Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Valiente. por Maira

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

No fue hasta el siguiente día que luego de medianamente recuperado, despertó a primera hora de la mañana para ir en busca del Capitán General. Deseaba solicitarle algo a lo que había estado dándole vueltas durante la madrugada una vez hubiera sido capaz de conciliar el sueño. Fue entonces que se vistió con una blanca túnica, de las que utilizaba para presentarse frente al maestro y se dirigió al despacho del hombre en su busca. Yusuke le había dicho que allí se encontraba en esos momentos firmando unos cuántos papeles que aseguraban no sólo la victoria por sobre el ejército contrario, sino también un futuro rango permanente en el ejército.

Al llegar a la tallada puerta de roble se detuvo unos instantes, vacilando un poco y con las manos comenzando a temblarle. La simple presencia del hombre le colocaba muy nervioso por lo que carraspeó levemente antes de golpear tres veces con su puño cerrado.

Al instante escuchó la voz de Masashi dar la orden de pasar, por lo que vaciló otro poco finalmente tomando muy decidido el pomo para abrir la puerta ingresando al despacho.
Al verle, el general dejó de lado unos papeles a los que había firmado y lo miró de arriba hacia abajo sin pronunciar palabra, como expectante o simplemente impaciente por que entrara rápidamente, dijera lo que tuviera decir y se retirara.

El rubio avanzó hasta llegar a pocos pasos de distancia del escritorio, juntando sus manos por delante de su cuerpo en un tímido gesto. Luego miró alrededores muy rápidamente ya que no conocía muy bien aquel sector, de hecho tenía terminantemente prohibido ingresar allí. En la pared a la derecha pendía un retrato pintado por seguramente un muy buen artista, allí aparecía el general con su uniforme de expediciones, a su lado una mujer de cabello castaño muy bonita quien sostenía a Kei en brazos. Aquella seguramente habría sido la madre del niño, la difunta esposa de aquel cruel hombre.

-S-Señor, lamento las molestias- comenzó a hablar enseguida al notar la manera hosca en la que el general le miraba –yo… vengo a hacerle un pedido. Uno muy importante… sé que no tengo derecho a pedirle absolutamente nada, usted me lo da todo… pero… quisiera… quisiera…

-¿De qué se trata?- preguntó con firmeza ante la vacilación del chico –no tengo mucho tiempo antes de que vengan a retirar estos documentos, necesito terminar de leerlos y firmarlos. Así que apresúrate.

-Yo…quisiera… aprender… aprender a luchar. Es decir, para poder defenderme- un silencio de muerte volvió a generarse – yo… de veras me gustaría… aprender a… que lo que ha sucedido antes no vuelva a…

-No, no aprenderás nada- respondió frunciendo ligeramente el entrecejo, tal cual lo que Zin había propuesto fuera una locura -¿Sólo era eso?

-S-Sí, señor. Pero… de veras…

-He dicho que no. Además no habrá una próxima vez- se reclinó sobre el respaldo de su silla –creí que con estudiar te bastaba, que eso te daría ideas más claras y no vendrías a molestar con cosas de éste tipo. Además mírate, ¿Crees que eres capaz de luchar? ¿De derribar a alguien? Los enclenques como tú en ésta vida son dos cosas: esclavos o muertos.

Aquello fue más que un golpe duro para el menor. Repentinamente su rostro se contrajo de dolor ante esas simples palabras. Lo peor era que quizá, sólo quizá el general tuviera razón. Él era alguien débil tanto de cuerpo como de espíritu, tal vez estuviera condenado a ser una puta durante el resto de su vida o en su defecto, a ser castigado por las condiciones que la naturaleza le había impuesto. Repentinamente sus ojos se llenaron de lágrimas, sus puños se cerraron fuertemente al igual que su mandíbula sintiendo sus propios dientes rechinar. Pues en el fondo no quería rendirse, quería aprender a cuidar de sí mismo para que ya nunca nadie pudiera hacerle daño.

-Insisto en que…

-Silencio. Vete de aquí porque el tema ya está finalizado- comentó ya con poco interés acerca del asunto, volviendo a acercar los documentos y tomando la pluma que descansaba en el tintero –cierra bien la puerta antes de salir.

Zin bajó la mirada. Repentinamente tanto la tristeza como la rabia se apoderaron de él, las lágrimas intentaron brotar mientras se mantenía fijo al suelo tal cual hubiera echado raíces sobre la fina alfombra oriental rojo oscuro. No quería hacerle enfadar porque sabía que en cualquier instante el humor del hombre podría estallar y le daría una golpiza. Ya bastante tenía con su mejilla aún hinchada debido a la bofetada que el día anterior había recibido durante la violación. Pero de todas maneras insistió. Con la voz temblando e intentando contener un grito, habló –por favor, se lo ruego…

-No hagas que pierda la paciencia, mocoso- refunfuñó el otro firmando al pie de un largo documento con una elaborada caligrafía.

-¡Por favor! ¡Sólo deme una oportunidad! ¡Por favor!

-¡Basta! Vete de aquí a hacer lo que tengas que hacer hoy. No pienso pagar por un maestro que te dé clases de esgrima porque no eres un recluta, ni un soldado, ni mi hijo. No eres nadie. Sólo una de las tantas putas que podría tener para follar y relajarme al final del día.

-… ¿Tiene miedo de que le mate mientras duerme? ¿Tiene miedo de que aprenda a luchar mejor que usted? ¿Es eso, cierto?- preguntó al instante arrepintiéndose de su filosa lengua, pero simplemente no podía quedarse callado ante una segunda humillación. La sangre hervía en sus venas y el corazón palpitaba fuerte, pero a pesar de su respiración agitada y de seguramente oler a puro miedo, se mantuvo firme –si quisiera matarle mientras duerme, ya lo hubiera hecho hace mucho tiempo ya que incluso duerme con sus armas encima después de acostarse conmigo. Además, apuesto a que lleva gran parte de su vida siendo un militar, jamás podría superarle…

-Así es, por lo tanto no insistas y vete de una maldita vez antes de que me ponga de pie.

-No. Por más que me golpee…yo no… desistiré en mi idea.

El mayor suspiró profundamente, para sorpresa de Zin haciendo un gesto muy común de recargar los codos sobre el escritorio para frotarse las sienes. Al parecer la discusión le había generado un dolor de cabeza. Pero el rubio se mantuvo en su lugar observándole, un par de lágrimas amenazaron nuevamente con aflorar e hizo el esfuerzo por disimularlas lo mejor posible. Si el general le golpeaba, estaba seguro de que no podría moverse durante un par de horas, pues se había arriesgado demasiado al hablar un poco antes.

-De acuerdo- respondió el pelinegro volviendo a su posición correcta en la silla –tendrás un maestro. Pero yo no lo pagaré, lo conseguirás por tu cuenta y ya verás la manera en la que le pagas ya que… no tienes nada- observó el gesto de Zin quien había comprendido a lo que se refería, pero el rubio no tenía intención alguna de pagar con su cuerpo por un maestro –si llego a saber que has robado una sola moneda u objeto de ésta casa, te voy a cortar los dedos. Estás advertido, porque no quiero ladrones en mi hogar- pareció reflexionar un poco mientras tomaba otro de los papeles –tampoco descuides tus lecciones y el cuidado de mi heredero. Ahora vete.

-Gracias señor. Prometo cumplir con todas mis tareas mientras aprendo a luchar, señor. Muchas gracias- y dichas sus palabras, salió de allí apresuradamente sin poder creer que el permiso había sido concedido. Pero repentinamente se encontró con que comenzaba a caer en un profundo abismo, ¿De dónde sacaría a un buen instructor si apenas conocía el nombre de los sirvientes de la casa? Además el general no había hablado acerca de abandonar la mansión para ir en su busca o tomar las lecciones. Suspirando, avanzó totalmente abatido hacia la cocina, había sido un tonto al no poner todas las condiciones. La próxima vez que hiciera un pedido, no se equivocaría de esa manera.

Así mientras desayunaba una buena cantidad de comida, se colocó a darle vueltas al asunto. Procuraba masticar lentamente ya que le sobraba tiempo, mirando un punto fijo en la nada. La única conclusión a la que había llegado era que necesitaba escabullirse por las noches cuándo nadie le viera, pero tampoco podía dejar al pequeño Kei totalmente solo. Entonces, finalizó con aquel hilo, lo haría de madrugada.

Sí. Buscaría a un maestro de madrugada, entrenaría durante la madrugada si era necesario. No tenía idea de cómo haría para sobrevivir durmiendo tan poco pero necesitaba hacer aquel esfuerzo. Dado el caso, podría rogarle a Yusuke que cuidara a Kei un par de escasas horas cuándo el general estuviera profundamente dormido y no notara nada extraño. Viéndolo así era un buen plan, sólo necesitaba que no les descubrieran. En cuánto viera al muchacho se lo propondría e intentaría convencerle.

El día continuó siguiendo su curso, tuvo sus clases como de costumbre adquiriendo más conocimientos. Ahora eran escasas las veces en las que el maestro le reprendía con la vara, pues había aprendido un buen método para recordar todo lo que le decían sin un solo error. Cosas que, seguramente, le servirían en un futuro.
De todos modos le gustaban mucho las lecciones que el maestro le daba, aunque a veces eran un poco difíciles de comprender debido a que el anciano se apresuraba en hablar. Su caligrafía había mejorado tanto que el anciano muchas veces le elogiaba, ahora se trataban de palabras muy bonitas y en línea completamente recta sobre el pergamino. La pluma ya no le hacía daño en los dedos.

Acertó en todas las preguntas e incluso leyó muy bien las pocas páginas que le pidió leyera en voz alta, ya no titubeaba al leer entre la conexión de una palabra con otra. Había practicado demasiado, se había esforzado tanto que ahora podía leer y escribir como cualquier persona formada con una sólida educación. Eso aquel día lo había dejado por fin completamente satisfecho.

Pronto la tarde llegó y con ello el retiro del maestro a su humilde hogar. Zin se dirigió a la cocina casi llegando la noche a por una comida ligera antes de correr a con Kei, pero no pudo pasar mucho tiempo con el pequeño ya que el dueño de casa solicitó sus servicios de nueva cuenta. Muy a pesar de saber tan bien lo que le había sucedido el día anterior. Zin sabía que al general le importaba un comino el que él hubiera sufrido una violación, pero intentando pensar en el futuro y en los planes de aquella noche, con bastante aversión permitió que hiciera uso de su cuerpo antes de que se pusiera violento. Pues no buscaba que el hombre perdiera la paciencia y le dejara la mandíbula completamente dormida debido a las bofetadas.

Aquella vez parecía jamás no terminar. Tendido sobre el colchón con las piernas abiertas recibiendo a aquel hombre sin siquiera atreverse a mirarle, observaba el techo del dosel que la cama poseía, con la mirada totalmente perdida. Ya ni siquiera dolía, luego de que le hubiera penetrado una vez anterior obligándole a sentarse sobre él para moverse, aquel vaivén ahora tumbado simplemente le generaba una pequeña molestia. Sin embargo el sonido de las pieles chocar una contra otra aún le producía infinitas veces una sensación de asco. Nunca se había sentido excitado con Masashi, ni una sola vez.

Esperó pacientemente a que el otro se durmiera. Cómo era costumbre luego de la acción el general se desplomaba sobre la cama por completo rendido y se quedaba dormido tan profundamente que ni siquiera le escuchaba levantarse, acomodarse la ropa e irse. Él por su parte agradecía ese hecho ya que una vez libre de su obligación, podía ir en busca del pequeño Kei no sin antes higienizarse un poco.

Esa noche mucho antes de ir con el pequeño, buscó a Yusuke para hablarle acerca de lo que había sucedido en la mañana y de lo que debía hacer. Al chico no le había gustado para nada la idea, pues además de temer que les descubrieran y castigaran, no sabía cómo cuidar al pequeño o hacer que se calmara cuándo comenzaba a llorar. Pero bajo un ruego del menor, por fin tuvo que ceder concediéndole tan sólo una hora y media libre del cuidado de Kei para poder aprender a luchar. No obstante le dijo que ningún maestro de esgrima trabajaría gratis, que si quería realmente aprender, tendría que buscar por otros lados. Le recomendó especialmente uno, se trataba de una taberna no muy lejos del lugar. Ésta se encontraba pasando la plaza principal y si tomaba un atajo podría llegar muy rápidamente, pero el riesgo estaba en que el ambiente de madrugada se encontraba lleno de maleantes, él sólo contaba con esa clase de prendas o la blanca túnica ligeramente presentable que utilizaba para sus lecciones y tenía que escabullirse de manera que nadie pudiera delatarle frente al señor de la casa.

El rubio respondió que simplemente lo haría, pues no tenía de otra opción. Y para cuándo Yusuke iba a mencionarle el nombre de alguien a quien podría buscar, ante un repentino sobresalto debido a la interrupción de una criada que venía en su busca de parte de la muchacha encargada de Kei, no tuvo más remedio que irse.

Pasó largas horas con Kei, principalmente alimentándolo y haciendo que durmiera mientras por una vez, malgastaba placenteramente su tiempo besándole el cabello o dándole caricias en su pequeño cuerpito. Cada vez que le veía sentía un amor imposible de calificar, lo quería demasiado. Tan así que de a momentos podía sentirlo como su propio pequeño hijo. Daría lo que fuera por Kei, haría todo lo necesario.
Eran altas horas de la madrugada cuando por fin Yusuke llegó. Ambos se habían quedado dormidos. Se removió despacio para no despertar al menor depositándolo en la cuna luego de haber formado un buen bulto de mantas a modo de engañarle. El menor se removió, pero con su pequeña manita apretujó la tela suspirando, seguramente el truco había funcionado. 

-De acuerdo, dime qué camino debo tomar. Dame referencias… - le habló en un tono casi inaudible al criado quién comenzó a explicarle la dirección que debía tomar, los lugares con los que debía tener cuidado y le prestó su daga por si acaso tenía que usarla. Pues nunca debía salir completamente desarmado a esas horas.
El rubio se escabulló hasta la habitación en busca de su largo abrigo oscuro, casi golpeándose a sí mismo en la cabeza al recordar que había olvidado preguntarle el nombre del hombre. Pero ya no podía volver, perdería un precioso tiempo.
Avanzó muy lentamente, tanto así que ni siquiera el sonido de sus zapatillas de satén fue oído. El general dormía profundamente sin mover un solo dedo, así debería hacerlo durante el resto de la noche. Con cautela se colocó la prenda, caminando muy despacio por los oscuros pasillos con la capucha puesta. En cuándo escuchaba un sonido, se detenía en seco y se escondía antes de continuar con su camino hacia la salida. En la amplia entrada de la casa las cosas eran más fáciles, sólo la verja de vez en cuándo generaba un molesto sonido que bien podría ser confundido con los demás del exterior.

Una vez en la calle, con su primer objetivo logrado, miró alrededores buscando todas las referencias que Yusuke le había dado. Tomó el camino correcto por el que casi corrió totalmente muerto de miedo, era verdad que a esa hora se veían rostros realmente horribles y peligrosos. Para colmo él parecía una chica, no quería que nadie le viera el rostro tan maquillado, el cabello largo rizado tan bien cepillado, ni siquiera sus desnudas piernas libre de todo indicio masculino.
Se cubrió más con la capucha avanzando e ignorando a los demás, aquel atajo en su situación se le hacía interminable. No obstante al cabo de varios minutos, llegó a la susodicha taberna que tenía una peor pinta que sus gentes.

Borrachos, prostitutas, jugadores, ladrones. Prácticamente había de todo viéndolo desde la puerta. Alzó apenas la mirada para barrer el contenido del ruidoso lugar. El dueño detrás de la barra discutía acaloradamente con un tipo robusto quién seguramente si bien no quería pagar por lo que había bebido, tenían una disputa debido a algún tema de conversación controversial. No lo sabía y no le interesaba. La música del acordeón proveniente de una de las esquinas era infernal en medio del griterío, las risas… repentinamente alguien jaló de sus hombros hacia atrás sacándole de allí.

Al alzar su mirada se encontró con tres tipos del doble de altos y anchos que él. A uno de ellos le faltaba un diente en medio de la torcida sonrisa. Sin que pudiera evitarlo, le bajaron la capucha seguramente confundiéndole con una de las prostitutas o bien con una muchacha curiosa ya que le calificaron de numerosos adjetivos tal cual fuera una mujer. ¿Si hablara y escucharan su voz de hombre, qué sería lo que harían? No lo quería averiguar. Así que se mantuvo en silencio, simplemente empujándoles en cuánto intentaban meterle una mano encima entre risa y risa. Menudo problema era en el que se había metido… cuando uno de los hombres intentó colocarle una pierna entre las suyas, él sacó de su funda la daga completamente preparado para atacar. Pero nada pudo hacer al ser apresado por la resentida muñeca amoratada. Ahora los tipos iban en serio.
Le manosearon finalmente descubriendo que era un hombre, cosa que si bien los sorprendió a la vez pareció gustarles. Pronto les escuchó hablar de ir por turnos y no lo pudo soportar, se sacudió con violencia e incluso mordió la mano que ahora le cubría la boca.

Otra mano áspera acarició toscamente por su muslo izquierdo con insistencia, una más por su miembro sobre la fina tela de la prenda bordada que traía puesta bajo el abrigo. Tenía que hacer algo o de veras iba a sucederle lo que no deseaba… grande fue sorpresa cuándo uno de los tipos recibió justo en medio de su cuello una daga de mango dorado que llegó certeramente como un proyectil. El rubio se quejó tanto de sorpresa como de horror y una segunda daga llegó hasta el cuello del siguiente hombre derribándolo en seco.

El que restaba, al volver su mirada hacia quién lo había hecho, se volteó lanzando un alarido para intentar huir pero su victimario le persiguió hasta atraparle cortando su cuello de lado a lado haciendo uso de una cuchilla más grande. Zin sintió unas repentinas ganas de vomitar pero se contuvo lo mejor que pudo solo doblándose sobre sí mismo, cubriendo su boca con la palma de su mano por si acaso. Su campo visual ahora se limitaba al suelo de tierra húmeda y revuelta el cual fue alterado con la aparición de una bota de oscuro cuero. Instintivamente se echó hacia atrás golpeándose la cabeza contra el muro disparejo de piedras.

-¿Estás bien?- le escuchó decir al sujeto que se encontraba medio en penumbras. Al avanzar un poco más, la débil luz proveniente de una de las antorchas a un lado de la puerta del bar le iluminó el rostro. Zin simplemente asintió alzando sus cristalinos ojos hasta aquel par de oscura pero profunda mirada que parecían acecharle no obstante de una manera diferente. 

Notas finales:

Buenas buenas buenasss ouo/ actualizando aquí antes de dormir.

 

Pues uwu espero que les haya gustado este capi, prr.

 

Ya tengo elegido al nuevo seme~~ ewe xD  

Ya lo conocerán en el siguiente capi eue

Ehm uwu pues, nada... lamento la tardanza.

Y...uhm... owo tengo sueño -apoya la cabeza en la almohada y ronca(?)- tengo la batería al 5%, necesito cargarme uwu

 

Pasen buena noche o día,depende de cuando lean esto ouo/ los quiero~~ <3 gracias por leerme.  


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).