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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Pavel se recupera del tiro en la cabeza con ciertas secuelas.


Suzanne Woolcott empieza a plantearse si su futuro no estará exactamente allí: en el futuro.

 

Vivir en un mundo así

 

 

                                                                         “Cuaderno de bitácora, martes dieciséis de junio de mil novecientos ochenta y siete. James T. Kirk, almirante de la USS Enterprise al habla. Seguimos en el San Francisco del pasado; la misión de recoger a dos ballenas grises para que respondan a la sonda alienígena y ésta deje de atacar al planeta con el rayo que emite su mensaje, se está alargando demasiado. Spock y Scott instalaron anoche el reactor de fusión nuclear en la Katyusha, el pájaro de presa klingon bautizado así por Chekov... ¡Pavel...! El pobre aún se está recuperando de su herida de bala en la cabeza, espero que hoy no se mueva de la cama en todo el día. El asunto es que aunque el dilitio se cristaliza con los átomos de uranio, no resulta demasiado estable. Mi ingeniero y mi marido tendrán que conseguir que tenga capacidad suficiente como para enviarnos de vuelta al futuro. Mañana Sulu transportará con el helicóptero las cuatro piezas de metacrilato para construir el tanque de las ballenas, hoy nos ocuparemos de dejar su instalación preparada para recibirlas y montar. El acuario liberará a Bessy y a Áyax pasado mañana, iremos ajustados de tiempo.”

   - Bones... cariño... ¿vas a hacer esas tortitas o desayunamos fuera? - Gritó Jim dejando su grabadora en la mesita de noche.

   - ¡Baja a la cocina y deja de chillar como una madre histérica...! - Le respondió McCoy del mismo modo.

 

      Spock tuvo que separarles, Jim intentaba golpear al doctor en el trasero con una cuchara de madera y Bones se defendía, riendo, con la tapadera de una sartén a modo de escudo.

   - Leonard... Jim... ya está bien, dejadlo. - Con su voz calmada el vulcano desarmaba a sus dos t'hy'la.

   - ¡Ha empezado él...! - Se justificó el rubio.

   Khan apareció por la cocina, les miró y con su sonrisa encantadora les dio los buenos días. Abrió el frigorífico y sacó el zumo de frutas rojas que Nyota había comprado especialmente para Sulu, era el favorito del japonés.

   - ¿Cómo sigue? - Preguntó McCoy por Pavel, dejando sus payasadas con Jim.

   - Ha dormido a retazos, despertándose toda la noche y diciendo cosas raras... - Khan se sirvió un vaso y bebió, la acidez del jugo le hizo encoger los ojos.

   - ¿Qué clase de cosas? ¡Sé más concreto! - El doctor estaba preocupado por el lóbulo temporal de su paciente.

   - No sé, incoherencias... - Buscó con los ojos un trozo de algo que llevarse a la boca, estaba hambriento. - Mezcla el ruso con el klingon, desordena las frases... y parece obsesionado con el vuelo de los pájaros.

   - Voy a echarle un vistazo. - Bones acudió al salón a por su instrumental médico antes de enfilar la escalera camino del dormitorio de Khan.

   - ¿Cuáles son los planes para hoy, almirante? - Le consultó el moreno.

   - Tú te quedarás aquí cuidando de tu novio, del resto nos ocuparemos nosotros. - Jim enchufó la tostadora y metió un par de rebanadas de pan; no habría tortitas. - Spock, mi amor... ¿podréis arreglar tú y Scott la estabilidad del dilitio? Algo tan estúpido no puede dejarnos aquí atrapados de por vida.

   - ¿No estaba ya solucionado con el reactor? - Khan frunció el ceño, lo de atrapados no le sonó nada bien.

   - El dilitio no se estabiliza, la energía fluctúa y no será suficiente para alcanzar una velocidad de curvatura once, la necesaria para impulsarnos hasta casa. - El vulcano levantó su ceja izquierda e inclinó la cabeza. - Si Pavel nos echase una mano...

   - No cuentes con eso por ahora, su cabeza está más confusa que nunca. - Sulu les había oído desde la puerta, intervino quitándole el vaso de zumo de las manos a Khan.

   - ¿Has dormido con ellos? - Le preguntó Jim directamente.

   - Pavel lo ha querido así... - El japonés se ruborizó, lo que había dicho parecía otra cosa. - Él... ¡Oh, ya sabes Jim! Se pasó años colándose en mi cama para dormir abrazado a mí cuando este imbécil estaba en el congelador... está acostumbrado a mi respiración.

   - Mmm... por ahí empezó Leonard... - Murmuró el vulcano.

   - Sulu solamente es un buen amigo, Spock. No insinúes nada de eso, ¿entendido? Es un hombre casado. - Khan, con su voz grave y su acento británico, sonó franco. Tal vez con un leve toque de tristeza que solamente Jim fue capaz de captar.

   - Bones me ha echado de la habitación. Ha vuelto a ponerle el TRC neuronal en la frente. - El japonés bajó la mirada a sus pies descalzos. - Espero que el daño en su cerebro no sea permanente...

   Los cuatro se quedaron en silencio. La mente del genio nunca había sido demasiado normal, un desorden en su lenguaje era lo último que necesitaba.

   - El lóbulo temporal, además de procesar el lenguaje y la información que recibe el oído, se ocupa también de regular las emociones. - El vulcano tenía ciertos conocimientos sobre la anatomía humana, sabía bien de qué estaba hablando.

   - ¿Qué quieres decir? - Preguntó Jim sacando la mantequilla de la nevera.

   - Pues que su equilibrio puede verse perturbado. - Aclaró Spock. - La ansiedad, el placer y la ira residen en esa zona del cerebro.

   - Le observaré, si veo algo extraño se lo diré a McCoy. - Khan le quitó de las manos la tostada que Jim había untado y se la metió casi entera en la boca.

   - ¿Extraño? ¿En Pavel? - Sulu meneó la cabeza. - Como si fuera tan fácil, ese loco nunca se ha comportado con normalidad, Khan.

   - Te quedarás con ellos, Sulu, y Nyota también. - Jim untó la otra tostada y la engulló a toda prisa. - Voy a ver qué opina Bones. - Dijo con la boca llena.

 

      Jim entró al dormitorio de Khan y vio a su amante atento a la pantalla táctil conectada al TRC. Sus dedos se deslizaban sobre el cristal, pasando las imágenes del escáner donde observaba con detenimiento el cerebro de su paciente.

   - No lo entiendo, todo parece normal. - Murmuró. - Tal vez se te pase solo. - Apagó los aparatos y acarició la frente de su amigo.

   - Cielo, ¿cómo te sientes? - Le preguntó Jim cogiendo la mano de Pavel y sentándose a su lado en la cama.

   - Bien, algo cansado... - Se incorporó hasta quedar sentado, apoyado contra la pared. - ¿Hay tortitas? Oído te he desir que... Te he oído desir que Bones haría tortitas. Quiero tortitas...

   - Ya, bueno... voy a prepararte unas cuantas. - McCoy le miró con ternura, el desorden en el habla seguía allí pero al menos el ruso era capaz de reconocerlo y tratar de corregirlo.

   - Mi amor... ¿está bien? - Pensó Jim para el doctor.

   - Démosle tiempo, Jim. La herida fue muy grave. - Le respondió en silencio saliendo de la habitación.

   - Cariño, hoy te quedarás en la cama, es una orden. - El rubio aguantó que Pavel le tirase de los pelos de la barba. - Khan y Sulu te tendrán vigilado. Y le diré a Nyota que te corte el pelo, tienes una pinta ridícula. - Se rió acariciando los rizos del lado derecho de su cabeza.

   - Una ves que el ave emprende el vuelo apenas mueve las alas, Jim. - Le dijo con los ojos aguamarina llenos de lágrimas.

   El almirante se le quedó mirando sin comprender. “Obsesionado por el vuelo de los pájaros”, había dicho Khan en la cocina... ¿Qué tendría su genio ruso en la cabeza?

 

 

                                                   Al disponer de poca energía ahorraron gasto apagando el sistema de refrigeración de la nave. Toda la potencia quedó así en el artefacto de ocultación que hacía que la Katyusha permaneciera invisible. Jim trabajaba arriba, en el puente, controlando las pantallas de vigilancia, los puestos de comunicaciones y de transportación, respondiendo a las preguntas que Spock y Scotty le iban haciendo sobre los indicadores a través del intercomunicador.

      En la cubierta inferior Bones echaba una mano al vulcano y al ingeniero, apartando máquinas y haciendo sitio para la preinstalación del tanque.

   - ¿Y qué haremos con esta columna, Scott? - El médico se había quitado la camiseta, secándose el sudor con ella se apoyó allí mismo. - ¿No estorbará a las ballenas?

   - ¡No puedo quitarla, Bones! Esos bichos tendrán que estarse quietecitos en su piscina... - Respondió el escocés. - ¡Por todos los Santos, qué maldito calor!

   - Quítate la ropa. - Le sugirió el vulcano con su lógica aplastante.

   - ¡No te iba a gustar! - Contestó airado el ingeniero, lanzándole una pícara sonrisa.

   Spock se echó a reír. El limpiacristales seguía siendo capaz de arrancarle una carcajada en los momentos de mayor tensión.

   - No doy con la fórmula adecuada, Scott. El dilitio sigue fluctuando. - Spock dejó de manipular los controles y se rindió.

   - Pues yo tampoco puedo. A ver si nuestro genio ruso se recupera pronto y consigue arreglar ese maldito trasto...

   El escocés acabó quitándose la camisa, mirando a sus amigos pidió permiso y se quitó también los pantalones.

   - ¡Ah! ¡Prefiero mil veces helarme el culo de frío! ¡El calor me vuelve muy irritable...! - Dijo casi chillando.

   - No hace falta que lo jures, lo hemos notado. - Bones se deshizo también de sus vaqueros. - Tú aguantas mejor, ¿verdad, mi vida?

   - Al contrario que a vosotros a mí el calor me hace sentir como en casa. - Spock estaba acostumbrado; la temperatura en Tekeh, su lugar de nacimiento en Vulcano, no bajaba casi nunca de los treinta grados.

   - Échame una mano con las guías para los cristales de metacrilato, doctor... - Le pidió ayuda el escocés.

   Juntos trataron de levantar una de las barras de metal que utilizarían para unir las paredes del tanque. Pesaba mucho, Scott se hizo daño en la espalda por la mala postura y el esfuerzo.

   - ¡Ay! - Gritó. - ¡Me ha dado un tirón en el lumbago! Lo que me faltaba... - Se quejó.

   McCoy se le acercó desde atrás y examinó con los dedos la zona, palpando las vértebras para notar si alguna se había desplazado. En ese momento la doctora Suzanne Woolcott apareció detrás de ellos. La mujer había ido a hacerles una visita, Jim la subió a bordo y le dijo que el médico estaba en la bodega de carga, así que se presentó sin más allí abajo. La imagen de Leonard acariciando la espalda del ingeniero agachado, ambos en ropa interior, le pareció bastante indecorosa.

   - ¿Tú también, Scott? ¿Sabe Nyota los jueguecitos que os traéis entre vosotros? - Preguntó con la voz alterada, casi gritando.

   - ¡Suzanne! ¿Qué haces aquí? - Bones se giró tan deprisa que hizo que su amigo cayese de rodillas al perder el equilibrio.

   - ¡Ay! ¡Matasanos! - Le chilló. - Ahora sí que no podré levantarme...

   - No es lo que piensas, él se ha hecho daño en la espalda... - La mujer seguía mirándole con cara de asombro. - ¡Por el amor de Dios, soy médico, Suzanne, no un rompe matrimonios!

   Spock volvió a reír, acercándose al ingeniero le ayudó a incorporarse.

   - Pínchale un relajante muscular, t'hy'la... - Le pidió a su amante. - Le necesitamos funcional.

   - ¿Funcional? ¡Esto duele, Spock...! ¡No puedo apoyar la pierna derecha, joder! - El escocés se aguantaba las lágrimas, se había hecho daño de verdad.

   Bones tuvo que aplicarle un hipospray y tenderle en el suelo sujetándole las piernas dobladas sobre el hombro. Con cuidado hacía girar levemente las caderas del escocés, hasta que notaba su expresión de dolor en el rostro.

   - Te ha pillado el nervio ciático... - Le diagnosticó. - El relajante muscular, el anti-inflamatorio y los corticoides que te he puesto tardarán un rato en hacerte efecto.

   - Creía que... - La doctora Woolcott se quedó más tranquila al ver que no había nada erótico entre ellos dos. - Siento lo de tu espalda, Scott... y olvida lo que he dicho antes.

   - No importa, doctora... - La disculpó el escocés. - Llevo años viviendo entre homosexuales, no es la primera vez que me toman por uno.

   - ¿Y no te molesta compartir...? Ya sabes... - Suzanne se refería al roce diario.

   - Son mis mejores amigos, siempre les he apreciado por quiénes son, no por sus gustos en la cama. - Scott le cogió la mano a McCoy y le sonrió. - Aunque alguno haya cambiado de acera desde que le conozco.

   - Los tres lo hicimos. ¿Tengo que recordarte quién salió primero con la que hoy es tu esposa? - Spock le miraba con una ceja levantada, la sonrisa no tardó en dibujarse en sus finos labios.

   - ¿Tú saliste con Nyota? - Suzanne señalaba al vulcano con incredulidad.

   - Fue su primer novio... sí. ¡Pero yo me la llevé! - Exclamó Scott orgulloso.

   - La mentalidad de nuestro siglo no es en absoluto homofóbica, Suzanne. La gente se respeta procurando conocerse tal cual es, sin hipocresías absurdas ni normas sociales represivas. - Le explicó el vulcano. - Tal vez te gustaría vivir en un mundo así.

 

      La rubia bióloga meditó sobre aquellas palabras. “Vivir en un mundo así”... libre de prejuicios, donde hombres y mujeres... ¡y alienígenas! ...convivían en paz y armonía sin importar sus creencias religiosas ni sus tendencias sexuales; donde sus ballenas podrían nadar a salvo en el mar sin que nadie intentase cazarlas jamás; donde el médico de ojos avellana, manos grandes y suaves, y sienes plateadas, caminaba con sus anchas espaldas por la faz de la tierra... Sí, le gustaría vivir en ese mundo.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por atreveros a comentar, no es tan difícil... se trata de compartir la historia, ofreciendo ideas, corrigiendo errores, aportando vuestras impresiones. Gracias por vuestro tiempo, lo más valioso que creemos poseer.


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