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Valiente. por Maira

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Todo le resultó extraño, desde la ausencia de sangre hasta la mirada perdida que los opacos ojos de Sono mostraban. Al instante, volvió a repasar los signos en su cuerpo: las marcas de enormes y gruesos dedos en torno a su cuello, la posición tan particular sobre la alfombra, la expresión vacía de su rostro, los moretones en la mano con la que siempre sostenía el arma.

Shota se llevó dos dedos a las sienes, comenzó a barajar las posibilidades de lo sucedido, pero en su cabeza todo se le hizo imposible de comprender. Hiro jamás podría haber hecho eso; además de amar a Sono, aquellos dedos eran demasiado grandes para pertenecer a sus manos, el puñal con su nombre grabado en la hoja estaba junto a la ventana y ningún guardia lo había visto huir por las puertas. Ambos fueron atacados, se dijo a sí mismo, alguien o más bien algo los había sorprendido en la habitación.

Intentó reconstruir los hechos de acuerdo a los objetos encontrados, a los que pidió que nadie moviera de su lugar. La ventana estaba abierta, el puñal de Hiro cerca la misma, el arma de Sono se encontraba lejos de su cuerpo, y la de Hiro muy cerca de Sono. Ambas armas limpias.
Las cortinas se encontraban hacia adentro. Frunció el entrecejo, se acercó a ellas y las rozó con los dedos. Luego las descorrió, observó atentamente el alféizar, no había huellas aunque estaba seguro de que alguien había entrado por la ventana. Un simple presentimiento.
Se colocó de espaldas a las cortinas, observó el cuerpo de Sono, el puñal limpio… alguien había entrado, Hiro había intentado apuñalar al extraño; pero por alguna razón había fallado. Shota caminó unos pasos hacia adelante, se plantó entre el cadáver y el puñal. Sí, luego de deshacerse de Hiro, el extraño había buscado atacar a Sono, sin embargo éste había desenfundado el arma, lo había atacado.
Se giró hacia donde se encontraba el sable de Sono, ladeó la cabeza. Luego volvió sus ojos hacia la mano llena de moratones del pelinegro. ¿Quién en el mundo poseía tanta fuerza como para tomar a un hombre por el cuello, sostenerlo en el aire y despojarlo de su arma con semejante brutalidad? Se colocó en cuclillas, tocó la parte posterior del cuello en busca de saber si se lo habían roto. Estaba intacto.

No podía ser envenenamiento, pues la piel se vería de otro color. Tampoco era asfixia, la expresión de su rostro así se lo decía. No tenía heridas en el cuerpo, no le habían roto el cuello. ¿Y qué demonios había sido de Hiro?

Resopló como un toro furioso. Al instante se dirigió hacia los morrales de viaje, los abrió y los registró de cabo a rabo. Allí encontró ropa, monedas, objetos de plata, joyas; es decir, todo lo necesario para emprender una larga travesía sin problemas, una fuga hacia alguna otra tierra donde nadie pudiera encontrarlos. Shota se frotó los ojos con energía, luego se pasó las manos por los cabellos. Nada cuadraba donde debía. La muerte de Sono y la desaparición de Hiro conformaban una gran pérdida, eran soldados valiosos.

Luego de suspirar y sentarse a los pies de la cama, le hizo un gesto a Adam en busca de que hiciera lo mismo. Le dio vueltas al asunto miles de veces, incluso le habló a su pareja acerca de sus suposiciones. Nada funcionó, allí había un elemento que faltaba para poder comprender qué había sucedido. Al llegar el atardecer, completamente exhausto, Shota pidió a unos soldados que prepararan y enterraran el cuerpo de Sono en el cementerio militar, que recogieran todas sus cosas de la habitación y las llevaran a los desvanes. No podía hacer nada más por él, se encargaría de mantener su fortuna intacta hasta que hallaran a Hiro. En caso de que también lo encontraran muerto, llevaría a cabo una transferencia y se lo daría todo a Aki.

Abandonó su lugar, jaló de la mano a Adam. Tenían un funeral al que asistir. Antes de abandonar la habitación, dentro de su pecho sintió un vacío inexplicable al mirar una última vez sobre su hombro. ¿Cómo era posible que el hombre, que aproximadamente una década atrás les había llevado a la victoria, hubiera sido asesinado de esa manera tan inexplicable? Chasqueó la lengua, recorrió el pasillo en silencio. Después de todo, la vida en el ejército estaba llena de pérdidas.

El funeral fue breve pero bastante emotivo. Había muchas personas que apreciaban a Sono y la noticia de su muerte les había afectado. Pronto la tumba se llenó de flores de todos los colores, incluso más de un creyente encendió incienso en busca de que su alma descansara en paz.

Shota tenía la cabeza embotada, había llorado durante un par de discursos que unos rangos superiores habían dado. Él no había reunido las fuerzas necesarias para hacerlo. Decidió volver a la sala de reuniones en busca de un par de copas, entregarse a las caricias de Adam y esperar a que el tiempo pasara. Lo más probable era que, de acuerdo a la cantidad de hombres que había enviado en busca de Hiro, encontraran rápido al muchacho. Sí, todo se esclarecería en cuanto lo encontraran, o al menos quería aferrarse a esa idea.

Estaba a mitad de un sorbo cuando Aki apareció en la sala, se veía un tanto turbado. Sintió una puntada de celos cuando Adam se acercó a darle un par de besos en las mejillas. Luego con una orden seca le indicó que tomara asiento frente a él. Maldito fuera el mocoso que venía a molestar en un momento como ese. Tuvo que reconocer que lo odiaba.

─¿Es verdad lo que… lo que… lo… Sono y Hiro murieron? ─preguntó a la vez que se inclinó sobre la mesa.

─Así es, además Hiro ha desaparecido ─murmuró con la vista fija en él. De repente se le ocurrió un plan perfecto que no dudó en poner en marcha. Lo que Adam pensara al respecto lo tenía sin cuidado. Necesitaba alejar a Aki de allí cuanto antes─. Qué extraño no lo supieras antes, ¿No? ¿Por qué será?

Aki lo miró con los ojos entrecerrados. Su rostro aún poseía rasgos infantiles, pero también los propios de la adolescencia─ ¿Estás sugiriendo que yo les hice algo malo? Estúpido viejo. Estuve durmiendo toda la noche aquí y lo sabes.

─La puerta estuvo abierta, no puedes probar nada.

─¡Tú tampoco! ─le gritó furioso─. Si te atreves a culparme por el asesinato de Sono, juro que algún día te mataré. Soy pequeño, lo sé, pero no soy estúpido.

─¿Cómo vas a matarme si vas a estar pudriéndote en un calabozo? ─le preguntó un tanto burlón.

─Me las ingeniaré y lo haré ─le dijo, serio. Luego, cuando Shota se colocó de pie, abandonó su asiento y miró hacia la puerta. Era algo muy normal por parte del pelinegro culpar a los demás cuando los problemas no tenían solución, pero iba a luchar todo lo que pudiera.
Se dirigió hacia la puerta en cuanto el mayor dio un par de pasos, incluso Adam se interpuso entre ambos al caer en la cuenta de lo que su pareja se proponía hacer. Al final Aki terminó por correr a través del pasillo y las numerosas escaleras, con Shota pisándole los talones. Tenía que encontrar un lugar amplio en donde poder desenfundar su sable, los espacios estrechos eran peligrosos. Al final tropezó con los últimos escalones del primer piso, cayó al suelo y después de una lucha encarnizada, Shota lo atrapó.
Se vio conducido a la rastra a través de la planta baja, en determinado momento logró asestarle un golpe en la mandíbula al mayor, sin embargo se lo devolvió tan fuerte, que el mundo le dio vueltas y decidió comportarse.
El ser empujado escaleras debajo de manera tan bruta le costó una torcedura de tobillo. Los guardias de los calabozos lo observaron con expresión dura, jamás le habían gustado esos tipos.

Ese lugar era horrible, no sólo apestaba a podredumbre, a sudor, a sangre; sino que las voces de los diferentes hombres que se encontraban en las celdas le retumbaban en los oídos hasta el punto de hacerlo enloquecer. Shota lo condujo a través del largo pasillo, entretanto él pensó que iba a desmayarse. Lo obligó a ingresar a uno de los calabozos a empujones, dentro se oían los gritos de un hombre. Al ver lo que le estaban haciendo, Aki sintió que las piernas le fallaban y de no ser por el mayor hubiera caído al suelo.   

─Ha violado y asesinado a dos niñas ─le explicó al oído el pelinegro─. No quiere confesarlo, pero varias personas lo vieron entrar en la pequeña casa donde vivían junto a su padre. Esperó a que el padre se fuera a las minas para entrar… ahora los soldados se están encargando de que confiese.

Aki observó horrorizado la escena, un hombre desnudo pendía de unas cadenas por el cuello. Sobre un banco, había una pirámide de acero cuya cúspide se hundía más y más en su recto a medida que los soldados soltaban las cadenas, producto de su propio peso. La sangre era abundante, los gritos insoportables. Pronto comenzó a ver doble─ N-No… no quiero ver ─alcanzó a balbucear.

─Si te niegas a declararte culpable, haré que te sienten allí y lo admitas ─con el brazo que no utilizaba para rodearle el pecho, le sostenía el mentón de manera que mantuviera sus ojos fijos en la escena─. O bien, te propongo un trato… uno que te haría libre de alguna manera.

─S-Sácame de aquí… ─respondió al borde del ataque de nervios─. ¡Haré lo que digas, pero sácame de aquí!

─¿Estás seguro? ─le preguntó en un tono cínico, sin dejar de perforarlo con sus oscuros ojos─. Yo digo que primero cerremos el trato.

─Está bien, dime de una vez –se aferró con sus dos manos al brazo del mayor, al que apretó repetidas veces. Sintió su voz imposible de controlar.

─La prometida de Sono acaba de quedarse sin pretendiente ─comenzó a explicarle despacio, a pocos palmos de su rostro─. La boda será en unos pocos días, alguien tiene que casarse con ella. Ese alguien serás tú. Contraerás matrimonio, te transferiré a un puesto en la costa. No debes preocuparte por nada, voy a adquirir una mansión allí para ti. Vivirás lejos de aquí y tendrás una familia. Claro, si aceptas lo que te propongo. Si no lo aceptas, ya sabes lo que te espera.

─L-Lo que digas, sí. ¡Sácame de aquí! ─las gruesas gotas de sudor frío comenzaron a resbalarle por la frente. Además, ya no podía ver debido a las lágrimas que le inundaban los ojos.

─Quiero que me lo digas seriamente, tomaré tu palabra ─poco a poco lo arrastró fuera del calabozo─. ¿Trato hecho, mocoso?

Aki cerró sus ojos, el corazón le golpeaba contra el pecho hasta provocarle un dolor sordo. Shota era a quién más odiaba de todas las personas con las que convivía allí. Asintió una sola vez, un poco torpe. Adam… ¿Qué sería de él sin Adam? Ni siquiera quería pensarlo. En esos momentos su mente era un caos─ Trato hecho.

 

Luego de un baño relajante y un buen descanso, Anzi se propuso recorrer solo los alrededores del burdel. Era una noche maravillosa, allí el frío no se sentía tan intenso como en la costa. Estuvo rondando entre un par de puestos mercantes, husmeó los objetos expuestos y luego tomó una callejuela al azar. Era un lugar enorme, pero en donde se encontrara, con sólo alzar la vista era suficiente. Las cúpulas doradas del burdel se encontraban tan alto que uno podía llegar sólo con verlas.

Curioseó entre las alfombras enrolladas de un mercado, todas de un tejido excepcional, los colores vivos y algunos tintes novedosos, como el color azul o el verde. El mercader le explicó que eran colores traídos desde muy lejos, que le rebajaba el precio, sin embargo él no tenía intenciones de comprar una. Volvió a la calle de los puestos, la recorrió sobre sus pasos. Fue en ese instante que, tan distraído como estaba, chocó de frente contra alguien. Su sorpresa al verle en busca de pedir disculpas fue enorme, incluso creyó dejar escapar una exclamación.

─¡Tú! ¡¿Qué demonios haces aquí, Ryo?! ─sin siquiera pensárselo, se lanzó a estrecharlo entre los brazos. Habían pasado demasiados años desde la última vez que lo había visto, cuando aún pertenecía al ejército y sus días transcurrían de otra manera. La última vez que hablaron, había sido durante la gran batalla del desierto, al momento en que el mismo le había aconsejado que no se acercara demasiado al ejército enemigo. Anzi, una vez hubiera presenciado su caída y la manera en la que se lo llevaban casi a las rastras, había perdido la concentración y lo siguiente ya era historia pasada. Durante sus años de cazarrecompensas escuchó que se encontraba bien.

─¡Anzi! ─dijo, medio ahogado por el abrazo─. ¡Maldito bastardo! No has cambiado nada ─correspondió como pudo y le dio unas cuantas palmadas fuertes en algún lugar de la espalda─. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Eh? ─lo sacudió por los hombros─. ¡Rayos! No has envejecido casi nada. ¿A dónde te diriges? ¿Tienes tiempo? Iba a mi tienda a beber un poco antes de ir a dormir. Es muy triste beber solo.

─Aquí estoy, al parecer será mi nuevo hogar ─se encogió de hombros ante lo último dicho por el mayor. Luego, poco a poco lo soltó. Ryo ya no era el hombre de cuerpo firme que solía conocer. Al verlo, calculó que rondaría la última mitad de los cincuenta. Poseía una fortaleza envidiable, pero no se comparaba a lo que era durante sus años en el ejército─. No tengo nada que hacer ahora, así que… ¿Por qué no? Me alegro mucho de verte. Cuando supe que habías desaparecido…

─Ah, sí ─respondió con un ademán de restarle importancia─. He estado todo el tiempo aquí, no lo creerías. Podría hablarte de muchas cosas, demasiadas. ¡Todo es tan casual! ¿Fumas? Acabo de comprar el mejor tabaco que podrías probar ─y de esa manera, se dirigieron lentamente hacia la tienda de Ryo, justo al final del apartado de las Águilas Negras. Allí se enfilaban las tiendas de los sirvientes como él. Al cruzar a través de los primeros bloques, se toparon con Leoneil y Mizuki, a este último Ryo le revolvió el cabello antes de continuar con su camino. El mayor lo invitó a pasar al humilde espacio, encendió las velas y se sentó sobre un cojín frente la pequeña mesa. Esperó a que Anzi lo imitara y alargó la mano hacia la jarra y las copas. El vino estaba un poco caliente, pero el sabor era tan maravilloso que nada lo opacaba. Luego de encender su pipa, Ryo dio un par de caladas.

─¿Así que eres un esclavo, eh? ─le preguntó Anzi al ver sus numerosos tatuajes─. Jamás te hubiera imaginado como uno.

─Mhh ─Ryo asintió sin ofenderse. Dio un par de caladas más y sirvió el vino─, no está tan mal. Al menos no tengo demasiadas limitaciones. Además, estas tierras son preciosas. Aunque me gustaría poder viajar a mi gusto a lo largo del continente. Ya sabes, todas las tierras son bellas, hay mucho que ver. También estaría bien despedirme de mi familia, ver a mis sobrinos que ya deben ser adultos… he perdido dos dedos en el intento ─alzó su mano mutilada unos segundos, la que sostenía la pipa.

─¡Vaya! Tu amo debe ser un hombre severo ─apuró la primer copa, luego se sirvió él mismo la segunda.

─Sí, algo así… aunque le tengo un poco de cariño, ¿Sabes? Prácticamente lo conozco desde que era un mocoso, tenía diecisiete años cuándo me capturó. Todo un salvaje… ─pareció meditar algo mientras fumaba─. Hay tantas cosas que sé, Anzi. Soy como un libro abierto ─hizo otra pausa─. Es el muchacho del cabello largo que vimos antes de entrar aquí.

─Lo había visto antes, dentro del burdel ─asintió antes de beber de nuevo.

─Dime, ¿No te recuerda a alguien? ─aventuró con esa expresión que Anzi conocía tan bien─. Piensa bien, Anzi… piensa…

Anzi asintió, de hecho sí le recordaba a alguien. Cuándo era un pequeño, solía escurrirse entre la muchedumbre para contemplar a los soldados recién llegados de las expediciones, entre ellos se encontraba un hombre con la cabellera larguísima y negra, un general con el que más tarde compartió su tiempo en el ejército: Sakurai Atsushi─ Me recuerda mucho a Atsushi cuando era joven ─sonrió ante un asentimiento de Ryo.

─Ese maldito… no tienes idea de cómo lo extraño. Las conversaciones con él eran únicas, podías hablar de todo hasta cualquier hora sin cansarte… ─bebió un poco de vino─. Leoneil, ese es su nombre. El bastardo de Atsushi, ¿Puedes creerlo? Resulta que durante los días previos a la histórica guerra del desierto, el señor se escurría entre las sábanas de una tejedora de alfombras y al fin le hizo un hijo ─soltó una carcajada animada─. Atsushi con un hijo bastardo… el más correcto entre todos nosotros… ─asintió un par de veces─. Él no sabe cómo se llama su padre. Su madre tampoco, sólo sabe que se acostó con un general del ejército al otro lado de las montañas y que tuvo un hijo de él. No creo que Atsushi lo sepa.

─Vaya, eso es muy curioso. Por cierto, Atsushi ya no está entre nosotros los vivos. Pasé largos años con él, es una historia larga. Le atravesaron el pulmón con una flecha y…

─Ya, no me digas más ─Ryo alzó su mano libre extendida, negó con su cabeza─. Después de todo tarde o temprano nos llega.

─El bastardo de Atsushi… ─murmuró Anzi con aire pensativo─. Es muy curioso, ¿Sabes? Porque yo tengo al hijo de Miwa conmigo, prácticamente lo he visto crecer desde que era un bebé.

─¿Eh? No sabía que Miwa tuviera otro hijo además de Mizuki ─frunció el entrecejo─. Mizuki es el único hijo de Miwa, al menos hasta dónde sé… sabía… ─ladeó la cabeza.

─¿Mizuki? ─pareció pensar un poco y luego negó con su cabeza─. Puede que sea menor que Kei. El mocoso ya tiene veintiuno.

─Mizuki es más pequeño, puede que sea su hermano menor… aunque es curioso que no sepa de la existencia de otro hermano. A menos que sea un bastardo o algo parecido.

─Oh no, esa también es una larga historia ─alzó su copa para terminársela─. Podría decirse que… en parte… le hurté su hijo a Miwa y al parecer decidió tener otro.

─Estás repleto de largas historias, Anzi ─soltó una nueva risa─. Eso tiene mucha lógica. ¿Quién pensaría que ese tirano fuera a tener retoños? Hace muchos años supe que el maldito murió, ya está dónde debe. Mizuki es precioso, sólo se le parece un poco en apariencia. Me tiene un poco loco, aunque Leoneil tampoco está mal.

─¿Nada como la carne joven, eh? ─le coreó la nueva risa que brotó a partir de la pregunta. Luego les sirvió vino a ambos.

─Ah… ─Ryo suspiró y se mantuvo en silencio, su cabeza vagaba por viejos recuerdos. De manera inconsciente, saber que Atsushi había muerto le afectó más de lo que pensaba.

─¿Aún luchas? ─le preguntó Anzi, distraído por el humo que de vez en cuando Ryo dejaba escapar y cuyos restos flotaban en la atmósfera iluminada por la llama de un par de velas gruesas.

─Para eso vivo, señor ─respondió animado─. Me las arreglo bien con dos dedos menos, no es tan difícil cuando te acostumbras.

─¿Te gusta estar aquí, cierto? ─hizo una ligera pausa en busca de reflexionar─. A mí sí. Además mis hijos están aquí, apenas los encuentro.

─¿Tienes hijos, maldito bribón? ─bebió de su copa hasta vaciarla, el vino estaba demasiado caliente para su gusto─. No te imagino siendo padre, serías un desastre.

─De hecho, es la primera vez en mi vida que los veo ─al recargar perezosamente los codos sobre la mesa, se masajeó un poco las sienes─. Son Hakuei y Miko.

Ryo lo miró en silencio, un poco boquiabierto. Luego movió su cabeza con un gesto perplejo─ ¿Cómo es que no lo sabía? Ahora encuentro muchas cosas que encajan en su lugar…

─¿Acaso tienes que saberlo todo? Pareces una muchacha chismosa ─ambos rieron a la misma vez, luego Anzi suspiró plácidamente─. Se está bien aquí, me quedaré otro poco y luego te dejaré dormir.

 

La cena había resultado abundante y exquisita, en el comedor privado sólo quedaban ella, Manabu y Kazuki. Omi había decidido quedarse un poco más ya que había bebido demasiado vino y no podía dar un paso. Al poco tiempo se percató de que el par que la acompañaba se encontraban demasiado cerca uno del otro, decidió dejarlos solos. Se levantó torpemente, masculló unas palabras de despedida y medio a los tumbos abandonó el lugar. No le apetecía hacer nada en especial, era demasiado temprano para dormir. Decidió recorrer un poco el burdel hasta encontrar algún espacio donde pudiera sentarse a hacer nada, si tenía suerte se toparía con alguno de sus hermanos o con Anzi.

Recorrió numerosos pasillos, atravesó diversos salones atestados de clientela y personal, hasta que al fin la música animada proveniente de uno de los salones, la atrajo como abeja a la miel. Se asomó un tanto cauta, el lugar estaba atestado. Decidió escurrirse entre la gente con movimientos torpes, hasta que al fin se recargó contra una de las numerosas columnas de los laterales, donde la cantidad de gente era menor. Desde allí tenía una vista privilegiada de lo que sucedía: los músicos tocaban sin cesar, como si jamás sintieran cansancio en sus manos. En el centro, varias chicas bailaban divertidas, despreocupadas, como si nadie las estuviera viendo. Los trajes eran bonitos, algunas de ellas llevaban faldas abiertas a los costados, que dejaban al descubierto las desnudas piernas; otras llevaban pantalones al igual abiertos en los laterales. Cada una de ellas llevaba corpiños con cuentas bordadas, algunas caían en pequeñas cascadas sostenidas por hilos cosidos. Y allí la vio a ella, la hija de Anzi cuyo nombre no recordaba. Sobre los pantalones de su traje negro y dorado, se había colocado un pañuelo con cuentas bordadas sujeto a las caderas. Bailaba con las otras chicas, daba pequeños saltos, movía las caderas y las manos, se reía. Lo más probable era que estuviera acostumbrada a divertirse de esa manera.
Sus ojos recorrieron el cuerpo de la muchacha, se fijó en sus movimientos, la manera en la que sacudía el cabello cada vez más alborotado, sus pequeños pechos ser sacudidos sin pudor, su sonrisa maravillosa… no tenía idea si era a causa del alcohol o de la manera en la que ella se movía, pero de repente sintió un varonil impulso de jalarla por los cabellos y besarla. ¿Acaso estaba mal pensar en la muchacha como una mujer? Sus hermanos solían andar con otros chicos, pero ella era una mujer. El cuerpo se le tensó cuando Miko clavó la mirada en sus ojos, un calor inesperado le recorrió el cuerpo hasta concentrarse allí abajo, donde jamás lo había sentido antes.
Era una sensación extraña, sofocante, se encontró con que respiraba de manera agitada. Y ella continuaba moviéndose frente a sus ojos, entre vueltas con las demás muchachas a las que tomaba por las caderas y risas ante las aclamaciones de la gente por cada vez que las besaba.

La música se volvió más rítmica, contempló los pequeños saltos que la hija de Anzi daba al recorrer el círculo que las rodeaba. Pronto comenzó a jalar a hombres y mujeres por igual hacia el centro, las demás muchachas se les unieron, el círculo desapareció entre demasiadas personas que bailaban, hacían palmas, saltaban, reían. Omi creyó perderla de vista; sin embargo, pronto volvió a avistar su cabello castaño. La muchacha parecía acercarse peligrosamente hacia donde se encontraba.

Omi se halló en un estado entre el pánico y el nerviosismo, pensó en que jamás volvería a saciar su curiosidad. Miko se acercó demasiado a ella, tanto así que al ser empujada por un par de personas de aquella masa, pudo sentir sus pechos contra su cuerpo. La manera en la que la más baja se apartó el cabello del rostro se le hizo irresistible, observó sus manos, sus muñecas adornadas con pulseras de oro y piedras preciosas, el enorme collar que pendía de su cuello, sus hermosas clavículas.

─¿No bailas? ─le preguntó sin dejar de moverse, demasiado sugerente como para que la mayor pudiera dejar de mirarla.

─N-No… ─sólo pudo responder. Enseguida se dio la vuelta, dispuesta a huir de allí, del calor y todas las cosas que le provocaba. Cerró sus ojos al sentir el agarre en su muñeca. Si daba un paso más, el mundo comenzaría a darle vueltas otra vez.

─Vamos ─le alentó ella y jaló de la muñeca de Omi, soltó una carcajada al notar que estaba ebria. Tenía encanto natural, como toda mujer de su tipo. La tomó por ambas manos, la guio lentamente  hacia el centro sin dejar de mover las caderas al compás de la música, por completo consciente de la mirada ardiente de la más alta. Entonces le soltó una de las manos, dio una vuelta y continuó guiándola hasta el otro extremo del salón. Fue allí que se posó las manos de la pelicorta sobre las caderas, las movió durante largos instantes, fascinada por su reacción. Entretanto con sus dos manos le acarició varias veces al abdomen, luego las paseó fugazmente sobre su pecho casi plano. En un impulso terminó por tomarle las mejillas, obligarla a inclinarse y unir sus labios a los de ella.

Instantáneamente Omi sintió una sensación extraña recorrerle el cuerpo, pensó que así debía sentirse uno cuando lo alcanzaba un rayo. Intentó que la nula experiencia en besos se disfrazara con la torpeza de la borrachera, sus manos apretaron levemente la cálida cintura desnuda. La lengua de Miko acarició sus labios, luego sintió repetidos besos bajar por su mentón hasta su cuello. Por dentro, se sentía en llamas.

Miko se mordió el labio inferior, aspiró el aroma de las flores del agua de baño que tan cotidiano se le hacía, sobre la piel de la más alta resultaba exquisito. Luego acercó los labios a su oído y le preguntó su nombre, entretanto le rodeaba el cuello con los brazos. Volvió a mover sus caderas suavemente de lado a lado contra las de ella. Omi, sí, ahora creía recordarlo… enredó sus dedos en los cortos cabellos de su nuca.
Cuando supuso que ya había pasado demasiado tiempo, se separó de su cuerpo, la tomó por una de las manos y la guio a través de la muchedumbre hasta una de las puertas. Atravesaron una serie de pasillos, subieron un par de escaleras, hasta que al final luego de asomar las narices entre diversos cuartos, Miko se adentró en uno vacío. Volteó, volvió a tomar por las mejillas a Omi y la besó.

Sabía que tal vez no estuviera en lo correcto al hacer eso, pero Miko era simplemente irresistible. Cada vez que le ponía las manos encima, la sensación de ser alcanzada por un rayo se amplificaba. Permitió que la guiara hacia el lecho, entre los cojines y las sábanas. Se recostaron. Sentir encima el cuerpo de ella resultó más agradable de lo que pensaba. Aunque los efectos del alcohol habían cesado un poco, aún se sentía torpe. Soltó un ligero suspiro que no creyó suyo al sentir el muslo de la menor entre sus piernas. La pasión aumentó entre besos y caricias, Miko le tomó ambas manos, se las colocó sobre sus pechos, le indicó suavemente que apretara. El roce de ese muslo firme la hacía enloquecer. Jamás había sentido tanta humedad entre sus piernas.

A su vez, ella se movió contra el muslo que tenía entre sus piernas. Los suspiros contrarios la divirtieron. Le mordió y succionó varias veces el labio inferior, entretanto se quitó el pañuelo de las caderas. Más adelante, con decisión tomó las manos de la muchacha que no cesaba de tocarle los pechos o las caderas y las posó sobre su trasero, permitió que también lo apretara mientras se encargaba de colar sus manos por debajo de la camiseta masculina hasta alcanzar su pecho.
El respingo de Omi la hizo reír, lentamente alzó su camiseta hasta descubrirle los suaves pezones a los que lamió y succionó repetidas veces. Terminó por quitarle la camiseta, volver a su tarea mientras escuchaba los suaves gemidos. Para calmar las ansias se frotó con energía contra su muslo, Omi suspiró de manera más notable al seguramente sentir sus movimientos.
Al cabo de varios minutos decidió ir un poco más allá, infiltró su mano dentro de los pantalones hasta alcanzar el espacio entre sus piernas, donde se quedó a acariciar repetidas veces. Le besó el cuello cuando Omi echó su cabeza hacia atrás y sin poder aguantarse, se incorporó, la despojó de los pantalones y llevó sus labios a besar cada lugar, sin dejar uno solo sin invadir.

Omi se retorció de placer, permitió que hiciera lo que quisiera. Nunca había pensado que se sentiría de esa forma. Ella era preciosa, la deseaba. Incluso cuando los efectos del alcohol cesaron, no quiso parar. Miko le enseño muchas cosas. Se abrazaron, se acariciaron, se besaron, hasta que por completo rendidas se tumbaron a descansar. La situación se repitió varias veces hasta que los primeros rayos del sol se infiltraron a través de las cortinas color azafrán. Mientras los primeros ciudadanos salían a llevar a cabo sus actividades cotidianas, ambas se quedaron dormidas con sus brazos alrededor del cuerpo de la otra. 

Notas finales:

Buenas ouo/ 

Vengo a traerles un capi aquí u3u~

 

Espero que les haya gustado y no se hayan traumado con el pasaje lésbico (?)

 

Les voy a dejar un pequeño detalle, ese es el de la danza árabe. Por si hay gente que se hace una mínima idea de en qué consiste, les voy a ampliar un poquito con unos videos:

https://www.youtube.com/watch?v=CBpb1A1yduY

https://www.youtube.com/watch?v=ITNi4k3yphU

https://www.youtube.com/watch?v=iVU1nHcc_Fw

 

Y pues, para las que hayan leído el one-shot del otro día, les dejo un link con la peli del Fantasma de la Ópera uwu la del segundo video que dejé por ahí al final en las notas. Es un ítem extra que no tiene nada que ver con este fic, aclaro. La peli es hm... toda cantada, al estilo Sweeney Todd de Tim Burton:

https://www.youtube.com/watch?v=XECODpJE__0

 

Y pues ouo/ espero que estén bien, gracias por leer.

Besines u3u


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