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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Pavel está nervioso, contento, alegre y feliz. No puede estarse quieto ni dejar de reír. No cabe en sí de gozo porque su corazón, a lomos de un águila gris, vuela directo hacia su amor.

 


Y caminando comenzó a cantar


 


 


                                                          La nave oscura detuvo su marcha nada más entrar en nuestro sistema solar. Al rebasar Plutón vieron algo extraño acercándose rumbo a la Tierra. Una gigantesca nave de formas redondeadas, de paredes lisas y grises, avanzaba lenta pero directamente hacia el tercer planeta contando desde su estrella central. La alarma empezó a sonar.


   - No he dado orden de pulsar la alerta, Herc. - Apolo se levantó de su trono dorado y caminó hasta el asiento del piloto.


   - ¡No he sido yo! - Hércules comprobó los monitores. - Viene del interior... la sala del trisquel.


   - ¡Apolo, tu hermana ha despertado...! - La voz de Pan sonó por los altavoces, parecía asustado.


   - Su pelo... ¿Es rojizo? - Preguntó el comandante.


   - ¡Sí, señor, su cabello es color sangre...! - Gritó el fauno desesperado.


   - ¡Mierda! - Exclamó Apolo. - Herc, ¿dónde está nuestro hermano?


   - Sigue encerrado en el laberinto, creo que el muy idiota se ha metido en el mismo centro. - Respondió consultando la pantalla de su consola.


   - Asegúrate de que no escape, voy a ver a mi hermana. - El dios salió a toda prisa del puente de mando. - ¡Ocúpate de todo! - Le ordenó al de la cabellera leonada.


   - ¿Qué hago con esa cosa? - Preguntó señalando la extraña nave.


   - ¡Síguela... mantenla vigilada, si hace algo...! - Su voz se perdió junto con sus pasos por las galerías de la nave oscura.


      Nada haría entrar en razón a Artemisa, había olido a su hermano Ares y le buscaba con sed de venganza. Apolo echó en falta la dulzura de Afrodita, le iba a costar detener a su gemela.


   - ¿Dónde está? ¡Entrégamelo! - Le exigió ella nada más verle en uno de los interminables pasillos.


   - Art, tenemos problemas más acuciantes ahí fuera... - Apolo trataba de hacerla entrar en razón.


   - ¡Te digo que quiero verle! - Intentó esquivar a su hermano para seguir adelante por el corredor.


   - ¡Ya está bien, ven aquí...! - Apolo la tomó por la cintura, abrazándola contra su pecho la besó en los labios. Rozándole los pezones con sus manos la mordió en el cuello.


   - ¡Déjame, no...! - Se revolvió entre sus brazos.


   - Cálmate entonces, o te aseguro que te tumbaré aquí mismo y te tomaré por la fuerza si es preciso. - La amenazó.


   - ¡Orióoon! - Llamó a gritos a su guardia personal, el cazador no tardó en presentarse a la carrera.


   - Mi señora... - Saludó con una reverencia a su diosa.


  - ¡Tráeme la cabeza de Ares, le quiero muerto! - Le ordenó a su amante.


  - ¡Pero, mi señora, eso es imposible...! - Los ojos verdes de Orión no podrían estar más abiertos.


   - Sólo está bromeando. - Le tranquilizó Apolo. - Art, procura mantener la cordura, hay algo ahí fuera más importante que tus estúpidas rencillas con Ares.


   - Está encerrado en el laberinto, no creo que consiga salir. - Añadió Orión.


   - Spock mató al minotauro, es sólo cuestión de tiempo que encuentre el camino. - Artemisa seguía empeñada en ir a buscarle.


   - Le confundiré entonces, enviaré a la euménide Megera ¿te parece bien? - Apolo le propuso así jugar con los sentimientos de Ares. La terrible Erinia, la celosa, volvería loco al dios de la guerra.


   Artemisa asintió, su pelo había vuelto al negro habitual. Más calmada acarició la mejilla de su hermano.


   - ¿De veras ibas a violarme? - Le preguntó con ojos de cordero degollado.


   - Eres una niña caprichosa, Art. - Apolo le apartó la mano, estaba muy molesto con todo aquello.


   - Orión te sacaría las entrañas si lo intentaras... - Le susurró al oído, orgullosa de su perro guardián.


   - Señora mía, te acompañaré de regreso a la sala del trisquel y vigilaré la puerta. - El cazador saludó con una reverencia al dios rubio y se marchó siguiendo los pasos de su amada diosa.


      Apolo regresó por donde había venido. ¿Qué habría hecho despertar a su hermana? Lo último que supo de ella es que dormía por la sangre de la medusa bajo el trisquel.


   - Pan, Orión la lleva hacia ahí. - Le advirtió pulsando la fíbula con la que sujetaba su quitón, que en realidad era un comunicador-localizador. - ¿Qué es lo que ha pasado?


   - La forma brilló con intensidad, del lado del chico ruso, creo... - Le respondió el fauno. ¿No vienes tú con ella?


   - No puedo, Orión te ayudará a controlarla. Si vuelve a pasar, si hay algún cambio en el trisquel, infórmame de inmediato.


   Apolo no podía estar en todas partes. Entró al puente de mando y observó los monitores por encima del hombro de su medio hermano. Debían ocuparse de aquella nave misteriosa que amenazaba la seguridad del planeta de los hombres. Y aún no sabía hasta qué punto, pues Cassie no le había advertido del mal que la sonda alienígena era capaz de causar.


 


 


                                                           El general Korrd aceptó sin hacer preguntas el intercambio de naves: él y los suyos permanecerían a bordo del Enterprise mientras los siete viajaban en el pájaro de presa a la Tierra. Jim solamente tuvo que decirle que lo necesitaba y el canciller klingon, agradecido por todo lo que aquellos hombres habían hecho por su pueblo, accedió sin pega alguna.


      Peter se quedó con Korrd, su tío le hizo jurar que protegería la nave y a su tripulación, al mismo tiempo le prometió que regresaría con Khan para traer a Alex de vuelta de la muerte. Le dio la orden de no abandonar la órbita de Nuevo Vulcano pasase lo que pasase.


   - No quiero que te veas implicado en esto, Peter. Sé que es tu novio de quien estamos hablando pero vamos a incumplir al menos nueve normas de la Flota. - Jim sabía que despertar a Khan y llevárselo de la Tierra, supondría un consejo de guerra para todos ellos.


   - Mantendré vigilado a Klaa, es el que más me preocupa. - Peter recordó su enfrentamiento con el joven capitán en los pasillos de la cubierta C.


   - Cuida también de Carol y de Talbot ahí abajo. Ve a verles... descansa en casa de Sarek. - Le acarició la barba con cariño. - Te conviene apartarte del criotubo aunque sea por unas horas.


   - Iré, tengo ganas de conocer a “la mujer de hielo”, como la llamáis. - El pelirrojo sonrió con la boca torcida, la ironía le brillaba en la mirada.


   - Dame un beso, imbécil. - Jim le achuchó y le tiró del pelo. - No creo que tardemos más de un par de días.


   - Tío Spock... - Peter se echó al cuello del vulcano. - Tened mucho cuidado.


   Pavel y Bones también se despidieron del jefe de seguridad del Enterprise con un cálido abrazo. Sulu le estrechó la mano con orgullo, sabía que Peter no fallaría en su misión de controlar a klingons y tripulantes.


 


      Scott y Nyota ya habían embarcado. Ella ocupaba el puesto de comunicaciones; él se había sentado detrás, frente a la consola del transportador klingon, mirando los botones y sus extraños símbolos para tratar de familiarizarse con su funcionamiento.


   - Parece diseñado por un loco furioso... - Comentó con la vista fija ante el panel.


   - Básicamente acabas de describir a un ingeniero klingon. - Pavel le dio una tablet con información sobre el pájaro de presa.


   - ¿Qué es esto? - Preguntó Jim cuando el ruso le ofreció otra a él.


   - Esta ves es mejor que os leáis el manual. - Respondió el ruso con una sonrisa. - Solamente... por si acaso.


   Jim sacó las gafas del bolsillo interior de su cazadora, todos vestían ropa civil, nada que pudiera vincularles con la Flota. Se las puso y leyó para sí el archivo que Pavel había preparado, donde las funciones básicas de la nave habían sido desglosadas para que cualquiera pudiese, en caso de emergencia, pilotar, disparar, transportar a alguien, activar el sistema de ocultación... y todas esas cosas que podrían salvarles la vida.


   - Bien pensado, Pavel. - Le agradeció Spock cuando recibió la suya.


  - ¿Desde cuando llevas gafas? - El comandante se rió de Jim, tirándosele encima se las quitó para probárselas.


   - ¡Estate quieto, cariño! - Le regañó Jim recuperándolas. - Son muy antiguas, y muy valiosas. Odio llevar lentillas y como no me puedo operar... Bones pensó que serían un buen regalo.


   - Y lo son. - McCoy le dio un capirotazo a Pavel. - Ni se te ocurra rompérselas, idiota.


   - Veo que me hisiste caso y las encontraste. - Le dijo al médico sin quejarse del golpe de su dedo en la cabeza.


   - Aún tengo mis dudas sobre cómo supiste dónde estaban. - McCoy le miró con el ceño fruncido, una cínica sonrisa se abrió en sus labios.


   - Vamos, todos a sus puestos... - Jim azotó el trasero de Chekov y le oyó reír. - ¡Siéntate en tu sitio!


   Estaba feliz, su artillero, su genio, su niño ruso reía y estaba feliz. Iba a despertar a su amante, a su t'hy'la. Después de casi trece años Pavel por fin volvería a tener entre sus brazos a su amado Khan. Jim no podía dejar de mirarle, por debajo de las gafas cayeron unas lágrimas de alegría.


   - Calma, Pavel... - Le susurró Sulu a su izquierda.


   Su compañero no paraba quieto, las piernas le temblaban bajo la consola de su puesto, tenía ganas de ponerse a cantar. Sin pensarlo, mientras Sulu marcaba el rumbo a la Tierra, Pavel empezó a tararear la primera estrofa de una vieja canción rusa que le salió del corazón. Cuando llegó a la segunda estrofa ya cantaba a pleno pulmón.


   - Vyjadila, piesnyu zavadila *(Y caminando comenzó a cantar) Pra stepnova sízava arlá, *(sobre el águila gris de la Estepa) Pra tavo katórava liubila, *(y sobre aquel al que amaba tanto) Pra tavo chi pisma biereglá... *(de quien guardaba las cartas...)


   - ¿Katyusha? - Jim había reconocido el tema, cómo le gustaba oírle cantar. El almirante se echó a reír.


   Pavel siguió cantando, golpeándose los muslos con las palmas de las manos al ritmo de la tonada, toda una orquesta sonaba en su cabeza. Volaba en un águila gris hacia su amor, estaba exultante de felicidad. Los seis le miraban conmovidos, sonriendo ante la dicha de su amigo.


   - No sé cómo ha podido esperar tantos años... - Pensó Spock para sus dos t'hy'la.


   - De no ser por lo de Alex esto no estaría pasando, duende. - Le recordó Bones a su lado.


   - Mi niño, mi precioso niño ruso... - Jim tiró de la mano de Spock hasta tenerle sentado sobre sus rodillas en la silla de mando.


   - Supongo que todo ocurre a su tiempo... - Spock le quitó las gafas a su esposo y las guardó de nuevo en la funda, dejándola con cuidado en el bolsillo interior de su cazadora gris.


   - Bones, ven aquí... - Jim le hizo un hueco y el doctor se apoyó en el brazo de la silla a su izquierda.


   McCoy se sintió algo incómodo allí sentado, Spock le acariciaba la nuca y Jim el muslo. Nyota les miraba con una dulce sonrisa en los labios y Pavel volvía a empezar su canción, esta vez desde el principio. El vulcano tiró de su cabeza y le besó, desde abajo, Jim les observaba con los ojos azules llenos de amor.


   - Bueno, supongo que no importa... - Se dijo el médico. - Después de lo del Yosemite ¡qué más da!


   Jim se echó a reír a carcajadas al escuchar sus pensamientos. Spock seguía devorando la boca de Bones y nadie decía nada, escuchando todos la alegría del comandante ruso al cantar la canción sobre la muchacha enamorada de su soldado en el frente.


 

Notas finales:

Gracias por leer, espero comentarios, al menos de este capítulo... ¡Por todos los dioses! Estoy impaciente por despertar a Khan, casi tanto como Pavel.

Dejo imagen de la fíbula de Apolo, el símbolo os resultará familiar.

http://elvestidor.files.wordpress.com/2010/01/fibula11.jpg

Y este es el enlace de la canción que Pavel se arranca a interpretar con toda la alegría de su pobre corazón.

http://www.youtube.com/watch?v=2SLvtP6KMUM


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