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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Suelo describir el tel *(vínculo) como un océano, con sus olas y sus lejanas orillas. Sulu se sumergirá en el Pacífico con sus amigos Pavel y Khan. ¿Podrá sentir lo mismo que ellos?

Domingo en la playa

 

                                                                               La gente se empezaba a arremolinar a su alrededor. Tres hombres bailando juntos de aquella manera tan sensual, rozando el erotismo, no era algo que se pudiese ver todos los días en la Bimbo, cuyo ambiente estaba más bien pensado para parejas convencionales que disfrutaban recordando los viejos tiempos.

      Bones manoseaba las caderas de Jim mientras él las balanceaba frente a un desconcertado y excitado Spock, que había dado la vuelta a la visera de su gorra para poder besar a sus t'hy'la sin que le estorbase. La canción Venus, de Shocking Blue, sonaba haciéndoles moverse a su ritmo agitando los brazos en el aire.

   Khan y Pavel habían vuelto a la mesa, se metían mano descaradamente por debajo de la ropa, devorando sus bocas sin pararse a respirar. Scott y Nyota bailaban en la pista, lejos del pequeño tumulto en torno a sus amigos. El escocés sonreía con su preciosa perla negra entre las manos.

      Spock hacía girar a Jim sosteniendo su brazo en alto, empujándole por la cintura, hasta que Bones le tomaba entre sus brazos para besarle y todo volvía a empezar de nuevo desde el otro lado. El rubio sonreía, feliz entre sus dos amantes, la música era perfecta para bailar.

      Al final el maître se acercó a los tres. Amablemente les entregó una tarjeta con una dirección donde les aseguró que se encontrarían mucho más a gusto. El nombre de otro local aparecía dibujado con todos los colores del arcoíris.

   - ¿Tienen tequila allí? - Preguntó el vulcano al hombre del smoking.

   - ¿Y buena música? - Añadió Jim.

   - Por supuesto, señores. - El encargado miró a su alrededor, la gente murmuraba sin apartar la vista de ellos. - Pueden llevar con ustedes a sus amigos, se divertirán. - Señaló a Khan y a Pavel que seguían dándose el lote sentados a la mesa.

   - Entiendo... - Murmuró Jim. - Homofobia, típico de este siglo. No importa, ya se os pasará. - Dijo palmeando en el brazo al impresionado maître.

   El almirante avisó a Scott de que salían, el escocés asintió y saludó con la mano despidiéndose. No quería dejar de bailar con su mujer, se encontraban muy a gusto allí. Jim le dio un toque en el hombro a Khan.

   - Nos vamos, seguidnos. - Les ordenó.

   - ¿Dónde está Sulu? - Preguntó Pavel cuando consiguió separar los labios de los de su novio.

 

      Fuera solamente estaba la Triumph atada al poste de la farola, el japonés había desaparecido. Jim le llamó por el intercomunicador, no hubo respuesta.

   - Se habrá ido a casa. - Supuso el ruso. - Khan, quiero irme allí, no me apetese ir a ese club que dise Jim.

   - Muy bien, llevaos la moto. Nosotros cogeremos un taxi. - No se tomó la molestia de preguntar a su marido y a su amante qué querían hacer. Jim estaba decidido a averiguar qué clase de sitio les había recomendado el maître.

   - ¡Estupendo, podrás emborracharte si quieres! - Bones se alegró de que Khan se llevase la maldita motocicleta. - ¡Vamos, Spock! Quiero seguir viéndote bailar... me gusta cómo te mueves. - Le cogió de las caderas desde atrás y le besó en el cuello, la gorra acabó en el suelo.

   - No destaquéis demasiado por ahí. - Khan se agachó para recoger la visera y devolvérsela al vulcano.

   - Tendremos cuidado. ¡Nos vemos luego, chicos! - Jim ya había detenido un taxi para los tres. - Mañana es domingo, podremos levantarnos tarde... - Sonrió subiendo detrás de Bones.

      Pavel arrancó el motor de la Triumph sin necesidad de la llave magnética. Lanzó una cálida sonrisa a su guapísimo novio, con un gesto le indicó que se subiese detrás. El moreno resopló hacia su propia frente, haciendo que el flequillo volase a un lado y levantando las cejas se preguntó si no sería mejor conducir él mismo. Se rió. De un salto tomó asiento como paquete y se aferró al pecho de Pavel, apoyando la mejilla en su espalda hasta que los dos cuerpos se convirtieron en uno.

   Aunque en su larga vida había pasado por toda clase de peligros, Khan nunca sintió tanto miedo como cuando Pavel enfiló la cuesta a toda velocidad y tuvo la brillante idea de hacer un caballito.

   - ¡Aaaah! - Gritó el sobrehumano. - ¿Te has vuelto loco? ¡Que no llevamos casco!

   El ruso soltó una carcajada volviendo a posar la rueda delantera sobre el asfalto y redujo la marcha con el manillar. Sabía que Khan no se caería, sentía la fuerza de su abrazo en las costillas.

 

         Al llegar a casa, Pavel comprobó con tristeza que la Ninja no estaba aparcada allí. Subió a la habitación de Sulu y se sentó en su cama. Volvió a llamarle por el comunicador.

   - Nada, no contesta. - Se tumbó sobre el edredón quitándose las botas. - ¿Dónde se habrá metido?

   - Estará bien, no te preocupes. - Khan se descalzó también para tenderse a su lado.

      No tardaron en quedarse dormidos, acurrucados en la cama del piloto esperando a que regresara. Khan sostenía la cabeza de Pavel sobre su hombro, las piernas del ruso estaban entrelazadas con las suyas. Así les encontró Sulu cuando llegó a las dos de la mañana con un ligero mareo por todo el alcohol que había ingerido.

   - Par de idiotas... ¿qué hacen en mi cama? - Se dijo a sí mismo perdiendo la vista en los rizos castaños de su amigo.

   Se encontraba cansado, lo único que quería era dormir. Se quitó las botas y se tumbó detrás de Pavel, abrazándole olió su pelo aspirando con fuerza.

   - Mi amada rosa... - Susurró.

   - Hikaru... - Pavel sintió su presencia, el contacto de su abrazo, el olor a sake y la calidez de su aliento en la nuca, - ...te quiero.

   Khan abrió los ojos azul hielo y poco a poco esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes. Su extraño juego estaba empezando a dar resultados.

 

 

                                                         La mañana llegó con pájaros cantando, un sol radiante y un concierto de coches pitando en el atasco que se formó en la avenida Newcomb. Bones se asustó con aquel escándalo, incorporándose en la cama como impulsado por un muelle. Spock le agarró por el hombro y le devolvió a su lugar, la cabeza sobre su pecho.

   - Costumbres humanas, Leonard. - Murmuró. - Los domingos por la mañana todos van a la vez al mismo sitio.

   Jim sonrió abriendo los ojos. Tenía la boca seca por la resaca, habían bebido mucho la noche anterior. La piel de su labio inferior se resquebrajó y empezó a sangrar, le dolió un poco y frunció el ceño. Spock se dio cuenta y le besó para humedecer la zona, lamiendo la sangre roja con la punta de su lengua.

   - ¿Y a dónde va todo el mundo al mismo tiempo, mi vida? - Preguntó McCoy mirando cómo besaba a Jim.

   - Imagino que a la playa. Hace calor, es lo más lógico. - Respondió Spock abandonando la boca de su sa-telsu.

   - Me gustaría nadar en el Pacífico, ¿qué me decís? ¡Vamos a la playa! - Jim se levantó de un salto y una losa de aproximadamente unos cincuenta kilos de peso le aplastó la cabeza. - ¡Ay! Bones, ¿tendrías algo de vitamina B12 por ahí?

   El doctor se echó a reír, las resacas no eran nada agradables, mucho menos pasados los cuarenta. Buscó en su mochila y encontró un frasco de pastillas. Le dio una a Jim y él mismo tuvo que tomarse otra. Al vulcano no le hacían falta, con su metabolismo había acabado él solo con una botella de tequila Herradura añejo y se encontraba fresco como una manzana.

   - Despertaré a los demás. - Jim besó a sus t'hy'la y se puso la camiseta y los calzoncillos.

   Salió de la habitación y tocó en la de al lado. No contestó nadie así que abrió la puerta. Pavel y Khan no estaban allí. Se fue a la de enfrente, la de Sulu. Les encontró a los tres unidos en un abrazo durante el sueño. Subió la persiana de una vez, haciendo que la luz les golpease en la cara.

   - ¡Vamos, quiero ir a la playa! Bones os dará pastillas de vitaminas, tomaos una y andando. - Jim pretendía disfrutar de un día en familia, nadie podría decir que no.

   - ¿Qué? ¡Kirk, yo no he ido a la playa en mi vida! - Khan le tiró una bota de Pavel a la espalda, era lo que tenía más a mano.

   - Pues ya va siendo hora, ¿no crees? - Contestó esquivando el golpe con una carcajada y saliendo del cuarto para levantar al resto.

   Nyota había oído las voces, envolvió su cuerpo desnudo en la sábana de arriba para encerrarse en el lavabo.

   - ¡Dile a ese energúmeno que no tengo bañador y que no vamos a ninguna parte! - Le susurró a su marido mientras echaba el pestillo de la puerta por dentro.

   El escocés aún intentaba despertar. Tuvo que cubrir su cuerpo con la almohada para evitar que el almirante viera sus vergüenzas.

   - ¡Arriba, Scotty! - Gritó asomando la cabeza por la puerta. - ¡Os quiero a ti y a tu mujer en media hora en el salón! Voy a preparar unos sándwiches para llevarlos a la playa... - Estaba eufórico, dando órdenes sin parar. - ¡Hoy será un gran día!

 

                    La excusa de Nyota no sirvió de nada. El almirante encontró un lugar donde pudieron comprar ropa de baño para todos en la misma playa de Ocean Beach. Llegar hasta allí les llevó un buen rato en el tranvía, tuvieron que cruzar la ciudad hacia el extremo opuesto a la bahía de Oakland.

   - A ocho mil doscientos sesenta y ocho kilómetros en línea recta está Tokio. - Dijo Sulu nada más llegar a la arena. Khan estaba a su lado, ambos con la vista perdida en el impresionante Océano Pacífico. - Mi familia llegó a esta ciudad desde allí, o llegarán, dentro unos cien años.

   - ¿Por qué esa mudanza, Hikaru? - Le preguntó con curiosidad.

   - Un terremoto a finales del siglo veintiuno les dejó sin nada, mis antepasados abandonaron la isla para venir a este país. - Respondió permitiendo que Khan le abrazase por encima de los hombros.

   - Yo nací en Londres, en un laboratorio de investigaciones científicas con fines militares. No tengo antepasados. - Le dijo sacudiéndole el cuerpo con una sonrisa. - ¡Pavel! ¿Dónde vas? - Su novio se había quitado la ropa a toda prisa y salía disparado hacia el agua.

   - ¡A nadar! Dabai, dabai! *(vamos, aprisa) – Gritó riendo y saltando con su corto bañador azul sobre la arena caliente.

   - ¡Espera, Khan! - Le detuvo Nyota antes de que echase a correr detrás de Pavel. - Tienes que ponerte algo de protección solar, estás demasiado pálido después de trece años metido en un criotubo.

   - Creo que las células de su piel se regenerarán tan deprisa que no le dará tiempo a quemarse, déjale Nyota. - Intervino Bones quitándose la camiseta para quedarse en slip.

   - ¡Ah, sí...! ¡Esto es vida! - Jim se había tendido sobre su gigantesca toalla estampada con la bandera de los Estados Unidos. La estiró sobre una duna, la inclinación del terreno le permitía ver el océano azul en todo su esplendor bajo el medio día.

   - Pavel sí puede quemarse, él no es un experimento genético. - Murmuró Spock fijando la vista en el marcado paquete del médico. Una sombra verdosa apareció en sus mejillas.

   - Chicos, sacad a ese loco del agua y traédemelo aquí para que le de crema. - Les dijo Nyota a Khan y a Sulu. Acostumbrada a lidiar con sus hijos les habló como una madre. - Y tú estate quieto, Monty. Tu piel de pelirrojo es muy sensible. - Le regañó mientras le frotaba la espalda con la mano pringada de bálsamo solar.

   Los dos obedecieron las órdenes de la comandante y salieron en persecución de un huidizo Pavel que, en la distancia, rió jugando a salpicarles desde la orilla.

   - Niet! ¡No quiero cremas! - Gritaba metiéndose más adentro en el mar, dejando que las olas le empapasen el pelo. - ¡Cogedme si podéis!

   - ¡Idiota, te quemarás! - Le advirtió Sulu nadando ya detrás de él.

   Khan les alcanzó en un instante, por algo era un sobrehumano. Cazó a su novio metiéndole el brazo por debajo de los suyos. Sulu se le echó sobre la espalda, pretendía hacerle una ahogadilla... ¡a Khan!

   Las olas del océano les mecían con suavidad, pequeños pececillos les hacían cosquillas en las plantas de los pies. Reían, los tres, y sin saber cómo sus labios acabaron unidos en un beso. Primero Pavel y Sulu, luego se les acercó Khan. Sus bocas iban de una a otra, asomando las lenguas que se lamieron con avidez. El moreno abrazaba al piloto y éste a su vez a Pavel.

   - Te amo, Hikaru... - Pensó el ruso.

   - No puede oírnos, Pavel. - Khan usó también la telepatía, el japonés no era parte del vínculo que ambos compartían.

   - Le deseo, Khan... ¡Deseo amarle!

   - Yo también lo deseo, quiero que te tenga para él... Y quiero estar ahí cuando eso ocurra, quiero verle disfrutar de ti. Se lo debo.

   - Chicos, no... ¡Ya está bien, basta! Por favor, dejadme... - Sulu les rogaba que le soltasen. - No puedo, Pavel. No voy a serle infiel a Selene, ya lo sabes.

 

       Hikaru Sulu nadó hasta la orilla solo, exactamente como quería estar. Su mujer, cuatrocientos años en el futuro, se estaría enfrentando al fin del mundo con su hija Demora, rezando a Dios por el regreso de su esposo. ¿Cómo iba a hacerle algo así? Selene no se lo merecía. Empujó sus ansias hacia dentro, tragándose el viejo nudo de lujuria, enviándolo a las tripas de donde esperaba que no volviese a salir jamás.

 

Notas finales:

Gracias por abrir los enlaces y hacer que los números asciendan... pero ¿estáis ahí? Llevo no sé cuántos capítulos ya sin recibir un sólo comentario, me tenéis preocupada. ¿Qué os pasa? ¡Holaaaa! ¿Hay alguien? ¿Me reciben...? Cambio... y corto!!!


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