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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Para Pavel y Khan, Sulu se ha convertido en algo que les atañe exclusivamente a ellos.


Sin embargo la influencia de sus actos llevará a Amy a dar el paso más lejos de lo que sus largas piernas pueden alcanzar.

 

Asunto nuestro

 

 

                                                                                                     En casa de los Kirk, aquella misma noche, Spock reclamó a su sa-telsu apartándolo del lado de sus hijos en el sofá chester. Amy rió divertida cuando, tirando del brazo de su a'nirih, se disputó su cariño con su padre.

   - ¡No...! ¡A'nirih es mío, papi!

   - ¡Dale las buenas noches, Amy... me lo llevo a la cama!

   - No peleéis por mí... - Reía Jim. - Bueno, sí, pelearos... ¡Me encanta!

   - Hasta mañana chicos. - Bones besó a los dos muchachos en la frente y se alejó escaleras arriba siguiendo a Spock, que cargaba con un carcajeante Jim sobre el hombro como si fuese un saco.

   - ¿Siempre están así? - Preguntó David con su sonrisa torcida a su hermana.

   - ¡Eso no es nada! - Amy le tiró del pelo. - Ya verás luego... los gemidos, los jadeos... Si te quedas en el cuarto de enfrente... ¡no te dejarán dormir!

   David se puso colorado. Encogiéndose de hombros se echó a reír. Vivir allí iba a resultar muy divertido.

   - ¡Buenas noches Pavel! ¡Buenas noches Khan! - Amy había cerrado los ojos al decir aquellas palabras bajo la atenta mirada de su hermano.

   - ¿Puedes comunicarte con ellos? - Le preguntó sonriendo.

  - Siempre que quieran... - Amy le devolvió la sonrisa. - Si no cerramos nuestras mentes el canal está abierto, basta con concentrarse un poco.

   - El rubio la miraba asombrado. La telepatía vulcana era todo un misterio para él.

   - ¿Y no te importa que se hayan alejado de ti? Creía que el compromiso...

   - Aún no es el momento. - Amy bajó la mirada, con sus dedos rozó por encima de la ropa el lugar donde escondía su tatuaje. - Ven, demos un paseo David... - Le cogió la mano y le obligó a levantarse del sofá.

   - ¿A dónde me llevas, hermanita? - La mirada de Amy se tornó aviesa.

   - Natalie nos debe estar echando de menos... - Susurró abriendo la puerta de la calle con cuidado de que sus padres no les escucharan.

 

 

                                                           No muy lejos de la Tierra, tras la cara oculta de la Luna, una nave oscura repleta de extrañas criaturas flotaba anónima en el espacio.

   - ¿Por qué esperar? - Ares se colocaba la fíbula con la forma del trisquel sujetando su quitón negro. - Abduzcámosles a los tres... ¡Quiero abrir de una vez esa puerta luminosa!

   - Ten paciencia, hermano. - Artemisa le ayudó a terminar de vestirse. - La muchacha es demasiado joven, aún no está lista.

   - Hércules, pon rumbo al cuadrante Beta. - Ordenó Apolo pulsando su comunicador sobre el hombro. - El Excelsior está en apuros, debemos echarles una mano.

 

       El dios rubio dejó a sus hermanos para acudir al puente de mando. Cassandra le esperaba sentada en el trono dorado. Nada más verle entrar se levantó para cederle el asiento.

   - Tiempo estimado de llegada, siete horas terrestres. - Informó el piloto de la cabeza leonada. - ¡Oye! ¿Cómo llevan esos dos estar juntos?

   - Han hecho las paces. - Apolo sonrió, alzando la mano derecha esperó a que Cassie la tomase con la suya. - Kevin Riley es un buen hombre, no quiero perderle.

   - No te preocupes, la negra Ker no anda cerca. - Respondió la sacerdotisa. - Pronto el Enterprise acudirá a su rescate.

   - ¿El Excelsior está siendo atacado? - Preguntó Hércules girando la cabeza para mirarles.

   - El Imperio Romulano está en desventaja, se sienten acorralados tras la unión de Klingons y Federación. - Las palabras del dios del sol sonaron graves en sus labios, parecía realmente preocupado. - Si el comandante Riley no tiene cuidado empezarán una guerra.

   - ¿Alguien ha dicho Guerra? - Ares asomó al puente seguido de su medio hermana. - ¡Estaría bien algo de diversión mientras esperamos a la tríada del trisquel!

   - ¡Ah, cállate idiota! - Art le golpeó la nuca con la mano abierta. - Nada de juegos estúpidos con los romulanos, son difíciles de controlar...

   - ¡No para mí! - Ares agarró del brazo a la diosa y la atrajo hacia sí con un fuerte tirón. - Siempre has tenido las manos muy largas... - Acercó la boca a los labios sonrosados y los rodeó con los suyos en un beso donde le estaba demostrando quién manda.

   - ¡Ya están otra vez! - Murmuró Hércules. - ¡Empiezan así y acaban a golpes!

   Apolo se echó a reír, los amores entre su gemela y el dios de la guerra siempre terminaban con violencia.

   - ¡Sabes que no te he dado permiso para esto! - Artemisa le separó de un empujón. - ¡No hagas que me arrepienta de haberte salvado la vida!

   - ¿Tú? ¿A mí? - Ares lanzó una forzada carcajada. - ¿Y cuándo se supone que ocurrió eso?

   - ¡Los Alóadas...! - Le espetó la diosa recomponiendo su quitón corto, el ímpetu de su hermano al besarla la había dejado con un seno al descubierto.

   - ¡Fue Hermes quién me sacó de la urna! - Ares le hizo burla enseñándole la lengua, como un niño molesto al recordarle que le debía un favor.

   - ¡Y yo hice que los gemelos se matasen el uno al otro, saltando entre ellos convertida en cierva! - Art se puso las manos en la cintura, contoneando las caderas, con la frente alzada en posición desafiante.

      Los Alóadas, Oto y Efialtes, encadenaron a Ares y lo encerraron en una urna de bronce, donde permaneció trece meses gritando y aullando. La madrastra de los gemelos, la bellísima Eribea, hizo llegar a Hermes la noticia. El mensajero y su hermana Artemisa se encargaron de liberar al destructor de hombres. De aquello hacía ya unos cuantos miles de años.

   - ¡Bueno, ya está bien! Los dos os habéis ayudado mutuamente en un sinfín de ocasiones. - Intervino Apolo poniéndose en pie entre ambos. - ¿Tengo que recordaros la muerte de Adonis... o la de Hipólito? Vamos a ocuparnos de los hombres de la Excelsior, es lo único que debe preocuparos ahora. ¡Centraos un poco, hermanos!

   - Perdón... - Se disculpó Artemisa. - ¡Pero si vuelves a besarme sin mi permiso te arrancaré el corazón a bocados!

  - Lo siento, preciosa. - Ares le sonrió con sus ojos pardos entrecerrados. - No volverá a ocurrir... - Mintió descaradamente.

    Apolo levantó los ojos hasta dejarlos casi en blanco, sacudió la cabeza y volvió a sentarse en la silla de mando. El presentimiento que tenía no le dejó sonreír. La otra nave insignia de la Flota, la USS Excelsior, estaba siendo perseguida en aquel momento por varias aves de presa romulanas en el lejano cuadrante Beta.

 

 

                                                           Tal vez porque de algún modo pudo sentir la lujuria de sus t'hy'la compartiendo el sexo con Sulu, Amy no pudo controlarse y se metió en la cama con su hermano y con Nat. Su intención no era esa en un principio, se había preparado para quedarse al margen, mirando... como la otra vez, mientras David le hacía el amor a su mejor amiga. Sin darse cuenta de lo que estaba pasando los dos hermanos se besaron, desnudos, cuerpo contra cuerpo, dejando que el deseo les llevase más allá de lo que la moral permitía.

   - ¡Amy...! - Nat la abrazó, intentaba apartarla del agarre del muchacho. - No lo hagas... te arrepentirás...

      Demasiado tarde, el miembro de David ya estaba rompiendo la tela que preservaba su feminidad. La chica gritó, sus labios se vieron sellados por los de su hermano. Ambos se acoplaron en un solo movimiento, manteniendo el ritmo de sus respiraciones exaltadas y mirándose a los ojos de un brillante azul apolíneo.

   - ¿Hermana...? - David pareció sorprenderse.

   - ¡Hermano...! - Exclamó Amy reconociéndole.

   Nat les miró embelesada, echándose atrás sobre las sábanas se relamió con el goce de sus queridos amigos. Vio cómo el color de sus mejillas se tornaba verdoso y rosado, las pieles sudorosas y blancas de los dos muchachos se frotaban sin parar. Amy alzó las piernas cruzándolas por encima de la espalda de David. El ritmo se incrementó, ambos sincronizaron el vaivén de sus caderas, los gemidos se hicieron más intensos hasta que el trisquel de Amy, tatuado en el vientre por encima de su cadera derecha, brilló un breve instante sin que nadie se diese cuenta... A los dos les llegó el orgasmo entre gritos y jadeos.

   - Esto es algo que sólo los dioses y nosotros sabremos... - Murmuró Amy. - ¡Juradlo! - Les instó alzando la voz.

   - ¡Lo juro, no diré nada! - Respondió Natalie de inmediato.

   - ¡Yo también lo juro! - David se apartó del cuerpo aún vibrante de su hermana y se dejó caer de espaldas sobre el colchón. - No volverá a pasar, Amy... No está bien.

   La chica negó con la cabeza. Se giró de medio lado y cerró los ojos.

   - Pavel... Khan... - Musitó en sus pensamientos. - Si vais a ser amantes de Sulu sería mejor que os alejaseis de la Tierra... Sentiros juntos es demasiado para mí.

     Con su silenciosa plegaria se durmió. Esperaba que sus dos t'hy'la la hubiesen escuchado. La excitación que había percibido en ellos fue lo que la llevó a cometer el incesto. David tenía razón: aquello no debía volver a suceder.

 

 

                                                         Sulu dormía boca abajo, con un brazo estirado sobre el pecho de Khan y el otro posado en el vientre de Pavel a su espalda. De repente los ojos aguamarina y los azul hielo se abrieron. Sin necesidad de mirarse supieron que el otro también estaba despierto: habían escuchado la voz de Amy en sus cabezas.

   - Debemos irnos... - El sobrehumano se había estremecido con lo que sintió. - Lejos, lo más lejos posible de ella.

   - Da... - Pensó el ruso. - Y cuánto antes.

   - ¿Crees que el capitán nos hará un hueco en su Enterprise? - Khan miró a Sulu, resollaba en el sueño con un leve y suave ronquido.

   - No puede marcharse sin su ingeniero jefe y su ofisial sientífico... - Sonrió levantando la cabeza para mirar a su t'hy'la por encima de su amigo.

   - ¡Espero estar a la altura de ese puesto! - Khan le mostró los hoyuelos. - Oficial científico Donald Black, me pregunto qué pensará Spock de todo esto.

   - Lo harás bien, estás sufisientemente preparado y... ¿sobre Sulu? - Pavel se encogió de hombros. - ¡Bah! No es asunto suyo...

   - Claro que no, mi amor. Sulu es solamente asunto nuestro. - El tono de su voz, grave y con marcado acento británico, sonó ligeramente irónico en la mente de Pavel.

      Los dos se miraron con una cómplice sonrisa, dejando descansar las vértebras del cuello volvieron a conciliar el sueño. Los resoplidos del japonés les arrullaron como si fuesen una nana.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar. Espero que el capítulo os haya resultado al menos interesante.

 


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