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Valiente. por Maira

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Las semanas y los meses continuaron transcurriendo a su propio ritmo. Entre días ocupados y noches enteras de dormir en la alfombra con el pequeño después de haber estudiado o practicado la caligrafía, Zin se sentía muy a menudo agotado. Comía entre horas unos cuántos bocados pero tomaba una comida muy fuerte en el desayuno para poder concentrarse en aprender sin problemas. Muchas veces cuándo le faltaban energías se quedaba dormido en el sofá con el pequeño sobre el pecho y un libro en las rodillas flexionadas, pues aquella postura era la única que encontraba para poder leer todo lo que quisiera sin que Kei comenzara a llorar al sentirse solo.

Aquella fría noche se encontraba dándole el biberón al pequeño. Era ya muy tarde pero cuando éste se encontraba hambriento había que alimentarle, fuera la hora que fuera. El general seguramente continuaría durmiendo tendido sobre la cama tal cual le había dejado luego del repugnante acto casi cotidiano. El rubio sólo dormía en la cama cuándo éste se ausentaba durante las noches debido a las expediciones o los viajes. No soportaba la presencia del más alto y a cada momento encontraba que sentía más aversión hacia él. Simplemente no podía siquiera verlo a los ojos, podría decirse que lo aborrecía.

El pequeño bebía sin cesar con los ojos cerrados, de vez en cuándo haciendo un típico sonido muy tierno que a Zin le provocaba un corto acceso de risa. Ah… ¿Que sería de él sin ese niño? De no haberle conocido, probablemente se hubiera suicidado hacía mucho tiempo atrás.
Esperó a que terminara el contenido del biberón para dejarlo a un lado y con ayuda de un paño en su hombro, tomó con cuidado al bebé golpeándole ligeramente la espalda un par de veces hasta que expulsara todo el aire de su estómago. Si no lo hacía de esa manera, aprendió, luego traía leves complicaciones como gases o malestares que le hacían sufrir. No le gustaba verle de esa manera. Pues cuándo Kei sentía dolor o molestias se colocaba tan irritado que incluso llegaba a vomitar la leche que había bebido o le costaba mucho dormir.

Siguiendo la rutina tomó su libro con una de las manos, rodeando bien al pequeño con el otro brazo para que no cayera. Se dirigió al sofá en dónde medio se recostó flexionando las piernas para poder enterrar los talones sobre el borde y allí abrir el libro en el punto en el que lo había dejado. Era un viejo grueso volumen de filosofía que le tenía bastante atrapado. El pequeño Kei se removió unos instantes en su pecho como acomodándose hasta que por fin cuándo posó su mano sobre el redondo cráneo éste pareció sumirse en una completa calma. Sonrió de nuevo conforme barría el contenido de las oraciones. Fue entonces que sus ojos se toparon con una frase que le dejó varios momentos reflexionando e impidiendo que continuara concentrándose en la lectura. Besó sobre la pequeña cabecita a la que tenía tan cerca, en esos meses Kei había crecido bastante.

La libertad está en ser dueños de la propia vida. Nadie ama sus cadenas, incluso si éstas fueran de oro”. Cerró sus ojos tal vez grabando en algún resquicio de su alma las palabras, incluso podía verlas tal cual se encontraban anticuadamente impresas en el amarillento papel. Aspiró profundamente, el aroma del mismo junto con el del niño se entremezclaron y ese hecho le pareció sumamente agradable. Libertad… ¿Hasta cuándo soportaría estar encerrado allí bajo las órdenes de aquel hombre? Repentinamente recordó la ya tan alejada noche hacía un par de meses en la que intentó escapar con Kei envuelto en una manta y al descubrirle casi llegando a la puerta de entrada a la mansión, el general le había dado tantos azotes que las heridas en su espalda habían sangrado durante días enteros. Nunca en su vida había recibido una paliza semejante. A partir de ese entonces procuró ser más cuidadoso en cuánto a sus planes y comenzó a elaborar otras ideas más complejas.
Sus cristalinos ojos recorrieron la nueva página pero sus párpados pesaban demasiado. Si tan sólo hubiera tenido las energías para terminar ese capítulo, lo hubiera hecho gustoso. Además en la mañana tenía clases. Así que dejando el libro de lado, se dispuso a ir en busca de la manta como ya era costumbre. Cubrió al pequeño y también parte de su cuerpo el cual luego de un ligero quejido molesto se acomodó de nueva cuenta para continuar sin problemas su sueño. Él ni siquiera pudo tener la oportunidad de a apagar las velas cuándo ya se estaba quedando dormido, su cuerpo dolía insistentemente sobre el costado contra el que el general le había tomado con tanta brusquedad que seguramente le habría dejado alguna clase de hematoma… al siguiente día tenía mucho que hacer y Yusuke tendría que ir a despertarle.

Por primera vez en mucho tiempo, tuvo sueños inquietos. Sueños llenos de sangre, gritos de horror, muerte, fuego. Otra vez la imagen de las llamas alzándose sobre su hogar, las personas corriendo, siendo capturadas o asesinadas, los niños siendo atrapados por los fuertes brazos de los soldados… todo a su alrededor era horrible, todo era caos. Cuándo despertó, lo hizo tan bruscamente que el pequeño se asustó comenzando a llorar. La luz del Sol atravesaba los cristales y las velas se habían consumido hacía ya mucho tiempo haciendo que la cera resbalara por los altos brazos de los candelabros, Yusuke le gritaba algo incomprensible en medio del caos que se había generado dentro de la mansión, la costurera que se encargaba de cuidar a Kei cuándo él mismo se encontraba ocupado ingresó a la habitación rápidamente cerrando la puerta a sus espaldas, muy agitada.

-¿Q-Qué sucede?- preguntó cayendo en la cuenta de algo estaba ocurriendo. Yusuke le respondió que la ciudad había sido invadida por el ejército contrario, aquel perteneciente al Rey al otro lado del mar y que tenían que salir cuánto antes de allí. Se apresuraron a calmar al pequeño para envolverlo bien en la manta. Pues si la casa había sido tomada y los soldados luchaban por enviar a los invasores al infierno, Kei  podría salir herido o incluso algo peor –tengo que buscar un abrigo, no puedo salir vestido de ésta manera- chasqueó la lengua ante la respuesta de Yusuke, ya sabía muy bien que no había tiempo para eso pero debía hacerlo… le pidió a los demás que se adelantaran, el criado sacó una pequeña daga que mantenía oculta en sus ropas para abrir la puerta así dándole paso a la muchacha, enseguida saliendo para cubrir sus espaldas no sin antes echarle una última mirada de preocupación a Zin quién le aseguró que en unos momentos se reunirían de nuevo.

Así se incorporó para colocarse de pie, caminando con presura hasta el pasillo en dónde contempló justo a tiempo la manera en la que una criada a la que sólo había visto un par de veces era degollada. La sangre salpicó las paredes violentamente y él se quedó cómo de piedra notando que los soldados ya le habían visto. Entonces sin pensarlo dos veces se lanzó a la carrera hacia la habitación, cerrando la puerta justo a tiempo con el precario seguro. Su corazón desbocado no le permitía respirar bien. Apresuradamente abrió las puertas del armario comenzando a buscar histéricamente por un abrigo largo mientras los soldados intentaban abrir la puerta de la habitación golpeándola con sus hombros. La ventana estaba abierta y podría salir de allí en cuánto se colocara la larga prenda, sobre la pequeña mesa había una copa de vino a medio beber, sin embargo las mantas de la cama habían sido reemplazadas por unas limpias.
Su plan era brillante, una vez allí debajo podría hacer que los demás también bajaran a través de la ventana, quizá fuera la mejor oportunidad o la única que tuvieran de escapar para siempre. Pero al momento de estirar su mano para tomar la fina prenda, inesperadamente la puerta cedió. En un mero impulso se echó hacia atrás hasta toparse con una de las paredes, buscando con sus manos pero con la vista fija en los hombres que entraban por algo que le sirviera para defenderse.

Por supuesto los subordinados ingresaron primero para corroborar que la habitación fuera segura, aquellos que habían degollado a la chica sin piedad alguna. De la espada en la mano derecha de uno de ellos aún goteaban oscuros resquicios de sangre por su extremo, salpicando la alfombra que al instante absorbió el espeso líquido. Más tarde ingresó quién parecía ser la autoridad máxima del ejército contrario, pues a pesar de que el color del uniforme militar era muy diferente, el hombre poseía una gorra militar con visera forrada en la misma tela al tono tal cual Masashi solía llevar junto con los numerosos broches en la solapa de su traje. A simple vista no pudo reconocer los rangos ya que los mismos aparecían muy sucios. Pero en cuánto el hombre posó sus ojos en él, supo que tenía que escapar por aquella maldita ventana aunque se rompiera una pierna en el proceso.

Aquel era un hombre mucho más maduro que Masashi, ni siquiera escuchó su nombre al momento de presentarse ya que un insistente zumbido le había hecho perder la mayor parte del sentido auditivo, siempre le sucedían esa clase de cosas cuándo se encontraba en situaciones de peligro. Intentó concentrarse en el movimiento de sus labios…

“Puta”, “divertirnos”, “gustará”, “secuestro”, eran unas de las pocas palabras que llegaban a su mente como en un eco. Si no se equivocaba luego de sus deducciones, aquel hombre también se proponía violarle. Así que sin pensarlo siquiera se lanzó a la carrera nuevamente pero uno de los soldados le atrapó por la cintura casi llegando a la pequeña mesa, él por su parte gritó estirándose un poco más para asirla por los bordes y, siguiendo sus instintos de supervivencia, tomó la copa cuyo vino se derramó sobre la oscura superficie e incluso la alfombra mientras el soldado no cesaba en arrastrarle hasta su antigua posición.
Al revolverse un poco el soldado casi trastabillo por lo que continuó haciéndole retroceder casi rozando el suelo. Tenía que hacer algo y rápido. En cuestión de segundos logró romper la copa azotándola contra la alfombra, el fino cristal explotó en mil pedazos pero aquello era lo que precisamente necesitaba. Utilizando el pie de la misma de la cual sobresalía una filosa y única astilla, volteó lo suficiente como para rasgar el rostro del sujeto quién al instante le soltó. Aquella era la oportunidad para escapar, corrió nuevamente sosteniendo fuertemente en su mano tal vez por inercia el ensangrentado objeto mientras el soldado se retorcía de dolor y su jefe avanzaba cómo si aquel no se tratara de un hecho importante. ¡Si no saltaba le iba a atrapar!

Soltó el objeto para poder subirse al alfeizar de la ventana, echando una última mirada atrás cuándo ya casi tenía encima de sus espaldas al hombre. Pero al lanzarse, éste logró atraparlo justo a tiempo volviendo a introducirle en la habitación y arrojándolo sobre la alfombra tan cerca de los cristales rotos que por poco no se hirió una pierna.

-¡No! ¡Déjame en paz!- protestó en cuánto tuvo al asqueroso jefe militar encima, incluso le propinó una bofetada mientras éste con una risa que el al rubio se le hizo sumamente desagradable, le abrió la prenda que llevaba precariamente anudada a la cintura. Maldito fuera el general por hacer que vistiera aquello, si hubiera llevado algún otro tipo de atuendos encima habría sido más difícil terminar desnudo nuevamente frente a un extraño.
Le empujó, se retorció, incluso volvió a golpearle. Necesitaba luchar para que no le hiciera nada o al menos tuviera tiempo de pensar en algo más pero una vez el contrario se hartó de sus actitudes al no poder penetrarle, le asestó una bofetada tan fuerte que Zin creyó que el mundo iba a darle vueltas durante todo el resto de su existencia.

Momentos más tarde aquel dolor tan familiar llegó a su entrada traspasando su vientre de lado a lado, el aroma a sangre que las ropas del tipo desprendían le producían náuseas. Además se movía demasiado brusco, quizá más que el general al que en cierta forma ya se había acostumbrado. Intentó volver a golpearle pero éste le sujetó las muñecas contra el suelo tomándolas con tan sólo una mano y mientras el rubio se sentía totalmente impotente, las náuseas crecían, las lágrimas comenzaban asomarse a través de sus ojos; el repentino sonido de un profundo quejido llegó a sus oídos. Alguien habían atacado a unos de los subordinados pero él desde su posición no era capaz de ver nada más que el asqueroso rostro del tipo. Luego llegó otro de esos sonidos junto con el que tan bien conocía de un arma atravesar el cuerpo de lado a lado.

-¡D-Déjame en paz!- volvió a gritar en medio de un impulso, en una forma tan desgarradora que creyó aquella no era su voz. Pero momentos más tarde, alguien apartó empleando tanta fuerza al hombre que le violaba, que éste simplemente pareció volar por los aires.

Allí a través de la matutina luz aparecía la prominente figura de Masashi llevándose consigo al tipo a rastras quién gruñía revolviéndose totalmente fuera de sus casillas. En la mano que no ocupaban las ropas del mismo, lo hacía un puñal de grueso calibre que Zin creyó haber visto antes cuándo alguna vez, el general se habría despojado de sus armas para hacerle más cómodamente cualquier perversión que se le viniera a la mente.  
Apoyándose en sus codos entre dolorido, asustado y completamente perplejo, vio la manera en la que el pelinegro arrojaba al hombre contra la pared del pasillo sin darle tiempo a que hiciera movimiento alguno. Con una rapidez de la que jamás le hubiera creído capaz, utilizando su ancho antebrazo atrapó la garganta del tipo entre el mismo y la pared, el otro se quejó de manera ahogada intentando alcanzar la propia arma en su cinturón. Sin embargo Masashi era implacable, demasiado ágil. Finalmente enterrándole el puñal de labrado mango en el pecho, jaló hacia abajo logrando abrirlo hasta el vientre tal cual se tratara de un cerdo.

Sin poder contenerse más, el rubio vomitó sobre la alfombra un poco de bilis que le dejó un amargo regusto, la escena había sido demasiado para él. Pero ni siquiera tuvo tiempo de recuperarse cómo era debido cuándo Masashi ya le estaba jalando la muñeca para que se colocara de pie.

-Métete allí- le indicó casi aventándolo contra las prendas del armario –esto ya casi termina. Sólo tenemos que deshacernos de un par de hijos de perra más y todo volverá a la calma- dichas sus palabras con Zin a medio acomodar, cerró las puertas del mueble haciendo que todo se sumiera en una profunda oscuridad.

El rubio se dejó caer de rodillas comenzando a llorar de la manera más silenciosa que podía, su cuerpo aún temblaba como una hoja y no podía quitarse de encima aquella horrible sensación que siempre hacía presa de su alma cuándo el general le obligaba a acostarse con él. Ahora no sólo había sido violado por un hombre, sino por dos sin siquiera haber podido hacer nada al respecto. El dolor punzaba cada vez más fuerte en su interior, otra vez quería morir.  
Pronto comenzó a sentirse tan mareado que seguramente iba a desmayarse, no era la primera vez que le sucedía por lo que conocía muy bien la sensación.

Tanto en el exterior cómo en el interior de la vivienda los sonidos de la batalla comenzaban a perder su intensidad, pero para él simplemente todo había dejado de tener un sentido propio. El lugar estaba plagado de cadáveres, el aroma a sangre era muy intenso. Su cuerpo se desplomó hacia un lado y tuvo que cerrar fuertemente sus ojos para evitar aquel nuevo acceso de vértigo. No, no debía desmayarse… tenía que encontrar a Yusuke, a Kei, lo había prometido…

Así haciendo acopio de todas sus fuerzas, volvió a incorporarse acomodándose la ropa. Sus piernas temblaban amenazando con volver a derrumbarle pero ignoró cualquier dolor o temblor, simplemente colocó su prioridad por sobre su inútil cuerpo y saliendo de dónde el general le había depositado, se puso en marcha hacia el pasillo por el cual les había visto huir.

Pasó junto al cadáver del ex-jefe del ejército contrario, si es que aquel lo era, sintiendo nuevamente un acceso de náuseas. Pero tomándose de las paredes avanzó lo suficiente a su ritmo para llegar hasta la única puerta que se encontraba al otro lado del corto pasillo.
Antes de entrar volvió a tener arcadas pero su estómago se encontraba demasiado vacío como para expulsar algo. Y dejándose caer contra la puerta, giró el pomo que no cedió hasta que Yusuke le hubiera quitado el seguro a la puerta.

-Q-Que bueno… están bien…- dijo en medio de un repentino llanto. Yusuke le abrazó antes de volver a cerrar la puerta sólo por si acaso, permitiendo que el pequeño rubio se recargara pesadamente contra su cuerpo. Zin sintió cómo poco a poco las energías le abandonaban, se sentía muy abrumado y su visión comenzaba a tornarse extraña.

Lo último que fue capaz de ver antes de por fin desmayarse, fue el preocupado rostro de Yusuke desvanecerse gradualmente entre la penumbra. Luego reinó la absoluta calma. 

Notas finales:

Buenas buenas buenas ouo/ prr 

 

¿Qué tal? Pues aquí subiendo el capi cuatro uwu 

De ésta manera el ejército del rey contrario queda en jaque eue y vendrá por lo tanto algo nuevo -cejas cejas cejas cejas y más cejas- 

 

Les voy a dejar al uke Zin en el primer video de Jupiputo(?) Jupiter, para que vean lo enano que es(?

http://www.youtube.com/watch?v=XdJxcBMzR_w

Y una foto de hombre gato bien vieja -u-

https://fbcdn-sphotos-b-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn2/t1.0-9/1379359_217740508392748_1529549902_n.jpg

Prr, que es bien gato, hum.

 

Y esta foto de Zin que me gustó y es bastante actual uwu xD

 

https://scontent-a-mia.xx.fbcdn.net/hphotos-prn1/t1.0-9/10177406_285116234988508_3527457659119783924_n.jpg

 

 

Ehm ouo creo que no tengo mucho que decir hoy.

 

Gracias por leer *u* <3


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