otra serie de quejas.

─¿Tú sí me quieres, cierto? Pequeño Kei… ─se acercó al menor para acariciarle los cabellos en el gesto de costumbre─. Tu hermano es muy gruñón, además no me ha agradecido lo que hice por él.

─A-Ah… Ryuu… ─se limitó a murmurar el pequeño mientras se dejaba acariciar.

─Te lo pagaré con algún tipo de mercancía en cuanto pueda abandonar la cama ─se limitó a decir y al fin guardó silencio en medio de un suspiro, con sus ojos cerrados. La cabeza había comenzado a dolerle, se sentía por completo agotado. Tal vez hubiera enfermado debido a la gran pérdida de sangre. Los mareos, las náuseas, el sudor frío, eran recurrentes.

─Eso no sucederá en mucho tiempo. Tienes que curarte bien, Nabu ─enseguida se apresuró a responder el pequeño. Sus mejillas se pusieron rojas cuando el pelinegro le dejó un beso en la mejilla y se retiró en silencio.

─No me agrada mucho ese tipo raro ─al comenzar a sentir más intensas las náuseas, estiró su mano y a ciegas tomó la copa que reposaba sobre la pequeña mesita. Bebió unos pocos sorbos de una infusión que ya estaba fría pero resultaba igual de efectiva, una mezcla de hojas secas de diferentes especies, hervidas con cuidado sólo para él. Puso una mueca ante el sabor amargo que le invadió la boca, una textura un tanto pastosa hizo presa de su paladar.

─Ryuu te ha salvado la vida ─el menor cruzó los brazos sobre el pecho con una expresión severa. Al escuchar a su hermano una ligera sensación hiriente le recorrió─. Así que tienes que mostrarte agradecido con él. No sé lo que hizo, pero aún estás aquí con nosotros.

─Ya me recuerdas a Zin hablando de esa manera ─negó con su cabeza todo lo que la herida le permitía sin soltar un quejido. En aquella zona de su mejilla la piel estaba tirante, seca, a veces hasta hablar o comer implicaba un sacrificio ya que solía sangrarle desde la parte interna. Más tarde guardó silencio, se hundió entre las numerosas almohadas dispuestas a su espalda y se dedicó a dormitar, aunque no quisiera admitirlo ya que lo creía un signo de debilidad aún necesitaba muchísimo descanso.

Kei se quedó a su lado un poco más, guardó silencio hasta que muy aburrido comprobó que Manabu estaría bien. Le dejó dormir. Más tarde volvería a verle, pensó mientras comenzaba a caminar, le obligaría a beber un poco de sopa caliente y otra infusión; sin embargo el momento de estudiar había llegado, de recuperar las horas empleadas en cuidar de su hermano. Lo importante era que estaba bien. Ryuu había llevado a cabo un milagro. Quizá tendría que pedirle a Zin que lo recompensara como se debía puesto que lo más probable era que Manabu lo olvidara.
Ingresó a la biblioteca decidido a continuar con la lectura del grueso y polvoriento volumen acerca de hierbas medicinales alrededor del mundo.


─Traigo la mitad de lo que me encargaron ─anunció Ryoga al llegar hasta el lugar donde Anzi y Atsushi entrenaban a un grupo de muchachos. Se trataba del pequeño campo de tiro con arco y flecha que todos juntos habían construido hacía muchos años atrás una vez la calma en el lugar hubiera predominado─. Flechas apenas terminadas. Lamento haber tardado tantos días. Tenía un par de encargos que cumplir antes.

─¡Excelente! ─exclamó Anzi. Enseguida se acercó para husmear entre los diferentes recipientes que el menor había arrastrado consigo. Tomó un par de las flechas a las que examinó con detenimiento, luego le pidió a uno de los tantos chicos que disparara al blanco. Cuando notó la efectividad con la que las pequeñas puntas se aferraban a la madera, silbó ─. Muy bien. Me gustan mucho.

─El jefe herrero me enseñó a manipular el acero de manera que resulte más resistente ─hizo una pequeña pausa en la que tomó una de sus creaciones─, además es imposible separar la punta del astil. Tienes que partirla al medio si quieres removerla de tu cuerpo una vez que se incrusta.

─¿Qué cosas está parloteando el mocoso? ─preguntó Atsushi al acercarse. Más tarde llevó una mirada severa hacia los recipientes que Ryoga había traído e hizo lo mismo que Anzi, salvo que él encontró defectos completamente inexistentes.

─¡A ver cómo las haces tú, Atsushi! ─exclamó muy molesto el menor y le mostró las manos─. ¡Mira! ¡Me he quemado y cortado las manos haciéndolas, fue un trabajo muy duro!

─Eso no es ninguna novedad. Desde que has entrado en la herrería, no hay un solo día que no te vea las manos horrendas ─el castaño dejó escapar una risa ante la exclamación del menor─. No existe un herrero que tenga manos de señorita.

─Quiero tener manos bonitas para dar buenas caricias ─sus palabras provocaron una nueva carcajada en Anzi─. En fin, díganme si necesito fabricar muchas más o en su defecto si con una cantidad similar ya estamos bien. Dejé dos cubos llenos en la muralla. Quiero dedicar un poco de mi tiempo a crear otras cosas que tengo planeadas…

─Por supuesto que necesitamos más, mocoso. Fabrica todas las que puedas el día de hoy, como si el maldito mundo fuera a acabarse si al caer el Sol no consigues un buen número que logre abastecernos al menos una temporada ─se apresuró a responder Atsushi.

─Tiene razón. Pídele a alguien que te ayude ─Anzi se limitó a encogerse de hombros antes de volver a la observación de la técnica que los muchachos empleaban.

─Uhm… ─el menor asintió. De repente con la cabeza gacha se acercó un poco al pelinegro que jugueteaba con una de las flechas entre sus dedos, le miró de reojo tan sólo una vez, encandilado por el Sol que se alzaba en su punto máximo─. Atsushi ─le llamó con insistencia puesto que el mayor parecía no escucharle─. ¿Puedo besarte?

─Aquí no, mocoso.

─Sólo un beso chiquito… ─susurró a la vez que abultó ligeramente sus labios.

─He dicho que no.

─Uhm… ─guardó silencio de nueva cuenta mientras se dedicó a remover con su bota un par de piedrecillas entre la tierra─. Atsushi… ─le llamó otra vez.

─¿Qué quieres ahora, mocoso? ─preguntó a punto de perder la paciencia.

─¿Podemos vernos en la noche, después de la cena? Iré a tu habitación… ¡Ah! ¡No quiero que pienses cualquier cosa! ¡No pretendo acostarme contigo!

─Deja de gritar ─refunfuñó el mayor con los dientes apretados. Lanzó una mirada alrededores antes de mirar a Ryoga quién le acechaba fijo, casi implorante. Terminó por suspirar y rodar la vista en un gesto que intentaba ocultar una pequeña sonrisa─. De acuerdo. Ahora vete.

─¡Muchas gracias! ─dichas sus palabras echó a correr de vuelta a la herrería, no cabía en sí de felicidad. Dio un par de saltos e incluso esquivó unas flechas al entrometerse en medio del campo de tiro bajo una severa advertencia por parte de Anzi. Las filosas puntas habían silbado debido a la velocidad, las escuchó claramente cortar el aire cuando pasaron demasiado cerca de su cabeza, pero él carcajeó. No le importaba nada, trabajaría duro de manera que el tiempo pasara rápido y así pudiera reunirse con el mayor. Rodeó la esquina más cercana al castillo y se esfumó de la vista de todos en un santiamén.


Durante ese tiempo había estado muy preocupado por el estado de ánimo del menor, sabía que aún se encontraría muy mal. Zin conocía la intensa naturaleza de Otogi, sabía que nada era como Anzi había dicho. Aquel representaba un duro golpe para el menor, una marca de por vida; sin embargo por su seguridad y de la de los demás, era indispensable mantenerlo ocupado, cerca, rodeado de pocas personas. Estaba consciente de eso y más. Con todo, lo quería. Valoraba aquellos aspectos libres de la oscuridad que se cernía sobre él tal cual un velo que le cubría los ojos sin permitirle ver más allá. El menor podría comportarse mal, asustar a los demás e incluso llevar a cabo cosas atroces, pero en el fondo de su corazón se alojaba algo puro. Siempre buscaba afecto. Al recordar la manera en la que había reaccionado ante la idea del exilio, sintió que el corazón se le partía. Otogi necesitaba cariño, comprensión, estar a salvo de los demás y de sí mismo.

Llegó hasta la puerta de su habitación, dio unos suaves golpes con sus nudillos en la madera pero nadie respondió. Al accionar el pomo, la misma se abrió. Dentro reinaba la penumbra, el silencio. Hasta su nariz llegó el aroma a leña quemada recientemente, sin embargo no hacía tanto calor. Al otro extremo del cuarto las cortinas eran mecidas suavemente por la brisa. Llegó a la conclusión de que a pesar de ser verano, seguramente el menor hubiera encendido un poco de fuego en la chimenea con intenciones de contemplarlo y poco a poco a medida que el mismo se hubiera apagado, él se hubiera quedado dormido. Tenía esa costumbre muy arraigada entre otras.
Se dirigió a la ventana más cercana de la que descorrió las cortinas un par de centímetros, lo necesario ya que quería verle sin interrumpir su sueño. Allí estaba él, acurrucado contra la almohada a la vez que la abrazaba. Incluso llegaba a verse tierno al dormir en esa posición.
Sin vacilar se acercó sigilosamente. Al llegar hasta el lecho, llevó la mano a sus azabaches cabellos y los acarició un par de veces. El tacto era áspero, un poco húmedo debido al sudor aunque no reparó en ello hasta pasado un tiempo. Tomó asiento al borde de la cama con toda la suavidad posible a la vez que unas repentinas ganas de llorar le invadieron. Se sentía triste por el menor, no sabía qué iba a ser de él, quería protegerlo a cualquier costo a pesar de no saber cómo. Empleando la misma suavidad se recostó sobre las mantas a su lado y se acurrucó contra su rígido hombro. Otogi ya era un hombre, notó cuánto había crecido al sentirse demasiado pequeño a su lado.

Repentinamente el menor despertó sobresaltado, Zin estaba seguro de que había tenido una pesadilla ya que al notar que alguien se encontraba a su lado, gimió y retrocedió lo que más pudo. El rubio intentó tranquilizarlo e incluso estiró su brazo hacia él. Lo atrajo, lo abrazó cálidamente entre palabras tranquilizadoras. Al final le besó la frente.

─Sólo soy yo, pequeño ─le susurró contra su piel─. ¿Tenías pesadillas?

─No me acuerdo… ─se acurrucó contra el pecho del rubio cuyo tamaño abarcaba el de su cabeza─. ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás aquí?

─Estaba preocupado por ti. Lamento haberte despertado, no era mi intención ─en esos instantes el menor aspiraba profundo como si quisiera captar su aroma. Él le permitió hacerlo ya que encontró ese gesto bastante inofensivo─. Me proponía conversar contigo si es que no podías dormir. Lamento todo lo que ha sucedido, mi vida.

─Tenía una vaga idea de lo que podría suceder así que no tiene tanta importancia. Solamente me dejé llevar por el momento… ─muy despacio, rodeó el pequeño cuerpo de Zin con sus brazos─. ¿Quieres cubrirte?

─¿No tienes ganas de continuar durmiendo? ─preguntó con curiosidad a la vez que se deshacía de sus botas. Primero friccionó sus tobillos de forma que las mismas se deslizaran por sus piernas y luego con ayuda de sus pies, las removió sin problemas. Enseguida se metió bajo las mantas que el menor había apartado.

─Ya he dormido un poco ─comentó con brusquedad pero debido a la manera que Zin más tarde le escuchó respirar, supo que éste intentaba controlarse de nuevo─. ¿Ya se fueron, cierto? Creo que está comenzando a darme igual… ─al final volvió a acurrucarse. El aroma del perfume que el mayor traía puesto le gustaba mucho y al aspirarlo se sentía cada vez más atraído hacia el mismo.

─Sí, ya se fueron. Eso está muy bien, ya verás que con el tiempo va a importarte mucho menos. Tienes que estar aquí, en dónde todos podamos protegerte ─volvió a las caricias de los azabaches cabellos─. Pronto comprenderás que Anzi tiene la razón…

─No hables acerca de él aquí, lo odio ─murmuró con tanta rapidez que Zin apenas pudo comprender sus palabras.

─Pero, pequeño… ¿Cómo puedes odiarlo si él…? ¡Ah! ─hizo silencio cuando el menor lo tumbó contra el colchón de plumas y le sujetó con fuerza las muñecas una a cada lado de su cabeza. Desde aquel ángulo no pudo ver su rostro debido a la escasa luz que entraba a través de las cortinas.

─¡Lo odio! ─le espetó directamente al rostro, sin tener la delicadeza de siquiera bajar la voz. Apretó su mandíbula de tal manera que sus dientes rechinaron y de improvisto le dio una brutal sacudida─. ¡Lo aborrezco! ¡Lo odio! ¡Que se muera! ─continuó en medio de un gruñido; sin embargo luego de sacudirle una vez más, ante un quejido por parte del más bajo negó con su cabeza de manera frenética. Estaba consciente de que había asustado a Zin. Terminó por abrazarle de una forma tan asfixiante que sintió su respiración entrecortada contra su oído. El aspirar nuevamente la fragancia lo trastornó, sabía que le hacía daño y las caricias en su nuca eran una simple súplica de que le soltara, pues el mayor jamás se había atrevido a golpearle. En vez de liberarle, llevó su rostro a las ropas sobre el pecho que se dedicó a aspirar una vez más.

─O-Otogi, no hagas eso ─murmuró con el terror a flor de piel. No tenía idea de cómo podría reaccionar si intentaba escapar, así que procuró proporcionarle un par de caricias más. Sus manos temblaban y habían comenzado a cubrirse de una fina capa de sudor frío. Se quejó cuando el menor le oprimió las costillas al aferrarlo─. Me haces daño. Ten cuidado… ah… mejor… mejor duerme otro poco… ─finalmente alcanzó su límite cuando Otogi le jaló por los cabellos y le inclinó la cabeza en medio de una nueva profunda aspiración en el cuello.
Completamente alarmado, le empujó con sus dos manos, le asestó un golpe en la mandíbula tan fuerte que sus nudillos le latieron dolorosamente e incluso se revolvió hasta lograr alejarse de la cama. Terminó por gatear de manera torpe sobre la alfombra lo suficiente como para alcanzar una pequeña estatuilla de piedra pulida a la que aferró en su mano derecha. No dudaría en descargar un golpe en caso de que se acercara a intentar atacarle. Si Otogi había perdido el control con él, no podría volver a confiar en su cercanía. Pues todo lo que sucedió una vez, vuelve a repetirse como parte de un interminable ciclo. Lo sabía muy bien, ya había pasado por eso antes.

─Lo lamento. Lo lamento… ─repitió una y otra vez de manera lastimosa, incluso en medio de una crisis nerviosa comenzó a llorar. Le explicó con sinceridad que otra vez no sabía qué le había sucedido, pues su perfume le había incitado a hacerle cosas malas. Se dejó arropar por el mayor que aún sostenía el objeto en su mano, le pidió unas sinceras disculpas. No obstante, frente a su silencio supo que había perdido una parte de la confianza que tenía en él. Zin se retiró completamente mudo, nervioso y él se mordió el labio inferior hasta sangrar. Las notas del perfume flotaban en el aire. Además de sentirse solo, se encontraba al borde de volver a perder el control. No le quedó de otra opción que recurrir a la fuerza bruta, pues la diferencia estuvo en que en esa ocasión en vez de atacar a alguien, se hizo daño a sí mismo. Golpeó repetidas veces su cabeza hasta el punto en que su visión se tornó borrosa y cayó inconsciente.   

Notas finales:

Buenas, buenas ouo/~ 
¿Cómo están?

Yo aquí, subiendo fic antes de cenar UuU. 

Como siempre digo, espero que les haya gustado.

He notado que éste fic tiene un poquito más de leídas de lo usual ouo muchas gracias a los que lo recomiendan dado el caso, pues la única forma de propagación es la recomendación. 

Puede que prontito esté haciendo un grupo secreto de rol UuU en Facebook. Así que ya estaré poniendo más info aquí bien lo tenga listo. La temática por supuesto será de vampiros, pero no de los que brillan.(?

Muchas gracias por leer ouo/ besines a todos.

Les dejaré un buen disco -ella dice disco porque es bien vieja- para que escuchen música bonita uwu 

https://www.youtube.com/watch?v=ePcckx4x3Uc

 

-huye-

 

 


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