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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Cuando alguien está acostumbrado a mandar es porque otros están hechos a obedecer. Jim se saldrá como siempre con la suya. Su hija Amy tiene a quién parecerse.

 

 

Órdenes son órdenes

 

 

 

                                                                   Detrás de la puerta del baño Nat escuchaba a Amy dándose una ducha. Sus padres ya estaban en el dormitorio, se acostaron después de la cena; su amiga le advirtió que no estaban solos allí dentro... ¡Al parecer el doctor McCoy les acompañaba! Era tarde, el silencio en el barrio residencial reinaba absoluto. Debían darse prisa si no querían ser descubiertas: Amy se había propuesto celebrar que ya era toda una mujer.

 

   - ¡Vamos, tardona... siempre tengo que esperarte! - La acució en voz baja Natalie nada más salir del cuarto de aseo.

 

   - Estoy lista. - Amy se calzó las deportivas azules y cogió la cartera sobre la cómoda, guardándola en el bolsillo de atrás de sus pantalones negros.

 

   - ¿Vas a salir así? - La miró de arriba abajo negando con la cabeza. - Se supone que vamos a bailar, no a hacer deporte.

 

   Amy se rió y dejó que Nat revolviera en el armario hasta encontrar una falda y un top ajustado más de su gusto.

 

   - Ponte esto, te buscaré unos zapatos...

 

   - No, zapatos no... ¡No sé caminar con tacones! ¿En qué estaría pensando cuando dejé que me convencieras para comprarlos...?

 

   - Está bien, pero al menos recógete el pelo. - Buscó un coletero en la mesita de noche y se lo entregó en mano. - Pareces una leona con la melena suelta.

 

      Al pasar de puntillas por delante de la puerta de la habitación de sus padres, les oyeron reír... y gemir, la cama golpeaba con ritmo constante la pared. Nat se tapó la boca para amortiguar la risa y observó a Amy ponerse verdosa.

 

   Su amiga abrió la ventana del principio de la escalera que daba jardín, directamente sobre la puerta del garaje. Ni corta ni perezosa saltó abajo. Nat se asomó y la vio caer como un felino sin hacer el más mínimo ruido. Se llevó el dedo índice a la sien para indicarle así que pensaba que Amy estaba chiflada.

 

   Bajó a la carrera las escaleras, los zapatos en una mano, en la otra el bolso. Abrió y cerró la puerta con mucho cuidado de que los tres hombres de arriba no la escucharan, aunque volvió a sonreír pensando en lo ocupados que debían estar. Amy ya empujaba la moto calle abajo, con un gesto de su cabeza la llamó y Nat echó a correr hacia ella.

 

   - ¿Dónde dices que está esa discoteca? - Le preguntó Amy tendiéndole el casco.

 

   - Tú ve hacia el centro, ya te indico... - Se colocó los zapatos y subió atrás.

 

   - ¿Y si no nos dejan entrar? - Amy se abrochó la cazadora de cuero rojo con insignias de piloto, regalo de su tío Sulu.

 

   - Con lo alta que eres ¿quién se va a extrañar cuando digas que tienes dieciocho? - Nat se echó a reír y se apretó contra el cuerpo de su amiga. - ¡En marcha! - Gritó.

 

 

 

 

 

                            Ni Jim ni Bones escucharon aquel grito, ni siquiera Spock, con su fino oído vulcano, detectó el rugido de la aeromoto al arrancar. Los tres nadaban piel con piel en su océano infinito.

 

      Las manos grandes y fuertes del médico sujetaban a Jim por las caderas, entrando en él para quedarse muy quieto a esperar la embestida de Spock a su espalda. Bombearon al mismo tiempo, dejando que el rubio soportase su peso hincado a cuatro patas sobre el colchón.

 

    Gemía, Jim no podía sentir más gozo, la piel erizada en todo el cuerpo, las respiraciones de sus dos t'hy'la en su cuello. Soltó un bramido y se apoyó en los antebrazos, agachando la cabeza, la espalda inclinada. Los dedos de Bones se le clavaron entre los omóplatos.

 

   - Os quiero a los dos... os quiero dentro a los dos... al mismo tiempo... - Su pensamiento, aquella idea, sonó fuerte en las cabezas de Spock y McCoy.

 

  - No, te dolería... es demasiado, sa-telsu... - No quería hacerle daño a su marido.

 

   - Podré aguantarlo, Spock... Lo deseo... dádmelo... - Jim se balanceaba adelante y atrás sobre sus rodillas.

 

   - Leonard, dile que no... - Le rogó en sus pensamientos, besándole el hueco entre el cuello y la clavícula desde atrás.

 

   - Está muy dilatado, Spock... creo que podríamos hacerlo... - Lo cierto es que él también lo deseaba: sentir el miembro del vulcano rozándose contra el suyo, apretados juntos dentro de Jim...

 

   - Vamos, Spock... Es médico, si él cree que podemos... - Se soltó del agarre del doctor para mirarles a los dos a la cara. - Lo deseo, con todo mi ser... ¡Dádmelo! - Susurró con voz cálida, los ojos entornados por la lujuria que sentía.

 

   Acarició las marcas del minotauro con la lengua, tumbó a su marido de espaldas en la cama y se colocó a horcajadas sobre él. Las manos de Spock le sujetaron las caderas mientras Jim se introducía con facilidad, separando las nalgas, el miembro de su marido todo de una vez. Bones, a su espalda, dejó caer un buen chorro de lubricante sobre su pene, masajeándolo, después empezó a meter sus largos dedos, embadurnados en el líquido aceitoso, dentro de su amante. Sintió el miembro de Spock allí y lo acarició también, girando la muñeca con cuidado.

 

   - Mmm... vamos Bones... tú también... - Le pedía Jim gimiendo de placer.

 

   - Ya voy, mi amor...

 

   El médico esperó a que Spock retirase su pubis de los glúteos de Jim y entró dulce, lentamente, hasta que sus testículos y los del vulcano se rozaron.

 

   - ¡Aaaaahhh! - Jim tensó la columna en el grito, las rodillas clavadas en la cama, los brazos estirados como columnas aguantando su propio peso y el de Bones, rozando con las muñecas dobladas los hombros de Spock.

 

   - Sa-telsu... - Su marido sintió su deleite, embelesado contemplaba la boca abierta, los ojos cerrados con una lágrima a punto de desprenderse de ellos y caer sobre su cara. Notó el duro miembro de Leonard pegado al suyo propio, aprisionados allí dentro, y se estremeció.

 

   - ¡Spock, oh Dios mío! - Bones trataba de contenerse y no empujar, sabía que el movimiento debía partir de Jim, solamente él podía controlar si sentía algún dolor.

 

   - Estaos quietos... no os mováis... - Aquello sonó a orden en sus cabezas y ambos obedecieron implícitamente.

 

   Jim se acomodó entre los dos, dejando caer la cabeza sobre la almohada a la derecha de su marido, mirándole a los ardientes ojos negros, y a Bones a su espalda, tenía los labios apretados respirando con fuerza por la nariz encima de su cabeza. Cogió aire e inició un leve y ligero balanceo de la pelvis, atrás y adelante... cuando se acostumbró a la sensación de estar lleno, completamente invadido por sus amados t'hy'la, el movimiento creció en fuerza y ritmo, llevándoles a los tres mar adentro, lejos de cualquier costa a la que regresar.

 

      Spock y Leonard acabaron aplastando a Jim con sus cuerpos, dejando al rubio casi sin aliento. Hubo un instante en el que inexplicablemente sus tres bocas se unieron en un beso pausado, todos detenidos en su vaivén... La sensación de ser uno les arrebató la conciencia de individualidad. Jim se llevó los dedos al pecho buscando allí las cicatrices de su esposo, Leonard se rozó una oreja sorprendiéndose de no encontrarla puntiaguda, Spock se tocó una ceja notándola extrañamente picuda.

 

   No supieron quién era quién y volvieron a dejarse arrastrar por las olas de su océano... hasta que la espuma rompió en la playa y Jim se dejó morir sobre el pecho de Spock. La semilla de sus dos t'hy'la le chorreaba muslos abajo, la suya se le pegaba al vientre uniéndolo al de su marido. Bones se tendió a su lado, estaba exhausto.

 

 

 

 

 

                              Las luces estroboscópicas iluminaban con sus destellos los cuerpos de las dos muchachas en la pista de baile. Había decenas de personas allí, todos agitándose frenéticos al ritmo de la música electrónica. Nat miraba a su amada Amy saltar y contonear las caderas después, agitando los brazos en el aire con el ritmo, sacudiendo su melena negra, suelta y rizada, en el aire a su alrededor.

 

      Un mechón se le pegó a la cara con el sudor. Natalie estiró la mano y lo apartó con delicadeza de aquella boca a la que deseó besar. Amy debió adivinarlo, porque la tomó por la cintura y la estrechó contra su cuerpo con fuerza. Sus labios quedaron unidos un buen rato, antes de que los abrieran y se devorasen una a otra, rodeadas por desconocidos que ni siquiera las miraban, bailando como estaban ajenos a todo lo demás.

 

   Una serpiente le recorrió la espalda, un escalofrío que le llegó de otro mundo.

 

   - ¡Pavel! Mi t'hy'la... - Pensó sin que nadie más entre aquella multitud pudiese oírla.

 

   - ¿Qué te pasa, Amy? - Le preguntó Nat viendo cómo su amiga se había estremecido. - ¿Sientes molestias por la regla? ¿Quieres que nos vayamos a casa?

 

   - Sí... pero no tengo ninguna molestia. Nat quiero tenerte a solas para mí, quiero desnudarte con los dientes... - Le susurró al oído con un aliento caliente que hizo que su amiga mojase la ropa interior.

 

      Había sentido a Pavel, lejos, muy lejos, supo que sus ojos aguamarina miraron a través de los suyos por un instante. Vuelve conmigo, t'hy'la... vuelve pronto. No era una súplica, esta vez lo estaba exigiendo.

 

 

Notas finales:

Para NEBULA. * (Fan de T'HY'LA que suele comentar en la otra web donde publico la historia) Metió la idea en mi cabeza y esto es lo que ha salido, espero que os guste.

 Gracias a tod@s por leer, gracias por comentar.

P.D.: Creo que todavía quedan pañuelos de papel en alguna parte.


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