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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

La nave oscura va a dejar sola al Enterprise por unas horas, deben recoger a alguien en Kronos.

Por otro lado Sulu empieza a pensar en su futuro junto a Khan y Pavel... teme que ambos le abandonen cuando les llegue el momento de unirse a Amy.

 

 

El joven Dionisio

 

 

                                                                                   Todo le daba vueltas, no podía mantener la vista fija sobre nada, así pues cerró los ojos. El mareo le revolvió el estómago, hubiera vomitado si tuviese algo que echar pero hacía días que no se alimentaba, no había ingerido otra cosa que vino de sangre... Dionisio se arrastró por el suelo, buscando algo a lo que aferrarse. Se sentía morir... otra vez. ¿Dónde estaban sus hermanos cuando les necesitaba?

   - Apolo, tu hermano pequeño está a punto de perder la vida en Kronos. - Cassie volvía en sí, había tenido un episodio de los suyos allí mismo, en mitad del puente.

   - Ya has oído, Herc, pon rumbo al planeta klingon. - Sostuvo la mano de su sacerdotisa y la miró a los ojos violeta. - ¿Qué hace ese inconsciente en Kronos?

   - Tiempo estimado de llegada... dos horas terrestres, Apolo. - Informó el piloto como era su costumbre. - ¿Seguirá con vida para entonces?

   - ¡Qué más da! - Exclamó el dios de rubios cabellos con una sonrisa. - Si muere habrá que esperar a que resucite, nos traemos el cuerpo y ya está.

        El más joven de los dioses del Olimpo acostumbraba a morir y renacer a menudo. En la Tierra numerosas civilizaciones le rindieron culto por ello. Se le asimiló a las cosechas, dones de la madre tierra que milagrosamente regresan cada año. Dios de la exuberancia y del vino... inspirador de la locura y el éxtasis liberador del espíritu, los antiguos pueblos humanos le rindieron culto celebrando sus misterios: morir y volver a la vida, igual que hizo Jesucristo; algunos creen que era él mismo.

       Dionisio tuvo que nacer dos veces. Hera, la celosa esposa de su padre, Zeus, causó con engaños la muerte a su madre cuando aún lo llevaba en el vientre. El Padre de todos los dioses tuvo que introducirse el embrión de su hijo no nato en el muslo, donde terminó su gestación hasta alumbrarle por segunda vez. De ahí su poder.

        Siempre fue promotor de la civilización, legislador y amante de la paz, así como dios protector de la agricultura y el teatro. Pero cuando Dionisio bebe, se vuelve loco y vaga por el Universo sin rumbo, sin oficio ni beneficio, atormentado por el dolor de la ausencia de una madre a la que no llegó a conocer.

   - ¿Se puede saber por qué hemos abandonado al Enterprise? - Artemisa entró en el puente agitando furiosa sus manos ante la cara de su gemelo.

   - Nuestro hermanito pequeño nos necesita, Art. - Le explicó Apolo con su retorcida media sonrisa. - Ha vuelto a meterse en líos. Si los klingons le encuentran muerto y llegan a verle resucitar... será difícil mantener en secreto su origen divino.

   - Pues déjales inventarse otra religión, ¿qué nos importa eso? - La diosa protestaba airada. - Un nuevo Cristo para los klingons... ¡No podemos dejar a Sulu ahora! - Temía la inminente llegada de los Kazon.

   - Le recogemos en Kronos y regresamos junto a los humanos; no te preocupes, serán cuatro horas... ¿verdad Hércules? - Le miró esperando que confirmase sus palabras.

     El de la cabeza leonada asintió, acelerando la marcha todo lo que pudo. Artemisa parecía preocupada, sería mejor no hacerla enojar.

 

 

 

                                                                           Los despertares eran dulces desde que los compartía con sus dos preciosas flores. Abrir los ojos era un placer cuando lo primero que veía era el armonioso y sosegado rostro de su violeta, mirándole con ese penetrante azul hielo. Pavel dormitaba sobre su espalda, no se había separado de su piel en toda la noche.

   - Ohayô! *(buenos días) – Susurró presionando los labios sobre su frente. - ¿Cómo te sientes, Sulu? - Le preguntó Khan en voz baja, procurando no despertar a su novio.

        El japonés sonrió como única respuesta, dejándose acariciar la cara y el pelo. A su violeta le encantaba revolverle el flequillo y ponerlo de punta. Amaba a aquel hombre, le amaba tanto como podía amar a Pavel. ¿Quién iba a pensar que aquello pudiera suceder? Cuando le conoció, hacía ya tantos años, le juzgó un loco, un maldito psicópata que casi acaba con todos en el Enterprise. Le vio estrellar la nave de Marcus sobre San Francisco y saltar a tierra para intentar huir de la furia homicida desatada en Spock al perder a Jim... y fue su sangre la que trajo a su amigo de regreso de la muerte, gracias al suero que McCoy elaboró. Entonces le congelaron; Khan se convirtió en un fantasma, todos pensaron que no le volverían a ver jamás.

   - Sulu, ¿cómo te sientes? - Le volvió a preguntar, tironeando ligeramente de sus cabellos.

         De nuevo le sonrió, fascinado con el color de sus ojos, la blancura de su piel y lo perfectos que eran sus rasgos. El tiempo pasó; Amy nació y Pavel había dejado de ser el chico raro que se sentaba a su derecha, en el puente de mando, para convertirse en la deseada rosa que no podía tener. Entonces los klingons le despertaron y Khan se cruzó por segunda vez en su camino. Le odió: se llevó a Pavel, le pegó delante de él si que pudiese hacer nada. Quería matarlo por aquello... y cuando le tuvieron a bordo resulta que su rosa se había enamorado de él. ¿Qué había pasado? A Sulu le costó un mundo comprender semejante relación... entender que Khan amaba a Pavel, que Pavel le amaba a su vez, que ambos estaban unidos a Amy en su misterioso vínculo vulcano.

   - Sulu... - le atrajo la cabeza sobre su pecho, dejándola descansar cerca de su corazón, - ...dime, ¿cómo te sientes?

      El tramo de piel nívea bajo sus ojos tenía el trisquel dibujado en negro. Cuando Khan decidió hacerse el tatuaje le pidió a él que le acompañara, quería que fuese una sorpresa para Pavel. Sulu le llevó al barrio de los marineros, imaginando que allí encontrarían algún local adecuado. Le vio tumbarse en la silla de cuero con un papel blanco por encima, a modo de sábana desechable que era sustituida para cada nuevo cliente. Los métodos del siglo veinte eran bastante primitivos; las agujas inyectaban la tinta en la piel con rápidos pinchazos, se escuchaba el zumbido del aparato eléctrico en las manos del tatuador. Khan le miraba sonriente, dejándose hacer, sin mostrar ni una sombra de sufrimiento... aunque el japonés sabía que aquello por fuerza tenía que doler. Cuando hubo terminado dejó que él le untase con un gel cicatrizante la reciente herida... entonces le besó por primera vez.

   - Watashi no ai... *(mi amor) – Khan insistió, acariciándole la oreja que quedaba a su alcance con los dedos índice y pulgar, - ...¿cómo te sientes?

       Sulu levantó unos centímetros la cabeza, posó su mano derecha sobre el pecho de Khan y con la yema de sus dedos recorrió las aspas entrelazadas y encerradas en el círculo.

   - Tú, Pavel y Amy... - Musitó. - Yo nunca seré parte de esto.

   - Que no aparezcas en mi tatuaje no significa que no estés dentro de mi corazón. - El moreno tiró de él con cuidado hasta tenerle a su altura. Sujetándole la cara con ambas manos le besó en los labios, dulce, profundamente.

      Pavel sintió el movimiento en la cama y abrió los ojos. Al ver a su novio besar a su amigo, sonrió. Dándole una sonora palmada en el trasero saludó a Sulu.

   - Dobroe utro! *(buenos días) – Prácticamente lo gritó, se encontraba exultante y lleno de energía. - ¿Cómo está mi culito?

   - ¡Ah, Pavel...! - Protestó molesto. - ¿Por qué no vas a buscarnos un café?

   - Hoy no eres el Rey, Sulu... - Se burló cantarín el ruso, sacudiéndole por los hombros.

   - Pero sigo siendo tu capitán. - Le apartó de un manotazo. - Ve y trae café para los tres, es una orden.

   - Bien, pero dame un beso primero... - Pidió con un puchero.

       Sulu se dio media vuelta y se echó encima de Pavel, con una sonrisa le apartó los rizos de la frente, el pelo le estaba creciendo muy deprisa. Le besó dejándole sin aliento, metiendo la lengua hasta acariciarle los carrillos por dentro, jugando con la suya y mordisqueando el labio inferior antes de retirarse.

   - Da... mne nrravitza! *(sí, me gusta) – Murmuró el ruso encantado.

   - Ve a por café, rosa mía. - Le azuzó Sulu sonriendo.

    Pavel se puso los pantalones y salió corriendo al pasillo hacia la máquina expendedora de alimentos más cercana. Sulu se dejó caer boca abajo sobre la almohada, las lágrimas le brotaron sin poder evitarlo, en un llanto silencioso que le ahogaba el alma.

   - Cariño, no tienes nada que temer. - Le consolaba Khan pasándole la mano por la espalda. - No eres parte del trisquel, no compartimos el vínculo, de acuerdo. Pero... ¿crees que Pavel y yo podríamos pasar un solo día sin ti? ¿Crees que después de todo lo que estamos viviendo, de este maravilloso amor que sentimos, podríamos olvidarnos sin más y alejarnos de tu lado?

   - Pero Amy es vuestro destino, no yo... - Tenía miedo de perderles, aquello le hacía sufrir.

   - No sé cuál es nuestro destino, Sulu. Si te digo la verdad no me importa. - Khan le giró delicadamente hasta poder clavar sus ojos azul hielo en los del japonés. - Tengo más de trescientos años, he vivido en muchos mundos y he aprendido tantas cosas... Hikaru, sé que te amo, que Pavel te ama, y créeme cuando te digo que eso es lo único importante.

   - ¿Se nota que he estado llorando? - Le preguntó secándose las lágrimas.

   - Un poco. Ve y lávate la cara antes de que vuelva. - Ninguno de los dos quería que Pavel se preocupara.

    Sulu asintió y se encerró en el baño. Dejó correr el agua del lavabo mientras se miraba al espejo.

   - Bien, me siento bien. - Se dijo a sí mismo respondiendo a la pregunta de Khan.

 

            Y era cierto. Hikaru Sulu, capitán de la USS Enterprise, con cuarenta años recién cumplidos se sentía perfectamente bien. Su rosa y su violeta estaban a su lado, amándole cada mañana, cada tarde, cada noche... regalándole sus frescas fragancias, su inmarcesible belleza, acariciándole con sus pétalos... Ya no había espinas, todo era hermosura y paz. ¿Cambiarían las cosas en tres años? Poco importaba ahora eso, Khan tenía razón: lo único importante era el amor que sentían.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Dejo imagen de Dionisio, el hermanito pequeño de Artemisa, Ares, Apolo, Afrodita, Hermes, Hércules... (Zeus tuvo muchos hijos)

http://www.casimages.es/i/1408100552323291.jpg.html

Viéndole no se puede negar su origen divino.

 


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