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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Pavel se propone acabar con todos los klingons a bordo del Enterprise para vengar la muerte de su hermano pequeño, Sasha. Eris está volviendo loco a todo el personal.


Capítulo inspirado en el episodio “El día de la Paloma” de la serie original Star Trek, escrito por Jerome Bixby. En la versión Bluray el título de este episodio en el audio en español es “El día de la paz”.

 

Vengando a Sasha

 

 

                                                             A Spock le fascinaba ver trabajar a Pavel con el ordenador central. Sus grandes manos desmontaron los paneles conectando una pantalla táctil portátil directamente al procesador principal. Con una de sus cejas levantada veía los ágiles dedos del ruso manejándose con total precisión, revisando una a una cada línea de la programación, los ojos aguamarina se movían de izquierda a derecha al leer a toda velocidad. Su gesto era de atención, nada hubiera podido quebrar semejante concentración, ni siquiera los tres klingons armados con largos cuchillos que les atacaron por la espalda.

   - ¡Ayúdame, Spock! - Le pedía Scott viéndose ya rebanado por la afilada hoja del klingon que tenía encima.

   El vulcano golpeó con fuerza en la sien al guerrero que se había lanzado a por él, dejándole inconsciente para acudir en auxilio del escocés. Asomando por detrás del klingon le aplicó la pinza vulcaniana hasta dejarle sin sentido, lo cual le llevó demasiado tiempo; el tercer soldado estaba ya a punto de cortarle el cuello a Pavel, que no se había apartado del ordenador.

   - ¡Pavel! - Le gritó Scott al ver el peligro acercándose a su garganta.

   El comandante no volvió la vista, simplemente chasqueó la lengua con gesto de fastidio al tiempo que apartó con su telequinesia al klingon, enviándolo en un vuelo corto a estrellarse contra la pared opuesta.

  - Byt' spokoynym! *(¡Silencio!, en ruso) – Masculló. Seguía concentrado, trabajando, al soporte vital le quedaban menos de diez minutos de funcionamiento.

   - ¡Mírale! - Exclamó Scott. - ¡Ya podías haber hecho eso antes, Black Donald! *(nombre del demonio en escocia)

   - Vamos, Scott, ayúdame a inmovilizar a estos tres. - Spock cogió unos trozos de cable y ató las muñecas del klingon a la espalda.

   - Aprieta bien los nudos, tienen la fea costumbre de soltarse. - Le susurró Pavel sin mirarle. - Da!*(sí) Da, da da! ¡Lo tengo!

   Las luces rojas se apagaron y el sistema secundario arrancó con normalidad. Ya no se quedarían sin oxígeno. Pavel se levantó y saltó un par de veces de alegría.

   - ¿Por qué nos habrán atacado estos klingons, Spock? - Se preguntó el escocés apretando bien las muñecas del soldado al que Pavel había hecho volar con un simple gesto de su mano.

   - Ni idea, pero a bordo hay diecisiete más. - Spock hizo una señal al comandante para que le siguiera. - Vamos al arsenal, no podemos ir por ahí desarmados.

   - ¿Y el ordenador central? - Gritó Scott viéndoles alejarse.

   - ¡Arréglalo tú! No puedo estar en todo... - Le chilló Pavel corriendo detrás del vulcano por la pasarela.

 

                           Entrando a la sala de armamento se encontraron a un aturdido Peter que no se explicaba cómo los fásers de mano se habían vuelto gladius y los fusiles pilums.

   - No encontraréis otra cosa aquí dentro... - El jefe de seguridad le entregó una espada a su tío vulcano. - Los klingons están enloquecidos, he dejado a cinco hombres armados en la puerta de la enfermería, pero no he encontrado a Alex. - Su mirada azul revelaba preocupación.

   - Subiré al puente. - Spock cogió dos espadas más.

   - ¿Qué está pasando, tío Spock? - Le preguntó Peter sin entender nada.

   - No lo sé, es surrealista, la verdad. - Le dio una palmada en el hombro. - Busca a Alex y llévatelo a la enfermería, luego ve al puente.

   - Iré contigo. - Pavel siguió al pelirrojo por los pasillos, de los dos le pareció el más indefenso ante los klingons. - ¡Spock, creo que Sulu tendrá su propia espada bajo la consola de piloto!

   - Lo imagino, son para Nyota y Jim. - Respondió alzando los dos gladius que llevaba en su mano izquierda y echando a correr hacia el turbo elevador.

 

               Peter iba delante, caminaba a grandes zancadas, desesperado, su intuición le decía que Alex corría peligro. Nada más llegar a la cubierta de oficiales oyó sus gritos. Sin pensar echó a correr hacia su camarote.

   - ¡Alex! - Gritó su nombre.

   - ¡Peter! - El rubio se defendía como podía de los tres klingons que le atacaban, dando patadas y puñetazos por doquier.

   Pavel llegó detrás, sus piernas eran algo más cortas que las del jefe de seguridad. Alzó las manos y empujó con su mente a los soldados enemigos.

   - ¡Malditos klingons! - Gritó furioso. - ¡Matásteis a mi hermano pequeño en el puesto de investigasión de Arakanis IV! - Sus ojos estaban inyectados en sangre, el ruso se encontraba fuera de sí. - ¡Sasha sólo tenía sinco años y le asesinásteis delante de mí y de mis padres!

   - ¡Pavel! - Peter enterró la cara en el pecho de su novio tras ver cómo su amigo hacía reventar, literalmente, los corazones en el pecho de los klingons. La sangre púrpura salió disparada por todas partes, como quien explota un globo lleno de agua. - ¡Por todos los dioses!

   Alex bajó la vista al suelo, el soldado que tenía más cerca aún convulsionaba. Se acercó a él y trató de detener la hemorragia, fue inútil, su caja torácica estaba completamente abierta bajo la ropa.

   - Vamos, te llevaré a enfermería con McCoy. - Peter levantó a su novio por el brazo, mirando atrás vio a Pavel marcharse enloquecido.

   - ¡Acabaré con todos esos malditos asesinos, Sasha! - Caminaba con los puños cerrados, lleno de ira, cegado por la furia de la venganza.

   - Pobre del klingon que se cruce en su camino. - Murmuró Alex.

 

                                     Cuando Spock alcanzó el puente ya era tarde, los klingons habían llegado hacía rato. Sulu peleaba wakizashi en mano contra Klaa y su d'k tahg *(cuchillo tradicional) Los dos guerreros que habían acompañado a su capitán retenían a Jim y a Uhura mientras observaban el duelo.

   - Pahk! *(¡Maldición!) - Escupió Klaa, el japonés le estaba resultando difícil de vencer, y eso que él había entrado en Qu'Vat *(cólera extrema)

   Sulu dominaba el kendo *(arte japonés de combate con espada) desde niño. Sus estocadas eran certeras, su brazo firme en el ataque y sus piernas ágiles a la hora de esquivar los contragolpes del klingon que le sacaba más de dos cabezas de altura.

   Spock se echó al suelo y gateó por debajo de las consolas junto a la pared del fondo hasta estar cerca de Nyota. Con sigilo se puso en pie detrás del klingon que la sujetaba y le aplicó la pinza vulcaniana. Al mismo tiempo lanzó su espada a las manos de Jim, quien la usó para golpear, con la empuñadura de hierro, la sien del soldado que amenazaba con cortarle la garganta.

   La comandante Uhura cogió el gladius que Spock le ofrecía y saltó a la espalda de Klaa hiriéndole en un hombro. Sulu aprovechó para clavar la wakizashi en el abdomen del capitán, que cayó retorciéndose de dolor.

   - ¡Spock! ¿Qué mierda está pasando aquí, joder? - Jim gritaba alterado mirando a su alrededor. Vio entrar al puente a dos guardias de seguridad armados también con espadas. - ¿Y sus fasers, caballeros?

   - Algo los ha transmutado en estas espadas cortas. - Spock le entregó una a su esposo. - Creo que los romanos las llamaban gladius.

   - ¿Romanos? - Jim no daba crédito mirando el arma. - Pero... ¿cómo es posible?

   - Se va a desangrar... - Nyota señalaba a Klaa tirado en el suelo.

   - Llevémosle a enfermería. - Ayudado por Spock, Jim arrastró el cuerpo hasta el ascensor. - Nyota, ata a esos dos antes de que vuelvan en sí. ¡Sulu, quedas al mando!

   - ¿Cuánto tardaremos en llegar a Nuevo Vulcano? - Le preguntó Spock.

   - Dos horas y media. - Respondió el japonés limpiando la hoja de la wakizashi y guardándola en su vaina.

   - Tenemos que arreglar las cosas con los klingons, parece que todos se hayan vuelto locos. - Dijo Jim antes de que las puertas del elevador se cerraran. - Amor, ¿dónde está el general Korrd?

   - No lo sé, le buscaré. Peter y Pavel estaban tratando de encontrar a Alex, espero que ya le hayan llevado a enfermería. - Spock anhelaba que sus sobrinos estuvieran bien. - Aún quedan catorce klingons sueltos en el Enterprise, Jim.

 

                         En la bahía médica Alex les ayudó a colocar el cuerpo del capitán Klaa sobre una camilla. Lo examinó con el tricorder y consultó la base de datos del ordenador para saber cómo atenderle. Sus conocimientos sobre la anatomía klingon eran más bien escasos.

   - Jim, tienes que detener a Pavel. - El joven doctor le habló mientras estudiaba la forma más adecuada de frenar la hemorragia en el vientre de Klaa. - Ha matado a tres klingons con su telequinesia. ¡Les ha reventado el pecho!

   - ¿Qué estás diciendo? ¿Dónde está? ¿Y Peter? - Jim le acosaba a preguntas.

   - Pete salió a por él después de dejarme aquí dentro. - Un chorreón de sangre púrpura le manchó la cara. - ¡Joder, esa no es! - El médico se había equivocado de arteria. - Largaos de aquí... localizad a Pavel, su deseo de venganza le tiene ciego de ira.

   - ¿Venganza? ¿Por su época en Kronos? - Jim no acababa de entender qué le estaba pasando por la cabeza a su niño ruso.

   - No, por lo de su hermano pequeño. - Alex suturó la herida y el capitán klingon dejó de sangrar. Respiró aliviado. - Shasha... dijo que tenía cinco años cuando los klingons lo mataron.

   - ¡No sabía que tuviera un hermano! - Miró a Spock y recordando que tampoco sabía nada de la existencia de Sybok hasta que le conoció, pensó que tal vez Pavel le habría podido ocultar aquello. - Le encontraremos.

      Spock se acercó un momento a la habitación donde McCoy trataba de controlar la fiebre de Carol.

  - Leonard, ¿cómo está? - Pensó para el médico, ocultando su preocupación a Talbot que no se había apartado del lado de su amada.

   - Aguanta... - Respondió con un ademán de su cabeza reflejando la gravedad de su estado. - ¿Qué falta para llegar?

   - Una... Un par de horas, creo. - Dudó de nuevo. - T'hy'la... si ella muere, el katra de mi padre se perderá para siempre.

  - Sal de aquí, duende... - le sonrió con ternura, - ...deja que yo me ocupe de esto.

 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar, por compartir la historia conmigo.

Espero que os guste, sinceramente, aunque estoy abierta a críticas.

Dejo imagen de Anton Yelchin (Pavel Chekov)

No tiene que ver con la historia pero es tan sexy...

http://ic.pics.livejournal.com/archpyn/38100000/6971/6971_640.jpg


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