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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Spock no soporta quedarse fuera cuando Jim y Bones están a punto de entrar en su océano de aguas azules e infinitas. El vulcano se rinde, el pacto ha funcionado.


Por otro lado el Cuartel General de la Flota reclama la presencia de la tripulación a bordo del Enterprise: una emergencia en Nimbus III precisa atención inmediata.

 


Claudicación


 


                                                                   Pavel, tumbado en el sofá del salón de Nyota, dejaba que su viejo amigo el doctor Oetker pasara una y otra vez el tricorder alrededor de su cabeza. Sus ojos azúles le miraban con una mezcla de alegría y compasión. Apagó el aparato y le acarició el pelo.


   - Todo parece estar bien, Pavel. No entiendo qué te ha podido causar esa hemorragia. - Su voz sonaba tranquila, llena de aplomo, como siempre.


   - Amy... estaba demasiado serca... - Pavel estaba débil, trató de incorporarse. El médico se lo impidió poniendo la mano sobre su pecho.


   - No, descansa. - El doctor se acercó a Nyota. - Dejemos que duerma un rato.


   - Ya habéis oído, niños. - Abrió los brazos moviendo las manos hacia delante, apartando a los chiquillos del lado del paciente. - El tío Pavel tiene que recuperarse, ya hablaréis con él más tarde.


   Cayden y Bean, obedientes, subieron a su habitación de juegos en la planta de arriba. Su madre y el doctor alemán entraron en la biblioteca, dejando la puerta entreabierta para estar pendientes por si Pavel necesitaba alguna cosa.


   - Ha cambiado mucho, su físico... se ha puesto fuerte. - Otto Oetker recordó la última vez que le había visto, cuando tuvo que curar las terribles heridas que el klingon le hizo al tener sexo con él. - ¿Qué ocurrió exactamente?


   - Todo pasó tan deprisa... Amy se asomó a la puerta, ella no dijo nada, ni siquiera se tocaron... Se marchó en el coche de Alex con ese otro muchacho. - Nyota se preguntaba quién era aquel chico rubio que había llegado con Pavel.


   - He oído que os llaman otra vez a filas. - El doctor rechazó la oferta de una copa que su ex-compañera le hacía con un gesto desde el mueble bar.


   - ¿Y a ti? ¿No te han reenganchado, Otto? - La morena se giró sirviéndose a sí misma una copa de martini, no le puso más que unas gotas de ginebra. Necesitaba un trago después de lo que había pasado.


   - Sí, claro que me han convocado, pero me lo estoy pensando. Tengo muchas obligaciones en el hospital. - Oetker no era ni de lejos un aficionado a las aventuras estelares.


   - Si Jim quiere que subas al Enterprise no podrás librarte. - Se echó a reír tomando un sorbo de su bebida.


   - Lo sé... El almirante siempre se sale con la suya. - Otto también sonrió, sabía que no le quedaría más remedio que obedecer las órdenes de su ex-capitán.


 


 


                                                               No hubo gritos, ni reproches, no hubo palabras. Spock no le dijo absolutamente nada. Asimilar que Carol y Jim tenían un hijo en común le estaba costando mucho esfuerzo. Imaginó cómo sería el muchacho. Debía tener unos diecisiete años, sería rubio, obviamente, y lo más probable es que hubiera heredado los ojos de su padre, igual que Amy.


      ¿Y su personalidad? ¿Cómo sería? ¿El carácter de Jim y la inteligencia de Carol... o al contrario...? Se estremeció, esperaba que el parecido con su madre fuese mínimo.


    Se sentó sobre su saco de dormir con la mirada perdida en la oscuridad de la noche. Levantó la vista hacia el cielo y los miles de estrellas que brillaban sobre su cabeza le hicieron sentir de nuevo su propia insignificancia.


   - Spock, por favor... - Jim le contemplaba allí de pie a su lado, implorándole que le permitiera entrar en su mente o al menos le dijese algo. - ¡Por todos los dioses, cariño!


   - ¿Se lo has dicho? Lo de David... - Pensó McCoy para Jim.


   - Sí, no ha abierto la boca. Me tiene aterrado, Bones. - Respondió él del mismo modo, sin palabras.


   - Ven, échate a mi lado. - Le tomó de la mano y juntos se dejaron caer sobre sus sacos de dormir. - Veremos a ver cuánto aguanta en silencio. - Empezó a besar la boca de su amante con pasión, devorándole los labios, entrando con su lengua y moviéndola junto a la de Jim.


   Le tenía tendido sobre el costado derecho frente a él, dándole la espalda a Spock. Sus manos pronto levantaron la camiseta blanca, acariciando cada tramo que dejaba al descubierto, mostrando el principio de la palabra tatuada. Sabía que el vulcano les observaba de reojo.


   - Desnúdame, Jim... y bésame en el cuello. - Le pidió en silencio.


   - Bones... ¿crees que hacemos bien? Esto es una provocación en toda regla... - Jim obedeció no obstante, después de quitarle la camisa y la camiseta la emprendió a mordiscos con su clavícula.


   - ¡Aaah, Jim...! - McCoy gimió, no podía controlar aquella sensación tan excitante.


   Spock les clavó la mirada. Notó el deseo crecer dentro de su pecho, subiéndole por el estómago hasta la cara pintándola de verde, ardiente. Gateó hasta ellos sin pensarlo, dejándose llevar por el impulso de tomarles a ambos.


   Jim sintió su presencia cerca, detrás de él, mientras se dejaba desabrochar los pantalones por las hábiles manos del médico. Su marido le rozó el tatuaje con los dedos dibujando las letras vulcanas, pensándolas una a una con la mente.


   - No... aparta, Spock. - Jim le empujaba hacia atrás con la mano sobre su vientre. - Nada de azúcar para ti... - Susurró volviendo a la boca de Bones.


   - No puedo más... - Spock claudicó. - ¡Está bien, haré el koon'ul! *(ceremonia de compromiso) – Se quitó la sudadera azul marino y la tiró lejos.


   - ¡Aleluya! - Exclamó Bones, Jim estaba riéndose y mirándole a los ojos. El pacto había funcionado.


   El almirante se dio la vuelta y besó a su esposo en los labios. La dulzura de su boca inundó la de Spock.


   - Jim, mi sa-telsu *(esposo) – Después de la montaña rusa emocional que había sido aquel día, Spock necesitaba una memorable noche de sexo con sus dos t'hy'la bajo las estrellas de California.


   - Spock, tú en el medio... - Le susurró McCoy. Quería tenerle a él mientras Jim le recibía.


   - Sí, mi amor... - El vulcano se dejó desnudar del todo por el doctor. - ¡Oh, Leonard! ¡Jim...!


 


 


                                                           Scott se teletransportó a casa desde la Base Estelar I para descubrir a su esposa compartiendo la cena... ¡con Pavel! La caja de herramientas se le cayó al suelo formando un gran estrépito. Su hijo Bean le saltó a los brazos.


   - ¡Papá... mira este es el tío Pavel, ha vuelto a la Tierra... ha viajado mucho! - El pequeño, de siete años, le contaba emocionado quién era el extraño melenudo que charlaba con su madre.


   - Papá ya le conoce, bobo... - Cayden se rió de la estupidez de su hermano.


   - ¡Scott! - El ruso se puso en pie, quería uno de sus abrazos de oso.


   - Venga Bean, Cayden... es hora de irse a la cama. - Nyota tomó en brazos a su chiquitín y subió al piso de arriba para acostarlo.


   - ¡No, yo ya soy mayor, quiero quedarme con el tío Pavel! - Protestó Cayden.


   - Cayden Bakari Scott, he dicho que a la cama... no me hagas repetirlo. - La voz de Nyota, firme como la roca, hizo que su hijo amagase la cabeza y la siguiera.


  - Buenas noches Pavel... - Se despidió. - Buenas noches papá. - Recibió una caricia en el pelo de la enorme mano del ingeniero y desapareció escaleras arriba sacando los morros.


   - Son un encanto... - Dijo Pavel con una sonrisa. - ¿Vas a quedarte ahí plantado, sin desir nada...?


   - ¡Maldito Black Donald! *(diablo) – Sacudió la cabeza de lado a lado pero una sonrisa se le dibujó en los labios. - ¡Ven aquí, gilipollas!


   - ¡Ay, no aprietes tanto! - El escocés le estaba dejando sin respiración con su fortísimo abrazo.


   - ¡Te he echado de menos, cabronazo...! - Le estaba meciendo, inconscientemente, como si fuese uno de sus hijos.


   - ¡Y yo a ti...! - Se le saltaron las lágrimas otra vez... - ¡A los dos! - Sintió la mano de Nyota sobre su nuca, acababa de bajar las escaleras y, conmovida, se les unió en el abrazo.


   - Deja que te vea bien... - Scott le apartó un paso estirando los brazos, sujetándole por los hombros.


   Tanteó los músculos, los bíceps bien formados, vio el ancho de sus espaldas, las curvas de los pectorales, la mandíbula y el cuello también se habían ensanchado. Scott entendió que los años le habían dado el cuerpo de un hombre.


   - Ya no eres ningún muchacho, Pavel... ¿Eh? ¿Qué es toda esa sangre? - Se fijó en la camiseta gris manchada de goterones por todo su pecho.


   - No es nada, Amy estaba aquí cuando llegué y me sangró un poco la narís... - Observó con la boca abierta a su amigo. - ¡Oye, empiesas a estar calvo, Scott...! - Se rió de él en su cara mirándole las pronunciadas entradas sobre la frente.


   - ¡Ah, imbécil! - Volvió a estrujarle contra su pecho.


   - ¡Chicos, eh chicos...! - Nyota había estado desaparecida un minuto y volvía con el intercomunicador de su marido en la mano.


   - ¿Qué pasa, preciosa? - Preguntó el ingeniero mirando a su mujer.


   - ¡La Flota! - Agitó el aparato delante de la cara de Scott. - Monty, te quieren a bordo del Enterprise ahora mismo. Algo ha pasado en Nimbus III.


   - ¿Nimbus III? ¿No es a la luna de ese planeta donde iban a enviarnos con no se qué suministros? - El escocés cogió el aparato de la mano de su esposa y respondió. - Aquí Scott, adelante.


   - Señor Scott, dada la situación de emergencia se adelanta la salida del Enterprise. Reúna a toda la tripulación y embarquen, nos pondremos en contacto cuando estén a bordo. Cuartel General, fuera.


   - ¿Qué? Pero mi nave no está lista... ¿Oiga, almirante Jackson? Ha cortado... - Scott miró a Pavel con el ceño fruncido. - ¿Vendrás con nosotros? El transportador del Enterprise no funciona, la mitad de las puertas no se abren y aún tengo pendiente terminar de revisar tu puesto de artillero... ¡Necesito que me eches una mano, Chekov!


   - Prepararé a los niños. Si hay que recoger a los demás en el Yosemite tenemos que darnos prisa. - Nyota subió como un rayo a la planta de arriba para levantar a sus hijos de la cama, con suerte aún no se habrían dormido.


 


                                   Pavel acompañó a Uhura a casa de Selene para dejarle a los pequeños. Aprovechó para colarse en el dormitorio y mirar a la pequeña Demora dormida plácidamente en su camita. Debía tener dos años ya, era una monada. Se fijó en sus ojos rasgados y los imaginó del color de los de Sulu. El pelo era igual de negro y lacio.


   - Cayden, cuida de tu hermano. Bean, no seas latoso. Comportaos, papá y yo regresaremos lo antes posible. Haced todo lo que Selene os diga, ella está al mando ¿comprendido? - Sus hijos asintieron, tan serios, tan formales... como dos pequeños cadetes de la academia. - ¡Oh, dadle un beso a mami! - Les estrechó entre sus brazos intentando no echarse a llorar. No sabía cuándo volvería a verles.


   - Demora es... - Pavel salía de la habitación y se dirigió a Selene. - Yebát! *(joder) ¡Es un ángel!


   - Pavel, me aleggra veg que estás bien... mejog que cuando te magchaste. - Su acento francés no había cambiado ni una pizca.


   - Selene... yo también me alegro de verte. - Pavel le acarició la mejilla, sonriéndole con los ojos aguamarina clavados en los suyos ligeramente verdes. Le acarició la melena negra y sedosa, la mujer de su amigo había ganado en belleza y serenidad con los años.


  - ¿Cómo está Sulu? - Le preguntó y las mejillas se le tornaron sonrosadas.


   - Bien, te echa de menos. - La besó donde empezaba a ruborizarse. - No te preocupes, no ha pasado nada entre él y yo... - Le susurró al oído.


   - ¡Pavel! Lo siento, cariño pero tenemos prisa.- Nyota le llamó desde la puerta. - Debemos tomar una lanzadera e ir al parque Yosemite de inmediato. Selene, cielo, gracias por quedarte con los niños.


   - No te pgreocupes, me encaggagué de ellos.


   - A ver si das con Amy y le explicas que hemos tenido que salir de repente, se marchó con David y no puedo contactar con ella. Supongo que irán a su casa cuando vean que Scott y yo no estamos. - Le dio un beso a su amiga y tiró del ruso por el brazo. - Vamos Pavel...


   - ¿David? ¿Quién es David, Nyota? - Selene no sabía de quién le estaba hablando.


   - El hijo de Jim y Carol Marcus... - Respondió ella. - Amy te lo explicará, supongo que no querrá separarse de su hermano. Esos dos deben estar muy ocupados contándose sus vidas...


   - Sí, Selene... el hijo de Jim. Le he traído conmigo a la Tierra. - Pavel le sonrió desde la puerta. - Dile al chico que lo siento, sé que está mal dejarle solo pero he de cumplir las órdenes de su padre... Lo entenderá.


   - Llamagué a Amy... ¡Tened mucho cuidado! Au revoir, mes amis! *(Adiós, amigos) – Selene se despidió y abrazó a los pequeños Cayden y Bean. - No os pgreoucpeis, niños... Papá y mamá estagán bien.


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.


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