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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

David se aleja cada vez más de su madre al mismo tiempo que se siente más cerca de Pavel. Le pide que le lleve a la Tierra, junto a su padre.


Su hermana sufrirá un castigo por su travesura. Amy mostrará tener una lengua muy afilada, capaz de herir los sentimientos de cualquiera.

 Soldaditos armados


 


                                                                El sol no quemaba demasiado todavía y el océano Pacífico estaba algo frío en el mes de mayo. Aún así las chicas se bañaron y nadaron un buen rato antes de tumbarse sobre la arena para dorar sus cuerpos. Natalie acarició los hombros de Amy, echándole crema protectora sobre la piel.


   - Te saldrían pecas... ¡Estate quieta y deja que te embadurne bien! - Siempre se preocupaba por el buen aspecto de su compañera.


   - Odio la sensación, es pegajosa... ¿Qué más da unos cuantos lunares en la espalda? - Se giró de improviso y sujetó los brazos de su amiga con las manos. - ¡Ya está bien de untarme con esa porquería!


   Ambas se quedaron mirándose a los ojos, sonriendo como bobas, hasta que los labios de Natalie se posaron sobre los de Amy en un primer beso lleno de arrobo y ternura.


 


                              Jim seguía dando vueltas por el salón como un animal enjaulado. Bones y Spock montaban las mesas en el jardín con la ayuda de Peter y Alex. Iban y venían llevando platos, cubiertos, vasos desechables... En uno de esos viajes el almirante se acercó a su sobrino y le agarró del brazo.


   - ¡Llámala tú! - Le ordenó. - A ti te hará caso.


   - Amy vendrá, si quiere hacerlo... y si no quiere ¿qué te hace pensar que yo podría convencerla de lo contrario? - Peter se había convertido en un hombre razonable e inteligente, pero su paciencia de Kirk tenía ciertos límites.


   - ¡Por todos los dioses, Pete! ¡Se ha llevado la moto! Sólo quiero saber que está bien...


   - De no estarlo sentirías una conmoción en tu alma, sa-telsu. - Spock intervino, deteniendo el acoso a Peter al echar abajo el argumento de su marido.


   - Es verdad, tío Jim. Si a mi prima le pasara algo tú lo sabrías. - Se soltó de su brazo con una sacudida.


   - Vale, es cierto... ¡Pero por favor, Pete... llámala, dile que venga...! - Volvió a usar el diminutivo de su nombre para tratar de manipularle. - Dile que no me enfadaré por lo que ha hecho. - Mintió descaradamente, tenía pensado echarle una bronca monumental a su hija.


   - ¿Por qué iba yo a hacerte un favor? - El joven le miró con enojo. - Sé que estás poniendo trabas a la solicitud para enrolarnos en el Excelsior que hemos cursado Alex y yo.


   Jim trató de esquivarlo saliendo al jardín. Peter le siguió dando gritos.


   - ¿Cuándo vas a dejar de tratarme como a un crío? ¡Tengo veinticinco años, Jim! ¡Es vergonzoso! Acabarás obligándome a retirarme de la Flota y marcharme lejos con mi novio... ¡No pasé por la academia y todo el adiestramiento militar, para terminar de guardia en el Cuartel General a la sombra de tu ala!


   - ¡No sé de qué me hablas! - Volvió a mentir Jim. - ¿El Excelsior? ¿No es la nave que te han propuesto capitanear, Sulu?


   - Sí, partiremos en unos meses al espacio. - Se volvió para ver la cara de su esposa, Selene no estaba muy contenta con aquello. - Es una misión corta...


   - ¿Cogta? ¿Tges años lejos de tu mujeg y tu hija? - Dejó a su marido con un palmo de narices y entró a la cocina con su bebé en brazos.


   - ¡Gracias Jim! - Le espetó con sonrisa cínica siguiendo a Selene.


   El almirante agitó la cabeza. Daños colaterales mínimos, se dijo.


   - Si queréis ir con Sulu al Excelsior por mí estupendo. - Jim se sirvió una copa, martini seco con ginebra, buscó un plato de aceitunas para aliñarla.


   - Eso es lo que queremos, Jim. El hospital también se me ha quedado pequeño... - Alex le acercó una oliva y se la echó dentro del vaso. Su voz era serena, no quería discutir pero sí dejar claro al almirante que Peter y él iban a abandonar el nido.


 


 


                                             Amy disfrutó de la experiencia de descubrir su cuerpo junto a su querida amiga Natalie. El de ella también le agradó. Sus formas, más redondeadas que las suyas, más humanas y femeninas, le encantaban. Compararon el tamaño de sus senos, la dureza de sus vientres, de sus muslos, la flexibilidad de sus caderas. Intentaron ir más allá de la tela que les cerraba el paso, pero ambas abandonaron aquella exploración retrocediendo ante el dolor. Era demasiado pronto, tal vez en otra ocasión... Por el momento sonrieron de felicidad con los dedos húmedos en la miel salada de sus labios...


   - ¡Vamos al agua... tengo arena por todas partes! - Amy tironeaba juguetona del brazo de su amiga, la playa estaba totalmente desierta, podrían nadar así... desnudas.


   - ¡Amy, te quiero! - Los ojos marrones de la chiquilla estaban brillantes de amor.


   - Y yo a ti, Nat... ¡Venga, al agua! - La levantó de una vez y sin esfuerzo, su peso no suponía nada para su fuerza.


   - Lo digo en serio, Amy. - Siguió clavándole la mirada. - Te quiero.


   - Nat... yo... - Le soltó la mano y retrocedió un par de pasos. - No quiero que sufras, ya te he hablado de Pavel y de Khan, sabes que mi corazón les pertenece...


   - Bueno, no importa. - Natalie sonrió agitando su melena castaña. - Son hombres... y uno está durmiendo tan pancho mientras que el otro a saber dónde anda...


   - ¡Ah, cállate! - La empujó riendo. - Siempre seremos amigas... pero un día me casaré con ellos y puede que ya no te vea más.


   - ¡Yo te seguiré donde vayas! ¿Quién se va a ocupar de ti, desastre? - Le devolvió el empujón y echó a correr al mar.


      Las dos se sumergieron bajo las olas, limpiando así la piel de los granos de arena pegados a sus cuerpos por el sudor y los demás fluidos corporales.


   - Yo también te quiero, Nat, pero no como tú a mí... Ni siquiera puedes escucharme... - Pensó Amy con una sonrisa triste en los labios.


 


 


                                                                David contempló orgulloso su trabajo con las planchas de meletio, la fuente de energía del proyecto de su madre, al menos hasta que pasara a la fase dos. Entonces utilizarían antimateria y se establecería un circuito cerrado que alimentaría al Génesis por toda la eternidad si salía bien. Se acercó a Carol, no esperaba mucho. Unas palabras de agradecimiento, un pequeño reconocimiento por su esfuerzo... una mirada, una sonrisa, lo que fuera.


   - Ve a ponerte otra ropa, sabes que odio verte así vestido, llevas toda la semana igual. - Carol fue fría, hostil, como lo había sido siempre.


  - Mamá eres tan... - Detuvo su boca. La rabia le cayó como un peso muerto esófago abajo. - ¡Funciona correctamente! - Gritó señalando el alimentador que tanto trabajo le había costado ajustar.


   - No esperaba otra cosa. Hijo, eres un científico, estás dotado para esto, es tu vida... ¡Quítate esa camiseta roja de una vez y deja de seguir al loco de Chekov a todas partes!


   - No esperabas otra cosa... - David murmuró aquello bajando la mirada. No obtendría nada mejor de su madre, lo sabía. - ¡No pienso quitarme esto, me gusta el rojo!


      Se volvió y subió las escaleras de dos en dos hacia la planta superior. Miró por el pasillo y vio la luz del dormitorio que compartía con su amigo encendida. Corrió hasta allí y entró llorando, limpiándose las lágrimas con los puños de su jersey, esperando en silencio unas migajas de atención a su futuro cuñado.


   Pavel dejó el ordenador y se levantó nada más verle. El chico parecía muy alterado.


   - ¿Qué ha pasado ahora con tu madre? - Le preguntó sabiendo que el motivo de su disgusto no podría ser otro ya que él no había hecho nada, llevaba casi tres días sin verle apenas.


   - ¡La odio... estoy deseando largarme de aquí! - Extendió los brazos y se lanzó contra el pecho de Chekov como un camicace. No sabía si él le correspondería o le apartaría de un manotazo.


   Por suerte había pillado a Pavel en un momento de debilidad y recibió su fuerte abrazo con verdadero alivio.


   - Vedma! *(vieja bruja, en ruso) – Exclamó frotando las espaldas del muchacho.


   - ¡Promete que me llevarás con mi padre, Pavel...! - El llanto aumentó, le miraba a los ojos aguamarina suplicando una respuesta.


   - Algún día, David... - Echó la cabeza hacia atrás, arqueando el cuello, imaginando el momento de enfrentarse cara a cara a su pasado para emprender su futuro destino junto a sus t'hy'la. - Algún día...


 


 


                                                             Cayó la noche y Amy seguía sin dar señales de vida. Spock había vuelto al sofá chester, los pies desnudos sobre las piernas de McCoy. Ya todos se habían marchado a sus casas.


       Bean, el pequeño de Nyota, se volvió a llevar su regalo para Amy. Estaba empeñado en dárselo en persona. Scott lo consintió, reconociendo su propia cabezonería en su hijo de cinco años.


   Selene y Sulu hicieron las paces, ella entendió y acabó aceptando que su marido desease convertirse en el capitán de la Excelsior, la mejor nave de la Flota desde que el Enterprise abandonase su aventura.


   Jim volvía a dar vueltas por el salón ante sus ojos. La copa de brandy en su mano estaba ya medio vacía.


   - ¿A qué hora piensa volver esta niña? ¡Va a acabar conmigo! - Se volvió irritado para mirar a Spock. - ¡Tú hablarás con ella! Y ocúpate de que entienda bien su mal comportamiento, castígala para que no vuelva a repetirlo.


   - ¿Yo? - El vulcano levantó una ceja y se señaló a sí mismo con un dedo sobre su pecho.


   - ¡Si tú! A mí ya no me hace caso. Es hora de que papaíto la reprenda. - Se terminó la copa de un trago y fue a la cocina a buscar más.


   - Tráeme una a mí también, Jim. - Le pidió Bones al verle pasar, mientras acariciaba con sus dedos las plantas de los pies de Spock.


   - No sé qué decirle, la verdad. Ella ya sabe que ha estado mal. Coger la moto sin permiso, desaparecer todo el día dejándonos plantados con su fiesta de aniversario... ¿Qué castigo debo imponerle, Leonard? ¿No sufre ya bastante mi ko-fu *(hija)? - Se estremeció con las cosquillas y retiró los pies sentándose junto a su amante, apoyando la cabeza en su hombro.


   - ¡Ni idea! Si Dios hubiera querido que yo fuese padre me habría dado soldaditos armados en lugar de balas de fogueo... - La referencia a su propia esterilidad le pareció graciosa y sonrió.


   Spock le miró desde abajo, a unos centímetros de su cara, y le besó en los labios con dulzura. Bones correspondió abriendo la boca y acariciándole con los dedos la punta de su oreja derecha.


   - ¡Ten! - Jim le plantó el vaso con brandy delante de la cara, interrumpiendo el beso a su marido.


   - Gracias Jim... - Murmuró Bones cogiéndolo con su mano izquierda, la derecha seguía rozando con suavidad el puntiagudo pabellón auditivo de Spock.


      La aeromoto sonó fuera, entrando en el garaje. Jim se puso tenso. McCoy soltó su copa y le pasó la mano por encima de las piernas, sujetándolo con fuerza para que no se levantase del sofá.


   - Tu turno, duende... - Pensó Leonard. - ¡Oh, no me mires así, Spock! Sólo hazlo lo mejor que puedas...


   Spock suspiró y se levantó a abrir la puerta.


   - Buenas noches papi, hola Bones... - dijo Amy entrando al salón, - ...a'nirih... - Sus ojos apenas se cruzaron con los de Jim un segundo. Suficiente para ver lo enfadado que estaba.


   - ¿Qué horas son estas de volver a casa, Amy? ¿Dónde has estado todo el día? Sabías que íbamos a hacer una fiesta... que iba a venir todo el mundo...


   - Jim, cállate... deja que sea Spock. - McCoy le interrumpió mentalmente, mirando al vulcano que no arrancaba a hablar.


   - Lo siento, espero que me hayáis dejado pastel en la nevera... - Amy se volvió a su padre y le dio un beso en la mejilla, evitando rozar su barba. - Voy a darme una ducha y a la cama. Nat y yo hemos estado en la playa, vengo agotada...


   - ¡Amy! - Spock la detuvo con su voz de mando. - Estás castigada. No saldrás en todo el verano. - Dijo esperando que fuera suficiente y miró a Leonard para ver en su gesto (labio inferior sobresaliente, ceja izquierda levantada y una ligera inclinación de cabeza) que era más o menos lo que esperaba. Jim asintió levemente mostrando su conformidad.


   - ¿Estás de coña? ¿Todo el verano aquí encerrada? - La muchacha soltó la mochila en el suelo, un tirante de su top se deslizó por su hombro, dejando al descubierto un chupetón en la clavícula que pasó inadvertido. - Sé que no hablas en serio... si no salgo de aquí no podréis ir a jugar a los médicos a casa de Bones... - Con sus palabras pretendía herir a sus padres, avergonzarlos y sacarles de sus casillas.


   - ¡Amy! - Chilló Jim levantándose del chester con un salto.


   - ¡Niña! - McCoy había hecho lo mismo y al mismo tiempo.


   - ¡Qué bien lo debes pasar, papi! ¡Están sincronizados...! - Sus ojos azules y su malévola sonrisa torcida fueron un insulto para su padre.


   Spock le cruzó la cara. Nunca antes lo había hecho, pero su ira se descontroló con aquellas palabras que sonaron sucias en la boca de su hija.


   - A tu cuarto. Ahora. - Le espetó sin gritar, con voz grave y ronca, los ojos negros encendidos en llamas.


  La muchacha se llevó la mano a la mejilla, le ardía. Le costó no perder el equilibrio con la bofetada, su padre le había dado fuerte. Recogió su mochila y subió en dos saltos al piso superior, pasando por encima de la baranda y haciendo alarde de su forma física. Cerró con un portazo. Sabía que aquello molestaba a los finos oídos vulcanos de Spock.


   - Cariño... ¿estás bien? - Jim le abrazaba preocupado, nunca le había visto furioso con Amy.


   - Todo esto es culpa mía... - El médico se dejó caer en el sofá, totalmente abatido por lo que acababa de suceder. - Ella lo sabe, sabe lo nuestro... no es tonta, se ha dado cuenta de todo...


   - No es excusa para su atroz comportamiento. - Spock se acercó a su amante, con Jim cogido de su mano. - Ven, vamos a la cama. No voy a permitir que una niña de catorce años mangonee nuestras vidas a su antojo.


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Después de esto hasta yo me tomaría una copa de brandy, y eso que no me gusta.


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