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Frozen por Circe 98

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Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! no me pertenece como tampoco lo hace la trama. Es propiedad de Walt Disney Animation Studios

Tres años pasaron. Yami cumplió su mayoría de edad hacía algunos meses y todo el lugar comenzó los preparativos. Era hora de coronarlo. Si bien, todavía se sentía la falta de los antiguos reyes, la emoción del lugar se sentía. Invitaron a varios representantes de otros países a aquella coronación por las relaciones que mantenían, los barcos llegaban y de ellos bajaban duques, duquesas, príncipes, barones, baronesas, reyes… en fin, varias figuras llegaban.


En las calles, se colocaban adornos para celebrar la coronación de su nuevo rey.  Además, era la primera vez en años que se abrían las puertas de nueva cuenta y todo el pueblo estaba ebrio de la emoción. ¡Las puertas se abrirían!


En los postes del alumbrado público, aparecía la silueta de perfil del rostro de Yami. Todo mundo ya conocía la silueta del rostro de su próximo rey, ahora, faltaba verlo en persona.


Mientras, Yugi seguía durmiendo. Eran casi las diez de la mañana y el no despertaba pero no se le culpaba, no había podido conciliar el sueño al haber escuchado que aquellas puertas se abrirían.


—Príncipe —escuchó que le llamaban desde la puerta y despertó—. Príncipe Heba.


—¿Sí? —Preguntó todavía adormilado.


—Siento despertaros alteza —dijo la voz. Él, sin embargo, negó el hecho de que recién se levantara, alegando que llevaba rato despierto—. Las puertas están apunto de abrirse, es hora de prepararse.


—¿Prepararse para qué? —Preguntó. Seguía sin estar en sus cinco sentidos.


—Prepararse para la coronación de vuestro hermano, alteza —dijo la voz y se fue de allí. Con ello, ya sabía que podía decir que había regresado a sus cinco sentidos o, al menos, a la mayoría de los mismos.


Heba miró al frente y vio su traje, repitiendo las últimas palabras dichas por el mayordomo. Reaccionó y se paró de golpe, desenredándose de los edredones que usaba para taparse durante la noche. Entró a su sala de baño, quitándose a toda prisa la pijama antes de entrar al que era baño y darse uno muy pero muy corto para salir y vestirse con su traje verde con negro y dorado.


Un saco verde con hombreras doradas sobre una camisa negra con decorados en el mismo tono de sus hombreras. Pantalones de un tono más claro que el saco y botas negras. Salió atropelladamente de su habitación.


—¡Hoy es la coronación! —Exclamó entre risas, tomando a una de las sirvientas del brazo y dándole vueltas sin herirla a pesar de traer una bandeja en la mano, la misma solo rio ante el comportamiento de su príncipe— La luz está entrando en el salón, por fin se ilumina cada rincón y ahora sacan la vajilla real —salió corriendo hacia el salón en el que había estado junto a Yami la última vez que estuvo a su lado—. Por estos pasillos deambulé, solo vagué una y otra vez —se deslizó hasta unas escaleras de caracol donde se subió al barandal y deslizó hasta llegar al fondo del mismo—. Hoy por fin las puertas se abrirán —al llegar al final de las escaleras, vio unas armaduras de caballeros y tomó el brazo de uno—. Y vendrán de todas partes —le quitó el brazo a la que estaba agarrando y vio nerviosamente a todas partes antes de dejar la parte que estaba en su mano pero no quedó bien ya que una de las piezas estaba en el suelo. Salió corriendo para evitar alguna riña—, que raro se me va a hacer —llegó hasta una ventana donde había una tabla y correas que usaban para limpiar las ventanas del castillo, saltó a la misma y comenzó a subir con la misma para tener más vista de los barcos que llegaban—. Hay tantas cosas que quiero emprender pues por primera vez en años habrá luz y música. Por primera vez en años bailaré hasta no poder más.


Salió y se fue al salón donde estaba parte de la comida, la mayoría, dulces. Se amarró a una de las cortinas.


—De gala voy a vestirme hoy, cautivador como soy. Sofisticada imagen mostraré —al tratar de moverse, se dio cuenta de que estaba amarrado a las mismas por lo que se separó, desenredándose del mismo—. De pronto la miraré allá, hermosa y elegante está y mucho chocolate comeré —realmente, comió un poco de dulce que allí estaba, engulléndose con ellos—, conversaremos divertidos, lo que es raro en verdad. Nada como antes ya será —tomó entre sus manos una estatua con un rostro masculino y lo tiró contra una de las mesas, volvió a mirar nerviosamente el lugar donde estaba para salir de aquello sin que nadie le viera y fue hacia la misma habitación donde John estaba—. Por primera vez en años, habrá magia y diversión —tenía un cuadro con una dama inclinándose e imitó lo mismo, una inclinación para presentarse ante la misma—. Por primera vez en años, me prestará alguien su atención —y eso es lo que necesitaba.  Desde la muerte de sus padres, la servidumbre había pasado la mayor parte del tiempo con su hermano Yami. Quería que alguien le prestara la atención aunque fuera por un par de minutos—. Ya sé que es una locura pensar en el amor mas por primera vez en años, me late el corazón.


Saludó cada una de las pinturas. Eran como sus amigas porque allí había pasado la mayor parte de su tiempo para quitarse el aburrimiento, estaba prohibido salir del palacio y nadie le miraba.


Mientras, Yami miraba por las ventanas a las personas que entraban al palacio. Vestía un saco verde turquesa con hombreras doradas sobre una camisa negra con aplicaciones de piedras preciosas, una capa dorada sujetada con un broche con una amatista, atada al cuello y decorado en dorado y traía guantes más claros para cubrir su magia.


—No dejes que sepan de ti, que no entren siempre me dijo a mí —miró hacia otro lado y caminó hacia una mesa donde un candelabro y un alhajero reposaban y arriba estaba un cuadro con su padre en él. Se retiró los guantes mientras veía al antiguo rey—. No has de sentir, lo has de esconder —tomó el candelabro y el alhajero entre sus manos y miró hacia el frente, tranquilizándose—. Un paso en falso y se echará a perder —había congelado las cosas. Miró decepcionado las cosas y las dejó sobre la mesa otra vez—. Pero pronto pasará.


—Pronto pasará —dijo Heba, saliendo del castillo para ver a los invitados.


Yami se colocó los guantes con un deje de tristeza, era la última vez que sería llamado príncipe.


—Que duro es esperar —dijo mientras se los colocaba.


—Que duro es esperar —dijo Heba mientras salía del mismo, corriendo.


—Esas puertas deben ya abrir —dijo mientras se acercaba a las puertas y las abría, del otro lado, sirvientas le esperaban para atender sus necesidades antes de comenzar con el evento.


Heba vio el momento en que las puertas más externas se abrían y salió por las mismas.


—Por primera vez en años…


—No dejes que sepan de ti


—Tendré lo que soñé


—Que no entren siempre me dijo a mí


—Esta ocasión es la mejor…


—No has de…


—… para encontrar el amor.


—No has de sentir, no han de saber


—¡Mañana todo habrá acabado, solo tengo el día de hoy! ¡Pues por primera vez en años! ¡Por primera vez en años me late el corazón! —estaba sumamente alejado del castillo pero no le importaba, comenzó a correr justo en el momento en que un caballo el golpeó, provocando que cayera dentro de una canoa, la misma casi cae al mar pero es detenido por el mismo caballo y el jinete del mismo era una hermosa doncella. Ella se había disculpado con él y Heba se había quedado embobado ante la hermosa imagen de ella.


Se bajó del caballo y le ayudó a levantarse aunque Heba se levantó solo. Se limpió un poco el traje para verla.


—Princesa Odile de Francia —se presentó, dando una inclinación, tomando las manos para extender un poco su falda.


—Príncipe Heba de Arendelle —dijo, repitiendo la inclinación—. Y no pasa nada por el golpe, la mayor parte del tiempo no soy tan de la realeza. Si hubieras chocado con mi hermano Yami sería… —no terminó la oración, estaba más que claro lo que hubiera pasado si fuese el próximo rey el que hubiera golpeado— pero solo soy yo.


—¿Solo vos? —Preguntó ella y Heba sonrió.


De la nada, comenzaron a escucharse campanas por lo que el príncipe se alertó y salió de allí, disculpándose por irse y alegando dónde debía estar. Corrió de nueva cuenta al palacio para ser recibido con un par de regaños por parte del mayordomo pero no a más y lo llevó donde la misa se llevaba a cabo para bendecir la coronación de su hermano.


Todos los recién llegados estaban sentados y el coro entonando una canción en latín.


Yami estaba parado frente al obispo. El mismo tomó una corona de oro macizo con el ojo de Horus en el centro, desplegándose hacia arriba como alas. El coronado inclinó levemente la cabeza para recibirlo. Abrió los ojos y el obispo tenía, sobre un cojín, un báculo y un orbe de oro macizo con incrustaciones de piedras preciosas. Iba a tomarlo con los guantes pero el obispo le recordó lo mismo por lo que se los quitó, temblándole las manos. Tomó las dos cosas y volteó a ver a los invitados.


El mismo comenzó a decir palabras en nórdico antiguo sobre su deber con el reino pero Yami no le escuchaba, solo podía pensar en el hormigueo que salía de sus manos. Se regañaba internamente, diciéndose que no sintiera, que reprimiera su poder, que lo hiciera. No obstante, el báculo y el orbe comenzaron a congelarse lentamente.


—Rey Yami de Arendelle —dijo el obispo. Tan solo terminó aquello, no dio tiempo para que los demás le repitieran con las cosas en mano y las regresó para ponerse sus fieles guantes. Yami volvió la mirada y Heba le miraba extrañado por ello, no podría asegurar la forma en que sería con su padre pero sí que no era normal aquello.


Yami sonrió, había evitado que descubrieran su poder, que le llamaran monstruo. Había logrado con éxito ser uno más de ellos. Los demás solo aplaudían por su coronación. Ahora, él era el rostro del comercio con todos ellos.


Era el rey.


Era el rey.


Ahora, debía honrar a sus progenitores.

Notas finales:

Sayonara~


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