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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

A Sulu siempre le ha gustado la jardinería. Cuidar de sus flores, su amada rosa y su preciosa violeta, es ahora su principal prioridad.


Por otro lado las cosas en la Tierra están cambiando; Amy ya no es ninguna niña.

 

El cuidado de las flores un domingo por la mañana

 

 

                                                                                       La “viola odorata”, comúnmente conocida como “violeta de olor” o “violeta dulce”, es una flor de la familia de las violáceas, de origen europeo y que puede llegar a crecer unos diez o quince centímetros. La planta es perenne y a finales de invierno regala unas florecillas muy perfumadas, de color violeta generalmente y unos dos centímetros de diámetro, usadas tradicionalmente en perfumería y en la fabricación de licores.

        A las violetas no les gusta la luz directa, es mejor tenerlas a la sombra o en semisombra. Requieren un suelo fértil y bien drenado; es conveniente regarlas dos o tres veces a la semana, aunque son fuertes y soportan bien los periodos de sequía. De todos modos, Sulu no iba a permitir que a su amada violeta le faltase el agua.

       Su preciosa rosa alba no iba a ser menos. Los rosales tienen la ventaja de que arraigan profundamente y aguantan bastante sin regar. No obstante, hay que procurarles agua abundante para que las floraciones sean espectaculares. Se debe tener especial cuidado en no pasarse; un rosal encharcado varios días es peligrosísimo, se pudren las raíces y mueren. Este es un error muy frecuente de los jardineros: regar demasiado. Sulu tenía ya experiencia y no cometería tal falla. Como amante de la jardinería el japonés sabía bien que era preferible regar por las mañanas o al atardecer, lejos de las horas de calor del medio día.

   - ¿No ibas a ducharte, moy drug? *(amigo mío) - Le preguntaba el ruso buscando una toalla con la que secarse el cuerpo. - Si le dejas agotará toda el agua caliente, ya le conosses... - Señaló a Khan a su espalda.

      El dulce olor de las violetas y la intensa fragancia de las rosas con cierto toque de cítricos y canela, inundaba el cuarto de baño. Siempre le habían gustado aquellos dos perfumes para sus geles y champús. Pavel acababa de salir de la ducha, Khan aún estaba bajo sus chorros. Sulu se había sentado cómodamente a observarles. Ahora entendía por qué Jim se hizo instalar una butaca en pleno aseo. Anotó mentalmente que debía darle las gracias.

   - Sí, voy... - Murmuró levantándose. Al dejar caer la ropa interior se desveló una erección que hizo sonreír al ruso.

   - Lyubimiy moy... *(amor mío) – Le llamó cantarín arrojando la toalla al suelo. - Hasnos un hueco ahí dentro.

     El moreno sonrió con los ojos cerrados, sabía que lo siguiente sería notar sus duras erecciones restregándose contra la parte perfectamente redondeaba en la que terminaba su espalda.

   - Tú primero, Hikaru... - Prácticamente le estaba empujando a penetrar a Khan. - La mía es más grande... mejor después de ti.

    Como todas las rosas Pavel era bastante presumido, aunque sí era cierto que su miembro tenía mayor envergadura que los de ellos dos.

 

         El cuidado de sus flores era ahora su ocupación principal. Hacía días que habían dejado HarOs atrás. Después de la boda, el Excelsior se quedó en el cuadrante Beta y el Enterprise inició su misión de tres años para exploración del Universo. El capitán Sulu cumplía con sus órdenes pero lo que más le preocupaba eran el riego casi diario de su rosa y su violeta, vigilar que la luz no fuera demasiado intensa, que sus hojas estuvieran limpias, brillantes, libres de pulgones y hongos... Cualquier cosa para poder disfrutar de la belleza y los aromas que tanto le cautivaban.

   - Sulu, aishiteru... *(te quiero) - Khan musitaba aquellas palabras sintiéndole dentro, más y más profundamente.

   - Moy drug... – Los brazos de Pavel le rodeaban desde atrás. - Déjame entrar... - Le rogó frotándose contra su espalda. - Te deseo...

   - ¡No! - Khan se apoyó en la pared de azulejos blancos. - Le harás daño, mi amor... - Temió por su amante, consideraba que aún no estaba listo para el tamaño del ruso.

   - Esta noche, cielo. - El japonés salió de su violeta y dejó espacio para su rosa. Colocándose detrás de Pavel le penetró al tiempo que él se lo hacía a Khan. - Esta noche... - Repitió suavemente. Era una promesa.

 

 

                                                                      La mañana del domingo Amy se despertó muy temprano. Se dio una ducha rápida para vestir su ropa deportiva y salir corriendo al jardín. Sus padres aún no se habían levantado y David preparaba el desayuno en la cocina.

   - ¿Dónde vas, hermanita? - Le preguntó asomándose a la ventana mientras batía unos huevos en un bol.

   - No te incumbe... - Le sacó la lengua y abrió las puertas del garaje para coger su moto caitiana.

   - ¡Sí me incumbe! - David había salido de la casa y la alcanzó sujetándola por el brazo. - Dime dónde vas o no te dejaré marchar.

   - ¡Perdona que me ría, debilucho! - La chica le empujó controlando la fuerza, no quería hacerle daño, solamente apartarle para sacar la motocicleta a la calle.

   - ¡Ay! - David cayó de culo ante sus narices. - ¿Serás salvaje?

  - Lo siento, ¿estás bien? - Le dijo sacando el labio inferior y ofreciéndole la mano para ayudarle a ponerse en pie. - Quiero dar una vuelta por ahí, tengo ganas de estar a solas... ¿es mucho pedir?

   - ¡Oh, Amy! - El rubio se sacudió el polvo del garaje de los pantalones azules de su pijama. - ¡Ten cuidado y no hagas ninguna estupidez!

   - Es domingo, idiota. - Se burló la muchacha subiendo ya a su vehículo. - Como mucho tropezaré con la gente saliendo de misa... ¿En qué lío me iba a meter un domingo por la mañana? Anda... ¡Sal de mi camino!

       David tuvo que apartarse deprisa, su hermana arrancó y enfiló la calle para salir disparada cuesta abajo hacia la salida del residencial. El ruido del motor despertó a los tres hombres que dormían arriba. El chico escuchó abrirse la ventana del pasillo al inicio de las escaleras y McCoy se asomó a ella para preguntar qué pasaba.

   - Mi hermana ha ido a dar un paseo en moto, Bones. - Le explicó David desde el jardín. - ¿Vais a querer huevos revueltos?

   - No, déjalo cariño. ¡Hoy prepararé tortitas... y a tu hermana que le den! - El médico cerró la ventana para bajar a la cocina.

        En el dormitorio principal Spock permanecía tumbado boca arriba y con los ojos abiertos, pensativo y en silencio. Amy llevaba toda la semana saliendo a solas por ahí sin decirle a nadie dónde iba o qué estaba haciendo. Su hija le tenía algo preocupado.

   - Es normal, mi amor. Tiene casi dieciséis años... - Jim justificaba su rebelde comportamiento.

   - Y David diecisiete, pero no es un irresponsable. - Respondió el vulcano.

   - Echa de menos a Pavel y a Khan, está creciendo, cariño. - El rubio seguía intentando escusar a la muchacha.

   - Parece mentira que tú la defiendas en lugar de molestarte con su actitud, cuando siempre ha sido al contrario. - A Spock le sorprendía la vuelta que había dado la tortilla.

   - Bueno, mi bebé se está convirtiendo en una jovencita alocada y algo rebelde, igual que lo fui yo. - Jim se encogió de hombros, lo cierto es que comprendía bien a su hija.

   - ¿Quieres decir que se meterá en peleas de bar y se acostará con desconocidos alienígenas como hacías tú? - El vulcano le miraba levantando su ceja izquierda.

   - ¡Oh, vaya! - Lamentó Jim saliendo de la cama. - Cría fama y échate a dormir.

   - ¿Cómo dices? - Giró el cuello cuarenta y cinco grados para mirarle, incorporado ya y apoyado sobre el cabecero de la cama. - No comprendo...

   - Pregúntale a Bones luego. - El rubio sonrió con su pícara y torcida boca dejando a su marido con la mosca tras la puntiaguda oreja. - Voy a ducharme, creo haber oído a nuestro t'hy'la que iba a hacer tortitas.

 

 

                                                      La soledad de aquel lugar, el Parque Nacional del Golden Gate en San Francisco, no podía superar a la que Amy llevaba siempre en su corazón. Las quince hectáreas de bosque de coníferas, normalmente en silencio absoluto de no ser por las aves, la rodeaban haciéndole sentir pequeña e insignificante. Le gustaba ir allí para olvidar que Khan y Pavel estaban juntos en algún lugar de la Galaxia.

              Solía dejar la moto en el camino de tierra y echar a andar entre los árboles. Aquella mañana de domingo fue diferente: un grupo de chicos jugaba al rugby en su claro del bosque favorito.

   - ¡Hola preciosa! - Le gritó uno de ellos al advertir su presencia. - ¿Quieres jugar con nosotros? Nos falta un delantero... y tú tienes buenas piernas, ¿corredora?

   - Sí, yo... - Amy se acercó a saludar. - Estaré encantada. ¿Cómo se juega?

   - ¡Ah, neófita...! - Exclamó un muchacho moreno y de ojos verde claro. - Yo te enseñaré las reglas.

       El joven la tomó de la mano y entre sonrisas y dulces miradas le explicó lo básico para empezar. Amy pronto se rebeló como la gran deportista que era. Sus nuevos amigos estuvieron encantados de jugar rugby a su lado. Sobre todo el moreno de ojos verdes, su nombre era Max y sus manos largas no tardaron en acariciarle los muslos.

   - ¿Qué estás haciendo? - Amy le empujó alejándole de sus piernas. - ¡No te he dado mi permiso!

   - Disculpa, señora mía... - Sonrió el chico encandilándola con su mirada glauca. - ¿Puedo...?

   Ella consintió y halló un nuevo placer en dejarse rozar y besar por aquel desconocido.

   - Mmm... ¡Max! - Murmuró entre sus labios. - Marchémonos a algún sitio donde podamos estar a solas.

   - No tengo coche, nena. - Se lamentó el chico encogiéndose de hombros. - Me han traído mis amigos.

   - Mi moto está ahí aparcada. - Señaló al camino, se sentía excitada y quería descubrir de qué era capaz aquel tipo de veinte años. - ¿Tienes algún lugar a dónde ir?

   - Bueno, está mi apartamento... - Max negó con la cabeza. - Nena, no nos conocemos y no pareces mayor de edad. ¿No crees que estás siendo demasiado atrevida?

   - Lo que creo es que eres un buen chico, Max. - Amy se inclinó sobre él, debía medir un metro setenta con lo cual ella le sacaba algunos centímetros. - Anda, sé bueno y demuéstrame lo malo que puedes llegar a ser. - Le besó brevemente con picardía, los ojos azules y la sonrisa torcida de su padre en el rostro.

  Al final, aquella mañana de domingo, Amy encontró algo más interesante que hacer que tropezar con la gente que salía de la iglesia.

 

Notas finales:

Gracias por leer, como siempre. Y muchas gracias por comentar, vuestras palabras alimentan mi espíritu.

Dejo imagen de Pavel y Khan tal como Sulu les ve.

http://www.casimages.es/i/140803103421241368.jpg.html

Y aquí un pequeño homenaje para tod@s: los tres en ese pedazo de cuarto de baño privado que posee el camarote de capitán en el Enterprise.

http://www.casimages.es/i/140802014740596641.jpg.html

Sulu debe estar muy agradecido a las fabulosas ideas de diseño y decoración de Jim.


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